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¿QUIÉN FUE ELENA G. DE WHITE?

“Aquí están mis escritos; cuando me vaya ellos testificarán por mí”.*

Las palabras del epígrafe no podrían ser más acertadas ni más


plenamente justificadas. Una persona que en el transcurso de su vida
escribió 40 libros y más de 5000 artículos para revistas, y cuyos
manuscritos pasados a máquina llegan a alrededor de 60,000 páginas,**
es una persona que ciertamente ha dejado huella, y huella profunda en el
curso de la historia contemporánea.

Y decimos historia contemporánea, no sólo por el impacto de su vida y


escritos en el mundo de la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad
del siglo XX, sino porque su influencia se extiende hoy por los cinco
continentes a través de sus escritos publicados en más de 126 libros en
inglés (incluyendo compilaciones hechas a partir de sus manuscritos),
con numerosas traducciones a otros idiomas, como es el caso de los más
de 80 libros publicados en español , y el hecho de que su libro Steps to
Christ (El camino a Cristo) ha sido publicado en cerca de 150 idiomas
diferentes.

¿Pero quién fue esta mujer de tan prolífica y perdurable trayectoria?


Elena Gould Harmon nació el 26 de noviembre de 1827 en el hogar de
Roberto y Eunice Harmon. La familia incluía un total de ocho hijos, de los
cuales los menores eran precisamente Elena y su hermana melliza
Elizabeth. La familia vivía en una pequeña hacienda cerca de Gorham,
Maine, en la parte nororiental de los Estados Unidos de Norteamérica.
Siendo Elena aún muy pequeña, la familia se mudó a la ciudad de
Portland, donde el Sr. Harmon se dedicó a los negocios, en tanto que
Elena ayudaba tanto en la casa como a su padre en la confección de
sombreros. Su infancia y niñez temprana transcurrieron en el ambiente
tranquilo y alegre de una armoniosa familia cristiana, como era el hogar
de los Harmon. Sin embargo, a la edad de nueve años, un terrible
incidente rompió la paz familiar y afectó profundamente a Elena. Cierto
día, al volver de la escuela, una niña de más edad le arrojó
violentamente a la cara una piedra. Este trágico hecho no sólo le
desfiguró completamente el rostro, sino que la tuvo inconsciente durante
tres semanas y su salud quedó quebrantada, al punto de impedirle
continuar su educación formal. La recuperación de Elena en el hogar de
sus padres fue lenta y con altibajos. Sin embargo, el quebrantamiento de
su salud no le impidió desarrollar su experiencia espiritual con Dios, pues
busco insistentemente a Dios para obtener la seguridad del perdón de los
pecados y de la salvación en Cristo.

El 26 de junio de 1842, de acuerdo a su propio pedido, Elena fue


bautizada e incorporada como miembro de la Iglesia Metodista. Entre
1840 y 1842, Elena y otros miembros de su familia asistieron a las
reuniones adventistas que se celebraron en Portland, y aceptaron los
puntos de vista de Guillermo Miller y sus asociados que anunciaban y
aguardaban el inminente retorno de Cristo. Elena se dedicó
fervientemente a compartir este mensaje entre sus amigos y conocidos,
en espera del gran acontecimiento. Cuando llegó y pasó el 22 de octubre
de 1844, fecha que había sido establecida correctamente en base a la
interpretación de la profecía de Daniel 8:14, pero que los milleritas
equivocadamente habían asumido que indicaba el retorno en gloria de
Cristo, el chasco fue grande y doloroso. Sin embargo, Elena, así como
otros fervientes participantes del movimiento millerita de la primera
mitad del siglo XIX, continuaron orando y escudriñando la Palabra de
Dios, convencidos de que la mano de Dios y la poderosa obra del Espíritu
Santo habían estado presentes en ese gran reavivamiento de la fe en
Cristo y en su pronto retorno. Y así llegaron a comprender lo que de otra
parte resultaba obvio, pero que para ellos hasta entonces estuvo velado,
y era que la profecía de Daniel 8:14 se refería claramente a algo que a
partir de aquella fecha comenzaría a ocurrir en el santuario de Dios en el
cielo, no en la tierra, y que tenía que ver con el ministerio de Cristo en el
santuario celestial. De hecho, llegaron a comprender que la fecha del 22
de octubre de 1844 tiene trascendente significado escatológico y marca
el inicio de la fase final y decisiva del ministerio de Cristo en el santuario
celestial, al final de la cual vendrá en gloria para llevar consigo a los
redimidos.

