Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
José U. Escobar
Adriana Candia
Introducción y análisis
Introducci6n general
José U. Escobar
::!
D>
a.
et>
:D
e
o
~r
...• m
a.
:::11
?
,....
o
:r
o o
et>
)(
-·
:::1
•••
¡ -
"C
[
m <,
- D>
~
e
3 o
D> ~
t s:::m
i3 m
CD ~ CD
~-
iaCD~s
a.
CD O
~ m
m
c:º3 :n ••
~ ~
D> --'
ID
O'
._. 3
e:
D>
:D 0CD'
~·
!::;
i
-
a. CD' CD• et> e;· ~ a. ;:::+
OO. CDD>- O ID
-::::!:
-
_ .•.•
a.
o -
? -º
Dejadme cantar del amado mío,
El cántico de mi amigo respecto de su viña:
Tuvo mi amado una viña en una colina muy
feroz;
Y la cavó, y despedregó,
Y la plantó de la vid más escogida;
Y edificó en ella una torre,
Y también labró a pico un lagar en ella;
Esperó para que diese uvas;
Y las dio silvestres.
'·1
'¡\
-Isaías, Capítulo 5.
i
\\,
1o5
Vereda del Norte
Capítulo I
L
a entrada de la mina era un agujero negro, más negro
que una tumba: mucho más profundo. Un boquete de
cuatro metros de diámetro y varios kilómetros de
profundidad, taladrados en la férrea carne de la montaña. Los
hombres deshacían las rocas en la afanosa búsqueda del oro.
Allá, en la época del caos geológico, explican los que de
esto saben, el agua corría por las montañas de las rocas nuevas,
depositando, en las vereditas que formaban la erosión,
sedimentos metalíferos que se incrustaban en las rugosidades
rocallosas, formando vetas. Hoy los hombres horadan
hormigueros milimétricos y allanan entre las tinieblas y el calor
sofocante de las minas, desprendiendo los hilillos auríferos.
Todo es tenebroso en el fondo de los túneles, y sólo el
parpadeo amarillento de las lamparillas que los mineros llevan
sobre la frente-simbólicas lenguas de fuera de un Pentecostés
materialista que distingue en la sombría fila de las tejas, las
formas pétreas del vientre subterráneo. La montaña aprieta
sus entrañas con la asfixiante cohesión de la roca que se
defiende. Los hombres perforan siguiendo la veta, y la montaña
va entregando sus tesoros.
La mina se llamaba La Fábula. ¡La Fábula! ¿No era
éste un nombre verdaderamente singular para una mina?
¿Minas? ¿Minas? ¿Qué? ¿Algún minero literato? No, no es
concebible. Pero la mina se llamaba así: La Fábula.
Arracimados sobre una plataforma de madera sostenida
por cables de acero, bajaban diariamente los mineros hasta el
fondo del tajo. Allá abajo encendían sus lamparillas,
chacoteaban y contaban historias coloradas, se desnudaban
y, luego como sombras fantásticas de un país de pesadilla, se
1 o7
Vereda del Norte
José U. Escobar
e 'podría muy bien surgir en la región opuesta y perderse
repartían por lc1r:túneles y comenzaban a desprender la
proyectado en el espacio. [Qué idea: la tierra perforada de
rocalla, al golpe )eco de las piquetas de aceró. El toe-toe de
lado a lado! Pero no. Pronto llegaban al fondo. Ahí se
los picos en el leúnel tenebroso producían una sinfonía.
ramificaban los túneles.Era un mundo de fantasía.La densidad
¡También la sonir>ratiene su cántico! Aquel ruido, aquellos
atmosférica enguantaba los cuerpos. La columna de tinieblas
golpes del hierr~asobre la piedra, eran como un reclamo por caía verticalmente, enterrándolos en las entrañas de la tierra.
la pérdida del díer por la pérdida de la claridad. · El muchacho sentía la presencia, casi sexual, del secreto de la
~ El chamaco Hcardito García bajaba, a veces, al tiro de
montaña. Era una atracción lóbrega. Los ojos se
:J
La Fábula, para acede compañía a su papá que era minero.
acostumbraban, poco a poco, a la oscuridad, y principiaban
El muchacho. neS \ba a trabaiar,
~ más bien servía de estorbo
a columbrar borrosamente las siluetas fantásticas de los
que de ayuda, pee? el papá lo llevaba para que no diera guerra
mineros. Así deben vivir las hormigas -pensaba-. Sentía un
en la casa y, ade1sctás,porque, para el chico constituían estas
deseo intenso de tumbarse sobre la tierra, de restregarse como
visitas a la mina.jma aventura de perfilesjuliovemescos.
un reptil, sobre el fondo del túnel. El tacto es el sentido de la
tierra. El secreto de Isis. Por supuesto que Ricardito nada
Todo era mar ·villoso,treparse en la platafonna, apretujado
sabía de los misterios egipcios, pero se dejaba poseer,
entre los obreros e1 Festidos de mezclilla; aspirar el huma de los
inconscientemente, por el deseo de acariciar la tierra, de
cigarros de mac11ihi; escuchar las risas de los barrena:dores;
sentirla en todo el cuerpo, de palpar las entrañas del gran
aprender palabrc tasde esas de media legua; achinarseicon el
subterráneo.
rechinido de los , Sumergirse en la sombra sin tiempo
1ables. Sentía después la presencia de la gran soledad. Lo llenaba
que las tripas se (e subían hasta la cabeza. Experimentaba
de euforia acercarse a los hombres, darse cuenta de que
primero una grar frescura, la sensación de un aire distinto, el
rr todavía estaba junto a la humanidad. Parecía que los mineros
aire de la tierra; 1 ego levantaba los ojos para ver las paredes
flotaban, ingrávidos, en una ola de negrura, en donde bailaban,
'ª
amarillosas del u iel que se iban ennegreciendo poco a poco,
1Jlá formando extrañas constelaciones, las llamitas de las linternas.
y que concluían, muy alto, en un círculo de claridad desde
Debajo de cada punto luminoso brillaban dos ojos; el sudor
¿1
donde chorreaba rebalse de la luz de arriba. El aliento de la
de las frentes relumbraba con resplandores anaranjados; los
tierra apretaba e1 rcho. La masa de sombra se tomaba más
dientes blancos relampagueaban detrás de las bocas fatigadas.
densa. Ya no se J1nínguía el boquerón azuloso. La atmósfera
Los hombres, desnudos de medio cuerpo arriba, ya no
se tomaba cálicf'. El agujero se hundía en la sombra, Era
0tel parecían hombres, el sudor les formaba caminitos sobre los
aquello la noche día, la noche de la tierra. Era como una
torsos hercúleos cubiertos de polvo. Las piquetas despedían
caída durante el s:seño.Ricardito pensaba que, si continuaban
chispas al chocar sobre la piedra. Los mineros cavaban en el
horadando, ~a n llegar, alguna vez, al otro lado de la tierra,
sendero nocturno. Ya no eran seres de carne, sino de tierra;
al otro azul, a la e>traluz, y que quien se colara en elipozo,
109
108
José U. Escobar Vereda del Norte
tierra en las orejas, tierra sobre los párpados, en las aletas de -Cuando vuelvas tráete unas naranjas.
las narices, en los labios grotescos que, al sonreír, adquirían -Mejor una botellita de "eso"."Eso" quería decir "tequila"
expresiones de máscaras pétreas. Trabajaban los mineros con ~':_. o "sotol", pero como estaba prohibido, le decían "eso".
el alma llena de tierra y, sin embargo, sonreían cuando se
acercaba el chamaco. De nuevo al malacate. Ascender. Se elevaba en el tubo
-¡Qm1mbo, mano! de tinieblas; el calor amainaba poco a poco, las tinieblas se
-¡Quíhubo pues, valedor! deshacían. Cerraba los ojos para acostumbrarlos a la claridad.
-¿No has encontrado gallitos de oro? Elevaban bocanadas de aire puro y de luz. Después salía del
-Uno, chiquito. Te lo doy por un chino. agujero. ¡Qué lindo se veía el pueblo desde la boca de La
-Sobres. Fábula!
-Pero tienes que esconderlo muy bien.
-Sobres.
11 o 11 1
Vereda del Norte
Capítulo 2
A
fuera, el triunfo de la vida.
an Francisquito del Oro, mineral norteño repechado
de sol en un anfiteatro de montañas escalonadas de
pinos.
No mucha cosa de los hombres; casi todo obra de la
naturaleza. Creación de los hombres: cuatro o cinco callejuelas
tortuosas como mala conciencia, que van a rematar a la plaza
que, por obra y gracia de uno de los muy haches ayun-
tamientos que ha padecido el pueblo, cuenta con un kiosko
de madera (donosa caricatura del arte morisco); faroles con
mecheros de petróleo y bancos de hierro que, en épocas
pluscuamperfectas, fueron verdes, ese color predilecto de los
intelectuales y de las cocineras; sombrean las banquetas cedros
y moreras que producen abundante fruto para encanto de los
chiquillos y de los pájaros.
Todos los días vienen a la plaza a tomar el sol, varios
mineros viejos, flacuchos y encorvados, de ojos pequeños y
vivaces, ribeteados de rojo; les tiemblan las manos y las cejas
con movimiento nervioso; la contracción de sus labios
delgados, entre las barbas ralas, les da una expresión de
malicia e ironía. Traen infinidad de medallas y escapularios
colgados del cuello; visten camisas de manta y pantalones de
mezclilla; se protegen del aire frío de la mañana serraniega,
con zarapes de lana. Sostienen a diario la misma conversación:
-¿Cómo le va, don Pancho?
-¿Qué dicen esas reumas, compadre?
-Pos creo que ya ni con toleache. ¿Y usted?
-Ansina, ansina. Todos vamos pa'viejos.
-¿Vamos? ¡Ah, qué mi compadre! Todavía se cree
113
José U. Escobar
Vereda del Norte
muchacho.
de chain así, en algo que quiere ser inglés, y los "trapazas"
-Güeno, es que se me olvida.
para el brillo.
-¿ Yajallarían la veta en La Fábula?
Los perros continúan retozando. La cuadrilla de mulas se
-Crio que toavía no. ·
alarga por el camino del valle. Los viejos encienden sus
-Pos ahí está l' oro. Aunque no lo crean.
cigarros de hoja y entre chupada y chupada, echan a volar
-Ahí stá. Sí señor. Esa tierra está sentada en oro.
los recuerdos, cuando ellos eran jóvenes y trabajaban en La
-¡Y nosotros tan probes como cuando nos parieron!
Fábula, y encontraban gallos de oro, "¡así de grandes, del
-¡La de malas! ¡Qué le vamos a hacer? Unos nacen con
tamaño de una manzana!".
estrella y otros estrellados, compadre.
La vida del pueblecito se desliza monótona y silenciosa,
-Si ansina lo manda mi Tata Dios, no hay más que tener
pero llena de un secreto encanto.
pacencia.
