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Capítulo 1
LA IMPORTANCIA DE LA AUTORIDAD
Todas las cosas fueron creadas por medio de la autoridad de Dios, y todas las leyes de la
Tierra mantienen su cohesión por medio de Su autoridad. Dios sustenta todas las cosas con Su
palabra, la cual es Su autoridad. La autoridad de Dios lo representa a Él mismo, mientras que
Su poder es lo que Dios hace. Pecar contra la autoridad de Dios es pecar contra Él mismo. Dios
es la autoridad única en todo el universo. Todas las demás autoridades son delegadas por Él. Si
queremos servir a Dios debemos conocer Su autoridad.
El origen de Satanás
Jamás debemos predicar la palabra de Cristo adoptando el principio de Satanás. El sólo teme
que nos sometamos a la autoridad de Cristo. Una vez que entre en función el principio de
Cristo, el principio de Satanás se desvanecerá. En la oración del Señor alud a la obra de
Satanás: “no nos metas en tentación”, “líbranos del maligno” “porque Tuyo es l reino, el poder y
la gloria por todos los siglos. Amén”. El reino pertenece a Dios y también la autoridad y la gloria
son Suyas. Cuando predicamos el evangelio, conducimos a las personas a someterse a la
autoridad de Dios.
El centro del conflicto que existe en todo el universo gira en torno a quién pertenece la
autoridad. Debemos someternos a la autoridad de Dios y defenderla. Pablo, en su conversión
rumbo a Damasco, entendió no solamente el significado de la salvación, sino también el de la
autoridad de Dios. Todo aquel que se encuentra con la autoridad, se ocupará solamente de la
autoridad y no de la persona involucrada, ya que nuestra sumisión no está dirigida a la persona,
sino a la autoridad de Dios en esa persona. Si tocamos primero la autoridad y luego nos
sometemos a la persona independientemente de quien sea, vamos por el camino correcto.
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La mayor exigencia de La Biblia: La sujeción a la voluntad de Dios
La mayor exigencia que Dios hace al hombre es que sea sumiso. Solamente el prestar
atención y obedecer sin que haya mezcla de la voluntad del hombre honran de manera absoluta
a Dios y exaltan Su voluntad. La obediencia es la otra parte de la autoridad. A fin de obedecer,
es necesario quitar el yo de en medio. Solamente puede haber la posibilidad de obedecer
viviendo en el espíritu.
Nuestro servicio debe ser el cumplimiento de Su voluntad. Participar en la obra del Señor es
encontrarnos primero con la autoridad. Palparla es importante. Cuando hayamos tocado la
autoridad, la veremos dondequiera que nos encontremos y sólo entonces Dios podrá
restringirnos y empezar a usarnos.
En el universo existen dos grandes asuntos: creer para ser salvo y someterse a la autoridad:
confiar y obedecer. La Biblia nos dice que la definición del pecado es infracción de la ley. Vivir
sin ella significa hacer a un lado la autoridad de Dios, tiene que ver con la actitud y el corazón.
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Capítulo 2
Dios puso a Adán bajo cierta autoridad con miras a que se sometiese a ella. Dios confió toda
la creación a la autoridad de Adán, para que él la administrara y tuviera autoridad sobre toda la
creación. A su vez, Dios puso a Adán bajo su propia autoridad para que aprendiera a someterse
a la autoridad. Sólo quienes se someten a la autoridad pueden ejercer autoridad.
Tanto en la vieja creación como en la nueva, la autoridad depende del orden de procedencia.
El que es creado primero tiene la autoridad. El que es salvo primero posee la autoridad. Por
esta razón, a dondequiera que vamos, lo primero que debemos preguntarnos es a quién el
Señor desea que nos sometamos. En donde nos encontremos, debemos reconocer la autoridad
y someternos a ella.
La caída del hombre se produjo por falta de sometimiento a la autoridad. Si una persona se
rebela contra la autoridad delegada, se está rebelando contra Dios.
Mientras vivimos en la tierra lo que cuentan no son las obras, sino la sumisión. Sin sumisión
no pueden llevarse a cabo ni la obra ni el servicio. La obra de un cristiano en su totalidad debe
provenir de la sumisión, toda obra debe ser respuesta de nuestra parte. Todo lo que hagamos
debe iniciarse en Dios y nada debe ser iniciado por nosotros.
Eva, al exponer su propia idea, transgredió contra Dios y cayó. La caída es el resultado de
actuar sin sumisión. La acción que no se basa en sumisión es rebelión. Cuando más sumiso
sea un hombre, menos obras hará. A medida que avanza, sus actividades y obras realizadas
por el yo disminuyen y, al final, sólo queda la sumisión.
Todo lo que el hombre haga debe hacerlo por obediencia. El árbol del conocimiento del bien y
el mal significa una fuente de discernimiento entre lo bueno y lo malo aparte de Dios, es que el
hombre crea que puede salir adelante solo sin necesidad de buscar a Dios, juzgar entre lo
bueno y lo malo sin necesidad de Dios En eso consistió la caída.
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Los cristianos deben someterse a la autoridad
Toda autoridad proviene de Dios porque todo fue dispuesto por Él. Él está por encima de toda
autoridad, toda autoridad está sometida a Él, quien sustenta todas las cosas por Su palabra, la
cual es la palabra de Su autoridad. L centurión sabía que toda autoridad estaba en manos del
Señor y creía en Su autoridad.
Aparte de Dios, todas las personas, incluyendo al Señor Jesús, tienen que someterse a
diferentes autoridades que rigen en la tierra. Debemos reconocer la autoridad en dondequiera
que estemos. No debe existir lo correcto e incorrecto, primero es reconocer la autoridad. La
primera lección que deben aprender los que trabajan en la obra es la sumisión. Esto constituye
la parte más importante de su labor.
Jamás debemos tratar de diferenciar entre lo bueno y lo malo. Más bien debemos
someternos a la autoridad, de lo contrario es rebelión. En la Biblia la sumisión se refiere a
someteré a las autoridades delegadas de Dios. Todos los problemas dl hombre se debe a que
viven fuera de la esfera de la autoridad de Dios. Si esto no se resuelve, nada podrá estar bien.
La fe es el principio por el cual recibimos vida, la sumisión es el principio por el cual nos
conducimos en ella. A fin de restaurar la autoridad, primero debemos restaurar la sumisión.
Sin la vida de la Cabeza, el Cuerpo no puede existir. Debemos permitir que la vida de la
Cabeza gobierne, para que el Cuerpo llegue a ser uno. Todos los miembros tienen que
aprender a someterse los unos a los otros.
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Capítulo 3
LA REBLIÓN DE CAM
El fracaso de la autoridad delgada pone a prueba a los que están sujetos a la autoridad.
A la carne le gusta ver que la autoridad caiga en vergüenza para sentirse libre de la
restricción. Esto demuestra un espíritu de rebeldía. El fracaso de Noé puso en evidencia quién
era sumiso y quién era rebelde. Todo aquel que está aprendiendo a servir al Señor, debe
encontrarse cara a cara con la autoridad; pues no puede servir con un espíritu de iniquidad.
Dios no deseaba que los hijos de Aarón fueran sacerdotes de una manera independiente. Él
deseaba que estuvieran bajo la autoridad de Aarón. Sin embargo, Nadab y Abiú, los hijos de
Áarón, pensaron que ellos también podían ofrecer sacrificios. Por consiguiente, ofrecieron
fuego extraño sin autorización de él. Ofrecer fuego extraño equivale a servir a Dios, y al mismo
tiempo rechazar órdenes haciendo caso omiso de la autoridad.
El servicio a Dios se origina en Él. Esto significa que el hombre sirve a Dios sujeto a Su
autoridad y, como resultado, es acepto. Pero el fuego extraño se origina en el hombre y el
resultado será la muerte. Pedirle a Dios que nos ilumine. ¿Estamos bajo el principio del servicio
o bajo el principio del fuego extraño?
En la obra de Dios, algunas personas son establecidas para que sean la autoridad, y otras,
para que se sometan a la autoridad. De la misma manera, debemos servir a Dios según el
orden de la coordinación en autoridad.
Cuando una persona que no debe dirigir, toma el liderazgo, se encontrará en rebelión y
muerte. Dios presta atención al carácter de fuego ofrecido. El hombre debe ser un seguidor y
siempre ser uno que complementa. En los asuntos espirituales existe un Cuerpo, que es
corporativo, y que lleva a cabo el servicio en coordinación y no en el individuo. Hay muchas
personas que piensan que sirven a Dios. Sin embargo, laboran independientemente sin
sujetarse a ninguna autoridad. Han pecado sin darse cuenta de que están rebelándose.
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Está bien que uno quiera reprender a su hermano, pero no que hable contra la autoridad de
Dios. Moisés sabía que si él era autoridad delegada de Dios. Cualquiera que hablara contra él,
tocaría la muerte. Todas las autoridades son delegadas por Dios y nadie puede quitarlas.
Cuando el hombre toca la autoridad delegada, toca a Dios en esa persona, y cuando ofende a
la autoridad delegada, ofende a Dios mismo.
La autoridad espiritual no provine de los logros del hombre, sino de la elección de Dios. Los
asuntos espirituales son completamente diferentes de los principios mundanos. No podemos
menospreciar la elección de Dios.
Cada vez que surge la rebelión y la injuria entre nosotros, la presencia de Dios se
desvanece. Si el asunto de la autoridad no ha sido establecido, todos los demás asuntos
quedarán pendientes.
Muchas veces la rebelión del hombre fuerza a Dios a ejecutar Su juicio. Dios debe quitar la
rebelión de entre Su pueblo. Todos los pecados producen muerte, pero sólo la sumisión a la
autoridad cierra las puertas del Hades y libera la vida.
