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Documentación elaborada por el Lic. Cesar Cabrera Santos, a partir de las fuentes:
DEFINICIÓN.
Por acto procesal se entiende el acto jurídico emanado de las partes, de los agentes de
la jurisdicción o al de los terceros ligados al proceso, susceptible de crear, modificar o
extinguir efectos procesales.
El acto procesal es una especie dentro del género del acto jurídico. Su elemento
característico es que el efecto que de él emana, se refiere directa o indirectamente al
proceso.
Unos actos, decíamos, proceden de otros actos, y aquéllos, a su vez, preceden a los
posteriores. Este principio de sucesión en los actos da el nombre al proceso
(etimológicamente, de cederé pro). Procedimiento, por su parte, es esa misma
sucesión en su sentido dinámico de movimiento. El sufijo nominal mentum, es derivado
del griego, menos, que significa principio de movimiento, vida, fuerza vital,
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CLASIFICACIÓN
Cuando los hechos aparecen dominados por una voluntad jurídica idónea para crear,
modificar o extinguir derechos procesales, se denominan actos procesales. Así la
presentación de la demanda, la notificación al demandado, la declaración de un testigo,
la suscripción de la sentencia por el juez, son actos (jurídicos) procesales.
Un análisis de los hechos y de los actos procesales reviste particular interés para una
tarea de la Índole de la que venimos cumpliendo en este libro. Se trata, en esta etapa
de nuestro propósito, de analizar los fenómenos del proceso aisladamente, tomados
uno a uno, perdiendo ya de vista su secuencia y ordenación legal.
Un primer criterio para clasificar los actos procesales consiste en tomar como punto de
referencia a su autor. Cabe distinguir, colocándose en este punto de vista:
a) Actos del tribunal; por tales se entienden todos aquellos actos emanados de los
agentes de la jurisdicción, entendiendo por tales no sólo a los jueces, sino
también a sus colaboradores. La importancia de estos actos radica en que
constituyen, normalmente, una manifestación de la función pública y se hallan
dominados por los principios que regulan la producción de actos jurídicos de
derecho público.
b) Actos de partes; por tales se entienden aquellos que el actor y el demandado (y
eventualmente el tercero litigante) 'realizan en el curso del proceso. La
multiplicidad de los actos de esta índole, obligará, más adelante, a realizar
ulteriores clasificaciones utilizando otros puntos de vista.1
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Los glosadores ya distinguían entre actos de la causa y actos del juicio, el mismo sentido
que aquí distinguimos como actos de partes y los del tribunal.
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c) e) Actos de terceros; por tales se entienden aquellos que, sin emanar de los
agentes de la jurisdicción ni de las partes litigantes, proyectan sus efectos sobre
el proceso; así, por ejemplo, la declaración del testigo, el informe del perito, la
actividad del martillero o del agente de la fuerza pública. Estos actos, por su
propia índole, constituyen normalmente colaboraciones de particulares a la obra
de los agentes de la jurisdicción y, frecuentemente, son instituidos como deberes
públicos del individuo
Esta clasificación que tiene por punto de vista el agente del acto, proyecta sus
consecuencias sobre la validez del mismo y sobre su responsabilidad, según
expondremos en la oportunidad debida.
Los actos del tribunal son, decíamos, actos de los agentes de la jurisdicción.
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Debe evitarse, ante todo, la confusión frecuente entre: acto procesal y el documento
propiamente dicho.
Los actos de las partes tienen por fin obtener la satisfacción de las pretensiones de
éstas.
Pero por las mismas razones por las cuales no toda la actividad del tribunal es
actividad de decisión, no toda la actividad de las partes es actividad de postulación.
Los primeros tienden a lograr del tribunal la satisfacción de la pretensión hecha valer en
el proceso; los segundos, tienen por objeto crear, modificar o extinguir situaciones
procesales.
Una sub clasificación y las debidas aclaraciones permitirán ver mejor el alcance de
estos conceptos.
a) Actos de petición; o sea aquellos que tienen por objeto determinar el contenido de
una pretensión; ésta puede referirse a lo principal del asunto (pretensión de la
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En el derecho angloamericano, la notificación se sustituye por la publicación periodística
de los actos de órganos oficiales.
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demanda; pretensión de la defensa) o a un detalle del procedimiento (admisión de W1
escrito, rechazo de una prueba).
a) Allanamiento; se trata del acto de disposición del demandado, mediante el cual éste
se somete lisa y llanamente a la pretensión del actor; el allanamiento comprende el
reconocimiento de la verdad de los hechos y del derecho invocado por el adversario. El
allanamiento coincide con la confesión, en cuanto se trata de un reconocimiento de
hecho. Difiere de la confesión, en cambio, en cuanto no existe confesión del derecho; el
derecho no se confiesa .. Un reconocimiento del derecho no obliga necesariamente al
juez, por aplicación del principio jura novit curias.
El precepto legal que asimila la transacción a la cosa juzgada, lo hace tan sólo en
cuanto a sus efectos.
N o es habitual en nuestra doctrina incluir los actos de terceros entre los actos
procesales.
