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CULTURA PERUANA
*Artículo
publicado en: Sociológica. Revista del Colegio de Sociólogos del Perú. No 4,
Año 2016, pp. 108 - 123.
1
en esa ciudad, al lado de sus padres, el hacendado Gregorio Cabello y
doña Mercedes Llosa. Siendo aún adolescente, se traslada a Lima y en
1868, cuando contaba con 19 años, se casa con el médico Urbano
Carbonera, con quien estuvo unida hasta el fallecimiento de este
último, en 1885, sin que tuvieran descendencia. Al parecer, el apoyo y la
tolerancia de su marido -con quien frecuentaba el “Club literario” y las
tertulias literarias organizadas por Juana Manuela Gorriti- fueron
decisivas en su formación intelectual.
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entonces en boga (Cabello de Carbonera, 1894). Su última novela, El
Conspirador, publicada en 1892, es también de corte realista.
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trabajo, del que nos ocuparemos con mayor detalle en los siguientes
párrafos, la autora se refiere despectivamente al “árido positivismo”,
que -en su opinión- todo lo reducía al dinero y privaba a las almas de las
“inspiraciones de la virtud”; lo que evidencia un desconocimiento de
esta filosofía (Cabello de Carbonera, 1874).
Esta actitud, sin embargo, cambió luego de la guerra con Chile, cuando
las ideas de Augusto Comte llegan al Perú. La lectura de la obra de
Comte y de algunos de sus discípulos latinoamericanos -como es el caso
del ya mencionado Juan Enrique Lagarrigue- terminó por convencer a
Mercedes Cabello de las bondades del positivismo, al punto de
influenciar en su obra literaria, tal como se evidencia en sus últimas
novelas y ensayos.
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eficaz, para todos lo dolores del alma, y la más valiosa herencia que
una generación puede legar a la que va a sucederle” (Cabello de
Carbonera, 1909).
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educar a los hijos; de ahí que este autor defendiera la necesidad de
instruir a la mujer, a fin de que ésta pueda tener una influencia benigna
en la sociedad2. Esta idea, que es desarrollada por Rosseau en El Emilio
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(1966), fue muy bien asimilada por Mercedes Cabello, al punto de ser
distintiva de su pensamiento.
“Para que tenga más importancia lo que decimos, conviene que nos
formemos una idea de lo que en verdad es la autoridad de un padre.
Ella es la autoridad primitiva y, por consiguiente, anterior a la política de
los gobiernos; porque antes hubo sociedad doméstica que sociedad
civil. De Dios procede la autoridad paterna. Los políticos fundan el
derecho de los gobiernos en la voluntad nacional que los ha
constituido, determinando sus facultades y poniéndoles restricciones; o
han forjado el derecho divino de los reyes sobre razones tristes y
argumentos escolásticos; pero la autoridad paterna descuella por
encima de tales doctrinas, no dictadas para ella. Los padres no han
recibido de sus hijos la autoridad que sobre ellos tiene; y aunque sin
restricciones, semejante circunstancia no lo hace temible y odiosa,
porque es la autoridad de un padre. Por otra parte, su origen es tan
manifiesto y tan natural, que no tiene necesidad, no digamos de
cavilosidades y sofismas, pero ni aun de pruebas: nadie se los disputa, a
la vista está” (Gonzales Vigil, 1976: pp. 78 y 79).
brutales enfrena, cuántos buenos matrimonios mantiene, que sin eso los turbara la
discordia” (Ibíd., pp. 158 - 159). La mujer entonces, para Rousseau, poseía una astucia
“natural” para influenciar en la sociedad valiéndose de su subordinación a los
hombres; lo que era necesario encaminar a través de la educación, a fin de que esta
influencia pueda resultar en beneficio de toda la especie.
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privada, y más específicamente la autoridad paterna, no
necesariamente tienen que ser sometidas a pruebas o a
argumentaciones de tipo racional. La aceptación de la autoridad
paterna es un acto de fe, que no admite cuestionamientos de ningún
tipo. La vida pública tiene que secularizarse; la vida privada, por el
contrario, debe seguir anclada en la tradición, que emana de Dios,
aunque se trate -es justo decirlo- de una tradición renovada, laica, que
se opone a la influencia negativa de los curas -y sobre todo del clero-
en los asuntos de familia.
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Es precisamente la suma de los bienestares domésticos la que, en
opinión de Gonzáles Vigil, “constituye el bienestar de la sociedad civil”.
La regeneración de la sociedad dependía de la existencia de buenos
curas, buenos maestros y, sobre todo, de buenas madres de familia. “Si
los pueblos -nos dice el autor- logran tener un buen cura y un buen
maestro de escuela, y las familias buenas madres, la sociedad política
será buena y feliz, porque se habrá regenerado” (Gonzales Vigil, 1976: p.
