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Hieronymus Bosch, Mesa de los pecados capitales


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Lector Ludi No. 86


Por Iván Rodrigo García Palacios
Eros, el demonio del deseo
"-¿Qué puede ser, entonces, Eros? -dije yo-. ¿Un mortal?
[...]
-Un gran demon, Sócrates. Pues también todo lo demónico está entre la divinidad y lo mortal"
(Platón, Banquete, 202 d-e).

"I.— El deseo es la esencia misma del hombre en cuanto es concebida como determinada a
hacer algo en virtud de una afección cualquiera que se da en ella" (Baruch Spinoza, Ética
demostrada según el orden geométrico, Definiciones de los afectos, I, traducción de Vidal Peña,
1980).

El deseo es la representación anticipada (mapas sensoriales) de las trasformaciones


provocadas en el cuerpo por las reacciones emotivas (Antonio Damasio, En busca de Spinoza.
Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Crítica, Barcelona, 2009, p. 53).

El deseo es ese primitivo poder que anticipa, provoca, domina, impulsa, dirige, decide, la
acción, la imaginación y el pensamiento del cuerpo humano, bien por necesidad o bien por
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deliberación. Para Buda, el deseo era la causa del sufrimiento. Para Platón, era Eros, ese
daimon de las locuras divinas. Para los cristianos, es el enemigo de la carne, el instigador del
pecado y causante de la perdición del alma ... Y, en general, el deseo ha sido considerado un
demonio de placer y perdición.
En la actualidad, el deseo ha dejado de ser un misterio, porque ha sido convertido en
mercancía por las leyes del mercado que ya lo incluyen como uno más de los "commodities"
que se compran y se venden en los mercados de bienes y servicios. El deseo ha pasado a ser
uno más de los productos desarrollados por la ingeniería social y así se ha logrando realizar un
antiguo deseo de los poderosos, ese en el que sueñan con tener en sus manos el poder y las
fuerzas con las cuales dominar, manipular, enajenar y alienar al deseo, esa fuerza que
provoca, impulsa y dirige la voluntad, la acción y el pensamiento de las personas.

Herramientas
El desarrollo acelerado de las ciencias y de las tecnologías ha permitido que se elaboren
herramientas poderosas con las cuales integrar, manejar, usar, controlar y almacenar
inmensas cantidades de datos 1, hasta el punto que, en lo que se refiere a las cosas del
comportamiento humano, estas ciencias y tecnologías han logrado anticipar, provocar,
activar, controlar, replicar, producir y reproducir, artificialmente, los instintos, los apetitos,
los deseos, los sentimientos y, con ellos, determinar la imaginación, los pensamientos y la
voluntad de las personas con notable precisión y refinamiento tanto en individuos como en
colectivos. Es tal el poder de esas herramientas que, al día de hoy, se puede decir que ellas nos
conocen y manejan mejor de lo que nos conocemos y manejamos a nosotros mismos. Además,
y lo más aterrador, es que con esas herramientas ya se manipulan, enajenan, alienan los
deseos, la voluntad, la acción, la imaginación, los pensamientos, según se lo proponga quien
tenga el poder y el dinero para comprar aquellos productos con los que se manipula, enajena y
aliena el deseo de las personas y de las comunidades.

¿Qués es el deseo?
Como la mayoría de los aspectos de la naturaleza humana, hasta no hace mucho tiempo, el
deseo había sido objeto de definiciones y especulaciones más filosóficas que científicas, de ahí
que las investigaciones científicas actuales apenas están demarcando los campos del cuerpo y
de las conexiones y relaciones del deseo con los comportamientos tanto fisiológicos como
emocionales, mentales, intelectuales, etc., o sean, de aquellos asuntos de los que hasta ahora
se ocupaban las disciplinas psicológicas y también las filosóficas interesadas en el origen y en
el actuar de lo humano.
El deseo ha sido motivo de definición y especulación por parte de filósofos, humanistas y
por aquellos que especulan en eso que se llaman ciencias sociales, la psicología, la política, la
antropología, las religiones, esas disciplinas académicas interesadas en conocer los