Al oriente de la plaza está el orgullo del pueblo: la misión -
Unos perros corretean y retozan organizando en la
de San Francisquito. Cuentan que hace años, llevaban a lomo
banqueta un torneo medieval en honor de alguna incógnita
de mula, para otro mineral que está más al norte, una imagen
dogaresa.
de bulto de San Francisco de Asís. El santo sugestionado
Van llegando, de las haciendas vecinas, rancheros que
seguramente por el paisaje, se negó a continuar el incómodo
vienen a hacer sus compras en la tienda de raya. Cabalgan
viaje. "Aquí me quedo", se dijo, y se volvió pesado. Ni con
sobre jamelgos sudorosos. Cuando se desmontan, caminan
diez mulas consiguieron moverlo. No hubo poder humano
como entumecidos, haciendo resonar las espuelas sobre los
que pudiera levantarlo. El señor cura opinó que el Santo
cantos rodados de la angosta banqueta. Se toman varios
deseaba favorecer al mineral y, como su llegada coincidió
tequilas para hacer la mañana. Compran jabón, manta,
con una maravillosa bonanza en La Fábula, San Francisco
piloncillo y café que acomodan con lenta parsimonia, en las
fue proclamado solemnemente patrono del pueblo. Le
cantinas de la montura. Hay en sus rostros un rictus de
consiguieron una iglesia de adobe, con paredes de metro y
solemnidad y de tristeza. Son tristes hasta cuando se ríen.
medio de espesor,con una sola torrecilla achaparrada y formal,
Baja de la montaña una cuadrilla de mulas cargadas con
desde donde las campanas, amarradas con coyundas de cuero
serones repletos de metal. Los mozalbetes que cuidan la
de buey, a las viguetas alisadas por el tiempo, pueblan, de
remesa vienen armados con carabinas 30-30. Llegan la tienda
tarde en tarde el silencio de las cañadas y las lejanías, con su
a comprar tequila y chiles curtidos. Las mulas aprovechan la
vibración poderosa de bronce.
parada para buscar basuras y comérselas.
Enriquecieron la iglesia con finos ornamentos, altares
El más destacado exponente del grupo en la plaza del
dorados a fuego, un órgano y pinturas de los más inspirados
pueblo es un bolerito que con su cajón negro, adornado con
pinceles. En el amplio atrio del templo, están sepultados los
su espejo y la estampa de la Virgen de Guadalupe, la botella
viejos mineros. Sobre las lápidas carcomidas y patinosas, se
11 4
115
José U. Escobar Vereda del Norte
leen todavía los nombres de los difuntos. Los indios a lavar la ropa, y los muchachos a jugar y bañarse en las
tarahumaras le traen a San Francisco panales y pájaros que, pozas abrigadas al amparo de los álamos. En el flanco del
en sus jaulas, colgadas frente al altar mayor, cantan el himno monte se columbran las bocas de las minas: La Fábula, La
de la naturaleza y de la vida en la mística soledad del templo. Margarita, La Fortuna. Entre los peñascos serpentean las
- ¿Adivinaron acaso los indios que el seráfico padre amaba cintas deslavadas de las veredas.
conversar con los pájaros? Hacia el sur, el terreno declina en mesetas pedregosas,
El alma limpia de la gente palpita en el silencio de esta manchadas por el verde grisáceo de la gobernadora y los
capilla. Aquí han sido bautizados los recién nacidos, aquí han acotillos. El sendero se pierde como una larga cicatriz, en la
unido sus vidas los esposos; aquí han sido salmodiados los llanura cubierta de grama plateada. Es el camino del desierto,
muertos; aquí han llorado los dolores y cantado las esperanzas, tendido a los pies de la sierra. Ahí triunfa la luz. Parece que la
de todos los que han afanado en medio de durezas, de claridad, en lugar de bajar del firmamento, asciende de la
privaciones y de honradez, junto a la montaña de oro en donde llanura que reverbera en el espejo ustorio de los espejismos.
abre La Fábula sus fauces de piedra. San Francisquito no es cualquier cosa. Tiene escuela
Una cadena de quebrados montes, diademados por primaria, fonda, mercado, carnicería, tienda de raya, dos
alcores de pinos, madroños y táscates, y salpicados de cantinas, salón de billares, y para la feria, el día del serafín
cabañas enjalbegadas de blanco, con techos de teja, patrono, la plaza donde levantan la enramada para la loteria y
desciende hasta el valle. Casi todas las casuchas están los carcamanes, así como dos puestos de empanadas fritas,
rodeadas por huertos de manzanos y duraznos, plantados machacadas de carne seca, enchiladas y tepache; tiene la plaza
sobre las corcovas de la tierra pedregosa, tostada por el sol. de gallos, donde celebran rumbosas tapadas, contra el pueblo
Al norte se levanta la alta sierra, el macizo de la sierra brava de San Francisco el Grande, con el que guardan añeja rencilla,
que forma graderías de gigantes, con sus golas de piedra motivada por el pacífico santo que prefirió quedarse en San
,/ matizadas de ocre, de rojo, de siena, de apagadas malaquitas, Francisquito.
y de toda la rama de lo azul, desde el oscuro del océano Todo está lleno de luz y de color; hasta carecen de ./'
pétreo, hasta el clarísimo de las lejanías. doctores y de licenciados. Deben ser muy felices.
En los aledaños del pueblo, donde se inicia la acritud del
sendero, mana, entre pinos añosos, un ojo de agua que
desfleca sus cristales sobre un bordo de tierra, y se reparte
luego en tajeas bordadas de tomillo, poleo y hierbabuena,
que zigzaguean entre los huertos.
Cerca hay una poza donde beben los burros y los caballos.
En el fondo de la cañada se desliza el río. Ahí van las mujeres
11 6 11 7
Capítulo 3
11 9
Vereda del Norte
José U. Escobar
12 2
12 3
•• y.
Capítulo 4
12 5
José U. Escobar Vereda del Norte
12 6 12 7
José U. Escobar Vereda del Norte
asedados tapetes que invitan al descanso, al olvido de todo, descanso bajo el pino frondoso, y la imaginación suelta y loca,
a contemplar, por entre los alabes, la caravana de las nubes que tira por veredas de ensueño, iluminadas por la magia de
blancas, viajando lentamente por el joyante azul. Pero el la adolescencia. "[Qué diferente todo esto de la vida del
muchacho no va a perder el tiempo en contemplaciones, tiene subterráneo!", piensa el muchacho, arrullado por el fragor
que hacer leña. Apersoga al Golondrino y empuña el hacha. lejano del río. "Allá estarán aquellos pobres camellando en
A su edad ya es un leñador hecho y derecho. El sol y el aire las tinieblas. Buscando gallitos de oro. ¡Si yo me encontrara
acarician el torso desnudo del adolescente; los músculos una mina! Compraría una casa grandota, nos iríamos a pasear
nuevos juegan bajo la piel dorada como el trigo maduro. Se a Chihuahua. Y un caballo blanco, como el de Napoleón. Y
siente fuerte y con ganas de derribar el pino más alto. comidas muy buenas, y camisas de seda; me dirían entonces
Relampaguea el hacha en el aire rafagueado de luz; haciendo don Ricardo ..." Interrumpe sus reflexiones porque el perro
saltar chorros de astillas y fragantes virutas del tronco de un llega orgullosísimo con un conejo en el hocico.
árbol; el eco rítmico de los golpes repercute en la cañada. -¡Hasta que al fin lo cascó! ¡Préstelo, está rete gordo!
Pero hace más llevadera la tarea, el muchacho derrama El perro obedece, echándose junto a su dueño, previas
cantares a borbotones: las vueltas reglamentarias. Mata tres o cuatro moscas y bosteza
"Si quieres morena/ venirte conmigo/ venirte a la dando ligeros quejidos. El muchacho continúa soñando.
sierra, /venirte a gozar... " -Estese quietecito. Mire, aquella nube parece la cabeza
La voz fresca y timbrada se pierde en los inmensos de un indio. Los indios de ahora ya no son como los de antes.
ámbitos del monte, juega en los altozanos y empalma en las Yo quisiera platicar con los tarahumaras, y tener arco y unas
lejanías, confundida con la salmodia viril del viento. buenas flechas, y caminar por la sierra buscando venados, y
La carga de leña queda completa para después de medio que saliera un oso y matarlo de un buen jarazo en un ojo, y...
día. Ricardito se enjuga el sudor, se pone la camisa para no Ve lánguidamente las nubes; las viajeras celestes van
pasmarse con el soplo de la brisa del monte, recoge el cobrando la figura de las muchachas que vio el otro día
morralito, saca las provisiones, y come, sentado bañándose en el río. ¡Qué angustia! Se le va el alma siguiendo
filosóficamente a la sombra de un árbol, arrojándole al perro, las nubes ... Estaban allá en el río. Y se le cierran los ojos y se
de cuando en cuando, pedazos de carne y de tortilla, que el queda dormido.
animal atrapa en el aire.
Una ardilla envalentonada se aventura hasta el morralito
Después, la euforia; las flotantes moléculas de la luz para robarse unas migajas, desafiando la cólera del perro
meciéndose en ondas cristalinas, sobre los matojos de los
que también se ha dormido con el hocico recargado sobre el
hondonales y las armazones de los árboles; el sortilegio de la
vientre de su amo; los pájaros afanan ahí cerca, dando saltitos
fragancia de la sierra, embriagando sutilmente los sentidos; el
y buscando semillas; una alondra trajina entre las yerbas y los
misterioso rumor del aire, que semeja una canción de cuna; el
terrones, moviendo la cabeza y contemplando admirada al
128
12 9
José U. Escobar Vereda del Norte
130 13 1
José U. Escobar Vereda del Norte
intenciones tendrá este amigo? Congoja, silencio. Y la noche El desconocido, con los ojos fijos en el suelo, arroja
que se echa encima. bocanadas de humo, y camina ensimismado, como
-Ya lo había visto pasar por aquí otras veces -dice el recordando algo lejano, como tratando de resolver algún
mocetón, reanudando la plática después de una buena pausa enigma. Topa con una herradura y la levanta, dándosela a
cargada de inquietud-, pero usté parece que es medio música Rico.
con los probes. -¡A ver si le trae suerte!
-Yo también soy probe. Ya ve que tengo que acarrear -Dios I'oiga.
leña. -Apenas se distingue ya la milpa; la sembramos mi
-Sí, pero -exclama el hombre suspirando ... hermano y yo; él anda hora por la Sierra Alta; la milpa se ha
-Pero¿qué? puesto rete bonita. Da gusto verla; tapa a un hombre de alta.
-Pero no tanto como otros -y la voz del desconocido se Hay un vale que dice que es dueño de ese terreno y que nos
vela con un dejo de amarga tristeza-, no tanto como otros. la va a quitar. [Estará por verse! Esa tierra no es de naiden.
Otra vez el silencio. El muchacho quisiera encontrar algo Tenemos también un cacho de melones y sandías; de las
de qué hablar, pero nada se le ocurre. meritas güenas. Lo invito pa que vaya a comerse una, la que
- ¿Por qué tiene miedo? Valedor. escoja, pa que vea que no semos tan maloras.