Cada vez que los hombres actúan y juzgan según la doctrina o lo que ven físicamente,
toman el camino del razonamiento. Quienes se someten a la autoridad entrarán por medio de la
fe. Los que argumentan razones no pueden tomar el camino del espíritu. Quienes están en la
senda espiritual ven la promesa de la bendición futura por ojos de la fe. Por lo tanto, uno debe
encontrarse con la autoridad, ser restringido por Dios y ser guiado por Su autoridad delegada.
Para conocer la autoridad es necesario recibir una revelación interna y no solamente una
enseñanza externa.
La rebelión es contagiosa
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Algunos hombres sólo se guían por lo que ven con ojos físicos. No logran ver que toda
autoridad provine de Dios. Dios no tolera que ofendan Su autoridad. La rebelión corresponde al
principio de la muerte. El pecado de la rebelión es más serio que cualquier otro pecado. Cada
vez que alguien se opone a la autoridad, Dios inmediatamente lo juzga.
Capítulo 4
Dios escogió a Saúl y lo puso como autoridad delegada. Pero cuando éste llegó a ser rey, no
se sometió a la autoridad de Dios por lo cual Dios lo desechó y ungió a David por rey. Saúl
perseguía a David, cuando entró a una cueva los soldados de David le sugirieron que matara a
Saúl, pero David rechazó esta tentación, percibía que no podía hacer esto. Si hubiera matado a
Saúl habría actuado bajo el principio de rebelión contra la autoridad de Dios debido a que la
unción de Dios todavía reposaba sobre Saúl. La autoridad es un asunto trascendental.
Si uno desea servir a Dios, debe someterse a la autoridad. La sumisión es más importante
que nuestra obra. Los sacrificios no pueden cubrir la rebelión. Murmurar, mirar a alguien con
malos ojos o sentir rencor en nuestro corazón son como cortar la ropa de otro y eso proviene de
un espíritu de rebelión.
Dios desea que se defienda Su autoridad de una manera absoluta. Puesto que David
mantuvo la autoridad de Dios, se dice que él era un hombre conforme al corazón de Dios. Sólo
los que se someten a la autoridad pueden ser autoridad. Para poder llegar a ser una autoridad
debemos primero someternos a la autoridad. La iglesia es un órgano de sumisión. Debemos
someternos a la autoridad de Dios desde lo profundo de nuestro corazón.
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Capítulo 5
El Padre y el Hijo son iguales, tienen el mismo poder, son coexistentes y existen
simultáneamente. No obstante, existe una diferencia en la persona del Padre y la del Hijo. Esta
diferencia es algo en el orden de la Deidad. El Señor se rebajó dos veces: primero se despojó
de Su deidad, y luego se humilló a Sí mismo en Su humanidad. En la Deidad hay una armonía
perfecta. El Padre es aquel que representa la autoridad y el Hijo representa la sumisión.
Para el Señor la sumisión es más difícil que la creación de los cielos y de la tierra. Con el fin
de someterse, Él tuvo que despojarse de toda Su Gloria, Su poder, Su posición y Su imagen en
Su deidad. También tuvo que tomar la forma de un esclavo, pues solamente así podía cumplir
el requisito de la sumisión; por tanto, la sumisión es algo que el Hijo de Dios creó. Cuando El
Señor vino a la Tierra, Él renunció a Su autoridad, y por otro, se vistió de sumisión. El Señor se
humilló a Sí mismo haciéndose obediente. El que se humilla será exaltado. Esto es un principio
divino.
Tanto la autoridad como la sumisión fueron establecidas por Dios. Ambas estaban presentes
desde el principio. Por consiguiente, quienes conocen al Señor serán espontáneamente
sumisos. En Cristo se halla el principio de la sumisión; por eso, los que son sumisos aceptan el
principio de Cristo, y quienes están llenos de Cristo, estarán llenos de sumisión. Cristo
representa la sumisión, una sumisión perfecta, del mismo modo que la autoridad de Dios es
perfecta.
La Deidad del Señor Jesús se basa en lo que Él es. Él es Dios desde el principio, pero obtuvo
la posición como Señor sobre la base de lo que hizo. En cuanto a Su persona misma, Él es Dios
y en cuanto a Sus logros, Él es El Señor. Este señorío no estaba originalmente presente en la
Deidad. En el principio la Deidad planeó crear el universo. El él El Padre debería representar la
autoridad. Dios creó dos clases de seres en el universo: los ángeles que son espíritus, y los
hombres que son almas. Dios sabía que los ángeles se rebelarían y que el hombre fracasaría.
Su autoridad no podía ser establecida por ellos, por ello, la autoridad se estableció primero en la
Deidad. De ahí en adelante hubo una distinción en las funciones del Padre y del Hijo.
Solamente por la sumisión de un hombre podía ser establecida la autoridad de Dios. Así que el
Señor vino a la tierra y se hizo hombre, para ser una criatura en todo aspecto.
Cuando El Señor vino de parte de Dios, no intentó regresar por medio de Su deidad, sino que
se propuso regresar por medio de Su exaltación como hombre. Es así como Dios mantiene Su
principio de sumisión. No debemos tener ni un apéndice de rebelión. Debemos someternos por
completo a la autoridad. Jesús regresó al cielo por haberse hecho hombre y por haberse
sometido como tal. El resultado fue que Dios lo exaltó. Por tanto, debemos tener el mismo sentir
que hubo en Cristo Jesús.
En Hebreos 5:8 (Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer), se afirma
que el Señor aprendió la obediencia por lo que padeció. La verdadera sumisión es la que
obedece a pesar del sufrimiento. La utilidad de un hombre depende si ha aprendido a obedecer
en sus padecimientos. Sólo quienes son obedientes a Dios le son útiles.
La Salvación no sólo trae gozo, sino también sumisión. Sólo los que son sumisos
experimentarán la plenitud de la salvación. Dios nos salva y espera que nos sometamos a Su
voluntad.
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Capítulo 6
Dios deseaba que los ángeles y el hombre aceptaran Su autoridad; sin embargo, ambas
criaturas la rechazaron. Sin embargo, Él puede retirar Su presencia pero no Su autoridad. Por
un lado, Dios mantiene Su sistema de autoridad y por otro, Él establece Su reino. Todo lo que
el Señor realizó mientras estuvo en la tierra se basó completamente en la sumisión y en
perfecta cooperación con la autoridad de Dios. En esta esfera el Señor estableció el reino de
Dios y ejecutó Su autoridad.
Antes de que David fuera establecido como rey, existía un reino, pero sin súbditos. Y durante
su reinado, se tenía el reino y los súbditos, pero el reino carecía de contenido. Por tal motivo, el
reino de Dios no había sido establecido todavía.
El Señor vino a la tierra para establecer el reino de Dios. El evangelio consta de dos aspectos:
en el aspecto individual, el evangelio da vida eterna a los que creen. En el aspecto corporativo,
el evangelio llama a las personas al arrepentimiento para que entren en el reino de Dios. Los
ojos de Dios están puestos en el reino de Dios. El reino de Dios es la esfera donde la voluntad
de Dios se realiza sin ningún obstáculo. El reino, el poder y la gloria están relacionados entre sí.
El reino es una esfera de autoridad.
El propósito de Dios no es sólo que seamos iglesia, sino que la iglesia sea Su reino. Debe
haber una sumisión absoluta y una dependencia total de Dios para que Su autoridad se lleve a
cabo perfectamente. Dios no desea que el hombre se someta solamente a Su autoridad directa,
sino que también a Su autoridad delegada. Él nos pide una sumisión completa.
EL FIN DEL EVANGELIO NO ES SÓLO QUE EL HOMBRE CREA, SINO TAMBÉN QUE SE
SOMETA
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Dios no solamente nos llamó para recibir vida por medio de la fe, sino también para
preservar Su autoridad por medio de nuestra obediencia. El plan de Dios para nosotros en la
iglesia, es que nos sometamos a Su autoridad y a todas las autoridades que Él estableció. Las
diferentes organizaciones que nos rodean tienen como objetivo que aprendamos sumisión.
Cuando el hombre es iluminado por Dios, primero ve la autoridad, y luego ve muchas
autoridades.
Dios desea que el reino se produzca en la iglesia y que por medio de ésta, se ejerza toda
autoridad. Cuando la iglesia sea sumisa, la tierra entera se someterá a la autoridad divina; pero
si la iglesia no abre una vía para el reino de Dios, éste no podrá extenderse a las naciones. La
iglesia es el camino que conduce al reino. Debemos deshacernos de toda desobediencia, para
que Dios tenga un canal por el cual operar. La iglesia tiene una seria y enorme responsabilidad.
Cuando la vida de Dios, Su voluntad y Sus preceptos son ejecutados en la iglesia, el reino
vendrá.
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Capítulo 7
En el mundo
Todas las naciones de la tierra tienen gobernantes. Cuando el Señor estuvo en la tierra, Él
también se sometió al gobierno y a la autoridad del sumo sacerdote. No sólo debemos
someternos a nuestra propia nación y a nuestra propia raza, sino que también debemos
someternos al gobierno del lugar donde nos encontremos. No importa cuánto varíen las leyes
de diferentes naciones, todas provienen de la ley de Dios.
En la familia
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sus padres, porque esto es justo. 2 «Honra a tu padre y a tu madre —que es el primer
mandamiento con promesa— 3 para que te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra».
De los Diez mandamientos sólo este tiene recompensa especial. Cuando uno honra a sus
padres, es bendecido y tiene una larga vida sobre la tierra.
Los esclavos deben obedecer a sus amos de la misma manera que obedecen al Señor,
sirviendo con honestidad de corazón porque es al Señor Cristo a quien servimos. Uno primero
debe honrar a la autoridad del Señor y luego otros honrarán la autoridad del Señor en uno. Dios
ordena que los esclavos obedezcan a sus amos.
