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Ya desde los griegos existió la pregunta de que define la existencia de los objetos y que
grado de participación en esta circunstancia tiene el hombre. En efecto, una de las
primeras expresiones puede observarse en Platón. Así, mediante la presentación que nos
hace de Sócrates dialogando con diversos antagonistas, nos hace llegar un resumen de
su filosofía en la alegoría de la caverna. En esta se nos presenta al conocimiento de la
realidad por medio de los sentidos como a las sombras que se proyectan en la pared de
una caverna, sombras que difícilmente pueden dar cuenta de los fenómenos verdaderos
que las provocaron. Así, la realidad para la filosofía socrática se encuentra más allá de los
sentidos y lo que por medio de estos se percibe es solo una manifestación limitada de
esta realidad suprasensible.
Como se evidencia, ya desde mucho tiempo atrás la realidad se presenta como algo
problemático. Así, para Parménides, era imposible que el mundo fuese real puesto que
existía una contradicción entre la permanencia y el cambio. En efecto, la cuestión a
resolver era la pregunta acerca de cómo era posible el cambio y la unidad al mismo
tiempo; por ejemplo, ¿cómo puede cambiar una persona constantemente y a la vez ser la
misma? Este tipo de planteos llevaron a un escepticismo en lo que respecta a la
posibilidad de establecer un tipo de circunstancia como real, escepticismo que también se
extendió a filósofos muy posteriores, como sucedió en el caso del idealismo.