-¿Yo? -Muchas gracias, pero, ahora no se puede, un día de
- ¿Pos quién? Es que cree que voy a perjudicarlo, pero estos ...
no hay d' eso. No se arrugue, yo vivo allá, en aquella milpa -Un día d'estos, es lo mesmo que decir nunca, diga
que negrea en la ladera. Friega mucho estar solo. Todos los cuándo.
días miro la mesma sierra y los mesmos árboles. ¡Y con la -Cuando vuelva al monte.
boca de palo! -¿Pal otro sábado? Croque hoy es sábado¿ verdá?
-¿Porqué no baja al pueblo? -Por todo el día.
-Porque -y permanece pensativo, como buscando la -Güeno, yo andaré por aquí.
causa- no me cuadra ese pueblo. ¿Se fuma un macuchi? -Mejor allá arriba, en la Cruz del Difunto.
-No me gusta. -Donde quera. Nomás me grita: ¡Teófilo!,ésa es mi gracia,
-¡A poco no chupa! ¿O no quere fumar conmigo? pa servir a usté.
-No, de veras, una vez chupé un cigarro y por poco y Cosa rara, la desconfianza se ha deshecho. El muchacho
echo los hígados. y el mocetón han caminado juntos lo suficiente para poder
-Pos yo, con su permiso. ¡A ver si aluego se le antoja! ser amigos. Kilómetro y medio de vereda entre los pinos,
Dicen que de ver dan ganas, -comenta, mientras lía constituyen una buena base para la amistad. Los pinos son
pausadamente el tabaco negro en una hoja de maíz. árboles esencialmente sociables; siempre crecen en grupo,
13 2 13 3
José U.Escobar Vereda del Norte
Hijo del Trueno me apellidaron, lleve el diablo. Después de una pausa mental, vuelve a cantar:
En noche horrenda vine a nacer; "Hijo del Trueno me apellidaron ..." Piensa cómo resuenan
Unos bandidos alimentaron los truenos en la sierra. Y la verdad es que no parecía mala
A la cuitada que me dio el ser... gente. Recuerda su rostro moreno, los ojos abrillantados y la
voz tristona del mocetón que le contestó, cuando él dijo que
Las voces van desvaneciéndose blandamente en la también era pobre, "pero no tanto como otros". [No tanto
umbrosa lejanía. Apenas se distingue ya la carreta que se como otros! Si no parecía muy pobre, ¿por qué lo diría? No
hunde en la sombra como un fantasma. ¡Qué canción más se le olvida aquella voz. Adivina algo raro y misterioso en la
triste! Jamás la había oído así, llorada a lo lejos. "Hijo del persona del desconocido. Bueno, y ultimadamente ¿por qué
Trueno me apellidaron", repite con dulzura, cantando apenas, no he de ir? El Pipis ni siquiera le gruñó. Ésta es una señal
y la imaginación se le fuga por la vereda de la sierra, y le infalible, porque el perro nunca se equivoca: si le gruñe a
brotan del alma los versos finales del canto: alguien, es que hay algo malo; si se queda tranquilo, es que
son así nomás; pero si hace fiestas, ya se puede meter una
Mas si no escuchas mi voz lejana, mano en la lumbre, por quien sea. Y la otra tarde el perro se
Perla de oriente, nítidaflor, quedó muy orondo. Pero ¿y el cuchillo? Es que ¿quién va a
Si tú no vienes verás mañana, andar desarmado por esos matorrales? Y pensando y
Rota la lira, muerto el cantor... midiendo todo aquel cúmulo de consideraciones, capaces de
darle un dolor de cabeza a Aristóteles, Ricardito determina
Recuerda entonces que mañana tendrá que estar en la que cumplirá "a lo macho", para eso es muy hombre.
Cruz del Difunto, en lo más cerrado del monte. ¿Para qué Por la noche, acostado en su catrecito, continúa cavilando.
diablos me comprometí? Y lo peor de todo, que en lugar de ¡Malvada picazón! Valemás no rascarla, porque se pone peor.
vemos al pie de la Sierra, como me lo propuso, yo mismo le Teje y desteje inverosímiles telas de Penélope en los telares
dije, no sé ni por qué, que era mejor allá arriba, junto a la de la fantasía. ¡ElHijo del Trneno![Si será,si será!¡Apoco!
Cruz del Difunto. ¡Soy un idiota! Cuando se lo dije no tenía ¡Bah! ¡Nomás eso me faltaba! Y ¿quién me manda
intenciones de cumplir la promesa, pero luego me andarme metiendo en camisa de once varas? Con jalar
comprometió. ¿Qué carajos me importan las barajas y las para otro cerroqueda todo arreglado. Y así, de figuración
sandías? Si me da la gana, no vuelvo ni a pasar por ahí, puedo en figuración, se queda dormido, escuchando interiormente
ir por leña a los otros cerros. Pero es muy feo quedar mal. los versos del Hijo del Trueno.
Tratos son tratos y palabra es palabra. Dije que "a lo macho", Sueña que va por unas montañas muy altas. Al dar un
y se es hombre o no se es. Mi tata dice siempre, que cuando salto, cae en un abismo. Llega después hasta el subterráneo.
un hombre se compromete tiene que cumplir, aunque se lo Se arrastra por el fondo de la mina, hasta salir al otro lado de
13 6 13 7
José U. Escobar Vereda del Norte
la montaña. Ahí descubre que puede volar. ¡Cómo no se le -Tendrás que dejarlo para otro día. Anoche se puso
había ocunido antes! ¡Si es tan fácil! Basta con tomar impulso malísimo ñor Serapio, la pasó en un grito, y el pobre no tiene
y abrir los brazos, para remontarse por el aire, volando por ni a quién volver los ojos.Tienes que ir a llamar a doña Minga.
encima de los pinos y los ventisqueros; llega hasta las rocas -¡Pero mamá!
más empinadas; encuentra ahí al desconocido; siente que lo -¡Ándale, hijito, apúrese-dice doña Carmelita, tratándolo
azotan; es el mocetón que lo golpea con la vara que trae en la repentinamente de usted, como lo hace siempre en los casos
mano; después le clava en el pecho el cuchillo que saca de la graves- el pobre está en un ay que parte el alma. Dígale a
bota; rueda otra vez hasta el fondo de la mina; los barreteros doña Minga que venga luego luego!
le hacen burla, le dicen malas palabras y se ríen; ya no puede A estas horas debía estar en la Cruz del Difunto -piensa
volar, se ha vuelto pesado; quiere encontrar la salida y no el muchacho mientras se encamina a llamar a la curandera-,
puede; se queda solo, prisionero en el subterráneo tenebroso; pero ni modo. ¿Quién sabe si será aviso del cielo para que no
las lintemitas de los mineros danzan entre las sombras, escucha vaya?
las voces de los hombres que se alejan cantando el Hijo del A media legua del pueblo, en el entronque del Camino
Trueno; llega entonces el desconocido, pero ahora viene Real, está el rancho del ñor Ogenio, o más bien, el rancho de
sonriendo cariñoso, lo toma en brazos y lo saca del doña Minga. El pobre hombre se ha anulado de tal suerte, se
subterráneo, se alongan los muchachos tomados de la mano, ve tan diminuto e insignificante al lado de su agarrochada
por una vereda muy larga, en la diafanidad del cielo, es el sol, consorte, que nadie en los alrededores llama a la propiedad
escala el paredón cobalto del firmamento, como una gran "el rancho del ñor Ogenio". Los sembrados, los frutales, las
araña de cristal. vacas, los caballos, las gallinas y la casa de cuatro aguas, son
El Pipis tiene la devoción de esperar todas las mañanas el conocidos como propiedad de doña Minga. Aquella anulación
despertar de su amo. Permanece junto a la cama, quieto y sin marital llega al punto de que cuando se habla de ñor Ogenio,
hacer el menor ruido, pero en cuanto ve moverse al muchacho, dicen siempre, el marido de doña Minga. Ha perdido hasta el
salta sobre él, haciendo mil fiestas y lamiéndole la cara es la nombre.
manera de darle un beso. Ñor Ogenio, desmedrado y de corta estatura, se pirró
- Yala fregamos, estése quieto-dice Ricardito poniéndose siempre por las hembras de gran talla. Así se consiguió a
los pantalones-, ya se nos hizo tarde y hay que estar en la doña Minga, alta como una torre. La boda no fue un
Cruz del Difunto. matrimonio, sino un atropellamiento. Las malas lenguas, que
Se lava rápidamente, y en tanto que arregla el morral de siempre hacen de las suyas, bautizaron luego al diminuto
las provisiones, llega doña Carmelita con una mala noticia: marido con el apodo del "bastoncito".
-Ahora no va m 'hijo al monte. Ñor Ogenio que es un artista a su manera. ¡Hace un pan
-¿Por qué, mamá?-inquiere, sobresaltado. de huevo que ni el cielo! Su especialidad son las "coyotas"
138 139
José U. Escobar Vereda del Norte
amasadas con harina de trigo de la sierra, huevos frescos y Ñor Serapio es el lechero de San Francisquito. Durante
leche pura, y ¡qué cosa! cuando salen del horno, huelen a muchos años, sin faltar una sola mañana, ha reconido el pueblo
paraíso, calientitas y con pedazos de piloncillo deshecho en de punta a punta, a pesar de celliscas y nevadas, entregando
mieles. Pero la fama de doña Minga, opaca con mucho, a la la leche. Vive frente a la casa de los García, en una casucha
de su cónyuge. Su verdadero nombre es Dominga, pero le de adobe levantada en medio de un alfalfar. Tiene media
han quitado el "do", dejándola en Minga, a secas. Las docena de vacas, varios becerros, un perrazo negro muy
curaciones que ha hecho, andan de boca en boca, y en cuanto bravo, enemigo mortal del Skippy, y por lo tanto de Rico.
a los enfermos que se le "pelan'', no se toman en consideración, Tiene unas gallinas prietas y un gallo de patas costrudas. Todo
ya que nadie pasa la raya, ni se queda bicho alguno para esto tiene ñor Serapio, y digo mal, tiene también, desde hace
semilla años, una tos crónica que lo hace maldecir y carraspear toda
Doña Minga distingue a leguas un empacho de un dolor la mañana. Es más trabajador que una hormiga, pasa los días
de ijar, un ataranto de un pasmo, un ay-dios-de-tapado de un afanando entre las vacas, limpiando los botes de la leche que
cólico mísero, un hervor de pecho de un dolor de costado. relucen siempre como espejos, y haciendo asaderos y
Sabe componer huesos, sobar a losfalsiados, y curar el mal requesón. Hace años que perdió a su mujer, muerta de tanto
de ojo, amén de preparar toda clase de colirios, pócimas, trabajar, según dicen en el pueblo. Ñor Serapio mandó hacer
filtros, polvos y ungüentos. Guarda en una gran alacena un retrato amplificado de la difunta, lo colgó en la pared de
manojos de yerbas medicinales: cola de coyote para las llagas, uno de los cuartos, y declara ahora, muy ufano, que a pesar
bejucos de cintura para los riñones, simonillo para el hígado, de vivir solo, la pasa mejor que antes, porque todos los días
raíz de tumbavaquero para los "acidentes", damiana para puede ver a su vieja, sin necesidad de gastar un tlaco para
tener hijos, yerba de la golondrina para la punzada, barbas darle de comer. No le gusta el sotol, ni soba la baraja. Vive
de elote para la vejiga, y corteza de quina para el calor trepado. con una insignificancia,y es voz públicaque tiene suscentavitos
A pesar de ser buena católica, y de oír misa devotamente, enterrados en un rincón de la casa. No le falta un sobrino,
todos los domingos del año y fiestas de guardar, doña Minga borrachín y mala cabeza, que en jamás de los jamases, pone
cultiva la magia, posee talismanes y filtros misteriosos, y apaña los pies en la casa del tío.
buenos tostones con sus infalibles polvos de "amarte con Ahora está el pobre lechero acaldado en cama, amarillo
delirio", de grandísima demanda entre los enamorados, así como un girasol, con la osamenta descuajarrugada y un dolor
como por exorcizar y barrer con ramas de laurel a los }~ que no le deja respiro. El enfermo, arropado con tres
embrujados. 1
cobertores, se queja con un lloridito apagado. El cuarto huele
Al enterarse del recado de doña Carmelita, ordena la a orines y a ropa sucia.
