Vous êtes sur la page 1sur 6

En este artículo se explica las dificultades que puede tener una persona que padece de

autismo, las características por las cuales algunos niños son afectados ante esta
situación en la cual la sociedad no está muy informada de esta enfermedad también
conoceremos los tratamientos que se pueden llevar acabo para que esta enfermedad
no siga avanzando y que no dificulte el aprendizaje del individuo que los padece.
El autismo es un trastorno neurológico complejo que generalmente dura toda la vida. Es
parte de un grupo de trastornos conocidos como trastornos del espectro autista (ASD
por sus siglas en inglés). Actualmente se diagnostica con autismo a 1 de cada 59
individuos y a 1 de cada 37 niños varones.
Se presenta en cualquier grupo
racial, étnico y social, y es
cuatro veces más frecuente en
los niños que en las niñas. El
autismo daña la capacidad de
una persona para comunicarse
y relacionarse con otros.
También, está asociado con
rutinas y comportamientos
repetitivos, tales como arreglar
objetos obsesivamente o seguir
rutinas muy específicas. Los
síntomas pueden oscilar desde
leves hasta muy severos.
El autismo se caracteriza por un amplio espectro de limitaciones graves en diversos
aspectos fundamentales del desarrollo: la capacidad imaginativa, el comportamiento, la
comunicación y la interacción social recíproca. Para diagnosticar el autismo es preciso
que se presenten trastornos sintomáticos del comportamiento en todos los ámbitos
mencionados antes de la edad de tres años. Aunque los padres a menudo perciben
durante la lactancia que su hijo no es completamente normal, resulta muy difícil
diagnosticar el autismo antes de los dieciocho meses de vida. Esto se debe a que los
trastornos del comportamiento que se utilizan desde la perspectiva del desarrollo para
establecer el diagnóstico no se presentan de forma clara antes de alcanzada dicha edad.
La mayoría de los niños con autismo tiene también retraso mental, si bien una minoría
posee una inteligencia normal. Muchos de ellos padecen también epilepsia y tanto las
deficiencias auditivas como las visuales se encuentran más a menudo en éste grupo. Las
personas afectadas por el síndrome de Asperger, un trastorno similar al autismo, poseen
una capacidad intelectual normal.
Las personas con autismo no presentan
anormalidades físicas evidentes, por esto
en la década del cuarenta se creía que el
Síndrome autista era una traba emocional.
Investigaciones recientes señalan que este
trastorno deriva de un desorden del
Sistema Nervioso Central (S.N.C.) y no de
problemas emocionales. Pero como
síndrome, la causa no es única, se cree que
puede ser:
- Genéticas: (endógenas) producto de una
falla cromosómica llamada "X frágil".
El autismo no tiene fuerza hereditaria, puede ser heredada por una cuarta parte de los
descendientes.
- Bioquímicas: el mal funcionamiento químico o metabólico favorece el
comportamiento autista. Puede ser producto de hipocalcinurias, acidosis lácticas,
desorden del metabolismo de las purinas. Está enfocado hacia el rol que cumplen los
neurotransmisores. Uno de los neurotransmisores principales es la Serótina como así
también el Triptófano
- Virales: (congénitas) puede ser producto de infecciones sufridas por la madre durante
el embarazo. Estas provocan anormalidades en el S.N.C (por ejemplo, la rubéola).
- Estructurales: debido a malformaciones del cerebelo, hemisferios cerebrales y otras
estructuras neurológicas.
Una de las primeras consecuencias sociales que tiene tener un hijo con autismo es que
tu vida social en familia disminuye drásticamente, y en algunos casos incluso
desaparece. Las visitas a casas de amigos y familiares disminuyen, ir a un restaurante es
una especie de sueño, ir al cine ni te lo planteas, salir de compras es muy complicado y
un sinnúmero más de diferentes situaciones sociales que hasta la fecha eran habituales
