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Instituto Politécnico Nacional

Cecyt 12 “José María Morelos y Pavón

Nombre: Hernández Vázquez Rogelio

Grupo: 6IM13

Ensayo Mide

Fecha: 03/2019
En los trescientos años del Virreinato de la Nueva España (1535-1821), la
minería fue tan redituable que permitió a la Metrópoli acumular una gran
riqueza en metales finos. El dinero de la época estuvo formado
exclusivamente por monedas metálicas de oro, plata y en cobre. El valor
nominal de las monedas era igual al valor al que podía venderse el metal.
Por ello fueron aceptadas como medio de pago, pero los billetes tardaron
mucho. Los billetes, fueron emitidos por bancos privados y por tanto, eran
un título de crédito. Éstos tenían la característica de ser pagaderos en
moneda legal; es decir, las personas podían canjearlos por monedas en el
momento que lo desearan (que en aquél entonces se fabricaban en metales
finos). Posteriormente, los billetes fueron emitidos también por el gobierno,
llegaron a ser de aceptación obligatoria y en alguna época, podían ser
convertibles o canjeados por moneda metálica, que seguía acuñándose en
metales finos. Con el paso del tiempo, la moneda metálica se comenzó a
acuñar en metales industriales y se convirtió en moneda fiduciaria al
reducirse su valor intrínseco; y el billete de banco, al ser declarado de curso
legal, se convirtió en el papel moneda que se sigue utilizando. La moneda
metálica acuñada empezó a conocerse y a circular en México en la tercera
década del siglo XVI. Durante la primera etapa de la conquista, los
españoles que llegaron al Nuevo Mundo tuvieron que usar las pocas
monedas castellanas que traían consigo y los medios de cambio que
utilizaban los indígenas tales como el cacao, cuentas de jade o jadeíta
conocidas como chalchihuis, mantas de algodón o patolcuachtli, cañones de
pluma de pato rellenos de polvo de oro y hachuelas o tajaderas de cobre en
forma de letra tau griega. De hecho, el cacao subsistió como medio de
cambio en algunos lugares del sureste de México hasta principios del siglo
XX. Mientras se usaban los medios de cambio indígenas, los conquistadores
reunieron una buena cantidad de oro y plata del nuevo continente.
Posteriormente, con estos metales de hicieron los primeros intentos de
imitar la moneda metálica europea. Se fundieron discos de una aleación de
oro y cobre (pesos de tepuzque), cuyo peso correspondía al de un castellano
(moneda española); de ahí se originaría, años después, la unidad monetaria
de México y de otros países latinoamericanos, el PESO.
El descubrimiento de la riqueza minera del nuevo continente cambió las
perspectivas coloniales. Estas monedas fueron hechas a mano, a golpe de
martillo. A pesar de su rudimentaria fabricación, son de grosor parejo,
redondas y de buena apariencia. Se troquelaron monedas de plata en
denominaciones de 4, 3, 2, 1 y ½ real; también se acuñaron monedas de
cobre en denominaciones de 4 y 2 maravedíes para uso de los indios, cuya
fabricación fue suspendida por el rechazo de los naturales a esas monedas.
Se conocen dos series: la primera tiene, frecuentemente, las leyendas en
caracteres góticos, mientras que la segunda se distingue por el uso de
caracteres latinos y, sobre todo, porque en el reverso lleva ondas marinas
entre las columnas de Hércules.
Después de la Revolución, la amonedación debía adaptarse a las nuevas
circunstancias y necesidades del país. En el pueblo mexicano, desde la
época virreinal se había arraigado el uso de monedas de oro y,
principalmente, de plata. Sin embargo, debido a que se trastocó la
equivalencia entre el valor del oro y la plata, el gobierno tuvo la necesidad
de adaptar a los nuevos tiempos la ley monetaria y surgió un torrente de
monedas en las que empezaron a predominar los metales industriales. En
el último cuarto del siglo XX el valor adquisitivo de las monedas se redujo
debido a un proceso inflacionario. Esto originó que se acuñaran monedas de
altas denominaciones, tanto, que se rebasó la denominación de cincuenta
pesos y en cierto momento se llegaron a acuñar monedas de mil y hasta de
cinco mil pesos. Ante esta situación y con el fin de simplificar el manejo de
las cantidades en moneda nacional, el 18 de junio de 1992 se estableció que
