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Si bien el origen del conocimiento no es un tema que la filosofía aborde por primera vez con el
Empirismo inglés de los siglos XVII y XVIII, pues tal como nos lo cuenta Jean Piaget en su texto
original de 1957 El mito del origen sensorial de los conocimientos científicos, su origen se encuentra al
parecer en la Metafísica de Aristóteles, es con los filósofos de la llamada Ilustración Escocesa, Thomas
Hobbes, John Locke y David Hume, con quienes dicha perspectiva se incorpora de manera intencional
como parte de un proyecto totalizante que según el historiador catalán Josep Fontana Lázaro (1999)
“comenzó como una investigación sobre el entendimiento humano, prosiguió con una reinterpretación
de la historia y acabó cristalizando en una economía política” (p. 82), o en palabras más sencillas,
buscó presentar al capitalismo como un hecho natural propio de la naturaleza humana y punto
culminante del proceso de construcción histórica de nuestra felicidad. Esa visión del pasado construida
en la Inglaterra ilustrada de los siglos XVII y XVIII se mantiene hasta nuestros días y es transmitida en
las aulas como parte de la enseñanza de la historia.
De acuerdo con lo anterior, se persigue aquí presentar una posición crítico analítica que permita
conocer la perspectiva de la epistemología genética piagetiana, contraria sin embargo a cualquier tipo
de fundamentalismo empirista, en diálogo con otros autores como el neurólogo de la percepción
Richard Gregory y el filósofo y escritor estadounidense Daniel C. Dennet (y su alusión a las criaturas),
quienes desde perspectivas distintas, entran en la discusión inaugurada por Aristóteles sobre el origen
del conocimiento, en textos de finales del siglo pasado.
Los empiristas ingleses hacen parte del movimiento intelectual de la Ilustración Escocesa, escuela
filosófica de los siglos XVII y XVIII que realizó aportes muy importantes para la psicología y la teoría
del conocimiento, así como para la teoría política y el pensamiento económico moderno. Dichos
aportes tuvieron su origen alrededor de la llamada Glorious Revolution de 1640, proceso incruento
durante el cual los Tories, partidarios de la monarquía, se enfrentaron a los Whigs, representantes de la
burguesía en proceso de consolidación y de espíritu liberal. La Revolución Gloriosa, que desembocó en
la instauración del sistema inglés de gobierno, del tipo Monarquía Parlamentaria en la que los
representantes de los Whigs ostentarían el poder político con el permiso otorgado por la corona, como
último vestigio simbólico del gran poder que durante mucho tiempo ostentaran los señores de la tierra.
Esta perspectiva inauguró una manera particular no sólo de considerar el conocimiento del devenir
histórico como lineal e inevitable, sino que también construyó un punto de vista particular frente al
origen del conocimiento científico, el cual es evidente en la visión elaborada por John Locke en su
Ensayo sobre el Entendimiento Humano de 1690. Allí, Locke plantea que el origen de las ideas se
encuentran en la sensación o en la reflexión, al concebir la mente como un “papel en blanco, libre de
toda inscripción y sin ninguna idea” (p. 83), y frente al origen del conocimiento formula una pregunta
relacionada sobre el lugar de donde la mente saca todo ese material de la razón y el conocimiento,
respondiendo:
Contesto con una sola palabra: de la experiencia; he allí el fundamento de todo nuestro
conocimiento, y de allí es de donde en última instancia se deriva. Las observaciones que
hacemos acerca de los objetos sensibles externos o acerca de las operaciones internas de
nuestra mente, que percibimos, y sobre las cuales reflexionamos nosotros mismos, es lo
que provee a nuestro entendimiento de todos los materiales del pensar. Esta son las dos
fuentes del conocimiento de donde dimanan todas las ideas que tenemos o que podamos
naturalmente tener. (Locke, 2000, p. 83).