En la iglesia
Dios estableció autoridades en la iglesia. Dios ordena que todos se sometan a ellos. En la
iglesia la mujer debe someterse al hombre. Dios estableció que el hombre sea la autoridad,
como un tipo de Cristo, y que la mujer como tipo de iglesia se debe sujetar a él. En 1de
Corintios 14:34 dice: “guarden las mujeres silencio en la iglesia, pues no les está permitido
hablar. Que estén sumisas, como lo establece la ley.” Si hay algo que quieran aprender, deben
preguntar a sus esposos en casa. De esta manera se ayudará a sí misma y ayuda a su esposo
también. Las mujeres deben aprender en silencio y con toda sujeción. No se permite que la
mujer ejerza autoridad sobre el hombre, porque Adán fue formado primero, y después Eva.
Dios jamás sujetó a los seres humanos a Satanás. Nadie puede injuriar la autoridad delegada
en los asuntos espirituales, quien lo hace pierde su poder espiritual. El creyente debe tener dos
clases de sentimientos: uno, el sentimiento de pecado, y el otro, el sentimiento de autoridad.
Cuando todos tomemos el camino de la sumisión, Dios juzgará al mundo.
Debemos someternos a la autoridad con la misma confianza con que Dios la establece. Si
hay algún error no será nuestro, sino de la autoridad. El Señor confió tanto en sus discípulos
que les delego toda autoridad y les respaldó. No estaba preocupado por lo que pudiera pasar si
se equivocaban, pues el Señor tenía la fe y el valor de entregar confiadamente Su autoridad a
sus discípulos. Si el Señor confía tanto en la autoridad delegada, cuanto más debemos confiar
nosotros. Si la autoridad delegada está en lo correcto o equivocado, es un asunto por el cual la
autoridad deberá ser responsable directamente delante del Señor. Cada uno es responsable de
sí mismo delante del Señor.
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hombre le gusta someterse a la autoridad directa de Dios, pero rechazan la autoridad delegada
que Él establece.
Capítulo 8
Los mandatos y la voluntad de Dios son dos cosas completamente diferentes. Sus mandatos
son palabras que salen de Su boca, y Su voluntad es una idea que brota de Su corazón. Una
orden se debe emitir, pero la voluntad no necesita ser pronunciada. El Señor Jesús era sumiso
no solamente a la palabra de Dios, sino también a Su voluntad. Dios debe trabajar en nosotros
hasta que nos sometamos a Cristo de la misma manera que Cristo se somete a Él. La iglesia es
el lugar donde Su autoridad tiene un éxito completo. Todos tenemos la responsabilidad de
expresar la autoridad.
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SUMISION DEL CUERPO A LA CABEZA ES ESPONTÁNEA Y ARMONIOSA
El Señor nos puso en Su Cuerpo, donde la unión y la sumisión son perfectas. Existe una
armonía espontánea entre los miembros, no es necesario ni pensar en someterse. Vivimos en
un ámbito donde opera la autoridad de Dios, y donde debe haber una sumisión muy
espontánea. La iglesia es el lugar donde se manifiesta la autoridad.
Es imposible que un miembro sea todo el Cuerpo. Por esta razón, cada uno de nosotros debe
mantenerse en su posición como miembro, recibiendo la función de los demás miembros.
Recibir la función de los miembros es recibir las riquezas de la Cabeza. No hay ningún miembro
que sea independiente. Yo no soy más que un miembro. El hombre que desea hacerlo todo y
tenerlo todo empobrece a la iglesia. La autoridad equivale a las riquezas de Cristo. Aceptar la
función de otros, es decir, aceptar su autoridad, equivale a recibir las riquezas de todo el
Cuerpo. Si nos sometemos a la autoridad que tiene cada miembro, obtendremos también sus
riquezas.
Dios usa Su autoridad para suplir lo que nos falta. Dios estableció Su autoridad para
impartirnos Sus riquezas. Dios primero trabaja en las personas a quienes va a usar, a fin de que
cuando Él nos las dé como autoridad, para que nos ayuden a ser sumisos, podamos recibir lo
que de otra manera jamás podríamos recibir. Sus riquezas serán nuestras riquezas.
La gracia de Dios para con nosotros tiene dos aspectos. Por un lado, viene a nosotros
directamente. Por otro, hay riquezas que se otorgan de manera indirecta. Dios ha establecido
hermanos y hermanas como autoridades sobre nosotros. Por medio de su discernimiento
podemos recibir riquezas de ellos, sin tener que pasar por los sufrimientos que pasaron. La
autoridad viene a ser las riquezas de la iglesia. Las riquezas individuales son riquezas para
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muchos. Rechazar la autoridad es rechazar el canal por el cual se reciben la gracia y las
riquezas.
Para los que tenemos una relación de vida es fácil someternos, porque internamente todos
somos uno y participamos de la misma vida y del mismo Espíritu Santo es quien dirige todas las
cosas. La sumisión mutua nos lleva a un estado de gozo y a tener una vida de reposo.
Someternos a la autoridad de los miembros es una gran liberación, la sumisión es espontánea y
la desobediencia es forzada.
El Señor nos ha enseñado no sólo a ser sumisos en la familia y en el mundo, sino también en
el Cuerpo, la iglesia. Si aprendemos a someternos en el Cuerpo, aprenderemos a someternos
en todo lugar. La iglesia es el lugar de la prueba, y también donde somos perfeccionados. La
autoridad y la sumisión están juntas en un solo Cuerpo, y ambas han llegado a ser subjetivas,
vivientes y unidas. Ésta es la expresión más elevada de la autoridad de Dios. La autoridad s
encuentra en el Cuerpo. La Cabeza, que es la fuente de la autoridad, está en la Iglesia. Si no
conocemos la autoridad aquí, no habrá esperanza para nosotros en ningún otro lugar.
Capítulo 9
16
LA MANIFESTACIÓN DE LA REBELIÓN DEL HOMBRE 1
LAS PALABRAS
Si uno es rebelde, sus palabras con seguridad revelarán la rebelión que hay en uno, porque
de la abundancia del corazón habla la boca. A fin de conocer la autoridad, el hombre primero
debe tener un encuentro con la autoridad. Es inútil si uno se limita a escuchar sobre sumisión.
Una persona debe encontrarse con Dios, entonces la base de la autoridad de Dios puede
establecerse en ella. Incluso, antes de decir la palabra la hará sentirse incómoda. Al hombre le
es mucho más fácil hablar con rebelión que actuar con rebelión: la lengua es lo más difícil de
domar.
Todas las personas del mundo hoy día son rebeldes, asienten verbalmente y se someten
externamente. Pero en la iglesia toda sumisión debe ser de corazón. Si desean saber si alguien
es sumiso de corazón o no, vean si es sumiso en sus palabras.
Las personas rebeldes siempre acompañan a los que andan conforme a la carne; también
son aquellas que acompañan a los que se entregan a los deseos corrompidos y menosprecian
el señorío. A los ojos de Dios, ir en pos de la carne, entregarse a la lujuria y menospreciar el
señorío, son una misma cosa. Si conocemos a Dios, tendremos remordimientos y nos
arrepentiremos porque sabemos cuánto Dios aborrece la rebelión. Si vivimos delante de Dios,
no podemos injuriar a otros con palabras.
Existen solamente dos cosas que le ocasionan al creyente la pérdida de su poder. Una es el
pecado y la otra es hablar mal de los que están por encima de él. Cuanto más hable mal de
alguien, más poder perderá.
Para Dios, los pensamientos y la conducta del hombre son una misma cosa. Si tiene el
pensamiento ya ha cometido el pecado. En el día dl juicio seremos declarados justos o
pecadores según qué hayamos dicho. Hay diferencia entre las palabras y los pensamientos. Si
no expresamos palabras, existe la posibilidad de que el asunto permanezca cubierto. Por esta
razón, la desobediencia de corazón es un poquito mejor que hablar públicamente. Todos los
rebeldes tienen problemas con su manera de hablar. Por lo tanto, si un hombre no puede
restringir sus palabras, no podrá restringirse a sí mismo en ningún aspecto.
La mayoría de los problemas de la iglesia hoy, surgen por hablar mal de otros. Si en la iglesia
nos abstenemos de hablar mal de otros, la mayoría de nuestros problemas se desvanecerían.
Debemos arrepentirnos delante del Señor y pedirle perdón. Toda palabra maligna debe ser
completamente erradicada de la iglesia.
LOS RAZONAMIENTOS
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Las palabras injuriosas previenen de los razonamientos
Debemos entender que Dios está sentado en Su trono de gloria, y el hombre está bajo Su
autoridad. Él es Dios y tiene la autoridad para hacer cualquier cosa. No podemos seguir a Dios,
y al mismo tiempo, obligarlo a que escuche nuestros razonamientos. Si queremos servirle
debemos renunciar a nuestros argumentos. Sólo debemos permanecer en sumisión. Cuando
Dios ejerce Su autoridad, no tiene que consultarnos, pues no necesita nuestro consentimiento.
Lo único que Él pide es nuestra sumisión.
El Dios que está por encima de todos es inalcanzable en Su gloria. Adán pecó porque comió
el fruto del conocimiento del bien y del mal. Desde entonces, los razonamientos se enraizaron
dentro del hombre. Todos nuestros razonamientos se desvanecen ante Su gloria. La obra de
Dios nunca opera según razonamientos. La manera de conocer a Dios es por medio de la
sumisión. Todo el que vive centrado en sus razonamientos desconoce a Dios.
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Debemos decirle a Dios: “Yo antes vivía según mis pensamientos y razonamientos, pro hoy
me inclino ante Ti y te adoro. Si algo proviene de Ti, eso me basta. Yo te adoraré”. Aquellos que
conocen a Dios no argumentan. Cuando la luz juzga los argumentos desaparecen.
Dios no tiene que explicarnos nada de lo que hace. Los caminos de Dios son más elevados
que nos nuestros. Si pudiéramos hacer que Dios se rebaje al nivel de la razón, ya no
tendríamos Dios porque no sería diferente a nosotros. Que la gloria de Dios nos sea revelada,
para que todos nuestros razonamientos se terminen.