En diciembre de 1844 Elena recibió su primera visión, dada por Dios para
fortalecer la fe de los sinceros creyentes que habían participado del
movimiento adventista. A pesar de ser sólo una frágil adolescente de 17
años de edad, y de sentirse anonadada por el llamado de Dios a servirle
en un controvertido rol profético, Elena fue obediente al llamado divino y
comenzó a compartir los mensajes que Dios le daba, fortaleciendo de
este modo la fe de los creyentes adventistas en la dirección divina y en
la fidelidad de la Palabra de Dios. A lo largo de su ministerio, Elena
recibió alrededor de 2000 visiones y sueños proféticos. Cabe entender
que el carácter profético de las revelaciones por ella recibidas no tiene
que ver exclusiva ni mayoritariamente con predicciones de
acontecimientos futuros, aunque ciertamente hay profecía predictiva en
sus escritos. Pero son en gran medida revelaciones dadas por Dios para
esclarecer o confirmar la comprensión de la doctrina bíblica y para
combatir el error, así como mensajes de amonestación y advertencia
dirigidos a la iglesia en su conjunto o a miembros individuales en
particular, o instrucción en cuanto a la adecuada conducción de los
asuntos eclesiásticos y la mejor manera de llevar adelante el
cumplimiento de la misión y el ministerio encomendados por Cristo a la
Iglesia. Más aún, un amplio segmento de los mensajes transmitidos por
ella tiene que ver con orientación sobre asuntos como el estilo de vida
saludable, los fundamentos y pautas para un apropiado sistema
educativo, y asimismo los principios que norman y garantizan la
estabilidad, armonía y bienestar del hogar y la familia.
Algo que
impacta no
sólo al
creyente
adventista que
lee los escritos
de Elena de
White, sino
incluso al
lector
informado y
ajeno a la fe
adventista, es
la sobriedad,
equilibrio,
sensatez, y
amplitud de visión que en ellos se manifiesta. La lectura y estudios de
sus escritos sobre asuntos educativos han conducido a la
implementación de reformas educativas y a la implantación de sistemas
educativos que han recibido reconocimiento a nivel internacional. El
“estilo de vida adventista” por ella patrocinado (y que lamentablemente
muchos adventistas no siguen) ha motivado una serie de estudios
científicos, tales como el Adventist Health Study, conducidos por Loma
Linda University desde 1960 con apoyo de organismos públicos de la
salud y que han llegado a la conclusión de que quienes siguen el estilo de
vida adventista viven más años y con mejor salud que el resto de la
población.

La Iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce la manifestación del don


profético en la vida y obra de Elena de White, pero sostiene la autoridad
de las Sagradas Escrituras como la norma de fe y de práctica a la cual
debe sujetarse toda doctrina de la Iglesia, así como todo aspecto de la
vida de la Iglesia y de cada creyente. En uno de sus primeros libros
Elena de White misma declaraba: “Recomiendo al amable lector la
Palabra de Dios como regla de fe y práctica. Por esa Palabra hemos de
ser juzgados.” (Primeros escritos, 78). Posición que siempre mantuvo,
como que años después escribía: “En su Palabra Dios comunicó a los
hombres el conocimiento necesario para la salvación. Las Santas
Escrituras deben ser aceptadas como dotadas de autoridad absoluta y
como revelación infalible de su voluntad. Constituyen la regla del
carácter, nos revelan doctrinas, y son la piedra de toque de la experiencia
religiosa.” (El conflicto de los siglos, 9). Ella consideraba su rol como el
de llevar la atención hacia las Sagradas Escrituras y ayudar en su
comprensión, así como el de ser una “mensajera del Señor” para trasmitir
su orientación, consejos y oportunas advertencias a la comunidad de
creyentes que mantienen viva en sus mentes y corazones la
“bienaventurada esperanza de la manifestación gloriosa de nuestro gran
Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13) y que se preparan para el
encuentro definitivo con él.
* Carta de WCW, 9 de julio, 1922 [MR, p. 931]. Citado
en Arthur White, Elena de White : Mujer de visión
(Buenos Aires: ACES, 2003), 580.

** Ver: Arthur L. White, Ellen G. White: A Brief


Biography (The Official Ellen G. White Website), 1.
Asimismo: Richard W. Schwarz, and Floyd Greenleaf,
Light Bearers: A History of the Seventh-day Adventist
Church (Silver Springs, Maryland: General conference
of Seventh-day Adventists, Department of Education, 2000), 356

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