177). La función de la mujer entonces era la de contribuir a “regenerar
la sociedad”, para lo que requería ser instruida. Estas ideas, como
seguidamente veremos, ejercieron una influencia fundamental en el
pensamiento de Mercedes Cabello, que hizo de la regeneración moral
de la sociedad la principal fuente de inspiración de su obra literaria,
mucho antes de que se adhiera al positivismo.
II
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“Educad a la mujer, ilustrad su inteligencia, y tendréis en ella un motor
poderoso y universal para el progreso y civilización del mundo; y una
columna fuerte e inamovible en que cimentar la moral y las virtudes de
las generaciones venideras” (Ibíd.).
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El alegato de la Cabello en favor de la diferencia, para oponerla a la
tendencia a jerarquizar las relaciones entre hombres y mujeres,
atribuyéndola a factores naturales, no cabe duda que significó un
adelanto para su época -y esto es precisamente lo que la distingue de
autores como Rousseau y Gonzáles Vígil-, aunque no necesariamente
ello fue percibido así por sus contemporáneos. Esta idea, sin embargo,
no sorprende en una escritora como Mercedes Cabello, para quien la
educación podía obrar maravillas, incluso modificar y perfeccionar la
naturaleza, sobre todo, cuando del carácter del ser humano se trata,
independientemente de cual sea su género.
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humanidad, y éstas sean las que asignen a las naciones su respectiva
preponderancia política; entonces, y sólo entonces, no tendrá la mujer
la bastísima necesidad de conquistar esos derechos; sino que serán
considerados, como inseparables, é íntimamente anexos al derecho,
que con la vida ha asignado el Creador tanto al hombre como á la
mujer como un precioso donativo” (Ibíd.).
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nueva, con base en la razón y en la ciencia, que tendría en la mujer a
su principal forjadora.
El propósito de la Cabello, sin embargo, iba más allá del sólo hecho de
instruir a la mujer para que ésta, soberana absoluta del hogar, luego
pueda educar mejor a sus hijos y forjar, de ese modo, los nuevos
ciudadanos que requería el país. La educación, como ya ha sido
señalado, era parte de una estrategia de empoderamiento de la mujer
que tenía que conducirla a su total emancipación de la tutela del
hombre. Ello la condujo incluso, siempre apelando a la “treta del débil”,
a reivindicar la “necesidad de una industria para la mujer” (Cabello de
Carbonera, 1875), a fin de protegerla del riesgo de caer en la
prostitución, como único medio que le quedaba para ganarse la vida,
sobre todo, cuando era abandonada por el hombre4.
4Cabe destacar, como lo ha hecho notar Francesca Denegri (1996), que la Cabello
estuvo secundada por Teresa Gonzáles de Fanning en su propuesta de reivindicar el
derecho de la mujer a trabajar. En efecto, esta autora publicó algunos meses después
en la misma revista un opúsculo titulado “Trabajo para la Mujer”, en el que defendía el
derecho de la mujer al trabajo. En su opinión, era inconcebible e inmoral importar
mano de obra extranjera –tal como lo propugnaba entonces el presidente Pardo-
cuando se disponía en el país de una importante fuerza laboral conformada por las
mujeres. Para Teresa Gonzáles, la mujer tenía que ser capacitada para que pueda
luego emplearse en algún trabajo fuera de la esfera del hogar. El acceso de la mujer a
la educación, en este caso, estaba más en función de la “capacitación para el
trabajo” que de la crianza de los hijos de conformidad con los requerimientos de la
vida moderna, tal como anteriormente había sido planteado por Mercedes Cabello.
Aquí reside una diferencia sustancial en la propuesta educativa de ambas autoras.
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Para Mercedes Cabello, la modernidad era inconcebible sin la
emancipación de la mujer. La oposición entre civilización y barbarie
finalmente se media por la posibilidad que tenía la mujer para
desarrollarse autónomamente. “La historia de la esclavitud y el
envilecimiento de la mujer -nos dice- es la historia de la barbarie y el
embrutecimiento de los pueblos; así como la de su emancipación y
completo desarrollo de sus facultades, será la historia de la civilización y
del desarrollo del progreso” (citada por Denegri: 1996, p. 131). La
claridad con que aquí se expone su propuesta de emancipación de la
mujer, nos releva de mayor comentario.
III
5Cabe destacar que este prólogo se escribió para la segunda edición de la novela,
con el propósito de responder a los ataques de los que había sido objeto por parte de
distintos sectores de la sociedad limeña.
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el que el público debe ser juez de las faltas que a su vista se le
manifiestan” (Ibíd., pp. III y IV).