1 One particularly important aspect of big data is the development of methods that can be called “ Big data Analytics”. This
refers to methods for fast, systematic, and adequate extraction of new information about people, people’s bodily facilities,
human behavior, thoughts, emotions, communities, lifestyles, cultures, etc. on the basis of big data. The temptation to
manage the very large volumes of data runs on the hardware and software development, which is supported by increasingly
sophisticated mathematical-statistical and measuring-theoretical models.
Reconsidereng Humanity: Big Data, the Scientific Method, and the Images of Humans. Symposium on June 25 and 26,
2015, Visual Arena Lindholmen, Lindhomen Science Park, University of Gothengurg, Sweden. Los videos:
http://philosophicalcomment.blogspot.com.co/ - https://play.gu.se/media/t/0_mxmx3jy9/29277821
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mecanismos que hacen actuar al Homo-Humano, y que emplean modelos estadísticos y de las
ciencias exactas, pero que, tarde que temprano, resultan falseados.
En este contexto y para resumir brevemente, presento las propuestas de tres filósofos cuya
visión del deseo estuvo más cercana a lo natural que a lo sobrenatural.
Como primer ejemplo y primer acercamiento a los misterios de la carne y del espíritu,
Platón propuso una definición del deseo en el contexto de la paidea griega, la que expuso en
sus diálogos y de manera más específica en Banquete, Fedro y República. Para él, el deseo era
la expresión de Eros:
"Deseo de la generación y procreación en lo bello" (Platón, Banquete, 206 e).
Fue Platón quien teorizara y propusiera los métodos para conocer y regular lo natural (bios)
y lo cultural (logos), así como el ejercicio de los deseos, eso a lo que ahora denomino la Erótica
platónica 2, la que se refiere a la función del deseo en las manifestaciones del cuerpo y del
espíritu, tal y como lo explica Francis M. Cornford:
"[...] Platón, en la República, dividía el alma en tres partes: la racional o reflexiva, la
impulsiva o apasionada, y la concupiscente; y define las distintas virtudes de
sabiduría, valor, templanza, y justicia según van apareciendo en la compleja
naturaleza del hombre, en su presente estado de imperfección. Un punto esencial de
esta triple división es que cada una de las llamadas "partes" del alma se caracteriza
por una forma peculiar de deseo. Además, estas tres formas de deseo están a su vez
caracterizadas por sus objetos particulares. Así, donde Platón prueba que el tirano es
el más desgraciado de entre todos los hombres, allí también observa que cada parte
del alma tiene su propio goce y su deseo característico y propio, y que cualquiera de
las tres puede tomar el mando sobre las demás. La parte reflexiva persigue el
conocimiento y la sabiduría, la apasionada apunta al éxito, al honor, al poder; la
concupiscente recibe tal nombre por la especial intensidad de los deseos que
conciernen al sexo y la nutrición; es adquisitiva y gusta del dinero como de un medio
de gratificación sensual. En consecuencia, existen tres tipos generales de carácter en
el hombre, determinados por el predominio de un apetito o de otro, tres vidas que
buscan respectivamente los goces de la contemplación de la verdad, de la ambición
satisfecha y de las ganancias materiales. Se afirma que, en algún sentido, los goces
inferiores son ilusorios y falsos. Por otra parte, estas dos partes inferiores del alma no
han de ser meramente aniquiladas y reprimidas. Positivamente resultará mejor que la
razón las rija, por lo que concierne a su propia satisfacción, que no que resulten
libradas a su solo arbitrio. Y, al revés, si cualquiera de estas dos partes usurpa el
mando, no solamente forzaría a las otras a perseguir falsos placeres, sino que ni
siquiera encontraría satisfacción más auténtica para la que era apta. A tal respecto, lo
peor es lo más bajo. Una vida arbitrada por una tolerancia sensual fuera de control es
lo menos agradable de todo". (Francis M. Cornford, La filosofía no escrita y otros
ensayos / La doctrina de Eros en el Banquete de Platón /, Ariel, Barcelona, pp. 130-
131).
***
Dos mil años después, Giordano Bruno hace su interpretación particular y novedosa de la
erótica platónica, mucho menos idealizada que la de sus predecesores y contemporáneos
renacentistas (Petrarca, Dante, Ficino, Juan Pico, etc.), puesto que, para él, ese eros o deseo