2. Piaget y el Empirismo:
De acuerdo con la anterior cita de Locke, en el origen del empirismo inglés se anticipa la visión
propuesta por la psicología genética que Piaget desarrollará más de dos siglos después al defender que
“el conocimiento no proviene jamás de la sensación aislada sino de lo que la acción agrega a ese dato”
(Piaget, 1972, p. 64), reafirmando la idea del doble origen del conocimiento, con fuente única en los
sentidos y de su posterior elaboración a partir de datos sensoriales, (p.83).
A partir de lo anterior, Piaget plantea su posición frente a la función cumplida por la inteligencia, la
cual no es de simple observación sino de transformación, gracias a su condición de mecanismo
esencialmente operatorio, en el que las operaciones mentales, como acciones interiorizadas de tipo
secuencial, están coordinadas en esquemas, es decir, generalizaciones de esas mismas acciones, las
cuales cambian a lo largo de las distintas etapas del desarrollo. En ese marco, la experiencia sería
considerada en términos de esquematizaciones con las que el individuo organiza los datos gracias a la
intervención de dispositivos de orden sensorio–motriz.
De esta manera, con Piaget, la cuestión sobre el origen del conocimiento se adentra en el campo de lo
perceptivo, hecho que no se reduce a la simple lectura sensible de la realidad, sino a la organización
que de los componentes mismos de la realidad elabora la inteligencia a lo largo del proceso de
desarrollo. En definitiva, el conocimiento no sería solamente resultado de la experiencia, sino de su
concurso junto con la deducción en la elaboración del mundo por parte del individuo, gracias a
acciones u operaciones de tipo lógico matemático por medio de las cuales éste logra asimilar
intelectualmente los objetos.
Para Gregory, los fenómenos ilusorios pueden ser del tipo arriba – abajo, cuando se deben a la
percepción (interpretación) distorsionada, o en sentido contrario, abajo – arriba, cuando la sensación es
mediada por algún tipo de agente que la distorsiona.
En efecto, según Dennet, somos ante todo Criaturas Darwinianas dotadas de plasticidad fenotípica, en
nuestra condición de seres inmersos en el devenir evolutivo, y dentro de esa condición darwiniana
hemos sido Criaturas Skinnerianas, poseedoras de niveles de plasticidad condicionada para elegir entre
conductas posibles; Criaturas Popperianas que sobrevivimos gracias a que somos inteligentes y a
poseer un entorno interno (cerebro) capaz de dotarnos destrezas preselectivas para de adquisición de la
información que nos sirve para solucionar situaciones. Finalmente, y, de vuelta a Richar Gregory,
somos Criaturas Gregorianas poseedoras de inteligencia cinética, pues utilizamos instrumentos que
entre mejor diseñados, más inteligencia confieren a su usuario.
Al respecto, Dennet nos muestra cómo Richard Gregory ha sostenido que el lenguaje nos aporta el
poder cognitivo necesario para controlar nuestros proyectos, pues las palabras, especie de invasores
externos de tipo viral, cuentan con antelación con moradas construidas para ellas y que luego, gracias a
la riqueza interna preselectiva del cerebro, permiten que ese entorno interno popperiano nos permita
prever las consecuencias futuras, crear escenarios que nos permitan planificar acciones posteriores
evidentemente ventajosas, cadenas largas para diseñar y mantener nuestros proyectos.
En esa medida, el lenguaje nos brindaría un sinnúmero de objetos que contemplar para examinarlos en
cualquier momento, orden y al ritmo que queramos, para aprender de nuestros propios errores, para
rehacer día a día nuestra condición de seres con conciencia sobre nuestros actos, y sobre las
consecuencias de ellos en la perspectiva de analizarnos permanentemente para construir proyectos de
realización personal y social, para comprender que como hombres y mujeres intervenimos en la historia
y podemos transformarla, y para entender que el paisaje social, por no ser ni natural ni eterno, es
susceptible de ser modificado.
Bibliografía:
Betancourt D., William (2013). La filosofía como modo de saber Aristóteles, metafísica, a, 1 y 2, (980 a
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Fontana, J. 2003. La Historia como esperanza crítica. En ¿Para qué sirve la historia en un tiempo de
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