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Asignatura: Énfasis en Historia del Arte Moderno Contemporáneo

Profesora: Marta Rodríguez


Fecha: 20-04-2010
Presentado por:
David Briceño Código 323687

La Modernidad

La modernidad es un fenómeno muy complejo que abarca a toda la humanidad, la cual según
Marshall Berman comienza en el siglo XVI y se extiende hasta el siglo XX. Se caracteriza por
la continua desintegración y renovación de las estructuras socioculturales. Es un periodo de
lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia. Este es un fenómeno que tiene una gran
influencia en el arte y empieza a manifestarse desde la ilustración, con su deseo de
racionalizarlo todo y la ilusión del progreso, extendida a todos los aspectos de la vida y cuyo
impacto, permea todas las estructuras sociales, lo cual se ve en todos los movimientos artísticos
que atraviesan este periodo histórico.

Con la ilustración, como ya había mencionado, aparece la ilusión del progreso, impulsada por la
razón, junto con el desarrollo de la ciencia y la industrialización. Este gran auge de la ciencia y
la tecnología, como resultado del desarrollo intelectual, abre todo un nuevo abanico de
posibilidades que permitirán mejorar la calidad de vida en muchos aspectos, que era lo que Kant
profetizaba en sus ensoñaciones racionalistas, quien veía el desarrollo de la razón como algo
necesariamente bueno para la actividad del ser humano. Pero lo que Kant no alcanzaba a ver, es
que esa fe exacerbada en la razón y esa aproximación intelectualista hacia la vida y el mundo,
escondían una faceta oscura, pues con todo este gran desarrollo intelectual y tecnológico, se
abrían varios caminos muy distintos, por los cuales la humanidad caminara a lo largo del siglo
XX y por los que sigue divagando aun ahora, que son: el desarrollo de la filosofía, la ciencia y
la tecnología, con miras a mejorar la calidad de vida del ser humano y por otro lado, el uso de
los avances y los descubrimientos en estas áreas, para satisfacer los caprichos de las clases
dominantes, o enfocado hacia el progreso material, sin importar el costo humano, o bien sea
para imponer el control y el dominio de todas las cosas y a todos los aspectos de la vida, ya sea
en pro de un idealismo y/o para beneficiar a un grupo social en específico.
Estos fenómenos que surgen con el auge del desarrollo del conocimiento científico y su
orientación práctica, al igual que los fenómenos sociales engendrados por las dinámicas
“progresistas”, constituyen una parte fundamental de lo que podríamos llamar como el devenir
moderno, caracterizado por los cambios constantes, tanto en el entorno físico, como en el
entorno sociocultural del ser humano y en muchas ocasiones con consecuencias pavorosas. En
este devenir moderno, todo fluctúa con mucha rapidez y las cosas van cambiando a ritmos
desiguales. La vida deviene dentro de un espacio caótico e inestable, matizado por la apatía y el
fulgor del progreso, lo cual tiende a extenderse a todos los entornos sociales. Esto, genero
reacciones muy diversas, en las distintas regiones de Europa y en los distintos momentos
históricos de la modernidad, aunque obedeciendo a dos tipos de aproximaciones frente a la
misma; una de apoyo hacia el progreso, que se deleita en la novedad y los avances de la ciencia
y la tecnología, acogiendo la dinámica de cambio de la modernidad como algo positivo y otra
que se muestra renuente ante tales cosas, que ve los estragos de las tendencias progresistas y ve
el ritmo vertiginoso del devenir de la vida moderna, como una fuerza negativa y arrolladora, que
va devorando todo a su paso, un progreso de carácter expansivo en términos materiales, pero
implosivo en términos humanos, el individuo se ve apresado y presionado por fuerzas
descomunales que lo alejan cada vez más de su naturaleza y le impiden realizarse libremente
como persona, exigiéndole adaptarse de manera forzosa al entorno fluctuante y altamente
mecanizado en el que se encuentra.
Todo esto se refleja en el arte, y en Baudelaire encontramos a uno de los grandes exponentes de
la actitud positiva hacia la modernidad, como se puede apreciar en El pintor de la vida moderna,
que muestra una de las dos tendencias o actitudes que la humanidad exhibe frente a la
modernidad, las cuales Marshall Berman denomina respectivamente como: “modernolatría” y
“desesperación cultural”, la primera como un culto incondicional al progreso y la otra como un
crítica demoledora del mismo, lo expuesto en El pintor de la vida moderna podría ubicarse
dentro de esa primera tendencia, aunque en escritos posteriores de Baudelaire se puede apreciar
otra apreciación que esta más acorde con la “desesperación cultural”. Pero sería Schiller años
antes durante el romanticismo alemán, quien haría un análisis profundo de las problemáticas
humanas que acarreaba la modernidad, teniendo una posición crítica muy fuerte, frente a este
fenómeno. Este ensayo buscará explorar las dos posturas distintas que ha habido frente a la
modernidad y su relación con el arte, a través las visiones de dos autores de la modernidad,
comenzando con la visión de modernidad que Baudelaire expone en su escrito El pintor de la
vida moderna, para luego pasar a analizar lo expuesto en la sexta carta, de las cartas sobre la
educación estética de Schiller.