2 Ver: http://lectorludi.blogspot.com.co/2016/03/lector-ludi-no-82-la-ciencia-del-deseo.html
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platónico no es un algo intangible, sino y por el contrario, el vínculo del cuerpo, la voluntad, la
acción y aquella memoria que se hace intelecto, pero esto último es otro asunto que he tratado
en otros escritos, así que esto es lo que dice Giordano Bruno del deseo, el que, como Platón,
equipara también con eros, el amor, y el que, para él también, es un demon que se manifiesta
como "heroico furor":
«Todos los afectos y vínculos de la voluntad se reducen y se refieren a dos: la
repugnancia y el deseo, o el odio y el amor. Sin embargo, el odio se reduce él mismo al
amor, y por ello resulta que el único vínculo de voluntad es el eros. Está demostrado que
todos los otros afectos que una persona puede sentir sólo son, tanto formalmente como
fundamental y originalmente, amor. Por ejemplo, la envidia es amor de alguien por sí
mismo, y no soporta ni la superioridad ni la igualdad del otro; el mismo principio se aplica
a la emulación. La indignación es amor por la virtud [ ... ]; el pudor y el miedo [verecundia,
timor] no son más que amor por la honestidad y por lo que da miedo. Se puede decir lo
mismo para los otros afectos. Por lo tanto, el odio no es más que amor por el contrario o
por lo opuesto, y así mismo, la ira sólo es una especie de amor. Para todos aquellos que
están destinados a la filosofía o a la magia, es del todo evidente que el vínculo más
elevado, más importante y el más general [vinculum summum, praecipuum et
generalissimum] pertenece al eros: lo que explica que los platónicos llamaran al amor el
gran demonio, daemon magnus» (*).
[...]
(*) Theses de Magia, t. LVl, Op. Iat., III, pág. 491. La expresión daemon magnus
viene del Comentario a El banquete, de Ficino, y ha sido transmitida a consciencia por
toda la tradición ficiniana, desde Juan Pico.
(Giordano Bruno, citado por Ioan P. Culianu, Eros y magia en el Renacimiento 1484,
Siruela, Madrid, 1999, p. 134).
***
El más radical fue Spinoza, para quien
"[...] el deseo es la esencia misma del hombre, en cuanto que es concebida como
determinada a hacer algo" (Spinoza, Ética, III, Definiciones de los afectos, I).
El deseo de lo bello es estético, pero al mismo tiempo fisiológico, sólo es bello aquello que
procura bienestar al cuerpo y eso es placentero, porque tanto para el cuerpo como para la
naturaleza todo será sólo o bueno o malo, lo que según Spinoza es:
"Así pues, queda claro, en virtud de todo esto, que nosotros no intentamos,
queremos, apetecemos ni deseamos algo porque lo juzguemos bueno, sino que, al
contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos, apetecemos
y deseamos" (Spinoza, Ética, III, Proposición IX, Escolio).
Lo que lleva a que otros serán los deseos que organicen la cultura, eso que llaman bien y
mal.
Imbuidos por Spinoza, en el siglo XX, Gilles Deleuze y Félix Guattari propondrán un
sistema filosófico del deseo, lo cual ya es otro asunto.