Capítulo 10
LOS PENSAMIENTOS
El hombre expresa palabras rebeldes porque sus razonamientos son rebeldes. Los
razonamientos se manifiestan en los pensamientos. Por tanto, el pensamiento es el centro de la
rebelión del hombre. La rebelión del hombre es una rebelión de pensamiento. El hombre usa
sus razonamientos para edificar fortalezas alrededor de sus pensamientos. Es imposible que los
pensamientos del hombre se sometan a Dios sin antes derribar los razonamientos. Todos los
razonamientos impiden que el hombre conozca a Dios, los razonamientos del hombre son ante
Dios un gran obstáculo en el camino que conduce al conocimiento de Dios. Una vez que un
hombre comienza a razonar, sus pensamientos son sitiados y no puede someterse a Dios. La
sumisión se relaciona con los pensamientos. Si los razonamientos se manifiestan, lo hacen en
palabras. Si se quedan escondidos, asedian los pensamientos y hacen que sea imposible
someterse. La mente con sus razonamientos sólo se puede combatir con la armadura espiritual,
por el poder de Dios.
Una vez que surgen los razonamientos, los pensamientos del hombre quedan atrapados en
ellos. Por tanto, si queremos someternos a Dios, debemos entrar en contacto con Su autoridad
y derribar todas las fortalezas de los razonamientos.
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rompen en pedazos. Los pensamientos son llevados cautivos a la obediencia de Cristo. No s
suficiente conocer la autoridad en las palabras ni erradicando los razonamientos.
Una persona cuya fortaleza de razonamiento ha sido quebrantada por la autoridad de Dios,
tendrá sus pensamientos cautivos por Dios, podrá someterse a Cristo y será librado de
exteriorizar sus opiniones. Ya no le interesará expresarlas. Existen sólo dos maneras en las
que se pueden utilizar los pensamientos del hombre: bajo el control de nuestros razonamientos
o bajo el control de la autoridad de Cristo. Un cautivo no tiene libertad. Tomamos solamente la
opinión de Dios.
Pablo
Pablo renunció a todos sus razonamientos. Una vez que fue golpeado, todo terminó. Cuando
Saulo conoció la autoridad de Dios, todas sus opiniones se desvanecieron. La señal más
grande de que una persona ha conocido a Dios, es la ausencia de prejuicios y de astucia.
Aquellos que han tenido un encuentro con la autoridad de Dios, caerán delante de Él y
espontáneamente todas sus opiniones se desvanecerán. Lo que nos corresponde es sólo
escuchar y someternos.
El rey Saúl
Dios rechazó a Saúl por tratar de agradar a Dios por sus propios pensamientos. Puesto que
los pensamientos de Saúl no habían sido cautivados, Dios los rechazó. El problema fue que él
tomó una decisión basado en su propia opinión. Un siervo de Dios no puede expresar sus
propias opiniones; sólo debe cumplir la voluntad de Dios. Debemos tener un solo deseo: ¿Qué
haré, Señor? El obedecer es mejor que los sacrificios. Cualquiera que hace una propuesta de
salvar a los amalecitas a la postre será destruido por ellos.
Nadab y Abiú
Dios no está interesado en las propuestas del hombre. Éste debe siempre someterse a Dios.
Sólo cuando Dios nos vacía completamente, Su voluntad puede ser hecha sin ningún obstáculo.
Si venimos con nuestras opiniones humanas, nunca podremos servir a Dios apropiadamente.
Sólo cuando los pensamientos son llevados cautivos, la obediencia llega a ser perfecta. Si
damos un giro completo y tenemos temor de expresar nuestras opiniones y propuestas, nuestra
obediencia será perfecta y Dios manifestará Su voluntad en la tierra hoy. Si la iglesia no es
sumisa, es imposible que los demás se sometan al evangelio. Nuestra boca necesita ser
disciplinada para dejar de hablar, también nuestra mente para dejar de razonar tanto, y nuestros
corazones para dejar de hacer proposiciones. Si hacemos esto, Dios manifestará Su autoridad
en la tierra.
CAPÍTULO 11
Nunca debe haber una actitud obstinada ni palabras de oposición en contra de los que están
en autoridad. La sumisión de una persona en su corazón, en actitud y en palabra debe ser
absoluta; no debe haber ninguna obstinación ni rebeldía.
EJEMPLOS DE LA BIBLIA
1) Las parteras y la madre de Moisés desobedecieron la orden del faraón con la intención de
preservar la vida de Moisés.
2) Los tres amigos de Daniel no adoraron la imagen de oro del rey Nabucodonosor, sin
embargo, se sometieron a él al estar dispuestos a ser quemados.
3) Daniel desobedeció el decreto de adorar a Dios, pero se sometió al juicio del rey.
4) José huyó a Egipto con el Señor Jesús para escapar de la matanza que el rey Herodes
había decretado.
5) Pedro desobedeció y predicó el Evangelio. Dijo que era justo obedecer a Dios antes que
a los hombres. Sin embargo, se sometió al encarcelamiento por parte de los líderes
religiosos.
Para saber si una persona se somete a la autoridad, habrá las siguientes señales:
1) Tan pronto como una persona conoce la autoridad, buscará la autoridad dondequiera
que vaya. El cristiano debe aprender a someterse de corazón.
2) Si el hombre conoce la autoridad de Dios, se suavizará y debilitará.
3) Aquellos que han conocido la autoridad, no se complacen en dar opiniones ni en
controlar a los demás porque temen cometer errores.
4) Aquellos que conocen la autoridad, mantendrán sus bocas cerradas y serán restringidos.
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5) Si un hombre ha conocido la autoridad, detectará inmediatamente toda transgresión que
otros cometan. Sólo quienes han conocido la autoridad pueden guiar a otros a la
sumisión.
Era correcto de Martín Lutero se levantara y hablara del principio básico de la justificación
por la fe. Puesto que hemos visto la gloria de Cristo y el Cuerpo de Cristo, no debemos tener
otro nombre aparte del nombre del Señor. Dios tiene una sola manera de salvarnos y está en el
nombre del Señor. Sólo a Él debemos exaltar.
LA VIDA Y LA AUTORIDAD
La iglesia es sustentada por dos cosas: la vida y la autoridad. La vida es para que nos
sujetemos a la autoridad. El principio fundamental de la vida en nosotros es el de la sumisión.
La sumisión proviene del corazón. Sólo así llegaremos a la unidad de la fe. La vida produce
sumisión, lo cual es más crucial y es el aspecto positivo de la vida. Una vez que el espíritu de
rebelión sale de nosotros, el espíritu de sumisión será restaurado.
24
SEGUNDA PARTE
Capítulo 12
25
Los hijos de Dios deben aprender a conocer la autoridad y averiguar a quién deben
someterse. Dios sustenta y conserva unido todo el universo por medio de Su autoridad.
También engendra a Sus hijos y los mantiene unidos por medio de ella. Dios ha establecido
autoridades delgadas en la iglesia, la cual es edificada y sustentada por la autoridad de Dios.
Existen muchas autoridades en la iglesia. Ellas están por encima de nosotros y debemos
aprender a someternos a todas ellas. Alguien que no se ha encontrado con la autoridad ni sabe
someterse a ella, jamás podrá ser una autoridad delegada. Los hijos de Dios no deben ser
desorganizados ni indisciplinados.
Una autoridad delegada debe recordar que toda autoridad procede de Dios, nadie por sí
mismo puede designarse como autoridad. La única autoridad que es verdadera es la que
procede de Dios y sólo esa autoridad puede esperar sumisión de parte de los demás. Una
autoridad delegada es sólo un representante de la autoridad que ha recibido de Dios. Las
autoridades delegadas deben recordar que son solamente representantes de Dios y que no
tienen autoridad en sí mismas. Nadie en todo el universo tiene autoridad en sí mismo, excepto
Dios. Todas las autoridades que hay en la iglesia han sido delegadas por la autoridad de Dios.
Solamente tenemos autoridad porque representamos la autoridad de Dios. No existe ningún
elemento intrínseco en nosotros que nos haga diferentes a los demás.
Una persona puede llegar a ser autoridad debido a que conoce la voluntad, la intención y los
pensamientos de Dios debido a su comprensión de la voluntad y el deseo de Dios. La medida
en la que una persona puede representar la autoridad depende de cuánto conoce la voluntad y
los pensamientos de Dios. Cada vez que tengamos que resolver algo con otros debemos tener
certeza que proviene de Dios, que conocemos la voluntad de Dios y que sabemos lo que Dios
quiere hacer en ese momento. Si entendemos claramente la manera en que Dios va a resolver
esa situación, podremos actuar como la autoridad. Sólo entonces podemos servir a otros con
nuestra autoridad.
En los asuntos espirituales debemos buscar un conocimiento más profundo y más rico de los
caminos y la voluntad de Dios. Necesitamos mucha revelación y aprendizaje. Si tenemos
suficientes experiencias con El Señor y si hemos aprendido suficientemente en Sus caminos,
26
tendremos la osadía de declarar lo que hemos recibido, lo que hemos aprendido y lo que hemos
experimentado de Él. Cuando llegamos a esto, tendremos autoridad. Sin Dios no hay autoridad.
Todas las autoridades se basan en el conocimiento y el aprendizaje que hemos adquirido de
Dios. Si uno desea ser una autoridad, lo primero que debe hacer es que uno mismo conozca la
autoridad; también debe darse cuenta de que uno no posee autoridad en sí mismo.
El Señor primero debe quebrantar todo nuestro yo por completo, antes de que podamos llegar
a ser Su autoridad delegada. Tal persona primero tiene que pasar por el quebrantamiento y
renunciar a su deseo de entrometerse en los asuntos de otros y de actuar como consejero. Dios
quiere que representemos Su autoridad, no que la reemplacemos. Dios continúa siendo el único
Soberano en Su Deidad y posición. Su voluntad le pertenece sólo a Él. Él no desea que seamos
sus consejeros. Ésta es la razón por la cual Su autoridad delegada no debe ser subjetiva.