El pintor de la vida moderna, es un texto escrito por Charles Baudelaire, el cual trata el
fenómeno de la modernidad y el arte en el contexto moderno, pero se centra especialmente en lo
ha de ser el ideal artista moderno y hacia donde debe orientarse el arte moderno, tomando como
modelo principal del artista moderno a Constantin Guys, pintor e ilustrador, al que le gustaba
permanecer en el anonimato y al cual Baudelaire se refiere en su libro como M.G., para
mantener el anonimato de Guys, pues este le pidió a Baudelaire que no hiciera mención
explicita de si. Al principio del libro en el prologo encontramos una cita de Baudelaire que dice:
“La modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte cuya otra mitad es
lo eterno y lo inmutable.”
La modernidad para Baudelaire esta enmarcada en el devenir de las épocas, el fulgor de la
moda, los carruajes, el porte de los burgueses y la elegancia, situando el corazón de la vida
moderna en la ciudad. Hace un reconocimiento a la moral y la estética de la época,
desvinculando tales nociones de los valores eternos y enmarca lo bello en el devenir de la
historia. Baudelaire le atribuye dos componentes a la belleza, uno eterno e inmutable,
componente del cual Baudelaire habla como si fuera algo muy difícil de apreciar, por lo que no
sabemos hasta que punto puede ser algo de carácter sociocultural, lo cual Baudelaire ignora, o si
esto esta relacionado con algo inherente a la condición humana. Después nos habla de otro de
carácter variable, que está relacionado con la moral, la moda y la estética de la época, lo cual
tiene una relación directa con las valoraciones culturales propias de los distintos momentos
históricos.

También habla acerca del arte en la modernidad y acerca de cómo algunas personas, cuando
piensan en el arte solo se inclinan a mirar los trabajos de los grandes maestros del pasado,
ignorando en gran parte el arte de su época. Pero de vez en cuando aparecen personas que
afirman que no todo esta en el arte antiguo sino que también hay algo valioso en el arte de
tiempos más recientes. Entonces Baudelaire habla del valor del arte en su sentido histórico, un
arte que rescata la esencia de su época y de esta manera llega a revitalizar el arte del presente,
por recoger la esencia de su momento, que recoge las cualidades del contexto de la realidad
contemporánea en el que se mueve, desvinculándolo de valores rígidos y atemporales, e
introduciendo una noción de belleza que esta sujeta al devenir las épocas, que se opone a una
noción de belleza única y absoluta como la noción de belleza propuesta por Winckelmann, la
cual es de concepción clásica. Entonces en este nuevo contexto, en el que se dejan de lado los
valores eternos, en el que se hace valioso el presente y en el que los individuos se ven sujetos al
devenir de la moda, la moral y la estética de la época, surgen nuevos tipos de artistas y poetas,
que ya no tratan de plasmar valores eternos en sus obras y que se han desligado de los cánones
clásicos. Son individuos que vuelcan su mirada hacia su momento histórico, dejando de lado, las
temáticas del pasado, para abrirle espacio a una nueva mirada que se centra en lo transitorio de
la vida, buscando extraer y eternizar, aquellos aspectos volátiles y fluctuantes propios del
devenir de la vida moderna.