***
Para las ciencias fisiológicas y neurocientíficas, el deseo es una manifestación evolutiva de la
materia y de la energía, el cual se manifiesta en la materia viva, por una parte, como la
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imperativa necesidad de consumir -alimentarse- materia para trasformarla en energía y, por


la otra, en los mecanismos de la reproducción que funcionan en el sexo, en cuanto que, por
evolución, el imperativo de reproducirse ha provocado el desarrollo de mecanismos físico-
químicos, metabólicos, fisiológicos, sensuales, mentales, etc. que provocan que las reacciones
metabólicas, los instintos y los apetitos se conviertan en deseos, sentimientos, imaginación,
pensamientos y, también, en estados de ánimo.
En otras palabras, el deseo es una de las fuerzas que se manifiestan en el mantenimiento del
estado de equilibrio del cuerpo. Esto es lo que dicen dos científicos de la biología, Lynn
Margulis & Dorion Sagan, en su libro ¿Qué es el sexo? (1997):
"LA NATURALEZA DEL DESEO | Esta discusión nos lleva a especular sobre el lugar
del sexo en este universo físico. Cerraremos este capítulo abriendo nuestro libro a la
idea de que la naturaleza tiene y ha tenido un propósito. Aun antes de la evolución de
las primeras formas de vida, hace cerca de 4000 millones de años, la naturaleza tenía
una suerte de anhelo o deseo. De manera con toda probabilidad inconsciente, la
naturaleza, como lo atestiguan todas las manifestaciones de la Segunda Ley [de la
termodinámica], quiere lograr sus fines. Como hemos visto, la reproducción de la vida,
al producir orden, crea desorden en forma de calor y entropía local".
[...]
"En otras palabras, todos nuestros propósitos y anhelos humanos, desde el deseo
pasajero de algo dulce hasta la pasión ardiente por el gran amor de nuestra vida,
reflejan tendencias del mundo inanimado ya implícitas antes de la vida en la Segunda
Ley".
[...]
"Lejos del equilibrio, los sistemas vivos no son independientes, sino que existen sólo
en la vecindad de fuentes necesariamente menguantes de energía de alta calidad.
Cuando se las enfría hasta cerca del cero absoluto, las formas vivas, si es que
sobreviven, están «como muertas». Démosles alimento y energía, sin embargo, y
revivirán. Bacterias, esporas, quistes y otras formas de vida latente congeladas y
desecadas reanudan su metabolismo una vez descongeladas e hidratadas. Tales
experimentos criogénicos sugieren que el grado de vigor está correlacionado con el
flujo de energía y materia en combinación con la capacidad de controlar dicho flujo.
Quizá podamos vislumbrar aquí, en la situación cósmica de la vida como deshacedora
de gradientes, la base material para la estructura psicológica del deseo y la tensión
entre gratificación instantánea y reticencia prudente. La paradoja de la vida, incluida la
sexual, es que la frustración misma del deseo de llegar a un final contribuye a
prolongarla".
Para Antonio Damasio, la definición neurocientífica del deseo es aquella actividad cerebral
que permite representar (mapas sensoriales), anticipar y simular las reacciones corporales
provocadas por las reacciones emotivas que provocan la sensación de desear, o sea, la escala
del paso del instinto al apetito al deseo al sentimiento a la acción a la imaginación y al
pensamiento:
"Los animales más sencillos carecen de las estructuras cerebrales necesarias para
representar, en forma de mapas sensoriales, las transformaciones que se producen en
el cuerpo cuando tienen lugar reacciones emotivas, y ello resulta en la sensación.
Carecen también del cerebro preciso para representarse la simulación anticipada de
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dichas transformaciones corporales, lo que constituiría la base del deseo o la