Nuestra sabiduría debe llegar a su fin de modo que Dios pueda usarnos. Si uno ha pasado por
el castigo de Dios vive con temor delante del Señor y no se atreve a hablar descuidadamente,
estará temeroso de cometer errores.
No podemos controlarnos por medio de nuestra voluntad, pues nuestro verdadero yo saldrá a
la luz tan pronto tengamos una discusión. Solamente necesitamos que la luz de Dios aniquile
nuestro yo. No hay otra manera de seguir adelante excepto por medio de una confesión cabal y
un quebrantamiento completo delante de Dios. Personas que insisten en sus opiniones nunca
han sido disciplinadas ni han sufrido un quebrantamiento severo. La autoridad delegada de Dios
debe caracterizarse básicamente por no tener la tendencia de dar opiniones ni hacer críticas
descuidadamente.
Aquellos a quienes Dios constituye Su autoridad delegada deben cumplir un tercer requisito:
tener una comunión constante e íntima con el Señor y también ya comunicación. Cada vez que
alguien tenga una opinión, debe llevarla al Señor y verificar si procede de la carne o de Dios. De
esta manera, dios gradualmente le revelará a la persona el deseo de Su corazón. Ésta es
nuestra necesidad fundamental. Cuanto más fácil le es a una persona proferir el nombre de
Dios, más muestra que está lejos del Señor. Sólo quienes están cerca de Dios le temen y
pueden sentir repugnancia por las opiniones desenfrenadas. Sólo quienes están cerca de Dios
le temen y le respetan. No se atreverán a andar libremente ni hablar descuidadamente en
nombre del Señor.
La comunión es un requisito básico para ser autoridad. Cuanto más conocemos a Dios, más
reconocemos que las cosas son diferentes. Lo mismo que parecía estar bien anteriormente,
ahora lo vemos totalmente equivocado. Después de encontrarnos con Dios cara a cara
comenzaremos a tener temor de cometer errores. Si estamos en constante comunión con el
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Señor, nunca abriremos nuestras bocas apresuradamente. Cuando una persona habla sin
restricción muestra cuán lejos está de Dios.
Sólo los que se acercan a Dios continuamente le temen. No hay problema más serio en un
siervo de Dios que hablar apresuradamente son conocer la voluntad de Dios. El Señor Jesús
dijo: “No puede el Hijo hacer nada por Sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo
que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Mi juicio es justo, porque no busco Mi
propia voluntad, sino la voluntad del que me envió”. Sólo quienes viven en la presencia de Dios
pueden escuchar, entender y ver. Cuando surjan problemas en la iglesia, sabrán qué hacer.
Debemos recordar que la autoridad que se nos confía nos es delegada: intrínsecamente no
es nuestra. Si no representamos la autoridad de Dios, ¿qué derecho tenemos de hablar o de
laborar? La Biblia dice claramente que toda autoridad procede de Dios. Nosotros somos
simplemente Sus delegados. Así que el hombre debe negarse a sí mismo. Ésta es la razón por
la cual necesitamos vivir en comunicación con Él, en Su presencia.
Debido a que Dios es quien establece Su autoridad, no hay necesidad de que las autoridades
delegadas traten de establecer su propia autoridad. Nunca debemos discutir con nadie. Si usted
es una autoridad delegada, Dios le sostendrá, le apoyará y le respaldará. Cuanto más
conocemos la autoridad y cuanto más puertas abiertas, revelación y ministerio tengamos, más
libertad le daremos a otros para elegir su camino. Nadie puede establecer su propia autoridad.
Si uno es en realidad una autoridad delegada, otros se someterán espontáneamente. Si Dios
les escogió para ejercer Su autoridad, simplemente acéptenlo. Si Dios no los escogió como
tales, entonces no hay por qué luchar para conseguir la autoridad. Si en verdad Dios nos
comisionó como autoridad Suya, los demás tendrán únicamente dos caminos: desobedecernos
y caer, u obedecernos y ser bendecidos.
Cuando una autoridad delegada es puesta a prueba, debe confiar en el gobierno de Dios. No
tiene que preocuparse, defenderse, hablar a su favor ni hacer nada. Cuando nos dispongamos
a hacer nuestro trabajo, encontraremos oposición, injusticia y rebelión, que es contra Dios.
Nosotros aquí simplemente somos los representantes de la autoridad. Si Él soporta estas
situaciones, ¿acaso nosotros no podemos soportarlas también? ¿Quiénes somos nosotros? Si
nuestra autoridad proviene de Dios y otros se oponen ellos son quienes sufrirán pérdida y no
tendrán futuro espiritual ni recibirán revelación.
Capítulo 13
28
En el Antiguo Testamento el principal representante de la autoridad delegada de Dios fue
Moisés. Moisés fue rechazado y se le opusieron muchas veces y cada vez que esto sucedía, él
reaccionaba de una manera apropiada. Después de pasar por muchas pruebas, Dios le mostró
la visión de la zarza ardiente, lo llamó y lo estableció como autoridad. Sólo después de ese
adiestramiento y de ese llamado, Moisés estuvo capacitado para ser líder.
Moisés no era afectado por las palabras del hombre ni prestaba atención a las injurias.
Trascendía estas cosas. Él dejaba que Dios escuchara tales palabras, mientras que él no les
prestaba oído. Los que desean hablar por Dios deben aprender a no prestar atención a
palabras injuriosas, críticas ni murmuraciones. Los que son afectados por palabras, no pueden
ser una autoridad delegada.
No se vindica
Toda vindicación y reacción debe provenir de Dios y no del hombre. Los que procuran
vindicarse no conocen a Dios. La autoridad y la vindicación son incompatibles. Tratar de
vindicarse ante alguien es hacer de esa persona nuestro juez, estamos diciéndoles que ellos
están por encima de nosotros. Quienes se vindican no tienen ninguna autoridad, pierden
autoridad.
Debemos pasarle al Señor todas las injurias y críticas. Dios actuará. Si tratamos de que
alguien nos entienda, caeremos bajo los pies de esa persona. Por consiguiente, jamás
debemos vindicarnos ni buscar la comprensión de nadie.
Lleno de mansedumbre
Dios no puede escoger como autoridad a una persona obstinada. Las autoridades que Dios
establece en la iglesia son personas mansas y que pasan inadvertidas. Él designa a aquellos
cuya mansedumbre excede a la de todos los hombres que hay sobre la tierra. Ellos son tan
mansos como Dios.
Cuanto más trata una persona de establecer su propia autoridad, menos apta es para ser
autoridad. Dios no se establece por la fuerza; así que, la autoriodad establecida por la fuerza no
proviene de Dios. El pensamiento humano acerca de cómo debe ser la autoridad representan la
carne. Cuanto menos una persona parece ser una autoridad, más siente que lo es; y cuanto
más ella piense que es autoridad, menos probable es que lo sea.
Una persona que habla demasiado no puede escuchar la palabra de Dios; sólo una persona
mansa puede escuchar Sus palabras. Moisés era manso, y no hablaba mucho. Él podía seguir
cualquier dirección que Dios quisiera que siguiese. Mosiés no se defendió; fue Dios quien lo
vindicó.
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El valor del hombre delante de Dios no se basa en la evaluación que otros tengan de él ni en
su propia evaluación. La revelación es la norma de la medida y evaluación de Dios. Él establece
una autoridad basado en la revelación que la persona tiene de Él y la evalúa según esa
revelación. Si Dios nos concede revelación, nos habla claramente acerca de Él y tenemos una
comunión cara a cara con Él., nadie nos podrá derrocar. La revelación es la base de la
autoridad, por lo cual, debemos aprender a no defendernos ni vindicarnos.
EL SIERVO DE DIOS
Ser siervo de Dios significa pertenecer a Él. Moisés era siervo de Dios, es decir, era
propiedad Suya; por lo tanto, cuando alguien hablaba en contra de Su siervo, Dios tenía que
intervenir y defenderlo. No tenemos que defendernos a nosotros mismos y no necesitamos
establecer nuestra propia autoridad, ya que esto es asunto de Dios. Si otros tienen la revelación
y la provisión, esto demuestra que Dios no me ha vindicado. Pero si Dios me ha establecido a
mí, quitará la revelación de otros para vindicarme a mí.
Dios se esfuerza por mantener Su autoridad, Dios respalda Su propia autoridad cuando un
siervo de Dios comete un error, ese asunto le corresponde exclusivamente a Dios. Aquellos que
no han aprendido a refrenar su corazón ni su lengua no son aptos para ser autoridad. Quienes
ejercen la autoridad de Dios, la tendrán tanto en el corazón como en la lengua. Moisés era una
persona que no se afectaba en ningún sentimiento propio. No tuvo ningún pensamiento de
justificación ni castigo. Así que, la autoridad tiene el propósito de ejecutar las órdenes de Dios;
no tiene propósito de exaltarse a sí misma. La autoridad delegada debe traer la presencia de
Dios y no su propia presencia. Nuestra meta es traer al hombre a someterse a la autoridad de
Dios y no a la nuestra.
La persona debe estar completamente vacía de sí misma antes que pueda ser una autoridad
delegada. Moisés pudo actuar como una autoridad que representaba fielmente a Dios. Él no fue
influenciado por su carne, ni por su hombre natural ni por su yo; en consecuencia. Era apto para
ser autoridad delegada de Dios.
