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revista de s a n t a n d e r
Retrato en el tiempo
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Pedro Gómez
I
Valderrama, Pedro
Alejo Gómez Vila
El escenario –cada hoja en blanco– Yo me he figurado siempre que
y Pedro Alejandro prefigura entero el universo. Ninguna palabra ese era un universo que él llevaba plegado en
Gómez Naranjo. hay más cabal que el sermón de Benares que esas misteriosas hojas, en el que iba poniendo
fue la inmensidad del silencio de Buda. estrellas, ciudades, hombres y pájaros, con
Tal vez sea cierto que nada de lo paciencia, hasta hacerlo girar con su propia
que ha ocurrido cesa de ocurrir. Tan sólo de- vida.
jamos de verlo. Toda creación requiere una ob-
sesiva gravitación. Interrogado sobre cómo
II descubrió la ley de la gravedad, Newton res-
Solamente he encontrado un gesto pondió: “Pensando siempre en ella”.
que traduce la elocuencia de las palabras de Los objetos son palabras más den-
Mann, al comienzo de La Muerte en Venecia, sas. Su silenciosa presencia es una palabra
cuando habla de ese motus animi continus continuamente dicha. Durante años tuvo so-
–ese movimiento continuo del alma– en que bre su escritorio una hermosa replica de una
consiste la creación. Durante días mi padre de las carabelas del Descubrimiento. El barco
llevaba, en un bolsillo del saco, el manuscrito es el signo del viaje, de todo viaje. Todo escri-
Pedro Gómez
de cada uno de sus cuentos recién escritos, en tor es un viajero inmóvil; de alguna manera
Valderrama.
(Fotografía Rafael
el que iba incorporando mínimas correccio- es una especie de Colón, si es un descubridor,
Maure) nes, hasta terminarlo. o Livingston si su oficio es la exploración.
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duro no escribe lo que quiere, sino lo que “La otra raya del
fundamentalmente, ésta es una invitación
tigre”
puede. Y se escribe con las obsesiones. Ello es al lector a la creación, y, a través de ella, a la
cierto, sólo hay que tener el buen cuidado de libertad.
escoger la obsesión que pueda salvarnos. En sus cuentos, urdidos sobre zo-
Esas obsesiones, para un escritor nas en que la historia es inaveriguable, sobre
son sus temas. Muestras del Diablo, Justifi- un mundo de posibilidades sin comproba-
cadas por Consideración de Brujas y Otras ción dable, nada hay que se imponga al lector.
Gentes Engañosas, En el Reino de Buzirago y La imposibilidad de trazar en muchos de ellos
El Engañado –un libro de ensayos publicado una línea divisoria entre lo real y lo imagina-
por primera vez en 1958– no sólo prefigura rio, entre la historia y la ficción, tiene, en su
su obra, sino que revela la más definitiva de caso, una prodigiosa significación, porque va
sus obsesiones: la libertad. Justamente porque paralela a un desdibujamiento entre la forma
el Demonio ha sido el arquetipo de la gran del cuento y la del ensayo, –así, por ejemplo,
estratagema para proscribirla. en “Los Papeles de la Academia Utópica”– de
Esa obsesiva idea de libertad, está manera tal que lo imaginario y creado pasa a
en su obra entera. Pero no sólo hay libertad ser el objeto de su propia reflexión, y ninguna
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Carlos Lleras libertad hay mayor que la que puede ejercerse dice tanto de o más de nosotros, que de lo
entrega a Pedro
Gómez el diploma
sobre lo imaginario, sobre lo todavía no al- historiado. O, si se quiere, la perfecta Historia
que lo acredita canzado. es la utopía de un presente eterno, en la que
como miembro En esa región Más Arriba del Reino, todo vuelve a ocurrir con una duplicada, o
correspondiente de
la Academia de la
indescifrable entre el cuento y el ensayo, no multiplicada exactitud, y con tal perfección
Lengua. sólo es nuevo el mundo que descubre, sino que resulta imposible determinar si algo
que éste adquiere, una particular profun- aconteció o está aconteciendo.
Pedro Gómez con
didad, una densidad, y una perspectiva que Sirve para ilustrarlo el relato que
Alfonso López.
