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Universidad de Buenos Aires

Facultad de Psicología

Psicoanálisis y Física Cuántica


¿Toda ciencia forcluye la verdad?

Carrera: Licenciatura en Psicología

Tesista: Julieta Yasmín Goldsmidt (LU: 37988851-0)

Tutora: Haydée Montesano (DNI: 12865250)

Buenos Aires. Argentina

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PLANTEO DEL PROBLEMA ................................................................................................. 4

MARCO TEÓRICO .............................................................................................................. 5

HIPÓTESIS ......................................................................................................................... 8

BREVÍSIMA HISTORIA DE LA FÍSICA MODERNA .................................................................. 9

ESTADO DEL ARTE ........................................................................................................... 14

OBJETIVOS ...................................................................................................................... 16

METODOLOGÍA ............................................................................................................... 17

DESARROLLO .................................................................................................................. 18

CUATRO CONCEPTOS FUNDAMENTALES ENTRE FÍSICA Y PSICOANÁLISIS .................................................. 18

Energía .............................................................................................................................. 18

Materia ............................................................................................................................. 22

Tiempo............................................................................................................................... 26

El principio de incertidumbre ............................................................................................ 28

TRES IMPOSIBLES CONTEMPORÁNEOS............................................................................................. 29

PSICOANÁLISIS Y CIENCIA: UNA ARTICULACIÓN POSIBLE ..................................................................... 31

CONCLUSIÓN .................................................................................................................. 34

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS........................................................................................ 35

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Agradecimientos

A mi tutora, Haydée Montesano, por haberme inspirado a la realización de este trabajo y


respondido ante todos los obstáculos presentados.

A Norma Glaubach y su hijo José Edelstein, quienes han colaborado en esta


investigación, incluyéndome en sus presentaciones y respondiendo mis preguntas.

A los docentes de “Psicoanálisis Freud I” y los miembros de la institución “Apertura del


Psicoanálisis Por Venir”, ya que, siendo organizaciones radicalmente diferentes, me han
aportado desde sus posiciones la oportunidad de abordar una exploración conceptual no
dogmática, habilitando la multiplicidad de voces.

A los miembros del grupo de Facebook “Psicoanálisis y Matemática”, que ofrecieron su


ayuda en la búsqueda de referentes asociados al tema propuesto.

A Verónica Converti, quien colaboró en los análisis de interpretación de los textos en su


idioma original.

A mi madre por contagiarme la pasión por el psicoanálisis y creer en mí cada día.

A mi padre por su amor, tolerancia y apoyo frente a mis excentricidades cotidianas.

A mis amados abuelos, por su inmenso cariño y sus historias inspiradoras.

A mis amigos y compañeros de vida que siempre me apoyaron en cada decisión.

A esos docentes y escritores que cambiaron mi manera de ver el mundo de un modo


afortunadamente irreversible y, gracias a ellos, puedo no ser quien no soy.

3
Planteo del problema

La vertiginosa alteración social, cultural y tecnológica de la época invita a


reflexionar cuál es la posición y el futuro del psicoanálisis en el siglo XXI. Los
cambios de paradigma respecto de la salud mental atraviesan las instituciones y la
distribución del poder político de un modo dinámico y extensivo. En el caso de
Francia se ha intentado promover una ley que prohíba el ejercicio del psicoanálisis
en casos de autismo, así como el fin de su financiamiento. (Le Point, 2016). A su
vez, la práctica analítica ha sido definida en The Guardian como un ejercicio
“anticuado” e “ineficiente” ya erradicado en gran parte del mundo, que retrasaría a
aquel Estado que lo incluya en sus políticas gubernamentales (Chrisafis, 2018).
Si el psicoanálisis es ubicado como ajeno a lo científico, tanto para los
organismos de Salud Mental como para los analistas mismos, ¿cómo puede
subsistir a las exigencias sociales e institucionales que demandan soportes
científicos y tratamientos de corto plazo? Frente a esta problemática, resulta
indispensable investigar cuáles son las diferentes posturas del psicoanálisis de
orientación lacaniana respecto de las ciencias y qué efectos producen en sus
teorizaciones.
No obstante esta propuesta exhibe otra dificultad: efectuar una lectura de
ciencia y psicoanálisis, a partir de la obra de Lacan, resulta aparentemente
inaccesible. No sólo estos términos han sido definidos de diversos modos a lo largo
de su obra, sino que cada una de esas variaciones han sido traducidas e
interpretadas desde articulaciones radicalmente disímiles en las numerosas
instituciones psicoanalíticas. ¿Cómo recortar un concepto cuando su polisemia
aparenta portar infinitos significados?

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Marco teórico

“La Ciencia y La Verdad", resulta un texto fundamental para abordar este


problema de investigación, dado que se presenta como articulador entre ciencia y
psicoanálisis mediante el concepto de sujeto, como se podrá apreciar a
continuación.
Allí Lacan presenta la noción de sujeto a partir de la “división entre el saber y
la verdad (…) que da a entender que no es de una distinción de origen de donde
debe provenir la división en que esos dos términos vienen a converger” (1965,
p.835).
Esta demarcación conceptual implica la articulación de las nociones de
verdad y saber en el campo del lenguaje, así como el dilema que concierne al origen
en “sí mismo”. La verdad es presentada por Lacan como causa y efecto: a) Como
causa material significante que determina al sujeto mediante una legalidad
simbólica; y b) como efecto de un saber agujereado e incompleto. Es decir, la falta
de saber se vincula a la falta estructural del sujeto que constituye su verdad como
causa y lo produce como dividido (1965).
Si bien el significante es causa, no lo es de sí mismo, ya que “el significante
en cuanto tal no significa nada” (Lacan, 1956, p. 261). Tampoco remite a un origen
como causa “primera”, dado que su posición en relación a otros significantes es lo
que establece su valor. Este tipo de conceptualización, posiblemente anti-intuitiva y
compleja, indica una causalidad no lineal que orienta a la pregunta por el origen y la
temporalidad, tanto en psicoanálisis como en ciencia.
Tal como lo plantea Lacan en el Seminario XIII (1965), en las clases I, II y III,
la división del sujeto se sitúa a partir de la teorización de Descartes en El Discurso
del Método (1643). Allí se destaca el “Je pense donc je suis” [Pienso, y por lo tanto
soy] (Lacan, p.8) como un momento históricamente delimitado que se caracteriza
por haber alterado la estructuración del saber como verdadero. Anteriormente,
verdad y saber se presentaban como indistinguibles. A partir del cogito cartesiano
que propuso un saber incompleto, y junto a Galileo quien promovió su formalización,
se produjo una división entre el saber y la verdad, produciéndose “una radical
modificación en nuestra posición de sujeto” (Lacan, 1965, p.3).
Mientras el cogito produce al Sujeto como dividido, a su vez “por la vía de la
física, funda La Ciencia en el sentido moderno y absoluto” (Lacan, 1965, p.3). Esa

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articulación resulta paradojal ya que ese mismo modelo científico intenta suturar
dicha escisión del sujeto. Por lo tanto Lacan afirma: “el sujeto en cuestión sigue
siendo el correlato de la ciencia, pero un correlato antinómico, puesto que la ciencia
se muestra definida por el no éxito del esfuerzo para suturarlo (1965, p.840).
A su vez ilustra: “el Sujeto sobre el que operamos en psicoanálisis no puede
ser sino el Sujeto de la Ciencia” (Lacan, 1965, p.837). Es decir, aquel sujeto
escindido que intentaría ser suturado por La Ciencia Moderna, coincide con aquel
que en un análisis debería advenir. Esto se debe a que en un espacio analítico se
pregunta por la verdad como causa, aquello que La Ciencia forcluye o rechaza de su
universo simbólico.
Si bien esta conceptualización resulta de gran aporte para reflexionar sobre
las prácticas científicas y sus efectos en la actualidad, puede ocasionar cierta
confusión. Es preciso preguntarse: cuando Lacan menciona a “La Ciencia en el
sentido moderno y absoluto”, ¿la ubica como un conjunto cerrado y universal o
refiere a una versión posible de ciencia histórica y socialmente delimitada? ¿Acaso
toda ciencia forcluye la verdad?
Tanto la organización de las ciencias como la que concierne al psicoanálisis
no depende de la naturaleza sino del orden simbólico (Lacan, 1967). Esta reflexión
permite que la articulación entre ambos términos pueda abordarse desde diferentes
unidades de análisis: los discursos, la noción de campo, la topología, y la lógica de
conjuntos. Si bien las primeras dos no se tomarán en consideración por limitaciones
de presentación, debe destacarse que analizar esta temática desde la noción de
campo o discurso evidencia la posibilidad de situar más de un psicoanálisis y más de
una ciencia.
Este razonamiento puede asociarse a lo conceptualizado por Murillo en La
investigación en psicoanálisis y las versiones de la ciencia (2012). Allí se plantean
dos modos posibles de vincular ciencia y psicoanálisis: desde una lógica de
conjunto cerrado, el psicoanálisis puede concebir a La Ciencia como universal,
admitiendo una delimitación precisa entre lo científico y lo no-científico. Este
conjunto “todo científico” se fundaría a partir de su excepción, la cual sería asignada
al lugar del psicoanálisis, nombrándose como “toda no-científica”. Por el contrario,
mediante una lógica de conjunto abierto, se propondría “la inexistencia del
universal de La Ciencia” (p.137), ignorando la excepción y habilitando al
psicoanálisis como “no-todo científico”.

