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https://www.youtube.com/watch?v=cEx7IcsVzU8
La empresa no puede ser sin trabajadores. La sociedad no puede ser sin ciudadanos. La vida
no puede ser sin seres vivos, sin personas. Recursos humanos sí o sí, pero ¿Cómo? Esa es la
cuestión.
En la película “El Método” asistimos a una verdadera simbiosis entre estos tres conceptos.
Trabajadores, técnicos y preparados, veloces de mente y enormemente profesionales, que
actúan como seres sociales, relacionándose, según les dicta la cultura y las normas de una
sociedad y un entorno que oprime a unos y sonríe a otros, pero que, en el fondo, cuando se
enfrentan a lo inesperado, a lo más sensible, a aquello que su cerebro no llegue a
sistematizar, vemos que son animales mamíferos, seres humanos como el resto, que crecen,
se reproducen y morirán, viviendo entre actos reflejos y pensamientos instintivos. Sobre
este elemento previo a todo lo demás, la persona, pretendo iniciar este ensayo.
Son las personas las que crean vida, sociedades y empresas. Sus actuaciones, modifican,
hacen crecer o destruyen estos entes. Pero es, sobre todo, la forma en que las personas
interactúan y se relacionan lo que hace que una sociedad o una empresa tome rumbo a lo
que la cultura considera el éxito, o que navegue a la más profunda de las derivas, cual pirata
sin bandera.
En ese sentido, el Método Gronholm se muestra como un proceso que evalúa al candidato
de manera completa, dura y exhaustiva. Se pone a prueba la ética empresarial, la capacidad
de liderazgo personal y profesional, el complejo de inferioridad mujer-hombre, la
capacidad de tomar decisiones inesperadas en centésimas de segundo, el ego del poder, la
avaricia, la codicia y el espíritu de supervivencia, en un entorno de protestas ante una
globalización que se desarrolla a un ritmo vertiginoso.
Precisamente, tras esta reflexión sobre el trabajador como ser social y ser humano, pilar
básico presente en todos los temas, la globalización es el aspecto que analizaré en mayor
medida y que utilizaré como cauce para ir englobando a otros, tales como la ética
empresarial, las desigualdades de sexo, el liderazgo y el espíritu de supervivencia en el
puesto de trabajo y todo lo que el mismo conlleva.
Desde un punto de vista económico, podríamos decir que es la integración de los países,
resultado de la enorme disminución de los costes de transporte y comunicación, y la caída
de las barreras artificiales que bloqueaban los flujos de bienes, servicios capitales,
conocimientos y personas a través de las fronteras. La idea de la mano invisible que
provoca flujos de actividad eficientes en el mercado, promovida por Adam Smith, supone el
inicio de una ideología de libre mercado, llevada a su extremo en países como USA, más
oculta en países como Venezuela o Cuba, e inexistente en otros de África.
El hecho por el que considero que la falta de ética empresarial no es positiva en ningún
ámbito de la empresa, al menos a largo plazo, es, no solo una cuestión de “buenismo” o de
justicia, de que no todo vale para lograr los objetivos y de que hay que tratar de manera
adecuada al entorno y a los elementos personales de la compañía, que también. Estoy
absolutamente convencido de que una estructura empresarial ética, a largo plazo,
proporciona mayor rentabilidad para la empresa, por varios motivos. En primer lugar,
aunque a corto plazo los costes de producción serán mayores, el hecho de utilizar una
contratación de recursos humanos legal y justa, proporcionará una mayor estabilidad a la
compañía, evitando cambios de legislación radicales o revueltas que hagan variar la
estructura con violencia. Por otro lado, es evidente que el aspecto motivacional del
trabajador crecerá, logrando un mayor rendimiento. La gestión del desempeño del
trabajador estará más controlada por recursos humanos, al tener un criterio homogéneo al
que atender, porque ¿Cómo se puede gestionar el desempeño de un niño de 7 años, y el de
un hombre de 42 que elaboran zapatillas de deporte del mismo modo? Es inviable, aparte
de inmoral. Y es, precisamente, ese aspecto de “moralidad”, de actuar conforme a las reglas
del juego no escritas pero consideradas adecuadas y justas por la sociedad, otra de las
ventajas indispensables de una estructura ética. La imagen que transmite al exterior una
compañía que actúa conforme a las reglas de la ética es mucho mejor que la de una empresa
que carece de ella. Es necesario cuidar esa imagen, pues influirá de manera decisiva en las
ventas, y ya se sabe, la imagen tarda mucho en construirse, pero se puede derrumbar para
siempre en apenas segundos… ¿Conviene convivir con esa amenaza constante?
Junto con la ética empresarial cobra fuerza en los últimos tiempos la atención en torno a
deshacer las desigualdades hombre-mujer, algo, sin duda, positivo, pues venimos de una
sociedad en la que existía una superioridad no ya física sino moral del hombre, consolidada,
y especialmente en el entorno de la empresa: las mujeres trabajan en menor número,
cobraban, y aún lo siguen haciendo, menos que un hombre en el mismo puesto de trabajo y
acceden en menor medida a puestos directivos; solo 1 de cada 7 ejecutivos de las empresas
del Ibex 35 son mujeres. Esta cuestión solo puede ser abordada desde la realidad de que
hombres y mujeres somos diferentes. Todo movimiento tendente a una igualdad exacta y de
carácter formal entre ambos carece de fundamento, porque no somos iguales, ni lo seremos;
tenemos nuestras diferencias físicas y emocionales. Es necesario conocer estas diferencias
para avanzar hacia una igualdad real, adaptada a lo que necesita cada género, moldeando
puestos de trabajo y oportunidades a cada uno de los dos sexos. Si conseguimos esa
igualdad real, no ganará sino la sociedad en su conjunto, ya que las mujeres tienen
características y virtudes que fisiológica, psicológica y genéticamente no tienen los
hombres, y que una sociedad que aspira a ser próspera no puede dejar de contemplar.
Por otro lado, el fenómeno que analizo también tiene una naturaleza social, como creador
de una cultura mundial unificada. Marcas como H&M o Zara marcan la moda y la
tendencia a nivel mundial, mientras otras son utilizadas, como Amazon en EEUU, hasta
para pedir naranjas para el desayuno del día siguiente. Las grandes empresas
internacionales crean una imagen alrededor de la marca que adquiere connotaciones de todo
tipo, viajando rápidamente alrededor del mundo. Los niños de todos los continentes quieren
tener la camiseta Nike nueva, poseer las zapatillas de la nueva imagen de Adidas, el ídolo
Leo Messi, o usar la colonia de Channel que utiliza el actor de Hollywood de turno, para
luego ir a casa y comentárselo a los amigos por Facebook, o tal vez por Twitter que es más
rápido. Incluso las hamburguesas de McDonalds y las alitas de pollo de KFC crean una
gastronomía unificada a nivel mundial, y amenazan a los platos autóctonos de cada país.
Es por todo ello que nunca debemos olvidar que más allá de las estructuras empresariales
artificiales y del concepto de trabajador, se encuentra el elemento central de todo ésto, la
persona, ser humano por naturaleza e influido por el conjunto de los demás coetáneos, lo
que llamamos sociedad. Solo así podremos observar a un potencial trabajador y darnos
cuenta de sus miedos, necesidades, aptitudes y posibilidades, visionando anticipadamente
cual sería su meta en la empresa, y, en caso de ser el elegido, adaptando el camino para que
siempre pueda llegar a ella.