Capítulo 14
La primera reacción de Moisés fue postrarse en tierra, sobre su rostro. Esta es una actitud
propia de un siervo de Dios. He aquí un hombre que conocía la autoridad. Él era
verdaderamente manso. Tampoco se vindicaba ni discutía. Parece como si estuviera diciendo:
dejemos que el Señor decida quién es la persona que Él escogió; nosotros no tenemos que
pelear por esto. Dijo algo así con mansedumbre, sin embargo, sus últimas palabras fueron
palabras muy severas y solemnes: “Esto os baste, hijos de Leví”. Éste fue un suspiro de dolor
expresado por un anciano que conocía a Dios.
Exhortación y restauración
Los versículos 8 a 11 contienen la exhortación que moisés dio a Coré, con la cual trataba de
restaurarlo. Moisés era generoso y sabía lo que estaba haciendo, pues conocía la gravedad del
asunto y por eso estaba preocupado por los hijos de Coré. Ésta fue la razón por la que los
exhortó. Su exhortación fue hecha con humildad. Si abandonamos a los demás en sus errores,
es una indicación de que nuestro corazón se ha endurecido y que no tenemos la intención de
restaurarlos. Si nos rehusamos a exhortarlos, es una señal de que nos falta humildad.
Aun cuando la autoridad delegada es rechazada, ésta siempre procura evitar que los
opositores se dividan. Tratará de recobrar a los perdidos. No se podía hacer nada en este caso,
salvo ejecutar juicio sobre la rebelión de Datán y Abiram cuando ésta alcanzó la cumbre. Moisés
hizo lo posible por restaurarlos.
Dios se presentó para traer juicio. Moisés se postró sobre su rostro dos veces: una delante
de sus hermanos y otra delante del Señor. Él oró por toda la congregación e intercedió por su
seguridad, por lo cual Dios respondió a sus oraciones. Dios ejecutó Su juicio sobre Coré, Datán
y Abiram.
Moisés era una persona mansa. Según su propio sentir él no juzgaría a ninguno que se
revelara contra él, pero lo hizo porque Dios quiso hacerlo. Moisés demostró de nuevo que era
un Siervo de Dios. No dijo que lo habían ofendido a él, sino que habían ofendido a Jehová.
Tenemos que aprender a percibir el espíritu de las personas como él. No tenía ningún deseo de
juzgar. Moisés no tenía ningún sentimiento propio; el único sentir que él tenía era que la
congregación había ofendido a Dios. Dios ejecutó un juicio de gran magnitud con el fin de
establecer Su autoridad delegada. La autoridad es establecida por Dios, y cuando el hombre
ofende la autoridad de Dios, está menospreciando a Dios mismo. Moisés nunca habló por su
propia cuenta ni hubo espíritu de juicio en él.
Intercesión y propiciación
Los israelitas tenían temor del juicio, pero sus corazones no se habían arrepentido. Si el
hombre no ha experimentado la gracia de Dios, no se puede esperar cambio alguno en él. Esta
fue la razón por la cual Dios quiso destruir inmediatamente a toda la congregación. Dios nunca
31
se equivoca. Moisés estaba verdaderamente calificado para ser una autoridad delegada de
Dios. Estaba lleno de compasión y misericordia. Éste es el corazón de uno que conoce a Dios.
Moisés ordenó a Aarón que ofreciera un sacrificio y que inmediatamente hiciera propiciación por
el pueblo. En ese momento una plaga había comenzado. Aarón se puso en medio de la
congregación y la mortalidad cesó.
Moisés fue fiel en toda la casa de Dios, no para sí mismo. Si él hubiera permitido que la casa
de Dios sufriera pérdida, no habría sido fiel. Aunque el pueblo se rebeló contra Moisés, él se
propuso llevar los pecados de ellos sobre sus hombros. Mientras ellos se le oponían y lo
rechazaban, él intercedía por ellos, rogaba a Dios que los perdonara.
Si nos preocupamos solamente por nuestros propios sentimientos, no podremos llevar las
cargas de los hijos de Dios. Dios tiene mucha gracia, pero no quiere impartirla directamente. Él
desea que Sus siervos busquen Su gracia internamente mientras llevan a cabo la justicia de
Dios externamente, y al mismo tiempo Su corazón está lleno de gracia; Él desea que todos Sus
siervos tengan el mismo corazón que Él. Desea que llevemos Su gracia a otros.
Capítulo 15
32
El propósito de Números 17 es mostrarnos cómo Dios juzga la rebelión de Israel. También
nos muestra cómo apartarnos de la rebelión y de la muerte. Dios les mostró a los israelitas la
base sobre la cual escoge a Sus autoridades delegadas y la razón por la cual lo hace.
Dios hizo que la vara de Aarón floreciera. Significaba: 1) que su dueño se humille, 2) silencia
a los dueños de las demás varas. Ésta sería Su gloria, no la nuestra. Espontáneamente nos
humillaríamos delante de Dios. Todo depende de la misericordia de Dios y no de lo que el
hombre quiera. La base de la autoridad no depende del hombre; no tiene nada que ver con él.
Solamente un insensato dirá que él es mejor que los demás. Aarón comprendió que toda
autoridad espiritual proviene de Dios, no hay motivo alguno para jactarnos. No somos
competentes en nosotros mismos para emprender este ministerio, puesto que nuestra
competencia viene de Dios. No podemos hacer nada por nuestra cuenta. Si queremos servir al
Señor hoy en día, también debemos darnos cuenta de que nuestro servicio está basado en la
resurrección y que la resurrección se basa en Dios y no en nosotros.
¿QUÉ ES LA REURRECCIÓN?
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La resurrección significa que Dios nos da algo que no tenemos en nosotros mismos. La Biblia
testifica una y otra vez que el hombre no puede hacer nada por su propia cuenta. La
resurrección significa que uno no puede hacer nada y que es Dios quien lo hace todo.
La resurrección es un principio eterno en nuestro servicio a Dios. El siervo del Señor es uno
que ha muerto y resucitado. Dios da testimonio a Su pueblo reiteradas veces de que la
autoridad para servir a Dios se basa en la resurrección y no en la persona misma. Todos los
servicios ofrecidos al Señor deben pasar por la muerte y la resurrección a fin de que sean
aceptables a Dios. La resurrección significa que todo procede de Dios y no de nosotros. Nadie
debe equivocarse al pensar que puede hacer algo por sí mismo. Todo lo que podamos hacer
pertenece a la esfera natural y lo que es imposible para nosotros pertenece a la esfera de la
resurrección.
Lo que Pablo presenta en 2 de Corintios 4:7 concuerda con esta enseñanza. Él se compara
con un vaso de barro y compara el poder de la resurrección que está el él con un tesoro. Pablo
dijo que el poder de la resurrección es un tesoro cuya grandeza excedía a todo. Él lo describe
muy bien con la expresión “la excelencia del poder”. Por un lado somos entregados a la muerte
constantemente, pero por otro, la vida se manifiesta en nosotros. A medida que la muerte opera,
la vida se manifiesta. Todo lo que hay en nosotros es muerte y todo lo que está en el Señor es
resurrección.
Debemos ver claramente que toda autoridad proviene del Señor. Estamos aquí en la tierra
con el único fin de mantener Su autoridad, no para ejercer la nuestra, ya que la autoridad no
nos pertenece. Cada vez que confiamos en el Señor, se despliega la autoridad. Una vida que ha
reverdecido, florecido y dado frutos es la vida de resurrección madura. Sólo quienes son
maduros en la vida de resurrección, pueden actuar en calidad de autoridad delegada de Dios.
Capítulo 16
34
LA AUTORIDA DELEGADA DEBE SANTIFICAR AL SEÑOR
Necesitamos examinar cómo Dios juzga a una persona que es Su autoridad delegada
cuando ésta fracasa. Moisés y Aarón fracasaron en su posición como autoridad delegada de
Dios. Moisés estaba enojado, se olvidó lo que Dios le había mandado y golpeó la peña con la
vara dos veces. Aunque Moisés estaba equivocado, de todos modos el agua brotó.
Este acto hizo que Dios inmediatamente reprendiera a Su siervo, le dijo: “No creíste en mí,
para santificarme delante de los hijos de Israel”. Esto significa que Moisés y Aarón no habían
santificado a Dios; no habían separado a Dios de ellos mismos. Significa que ellos no lo habían
puesto aparte como aquel que es Santo. Dios no reprendió al pueblo, pero Moisés sí lo hizo. Y
Esto hizo que los israelitas tuvieran una percepción equivocada de Dios. Pensaron que Dios era
terrible, y que era pronto a condenar y que no tenía misericordia.
Cuando cometemos errores debemos reconocerlo. Por un lado, esto nos salva de
representar a Dios de manera errónea y de caer en la trampa del maligno; y por otro lado, nos
guarda de caer en tinieblas. Si reconocemos nuestros errores Dios no tendrá que vindicarse; de
lo contario, seremos juzgados por Su mano gubernamental.
Si el hombre habla y actúa imprudentemente, y no santifica a Dios, Dios tendrá que vindicarse.
Cuando esto sucede, el hombre ya no puede pedirle a Dios que lo perdone. A fin de servir a
Dios, tenemos que santificarlo y no debemos asociarlo descuidadamente con nosotros. De lo
contrario, cuando Dios se vindique, sufriremos severamente Su juicio. Moisés perdió el derecho
de entrar a la tierra de Canaán debido a este error.
El juicio de Dios sobre la autoridad delegada es muy serio. Cuanto más representa una
persona a la autoridad de Dios, más lo examina Dios. En Lucas 12 el Señor dijo: “A todo aquel a
quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más
se le pedirá”.
Cuando un siervo del Señor termina su servicio, su vida se detiene. Moisés mansa y
humildemente se sometió a la mano de Dios. Nada es tan serio ni tan delicado como
representar mal la autoridad. Cada vez que ejercemos la autoridad de Dios, debemos orar para
estar unidos a Dios. En el momento en que cometamos un error, debemos dejar claro que lo
hicimos separados de Dios. Cuando tomemos una decisión debemos preguntarnos si la
decisión concuerda con la voluntad de Dios. Cuando uno más conozca a Dios, más cuidadoso
será. Nadie puede tocar u ofender al gobierno de Dios. Sólo después de haber visto la manera
apropiada de representar la autoridad, podremos ser una autoridad delegada.