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Esta propuesta puede articularse con las categorías lógico-formales
planteadas por Lewkowicz. Un universo considerado como completo se
caracterizaría moralmente por una lógica binaria aristotélica A / -A. Cuando no se
admitiera una tercera opción posible y se la rotulara bajo esta dualidad; es decir,
como A o –A, esto constituiría lo que se denomina un particularismo (1998). Por lo
tanto ubicar al psicoanálisis como científico o no científico incidiría en una
consistencia de La Ciencia como conjunto cerrado, ignorando aquello que podría
exceder a esas dos posibilidades lógicas. Por otra parte, analizar lⱥ ciencia como un
conjunto abierto, implicaría el acontecimiento de una paradoja o inconsistencia que
pudiera exceder la lógica “científico/ no científico”, relativizando la noción de
exterior/interior y perteneciente/ajeno. Esta posición podría enlazarse a la noción de
acto ético, definido por Lewkowicz, como aquel que produce existencia a partir del
momento en que un universo moral colapsa (1998).
Por otra parte, desde una perspectiva topológica es posible introducir el
concepto de extimidad, descripto por Lacan, en Seminario XVI (1969), cuando
indica: "lo más íntimo justamente es lo que estoy constreñido a no poder reconocer
más que fuera” (p.246). De este modo, psicoanálisis y ciencia pueden estar
íntimamente relacionados sin dejar de compartir una singular extrañeza. Esta lógica
permite interrogar la visión ontológica y cerrada de los campos que se intentan
vincular, presentado la relación “Psicoanálisis <> Ciencia” (Eidelsztein, 2017), donde
el operador “<>” o “losange” implicaría la posibilidad de una relación inclusiva y
excluyente a la vez. Este símbolo ha sido presentado por Lacan en su
conceptualización sobre el fantasma, en la Clase I del Seminario XIV (1966).

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Hipótesis

En resumen, se presentan los siguientes supuestos:


a) Existen, al menos, dos modos de articular ciencia y psicoanálisis:

La Ciencia como conjunto cerrado Lⱥ ciencia como conjunto abierto

Hay Universal de La Ciencia: sólo una No hay Universal de La Ciencia


versión posible
La Ciencia no existe, sino sus versiones

Lógica binaria aristotélica “A / - A”: Paradoja


Científico/ No científico
Inconsistencia lógica
Particularismo
Acto ético

El psicoanálisis es la excepción que funda El psicoanálisis es no-todo científico.


el conjunto de lo científico:
Lⱥ ciencia (no toda) forcluye la verdad
Psicoanálisis todo no-científico y externo a
la ciencia

b) Psicoanálisis <> Ciencia: El psicoanálisis posee una relación de extimidad


con lⱥ ciencia, que anula la posibilidad de pensar el campo analítico como
únicamente externo o interno a un conjunto científico.
Por lo tanto, la hipótesis de la investigación se formaliza del siguiente modo:

Una lectura ética o moral de los conceptos psicoanalíticos dependerá del


modelo de ciencia con el que se dialogue y de la posición en la que se ubique
al psicoanálisis: sea respecto de La Ciencia como conjunto cerrado o en
relación a lⱥ ciencia como conjunto abierto.

Para sostener argumentalmente esta articulación, se propondrá utilizar


algunas teorizaciones de la física cuántica, que puedan oficiar como analizadores
conceptuales.

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Brevísima historia de la física moderna

Tal como afirman Hawking y Mlodinow, las teorías no son independientes del
concepto de realidad. Desde esta postura, el físico plantea la realidad como
dependiente del modelo, en el cual ninguna de ellas se presenta más “real” que otra,
sino que cada una pertenece a modelos diferentes por los cuales es posible
interpretar el mundo (2010).

El realismo dependiente del modelo se aplica no sólo a los modelos


científicos, sino también a los modelos mentales conscientes o
subconscientes que todos creamos para interpretar y comprender el mundo
cotidiano. No hay manera de eliminar el observador -nosotros- de nuestra
percepción del mundo. (Hawking & Mlodinow, 2010, p.55)

Por lo tanto, resulta necesario presentar una breve síntesis de aquellos


cambios que se produjeron en los modelos físicos, para comprender como la noción
de realidad se ha modificado a lo largo de la historia.
Según la ciencia clásica existe un mundo externo que posee propiedades
precisas e independientes del observador que las percibe, lo cual implica que sus
objetos poseen valores definidos de velocidad y masa. (Hawking & Mlodinow, 2005)
Mediante las leyes de Newton, comenzó a gestarse la idea de que no existía
un reposo absoluto, dado que un cuerpo A podría estar en reposo mientras un
cuerpo B se mueve a velocidad constante respecto a A. Pero, del mismo modo,
podría afirmarse que el cuerpo B es aquel que está en reposo mientras que A se
encuentra en movimiento. (Hawking & Mlodinow, 2005)

A Newton le inquietaba esta falta de posición absoluta, o de un espacio


absoluto, porque no se correspondía con su idea de un Dios absoluto. De
hecho, rehusó aceptar la inexistencia de un espacio absoluto, aunque ello
estaba implícito en sus leyes. (Hawking & Mlodinow, 2005, p.34)

A diferencia del espacio, desde el paradigma newtoniano, aún se sostenía el


tiempo como absoluto. Es decir, se afirmaba que era posible medir intervalos
temporales y que éstos siempre coincidirían en su medición, independientemente de
quien la ejecutara (Hawking & Mlodinow, 2005).

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No obstante, durante el siglo XX, se produjo un cambio respecto del modo en
que se concebía el tiempo y el espacio. Comenzó a considerarse al observador en la
medición y, a su vez, se desarrolló la idea de un tiempo y espacio dependientes
entre sí, produciéndose la noción de espacio-tiempo. (Penrose, 2004)
Uno de los más importantes aportes al cambio de paradigma inició a partir de
Maxwell. En 1865, planteó ecuaciones que describirían ciertas perturbaciones
ondulatorias que viajarían a una velocidad fija, como en el caso de la luz. Esta
teorización no resultaba compatible con lo planteado por Newton dado que al no
haber reposo absoluto no debería existir una fijeza en la velocidad de la luz.
Una posible solución ante este obstáculo surgió mediante la propuesta de una
sustancia llamada éter, por donde la luz viajaría, así como lo hacen las ondas de
sonido mediante el aire. Si esto se produjera, velocidad de la luz debería medirse
respecto del éter, lo que explicaría que diferentes observadores perciban la luz
acercándose a velocidades disimiles, manteniéndose la fijeza únicamente respecto
del éter (Hawking & Mlodinow, 2005).
A pesar de esta propuesta, Einstein planteó que no era necesaria la
existencia del éter, mientras que los físicos sean capaces de resignar la idea del
tiempo absoluto. De este modo, en el año 1905 se presentó la Teoría de la
Relatividad Especial. Ésta afirma que las leyes físicas son las mismas para todos los
observadores, independientemente de su velocidad. Esto implica que el observador,
libremente en movimiento, debería medir el mismo valor de velocidad de la luz, más
allá de su acercamiento o alejamiento respecto del objeto. Por lo tanto, la teoría de
la relatividad derrumbó la idea de un tiempo absoluto. Es decir, cada observador
tendría una medida de tiempo diferente respecto del otro. Como afirma Hawking
(2005): “La teoría de la relatividad nos obliga a cambiar fundamentalmente nuestras
ideas de espacio y tiempo” (p.49)
Otro aporte trascendental de la relatividad propuesta por Einstein consistió en
la equivalencia entre masa y energía, distinguida en la ecuación: “E=mc2”, donde la
energía (E) es igual a la masa (m) por la velocidad de la luz al cuadrado (c2). Esta
fórmula implica que “la dificultad para mover un objeto es proporcional a la energía
que este alberga” (Edelstein & Gomberoff, 2017, p.81). Dado que la constante
universal de la velocidad de la luz representa un número de una gran inmensidad, de
un minúsculo fragmento de materia podría hallarse una gran cantidad de energía.
(Edelstein & Gomberoff, 2017).