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Creemos, sin embargo, que algunas distinciones contribuyen a fijar exactamente el
valor de ciertos actos del proceso según ellos emanen del tribunal, de partes o de
terceros, según se pasa a consignar.
a) Actos de prueba; son, sin duda, los actos más importantes, .va que entre ellos caben
la declaración de testigos, los dictámenes de peritos, la autorización de documentos
por escribanos o funcionarios habilitarlos, etcétera.,
Distinta es no sólo la eficacia de los actos según provengan de unos o de otros, sino
también la responsabilidad que de ellos emana.
Los deberes, obligaciones y cargas aparecen en todos los campos del orden jurídico.
Pero en el proceso esas tres formas de imperativos jurídicos se presentan con
caracteres bien acentuados y visibles.
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En ciertas oportunidades, esos deberes se refieren a las partes mismas, como son, p.
ej., los deberes de decir la verdad, de lealtad, de probidad en el proceso.
En otras alcanzan a los terceros, tales como el deber de declarar como testigo, de
actuar como perito luego de haber aceptado el encargo, o de servir como árbitro,
también luego de haber aceptado el cometido.
Los deberes procesales, como en general los demás deberes jurídicos, no pueden ser
objeto, a diferencia de las obligaciones y de las cargas, de ejecución forzosa.
OBLIGACIONES ROCESALES.
Son obligaciones procesales aquellas prestaciones impuestas a las partes con ocasión
del proceso.
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La carga procesal puede definirse como una situación jurídica instituida en la ley
consistente en el requerimiento de una conducta de realización facultativa,
normalmente establecida en interés del propio sujeto, y cuya omisión trae aparejada
una consecuencia gravosa para él.
En tanto que el derecho a realizar un acto de procedimiento es una facultad que la ley
otorga al litigante en su beneficio (facultad de contestar la demanda, de producir
prueba, de alegar de bien probado), la carga es una conminación o compulsión a
ejercer el derecho.
Desde este punto de vista, la carga funciona, diríamos, a doble fase; por un lado el
litigante tiene la facultad de contestar, de probar, de alegar; en ese sentido es una
conducta de realización facultativa; pero tienen al mismo tiempo algo así como el riesgo
de no contestar, de no probar y de no alegar. El riesgo consiste en que, si no lo hace
oportunamente, se falla el juicio sin escuchar sus defensas, sin recibir sus pruebas o
sin saber sus conclusiones.
Así configurada, la carga es un imperativo del propio interés, quien tiene sobre sí la
carga se halla compelido implícitamente a realizar el acto previsto; es su propio interés
quien le conduce hacia él. La carga se configura como una amenaza, como una
situación embarazosa que grava el derecho del titular. Pero éste puede
desembarazarse de la carga, cumpliendo.
En otro sentido, carga es también noción opuesta a obligación. Cuando se dice que la
obligación es un vínculo impuesto a la voluntad, se acentúa la circunstancia de que
existe una libertad jurídica de cumplir o no cumplir la obligación. Pero, evidentemente,
esa actitud de no cumplir la obligación deriva en consecuencias perjudiciales.
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Esas consecuencias opuestas son:
La relación del concepto de carga con el de impulso procesal radica en que el juicio
avanza también mediante cargas impuestas a las partes.
Con el solo recuerdo de las enunciadas, que son apenas las más importantes (carga de
la contestación, carga de la prueba, carga de la conclusión, carga de concurrir al
tribunal a notificarse), se percibe que la ley insta a la parte a realizar los actos, bajo la
conminación de seguir adelante en caso de omisión. La carga funciona impeliendo a
comparecer, contestar probar, concluir, asistir, bajo la amenaza de no ser escuchado y
de seguir adelante.
Pero estas amenazas no configuran un derecho del adversario. No puede hablarse, por
ejemplo, de un derecho del actor a que se falle el juicio sin la prueba del demandado.
La omisión del adversario podrá indirectamente beneficiar la condición del actor, pero
ningún derecho le otorga.
JURISPRUDENCIAS
El aforismo “no hay nulidad sin agravio” significa que la nulidad de un acto de
procedimiento sólo puede ser pronunciado cuando la formalidad omitida ha perjudicado
el ejercicio del derecho de defensa. No se perjudica el embargado debido a la omisión
de la fecha en que el embargo le es notificado. La prueba del perjuicio está a cargo del
proponente de la nulidad.
La parte que acude a la audiencia no puede quejarse de un error en la fecha del acto
de avenir que no le produjo ninguna confusión.
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Si existe alguna nulidad de forma en la apelación, no puede ser declarada por el Juez a
menos que no haya sido propuesta; además, esa nulidad se cubre si las partes
concluyen al fondo.
La regla “no hay nulidad sin agravio” no ha sido forjada por los tribunales. Es la
generalización del pensamiento del legislador cada vez que ha tenido ocasión de
manifestarlo, como lo ha hecho en la Ley sobre Representación del Estado, en la
reforma del procedimiento de embargo y en el procedimiento para la solución de los
litigios laborales.
El aforismo “no hay nulidad sin agravio” no se puede aplicar si un recurso de apelación
en materia laboral es erróneamente interpuesto en secretaría. No se trata de un vicio
de forma, sino de una actuación que, al no estar autorizada por la ley, equivale a la
inexistencia misma del recurso.
Ninguna nulidad representa el escrito de defensa depositado por la parte con la firma
de una persona que no sea abogada, pues de acuerdo al Artículo 486 del Código
Trabajo tal cosa ni ha violado derechos ni ha impedido la aplicación de la ley.
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