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RESUMEN 11

Los fundamentos del pensamiento político moderno


Quentin Skinner
IDEAL DE LIBERTAD
Las ciudades- república y el imperio

A mediados del siglo XII, se reconoció que en el norte de Italia había surgido una nueva y
sorprendente forma de organización social y política. La sociedad Italiana había perdido su
carácter feudal. Se habían vuelto “tan deseosos de libertad” que se habían convertido en
Repúblicas independientes, gobernada cada una “por la voluntad de los cónsules, antes
que de los gobernantes”, a los que cambiaban casi cada año para asegurarse de que su afán
de poder fuera contenido y se mantuviera la libertad del pueblo.
La primera cuidad italiana que eligiera tal forma de consular el gobierno ocurrió en Pisa en
1085. De ahí en adelante este sistema empezó a difundirse con rapidez por la Lombardía
así como la Toscana: regímenes similares aparecieron en Milán en 1097, en Arez al año
siguiente, y en Lucca, Bolonia y Siena en 1125.
El gobierno de los cónsules llego a ser suplantado por una forma más estable de gobierno
electivo; centrado en un funcionario llamado el podestá, llamado así por que estaba
investido con el poder supremo o potestas cobre la cuidad. El podestá era un ciudadano de
otra cuidad. Era elegido por mandato popular y gobernaba asesorado por dos consejos
principales; el mayor de los cuales podía tener hasta seiscientos miembros mientras que el
consejo interno o secreto normalmente se reducía a cuarenta ciudadanos destacados. El
término de su cargo habitualmente se reducía a seis meses. No tenia autoridad para iniciar
decisiones políticas y al termino de su gestión se le requería someterse a un escrutinio en
toda forma de sus cuentas y juicos, antes de obtener autorización para irse de la cuidad
que le había empleado.
Varias fueron las personas que deseaban que Italia vuelva a unirse al imperio. Los
emperadores tenían dos razones para insistir en ello. La primera era el hecho de que las
ciudades habían empezado a sacudirse la autoridad del emperador y a recibirlo de manera
hostil. La otra razón fue que el emperador lograra subyagar todo el norte de Italia, ello lo
convertiría en amo de un verdadero jardín de las delicias, ya que es allí había riqueza y
mas poder en el mundo. El primero fue Federico Barbarroja. Toda la conquista de
Barbarroja hizo que las otras ciudades en contra de él se unieran para formar la Liga
lombarda. Con ello al emperador le quedo solo entrar en tratos con la Liga por lo que
renuncio a todo derecho de intervenir en el gobierno interno de las ciudades lombardas.
Otros emperadores como Federico II, Enrique de Luxenburgo y Luis de Baviera
comenzaron teniendo éxito pero al final la Liga de Lombarda aumentaba su fuerza al
enfrentarlos.
Durante esta larga lucha, las cuidades de Lombardia y Toscana no solo lograron rechazar
al emperador en el campo de batalla, sino también construir toda una gama de armas
ideológicas con las que trataron de legitimar esta continuada resistencia a su Soberano
nominal. Defendían su libertad contra el Imperio: una era la idea de su derecho a ser libres
de todo dominio externo de su vida política: una afirmación de su soberanía; la otra era la
idea de su correspondientes derechos de gobernarse como lo consideraran mas
apropiado: una defensa de sus existentes constituciones republicanas.
A pesar de todo, sin duda había una debilidad de estas afirmaciones de libertas contra el
Imperio: las ciudades no tenían medios de investirse con alguna fuerza jurídica. Por ello,
tendría que ocurrir un cambio de actitud de sus propios juristas hacia la autoridad de los
antiguos libros de derecho. La gran figura de esta reorientación fue Bartolo de
Sassoferrato. Él fue originario del Regnum Italicum. Él manifestó la intención de
reinterpretar el código civil romano de tal manera que diera a las comunas lombarda y
toscana una defensa jurídica y no solo retorica de libertad contra el Imperio. El resultado
también era el dar un gran paso hacia el establecimiento del concepto, de una pluralidad
de autoridades políticas soberanas e independencia del Imperio.
Bartolo declara que, siendo las ciudades gobernadas por “pueblos libres” que ejercen su
propio Imperium, entonces puede decirse que constituyen un sibi princeps. Él mostro su
concepto de sibi princeps, para vindicar la idea de que las ciudades poseían libertad en el
sentido de ser libres de toda intervención legal en la administración interna de sus asuntos
políticos.
Las ciudades- República y el papado
El principal aliado de las ciudades italianas había sido el papado. Esta fue forjada por
Alejandro III. Sin embargo, en esta alianza había, inherente, un peligro, como pronto lo
descubrieron las ciudades a sus expensas. Fue que los papas empezaron a aspirar por si
mismo el Regnum Italicum. Los papas habían empezado a favorecer sus ambiciones
temporales mas directamente, tratando de manipular la política interna de las ciudades
del norte de Italia. Los primeros pasos se dieron en la Lombardia. Después, los papas
volvieron su atención a la Toscana y al centro de Italia. Al término del siglo XIII, el papado
había obtenido el dominio directo temporal de una gran zona del centro de Italia, así como
una medida considerable de influencia sobre la mayor parte de las grandes ciudades del
Regnum Italicum.
Siguió entonces la sucesión de papas-juristas que continuaron refinando y extendiendo la
base jurídica del derecho papal a ejercer su llamada plenitudo potestatis o plenitud de
poder temporal así como espiritual. Ante la creciente agresión del papado en su
propaganda así como en su política, no pocas ciudades italianas empezaron a contraatacar.
Ciudades lombardas y toscanas empezaron a desarrollar una ideología política destinada a
legitimar su ataque a los poderes e inmunidades que reclamaba la Iglesia. Una manera de
atacar las pretensiones de la Iglesia al dominio temporal era llamar al emperador para
restaurar el equilibrio contra el papa. Quien apoyo este equilibrio fue Dante en su tratado
sobre la Monarquía. En esta pide que se ponga total confianza en la figura del emperador
como única fuerza unificadora capaz de superar las facciones de Italia y darle la paz. Para
él deben existir dos objetivos finales para el hombre. Uno es la salvación en la vida por
venir, que se alcanza siendo miembro de la Iglesia. Pero el otro es la felicidad en la vida
actual, que se alcanza bajo la guía del Imperio. Aun así lo que se necesitaba en Italia era
una forma de argumento político capaz vindicar su libertad contra la Iglesia sin tener que
cederla a nadie más.
La respuesta a este problema fue formulada por Marsilio de Padua. Ésta consiste en que
los soberanos de la Iglesia han interpretado mal la naturaleza de la propia Iglesia a
suponer que es el tipo de institución capaz de ejercer alguna forma jurídica, política o otra
índole de jurisdicción coactiva.

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