Entonces como modelo ejemplar de ese artista moderno, de ese pintor de la vida moderna,
Baudelaire toma a Constantin Guys, a quien se refiere como un hombre de mundo, un
cosmopolita, más que un artesano de gran destreza. Baudelaire hace énfasis en el espíritu
curioso de Guys, que mira el mundo sin pasar nada por alto, fijándose en todos los detalles con
un ánimo y una sensibilidad propios de un niño, pero con la mente firme y aguda de una persona
adulta. Es un hombre que se sumerge en la muchedumbre y que tiene una conexión profunda
con la vida de las capitales, pero que además de ser de gran agudeza sensible y mental, también
tiene la capacidad de expresarse y plasmar lo que percibe, manteniendo la vividez de su
experiencia y siendo fiel a su percepción y a sus impresiones, que es algo que critica de algunos
artistas modernos que por ser fieles a valores académicos o por falta e imaginación, recurren a
modelos clásicos, presentando imágenes de carácter heterogéneo o ambiguo. Guys es un hombre
que pinta desde su memoria, plasmando sus impresiones, dejando de lado todo canon o modelo
como característica fundamental de sus obras. Ya para cerrar como Baudelaire diría, es un
artista que busca que busca la belleza pasajera del presente, sabiendo concentrar “en sus dibujos
el sabor amargo o fogoso del vino de la vida”.

Podemos ver como Baudelaire habla con muy buen ánimo de la vida en las ciudades, de la
burguesía y de la moda, de hecho parece desconocer por completo el lado oscuro de la
modernidad, propio de la vida en las ciudades, del capitalismo y la banalidad esclavista propia
de las modas. Aunque es rescatable el modo como concibe la modernidad, en cuanto a que es
algo fluctuante, transitorio, volátil y fugaz, cuyo corazón reside en las ciudades, pues es ahí
donde se experimenta con toda vitalidad, la agitación y la vertiginosidad de la vida moderna.
También es interesante lo que plantea acerca del artista moderno, que debe ser un individuo con
gran sensibilidad hacia su entorno y no alguien hastiado de la vida, ni un mero maestro de una
técnica. Una persona dotada de gran sensibilidad y de un espíritu analítico, que no se ata a
ningún canon y que no antepone ninguna preconcepción o prejuicio a su percepción, alguien
que no reduzca sus impresiones a parámetros lógicos o que moldee sus impresiones en pro de
estructuras de carácter generalista, en las que se miran las cosas en su conjunto y se tiende a
ignorar u obviar el detalle, lo cual termina por convertir la obra en el eco mutilado de lo que fue
la impresión viva. Es interesante, la relación que esto tiene con parte de lo que fueron los
postulados de los impresionistas. Me parece que en cuanto a sus planteamientos acerca de la
modernidad, hace un análisis pertinente en cuanto los retos que la modernidad le plantea al
artista, así como la influencia que esto tiene en el arte, pero Baudelaire se muestra ignorante
frente a muchos aspectos negativos de la modernidad, hasta años posteriores en los que se hace
conciente de la fuerza desgarradora y ponzoñosa a la cual muchos cubren bajo la bandera del
progreso, a diferencia de Schiller, que años antes en Alemania analizó minuciosamente la
problemática de la sociedad moderna, como resultado de las tendencias progresistas y la
configuración del estado moderno, un estado cada vez más rígido, más controlador y cada vez
más poderoso.