Habiendo sido educada para casarse con un hombre rico, Blanca Sol
no tardó en encontrar en Serafín, un representante de la naciente
burguesía comercial, al novio perfecto, a quien considera, debido a su
apariencia física, “una letra de cambio mal escrita; pero con buena
firma” (Ibíd., p. 15). El matrimonio finalmente se llega a realizar y ello le
permite a Blanca Sol hacer su ingreso exitoso al orden burgués para ser
tratada como una “gran señora”, que era con lo que siempre había
soñado. Lo que sigue es la vida de derroche y ostentación que
6Como dice Denegri, Mercedes Cabello utilizaba el término prostitución “para definir
no sólo la prostitución ilegal y clandestina, sino también el matrimonio por
conveniencia” (Denegri, 1996: p. 131).
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caracterizan a su unión matrimonial, que incluye sus vinculaciones con
el poder en busca de algún cargo público para su marido, y que
termina en la bancarrota y en la perdida de los objetos materiales y de
la identidad social ganada exclusivamente en base a ellos.
Es así como Blanca Sol, “la reina de los salones, la orgullosa y altiva
joven, que ayer era admirada, buscada, adulada; quedará hoy
oscurecida y anonadada, cual si caído hubiera en un abismo” (Ibíd., p.
155). La pobreza y la oscuridad constituyen así la antitesis de la riqueza y
“los resplandores del oro” que es lo que siempre había buscado la
protagonista. Esta situación de pobreza, a la que se vendría a sumar
luego la locura del marido, obliga a Blanca Sol a ganar el sustento de su
familia recurriendo a la prostitución, pues la educación que había
recibido no le permitía emplearse en otra cosa que no sea el comercio
de su cuerpo. De esta manera, Blanca recibe en la novela un justo
castigo por la vida viciosa que había llevado.
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buenas costumbres. Blanca Sol viene a ser una anti-heroína, un modelo
a no seguir, y un ejemplo de cómo terminan las mujeres viciosas,
entregadas al culto del dinero y del lujo.
IV
7Estanovela “sociológica”, sin exagerar, puede ser considerada como el más remoto
antecedente de los estudios de masculinidad en nuestro país.
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aparecía tiránico y abusivo. En cambio todos los caudillos se me
aparecían como redentores que se elevaban cual celeste promesa de
futuras prosperidades” (Cabello de Carbonera, s/f: p. 17).
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La gran diferencia entre el personaje novelesco y el de la vida real, sin
embargo, radica en el destino que siguen uno y otro. Mientras que
Jorge Bello cae en el desprestigio y se queda sólo, teniendo que
marchar de la prisión al destierro, Piérola asume el poder en 1,895, tres
años después de que se publicara la novela; lo que, sin lugar a dudas,
significó un duro golpe para Mercedes Cabello.
“He sido muy culpable -dice-. Por soberbia, por orgullo, quise ser
virtuosa, sin otra mira que darle lustre a mi maltratado título de condesa;
por eso he caído como el ángel despeñado del Empíreo; he caído en el
abismo de la prostitución…” (Ibíd., p. 282).
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En términos generales, Mercedes Cabello intentó en esta novela -
creemos que con mucho éxito- realizar un retrato del político de su
tiempo en la persona de Jorge Bello. Las similitudes entre Bello y muchos
políticos actuales revelan que el perfil “sociológico” que realizó la
autora aún mantiene vigencia. A través de la lectura de esta novela
uno se percata que el desprestigio de la “clase política” es algo que
viene de mucho tiempo atrás y que siempre se ha mantenido latente en
la opinión pública; más allá de que se haya puesto de manifiesto recién
en las dos últimas décadas.
“Los abusos que vienen de arriba, dan vida a los que nacen de abajo.
Cada imposición tiránica de un gobierno engendra un conspirador”
(Ibíd., p. 140).
La política conspirativa tiene que ver con un estilo, con una forma de
hacer política, que se ejerce tanto en dictadura como en democracia,
independientemente de cual sea la opción ideológica que la inspire (en
la novela se sugiere que ésta es motivada por ambiciones personales y
que carece de ideal alguno). Conspirar quiere decir, entre otras cosas,
contravenir la ley o amañarla para así obtener un beneficio propio,
“legal”, al que sólo tienen acceso aquellos que gozan de los privilegios
del poder.
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“En el Perú -se dice en la novela-, la opinión pública habla por interés y
calla por cobardía. El éxito, aun siendo culpable, es acatado; la
acusación se guarda sólo para el caído!…” (Ibíd., p. 226).
Está claro para una autora como la Cabello que el “éxito”, en un país
como el nuestro, se obtiene a menudo de un modo irregular.
“Pues hijo… no sabe Ud. que los empleados de Gobierno, somos como
los cocineros de Lima: el sueldo es lo accesorio, lo principal son las
buscas; un nombramiento de éstos, no es más que una autorización
para dejarnos crecer las uñas…” (Ibíd., p. 112).
Las “buscas” eran lo que hoy son las “coimas”. El propio Jorge Bello no
tiene reparos en hacer la siguiente confesión:
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V
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