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Esta reflexión conllevó una pregunta que modificaría el modo en el que se
comprende el universo: “[…] ¿será que la masa de todas las cosas no es más que la
energía almacenada en su estructura microscópica? (Edelstein & Gomberoff, 2017,
p.84).
La masa de la materia se compone, mayormente, por las partículas de los
núcleos atómicos denominadas protones y neutrones, que a su vez, se constituyen
por partículas llamadas quarks. Dado que la masa atómica proviene, en un 99%, de
la energía cinética de los quarks y sus interacciones, la separación diferenciación e
independencia entre masa y energía comienza a relativizarse. (Edelstein &
Gomberoff, 2017)
Por otra parte, La teoría de la Relatividad General, desarrollada por Einstein
entre 1907 y 1915, propone la noción de gravedad como efecto de un espacio-
tiempo no plano sino curvo, afectado por el movimiento de cuerpos o fuerzas, pero al
mismo tiempo incidiendo en éstos por su propia estructura (Hawking & Mlodinow,
2005).
Estas proposiciones condujeron a situar que en algún momento anterior, la
distancia entre las galaxias debiera haber sido nula, de modo tal que el universo se
habría concentrado en un único punto equiparable al de una esfera de radio cero.
Este instante, se lo denominó Big Bang y científicamente, sólo puede conocerse
aquello que ocurrió a partir de tal acontecimiento. Los eventos ocurridos previamente
no tienen relación alguna con lo sucedido luego del estallido. “Así pues, si incluso
antes del Big Bang hubiera habido algo, no lo podríamos utilizar para determinar lo
que podría ocurrir después, porque la predictibilidad se hubiera roto en la gran
explosión” (Hawking & Mlodinow, 2005, p.93).
Paralelamente a estos avances, se encontraba desarrollando una teoría que
cambiaría trascendentalmente la noción de realidad: la mecánica cuántica. Mientras
la teoría general de la relatividad describe la gravedad y la estructura del universo a
escalas de hasta billones de kilómetros, la mecánica cuántica estudia a escalas de
una billonésima de milímetro (Hawking & Mlodinow, 2005).
Durante siglos, en el campo de la física se había presentado un debate
acerca de la naturaleza de la luz y en el que se hallaban dos posiciones. La primera
consistía en concebir a la luz como una onda. Por el contrario, desde la otra
perspectiva se planteaba la radiación electromagnética como una partícula. La
mecánica cuántica demostró que ninguna de las posturas resultaba totalmente

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acertada, ya que la luz portaría una doble naturaleza: como partícula y como onda
(Hawking & Mlodinow, 2010).
Louis de Broglie (1924) expandió esta proposición más allá de la luz,
aplicándola a todo objeto del universo, incluyendo a aquellos que portaban masa.
Esta hipótesis fue criticada porque se justificaba que la materia no se comportaba
como una onda. Pero posteriormente se demostró que efectivamente existía la onda
de materia.
En el año 1925, Erwin Schrödinger recuperó y mejoró el antecedente de
Broglie, asignando una función de onda a cada objeto cuántico que se describiría
bajo la llamada ecuación de Schrödinger, representada por la letra griega “Ψ” (psi).
Esto llevó a diferenciar el macro-mundo del micro-mundo. Hasta el momento se
planteaba que cada objeto portaba una única posición y velocidad. Asimismo, la
física clásica se basó en un determinismo que consistía en un futuro predecible en el
que sólo bastaba tener la información del presente para describir un movimiento
posterior y donde condiciones iguales deberían llevar a los mismos resultados. En
cambio, la mecánica cuántica, a partir del principio de superposición cuántica,
propone que un objeto no observado podría existir en todos sus estados posibles al
mismo tiempo. Es decir, una partícula que no está siendo observada podría tener
diferentes velocidades y posiciones a la vez. Esto implica que las mismas
condiciones pueden llevar a resultados distintos, irrumpiendo con el determinismo
clásico.
En 1927, Werner Heisenberg introdujo el principio de incertidumbre, el cual
consiste en la existencia de pares de propiedades que no pueden ser
simultáneamente conocidos. El caso que obtuvo más relevancia fue el de la posición
y el ímpetu, que equivale a la masa por la velocidad. A mayor precisión de la
posición que una partícula posee, se genera una menor información sobre su ímpetu
y viceversa. Del mismo modo ocurre con la energía y el tiempo, dado que a mayor
certeza sobre la energía que puede portar un fotón, se correspondería a una menor
certeza del tiempo en el que ese fotón pasó por el instrumento de medición.
Este principio suele ser confundido con el efecto observador, el cual enuncia
que si un sistema es observado, este irremediablemente se altera. Resulta
fundamental diferenciar los efectos de la observación, el error humano y el error de
medición de aquello que podría denominarse una imposibilidad de medición. El
principio de incertidumbre lejos está de definirse como una imprecisión instrumental

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o una mera intromisión del observador que modifique una cierta variable; sino que
destaca un límite radical e irreductible de la ciencia para abordar desde su lenguaje
una totalidad del objeto que se desea estudiar. Es decir, se presenta una
imposibilidad lógica que excede la imposibilidad empírica.
Esta noción marca un antes y un después en el modo de concebir la realidad.
Tal como lo sitúa Roger Penrose en El camino a la realidad (2004):

[…] Hoy miramos en retrospectiva desde nuestro punto de vista de la


ciencia moderna y decimos adoptar una posición más moderada. Más que
intentar responder a la pregunta “¿Qué?, la mayoría de los científicos
modernos trataran de evitarla. Intentarán argumentar que la pregunta ha
sido mal planteada: no deberíamos preguntar qué es la realidad, sino
meramente cómo se comporta. (p.1375)

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Estado del arte

¿Cómo concibe el psicoanálisis el campo de las ciencias? Frente a esta pregunta


se presentan actualmente diversas interpretaciones sobre la obra de Lacan y la Física
Teórica.
Alfredo Eidelsztein (2014) propone rechazar afirmaciones esencialistas que
indiquen si el psicoanálisis “es” o “no es” científico, dado que no existe un modo único
de definir “qué es ciencia y qué es psicoanálisis”. Por lo cual, la pregunta pertinente se
constituiría en relación a cuál es el modelo de ciencia que se sostiene en psicoanálisis.
Según la perspectiva del autor, la comunidad de analistas suele ubicar a la ciencia como
disciplina empírica que observa de una manera neutral porciones estáticas de materia
en un tiempo y espacio infinitos. Esto se debería a la ignorancia o desestima del modelo
físico moderno, dado el “prejuicio hegemónico” que rige entre los psicoanalistas.
Asimismo, Roberto Mazzuca (2001), plantea que los efectos de sujeto no sólo se
exhiben en los límites lógicos y matemáticos sino también en la física cuántica mediante
la indeterminación de los acontecimientos y su carácter irreversible. A diferencia de
Eidelsztein, considera que Lacan concebía a la ciencia a partir de un modelo epistémico
clásico, más asociado a la Física Newtoniana que a la Física Moderna, porque la situaba
desde el lugar del saber universal, inmutable y reversible. Esta oposición entre
psicoanálisis y ciencia estaría planteada en tres tesis que interpreta el autor sobre la
obra de Lacan: “a) la ciencia forcluye el sujeto, b) el sujeto de la ciencia es el mismo que
el sujeto del psicoanálisis y c) la ciencia es una variante del discurso de la histeria.” (p. 2)
Por lo tanto el autor propone que “los discípulos y herederos de la enseñanza de Lacan
podrían comenzar a revisar la distinción radical que éste establecía entre ciencia y
psicoanálisis” (p. 2)
Desde otra perspectiva, Federico Fresneda (2016), aclara que Lacan advirtió
sucesivas veces acerca del riesgo de reinterpretar su obra bajo el modelo científico de la
Física Clásica. Incluso plantea que la Física Moderna se puede vincular al psicoanálisis
mediante el concepto de realidad, tiempo, causa y materia. Por lo que propone: “Dado el
presente del lacanismo, que se sostiene en paradigmas clásicos, la incorporación de
esta visión novedosa y anti-intuitiva podría ser una manera de combatir lo que Lacan
llamó la resistencia teórica al psicoanálisis”. (p.1)
Por otra parte, se puede ubicar un grupo de psicoanalistas que sitúan ciertos
aportes de la física cuántica de un modo diferente. Miquel Bassols, en una entrevista