"dotora" que unza luego el. guayín, y parte a toda prisa, Cuando doña Minga se presenta, ñor Serapio está ya en
acompañada por Ricardito. las boqueadas. Delira queriendo levantarse para cumplir con
140
141
José U. Escobar Vereda del Norte
142 14 3
José U. Escobar Vereda del Norte
144 145
José U. Escobar Vereda del Norte
Risas alegres en la mañana llena de sol. que tenga una mancha amarilla grande. Y que el rabi to de
-Sale bien. Los sacristanes y los monaguillos siempre se donde estaba prendida en la mata esté bien amarillo. Come
entienden. más.
-Oye, Sacristán. ¿Por qué tenías miedo cuando te hablé -Ya no puedo.
el otro día? -¡ Újule, qué barriga tan chiquita! Yo sólo me acabo tres
-La verdad, no era miedo. Pero yo no te conocía. Y tú sandías como ésta.
estás más fuerte que yo. -Tú, pero yo no. Después dan cólicos.
-¡Bah!¿ Y ora me tienes miedo? -No da nada.
-Ya no. Se comen en silencio el corazón rojo.
-¿Y si yo fuera malo de veras? -Oye, ¿tienes mamá?
-¡Éjele! A poco quieres asustarme ahora? -Sí.
-No. Pero ¿y si yo fuera un ladrón? -Y le contaste de mí el otro día?
-¡Qué le hace!, no tengo ni qué me robes. Oye, ¿Podría -Sí.
aprender a chiflar como las golondrinas? -Y ¿qué te dijo?
-Seguro que puedes. Es lo más fácil. Difícil hacer como -Que tuviera cuidado, porque por aquí hay mucha gente
los tecolotes. Mira: te metes estos dos dedos en la boca y mala.
luego soplas fuerte. Que el aire se vaya pa dentro. Y estiras la -¿Y tú qué le dijiste?
trompa así. ¿Oyes? ¡Igual a las calandrias. Hasta los calandrios -Que sí, pero que tú no eras malo.
se equivocan, ¿oyes? -¿Y ella qué te dijo?
Ricardo sigue cada una de las instrucciones de su -Que quién sabe ...
compañero pero todo parece inútil. No logra chiflar. -¿Sabes? Es que nadie es malo. Hay unos que son buenos
-Calmantes montes, ya verás. Ensáyate bien. Ahora no para unos y malos para otros. Eso es todo. Y cuando uno es
puedes porque es la primera vez. malo para algunos, las gentes creen que uno es malo para
-¡Merelleva! todos. ¿Entiendes?
-No te desesperes. -Sí.
Pasean por el campo caminando por entre los listones
Parten una sandía de corazón enrojecido. acerados, apartando con las manos las hojas del maíz, para
-¿Ves? Así se les saca entero el corazón a las sandías. no ir a cortarse. Están sumergidos en un mar verde claro, en
¿Está buena, eh? Éstas son las mejores, las de cáscara oscura. donde juega el viento entre las espigas y las mazorcas que
Siempre que vayas a escoger una sandía, fíjate en que tenga comienzan a amarillear. Van hasta los pinares. A ver si salen
la cáscara muy oscura y vidriosa para que no te salga lacia. Y los ardillones.
146 147
José U. Escobar Vereda del Norte
-¿Has comido alguna vez ardillón? ya hace más de diez años que viene haciendo corajes, pero
-No. aunque sin que él lo sepa, el sobrenombre es uno de los
-Son unas ardillas grandotas que hay aquí en la sierra. factores de su fortuna. Todos conocen el tendajón del Cucho.
Son la cosa más buena. Ni el mejor pollo. Cuando los maizales Vende pan, carne, telas baratas, encajes, botones, velas,
están maduros hacen mucho perjuicio en las milpas. Siempre refrescos, licores.
que matas un ardillón lo encuentras cachetón, cachetón, El Cucho prepara una bebida de zarzamora con
porque traen el hocico lleno de granos de maíz, o de piñones, aguardiente de caña y agua caliente, que es un chumiate-
o de bellotas, que guardan en sus agujeros para tener comida dinamita. En las noches de invierno, durante las grandes
en el invernadero. Son muy económicos. Tienen una cola nevadas, el tendajón permanece abierto hasta muy avanzada
retegrandota, así de bonita. Cuando mate uno te voy a guardar la tarde. Cuando ya se han apagado los faroles y el pueblo es
el cuero. una boca de lobo, la ventana del tendajón es una garganta
roja, una claraboya infernal. Celebran su tertulia los barreteros
Comen cerca del arroyo, junto al ojo de agua. Teófilo y la gente "perdida". El Cucho, hombre corpulento, con ojos
hace té de la montaña con unas yerbas que ha cortado entre terribles, manos de cíclope y voz atiplada, que no va de
los matojos de las rocas. Ricardo saca muy orgullosos sus acuerdo con su corpachón; parado detrás del mostrador, junto
tortas, sus tacos y su manzana para compartirlos con su amigo. a la lámpara de alcohol, donde barbotea el agua, prepara
Juntan leña y cargan al Leal. sabrosas infursioncitas, tan ricas que hasta han dado origen
-Ya es hora de regresar a la casa. a un nuevo verbo en la región: infurtir. Para expresar el agrado
-Todavía es temprano -dice Teófilo. o el desagrado de una cosa, los mineros dicen: me infurte o
-No. Estamos retelejos. No llego ni en dos horas. no me infurte.
-Serán las cuatro. Ricardo es amigo del Cucho. A veces le ayuda a
-A las seis tengo que estar en mi casa. Antes de que se despachar y Pancho le regala diez o quince centavos por la
"
t,
14 8 149
José U. Escobar Veredadel Norte
el delito fatal nos entrega, transita una sola alma por la calle. La ventana roja del tendajón
pegaremos el grito de guerra, fulge allá a lo lejos. Hay que correr. Allá habrá más seguridad,
pa luchar o morir con valor. aunque esté uno entre borrachos. El Cucho se admira de ver
a Ricardito por ahí a semejantes horas.
Don Félix, uno de los más asiduos parroquianos, está en -¡Quíhubo! ¿qué andas haciendo?
su estado normal; es decir, a media navaja. Platica con Pepe -Vine a acabalar el mandado.
Sánchez, el romántico del mineral, que lee los libros de Vargas José Sánchez, un muchachón de talla gigantesca, de
Vila y las Ruinas de Palmira. Don Félix ni siquiera sabe leer narices abotagadas, de ojillos enrojecidos y aguanosos, está
y por este motivo, admira a Pepe Sánchez como a la divina hecho una cuba. Ayer le dio calabazas la novia y ahora busca
providencia. consuelo en el aguardiente de caña. El alcohol lo ha vuelto
-Usté, don Pepe, es un sabio. Me admira cómo puede locuaz. Viene a saludar a Ricardito.
vivir en este pueblo. -¿Qué haces tú por aquí pierrimplín? No te me quedes
-&te no es un pueblo, es un maravilloso rincón del mundo. mirando así, como espantado. Tú todavía no sabes de estas
-Pos será rincón o esquina pero la verdá es que no es un cosas. Y ojalá nunca las sepas. Vas a cantarme una canción.
pueblo, es un paraíso. Aquí todos tenemos buen corazón, lo La que a mí me gusta. Esa que tú sabes. Esa. ¿Cómo dice?
único que nos hace falta es la incultura. ¡Ah, sí! "Si alguna vez/ en tu camino apuras".
-En esto puede que tenga razón. Ricardito siente miedo y tristeza. Miedo de aquel hombrote
que huele a sotol; tristeza porque desde antes de cantar, ya le
Ricardo viene a comprar cerillos, velas y café. Se le olvidó sabe amarga la tonada de la canción desoladora.
a su mamá encargárselos por la tarde cuando hizo el mandado. -Sírvele una infursión para que se entone.
Para ir desde la casa de Ricardo hasta el tendajo, hay que -No, dice el Cucho, este muchacho todavía no empina.
caminar cerca de dos kilómetros. Todo está lóbrego y oscuro - Yaestá hombrecito, que se tome una copa, que aprenda.
en esta noche. Además hay que pasar frente a la "casa nueva" -No seas mula. ¿Quieres que resulte lo mismo que tú?
(una casona viejísima, deshabitada, ruinosa, pero a la que -No. Pero que cante.
dicen la "casa nueva" asegurando que ahí espantan). Cuentan Los mineros, medio borrachos, manosean a Telésfora,
que por las noches se ve salir de la casona un bulto negro que una muchacha idiota que alegra las tertulias del tendajón. La
suena con los dedos huesosos, un cajón de muerto. Los que dama está subida de traguitos, y viene muy zalamera hasta
dicen haberlo visto se han desmayado. Ricardo les tiene horror Ricardo.
a los espantos. Pasa junto a la casa a la carrera y rezando el -¡Ándale, angelito, canta y te doy un beso!
Padre Nuestro. Se acuerda de don Serapio. La noche fría y El chico se enrojece. El de la guitarra repuntea el
diamantina mantiene a todo cristiano metido en su casa. No acompañamiento.