y que de golpe desaparecen. ¿Y por qué? Por las conductas de nuestro hijo. Desde
berrinches descomunales a conductas totalmente inapropiadas, en resumen, un amplio
abanico de conductas impropias para nuestro entorno social. Y claro, nos quedamos en
casa, nuestra vida se reduce a la mínima expresión y nuestro círculo de amigos se
convierte en otros padres y madres de niños con la misma condición, pero eso sí, solo a
la puerta del centro de terapias o del colegio. Sumemos todo este aislamiento social al
proceso del duelo y tenemos un cocktail de muy mala calidad.
Y curiosamente una de las mayores quejas de las familias es que sus hijos son segregados
a muchos niveles, y ciertamente, esta queja es real y plausible. Nuestros hijos sufren de
una segregación institucional, médica, educativa, social, …, y las familias tienen toda la
razón al quejarse de este aislamiento, pero -y como digo habitualmente, el pero es
importante- solo vemos la paja en el ojo ajeno. Las propias familias somos las primeras
en segregar a nuestros propios hijos, e incluso a nosotros mismos. No salimos juntos a
ninguna parte, nos da vergüenza. En el momento en que nuestro hijo empieza a montar
un “show” todo el mundo nos mira, y no con afecto precisamente, todo tipo de
comentarios llegan a nuestros oídos, nuestros propios “amigos” dejan de llamarnos y
acabamos sufriendo “vergüenza social”. Y por tanto, nos auto segregamos de la sociedad
para evitar esa sensación.
Y es que hay que tener un temple de acero para ir a un centro comercial (por ejemplo)
y estar esperando en qué momento nuestro hijo va a entrar en crisis, o ir a un
restaurante y tener un ataque de ansiedad continúo esperando a que nuestro hijo
decida echar a correr, o a tirar algo al suelo. Hay mil y una situaciones, pongan ustedes
las suyas propias. Y claro, normalmente el momento esperado acaba llegando, y nuestra
respuesta muchas veces tampoco es adecuada. Hoy me comentaban que una mamá
ante la desesperación llegó incluso a dar unos azotes a su hijo para intentar parar un
momento socialmente inadecuado de su hijo. Un profesor me dijo una vez, “la
desesperación hace siempre malos negocios”, y es cierto, cuando las circunstancias nos
superan es fácil perder el norte.
CONSECUENCIAS:
 Dificultad a los cambios de rutina
 No muestra Temor por Riesgos
 Escaso contacto Visual
 Aislamiento Frecuente
 Insensibilidad al Dolor
 Angustias sin razón alguna
 Juegos ininterrumpidos
 Lenguaje Repetitivo
 Poca o demasiada actividad física
 Actúa como si nadie fuera sordo
 Gira Objetos constantemente
 Dificultad para expresar lo que necesita
 Problemas al convivir con otros niños
 Habilidad y actividad motora desigual
El mejor tratamiento para el autismo debe
combinar varias disciplinas - conducta, desarrollo, académico, y medicamentos. El
tratamiento debe ser personalizado a las exigencias de cada niño en individual y debe
seguir el principio general del tratar de conseguir la capacidad funcional mejor posible
usando los recursos disponibles según necesario.
Las modificaciones de la conducta pueden ser de gran ayuda. Los niños con autismo
pueden tener un comportamiento salvaje que de no ser corregido puede conducir a
severo comportamiento que amenaza sus vidas que quizás requieran medidas extremas.
Las modificaciones de conductas estrictas y tempranas pueden prevenir un futuro uso
de medicamentos e institucionalización.
¡Los padres deben recordar! Si la familia cambia su comportamiento normal y asume
rutinas anormales (a fin de acomodar a los comportamientos anormales del niño y
prevenir su berrinche), en vez de la familia enseñarle comportamiento normal infantil,
la familia entera se desorganiza desde el punto de vista del comportamiento y el niño
con autismo pierde la posibilidad de aprender normal, el comportamiento aceptado
socialmente.