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realizada para el diario El País comentó: “alguien tan decididamente ateo como parece
ser Stephen Hawking y puedo indicarle párrafos en los que el buen Dios, ya sea el de
Newton o el de Einstein, se sigue colando inevitablemente por algunos agujeros de su
universo”. A su vez, Antonio Aguirre Fuentes ubica las conceptualizaciones de Stephen
Hawking como propias del cognitivismo, expulsando toda cuestión y toda elección,
afirmándose en la modalidad del tercero impersonal y borrando la responsabilidad
subjetiva a partir de modelos probabilísticos. A su vez afirma: “La teoría unificada para
Hawking toma la forma de una esfera sin comienzo ni final, y por tanto sin creador, es el
proyecto de un fantasma sin fisura, del tapón que rellena definitivamente el agujero”.
Según este autor, a pesar del rechazo a lo subjetivo, algo retornaría en la pregunta por
el origen que se realizan los físicos constantemente. (2011)
Isidoro Vegh, por su parte, afirma que a excepción de los aportes de la Física
Moderna, que destaca la implicancia del investigador, la ciencia continua dejando por
fuera al sujeto. (2016)
Desde otra postura, Silvia Amigo (2006) propone que aquello que forcluye al
sujeto no es la ciencia, sino “la ilusión totalizante del Discurso de la ciencia” (p.5). No
discernir la diferencia entre lo científico de aquello que se enmascara a partir de un
Discurso podría generar consecuencias fatales: “si el psicoanalista continuara dando la
espalda a un debate franco y abierto con la ciencia, correría el riesgo de contribuir a
borrar de la faz de la tierra un discurso (el analítico) cuya eficacia no conoce par.
Porque, de no asistir a ese debate, se impondrá (…) la fascinación del Discurso de la
ciencia” (p.6).
Por otra parte, se han presentado diversos encuentros en la ciudad de Buenos
Aires, en los cuales se ha propuesto asociar el psicoanálisis con la Física Cuántica.
Entre ellas se puede ubicar los eventos que han aportado a esta investigación:
 Nada fascinante. Encuentro entre la Física Cuántica y el Psicoanálisis
(2016), coordinado por Norma Glaubach
 Primer Seminario Internacional “Ciencia <> Psicoanálisis” (2017), a cargo
de Alfredo Eidelsztein.

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Objetivos

Objetivo general

Analizar y de-construir algunos aportes de la física moderna que operen como puente
ético-conceptual entre ciencia y psicoanálisis, a fin de clarificar y debatir acerca de su
pertinencia en el siglo XXI.

Objetivos específicos

1. Ubicar cuatro conceptos fundamentales en física y psicoanálisis: energía, materia,


tiempo e incertidumbre.

a. Distinguir las nociones de energía propuestas por Freud y Lacan,


mediante:

i. Lo económico en Freud respecto de los conceptos de entropía


y energía no ligada.

ii. La noción de energía de Feynman utilizada por Lacan.

b. Desarrollar el concepto de materia vinculada a la insubstancialidad


lacaniana.

c. Identificar las diferentes temporalidades en psicoanálisis para interrogar la


noción “origen” y su congruencia en dicho campo.

d. Establecer las similitudes existentes entre lo real de Lacan y el principio de


incertidumbre planteado por Werner Heisenberg.

2. Articular ciencia y psicoanálisis a partir de tres imposibles contemporáneos:

a. Lo imposible de medir en el campo de la física


b. Lo imposible de curar en el campo del psicoanálisis
c. Lo imposible de objetivar en el campo de las ciencias.

3. A partir de las asociaciones establecidas, analizar el dilema ético que circunscribe


el futuro del psicoanálisis y su posición respecto del paradigma científico de la
época.

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Metodología

La presente investigación consiste en la lectura analítica de conceptos teóricos


desarrollados en publicaciones de revistas, libros, conferencias y congresos, lo que
indica su carácter cualitativo, exploratorio y descriptivo. Dado que su objeto de estudio
resulta de la articulación entre ciencia y psicoanálisis a partir de conceptos físicos, dicho
proceso comparativo se despliega a partir de la problematización del método científico
en sí mismo.
El conflicto central en esta investigación se circunscribe a partir de aquello que se
presenta como imposible en el abordaje de un concepto. Esto se debe a que “no sólo
hay concepto allí donde un cartel señala “¡Atención! ¡Concepto!”. El Concepto circula por
todas partes en el texto” (Miller, 2012, p.17). Si bien, éste por sí sólo no existe, sino que
se vincula a otros (2012), no es equivalente a afirmar que un significante por sí solo no
significa nada, dado que ambos términos no resultan equivalentes. “A partir de la ciencia
moderna, no todo es significante, hay concepto” (Eidelsztein, 2017, p.63). A partir de la
carencia de consistencia del significante, se requeriría de un soporte conceptual que le
otorgue firmeza (2017). Mas ¿hasta qué punto la consistencia conceptual esquiva el
equívoco inherente al lenguaje?
Frente a este dilema epistemológico, la analogía puede oficiar como recurso
asociativo entre ciencia-psicoanálisis, mediante la recolección de conceptos
pertenecientes al campo de la física. Tal como lo exhibe el músico y físico Stephon
Alexander en El Jazz de la Física (2017):

Junto con las matemáticas, he aprendido que una de las herramientas más
poderosas a la hora de develar los secretos de las ciencias teóricas consiste en
simplificar el sistema y tomar prestada una analogía de una disciplina que a primera
vista no parece guardar ninguna relación. En los límites de estas analogías, donde
se requiere más investigación, es donde encontramos nuevas vías de
descubrimiento. (p.20)

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Desarrollo

Cuatro conceptos fundamentales entre física y psicoanálisis

Energía
Lo energético en Freud es mencionado desde los inicios de su obra. En “Proyecto
de psicología para neurólogos” (1895) parte del principio de Le Chatelier, el cual consiste
en que, si se produce una alteración sobre un sistema en equilibrio, éste realizaría los
procesos necesarios para cancelar parcialmente tal perturbación a fin de recuperar dicho
estado. (Castellan, A. ., Costas . Rodríguez F., 1998)
Esta teoría fisicoquímica le permitió postular el Principio de Constancia, según el
cual el aparato psíquico posee una tendencia a mantener la menor cantidad de
excitación posible (Q), con el objeto de que ésta permanezca constante. Esto se
obtendría a través del Principio de Inercia Neuronal, basada en la hipótesis de que todo
exceso de energía en el sistema neuronal es percibido como displacentero, por lo que se
requeriría de una de descarga de energía ya existente, o bien una evitación de aquello
que pudiese aumentar esa Q, estableciendo una defensa contra dicho aumento. (Freud,
1895).
Debido a que el displacer está asociado al aumento de Q, y el placer a su
disminución, esta teorización deriva en aquello que definiría como Principio de Placer, ya
que consiste en evitar el displacer y obtener placer a partir de la actividad psíquica.
Posteriormente Freud planteó en Formulaciones sobre los dos principios del acontecer
psíquico (1911) al Principio de Realidad, el cual operaría sobre el Principio de Placer
como regulador frente a la búsqueda de satisfacción. Económicamente, consiste en una
mutación de energía libre a energía ligada, a partir de “rodeos” y postergando el objetivo
de acuerdo a las exigencias del mundo exterior. Está noción de ligadura energética es
una base fundamental para lo que posteriormente se desarrollará respecto al concepto
de pulsión, ya que el aparato psíquico recibe excitaciones de origen externo o interno, y
estas últimas se elaborarán a partir de lo pulsional.
En Pulsiones y sus destinos (1915), Freud define a la pulsión o “Trieb” como un
concepto fronterizo entre lo psíquico y lo somático. Desde el enfoque económico, la
pulsión puede considerarse como un sustrato de transformaciones energéticas respecto
de una serie de elementos: a) una fuente, como aquella parte del cuerpo donde surge la

18
excitación, b) una meta que siempre es la satisfacción y c) un objeto de carácter variable
mediante el cual la pulsión alcanza su meta parcialmente.
En cuanto al cuarto elemento de la pulsión, éste se lo denomina esfuerzo (Drang)
y constituye el factor motor o móvil de la pulsión efectuada por un empuje constante.
Está noción se asocia con la distinción entre representación y quantum de afecto o suma
de excitación que Freud plantea en La Represión (1915). Allí introduce a la pulsión a
partir de dos componentes: el monto de afecto y la representación “representante” de la
pulsión. Por lo tanto, lo que se ha desarrollado como ligadura energética, constituirá a la
energía implicada en una representación y lo hará mediante una “exigencia de trabajo”
nominada Trieb, que, mediante un proceso económico, habilita el carácter dinámico de
la pulsión.
Al resultar insuficiente el principio de constancia como respuesta frente a los
fenómenos clínicos, Freud apeló a la termodinámica propia de su época. La primera Ley
de la Termodinámica postula que la energía total del universo se mantiene constante, a
pesar de sus diversas transformaciones posibles. (Castellán, A. B., Costas B. &
Rodríguez F., 1998). Esto es solidario con el principio de constancia. Pero, si bien, la
energía se mantiene constante, está afectada por la entropía. Esto último constituye la
segunda Ley de la Termodinámica que le permitiría a Freud conceptualizar la pulsión de
muerte o Tánatos.
En De la Historia de una Neurosis Infantil (1918), Freud comenta:

Uno hace el desagradable descubrimiento de que en circunstancias aparentemente


iguales no puede deshacer en ellas unas alteraciones que en otras personas fue
posible dominar con facilidad. Por tanto, también en las trasposiciones entre
procesos psíquicos cabe considerar el concepto de una entropía. (p.105)

En termodinámica, la entropía es la magnitud que representa la energía que no


puede utilizarse para producir trabajo. A mayor entropía en un sistema, menor su
disponibilidad de energía y mayor desorden. Esto se puede ejemplificar con un reloj de
arena: si en la parte superior posee arena, el sistema presenta una mínima entropía y
una máxima disponibilidad de energía. Cuando la arena cae hacia el sector inferior del
reloj, se libera energía, aumentando el nivel de entropía y la energía disponible sería
mínima, ya que, a menos que se gire nuevamente el reloj, el proceso resultaría
irreversible. (Córdova, 2012)

19
Sirviéndose de este soporte teórico, Freud (1920) introduce el concepto de
pulsión de muerte. Este último representa la tendencia del ser viviente a retornar al
estado inorgánico e inanimado del que surgió, mediante la reducción de las tensiones y
prevaleciendo la destrucción de lo vivo. Se presenta como un caso particular del
Principio de Nirvana que se define como la tendencia de un sistema a reducir a cero su
quantum de energía.
A partir del desarrollo freudiano, Lacan, en el Seminario XI, se pregunta:
¿Pertenece la pulsión al registro de lo orgánico? ¿Es así como hay que interpretar el
texto de Freud que forma parte de Más allá del principio de placer y que dice que la
pulsión, el Trieb, representa die Äusserung der Trägheit, cierta manifestación de la
inercia en la vida orgánica? (1964, p.169)
Por similares que pueden parecer ambos interrogantes, existe una diferencia sutil
pero radical. La primera pregunta refiere al modo en que Lacan cuestionaría el
organicismo a la hora de conceptualizar la pulsión. En cambio, en la segunda pregunta,
se está cuestionando si debe interpretarse a Freud desde ese paradigma cuestionado
por él. Así mismo, su modo de responder continúa generando una cierta dificultad para
ubicar su posición “No sólo creo que no es así, sino también que un análisis detenido de
la elaboración que hace Freud de la noción de pulsión demuestra lo contrario”. (1964,
p.169)
Por lo tanto, ¿Lacan interpela a Freud en cuanto a su energética o bien a sus
lectores? En el Seminario IV, Clase II, remarca:

La materia, la Staff primitiva, ejerce tal fascinación sobre el espíritu médico que,
cuando afirman de forma totalmente gratuita que nosotros, como los demás
médicos, ponemos una realidad orgánica en el fundamento de lo que se
produce en el análisis, creen estar diciendo algo importante. Freud también lo
dijo, sólo que hay que ver dónde lo dijo y qué función cumple. Él da a esta
realidad un alcance muy distinto. En los analistas, la referencia al fundamento
orgánico responde tan sólo a una especie de necesidad de seguridad que les
lleva a entonar una y otra vez esa cantinela en sus textos, como quien toca
madera […] (Lacan, 1956, p.34)

Del mismo modo, párrafos siguientes enuncia: “Es una especie de secuela del
postulado llamado organicista, que no puede tener literalmente ningún sentido en la

20
perspectiva analítica. Les mostraré que ahí donde aparentemente Freud se sirve de ella,
no tiene ya ningún sentido de este orden”. (1956, p.35)

Tras estas líneas es posible situar una crítica al materialismo en el que Freud se
posicionó, pero con un cierto recaudo. Como sitúa Martin Krymkiewicz (2015), si bien
Lacan presenta un modelo energético diferente y crítico al freudiano, esa misma
distinción se encuentra fundada a partir de aquel, mediante el retorno a Freud, lejos de
ser una simple reproducción o traducción, sino una lectura particular de su obra, que
problematiza.
Ahora bien, ¿Cuál es la energética que introduce Lacan? Su introducción puede
hallarse en el Seminario IV, clases II y III (1956). Allí plantea una situación hipotética en
la que un empleado de una central eléctrica hidráulica imagina la abundancia que el río
portaba cuando la maquinaria no estaba aún instalada. El punto central de este ejemplo
radica en que el error que comete el encargado es desconocer que la energía toma valor
como tal en el momento en el que se la acumula y no antes. Esto no implica que
anteriormente a la central hidroeléctrica no hubiera energía, sino que: “La energía sólo
empieza a contar en cuanto la medimos. Y ni siquiera puede pensarse en contarla antes
de que haya centrales en funcionamiento […] Es preciso que se esté ya en la vía de un
sistema tomado como significante” (p.46)
Del mismo modo, en el Seminario XIII (1965), clase II retoma la conceptualización
de Richard Feynman referente a la conservación de la energía. Este último postula en
Lecturas de Física I:

Es importante darse cuenta que en la física actual no sabemos lo que la energía


es. No tenemos un modelo de energía formada por pequeñas gotas de un tamaño
definido. No es así. Sin embargo, hay fórmulas para calcular cierta cantidad numérica, y
cuando las juntamos todas nos da […] siempre el mismo número. Es algo abstracto en el
sentido que no nos informa el mecanismo o las razones para las diversas fórmulas.
(Feynman, Leighton & Sands, 1963, p. 4-2)

La particularidad de este enunciado es que, dado que la energía sólo consiste en


la cifra de una constancia, Lacan utiliza ese sostén proveniente de la física para destacar
que los significantes son los que determinan la energética de manera independiente a la
materialidad: “¿Pero qué quiere decir la constante, que se encuentre siempre la misma
cifra? Porque todo está, ahí, no se trata más que de una cifra. Eso quiere decir que algo

21
que falta como tal […] debe encontrarse en otra parte en otro modo de falta” (Lacan,
1965, p.23).

Este ejemplo es ubicado por Lacan como soporte conceptual para ubicar la libido
como efecto del discurso y el significante, diferenciándolo del planteo de Freud y
cuestionando el materialismo que persistía en la comunidad médica y analítica de su
época (1956). De este modo, no sólo la distinción en Lacan se presenta respecto de su
energética, sino que implícitamente se produce una alteración de la noción de materia
en psicoanálisis.

Materia
Lo material para Lacan pertenece al orden del significante. De modo que, en la
Conferencia de Ginebra sobre el síntoma, sitúa un “moterialisme” por el cual la realidad
se construiría. Este término es producido a partir de “mot”, “palabra” en francés, para
acentuar el materialismo significante que interviene allí (1975).
Desde este plano, Krymkiewicz (2013) propone que la noción de campo de la
física ha aportado a la conceptualización de Lacan respecto a esta temática:
“entendiendo la palabra como una función sobre la cual se puede operar formalmente y
que se encadena estructuradamente en las coordenadas de un campo de lenguaje […]
en el que se realizan los objetos y las fuerzas que hacen a la realidad humana” (p.1).
Esto supondría diferenciarse del sustancialismo biológico, dado que Lacan en el
Seminario XVII afirma: “Sólo podemos calificar el espacio donde se despliegan las
creaciones de la ciencia como la insubstancia, como la acosa, l’acosa con apóstrofo.
Hecho que cambia completamente el sentido de nuestro materialismo” (1970, p.171).
Si bien el término “sustancia” no ha sido mencionado insistentemente en la obra
de Lacan como el de “materia”, resulta fundamental situar, lo que podría denominarse su
polémica interpretativa, respecto del concepto “sustancia de goce”. Frente a esta
propuesta resulta esperable interrogar: ¿acaso no se afirmaba un materialismo
insubstancial significante? Desde este lugar resulta pertinente no precipitarse ante tal
aparente paradoja y considerar detenidamente a qué llamó Lacan sustancia.
Este concepto ha sido introducido en el Seminario XX, Clase II (1972), en el cual
Lacan se dirige a Jakobson, al momento de interrogar la arbitrariedad de la asignación
de los significantes, extrayendo la lógica de los adjetivos sustantivados.