150
151
Vereda del Norte
José U.Escobar
Pepe Sánchez se levanta tambaleándose. Trae los bolsillos
La voz de Ricardo, limpia, embebida en pureza, tiene
repletos de billetes y de monedas. Se acerca al muchacho.
sonoridades y dejos de corazón herido mientras entona con
-No quieres fumar, no quieres tomar. ¿Cómo voy a
voz llorosa los versos de la canción. Clava sus ojos en el
pagarte esa canción? Toma para que compres lo que quieras.
techo. Pero no está viendo las vigas ahumadas. El techo ya
Le ofrece un puñado de monedas.
no está ahí, ve las copas negruzcas de los pinos balanceadas
-Pero cántamela otra vez. Repíteme el último verso. Canta
por el viento; ve unas estrellas plateadas parpadeando,
a mi corazón, canta mis penas.
naufragando, en una bruma color violeta;columbra un caminito
El Cucho se lleva a Ricardo a la calle.
torcido, bordeado de peñascos, cruzado por arroyos,
-Toma tu mandado. No tengas miedo. Vete corriendo
serpenteando en las laderas de la montaña. Y canta, canta
para tu casa. No les hagas caso. Todos están borrachos.
cada vez con voz más triste, voz macerada en desencantos,
como si ya hubiera sufrido mucho, como si ya conociera el
dolor de la vida:
Capítulo 7
15 5
Vereda del Norte
José U.Escobar
Capítulo 8
recibir sobre el cuerpo desnudo la caricia del sol y del aire
libre! Teófilo sabe nadar de varios modos: de pecho, de lado,
in embargo, se dice en el pueblo (jmaravilloso
de ranita, para atrás; le enseña a Ricardo cómo debe bracear
para no cansarse, cómo se nada mejor por debajo del agua;
juegan a las toninas, a la roña, a las carreras de buques; echan
sandías en la corriente y luego nadan para ver quién logra
S pueblecito para decir!).
El platillo del día es el cuento de los ladrones de
ganado. Ya se han perdido algunas cabezas. Se sospecha
que los ladrones son los hermanos Domínguez que tienen una
cogerlas primero.
milpa y una plantación de sandías en la falda del monte. No
Toda la opulencia del sol, del bosque y de la montaña, se
se les ha podido probar nada, pero es seguro que ellos son.
ha transmutado en alegría del corazón.
Las gentes del pueblo son honradas. Los Domínguez
llegaron apenas unos cuantos meses. ¡Sabrá Dios de dónde
vendrán! Uno de los hermanos, el mayor baja al pueblo, cada
quince días, a comprar provisiones. Siempre anda muy bien
armado. Tiene un modo extraño de ver, por debajo del ala
del sombrero. Al menornadie lo conoce. Jamás baja al pueblo,
siempre está cuidando la milpa.
-¿Ya lo ves, muchachito?-dice la mamá de Ricardo-.
¿Ya lo ves?. Una madre nunca se equivoca. Bien te lo decía
yo, que te cuidaras mucho porque podían ser gentes malas.
Y tú encantado con ese sinvergüenza.
-Es que nada se les ha probado. Habladurías de la gente.
No conocen a Teófilo, por eso dicen todas esas cosas. Ni tú
lo conoces.
-Ni quiero conocerlo. Y lo que debes hacer es quitarte
de esas amistades y no volver por ahí. ¿Lo oyes? ¡No volver
por ahí!
Si es todo lo contrario lo que Ricardo quiere hacer. Tiene
que volver y averiguar. Su amigo no puede ser un hombre
malo. Podría apostar cualquier cosa. Podría meter por él una
mano en la lumbre. ¡Un hombre que se ríe como él, es
imposible que sea un ladrón! Aunque, quién sabe. Y este
15 6 15 7
José U. Escobar Vereda del Norte
"quién sabe" le causa vergüenza y le duele, allá en lo más le dije que si veía a mi mamá, le dijera que estaba con él. Pero
hondo. ¡Dudar de su amigo! me vine para acá.
Él lo averiguará. Tiene su plan; irá a quedarse una noche -Y, ¿no tienes miedo?
en la milpa. Siente miedo, tiene que dormir fuera de su casa, -Ya te dije que no. ¿Crees que soy un gallina?
en la sierra. Oír llorar a los tecolotes y a los coyotes. Sentirse -No, Sacristán. Pero me parece imposible. Ahora que
inundado en las tinieblas que se enredan en los árboles del estoy más solo. Mi hermano se fue al monte. A lintemear
bosque, pero ese mismo miedo a lo desconocido lo atrae, venados.¿ Ya cenaste?
como la bajada a los tajos de las minas, como el silencio en -No, pero no tengo hambre.
los subterráneos debajo de la tierra. -Come algo ...
Una tarde le pide permiso a su mamá para ir a quedarse Cenan al amor de la fogata. Café con tortillas hechas con
en la casa de Manuelito. Uno de sus amigos. Dizque dan una maíz tierno.
fiesta. Pero no se va para allá; se dirige a la milpa. Quiere -A que nunca las has comido más sabrosas. Yo mismo
sorprender al Monaguillo. ¡El susto que se va a dar! las hago y te voy a enseñar cómo.
Ricardo recorre el camino lleno de sombras. Este mismo Luego, queso fresco con pedazos de piloncillo y elotes
caminito estaba lleno de sol. El ruido del agua de la cañada cocidos.
parece ahora distinto; con la sombra cambia la voz del arroyo. -¿Te gusta?
Se pierde la alegría, se hace ronca, parece una queja de las -Ni en la mejor fonda. Te das vida de rey.
montañas. El bosque, durante la noche, está poblado por seres -¿Vida de rey? No te pitorrees Sacristán. Sacristancito.
extraños. ¿Y no tienes miedo?
Desde muy lejos distingue una pequeña fogata y un bulto. -Y por qué me lo vuelves a preguntar. Ya te dije que no.
Es Teófilo. Por fin ha llegado. -No te enojes, Sacristán.
-¡Pero Sacristán! ¿Qué andas haciendo por aquí a estas Los ojos deljoven de la montaña se iluminan con la clari-
horas? dad de la ternura humana.
-Nada, vengo a quedarme contigo. ¿No quieres? -Es que no sabes lo que estás diciendo.
-¡Tú, a quedarte! ¿No tienes miedo? -¡Cómo que no he de saberlo! Nada tiene de malo.
Voz llena de amargura: "No. Ya soy un hombre". -Seguramente, pero no debías haber venido.
-La noche está muy oscura. Creo que pronto habrá -¿Porqué no? Si somos amigos.
tempestad. -Sacristán. Sacristancito. Qué has venido a quedarte
-¡Mejor! conmigo, a dormir, aquí en el bosque. Tú no sabes lo que
-Y ¿Qué le dijiste a tu mamá? estás haciendo.
-Que iba a quedarme en casa de Manuelito. A Manuelito -Sí lo sé. He venido porque quiero que me digas una
15 8
15 9
\,
Vereda del Norte
José U. Escobar
está viendo la hoguera, pero realmente está columbrando la
cosa.
lejanía.
Las palabras se le quedan en el corazón.
-Vivíamos allá en el sur. Teníamos una casita. Mi papá y
-¿Qué quieres que te diga? ¿No somos los mismos amigos
mi mamá se murieron cuando yo era chico. Teníamos una
de siempre?
hermana, un día se la llevó un militar y la engañó. Mi hermano
-Los mismos.
lo mató como los hombres, cara a cara y los dos armados.
-¿Piensas algo malo de mí?
Mi hermano salió huyendo y no quiso dejarme. Yo tampoco
Ricardo permanece en silencio.
lo habría dejado. Si él estaba perdido, yo también tenía que
-¿Ves aquel nubarrón que se levanta sobre los picos de
perderme. [La suerte! ¿Qué quieres? Así hemos rodado. Aquí
la sierra? Pronto llegará el aguacero. Va a llover como en el
estamos, hemos robado y matado, Sacristán, Sacristancito.
diluvio. Las tempestades son fuertes por acá. Los relámpagos
Eres amigo de un ladrón. Estoy manchado con sangre. He
lo dejan a uno como ciego, y los truenos asustan hasta a los
tenido que matar para defenderme. Y cualquier día, si nos
tigres del monte.
cogen, si lo saben ¡bueno!, Sacristán, Sacristancito. Ahora
Otra tormenta peor está desencadenada en el alma del
ya sabes toda la verdad. Es mejor que te vayas. Te iré a dejar
muchacho, que permanece en silencio.
hasta la orilla del pueblo.
Ricardo toma su café pausadamente.
La tormenta comienza. Primero relámpagos secos que
-Ya sé. Estás pensando qué a gusto estarías en tu casa.
dejan una cicatriz rojiza sobre el vientre de las nubes. La
-No.
tormenta comienza.
-Pero ahora vas a ver lo que es bueno. Pasaremos la
Ricardo, con la cabeza caída sobre el pecho, siente que
noche los dos solitos en la choza. No tengas miedo. Las
dentro de su ser se rompe un mundo de arrobadora fantasía.
tempestades no hacen nada.
Su amigo no es el hijo de las montañas, el dios del bosque; es
Luego, un silencio poblado de inquietudes. La tormenta
un ladrón. Es verdad todo lo que dice la gente. Dos lágrimas
se avecina. Teófilo también se ha hundido en una salobre
silenciosas se deslizan sobre sus mejillas.
tristeza. Su alma primitiva y profética adivina.
-Entonces. ¿Quieres que me vaya? ¿Me corres?
-Sacristán, Sacristancito. Tú quieres que te diga una cosa.
-Sacristancito, te digo que es mejor que te vayas para
Te la diré ahora mismo. Pero no para que te asustes. Te lo
que no seas tú el que tenga que decírmelo, porque eso sería
debía haber dicho desde antes. Pero no podía. ¿Quién sabe
peor. ¡Cómo puede un chamaco como tú, ser amigo de un
si te vaya a hacer mal? Sacristán, Sacristancito. Tú eres muy
ladrón!
buena gente, y yo, yo soy un perdido, un perdido. ¿Sabes lo
-Entonces ¿quieres de veras que me vaya?
que es eso?
-¡Cómo voy a querer! No sé ni lo que quiero.
Teófilo, sentado sobre una piedra, hunde la cabeza entre
-Entonces ¡me quedo! ¡A mi qué me importa; tú qué
las manos, fuma desesperadamente su cigarro y parece que
16 1
160
José U. Escobar Vereda del Norte
culpa tienes! Todas las madrugadas iba yo a esconderme entre las cañas
Como impelido por un resorte, el Monaguillo se levanta de maíz para ver si bajaban, pero nada. Las grullas pasaban
de la piedra en que estaba sentado. Camina respirando sobre mi cabeza, lo bastante altas para que no las alcanzara
fuertemente, dando vueltas alrededor de la fogata. Habla solo. una bala. Lo que más muina me daba era que, en cuanto me
-Entonces, tú... retiraba del escondite alejándome un poco, las grullas bajaban
-Yo. Yo seré siempre tu amigo. Tu cuate. Tú siempre has muy orondas hasta el lugar donde yo las había estado
sido bueno conmigo. tanteando. Parece que me conocían y que se habían propuesto
-Sacristán, Sacristancito, no merezco todo esto. Tú eres burlarsede mí. Llegaba primero lacapitana,una grullapreciosa,
el único amigo que he tenido. Tú eres la única gente a quien con plumas azul oscuro y pico negro. Veía para todos lados y
yo quiero en el mundo. luego llamaba a sus compañeras. Decidí entonces hacerles
La tormenta parece que se aleja. La lluvia no pudo llegar. una jugada. Me llevé a otro compañero. Estuvimos un buen
El aire de la sierra ha cambiando. Barre las nubes para allá, rato escondidos y luego lo hice que se fuera. Yo quería que
para el norte. las grullas vieran que se iba el cazador para que creyeran que
-Yo no te quería decir nada. ya no había peligro. Pero son muy truchas. La capitana había
- Vale más que me lo hayas dicho. visto que se habían escondido dos hombres y que no se iba
Allá muy alto, en el cielo, se escucha un grito ronco, algo más que uno. Sabía hacer cuentas. A la siguiente mañana
como un lamento. llevé a dos compañeros, pero nada. Las grullas no bajaban,
-¿Oyes Monaguillo? ¿Qué es eso? sabían que éramos tres y que se iban dos. [Buenas para contar!