ansiedad" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los
sentimientos, Crítica, Barcelona, 2009, p. 53).
De esta manera el deseo es:
"Sufridos individualmente u observados en el prójimo, el pathos y el deseo son
subproductos de la consciencia" (Antonio Damasio, Sentir lo que sucede. Cuerpo y
emoción en la fábrica de la conciencia, Andrés Bello, Santiago de Chile, 2000, p. 20).
Antonio Damasio explica la función del deseo:
"Varios instintos y motivaciones. Los principales ejemplos incluyen el hambre, la sed,
la curiosidad y la exploración, el juego y el sexo. Spinoza los agrupó todos bajo un
término muy adecuado, apetitos, y con gran refinamiento utilizó otra palabra, deseos,
para la situación en la que los individuos conscientes se hacen sabedores de dichos
apetitos. La palabra apetito designa el tipo de comportamiento de un organismo
ocupado en un determinado instinto; el término deseo se refiere a los sentimientos
conscientes de tener un apetito y a la eventual consumación o frustración de dicho
apetito. Esta distinción espinoziana es un atractivo complemento de la existente entre
emoción y sentimiento con que iniciamos este capítulo, Es evidente que los seres
humanos poseen los apetitos y los deseos conectados de manera tan inconsútil como
las emociones y los sentimientos" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza.
Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Crítica, Barcelona, 2009, pp. 37-38).
Y hablando de emociones y sentimientos, así los explica Antonio Damasio:
"Las emociones se representan en el teatro del cuerpo. Los sentimientos se
representan en el teatro de la mente (3). Como veremos, las emociones y el
sinnúmero de reacciones asociadas que les sirven de fundamento forman parte de los
mecanismos básicos de la regulación de la vida; los sentimientos contribuyen
asimismo a la regulación de la vida, pero a un nivel superior. Las emociones y las
reacciones relacionadas parecen preceder a los sentimientos en la historia de la vida.
Las emociones y los fenómenos asociados son el fundamento de los sentimientos, los
acontecimientos mentales que forman la base sólida de nuestra mente y cuya
naturaleza deseamos dilucidar".
"(3). En sus escritos sobre este tema, Spinoza no utiliza la palabra emoción ni la palabra
sentimiento, sino afecto (en latín, affectus), un término que es apropiado para ambos conceptos.
Dice Spinoza: «Por affectus quiero decir las modificaciones del cuerpo, por las que el poder
activo de dicho cuerpo aumenta o disminuye, es ayudado o constreñido, y asimismo las ideas
de dichas modificaciones» (Spinoza, Ética, parte ID). Cuando desea aclarar su significado
preciso acota el afecto y nos hace saber si se refiere al aspecto en gran parte externo o al
aspecto exclusivamente interno del fenómeno, la emoción o el sentimiento. Sospecho que vería
de buena gana la distinción que propongo, porque dicha distinción se basa en la identificación
de diferentes acontecimientos en el proceso de «ser afectado», precisamente como lo son los
términos paralelos de Spinoza, apetito y deseo. Tiene interés el hecho de que una de las
traducciones al inglés más generalmente usadas de las obras de Spinoza (la de H. M. Elwes,
publicada en Inglaterra en 1883), traduce el affectus latino por emoción y contribuye a perpetuar
el uso incorrecto de dichos términos. La traducción americana moderna de Edwin Curley
traduce adecuadamente affectus por afecto. Para complicar todavía más las cosas, Elwes
traduce los ténninos laetitia y tristitia de Spinoza como placer y dolor, cuando una traducción
más aceptable es felicidad/alegría y tristeza/pena".
(Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los
sentimientos, Crítica, Barcelona, 2009, pp. 32).