22
Lacan (1972) afirma:

[…] la redondez se extrae de lo redondo, y por qué no, la justicia de lo justo, etc.
Esto nos va a permitir fomentar nuestra necedad para decidir que quizá no es,
como se cree, una categoría semántica sino un modo de colectivizar el
significante. (p.29)

Este modo denominado por Lacan como necedad o tontería, dependiendo de la


traducción, constituiría una dimensión significante que supondría una sustancia. ¿Pero a
qué tipo de sustancia correspondería?
Frente a este interrogante, Lacan distingue las dos sustancias de Descartes. En
primer lugar, se encuentra la sustancia pensante, como aquella que asegura la
existencia. Esto se refleja en el “Yo pienso, luego soy”; es decir, donde el pensar funda
el ser. A diferencia del sujeto pensante de Descartes, el propio del psicoanálisis, del
inconsciente, no es aquel que piensa sino el que lo dice no-todo. Es decir, respecto de
la sustancia pensante, el psicoanálisis generó su subversión mediante el concepto de
inconsciente, por lo que resulta inviable situar la dimensión colectiva de los significantes
desde tal sustancia (1972).
Por otra parte, Descartes (1647) presenta la sustancia extensa, como aquella de
puro espacio, que consistiría en “partes extra partes”; lo que significaría que cada parte
ocuparía un punto en el espacio el cual las demás no podrían hallarse simultáneamente.
Esta teorización, no sólo corresponde a la noción de un espacio absoluto, así como se
ha desarrollado anteriormente desde la física no vigente; sino que se correlaciona al
modelo de cuerpo biológico y claramente delimitando “territorialmente” lo externo a éste.
Como podrá observarse, esta última sustancia tampoco resultaba coherente con
lo que Lacan se proponía a presentar. Es por esta razón, que frente a la insuficiencia de
las sustancias de Descartes, Lacan optó por conceptualizar su propia “sustancia”. Allí
presenta la sustancia de goce como sustancia del cuerpo, y en este sentido es donde se
ha de estar advertido/a acerca del modo en el que se interpreta la siguiente afirmación,
que en este trabajo se propondrá llamarla “Párrafo A”: […] la sustancia del cuerpo, a
condición de que se defina sólo por lo que se goza. Propiedad del cuerpo viviente sin
duda, pero no sabemos qué es estar vivo a no ser por esto, que un cuerpo es algo que
se goza (1972, p.32).

23
Si se detuviera el seminario luego de este párrafo, podría entenderse una posible
confusión entre la sustancia gozante de la res extensa. Mas lo que posteriormente se
presentará, marcará la clave de su interpretación: “No se goza sino corporeizándolo de
manera significante. Lo cual implica algo distinto del partes extra partes de la sustancia
extensa” (Lacan, 1972, p.32). Esta afirmación, que se procederá a llamar “Párrafo ”,
implica que aquel cuerpo que distingue, no sólo no es biológico sino que se corporiza
como tal por significantes.
Si bien, una lectura básica de Lacan podría considerar tal afirmación una
obviedad, líneas posteriores sitúa cierto detalle que resulta fundamental y anti-intuitivo.
El “gozar del cuerpo”, consta de un genitivo (1972). Esto significa que el término “del”
puede generar una ambigüedad en el modo de interpretar dicha frase. Un ejemplo
simple podría presentarse a partir de la frase “el estafador de mi tío”. De acuerdo al
modo en el que se objetivase o subjetivase el complemento “mi tío”, puede
considerárselo como objeto de una estafa, “mi tío ha sido estafado por alguien”; o bien
puede interpretarse subjetivamente de modo que “mi tío” sea “el estafador”. En el caso
de la frase “gozar del cuerpo”, podría interpretarse a éste último como objeto de goce; es
decir, “Se goza del cuerpo”. Pero desde una lectura subjetiva, también podría ubicarse al
cuerpo como aquel que goza.
Suponiendo que Lacan tomara esta segunda interpretación para su
conceptualización, debería preguntarse: ¿el cuerpo de quién goza? Esta pregunta lleva
a una segunda ambigüedad, no presentada por Lacan, pero desplegada entre sus
“interpretadores”.
Si se considerara el párrafo B que ha sido destacado en este trabajo, resultaría
posible interpretar cómo allí se presenta el goce del Otro. Es decir, el cuerpo del Otro,
como lugar de los significantes, sería aquel que goza al sujeto en su padecimiento. Dado
que podría situarse: eso habla, eso piensa, y también, eso goza.
Como es posible identificar, detrás de la “sustancia” que produce Lacan para
introducir el supuesto goce del Otro, nuevamente se encuentra implícita la causa
material significante del sujeto, el cual nada posee de sustancialidad clásica, extensa o
pensante. (Lacan, 1972)
Si bien Lacan lo aclaró y lo remarcó, quizás la elección del término sustancia no
resultó del todo acertada, dadas la polisemia y confusión irreductibles que produjo como
consecuencia.

24
Por otra parte, Miller, en Los seis paradigmas del goce (2000) cita lo presentado
aquí, pero se detiene en el párrafo A, sin destacar el párrafo B. Esta sutileza que parece
minúscula, resulta uno de los más importantes factores de escisión del psicoanálisis de
orientación lacaniana. El autor interpreta:

Sólo este punto de partida que privilegia al goce instaura la no relación entre
goce y Otro […] Lo que ocupa a Lacan a lo largo de este Seminario es poner
en evidencia todo lo que del goce es goce Uno, goce sin el Otro.[…] Es
siempre el propio cuerpo que goza a través del medio que sea. (p.175- 177)

El cuerpo que sitúa Miller es de un goce primario al lenguaje que resulta


fragmentado por el significante (2000). Pero, para el autor, este cuerpo, ¿está hecho
de goce, de órganos o de significantes? ¿Cuál es su materialidad? Allí se presenta la
confusión respecto de cómo interpretar a Miller, lo que conlleva implícitamente una
ambigüedad al momento de leer a Lacan, a través de él.
En Cosas de finura en psicoanálisis XVIII (2009), Miller comenta: “Podemos
decir –lo he dicho la última vez– no hay goce sin la vida, sin la vida vehiculizada por
un cuerpo, por un organismo, incluso por una célula” (párr. 36).
Esta clase de afirmación ha conducido a que autores como, uno de sus
discípulos, Zizek (2016) cuestione su planteo por ser una posición organicista del
cuerpo y naturalista de la pulsión.
Aquellos que adquieren la posición de Miller, adjudican otra argumentación,
ubicando al goce como fuera de sentido en la palabra misma. Este no consistiría en el
organismo animal sino en un cuerpo previo al sentido y al lenguaje. La “palabra”,
desde esta postura ya no se situaría desde el lenguaje sino como goce (Córdoba,
2017)
Debe reconocerse que, a pesar del cuestionamiento de Zizek, Miller no ignora
la materialidad significante cuando diferencia el goce del cuerpo viviente del que
llamará “goce bis”: El goce bis es aquel que toma consistencia y que se fija a partir de
la incidencia del significante es decir a partir del hecho que hay palabra (2009, párr.
46-47)
Desde otra perspectiva, Montesano (2011), propone traducir el término
“jouissance” por gozo y no por goce, como modo de diferenciación, no sólo respecto
de la interpretación biologicista del concepto sino distanciando a “jouissance” de una

25
sustancialidad aristotélica ligada al ser. Eso se vincula a una posición anti-ontológica
situada a partir de la falta de fundamento del ser. 1
No obstante, esta dificultad interpretativa no se limita simplemente a una
dimensión material, sino que se vincula a una dificultad temporal. Si la materialidad
significante es causa de sujeto ¿qué es lógicamente anterior? ¿El goce o el lenguaje?

Tiempo
Según Eidelsztein, si la causa del sujeto remite a una materialidad significante, el
sujeto no es producido sino creado a partir de la nada que se concibe a partir de tres
apreciaciones:
 En tanto a que el significante como tal no significa nada
 Respecto del intervalo vacío entre los significantes
 En cuanto a los agujeros vinculados al bucle significante2.
Eidelsztein (2012) propone una articulación entre la teoría del Big Bang y el
lenguaje en la práctica clínica, para situar una discontinuidad absoluta entre lo biológico
y lo discursivo. Si bien Lacan no asoció sus formulaciones con la teoría del Big Bang,
resulta posible analogar el modelo causal que se plantea en ambos campos.
Desde la propuesta de Hawking (2005), sólo pueden analizarse sucesos
posteriores al Big Bang, ya que lo que resultaría lógicamente anterior a éste es imposible
de determinar. Resulta carente de pertinencia estudiar en un modelo científico del
universo los eventos anteriores al estallido ya que no poseen consecuencias vinculadas
a sus sucesos posteriores. De este modo el tiempo inicia con el Big Bang porque toda la
lógica causal de conformación del universo comienza allí.
Eidelsztein (2012) toma esta teorización para afirmar que, si bien existe lo
biológico con su material genético, éste es olvidado al momento en el que lo discursivo
interviene. Es decir, la sucesión causal del sujeto y su inconsciente comienza con el
lenguaje, donde su espacio-tiempo inicia. Enunciar que la biología es “anterior” al
lenguaje constituiría una falacia, dado que aquello que otorgaría una lógica causal y
temporal entre el sujeto y la realidad psíquica es a partir del lenguaje.