-Son las grullas que pasan gritando. ¿Las has visto? A la siguiente madrugada fuimos cuatro. Se retiraron tres. No
-Las he oído, pero yo no sabía que volaran en la noche. pasó mucho sin que el animal bajara a buscar maíz como a
-Sí, cuando viajan durante el día se esconden. Son muy veinte metros. Me puse tan nervioso que no pude esperar a
matreras y muy vivas. Figúrate que una vez estábamos por que bajaran las otras. Maté a la capitana, se le habían
allá, más arriba, en la sierra, cuidando la milpa. Las grullas enredado las cuentas. Sabía contar hasta tres. Pero ya cuatro,
nos hacían muchos prejuicios. Les encanta el maíz cuando eran muchos números para ella.
comienza a madurar. No podíamos tramparlas. Son muy El aire ha cambiado. Vuelve la tormenta.
águilas. Siempre vuelan formando escuadra, con una adelante, -No vamos a escaparnos.
que es la capitana, la más inteligente, la mas toreada. Nunca Imponente, solemne, luminosa noche de las montañas.
bajan a comer, sin que primero hayan ido una o dos a explorar Los coyotes gritan agoreramente en la crestería del monte,
el lugar para ver si hay nadie que las pueda molestar. Bajan a presintiendo la tormenta tremenda que llega. Las nubes
la madrugada o cuando se pone el sol. Durante el día se suben renegridas avanzan amenazantes, devorando la llamita rubia
a los lugares más altos de la sierra y ni quién dé con ellas. de las estrellas. Los relámpagos cárdenos iluminan el vientre
162 163
Vereda del Norte
José U. Escobar
Capítulo 9
sombrío de los nubarrones, revelando su profundidad y
haciendo ver las puntas negras de los pinos lejanos. Luego, hora es necesario hablar en tiempo pasado. De
queda todo nuevamente en la negrura. Poco a poco llega la
tormenta. Primero un viento húmedo bramando entre los
pinares. Luego las primeras gotas de agua, frescas y grandes.
Después, el chasquido fragoroso del aguacero. El granizo. El
A repente la vida se complica y nos hace hablar en
tiempo pasado. Una cosa insignificante, pero signi-
ficativa, como casi todo insignificante: El camino del gusto en
alguna cosa. ¿Nos hemos dado cuenta de que estos cambios
trueno multiplicando su estrépito en las cañadas. Los
marcan, a veces, épocas de grandes crisis? Me gustaba pero
relámpagos enceguecen los ojos. Huele a quemado. Acurru-
ya no me gusta. ¡Todo lo que puede caber entre dos tiempos
cados en la choza, Ricardo y su compañero, viven un momento del verbo!
de zozobra. Se sienten solos, en medio del universo. Átomos
A Ricardo le gustaba, y le gustaba mucho, salir todas las
perdidos en el seno de la naturaleza convulsionada por una tardes, cuando ya estaba oscuro, acompañado por el Skippy,
cólera misteriosa e indomable. Prisioneros del bosque negro a cazar gatos. No, no era tan fácil como parece. Cazar es un
y de las montañas fantásticas y de los cielos enloquecidos, deporte clásico. Uno de los grandes emperadores asirios
poblados por espíritus infernales, rodeados por fuerzas está representado, en una estatua, acogotando un gato.
gigantescas, de energías inexorables y desconocidas. [Qué
Seguramente era cultor de este deporte refinado. Los gatos
vale la vida! ¡Qué vale la fuerza de los hombres ante la furia
meditan a la hora del crepúsculo. Cumplen quién sabe qué
de la naturaleza! Son dos pobres seres insignificantes,
rito pitagórico a la caída del sol. Se suben a los pretiles. Se
abandonados en la noche profunda, sombras entre sombras, esconden en las ventiladeras de los cimientos de las casas.
a quienes solamente queda el sentimiento de la confianza, el
Salen a lascallesy se quedan inmóviles al lado de lasbanquetas.
encuentro de un espíritu que sabe que hay otro espíritu, el Ahí hay que ir a buscarlos. El Skippy tenía un instinto infalible.
consuelo borroso del calor humano en medio de la gran Nunca se le escapaba un gato. Algún felino ágil lograba, a
soledad. Se sienten empequeñecidos, anonadados, uno junto
veces, subirse a un árbol, y desde ahí se burlaba. Ricardo le
del otro, en medio de las montañas llenas de enigmas, y de
tiraba pedradas para hacerlo bajar. Un gran salto, el Skippy
fuerzas cósmicas desencadenadas.
perseguía a la víctima y de dos mordidas la ultimaba. No era
Calor de humanidad. Presencia inefable de otro ser
por crueldad. A Ricardo le gustaban los gatos. Después que
humano.
se morían le daban mucha lástima. Era muy bonito este gatito,
Teófilo pasa su mano sobre los cabellos de su compañero.
pensaba a veces, pero el Skippy era completamente feliz en
-Sacristán, Sacristancito ¿de veras eres mi amigo? estas cacerías.
Ahora Ricardo ya no encuentra placer en salir, por las
tardes, a cazar gatos. Es una injusticia. El conocimiento de la
165
164
José U. Escobar
Vereda del Norte
injusticia lo tiene anonadado. Había vivido siempre seguro de mamá está segura de que su hijito se le va a enfermar. Le
todo. Convencido de la sinceridad de las gentes y de las cosas. tiene que dar algo. Si esto no es natural. Por las noches,
Pero ahora, de repente, se encuentra con la convicción de caminando de puntillas, se asoma al catre donde duerme
que vive en un mundo injusto. Rodeado por gentes injustas Ricardo para verlo descansar. Ya no se ríe en sueños como si
que atormentan a los que no tienen la culpa. Su mamá es platicara con los ángeles. Ahora tiene la cara triste. Hasta
injusta. Es buena; pero es injusta. Ha dicho cosas terribles de dormido se ve triste, a veces suspira profundamente ¿En qué
Teófilo, cuando ella no sabe. Las madres no se equivocan.
estará soñando?
Tal vez su equivocación es tan absoluta que las hace vivir por Lo que el muchacho trae bien clavado en el espíritu es el
encima de la equivocación. recuerdo de su amigo. ¿Porqué es la vida mala? ¿Porqué él,
-¿Qué te pasa? ¿Porqué no comes con el gusto de antes?
que ha sido injusto, que se ha robado centavos del mandado,
Ni el dulce de leche, ni la sopa de macarrones, ni las cosas
que le ha contado mentiras a su mamá, que ha matado tantos
que tanto te gustaban. gatos, la pasa tan tranquilo y tiene su casa, su mamá, su papá,
Doña Carmelita ha consultado con su esposo.
su hermanita, buena comida, y una cama abrigada; mientras
-Cosas de la vida, hija. Así me puse yo.
que Teófilo que es mucho mejor que él, tiene que dormir solo,
Doña Casimira, una criada vieja que fue nana de Ricardo,
allá en el bosque? Tiene que huir de las gentes y hacerse malo.
tiene mejor psicología. Es por eso que siente miedo y remordimiento cuando le dan
-Es que ya comienzan a gustarle las muchachas. ¡Quién
buena comida o cuando lo acaricia su mamá; su mamá que es
sabe en qué andará metido! Hay que cuidarlo porque, no
tan dulce para él y tan dura para el otro pobre.
ofendiendo a su merced, los muchachos se vuelven el diablo,
cualquier día lo encontramos jugando a los casados y dándole
a la negociación.
Doña Carmelita está preocupada. Ella ha visto siempre a
su hijo como a un angelito. Se deleita contemplando
largamente, amorosamente, los cabellos castaños, ligeramente
rizados, de su hijo. Toca, con sentimiento casi religioso la
barbilla partida en dos, para levantar el rostro de su muchacho
y ver el fondo de sus ojos café claro. Ojos hundidos, profundos,
dibujándose en forma de almendra, ornados por pestañas
que les dan un tono dorado oscuro. Los ojos de Ricardo
están ahora más hundidos. Casi no se distinguen sus pupilas
entre las grandes pestañas. Se ha puesto un poco pálido. Su
166
167
Vereda del Norte
Capítulo IO
169
José U. Escobar Vereda del Norte
170 171
Vereda del Norte
José U. Escobar
Capítulo II
Nosotros tenemos que sacrificamos y que ser valientes. Sé
valiente tú también, hijito.
xpectación
Don Julio besó a su hijo con los labios temblorosos. Luego
le dijo a su mujer:
-No llores, mujer. Es necesario ser fuertes. Nada nos
pasará. Cuídalos, mujer.
E La vida rutinaria ha perdido su regularidad. Todo ha
cambiado. Faltan hombres en las minas. Los ricachos
del pueblo (bandadas de polilla miserable) se han marchado
para la capital. Las gentes decentes no se sienten seguras.
Tomó su fusil (que llegó a la casa quién sabe cómo, y con
Faltan brazos en las minas. Los viejitosplatican como siempre,
el cual le gustaba tanto jugar a Ricardo, aunque se lo tenían
buscando "el mejor asiento". Los perros siguen sosteniendo
prohibido). Salió a la calle, y se perdió entre las sombras. A
combates. Las mujeres se reúnen junto a la fuente de los tres
poco se escuchó el galopar de los caballos, de los compañeros
chorros. En la artesa beben solamente los burros. No hay un
que lo esperaban. Eran los hijos de la serranía que partían a la
solo caballo; se los llevaron los revolucionarios. Las mujeres
revolución.
cuchichean:
-Dicen que van a bombardear el pueblo.
-No, si ya renunció don Porfirio.
-Eso quisiéramos. El viejo está muy fuerte.
-Los revolucionarios han recibido mucho armamento de
la frontera.
-Ahora van para Casas Grandes. Los manda Pascual
Orozco.
-Ahora verán dónde les aprieta el zapato.
-Dicen que los "pelones" ya no quieren pelear.
-Dicen ...
