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Boragno:

Boragno Cristian Edgardo demanda a Dragoun Jorge y otros (Escuelas Milan) por la expedición de
un certificado de estudios de Tecnico Electronico que no es de utilidad para ingresar al mercado
laboral.

1° instancia: Rechaza la demanda imponiendo costas a la parte vencida.

La parte actora apela la sentencia, el recurso de apelación resulta concedido libremente.

2° instancia:

El apelante sostiene que:

 No se ha aplicado la ley 24.240.


 Ni la idoneidad probatoria de testigos
 En la sentencia se ha considerado que el actor no ha acreditado que la falta de ingreso al
mercado laboral se debió a falta de oficialidad del título
 No se han considera los informes brindados por la Dirección General de Cultura y
Educación respecto que “Escuelas Milan” no se haya inscripta como Instituto de
Capacitación terciaria ni forma parte de los institutos educativos autorizados a funcionar.

Se queja la parte demandada ya que el accionante al contestar la demanda invoca en su apelación


la ley 24.240 (de defensa del consumidor) normativa que no argumento en la demanda.

Los jueces sostienen que no hay duda acerca de que le contrato de enseñanza integra la esfera
gobernada por la ley 24.240 y sostiene que la publicidad integra el contrato. Equiparan a la
publicidad con la oferta y sostienen que la información constituye un deber elemental del
oferente, citando el art. 4 de ley 24.240:

ARTICULO 4º — Información. El proveedor está obligado a suministrar al consumidor en forma


cierta, clara y detallada todo lo relacionado con las características esenciales de los bienes y
servicios que provee, y las condiciones de su comercialización.

La información debe ser siempre gratuita para el consumidor y proporcionada en soporte físico,
con claridad necesaria que permita su comprensión. Solo se podrá suplantar la comunicación en
soporte físico si el consumidor o usuario optase de forma expresa por utilizar cualquier otro medio
alternativo de comunicación que el proveedor ponga a disposición.

La publicidad es lo que atrae al usuario potencial. La omisión de la difusión de las características de


la enseñanza impartida resulta un gran elemento para que el interesado pueda decidir si cursará
sus estudios en determinado establecimiento.
En el derecho comparado se ha orientado la idea de facilitar al consumidor la carga probatoria. Por
lo que se produce el dinamismo probatorio. La carga dinámica de la prueba resulta apropiada,
tratándose de la defensa de los derechos del consumidor, de modo que el empresario debió
cooperar en dar claridad a los hechos, por lo que sostiene que el demandado está en mejor
condiciones de probar circunstancia que están ínsitas en la normal publicidad de su oferta.

Si el educador dio por sabido que la instrucción que reparte no deriva de un titulo oficial, debe
darse crédito la prueba pertinente. Y si en definitiva se ha omitido definir el carácter de enseñanza
no oficial en la publicidad, tal omisión constituye un déficit que afecta a la oferta. Una publicidad
no literalmente falsa, pero irregular por su omisión puede perjudicar claramente a los
consumidores, causando irregulares resultados.

El titulo 1 de la ley 24.840 establece que toda persona y/o institución de propiedad privada
destinada a la enseñanza, que dicte cursos presenciales, semi o a distancia, deberá en la difusión
de sus servicios cumplir con:

a) Tratándose de establecimiento con o sin reconocimiento oficial, si los cursos dados no


cumplen con los planes y programas aprobados por el organismo educativa oficial
correspondiente, no podrán incluir la mención de títulos con igual denominación a los que
se expidieron o se expiden oficialmente.
b) Deberán asimismo, hacer constar en toda su publicidad, que el titulo que extiende no
tiene carácter oficial.
c) En caso de que no contaran con el reconocimiento oficial, deberán brinda a los
interesados información veraz en la que conste: clase de titulo que extienden, que no
habilitan a ejercer la docencia oficial o probada, entre otras cosas.

Aquí, se advierte que el certificado analítico que el alumno curso en las Escuelas Milán del 1994 a
1997, egresando de dicho establecimiento con el título de Técnico Electrónico, carece de toda
validez oficial.

La Escuela está inscripta en la Superintendencia Nacional de la Enseñanza Privada como Instituto


Privado no incorporado a la enseñanza oficial. Si la escuela daba por entendido que la enseñanza
que se impartía no era oficial, debió inexcusablemente brindar al interesado información veraz por
medio de acta notificativa.

La parte demandada sostiene que de modo informal el profesor a cargo de la clase hacía
referencias sobre la utilidad del certificado mediante testigos. Las declaraciones testimoniales no
suplen el déficit en el cumplimiento de los recaudos legales.

Rubros indemnizatorios:

a) Daño emergente: El daño debe ser cierto y no hipotético, advirtiéndose que el actor no ha
demostrado con eficacia que la falta de diploma oficial le haya restringido su acceso al
mercado de trabajo, es decir la medida de la chance frustrada.
Si bien es cierto que el título oficial auspicia mayor seguridad en el empleo, no se ha
cuestionado la calidad de la enseñanza recibida. La expresión de agravios en este aspecto
no contiene crítica concreta y razonada. De allí que no corresponde el reintegro de gastos
en matricula, cuotas, indumentaria y material bibliográfico.

b) Daño moral: Se encuentra admisible el daño moral reclamado. Se aplica en materia regida
por la ley del consumidor, aplicándose a su vez el art. 1098 en el cual se establece que los
contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe, de acuerdo con lo que
verosímilmente las partes entendieron o pudieron entender, obran con cuidado y
previsión.

Resulta evidente que en una época donde la capacitación permanente recrea la idea acerca de
mayor facilidad para obtener empleo, la creencia de obtener un diploma oficial ha generado una
expectativa en el accionante, de allí que la revelación de que no se trataba de un título oficial ha
mortificado al actor.

En consecuencia, se propone revocar la sentencia apelada, haciendo parcialmente lugar al


reclamo, prosperando el daño moral el cual se cuantifica en $3.000. Las costas de ambas instancias
se impone a la parte demandada vencida.

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