1
Esta propuesta puede generar aportes significativos a lo teorizado pero no se ha explayado en mayor profundidad
por límites formales de extensión.
2
Esta noción se desarrolla a continuación, en la página 26

26
Si el origen del sujeto es del orden simbólico, entonces resulta plausible interrogar
cuál es el inicio del lenguaje. Siguiendo la lógica propuesta, los significantes no se
generarían sucesiva y evolutivamente a partir de un significante inicial o primordial, sino
mediante un Big Bang del lenguaje que consistiría en un estallido sincrónico en el que
toda la estructura se presentaría desde el comienzo, incluyendo sus imposibles. Esto se
diferenciaría de lo simultaneo que implicaría a los sucesos que comparten un mismo
instante cronológico (Eidelsztein, 2012)
Por otra parte, en cuanto la temporalidad que se presenta en Lacan se caracteriza
por una lógica circular, mediante una pérdida del presente y un futuro lógicamente
anterior al pasado. En el seminario X, presenta la circularidad temporal de los diferentes
objetos que vincula en este texto: oral, anal, fálico, escópico y superyó. Allí se distingue
de Freud, en el cual se puede ubicar una lógica con fijaciones y regresiones pero
manteniéndose una linealidad en las fases sucesivas del desarrollo libidinal. En este
sentido, Lacan sitúa que en toda regresión debería haber una progresión (1962).
A lo largo de su obra, el autor planteó la circularidad temporal, así como sucede
entre la alienación y la separación3, como la relación entre verdad y causa, y la relación
entre los significantes, rechazando la idea de un significante inicial al cual se le
adicionaría los posteriores. Por lo tanto, si la temporalidad que se planteó en Lacan es
de índole circular, ¿por qué se presenta la insistencia de un tiempo inicial absoluto?
¿Acaso resulta pertinente cuestionar si primero es el goce o lo simbólico? ¿El modo de
posicionar este ordenamiento lógico posee significatividad clínica?
Según Eidelsztein, si bien puede parecer contradictorio con lo presentado
anteriormente, este problema se distingue de dos modos: “el tiempo debe ser
considerado circular, con la lógica del futuro anterior, para toda experiencia del discurso
[…]; pero cuando se hace referencia al origen del lenguaje y del sujeto, posee un
comienzo absoluto, aunque no sea fechable, que se articula al “ya siempre allí” ” (2012,
p.25).

3
Por cuestiones de extensión esto no ha podido ser desarrollado pero puede situarse en el Seminario X, donde se
presentan ambas operaciones dependientes una de la otra, lo que una lógica lineal o evolutiva jamás podría
sostener conceptualmente.

27
El principio de incertidumbre
Si hasta el momento la articulación entre la física del siglo XX y el psicoanálisis no
parecía voluntariamente considerada por Lacan, a continuación puede evidenciarse lo
contrario. En el Seminario II, Clase 19, Lacan destaca: ¡Si supieran hasta qué punto el
movimiento newtoniano es una cosa inconcebible cuando se lo examina con cuidado!
Verán que operar con nociones contradictorias no es privilegio del psicoanálisis (1955,
p.360). De este modo, Lacan no sólo marca su distancia del modelo newtoniano, sino
que implícitamente refiere a la mecánica cuántica. Esto puede situarse párrafos
posteriores, cuando afirma:

Está claro que donde se produce algo extraño es del lado del lenguaje. A
esto se reduce el principio de Heisenberg […] Cuando se habla del lugar de
los electrones, cuando se les ordena quedarse ahí, siempre en el mismo
lugar, ya no se sabe en absoluto dónde acabó lo que ordinariamente
llamamos su velocidad. (p. 360-361)

Allí, Lacan sitúa la imposibilidad de captar “todos” los elementos en su


conjunto, si se los interroga en un lugar específico, vinculándolo al lenguaje (1955). En
física cuántica, una partícula no tiene ni una posición o velocidad definidas, a menos
que estas magnitudes sean medidas. Pero al efectuarse tal medición no puede
obtenerse ambas propiedades a la vez. Esto implica que una medición no genera un
resultado específico constante ya que el valor, parcial, obtenido sólo se adquiere en el
momento en el que se efectuó la medición. Si esto se repitiera, el resultado podría
otorgar valores diferentes. Tal aporte se vincula con el modo en el que el material
significante en un análisis es atravesado por el dispositivo analítico y sus intervenciones.
Allí se construye una historia particular entre todas las posibles, efecto del deseo del
analista sostenido en una lógica que implica una falta. Esto último indica el carácter
diferencial de cada análisis, lo que irrumpe con la posibilidad de un método fijo o una
técnica “manualizable”.
Así como en la mecánica cuántica se asume la dualidad-onda partícula y la
imposibilidad de replicar resultados, el psicoanálisis debería considerar que su material
de análisis puede presentarse contradictorio, de acuerdo a la lectura particular del
analista (Fresneda, 2016).
La práctica analítica no sólo se escapa a la replicación o reproducción, sino que
el analista mismo es imposible como tal. En el Seminario XVII, Clase 11, Lacan destaca:
28
“lo imposible es lo real” (1970, p.178). “Si es real que existe el analista, es precisamente
porque es imposible” (p.175)
Por otra parte, en Radiofonía, Lacan enuncia: “Gobernar, educar y psicoanalizar,
son tareas en efecto, pero que al llamar imposibles, no se consigue así sino
prematuramente asegurarlas como reales. Lo menos que se puede imponerles es dar
prueba de ello” (1970, p.68). 4
Esto lleva a interrogarse, ¿cuáles son los imposibles entre ciencia y psicoanálisis?

Tres imposibles contemporáneos

Durante el desarrollo de este trabajo ha sido posible situar, al menos, tres


imposibles, o reales, que vinculan ciencia y psicoanálisis.
En primer lugar, desde el campo de la física, se ha presentado un
imposible de medir. Éste consiste en la imposibilidad lógica de determinar al
mismo tiempo tanto la posición como la velocidad de una partícula, que se vincula
directamente con una imposibilidad de medición absoluta. Este real resulta
independiente de la precisión de un instrumento y de su operación empírica en sí
misma, porque consiste en una imposibilidad lógica pre-empírica que se produce
a causa de una materialidad simbólica, constituyente del concepto de medición.
Esto se asocia a la relativización de la materia, la trayectoria y el espacio-tiempo,
como se ha desarrollado anteriormente, ya que el modo en el que se construye la
realidad en física depende del modelo, es decir lo simbólico.
Los aportes de la época exceden al campo de la física. Heisenberg, en su
libro Física y Filosofía (1959), marca un punto de ruptura en el modo en que se
abordaban los fenómenos psíquicos en el siglo XIX, proponiendo que, a partir de
la mecánica cuántica, esto debería modificarse:

[…] algunos científicos se sentían inclinados a pensar que los fenómenos


psicológicos podían explicarse, en último término, sobre la base de la física y
de la química del cerebro. Desde el punto de vista de la teoría cuántica no
existe ninguna razón para semejante suposición. No obstante el hecho de que

4
Estos tres imposibles ya estaban desarrollados por Freud.

29
las manifestaciones físicas del cerebro pertenezcan a los fenómenos
psíquicos, no podríamos esperar que éstos bastaran a explicarlos. (p.92)

Como ha podido situarse en el párrafo citado, Heisenberg rechaza la idea de


reducir lo psíquico a la sustancia extensa. En este escrito destaca insistentemente el
factor conflictivo del lenguaje, la transmisión y el concepto respecto del abordaje de la
realidad. Así mismo resalta lo subjetivo como un elemento que cada vez se impondría
aún más en el campo de las ciencias.
Esto se vincula con un imposible de curar, asociado a una falta estructural
denominado por Lacan como la verdad incurable (1968). “La verdad no se confunde con
lo Real, pero si algún pedazo de real pasa, pasa a través de la dimensión de la verdad”
(Cruglak, 2004, p.2)
Tal propuesta resulta viable de asociar a lo que destaca Lacan en La Tercera,
respecto de la relación entre la mecánica cuántica y el registro de lo real:

Lo real no es el mundo. No hay la menor esperanza de alcanzar lo real por


la representación. No voy a empezar a argumentar aquí con la teoría de
los quanta ni con la onda y el corpúsculo. Más les valdría no estar en
babia, aunque la cosa no les interese. (1974, p.82)

Es decir, el hecho de que la materialidad sea significante y sea imposible de medir


o aislar en una unidad de tratamiento categorizado en manuales, perfiles psicológicos,
guías, protocolos o esquemas, implica la constitución de un imposible de escribir que se
diferencia de los tratamientos que buscan una cura absoluta y una adaptación del
“individuo”.
Por otra parte, se presenta lo irreductible de la implicación en todo ámbito
científico o analítico. Esto es denominado por la física, como “efecto observador” y
refiere a lo inherente de la alteración de un fenómeno por simplemente ser observado.
Análogamente, otros ámbitos de investigación científica han expandido la idea del
imposible de objetivar. Un estudio realizado por Palminteri (2017), de la Escuela
Normal Superior de París y el University College de Londres, plantea que la objetividad
resulta imposible. Esto se debería a que “el ser humano cuenta con una extraordinaria
capacidad para ignorar hechos que no se corresponden con sus prejuicios” (párr. 25)
Este real se encuentra en el campo del psicoanálisis desde sus inicios, en tanto la
imposibilidad del objeto como total y respecto del lugar del analista que en la operación

30
de recorte inevitablemente siempre dejará algo por fuera frente a la inherente
incapacidad de tomarlo todo en un análisis.
Estos planteos que se sitúan desde el discurso científico, no tan alejados del
psicoanálisis, producen la pregunta que insiste en este trabajo: ¿acaso toda ciencia
forcluye la verdad?

Psicoanálisis y Ciencia: Una articulación posible

Retomando lo propuesto al inicio de este trabajo, ha sido posible situar aquellos


rastros en los que Lⱥ ciencia, no-toda, forcluye la verdad. Es decir, si bien puede
hallarse una infinidad de producciones científicas que procuran suturar la división
subjetiva, eso no implica que deba asignársele una función universal a un conjunto
totalizado como La Ciencia. En primer lugar, porque no siempre opera de este modo y,
en segunda instancia, resulta insostenible proponer una unidad de Ciencia total y
cerrada. Aun así, no debería negarse que las ciencias transformadas en productos
mercantilizados, se presentan con frecuencia y, de algún modo le otorgan al
psicoanálisis diferentes modalidades de padecimiento con los que trabajar.
Así pues, resulta oportuno retomar aquello que se ha propuesto como dos modos
posibles de concebir lo científico desde el psicoanálisis:

La Ciencia como conjunto cerrado Lⱥ ciencia como conjunto abierto

Hay Universal de La Ciencia: sólo una No hay Universal de La Ciencia


versión posible
La Ciencia no existe, sino sus versiones

Lógica binaria aristotélica “A / - A”: Paradoja


Científico/ No científico
Inconsistencia lógica
Particularismo
Acto ético

El psicoanálisis es la excepción que funda El psicoanálisis es no-todo científico.


el conjunto de lo científico:
Lⱥ ciencia (no toda) forcluye la verdad
Psicoanálisis todo no-científico y externo a
la ciencia

31
Cabe destacar que esta “dicotomía” artificial no propone ubicar dos posiciones
complementarias y exhaustivas, y tampoco pretende transformar esta conceptualización
en una lógica binaria. Simplemente son dos posicionamientos que no rechazan la
posibilidad de una tercera, cuarta o quinta alternativa a lo planteado.
Mediante este esquema se había propuesto la siguiente hipótesis de
investigación: “Una lectura ética o moral de los conceptos psicoanalíticos dependerá del
modelo de ciencia con el que se dialogue y de la posición en la que se ubique al
psicoanálisis: sea respecto de La Ciencia como conjunto cerrado o en relación a lⱥ
ciencia como conjunto abierto”.
En este sentido, el realismo dependiente del modelo que proponía Hawking
(2010), puede utilizarse para inaugurar, a partir de esta hipótesis, un psicoanálisis
dependiente del modelo. Esta vinculación ha sido expuesta durante el desarrollo de
este trabajo a partir de la polisemia del psicoanálisis no aislada; es decir, dependiente de
un modelo científico que impacta en el tipo de materialidad, energía, temporalidad e
imposibilidad que se construye en los conceptos psicoanalíticos.
Ignorar los aportes de la física cuántica y relativista como ajenos al psicoanálisis
puede conducir a la idea de Ciencia como conjunto cerrado. Por el contrario,
concibiendo la relación no-todo científica del psicoanálisis se abriría a la posibilidad de
rastrear aquello que Eidelsztein propone en Otro Lacan (2015): “El advenimiento de lo
real con el que nos encontramos los analistas depende de la ciencia, no del analista”
(p.131). Este argumento da consistencia a lo que Lacan ha expuesto en cuanto a que el
sujeto del psicoanálisis coincide con el de lⱥ ciencia, como aquel dividido entre saber y
verdad.
A su vez se vincula con lo presentado al inicio de este trabajo, en el cual el
psicoanálisis portaría una relación de extimidad con lⱥ ciencia, corrompiendo el ideal de
situar el campo analítico como absolutamente externo o interno a un conjunto científico.
La posibilidad de identificar una lectura que exceda la lógica complementaria y
binaria puede ser considerada como acto ético desde el momento en el que se reconoce
una singularidad que exhiba la insuficiencia de lo que comúnmente se denomina
científico o no científico. Tal posicionamiento puede enlazarse a lo que Badiou
conceptualiza como acontecimiento, dado que éste último consistiría en un quiebre en el
campo del saber, como subversión de un orden simbólico pero vinculado a lo no
simbolizado de una situación específica. (1999)

32
Desde ese plano, ¿cómo se puede analizar un concepto en psicoanálisis? Una
posibilidad consistiría en ignorar su modelo científico implícito y abordarlo como un ente
aislado y replicable universalmente.
Otro modo posible, se presentaría mediante la lectura de los “interpretadores”.
Esto puede hallarse con precisión al momento de abordar la obra de Lacan, sus
traducciones y lecturas. El riesgo de estas dos modalidades es la constitución de un
particularismo que ignore la posibilidad de una paradoja o una inconsistencia al campo
de saber rechazando cualquier cuestionamiento, dogmatizando los conceptos.
Desde una posición diferente, podría analizarse cada una de las interpretaciones,
incluyendo a los interpretadores de los interpretadores, dirigiéndose a una operatoria
infinita.
Estas situaciones innumerables, podrían conducir a la desesperación, o más bien,
a un momento de detención, en el cual se produjera un fuera de sentido. Desde este
nivel de análisis, en el que se toma en consideración lo inabordable del concepto, allí es
donde quizás pueda generarse un acontecimiento.

33
Conclusión

A lo largo de este trabajo de investigación, se han evidenciado los diferentes


desencuentros que produce el lenguaje. Frente a una hermenéutica imposible de
ejecutar en psicoanálisis, el método de lectura se resquebraja.
De este modo, los aportes de la física han expuesto, al menos, dos modalidades
de analizar los conceptos. Por un lado, desde un modelo newtoniano y un materialismo
clásico, que lleva al riesgo de una lectura organicista de conceptos como pulsión, cuerpo
y goce. Desde otra perspectiva, resulta viable considerar el modelo de la mecánica
cuántica y algunas contribuciones de la física relativista que habiliten al psicoanálisis a
un diálogo posible con lⱥ ciencia.
Tal como ubica Kaës, es posible considerar los conceptos desde diferentes
enfoques. Una de ellas puede situarse en las instituciones circulares que, dirigidas por
confirmadores de teorizaciones, analizarían el impacto del psicoanálisis sobre la cultura
y el contexto social desde las teorías previamente sostenidas. Por otra parte, se
distinguiría a los “elaboradores de culturas”, para quienes la teoría es un instrumento no
dogmático, el cual se cuestiona y se de-construye (1991).
Efectivamente considerar al “psicoanálisis dependiente del modelo”, puede asistir
a un cambio de posición respecto del modo en el que se articula Ciencia y Psicoanálisis.
En tiempos donde el avance de las producciones científicas mercantiles se dirige hacia
una sustancialidad biologicista y categorizable, tanto del padecimiento como de la cura,
resulta indispensable destacar el análisis ético que atraviesa esta problemática, no sólo
desde la práctica analítica sino desde su teorización misma.

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