46 provienen de la reflexión a la que es someti- sobre el rigor de la ciencia, hizo en 1658 Jor-
do. En sus cuentos, esa reflexión ejercida en ge Luis Borges cuando fue Suárez Miranda
lo imaginario es una segunda instancia de la y escribió los “Viajes de Varones Prudentes”
creación. de los cuales no sobrevive más que su testi-
Leyéndolo, muchas veces he pen- monio sobre “Colegios de Cartógrafos (que)
sado que sus textos son más reales que la levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el
historia misma, y, de algún modo, algo hay tamaño del Imperio y coincidía puntualmen-
en ellos más preciso que en las mejores re- te con él”.
construcciones. Ciertamente nada ocurre de
manera definitiva afuera, sino en el tiempo IV
puro de la conciencia, y es en esa región don- La suya era una de esas raras vidas
de transcurre su obra. Así, en “La Responsa- que, como lo signos chinos, enteras son una
bilidad de Stendhal en la Batalla de Waterloo” sola palabra, que sólo puede traducirse con
postula que si el escritor de La Cartuja de muchas otras.
Parma no hubiese relatado la derrota del Em- La escritura es la misma autobio-
perador, ésta no habría tenido lugar. Las pri- grafía, pero en clave. Ello explica su porte, su
meras páginas de La Cartuja, que dan cuenta elegancia soberana que era la misma de sus
de la insondable admiración de Stendhal por textos. Era, de alguna manera, como si él se
Napoleón, contienen, trágicamente, el más escribiera a sí mismo. Y siempre con el hu-
perdurable y definitivo relato de su derrota, mor inquebrantable que le había dado para
y, así, Henry Beyle es el atroz cómplice de los escribir “La Vida Sexual Angélica” o “El His-
generales enemigos. toriador Problemático”.
En cierto modo no hay historia Igual que en su obra, tampoco hay
posible. La historia no pasa de ser una ten- en su vida una línea que permita circunscri-
tativa, entre otras razones porque, sin duda, birla a límites estrechos. Tal vez no sea pre-
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En la entrega de
credenciales al
rey Juan Carlos I
como embajador
de Colombia en
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España.
y poderosa de los grandes barcos. Una vieja a todos; porque como un hombre valiente
fractura fue haciendo mella, y lo obligó, años estuvo dispuesto a dar cumplimiento a su
después, a usar un bastón. tarea costara lo que costara, al riesgo de su
Pero también el cuerpo tiene la vida contra la Dictadura, con sus actos y con
medida del mundo. Tanto cielo hay en los sus palabras desde Mito; porque sabía que
ojos. Ese bastón tenía la medida de la tierra hay cosas más importantes que la vida. Pero
que no alcanzaba. Y, a su regreso, a veces era fundamentalmente, hay en ello la razón que
como si no hubiera aire en la casa. Jorge Gaitán Durán propuso: “Todo edificio
Cuando el 13 de diciembre de estético descansa sobre un proyecto ético. Las
1991, unos meses antes de morir mi padre, fallas en la conducta vital corrompen las po-
María Mercedes Carranza organizó en la sibilidades de la conducta creativa”.
Casa de Poesía Silva, un homenaje de sus Por esa misma época, sus médicos
amigos para él, quiso ella que fuera un ho- –aunque ello dicho a secas no es ni preciso
menaje no a Pedro Gómez Valderrama, sino, ni justo– más bien, y sobre todo, sus amigos,
específicamente, que lo fuera a su vida y a su Adolfo de Francisco y José Félix Patiño, me
obra. Y, en su caso, es claro que ello fuera así, confirmaron una tarde atroz que, desde su
no sólo por su vida intachable, porque su for- regreso, como era previsible, el tamaño de su
tuna, su gran fortuna, estaba hecha con sus propio corazón intolerablemente se había ido
palabras y con sus actos y era su conciencia expandiendo en su cuerpo. Pero ello había
tranquila, y prueba de ello es que su herencia, siempre ocurrido en su vida, hasta el mo-
que es su vida y que es su obra, nos pertenece mento final. Hoy pienso que no hay azar ni
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“Toda gran escritura –afirma Geor-
ge Steiner– brota del duro deseo de durar, esa
despiadada artimaña del espíritu contra la
muerte, esa esperanza de sobrepasar el tiem-
po con la fuerza de la creación”. De ahí que,
Pedro Gómez
Valderrama a la ahora, al evocar a mi padre pueda decir que la
edad de 16 años muerte no es nuestro asunto.