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***
Del confesionario a "la caja de cristal"
La Mesa de los pecados capitales, obra de Hieronymus Bosch, con la que acompaño este
escrito, es la perfecta ilustración para exponer una de las estrategias de poder por medio de la
cual manipular la voluntad humana, en ella se muestra cómo es posible lograr que gran
cantidad de personas sean sometidas y manipuladas a partir de sus emociones, deseos y
sentimientos, tanto por los más íntimos y no conscientes como por aquellos que emergen a la
conciencia y a la vida pública. Las emociones del miedo y los sentimientos del temor y del
deseo de una vida satisfactoria y placentera, en contra de una existencia de dolor y
sufrimientos.
En esa estrategia se trata de la idea del pecado y del castigo, por un lado, y, por el otro, de la
virtud y del premio, instaurada por las religiones monoteístas. Algo que funciona a partir de la
mecánica misma de la materia y de la energía: atracción y rechazo y que en la materia viva se
manifiestan como placer y dolor, miedo y alegría y que para la conciencia son temor y
tranquilidad. Y para esas religiones: beatitud o desdicha.
Y, ¿cómo funciona esa estrategia?
En primer lugar, se establecen mecanismos de control no conscientes, grabados por dolor y
miedo en los circuitos neuronales, en la memoria y en los recuerdos. Mecanismos que luego
van a operar y a determinar los sentimientos y los comportamientos de las personas desde el
momento mismo de la crianza y por el resto de la existencia. Mejor dicho, el proceso del
aprendizaje de lo no consciente a lo consciente. Algo así como "el efecto Baldwin":
"El efecto Baldwin puede resumirse en una especie de slogan publicitario: lo
aprendido se hace instinto. O, con un poco más de precisión: cuando un cerebro es
capaz de aprender algo, el resultado de ese aprendizaje acaba, generaciones
después, formando una estructura innata en el cerebro del recién nacido" (Javier
Sampedro, Deconstruyendo a Darwin, Crítica, Barcelona, 2002, p. 193).
Esto explica el poder persistente de los mitos que se convierten en cultos y en ritos, pues de
esa manera se graban en los circuitos neuronales y esa es la forma como la cultura opera en la
evolución biológica y en la selección natural.
Segundo, los comportamientos afectados son aquellos cuyo funcionamiento y operación
están determinados por los instintos y los cuales, a partir de allí, se expresan como apetitos,
deseos, sentimientos y estados de ánimo de los Homo-Humanos. Para el caso, la iglesia
católica ha seleccionado lo que denomina los siete pecados capitales, los que El Bosco ilustra
en su tabla, en la que también se muestra cuales son los mecanismos de funcionamiento y
operación de la estrategia de enajenación, alienación y manipulación. Es así que en el centro
de la pintura está esa figura de autoridad suprema y omnipresente que todo lo ve y todo lo
juzga y que castiga o premia. La misma que también emplean las otras religiones
monoteístas. Y que, para acabar de ajustar, es el modelo y la figura que Sigmud Freud
estableció como fundamento del psicoanálisis.
En el gran círculo se ilustran los instintos, apetitos, deseos y sentimientos de la carne, los
siete pecados capitales. Un círculo que los equipara.
En los pequeños círculos de las esquinas del cuadro, se muestran: la muerte, El reino de
Dios, El Purgatorio y El Infierno. Esas son las imágenes de los mitos que controlan toda esa
estrategia de castigo y premio. En particular, el círculo de la esquina superior izquierda, en la
cual se muestran los mecanismos para el mantenimiento permanente de la función, el más
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aterrador, el de la muerte y, por supuesto, el de la confesión de los pecados como condición


