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Evangelizar
La primera etapa es alcanzar a las personas para Cristo. Hay grupos cuya
razón principal de ser es el evangelismo. Si es así, entonces todo el plan de
trabajo del grupo va a considerar las necesidades de los no creyentes que
asisten, y cómo presentarles mejor el evangelio.
Se hace muy tarde. En consecuencia, deciden terminar allí y, tras una oración
de despedida, se dispersan. Los no creyentes no vuelven, y nadie sabe por qué
no se comunican de nuevo.
Tome unos minutos para reflexionar sobre este ejemplo. Anote cómo se podría
cumplir mejor la meta de alcanzar a los no creyentes para Cristo en las
siguientes áreas, recordando que ellos tienen que sentirse cómodos y entender
con claridad la Palabra:
Horarios y asistencia
Contenido de la reunión
Pasaje estudiado y método utilizado
Comportamiento de los cristianos
Aplicación del pasaje
Seguimiento de la gente nueva
Discipular
Sabemos por la parábola del sembrador que no es suficiente que una persona
haga un compromiso con el Señor y se quede allí. Es una plantita nueva que
necesita mucho cuidado si va a tomar fuerza y crecer para dar fruto en su
tiempo.
Entrenar
Como en los otros casos, un grupo puede tener como meta central el
entrenamiento en el liderazgo en general o en alguna capacidad particular (por
ejemplo, un taller de dinámica de grupos pequeños, de método inductivo de
estudio bíblico, o de evangelización personal). En estos casos, las expectativas
y el contenido de las reuniones van a estar basados en la meta: preparar
líderes. Van a esperar un nivel de compromiso y madurez mayor que otros
grupos más generales, y quizás tengan un enfoque más intensivo en teoría y
técnicas.
Sin embargo, en los grupos caseros mixtos es posible encontrar miembros que
muestren condiciones de liderazgo. Es importante que los líderes del grupo
tengan metas claras de entrenamiento para esas personas, y que provean
espacios para que ellos puedan ir desarrollando sus capacidades. No basta
con designarlos para que tengan a su cargo el estudio la semana siguiente. Así
como el nuevo creyente, esta persona necesita todo un trabajo personal
paralelo, a fin de que adquiera técnicas, doctrina y, sobre todo, para que
aprenda a ser siervo de los demás, porque así son los grandes en el Reino de
Dios.
En resumen, cada grupo debe tener metas generales. Estas metas deben ser
explícitas, es decir, conocidas y acordadas por cada miembro cuando se inicia
el grupo. Pero también es bueno que cada miembro tenga metas personales.
Conviene animar a cada uno a establecer metas desde el principio. Es posible
que los líderes tengan que ayudar a algunos miembros en esto, porque pueden
saber mejor cuál es el próximo paso en la fe para uno más nuevo. También es
importante que las metas propuestas no sean demasiado generales o a muy
largo plazo. Dado que se llega a la perfección un paso por vez, entonces es
conveniente que cada uno tenga como meta el próximo paso adelante.
Estas metas necesitan ser revisadas constantemente para poder hacer los
reajustes necesarios. Cuando una es alcanzada, hay que remplazarla
inmediatamente por otra. El asunto es tener un punto hacia donde enfocar el
esfuerzo y la mirada. Si no tenemos el deseo de llegar a cierto lugar, no vamos
a tener el motivo para esforzarnos en el camino.
Contenido
Tener claridad y compromiso con respecto a las metas de un grupo nos guía en
cuanto al contenido de las reuniones. La actividad central de la mayoría de los
grupos caseros de la iglesia es un estudio bíblico. Muchos usan guías ya
preparadas, mientras otros preparan sus propios estudios. Cualquiera que sea
la metodología, deseamos maximizar el aprendizaje que lleva a un cambio de
vida.
1. «Todos a bordo»
¡No se puede viajar si toda la familia no está en el auto, cómodos y listos para
aprovechar al máximo cada momento! Tampoco debe arrancarse un estudio de
la Palabra sin asegurarse de que los miembros del grupo están interesados en
el tema.
Uno de los pasos más importantes es observar lo que dice un pasaje: ¿Qué
significan las palabras? ¿A quién está escribiendo el autor y qué quiere
comunicar a sus lectores? ¿Puedo explicar con mis propias palabras lo que
leo? ¿Qué cosas no entiendo? Yo puedo traer de mi viaje una postal con una
choza, cabritas y un árbol florido al costado. Probablemente le va a gustar a
quien la vea; sin embargo, no va a apreciar bien la escena, si no tuvo la
posibilidad de observar la cordillera nevada al fondo y el riachuelo burbujante
que pasa por delante.
3. «¿Por qué?»
Seguramente, usted ha viajado alguna vez con un niño de cuatro o cinco años
de edad. ¿Se dio cuenta de que nunca terminan de preguntar?: «¿Por qué
cortaron todos los árboles?» «¿Por qué pusieron muros de piedra alrededor de
sus pueblos?» «¿Por qué las señoras llevan esos gorros negros?» Por qué, por
qué, por qué...
Las preguntas que realizamos durante la primera parte de un estudio nos llevan
hacia una aventura de investigación. Debemos buscar en diccionarios —
comunes y bíblicos—, en mapas, en las notas al pie, en una concordancia
bíblica, etcétera. Esto nos convierte en verdaderos aventureros que van a la
zona de su interés y hacen una exploración propia, aun entre selvas y ríos.
Compare usted las fotos que estas personas traen de sus vacaciones:
mariposas brillantes y enormes, flores silvestres, pescados inmensos, con las
de alguien que fue en un «tour» guiado, limitado por horarios y destinos fijos.
4. Impacto
No basta que el que lidera el estudio decida la aplicación del día. Cada uno
debe reflexionar cuidadosamente sobre el impacto de la Palabra en su vida, y
ponerlo por obra.
5. El regreso a casa
Los vecinos y los amigos vienen entusiasmados a visitarnos: «¿Qué tal les fue
en el viaje? ¿Trajeron fotos?»