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UNA AUTORIDAD DELGADA NO PUEDE EL LUJO DE COMETER NI UN ERROR
Nadie puede servir a Dios en lo más mínimo por sí mismo. Uno debe servir por medio de
permanecer sobre la base de la resurrección para que su servicio sea aprobado. No somos la
autoridad, sino sólo sus representantes. Dios tiene una sola cosa en la mente: que es
establecer Su propia autoridad.
Nadie puede recibir una autoridad que vaya más allá de su ministerio. La medida de
autoridad delante de los hombres debe corresponder a la medida del ministerio delante de Dios.
el servicio que uno ofrece delante de Dios determina la autoridad que tiene ante los hombres.
La autoridad procede del ministerio, y cuando fluye hacia otros, trae la presencia de Dios
consigo. El ministerio crece en resurrección y está arraigado en Dios.
LA VINDICACIÓN DE DIOS
Que el Señor nos dé Su gracia para que seamos los que pueden ser enseñados. Espero que
cada uno conozca su posición, a fin de que el Señor pueda tener camino libre para avanzar.
Capítulo 17
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En el Antiguo Testamento David fue el segundo rey que Dios estableció. El primero fue Saúl,
pero fue desplazado por Dios. David se sometió a la autoridad y vemos que él no estableció su
propia autoridad. David fue un hombre conforme al corazón de Dios. Él pudo ser una autoridad
delegada debido a que se sometió genuinamente a la autoridad.
Un creyente sólo se preocupa por su sentir y no por los razonamientos. Se preocupa por los
hechos, mas no pos las evidencias. David tuvo el sentir de un cristiano, por lo cual se turbó por
haber cortado la orilla del manto de Saúl y tomar la lanza yla vasija de agua. Debemos ser
aquellos que sólo se preocupan por los hechos ante el Señor; no nos interesa ser políticos. No
debemos centrarnos en los procedimientos.
David no derrocó a la autoridad de Saúl, esperó a que Dios lo estableciera como autoridad. El
representante de la autoridad de Dios debe aprender a no establecer su propia autoridad, sino
levantar la autoridad de aquellos que están por encima de él.
David no dio un solo paso hasta que el pueblo de Dios lo reconoció. Él no tenía ninguna
prisa, podía esperar. El caso de David nos muestra que uno no se nombra a sí mismo
autoridad, ni se impone sobre los demás. La autoridad es delegada por Dios y ungida por el
hombre. El Nuevo Testamento da un reconocimiento especial al reinado de David porque él no
confió en sí mismo. David se humilló y permaneció bajo la mano de Dios. todo el que conoce a
Dios puede esperar y no necesita mover ni un dedo para ayudarse a sí mismo. Primero,
debemos aprender a tener un ministerio espiritual delante del Señor. Luego, debemos esperar
el tiempo de Dios antes de poder servirle entre Sus hijos.
David juzgó a los rebeldes. Esto nos muestra que cuanto más autoridad tenga una persona,
más la respeta y la defiende. No podemos establecer nuestra propia autoridad a expensas de la
autoridad de otros. Cuanto menos uno procure ser autoridad, más autoridad de dará Dios.
cuando David hizo juzgó a quienes asesinaron a Isboset, obtuvo el favor del pueblo de Dios. el
hombre que conoce la autoridad de Dios es sumiso a la autoridad y es apto para ser autoridad.
Para con Dios, la autoridad delegada debe considerarse pobre y humilde como los demás del
pueblo de Dios. no debe exaltarse a sí misma ni tratar se mantener su autoridad delante de los
hombres. En el trono David era el rey, pero delante del arca, él era igual a todos los hijos de
Israel. Todos eran el pueblo de Dios y todos eran iguales. Mical no pudo tolerar el
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comportamiento de David. Dios aprobó lo que hizo David y rechazó la actitud de Mical.
Podemos ser la autoridad en la iglesia, pero cuando nos acercamos al Señor, somos iguales a
todos los demás. Así que, la base y la llave de la persona que es autoridad es permanecer en el
mismo nivel de todos los hermanos cuando se acerca al Señor.
David era una persona que se mantuvo humilde. Él podía orar con mucha sencillez. Cuando
el hombre es enviado por el Señor, puede que tenga cierto grado de autoridad al hablar o actuar
de parte de Dios, pero cuando entra en la presencia del Señor, debe postrarse a sus pies; debe
tener presente su propia condición. La autoridad delegada de Dios debe tener la ignorancia
bienaventurada de ser una autoridad sin estar consciente de ella.
David era verdaderamente un hombre quebrantado y dócil. Estaba sometido a una autoridad
superior. Era una persona completamente sumisa, se sometió incondicionalmente a Dios
aceptando todo lo que Dios había hecho. Debemos tener presente que la autoridad delegada
de Dios debe tener la capacidad de soportar las ofensas y de ser ultrajadas. Si la autoridad que
uno ha recibido no tolera ofensas, uno no es apto para ser autoridad. No podemos actuar como
nos plazca. Sólo los que han aprendido a obedecer son aptos para ser autoridad.
David vivió en tiempos del Antiguo Testamento pero él estaba lleno de la gracia del Nuevo
Testamento y, debido a que él había sido quebrantado, tenía tal espíritu. En verdad era una
persona apta para ser autoridad.
David era la autoridad delegada de Dios, pero durante sus pruebas, aprendió a humillarse
bajo la mano poderosa de Dios. No trató de establecer su propia autoridad. Él aceptó sus
circunstancias y se humilló bajo la mano poderosa de Dios. todas las batallas que peleó fueron
a favor del pueblo de Dios.
Aquellos a quienes Dios usa para ser autoridad, deben tener el espíritu de David. No deben
decir nada con el fin de justificarse. No tenemos que decir nada a nuestro favor ni debemos
actuar por nuestra cuenta. Debemos confiar, esperar y humillarnos. Debemos esperar el tiempo
de Dios. Cuanto más nos postremos delante del Señor, más nos vindicará. Es necesario tocar el
espíritu de David y Moisés antes de que podamos sostener la autoridad de Dios.
38
Capítulo 18
LA VIDA Y EL CORAZÓN
QUE DEBE TENER LA AUTORIDAD DELEGADA
En Marcos 10:35-45 el Señor nos muestra la manera de llegar a ser una autoridad. Jacobo y
Juan querían estar cerca del Señor y tener autoridad. Querían estar sobre los otros discípulos.
Pensaron que podían adquirir ese lugar con sólo pedirlo, pero el Señor les dijo que no era
asunto de pedir. El Señor les contestó que primero, Él no sabía lo que querían que hiciera.
Luego les dijo que incluso ellos mismos no sabían lo que pedían. Les dijo que para sentarse a
Su derecha o a Su izquierda, ellos debían beber de la copa que Él bebía y ser bautizados con el
bautismo con el cual Él tenía que pasar. El Señor no tiene la libertad de otorgar una posición ni
hacer autoridad a nadie. Beber y ser bautizado son el fundamento.
La copa del Señor tiene un solo significado. Cuando el Señor estaba en el huerto de
Getsemaní tenía una copa delante de Él. Ésta era la copa de la justicia de Dios que Él debía
beber. Él oró al Padre. Si la copa no era la voluntad de Dios, Él estaba dispuesto a dejarla a un
lado, pero si la copa era la voluntad de Dios, la bebería. La copa y la voluntad de Dios eran dos
cosas diferentes. Cuando salió del huerto, la copa y la voluntad de Dios eran lo mismo. En este
momento la copa ya era diferente; era algo procedente del Padre. Por eso el Señor dijo: “La
copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?”
Aquí vemos una lección espiritual más profunda. Lo único que Él deseaba hacer era la
voluntad de Dios. Él no vino para ser crucificado, sino para hacer la voluntad de Dios. la
voluntad de Dios era más importante que la cruz. La copa no es indispensable, pero la voluntad
de Dios sí. La copa del Señor significa Su ejecución a la voluntad suprema de Dios. por tanto, a
Jacobo y a Juan les estaba preguntando si ellos podían postrarse y escoger la voluntad de Dios
de la misma manera en que Él se postró delante de Dios para escoger Su voluntad.
Debemos adherirnos directamente a una sola cosa: la voluntad de Dios. muchas personas
trabajan para la obra misma. Se estancan en su obra, no tienen tiempo de considerar la
voluntad de Dios. Esto no es trabajar por la voluntad de Dios, sino trabajar por el beneficio de la
obra misma. Beber la copa significa que negamos nuestra propia voluntad para tomar la
voluntad de Dios. Si queremos estar cerca del Señor o recibir gloria, tenemos que obedecer la
voluntad de Dios.
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el sufrimiento ni la cruz, sino la voluntad de Dios. Estar cerca del Señor y sentarnos a Su
derecha o a Su izquierda depende si nos rendimos en absoluta obediencia a Su voluntad.
Después de esto, el Señor dijo que una vez que la vida de Dios fuera liberada, se encendería
como fuego sobre la tierra. Una vez que la vida es liberada y desatada, fluye y ocasiona
divisiones, no traerá paz, sino contiendas. El Señor estaba diciendo: “Yo voy a la cruz a liberar
Mi vida y esto traerá contiendas. Primero habrá muerte, mas la vida será liberada. Esto es el
bautismo, el cual produce división. Debemos dejar que nuestro cascarón sea quebrantado para
que la vida que hay en nosotros pueda brotar.
La vida no puede ser liberada a menos que el hombre exterior primero sea quebrantado.
Cuando el hombre es quebrantado, él llega a ser una persona muy accesible y la vida puede
fluir con facilidad. Una vez que uno pierde el “cascarón”, lleva mucho fruto.