17 3
172
José U. Escobar Vereda del Norte
E
n el fondo, allá en los hondones más recónditos del
Julio García, don Pascual Fierro, a todos les tocó. Cayeron espíritu, Ricardo se siente satisfecho de su dolor.
acribillados a balazos en los peñascos de Cerro Prieto. Doña Ahora se siente más equilibrado. Cuando va a ver a
Carmelita regresa desolada ¿cómo se lo dirá a sus hijos? su amigo Teófilo, se siente más igual. Como si ya tuviera la
Ricardo ha llegado a la casa un poco pálido. Con seguridad estatura moral de su amigo. Ahora sufre él también. Ahora la
que no sabe nada. Pero ya lo sabía. Lo supo en la calle. Ahora vida lo ha estrujado. Es Ricardo el que tiene que recibir
¿cómo se lo dirá a su mamá? Con seguridad que ella no sabe consuelo. Teófilo, sin embargo, ha principado a mostrarse
nada. La mamá se acerca al muchacho. Le toma la barbilla taciturno y raro. Ya no arremeda a los pájaros, ni lo seduce el
entre las manos, para levantarle el rostro y verle los ojos, balanceo de las copas de los madroños. Los amigos pasan
aquellos ojos que veían tan hondo. La madre y el hijo se largas horas en silencio, recostados a la sombra de los encinos,
confunden en un mismo sollozo. No fue necesario decir una contemplando los átomos luminosos que revuelan en el espacio
sola palabra, los dos lo sabían. azul. Ricardo no sabe a qué atribuir esta repentina manera de
-Murió como un héroe --dice doña Carmelita-; México ser de su compañero. Se forja mil suposiciones, ¿será por
va a ser muy feliz. Pero ¿ahora quién le dará de comer a mis respeto a que ahora es huérfano?
hijos? Pero las palabras toman repentinamente la forma del
destino.
-¿Sabes compita, que ya muy pronto tendremos que
separamos?
-¿Porqué?
-Nos vamos a ir para el norte. Mi hermano ha vendido la
milpa y vamos a llevar unas cabezas de ganado. Después nos
meteremos en la bola. A ver a cómo nos toca. Si tú quisieras,
podrías unirte con nosotros.
Ricardo siente el deseo de seguir el ejemplo de su padre,
de morirse como su papá, si fuera necesario.
-Yo no puedo. No puedo dejar sola a mi mamá. Cuando
sea más grande, tal vez.
-¡Cuándo seas más grande! ¿Cree que las cosas duran
tanto? ¿Cuándo seas grande? Ni te volverás a acordar de tu
174
17 s
José U. Escobar Vereda del Norte
arrugo. Capítulo I3
-Me acordaré siempre. Puede que un día nos volvamos
E
a ver. l dulce maestro: La montaña.
-¡Sólo Dios lo sabe! Ricardo la visita diariamente. Busca la compañía de
-¡Oye! -dice Ricardo poniéndose rojo, como con miedo los Doce Caballeros. De la sombra de los pinos cae
de las palabras que va a decir, casi arrepentido de una cortina de tranquilidad. El aire dice ahí grandes palabras.
pronunciarlas-. [Procuraré acordarme de ti! Eso será mejor... Las montañas son quietas.No hablan,pero están ahí.Es amable
Por la vereda sombreada, por las ramas rotas de los pinos saberlas ahí. En el alma del muchacho hay un hombre
caminan los amigos. No dicen una sola palabra. En el recodo ensangrentado, con el pecho abierto, tirado detrás de un
del camino, en donde crecen los Doce Caballeros, se detienen. peñasco, con un rifle inútil entre las manos crispadas. También
Teófilo quiere reírse y chiflar, pero la risa y la música se le una figura que se aleja, que se pierde entre los velos de la
quedan quietas en el fondo del pecho. Algo amargo lo bruma que decora los confines de la cañada, y un palito y una
atraganta. navaja y unas manos que cortan y una voz que ríe y que tiene
-¡Adiós, Sacristán! reclamos de alondra.El Skippy permanece muy quieto; adivina
-¡Adiós, Monaguillo!. .. que su compañero no tiene deseos de jugar, con todo su amor
Un punto en el espacio de donde parte dos líneas de perro no puede alejar eso que entristece a su amo.
opuestas. Dos veredas. El dulce maestro: la montaña. Se va convirtiendo en
Teófilo se alonga rumbo a las montañas grises. Ricardo espíritu y en profundidad en el corazón del muchacho que
va rumbo al pueblo. Con los ojos llenos de lágrimas. Vuelve medita sentado entre los Doce Caballeros.
el rostro. Solamente distingue una silueta hundiéndose en la ¿Recuerdas la meditación estoica que ennoblece el
niebla azulada. segundo movimiento de la Sonata Patética de Beethoven?
Acaricia el lomo de Skippy que también está triste. Ésa, o la cabalgata del aire entre pinares, serían las músicas
En un punto marcado por el dolor, se cruzan dos veredas. hermanas de la que vibra en el corazón del muchacho solitario.
Las aristas de la cumbre. La fortaleza de los Doce
Caballeros. El son del viento en la cañada. La vieja canción
de todos los poetas envuelve como una ola de amargura el
espíritu del adolescente.
Los que hayan sufrido de algún dolor indecible. Los que
hayan perdido lo que se escapa como el viento por entre los
dedos. Esos entenderán, Los que no ... [Bienaventurados los
imbéciles... porque ellos vivirán muchos años!
176 17 7
Vereda del Norte
Capítulo I4
179
Vereda del Norte
Capítulo IS
Capítulo I6
18 1
Vereda del Norte
Capítulo I7
L
as palabras están llenas de conmiseración.
-¡Qué desgracia! Pero tú, Carmelita, no debes de
abatirte tanto, ya sabes que tienes a tus parientes.
Dios aprieta pero no ahorca.
Pero en los ojos, acerada transparencia de egoísmo. De
temor a que vayan a quedarse, así, de repente, los parientes
en desgracia.
-¿Estás bien segura de que a García lo mataron en Cerro
Prieto? Ahora anda mucha gente desbalagada, que después
aparece.
-No. Si he hablado con algunos de los que lo vieron caer
y lo dejaron ahí bien muerto. No merecía este final tan triste.
-Pues nosotros, en un sucirio constante. Siempre con el
Jesús en la boca. Aquél anda ahora por Zacatecas. ("Aquél"
es el orgullo de la familia, el General).
-Estoy con mucho cuidado, porque hace varios días que
no escribe.
-Pero seguramente estará bien, últimamente no ha habido
combates.
-¡Espero en Dios!
Doña Chonita es la mamá del General Juan Anaya, Jefe
de una Brigada del Ejército Revolucionario, que marcha sobre
la Capital de la República. La familia del General vive ahora
muy bien.
Ricardo ha visto los ramos de flores de papel. Doña
Chonita los pone en la mesa de la sala. Una de esas peculiares
salas de provincia: muebles austriacos, con moños de listón
en el respaldo de los sillones. Mesitas cubiertas de mármol,
espejos imponentes. Una amplificación fotográfica de un
183
José U. Escobar Vereda del Norte
hombre de aspecto fiero, con espuelas y una pistola al cinto. Ricardo le dé pastura a los animales (ahora hay en la casa
Está sentado dentro de un elegante automóvil. El hombre es hermosos caballos), ordeñe vacas, limpie los gallineros, cuide
"Aquél", el General. Unos ramos de flores de papel en unos el ganado, barra los patios, tire la basura, lleve a vender la
jarrones color de rosa. Ahí no tiene acceso más que doña leche, y administre la Sociedad de San Vicente de Paul, porque
Chonita y algunas visitas importantes. doña Chonita ha organizado una sociedad para ayudar a los
Doña Chonita se ha vuelto tremendamente irascible.Como pobres. Ricardo ha quedado a cargo de la administración.
madre de un General. Tiene que ser de carácter fuerte. A El chico afable desde las cuatro de la mañana hasta las
todas horas, con su marido, dori Felipe. Goza humillándolo. once de la noche. Está a punto de que "lo vuelvan hombre".
Cuando quiere llevar la humillación al grado máximo, le dice Sistema como el de doña Chonita no se lo imaginó ni el mismo
delante de las visitas: "¡Tú qué vas a saber! ¿Creen ustedes Juan Jacobo.
que éste se duerme cuando tocan la Serenata de Schubert?" Ricardo ha trabajado a destajo durante varios meses, pero
Doña Chonita se siente ahora llena de compasión. Dice: la paciencia tiene sus límites. El muchacho tiene ahora los
"Recogeremos a este pobrecito". (El pobrecito es Ricardo). ojos más hundidos y más tristes. Le da vergüenza decirlo,
"No podemos hacer mucho por todos ustedes, como pero está cansado. Ha visto salir varios trenes de refugiados
quisiéramos, ya que las cosas andan muy mal". que huyen hacia el norte. ¿Por qué no irse con ellos también?
Doña Chonita almacena en su sala una custodia, unos Allá podrá trabajar. No faltará en qué, y puede que logren
cálices y varios ornamentos que fueron tomados por su hijo, educarse él y su hermanita. ¿Qué más da ir un poco más
de una iglesia. Esto le preocupa a la señora. Pero todos los lejos?
días le prende velas a la virgen y a San José, para que cuide a - Y puede que por allá ... -la silueta de una figura que se
su General. Por sí o por no, doña Chonita ha interpuesto pierde entre las nieblas en el camino del norte, vaga en su
amparo ante la corte celestial. Todas las noches reza el rosario. fantasía.
Sin decir por quién, como en los versos de Gabriel y Galán, -Como tú quieras, hijito. Tú eres ahora el hombre de la
pero, ya se sabe. La señora piensa "¿No será pecado guardar casa. Si crees que es lo mejor.
tantas cosas sagradas? ¿No nos irá a castigar Dios?" Se Doña Chonita está cada día más fuera de sí. Parece que
tranquiliza haciendo novenas. por allá en Celaya las cosas andan mal. Hace más de un mes
-No te aflijas, mujer-dice doña Chonita a Carmelita-. que no recibe mercancía. La Sociedad de San Vicente ha
Así es la vida, un valle de lágrimas. Nosotros nos haremos terminado. Doña Chonita tiene con quién desquitarse. Su
cargo de tu hijo para hacerlo hombre. marido le echa la culpa de todos los males a las mujeres. ¡Las
mujeres! Doña Chonita dice sobre este asunto de filosofía
El sistema pedagógico descubierto por doña Chonita feminista, algunas palabras definitivas: "¡Sí, y un día van a
"para hacer hombres", es bastante simple, consiste en que resultar embarazados todos los hombres y entonces le van a
184 18 s
José U.Escobar Veredadel Norte
I
Espera de varias semanas, Por fin han conseguido boletos
para salir en un tren de refugiados. Durante varios días han encontrar lo que busca en el camino del norte. Lo examina
ido diariamente a la estación, al rayar el alba, para ocupar un todo, pero nada. Arenales estériles. Médanos fulvos.
puesto en un carro de carga. Nadie sabe a qué horas podrá Sedientos. Sinuosidades azules de montañas lejanas. Yaestán
salir el tren. Cualquiera de estos días. cerca de Ciudad Juárez. En el cauce de un arroyito seco,
donde crecen unos matojos verde amarilloso, ha visto saltar
una libre y correr unas codornices. Se acuerda de su perro.
Los pasajeros componen sus líos porque ya van a llegar. Se
distingue allá lejos, sobre el ocre quemado de la llanura
inhóspita, la línea verde de los álamos que crecen a la orilla
del río Bravo. Sobre una loma monda y pedregosa, el
cementerio, con sus cruces grotescamente inclinadas hacia la
tierra y los cuadros blancos de los sepulcros. El silencio.