II
Un hombre es un viaje si esa es su
mejor historia.
50 Sólo que en el caso de mi padre hay
varias. ventanas de una ambulancia, a una ciudad
contemporánea.
III Otro –“Corpus Iuris Civilis”– reba-
Mi padre es –resueltamente no te no sólo la improbabilidad (casi ontológica)
puedo decir que era– “un hombre con la ima- de escribir un prodigioso cuento ceñido al
ginación suficiente como para requerir un texto literal de uno de los artículos del Có-
escritorio con llave”, para usar la expresión de digo Civil redactado por don Andrés Bello,
Joseph Conrad en uno de sus relatos. sino la de transformarlo, al punto de hacerlo
Lo prueba la inquietante variedad parecer el fundamento central de los males de
de sus personajes que va desde los miembros amores.
una soberbia Academia Utópica, hasta un Ello apenas para citar algunos de
perdurable loro en “El Historiador Problemá- sus argumentos, que, a la postre, acaban sien-
tico”, cuya desbordada exactitud al repetir de do más bien arquitecturas, por la razón de su
memoria los hechos que testimonió, con un capacidad de abrir espacios. Esas regiones que
pormenor idéntico a ese con el que ocurrie- iluminan son preguntas indelebles.
ron, inquieta tanto la naturaleza misma de la Al tiempo que ninguno de sus
Historia, como sus cánones convencionales al relatos es demostrable con los recursos de la
descubrirse que los personajes, cuyas escenas historia, ninguno es refutable. De todos ellos
íntimas revive con igual elocuencia, son el queda una perturbadora perplejidad: tanto
Libertador y Manuela Sáenz. la historia como la ficción transcurren en el
La variedad de sus temas lo co- terreno común de las palabras y de las imá-
rrobora: en uno de sus cuentos un barco de genes.
locos zarpa de la Edad Media y sus pasajeros Sus textos –todos heterodoxos–
prosiguen su viaje hasta asomarse por las contienen la paradoja de compaginar una
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prodigiosa imaginación con una verosimili- terreno infame, indispensable para la consoli-
tud que llega al punto de hacer parecer que lo dación y la perpetuación del totalitarismo.
que relatan no pudo haber acontecido de otra El recuento de sus pruebas es aluci-
manera. nante, pero, sobre todo, es incontestable. Las
“La Procesión de los Ardientes –es- mujeres víctimas de la inquisición, acusadas
cribió Jorge Eliécer Ruíz, cuando apareció por brujería, eran rapadas y afeitadas como lo
éste que fue su segundo libro de cuentos– es fueron, siglos más tarde, durante el Nazismo,
acaso la mejor ilustración que pueda ofrecer en los campos de concentración, las sindica- 51
la literatura colombiana de la profunda y das como colaboracionistas.
desconcertante diferencia que fijara Coleridge La historia de la Inquisición fue
entre imaginación y fantasía. Para el poeta siempre la del Inquisidor, es decir la historia
inglés la fantasía era una calidad subalterna oficial. Muestras del Diablo es la historia con-
que propiciaba la creación de hechos nuevos. tada del lado de las víctimas del Santo Oficio.
La imaginación, en cambio, es aquella virtud La primera edición de ese libro
del espíritu que permite encontrar nuevas apareció publicada por Mito, la revista que
relaciones entre hechos ya establecidos. La fundó con Jorge Gaitán Durán, Hernando
primera engendra los monstruos de la razón. Valencia Goelkel y Eduardo Cote Lamus, y
La segunda preside la génesis de la poesía y de cuya influencia perdurable en América Latina
la ciencia”. dio origen a otras revistas que la sucedieron
repitiendo su modelo. Ninguna revista desde
IV entonces ha tenido en el país el legendario
Tampoco es ortodoxa su obra prestigio de Mito (y pocas en el continente
como ensayista. Lo prueba Muestras del Dia- son sus pares). Ninguna ha combatido como
blo: un texto en el que demuestra cómo el de- combatió Mito por la libertad, porque nin-
monio ha sido el arquetipo para perseguir la guna otra ha ejercido la tolerancia como la
libertad y anclar los regímenes de la opresión. ejerció Mito: las páginas de la revista estaban
Ese ensayo revela al demonio abiertas, sobre la base de la calidad de las
como un obediente súbdito de la Iglesia, y lo colaboraciones, a la exposición de todas las
desenmascara como el precursor de las atro- tesis y, desde luego, también de las que eran
cidades de los regímenes totalitarios. El gran contrarias a los principios de la revista, con el
predecesor de la defensa de la legitimación de criterio de garantizar, sin restricción, la liber-
la censura fue el demonio: con él se abrió ese tad de examen.
