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Era una tarde nebulosa y obscura, donde ni el más insignificante rayo de sol podría
que sería un día lúgubre e inolvidable; aunque no pensé en ello, solo pensé que era un día
hermoso a pesar de ser grisáceo. Se podía escuchar a lo lejos las voces de cientos de estudiantes
y el silbar rimbombante de las aves que descansaban sobre los palos de mangos ubicados a las
afueras del campus universitario; sin importar los fuertes vientos que indicaban que pronto la
brizna caería y empaparía sus cuerpos. Y fue así, en cuestión de segundos observé como el agua
descendía del cielo y empapaba sutilmente cientos de cuerpos errantes que priorizaban las
palabras, como si la brizna no existiera. Las ínfimas gotas siguieron cayendo, humedeciendo
los cuerpos y acariciando los rostros de aquellos estudiantes, que aún seguían compartiendo
información a través de letras sonoras que esbozaban y que al mismo tiempo causaba emoción
La brizna dejo de ser y me asombre, al ver como decenas de estudiantes corrían para
refugiarse en la mejor techumbre que hallarán, silenciando así el multiverso color vocal que
inundaba mis oídos y navegaba en Barrientos. Una a una caía las gotas, al mismo tiempo que
se oía una estampida de zapatos que chapoteaban a una intensa velocidad e instantáneamente
pavimento; en simultanea se podía oír en la lejanía, voces quejumbrosas que iban desde la
palabra soez más imperiosa hasta la más pulcra de las frases, pero en síntesis poseían la misma
idea, la cual se denotaba en el gran malestar generado por aquel arrebato de tranquilidad,
maquillaje, cabellos planchados y ropas secas que se fueron directo a la alcantarilla. Empero,
ninguna de aquellas poseía un pensar positivo de la situación, me pareció algo extraño y
gracioso, parecía como si el hombre le hubiese declarado desde tiempos inmemoriales, la guerra
a la precipitación y luchando con sus mejores paraguas ¡ah la victoria! sobre aquel enemigo
Desperté de aquella obnubilación en la que me inserté al dar rienda suelta a mis sentidos.
Inicié mi marcha por los pasillos del bloque 9 y crucé por la pasarela comercial que conecta al
bloque con Guayaquilito. Llegue allí y aún pensaba en aquellas curiosas conductas que salieron
como respuesta a aquel acontecimiento. Sin darme cuenta ya iba en la fotocopiadora de Monín
y otra vez me había abstraído en mis pensamientos sin ser consciente de mi desplazamiento en
el espacio. Hasta que… observé a una hermosa morena parada en el corredor de la entrada de
la biblioteca, cubierta con los más finos ropajes rojos que impedían que se escapara el calor de
su interior, pero, no tan grueso para que así volara su aroma y cautivara no solo por su gran
belleza sino también por su dulce y amargo aroma. Así que me propuse ir a la biblioteca, di
algunos pasos, cuando escuché el sonido del agua que caía desde el tejado de Guayaquilito
formando una gran cortina acuífera que finalizaba en el pavimento. Me sentí un poco
angustiado, pues era un gran reto que debía superar si quería satisfacer mi más oscuro deseo de
estar allá y sentir su aroma, su cuerpo, su color y el cosquilleo por todo mi cuerpo al apreciarla
a través de mis labios. Así que me arme de valor y corrí, corrí tan rápido como si fuese un
habitante de la República Democrática de Alemania que franquea The iron curtain para
reencontrarse con lo más preciado que es su libertad. Atravesé aquel iron wather sin importarme
las consecuencias, pues lo más grave que me podría pasar era obtener un resfriado.
Llegué al pasillo de la biblioteca un poco húmedo, pero feliz, porque sentí el efluvio
que emanaba aquella dama, haciendo que mi deseo se incrementara y surgiera en mi un amor
bestial que ni el mismo Freud podría explicar con su pseudociencia. Me acerqué lentamente,
Me detuve al frente de ella y la empecé a observar con celo, más una sonrisa que surgió
automáticamente en mi rostro que denotaba las ganas que poseía de sentir aquel dulce néctar
Sentí que las personas que estaban en el pasillo de la biblioteca me empezaron a mirar
con desdén; me puse nervioso y desesperado empecé a buscar algo en mis bolcillos que ayudaría
a bajar mis niveles de estrés y me haría merecedor de aquel <<laurel>> que era sentirla.
Angustiado porque no hallaba el objeto que buscaba, abrí mi bolso, mientras las miradas se
acrecentaban y la mofa iniciaba. Me sentí más angustiado y dejé caer mi bolso creando un
sonido estrepitoso, que produjo que todos posaran sus miradas en mí ¡que horrible error! Me
apené, pues solo sentí como mi sangre hervía y se aceleraba más mi cardio, mis mejillas se
ponían rojas y no era capaz de fijar mi mirada en alguna persona. Levanté mi bolso y me
desespere más, no hallaba lo que buscaba, mientras sentí como alguien se acercaba a ella y
mirando con recelo levante mi cabeza y vi como un hombre alto con una apariencia de no tener
más de 25 años se acercaba y la miraba con lujuria y deseo. Me sentí celoso de aquella
inoportuna acción y mucho más cuando de sus bolsillos saco el objeto que tanto estaba buscando
entre mis cosas, sin vergüenza lo alzo con su mano y con un movimiento descarado lo puso al
Cappuccino; mi yo empezó a derrumbarse, pues sabía que por las condiciones climáticas ya no
habría más, que mi sacrificio había sido en vano y que además, moriría de frío hasta el final de