Aquello es tremendamente triste.
Suena la campana del tren. La máquina va deteniéndose,
poco a poco, como si estuviera realmente fatigada. La estación
es un ir y venir de cargadores, ferrocarrileros con andados
casi americanos, gente que quiere dar la impresión de que,
aunque no hace nada, está sumamente atareada. Unos
vendedores de fruta. Unos señores platicando con unas
señoras. Un jardincito con plantas sedientas, asfixiadas por el
calor y el polvo del carbón. Un tramo de rieles de ferrocarril,
por donde van y vienen las máquinas. Los soldados de la
escolta abandonan la jaula en que viajaban. Los pasajeros
contratan a los choferes para que los lleven al hotel.
Ricardo con su mamá y su hermanita, van a parar a una
casa vieja, de dos pisos, llena de anuncios de una cervecería.
Aquello es el hotel. Abajo hay un restaurante de chinos.
Ricardo ha bajado a cenar. Llegó con una buena hambre
186 18 7
José U. Escobar Vereda del Norte
de muchacho. Además se siente libre, como si fuera a entrar con el regimiento. Ya conocía muy bien todos los toques. Se
en otra vida. Ha recorrido todo lo más importante de la ciudad. dormía y así tocaran lo que tocaran, no se movía, pero en
Hay muchas cantinas. Muchos hombres rubios. Muchas cuanto tocaban a botasilla, se levantaba moviendo la cola y
mujeres borrachas. El hotelito no es tan feo. Su mamá le ha marchaba siempre al frente de la columna. En los combates
dado unas monedas. Va a cenar ahora como un hombre sabía muy bien quién era el enemigo. Corría de un lado a otro
independiente, sentado solo, en una mesa y pudiendo darle de las filas ladrando y echándose tierra en el lomo. Era rete
órdenes al chino que atiende a la clientela. valiente, no le tenía miedo ni a las metralladoras. Por eso lo
Restaurante con mesitas cubiertas con manteles muy hicimos Capitán. Con un fierro caliente le marcamos las
sucios. Y un botellón con agua y una botella de salsa de tomate insignias en la cabeza. Le quedaron muy bien señaladas sus
sobre cada una de las mesas. Por ahí cerca cenan unos tres banitas. Pero aquí en Tierra Blanca, en la escaramuza, le
milicianos. El muchacho escucha la plática. Hablan tocó la de malas. A ése sí me metí a sacarlo.
seguramente de una hazaña bélica. -No eres capaz de ayudar a tus compañeros. No recogiste
-¡Corrieron como vacas! al Capitán Sánchez cuando lo viste caer, y ahora resulta que
-¿Cuántos prisioneros les hicieron? te metiste por el perro.
-Ni uno. A todos les dimos agua. -Sí, mi Coronel. Todos han sido muy desgraciados
-Nosotros también tuvimos nuestras bajas. Nos mataron conmigo, pero el perrito era muy buena gente ...
al Capitán Sánchez. Se revolvió entre el enemigo y le pegaron. -¡Ah, mañana vamos a tener fusilamiento! -dice otro de
-¿Porqué no lo sacaron? los hombres, cambiando de conversación.
-Se quedó tirado muy lejos. -¿A quién van a tronar?
-Al que le pegan se amuela. -Pues a los ladrones esos. ¿Qué no ha leído el periódico?
-No nos hemos de quedar para semilla. - Unos amigos que robaban ganado y creo que mataron
-No, si ya cuando a uno le toca. a un gringo. Si aquí lo dicen en el periódico. Aquí está la
-También nos mataron al otro Capitán. Le tocó un noticia.
plomazo en la pura cabeza. Se pone a leer en voz alta:
-¿A cuál otro Capitán?
-Pues al nuestro. Al que nosotros hicimos. Próximamente serán ajusticiados los hermanos
-¿Cómo, no lo han reportado?-dice el que parece ser Teófilo y Bemabé Dominguez; responsables del crimen
Jefe. cometido el viernes por la tarde, doce millas al este de
-No hay necesidad. Habría podido llegar hasta General, Ciudad Juárez: Los Hermanos Domingue: dieron muerte
porque era muy valiente y muy hombre. Era un perro que se a Bert Akers, ranchero norteamericano; que trató de
vino con nosotros desde Jiménez. Hacía dos años que andaba penetrar a lafuerza en la milpa de los mexicanos, en busca
18 8 18 9
.•. 11
José U. Escobar Vereda del Norte
de vacas que se le habíanperdido en una lechería del otro -No, no estoy enfermo. Solamente ...
lado del río. -¡ Válgame Dios! Eso nada más nos faltaba, que vayas a
caer enfermo. ¡San José! Eso nada más nos faltaba, que vayas
Ricardo inmovilizado por el terror y por la sorpresa, a caer enfermo. ¡San José, tú que tanto nos cuidas, ayúdanos,
escucha, sin perder palabra, lo que están leyendo. cuídame a mi muchachito!
190 19 1
,.,,
Vereda del Norte
Capítulo I9
19 3
José U. Escobar Vereda del Norte
de su angelito. Vuelve el rostro, se detiene un instante, sus como los hombres, como su hermano Bemabé, con los ojos
ojos se llenan de lágrimas. Sonríe tristemente, como diciendo: descubiertos, de cara a la muerte. El hermano mayor, que
"¡Ya lo ves! Ahora ya nada tiene remedio". Yle dice adiós hastael últimomomento ha permanecido inmutabley tranquilo,
con la mano. prorrumpe, de pronto, en imprecaciones e insultos contra los
Han llegado a la puerta del panteón. La pesada reja gira yanquis que han ido a presenciar la ejecución.
produciendo un chirrido lúgubre. -¡Ah! Si tuviera una carabina en las manos, cómo los
-¡Alto! -grita el capitán-. ¡Cierren luego esa puerta, que haría yo correr a todos ustedes. ¡Gringos cobardes! Gocen
nadie pase! viendo cómo nos morimos los mexicanos, cómo nos matamos.
Varios yanquis curiosos o sedientos de venganza, han ido ¡Gringos hipócritas! Maté a un gringo porque trató de penetrar
a presenciar la ejecución. Se trata de un espectáculo único a la fuerza a mi casa. Me defendí como cualquier hombre lo
para tan cristianas criaturas. hubiera hecho. ¡Mi hermanito es completamente inocente!
La puerta vuelve a cerrarse. Solamente pasan la tropa y ¡Él no disparó un solo tiro! Pero van a matarlo también. Para
los prisioneros. El grupo fúnebre se dirige hasta la caseta donde darles gusto a los yanquis. Pero no le tenemos miedo a la
se depositan los cadáveres, como a unos siete metros de la muerte. Si a todos se nos llega. A ustedes también. Fíjense
entrada. Las paredes blancas de la casa del camposantero bien cómo morimos. ¡Gringos cabrones!
brillan a la luz de la luna. Y en ese momento grita el Capitán.
Amanece. La luna desciende sobre el occidente, dando Los dos hermanos se abrazan. Cambian algunas dulces
de lleno sobre el panteón que ve hacia aquel rumbo contra el palabras. Luego se enfrentan a la muerte llenos de serenidad.
cual se paran los prisioneros. Alrededor sólo hay cruces -¡Preparen!
oscuras de madera, los sepulcros y los cinco soldados con -¡Apunten!
los cinco rifles. Cinco rifles descansan sobre cinco hombres, cinco gatillos
Los silbatos de las fábricas suenan, allá lejos, dando las producen un ruido seco. Luego un segundo de terrible silencio.
seis de la mañana, el eco repercute en las lomas escuetas que Las campanas de la vieja parroquia de Juárez principian
cercan el camposanto. Es la vida que vibra allá en el pueblo. a llamar a misa. La ponderosa voz de bronce inunda la
El horizonte que sirve de fondo al paredón del patíbulo va atmósfera diciendo paz.
poco a poco cambiando de color, de gris acerado que es, se
tiñe de rojo en el oriente, como si un pincel empapado de -¡Fuego!
sangre, pasara por el cielo.
El Capitán se acerca y sacando un pañuelo, lo coloca Los ajusticiados se desploman.La mano del hermano
sobre los ojos del más joven; pero éste, tan pronto como el mayor busca en la desesperación de la agonía el rostro de su
Capitán se retira, se lo arranca de la cara, diciendo que morirá hermanito, como para hacerle una caricia o para protegerlo
194 19 5
José U. Escobar
Vereda del Norte
de la muerte. Capítulo 20
Q
hasta hacerse sangrar las manos. Sangre inútil. Nada puede
evitar. Con los ojos abiertos, con el rostro cubierto de san-
Nunca olvidará este momento. Los ojos del Monaguillo, gre, el Monaguillo queda doblado junto al paredón
en el instante de derrumbarse en el eterno silencio,se volvieron d p lo. Luego lo meten en una caja negra. Lo bajan a la
hacia él, con una mirada llena de amor y de ternura. tumba.
Las gentes buenas se apartarán con horror. [Era un
bandido!
FIN
19 6 19 7
ADRIANA CANDIA (Ciudad Juárez, Chihuahua, 4 de
julio de 1962). En 1995 obtuvo su Maestría en Literatura
Latinoamericana de New Mexico State University.
Actualmente enseña español en NMSU, Las Cruces. Ha
coordinado los talleres: S Taller de Narrativa y La palabra
es el cuento. Escribe cuento, crónica y ensayo. Coordinó
y publicó en los libros: El Silencio que la Voz de Todas
Quiebra: Mt!feresy Víctimas de Ciudad Juárez (1999) y A
Southwest Reader far Intermediate Spanish (Wiley Custom
Services, 1999). Es autora del libro de cuentos Cefé Cargado
(UACH, Colección Flor de Arena, 2005). Ha sido periodista
desde 1981. Co-editora de la revista Frontera Norte Sur
(NMSU, 1996-97 ) y co-editora del suplemento cultural
Armario de la revista Semanario desde el año 2000 .
•
JOSÉ U. ESCOBAR (Ciudad Juárez, 1889 - Chihuahua
1958). Artista e intelectual polifacético: profesor, traductor,
promotor cultural, periodista (director de El Continental
de El Paso Texas, Peifil de Chihuahua, Cuaderno Cultura~,
y autor de: Las Tribus de Exploradores Mexicanos (1929) y
Siete Viqjerosy Unas Apostillas de Paso delNorte (1943). Dejó
inéditos los cuadernillos de poemas: De la Juventud y el
Dolor (1906) e Ideario: La Inquietud Errante; así como El
EvangeliodeJudas deKeryoth,(1936-37) novela que sorprende
por su sensibilidad profunda con la olvidada perspectiva
del infame traidor Judas de Iscariote; y Vereda del Norte
(1936-37), la primer novela de la Revolución escrita por
un juarense.
Gobierno~
'MuniciRal / --l
2004•2007
DIRECCIÓN GENERAL DE EDUCACIÓN Y CULTURA