a partir de 1993 se emplearía una nueva unidad del Sistema Monetario de
los Estados Unidos Mexicanos, equivalente a mil pesos de la unidad anterior.
La nueva unidad llevaba el nombre de “Nuevos Pesos” y se identificaba con
el símbolo “N$” o anteponiendo la palabra “Nuevo”. Es decir, si una persona
tenía 5000 pesos antes del cambio de unidad, éstos equivaldrían a 5 Nuevos
Pesos. Para cumplir con la disposición del decreto, el Banco de México
emitió durante 1992, una nueva serie de monedas en denominaciones de
diez, cinco, dos, y un peso y cincuenta, veinte, diez y cinco centavos. Estas
monedas son bimetálicas. La moneda de diez pesos tiene el centro de plata
y las monedas de cinco, dos y un peso son de cuproníquel y bronce aluminio.
Más tarde, se cambiaría el centro de plata de la moneda de diez pesos por
un metal industrial.
El billete mexicano
La aparición del papel moneda no tiene una ubicación histórica específica
aunque sus inicios se adjudican a los chinos. Durante los siglos XVIII, XIX y
comienzos del XX, en varios países se suscitaron los primeros intentos de
usar un papel moneda tal y como se conoce actualmente. En el caso particular
de México, se pueden situar sus inicios a principios del siglo XIX. Durante la
guerra de Independencia, muchos españoles regresaron a su país y los que
se quedaron en la Nueva España, escondieron sus fortunas. Las minas que
continuaban abiertas fueron saqueadas y su producción se redujo tanto por
los trabajadores que se unían a las tropas insurgentes como por los ataques
de los oponentes. Además, se redujeron las conductas de plata (traslado) que
iban de los Reales Mineros a la ciudad de México por la inseguridad de los
caminos. Algunas de estas monedas eran de oro pero en su mayoría fueron
de plata y cobre. También aparecieron unas curiosas piezas de cartón que
fueron emitidas en San Miguel el Grande, Guanajuato. Estaban escritos a
mano con tinta negra, tenían denominación de medio real (moneda de la
época) con fecha de julio o agosto de 1813 y contaban con las firmas de
“González”, “Malo” y una tercera ilegible. Se cree que estas firmas pudieron
pertenecer a comerciantes, funcionarios u oficiales. Los estudiosos reconocen
estas piezas como el antecedente más antiguo del billete mexicano. El Banco
de México inició sus funciones el 1 de septiembre de 1925, gracias a los
esfuerzos presupuestales y de organización del entonces presidente de la
República, Plutarco Elías Calles. Al recién creado Instituto se le otorgaron las
facultades exclusivas de emitir billete y disponer la acuñación de moneda. El
Banco de México surgió en momentos de grandes retos y aspiraciones para
la economía del país. A la necesidad de contar con una institución de esa
naturaleza, la acompañaban otros imperativos: propiciar el surgimiento de un
nuevo sistema bancario, reactivar el crédito en el país y reconciliar a la
población con el uso del papel moneda. Durante sus primeros seis años de
vida, el Banco obtuvo un éxito razonable en cuanto a promover el renacimiento
del crédito en el país. Sin embargo, las dificultades que enfrentó para
consolidarse como banco central fueron considerables. Aunque su prestigio
creció y logró avances, la circulación de sus billetes fue débil. Restaurar la
confianza de los usuarios en el billete fue uno de los principales problemas
que enfrentó el Banco de México al emitir sus primeras piezas de papel
moneda, las cuales fueron, en un principio, de aceptación voluntaria para
restaurar paulatinamente el uso y la confianza pública en este medio de pago.
En julio de 1931 se promulgó una controvertida Ley Monetaria por la cual se
desmonetizó el oro en el país. Ocho meses después, se promulgó una nueva
Ley Orgánica para el Banco de México. Con esta última reforma se le retiraron
al Banco las facultades para operar como banco comercial, se hizo obligatoria
la asociación de los bancos con el Instituto Central y se flexibilizaron las reglas
para la emisión de billetes. Con esto, más la recuperación de la economía
después de la postración de 1929 y 1930, se arraigó en definitiva al papel
moneda como el principal instrumento de pago en el país.

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