Irónicamente Schiller tuvo mucha más conciencia acerca de las fuerzas negativas del progreso,
que Baudelaire, habiendo nacido casi seis décadas antes, pues Baudelaire no vino a percibir sino
hasta un periodo tardío de su vida, o al menos eso parecen sugerir sus escritos. Peor hay que
tener presente que la modernidad se manifiesta de distintas maneras en las diferentes naciones
europeas y que la evolución de sus procesos varia de región a región. Pero más allá de esto, es
muy interesante el análisis que hace Schiller del impacto de la modernidad en la sociedad, por la
relación que esto tiene con las manifestaciones artísticas del romanticismo alemán, pero también
por la validez que tienen muchos de sus planteamientos hoy en día. Ya desde la ilustración
como podemos ver en el breve escrito de Kant acerca de que es la ilustración, podemos percibir
la gran fe que este tiene en la razón y la importancia que este ve en la obediencia, pero
posteriormente la humanidad experimentara los estragos de esa confianza sobredimensionada en
la razón, sumado a la fe incondicional en el progreso, que apoyándose en la obediencia
incondicional, que tanto defendía Kant, permitirá la consolidación de una maquinaria estatal
muy poderosa, que se convertirá en una fuerza sobrecogedora, que aprisiona y moldea las vidas
de los individuos en su interior, aun en contra de sus deseos y en detrimento de sus libertades,
transformándolos en los engranajes de una mecanismo monstruoso, que rige sus vidas y sobre el
cual no tienen ninguna injerencia.
Pues un poco antes de que comience la Carta Sexta, Schiller escribe “Bien lejos de procurar la
libertad, la cultura genera únicamente una nueva necesidad con cada una de las fuerzas que
forma en nosotros; los lazos de la materia nos oprimen cada vez más angustiosamente, de tal
modo que el miedo a perder ahoga incluso nuestro vivo impulso de perfeccionamiento y hace
valer la máxima de la obediencia ciega como la suprema sabiduría de la vida”, ahí podemos
ver claramente parte de esa noción esclavista del “progreso” material y una fuerte crítica a la
obediencia incondicional, lo que no se atreve hacer Kant. En su carta sexta Schiller nos habla
acerca del contraste que existe entre la sociedad moderna y las sociedades de épocas pasadas,
tomando como ejemplo a los griegos y destacando su relación armoniosa con su naturaleza, la
vitalidad de su espíritu, y el desarrollo tanto de sus facultades racionales como de sus facultades
sensibles, en contraposición al individuo moderno que se encuentra escindido, separando sus
facultades sensibles de sus racionales y poniéndolas en conflicto, desarrollando únicamente una
de sus capacidades, debido a la tendencia racionalista a separar cada vez más las distintas áreas
del conocimiento, reforzando sus límites y al mecanismo cada vez más complejo de los estados
que obligo a hacer una separación más rigurosa de los distintos estamentos sociales y de los
oficios.