La pregunta de los dos discípulos condujo a una enseñanza acerca de la autoridad: el que
quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre
vosotros, será esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para
servir, y para dar Su vida en rescate por muchos. La ambición por la autoridad o el deseo de ser
una persona grande es algo que pertenece a los paganos. En cuanto a nuestra posición delante
de Dios, ésta depende de Su elección. Necesitamos a quienes Dios pueda usar y no a los que
pueden regir a otros.
Cuanto más desea una persona ser autoridad o ser grande, menos podemos confiarle
autoridad. Dios no concede autoridad a quienes desean ser autoridad. En la casa de Dios
debemos tomar el camino espiritual que concuerda con el principio espiritual; no debemos
seguir el camino de la política. Dios sólo puede usarnos después de que nos humillamos ante
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Él. Entre los gentiles se puede ver una lucha por el poder, pero entre nosotros, cuanto más uno
piense que es autoridad, menos apto será.
Aquellos que sean grandes en la iglesia son verdaderamente siervos y esclavos de los
demás. Todo el que quiera ser grande, debe ser el servidor de todos, y el que quiera ser el
primero, sea el esclavo de todos. Vemos dos grandes requisitos para ser una autoridad
delegada de Dios. primero, uno debe beber la coma (obedecer incondicionalmente la voluntad
de Dios) y aceptar el bautismo (reconocer que hay que morir para que la vida sea liberada).
Segundo, no debe ambicionar el poder, debe ser humilde, no tiene que tener interés en ser
autoridad. El Señor escogerá como grandes y confiará Su autoridad a quienes están dispuestos
a ser servidores, los que tienen un corazón que se complace en servir a los hermanos y
hermanas.
Para ser una autoridad delegada, debemos cumplir con ambas condiciones: tener una base
espiritual y ser humildes; es necesario que estemos conscientes de nuestra incapacidad e
ineptitud. Cuando una persona se enorgullece, Dios la deja a un lado. Dios no confía Su
autoridad a los que confían en sí mismos. Debemos rechazar el orgullo y aprender a ser
humildes y mansos. No debemos hablar por nuestra cuenta, sino aprender a conocernos a
nosotros mismos y ver las cosas desde el punto de vista de Dios. Cuanta menos ambición
tenga un hombre y más se humille ante el Señor, más útil será delante del Señor. Debemos ser
siervos de todos. Luego, cuando Dios nos delegue ciertas responsabilidades, aprenderemos a
representarlo. La base de la autoridad es el ministerio y solamente se tiene un ministerio
cuando hay resurrección. Si alguien tiene un ministerio, tiene un servicio y cuando alguien tiene
un servicio, tiene autoridad.
Capítulo 19
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La autoridad de basa, por un lado, en el nivel espiritual y, por otro, en la humildad y la
obediencia ante Dios. una autoridad delegada debe santificarse a sí misma por causa de los
demás.
Que el Señor se santificara significa que el Señor se abstuvo de hacer muchas cosas que le
eran permitidas, por el bien de sus discípulos. Él como hombre, pudo haber tenido mucha más
libertad. Con todo y eso, Él dijo que se santificaba a Sí mismo por causa de Sus discípulos;
estuvo dispuesto a aceptar muchas restricciones.
El Señor era santo no sólo delante de Dios, sino que era santo en sí mismo, además
condescendió a nuestra santidad. Nosotros nos abstenemos de muchas cosas debido a
nuestros pecados, pero el Señor lo hizo debido a Su santidad. Él quiso mantenerse apartado
del mundo. Esto es lo que significa decir que el Señor se santificó a Sí mismo.
LA SOLEDAD DE LA AUTORIDAD
La persona que tiene autoridad no debe llamar la atención, sino debe ser igual a los demás
hermanos y hermanas para así mantener la comunión del Cuerpo de Cristo. Debe ser un
modelo para los santos, pero al desempeñarse como miembro, debe coordinar y servir junto
con los demás, y no apartarse como si fuera una clase especial.
El juicio que un ciervo de Dios puede sufrir es diferente al juicio que un israelita común puede
sufrir. Un siervo de Dios no puede hacer lo que un israelita común puede hacer. Quienes tienen
la unción de Dios sobre sí, deben santificarse. No podemos afirmar que podemos hacer muchas
cosas simplemente porque son lícitas, es asunto de si somos santificados o no. Ser santificados
significa que no podemos hacer lo que todo el mundo hace. El sumo sacerdote no podía no
podía ni siquiera expresar sus propias emociones.
La unción santa nos santificó y nos separó de todas nuestras actividades. Así que, debemos
honrar la unción que Dios nos dio. La autoridad delegada no puede buscar la comodidad ni
aferrarse a sus propios sentimientos; no puede rebelarse ni ser descuidada. Más bien, debe
exaltar a Dios y darle gloria. Los siervos de Dios debes santificarse por el bien de su pueblo.
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El siervo de Dios debe restringirse. Debe separar lo santo de lo común, lo limpio de lo
inmundo. Está bien que tengamos comunión en el Cuerpo de Cristo con los hermanos y
hermanas, pero no podemos llevar una vida liviana dado que tenemos un servicio especial. No
podemos participar en nada que nos haga abandonar nuestras restricciones.
Cuanta más alta sea la posición de un siervo de Dios, mayor es la exigencia de parte de
Dios. El grado de nuestra cercanía a Dios determina el grado de los requisitos que Él impone.
Dios presta mucha atención a la santificación de los que lo sirven.
La autoridad debe ascender a las alturas, no debe temer la soledad y debe ser una persona
santificada.
Capítulo 20
Dios ha establecido autoridades en muchos lugares. Cada autoridad delegada tiene sus
propios requisitos.
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LOS DIVERSOS REQUISITOS DE LAS AUTORIDADES DELEGADAS
En cuanto al esposo
La Biblia enseña que la esposa debe someterse al esposo y que el esposo debe ejercer
autoridad. Sin embargo, existen requisitos que los esposos deben cumplir. En Efesios 5
menciona tres veces que el esposo debe amar a su esposa como a sí mismo. El modelo es el
amor de Cristo pos la iglesia. Para que un esposo mantenga su autoridad y represente a Dios,
debe amar a su esposa.
Los hijos deben obedecer a sus padres. Como autoridades delegadas, los padres también
tienen responsabilidades y requisitos. No deben provocar la ira a sus hijos. Aunque los padres
tienen autoridad sobre sus hijos, debe aprender a controlarse en la presencia de Dios. los
padres deben aprender a ejercer dominio propio. Deben ejercer control sobre sí mismos por
medio del Espíritu Santo. Los padres pueden intervenir sólo hasta cierto punto con sus hijos. La
autoridad que tienen sobre sus hijos es sólo con el fin de educarlos. El corazón de un padre
debe inclinarse a educarlos y no castigarlos.
Los siervos deben obedecer a sus amos. Pero también se les exige cumplir algunos requisitos
a quienes son amos. El amo no debe intimidar a sus siervos, no atemorizarlos ni enojarse con
ellos. Dios no permitirá que una autoridad se conduzca sin restricción alguna. El amo debe
tener temor a Dios. El amo debe recordar que él mismo está bajo autoridad, no puede ser
descuidado. Debemos aprender a ser mansos y tiernos, teniendo siempre una actitud de
perfeccionar a otros. Un amo debe aprender a andar con temor y temblor delante de Dios.
Debemos someternos a la autoridad de los gobernantes y oficiales que están sobre nosotros.
Dios no nos dio ningún indicio de que los cristianos deban ser gobernantes del mundo. A
quienes están en tal posición y poder, Dios les exige justicia, integridad, equidad y compasión
por los pobres. Uno que está por encima de otros, no debe tratar de defender su posición; al
contrario, debe hacer lo posible por defender la justicia.
Los ancianos son la autoridad en la iglesia local. Todos los hermanos deben someterse a los
ancianos. Tito 1 habla de los requisitos básicos de un anciano: dominio propio y sumisión.
Deben esforzarse por ser un modelo para los demás en todos los aspectos. Dios nunca
establece como anciano a una persona que siempre quiere ser el primero. Debe gobernar bien
su casa, se refiere a gobernar a sus hijos. Debe enseñarles a sus hijos a andar sobriamente y a
ser obedientes en todo. Uno debe ser primero un buen padre antes de poder ser un anciano.
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Uno tiene que ser primero la autoridad en la casa antes de poder ser un anciano en la iglesia.
A un recién convertido no se le puede nombrar como anciano.
Tito 2:15 describe los requisitos de las autoridades delegadas en la obra del Señor. A fin de
que otros no nos desprecien, debemos santificarnos. No debemos ser indulgentes en ningún
aspecto. Sólo así los demás nos respetarán y nos honrarán como autoridad y como
representantes de Dios. Pablo expresa reiteradas veces que un obrero no debe deshonrarse a
sí mismo, sino debe ser un modelo en todo. Si uno es igual a los demás, deja de ser un modelo.
No debemos exaltarnos a nosotros mismos, pero tampoco debemos hacer que otros nos
menosprecien. Un obrero no debe ser arrogante, pero tampoco debe dar lugar a que otros los
menosprecien. Una autoridad delegada es una persona que “representa” a la autoridad y no
una que “impone” autoridad.
Números 30:13 nos dice cómo Dios respalda Su autoridad delegada. Nunca debemos
proponer ni sugerir nada a la ligera, porque tendremos que sufrir las consecuencias. Debemos
aprender a no tener la presunción de controlar la vida de los demás.
Sólo un hombre quebrantado y dócil estará libre de iniquidad delante de Dios. No debemos
llamarnos el Cuerpo de Cristo, mientras estemos ocupándonos en actividades de la carne.
Debemos esperar delante del Señor, entender Su voluntad y estar abiertos a los demás. No
debemos hablar antes de ser instruidos ni decir cosas a otros antes de que lo hayamos visto
nosotros mismos. La persona a quien Dios ha delegado Su autoridad debe ser mansa y
humilde.
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