La modificación de conducta es eficaz de ser aplicada estrictamente y debería ser


dirigida a la corrección de todo que es anormal en el niño, y es potencialmente
corregible. (Ver la siguiente sección sobre las modificaciones de la conducta.) Otras
disciplinas del tratamiento de conducta y del desarrollo incluyen ABA, la terapia del
lenguaje, la terapia ocupacional, y la educación especial.
En ocasiones, la terapia física puede ser provechosa en algunos niños con PDD quienes
también sufren de hipotonía (bajo tono del músculo) u otros daños físicos. Los
medicamentos para el autismo son utilizados como requerido, dirigidas a objetivos de
tratamiento específicos. Hay que tener de hecho en cuenta que los niños con el autismo
pueden reaccionar de improviso y diferentemente a lo esperado a cualquier
medicamento usado. Los niños que también sufren de la hiperactividad (una
combinación común) pueden beneficiarse de estimulantes (Adderall, Ritalin, Dexedrine)
como indicado en nuestra sección de AD/HD de este sitio. Estos pueden reducir la
hiperactividad y mejorar la atención en niños con el PDD también.
Los niños que tienen muchos síntomas obsesivos compulsivos (OCD) pueden
beneficiarse de SSRI (inhibidores selectivos de la reutilización de la serotonina).
Disponible en los EE.UU. en la forma líquida son Prozac, el Paxil, y Celexa. Los otros
incluyen Lurox y Zoloft. Estos son antidepresivos que también son de beneficios en tratar
OCD aumentando la concentración de serotonina en el cerebro. Estos medicamentos
fueron estudiados y han mostrado según las estadísticas una mejoría significativa de
algunos síntomas autistas comparados a placebos (medicina falsa). Algunos niños, sin
embargo, se muestran más agitados cuando son expuestos a los SSRI. De todos modos,
estos pueden ser considerados algunos de los medicamentos más seguros para intentar.
Los tranquilizantes mayores son usados en niños que tienen comportamientos muy
erráticos, perjudiciales, peligrosos. De ser recetados por la noche, estos pueden ayudar
con las dificultades de dormir. Estas medicaciones incluyen Risperidal (forma líquida),
Zyprexa, Melleril, Haldol, y Seroquel. Hay que usarlos con la precaución y estar a la
expectativa de algunos efectos secundarios. La ganancia de peso es un efecto
secundario muy común. Somnolencia puede ocurrir también. Los efectos secundarios
raros a largo plazo incluyen disquinesia tardía, un desorden del movimiento que implica
los músculos de la boca, lengua, y extremidades. Estos pueden ser irreversibles. La
disfunción hepática ha sido también reportada.
Otros medicamentos, incluso algunos antidepresivos tradicionales, medicamentos
ansiolíticos, y combinaciones de algunos anti convulsionantes han sido también usados
para el autismo, pero menos comúnmente.
Otros tratamientos diferentes como educación de integración auditiva, tratamientos de
vitaminas y minerales, e inyecciones secretina, han sido anecdóticamente reportados
como beneficiosos, pero aún no se ha probado que hagan la diferencia y no son
recomendados por la Academia Americana de Neurología; por lo tanto, su uso es
controversial. Hay que recordar que algunos niños con autismo mejoran
"espontáneamente" sin cualquier tratamiento aparente. Esto hace difícil determinar si
la mejora estuvo relacionada con el tratamiento u ocurrió espontáneamente, a menos
que los estudios sean hechos en una manera controlada y comparados al placebo.
Lamentablemente, ninguno de los tratamientos polémicos ha sido alguna vez probado
eficazmente de una manera científica.
Es un hecho conocido por todos los padres y profesionales en la materia, que los niños
con autismo son altamente manipuladores con una capacidad para actuar el llanto para
lograr su objetivo (estoy pensando seriamente proponer a mi hijo para que reciba el
Oscar de la Academia al mejor actor). Erróneamente y aunado a la ceguera mental,
algunos profesionales aseveran que las personas con autismo no tienen sentimientos y
mucho menos, la capacidad de amar.
Los niños con autismo sí aman, sólo qué la forma en que lo demuestran es diferente a
cómo nos lo enseñaron nuestros padres. Un niño “normal” nos dice que nos quiere, nos
busca para invitarnos a jugar con él interactivamente, muestra su sonrisa cuando nos ve
y hace dibujos de sus papás para orgullosamente mostrarlo a sus amiguitos. Una
persona con autismo no sabe la forma de comunicarnos que nos quiere, pero lo
podemos notar porque busca estar donde estamos nosotros, su estado de ánimo cambia
cuando nos acercamos, juega a nuestro lado (en lo suyo) o trata de imitarnos.
Así como les enseñamos a las personas con autismo diferentes habilidades que van
desde imitación, auto cuidado, cognitivas, etc, se le puede enseñar a demostrar
sentimientos. En el caso muy particular de mi hijo, quien tiene 9 años y tiene autismo
severo, habla muy poco y su entendimiento es bastante limitado, sin embargo, aprendió
a dar besos, abrazos, sonreír y hacer diferentes caras (enojado, contento, etc.) y ahora
que ya sabe demostrar su afecto, es sumamente cariñoso con la gente.
Los niños con autismo sí sienten, aman y sufren al igual que nosotros, solo que no saben
expresarlo de la manera a la que estamos acostumbrados.

Vous aimerez peut-être aussi