para la redención en esta vida terrenal, pues ese es el que sustenta la aplicación del miedo y
del castigo, pues es allí, en ese sacramento, el del confesionario o caja oscura, por el cual los
funcionarios de la iglesia recopilan la información con la cual ejercen su dominio y chantaje
sobre las personas, al saber de sus secretos más vergonzantes.
Definitivamente, somos víctimas de nuestros propios inventos.
***
Y en el campo de las metáforas, una metáfora es sustituida por otra. Hasta no hace mucho,
el cráneo había sido considerado "la caja negra" y, al parecer, con las nuevas ciencias y
tecnologías, el cráneo se está convirtiendo en "una caja de cristal".
Hoy son muchas y asombrosas las herramientas y los procedimientos por los cuales los
científicos acceden a los territorios del cerebro estando éste en plena vida y actividad, algo que
era imposible hasta hace poco tiempo. Ahora ya se toman imágenes y datos de la actividad del
cerebro en vivo, en tiempo real y en plena acción. Y también se hacen experimentos por medio
de los cuales se observa, replica, anticipa, produce, reproduce, desde las más mínimas de las
funciones cerebrales y sus estados fisiológicos, hasta las más complejas actividades y estados
de las funciones superiores de la mente, los deseos, los sentimientos, la imaginación, los
pensamientos, los estados de ánimo.
Y es con esa información que se alimentan los sistemas de "Big Data" y así analizar, replicar,
anticipar y reproducir de manera artificial los sistemas y comportamientos del cuerpo
humano y sus expresiones y manifestaciones como Homo-Humano, algo así como la
reproducción de un humano artificial.
Al paso que avanzan ciencias y tecnologías, pronto se llegará a construir un "humano" como
el que imaginaron Isaac Asimov y Robert Silverberg, en su novela El hombre positrónico
(traducida al español como El robot humano) o como El hombre bicentenario, del cuento de
Asimov en el se se basa la película del mismo título: un robot que desea y logra convertirse en
humano. Ese "humano" que estará más cercano a ser como "el monstruo" manufacturado por
el Doctor Frankenstein en la novela de Mary Shelley o como los clones incubados y
condicionados por referencias de El mundo feliz de Aldous Huxley y no como los robots de los
relatos del mismo Isaac Asimov con sus tres leyes o como los ciborg de Terminator y otros,
aunque estos también tienen su lugar en el futuro que se aproxima.
Por supuesto, estos asuntos se están discutiendo en el marco de lo que el biólogo Julian
Huxley llamara el trashumanismo en 1957 y que hacía eco a las propuestas de aquellos
científicos que tiempos atrás anticipaban los efectos y las consecuencias que tendrían sobre la
vida humana los avances de las ciencias y las tecnologías, en particular, los de las ciencias
biológicas. Sobre estos asuntos, el escritor y filósofo Aldous Huxley, hermano de Julián, trató
tanto en su novela Un mundo feliz, como en algunos de sus libros filosóficos.
Esas son las ideas que ahora se renuevan con las actuales propuestas desarrolladas dentro
del movimiento trashumanista en el que cada vez participan mayor número de científicos y
filósofos.
Este doble camino, de humano a ciborg o viceversa, es una forma por la que se espera
cumplir, explicar, justificar y "crear", los sueños y satisfacer los máximos deseos de los Homo-
Humanos: la eterna juventud y la total felicidad.
Son esos los sueños y los deseos de dioses hechos a sí mismos. Lo paradójico del asunto es
lo que se pregunta el historiador Yuval Noah Harari:
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"¿Hay algo más peligroso que unos dioses insatisfechos e irresponsables que no
saben lo que quieren? (De animales a dioses. Breve historia de la humanidad,
Epílogo).
O, para ponerlo en otras palabras: animales que sueñan y desean ser dioses.
Sin embargo, es ese desear lo imposible lo que hace humano al Homo-Humano, porque es
el deseo, ese demonio del deseo, el que hace que, por aspirar ser un dios, descubrirá y
pretenderá conquistar el universo. Y, ojalá, en el camino, logre armonizar entre la carne y el
espíritu ese propósito, deseo, anhelo del que hablaban atrás Lynn Margulis & Dorion Sagan.
Por eso, es imperativo mantener, por sobre todos los derechos, el derecho a desear, lo
contrario, es la muerte, la no-vida, en la vida. El deseo no es una enfermedad, todo lo
contrario, es la señal de la buena salud.
Por ello, es imperativo que mi deseo sea mi deseo y no el deseo que me impone una
máquina operada por quien sea que la pague para que me manipule, enajene y aliene.
Porque mi deseo es el deseo de lo bello: el anhelo de futuro. Y eso no lo puede ni reproducir
ni comprender una máquina. Pues ... lo dicho por Giordano Bruno citado atrás:
"[...] el único vínculo de voluntad es el eros".

NOTAS

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