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Viví yo mis primeros años, que
fueron los últimos de mi abuelo, con él y con
mi abuela. De ahí que acabara yo siendo en la
vida el hermano menor de mi propio padre.
Las primeras cosas que llamé por su nombre
estaban en su casa. Tengo, por ello, de él mis
propios recuerdos.
– Abuelo ¿cuánto vale la vida de un
hombre?, le pregunté siendo yo un niño.
– Vale lo que el universo, me con-
testó.
– ¿Lo que todo el universo? le pre-
gunté con incredulidad.
– Si, me confirmó.
– ¿Y vale más que todos los
pájaros?, volví a preguntarle para asegurarme 53
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II
A veces por las tardes cuando en-
traba yo en la biblioteca buscando su com-
pañía lo encontraba escribiendo absorto. Esa
actividad casi inmóvil me producía fascina-
ción. Yo me sentaba en una poltrona desde la
que podía verlo.
De pronto se detenía para mirar en
el aire cosas que yo no alcanzaba a ver. Pero
no me quedaba duda de que él las veía por-
que miraba con la fijeza con que se escrutan
las cosas lejanas que se quieren ver con más
detalle. Luego, cuando proseguía, daba la
impresión de que había llegado a otra parte,
desde donde veía lo que antes no alcanzaba
más que a divisar.
Yo, que entonces no entendía para
qué escribía, con un aire de entendido que
me aproximara a él, le pedía que me mostrara
lo que acababa de hacer. Su letra pulcra me
hacía pensar que escribir es una manera de
dibujar.
54 Más que hojas escritas yo veía par-
Pedro Alejandro Ya en ese otro universo que co- celas roturadas por los surcos ordenados de
Gómez Naranjo las líneas.
menzaba en su sillón de siempre vacío, me
y su esposa
Lucía Valderrama figuraba yo que los pájaros eran su manera de Una tarde, años después, me llamó
Ordoñéz. comunicarse conmigo, que en vez de decirme mi padre, como solía hacerlo, para leerme
las cosas en palabras como había sido su cos- un cuento que acababa de terminar. Tenía las
tumbre, me hablaba en pájaros distintos. manos manchadas de tinta. Yo oí “Los Pape-
Abuelo me legó los pájaros de la les de la Academia Utópica” pensando que esa
tierra. Los pájaros lo traen de vuelta. También tinta en sus manos era la misma tierra que
los árboles que son sus casas. hay en las manos de un labriego, pensando
Abuelo decía cosas maravillosas que la tinta es la tierra del tiempo.
que yo no recuerdo, ni entendía. Pero yo sabía Y recordé las hojas que había visto
eran buenas porque todos guardaban silencio escribir a mi Abuelo.
cuando él hablaba. Y porque la risa tenía el Hoy se que esas líneas eran, son
tamaño de la casa siempre poblada de visitas surcos para labrar el tiempo, surcos para abrir
los domingos. los tiempos.
Un día enfermó. La noticia voló
como un pájaro sombrío. Yo supe que era
grave porque a pedido suyo me llevaron de III
urgencia a verlo. Tanta gente había en la casa En las páginas finales de La Otra
que después no cabía en los recuerdos. Pero Raya del Tigre mi padre lo evoca: “Yo tengo,
ninguno había traído su risa. decía mi padre que escribir esa novela; es una
Tiempo después supe que al me- novela donde recogeré lo que fue Santander, lo
diodía había dicho sin vacilación: “Éste es el que fue mi padre, todo lo que a él le oí de Len-
mal de la muerte”. gerke. El padre no pudo escribirla, la vida no le
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