También hace una observación acerca de como la estructura del estado en la antigüedad, ha
cambiado debido a los cambios culturales, junto con la diversificación y la complejización de
las relaciones sociales, lo cual evidentemente requería un cambio, pero en lugar de dar lugar a
una evolución de la estructura orgánica de las primeras repúblicas, en las que los individuos
gozaban de independencia y libertad, se sustituyo por una compleja estructura de carácter
mecánico. Estructura que despoja al individuo de su autonomía y le asigna una funcionalidad
de manera forzosa, para alimentar esa maquinaría monstruosa, que solo permite una evolución
fragmentaria de los individuos y donde toda orientación vocacional de los mismos, ha de darse
en pro de su funcionalidad, dentro del estado. El estado que le da forma a la vida de sus
ciudadanos, termina por convertirse en algo ajeno a los mismos, pues es ajeno a su sentir y a su
pensar, pero además no depende de formas que se den a ellos mismos, pues el funcionamiento
de un mecanismo tan artificioso y delicado, no puede dejarse en sus manos, sino que se les
prescribe rigurosamente mediante un reglamento, que acaba por restringir todo posibilidad de
ejercicio de la inteligencia libre. En últimas se busca transformar al individuo en un engranaje
de ese complejo mecanismo de relojería, en el cual cada una de las partes carece de vida propia.
De esa forma se va aniquilando la vida de los individuos poco a poco, para que el gran
mecanismo pueda preservar su miserable existencia. La clase dirigente termina por hacerse una
imagen simplificad e indirecta de la población a la que gobierna y los ciudadanos no pueden
hacer mas que resignarse a recibir leyes, que bien poco tienen que ver con ellos mismos.
Como resultado de esta tendencia fragmentaria en la humanidad, en la que toda actividad de la
vida del ser humano se orienta en pro de una funcionalidad específica, la acumulación de saber
y el desarrollo de las distintas disciplinas, han hecho que el entendimiento se haya visto
obligado a separarse de la sensación y de la intuición para poder alcanzar un conocimiento
preciso de las cosas. Pero algo que podemos intuir en varios apartes del texto de Schiller, es que
en ese afán de abstraer, independizar y consolidar las distintas formas de conocimientos, estos
se han alejado hasta cierto punto de la realidad de la que provienen y se han sobredimensionado,
debido a que al tratar de independizarse de la realidad de la que provienen, terminan por alejarse
de la misma y las inteligencias fragmentadas que se cultivan en dichos conocimientos tienden a
proyectar los mismos, a espacios que no les pertenecen o a reducir demasiado los fenómenos
que contemplan, con miras a hacerlos más digeribles para el entendimiento, obviando otros
factores. Esto se puede apreciar cuando Schiller dice “el espíritu práctico se precipitó al
extremo, opuesto juzgando cualquier tipo de experiencia en general según un fragmento en
particular de la experiencia, y pretendiendo hacer servir indistintamente las reglas de su
actividad para cualquier otra actividad”. Esto constituye un fenómeno muy común en la
actualidad, pero fue algo propio del pensamiento impulsado por la ilustración, en el que se eleva
la razón por encima de todas las cosas, llegando a despreciar lo sensible e ignorando que hay
cosas que no son inteligibles o que la razón no puede alcanzar, y cuyo sobredimensionamiento y
su aproximación de carácter reduccionista, lleva al ser humano a alejarse de la naturaleza y a
distanciarse de la realidad. Schiller reconoce que muchos de los consensos y sacrificios, que ha
hecho la humanidad en pro del entendimiento y el desarrollo del conocimiento han sido
necesarios para que la civilización haya podido llegar a donde esta, pero toda esta serie de
fenómenos derivados de esas tendencias y potenciados por un estado de carácter mecanicista y
esclavizante, han convertido a la raza humana, en una raza de entes miserables que solo
sobresale como conjunto. Una humanidad, en la que los individuos que la constituyen, en cierta
forma se han convertido en los esclavos serviles del progreso, y ha llevado al ser humano a
desfigurarse en el proceso.
Aunque Schiller, a pesar de toda su crítica a la razón, no la desdeña pues al final del primer
párrafo de la Sexta Carta dice: “todos aquellos pueblos que han tomado por el camino de la
civilización, [...], han de alejarse al principio de la naturaleza, guiándose por razonamientos
equívocos, antes de ser capaces de regresar a ella por medio de la razón”, ahí vemos que lo que
dice Schiller es que el exceso de razón ha llevado a la humanidad al error, puesto que no se
puede permitir que el desarrollo aislado de las facultades humanas, implique el sacrifico de su
totalidad con miras a alcanzar una cultura más elevada, puesto que esto ha generado un gran
malestar en el individuo y lo ha disociado de su naturaleza, condenando a la humanidad a una
existencia miserable, ya que como dice al final de la Sexta Carta; “un intenso desarrollo de
determinadas facultades espirituales puede generar hombres extraordinarios, pero sólo la
armonía de las mismas dará lugar a hombres felices y perfectos”. Esta actitud de repudio hacia
el estado moderno y esa nostalgia hacia ese pasado en el que el ser humano estaba en armonía
con la naturaleza, se ve claramente en las expresiones artísticas del romanticismo y en especial
en la obra de Caspar David Friedrich, que nos muestra a esos personajes modernos, con un gran
distanciamiento de la naturaleza y sus pinturas de ruinas que esconden un anhelo de volver a esa
naturaleza cercenada y sometida por el progreso. Pero también hay otras obras a lo largo de la
modernidad, que hacen eco de esa “desesperación cultural”.

A través de estos dos autores, hemos podido apreciar y explorar distintos aspectos de la
modernidad, así como su influencia en el ambiente sociocultural y en el arte. Hemos visto como
la modernidad se mueve con un ritmo vertiginoso y que como diría Baudelaire esta
caracterizada por lo fugitivo, lo transitorio y lo contingente. Es un periodo caracterizado por
grandes cambios en el entorno físico y sociocultural de los individuos, marcado por las
tendencias progresistas y el auge de la razón, pero también hemos visto el impacto negativo que
esto ha tenido en la sociedad moderna, desmintiendo la idea del progreso como algo
necesariamente positivo, develando los estragos del mismo y arrojando luces sobre el
sobredimensionamiento de la razón, impulsado por la ilustración, y el conflicto que esto genera
con la naturaleza humana. Es en este periodo que el arte deja de lado los valores clásicos y las
temáticas del pasado, para centrarse en el presente y explorar nuevos horizontes en el espacio
plástico.
Bibliografía

• Fragmentos para una teoría romántica del arte, antología y edición de Javier Arnaldo,
Tecnos, Madrid, 1987, Friedrich Schiller, cartas sobre la educación estética del hombre,
carta 6. P. 193 – 1988.

• Baudelaire, Charles. El pintor de la vida moderna. Santafé de Bogotá, Ancora Editores,


1995.

• Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire, Siglo XXI, Madrid 2006.

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