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Vivimos en un país multicultural y plurilingüe, situación que compartimos con varios

países de Latinoamérica. Tenemos aproximadamente 44 lenguas pertenecientes a 19


familias lingüísticas que existen a lo largo y ancho del territorio nacional. De acuerdo a
cifras oficiales existen más de 4 millones de
personas indígenas en el Perú: 83.11%
quechuas, 10.92% aimaras, 1.67% asháninkas y
4.31% miembros de pueblos indígenas
amazónicos.

Por otro lado, el Perú tiene índices muy bajos


de escolaridad y alfabetismo. En nuestro país
hay, aproximadamente, 439 391 niños
indígenas en edad escolar; sin embargo, 28.87% de niños y niñas indígenas no asiste al
colegio y 73.1% de niños y niñas indígenas se encuentra atrasado según su edad escolar.
Es así como un gran sector de la población se encuentra en desventaja por el hecho de
haber nacido lejos de Lima o por poseer una lengua materna diferente al castellano.

Según la teoría del desarrollo humano el fin último de la vida es la libertad, importa el
“ser” y no el “tener”. Para autores como Amartya Sen esto significa realizar todas las
potencialidades del ser humano, él habla de desarrollo entendido como el acceso a
oportunidades, así como de capacidad de agencia y ejercicio de la ciudadanía. Es por eso
que el desarrollo humano involucra un cambio de valores frente a la cultura del consumo
que privilegia el “tener”. Así, es necesario generar condiciones y ampliar las
oportunidades de todas las personas para que puedan realizarse humanamente y ejercer
sus derechos.

En un contexto como el peruano, es importante saber que no hay un solo modelo de


realización humana y, gracias a la diversidad, entender que ninguno es mejor que otro.
El motor del desarrollo humano es la capacidad de agencia y esta no se puede desarrollar
sin libertad cultural y sin respeto por la identidad propia y del otro. En la actualidad
muchos pueblos no se encuentran plenamente reconocidos por el Estado de derecho y
no pueden ejercer sus derechos ni desarrollar sus capacidades plenamente, no tienen
acceso una educación de calidad, entre muchos otros. Es así como se hace necesario, en
un país como el Perú, establecer políticas de reconocimiento, políticas que permitan a
todos los pueblos tener la libertad de escoger y reconocer su identidad.

El modelo de la Educación Intercultural Bilingüe nace hace más de 35 años en nuestro


país[5] y trabaja bajo principios de conservación de la identidad, de equidad y
reconocimiento de las niñas y niños indígenas en edad escolar. En nuestro país, según
López y Sichra: “Hasta principios de los 80 la educación bilingüe tenía como objetivo
llevar al alumno hacia la castellanización más efectiva, utilizando para tal fin la lengua
indígena en los primeros años de escolarización”. Es en la década del 90 en la que surge
la Educación Bilingüe Intercultural (EBI) “(…) como respuesta a modelos educativos de
uniformidad lingüística y cultural. Más adelante, cobraría fuerza la denominación
actualmente más aceptada del modelo: educación intercultural bilingüe”.

En el Perú existe una Política de Educación Bilingüe Intercultural (PEBI) desde 1989, en
1991 se amplió los alcances de este enfoque con la Política de Educación Intercultural y
Educación Bilingüe Intercultural (PEIEB) que concibe a la interculturalidad como principio
rector de todo el sistema educativo. Además, desde los años 80 ha habido muchos
esfuerzos desde la sociedad civil; sin embargo, desde el ejecutivo, la inserción del modelo
de educación intercultural bilingüe ha seguido un camino de luces y sombras. Recién en
el año 2008 se creó la Dirección General de Educación Intercultural Bilingüe y Rural
DIGEIBIR en el Ministerio de Educación. Desde ella se han impulsado iniciativas como la
creación de materiales educativos en lenguas originarias y capacitación docente para la
implementación de la metodología a nivel nacional. A pesar de ello, hace falta trabajar
en el establecimiento de políticas pedagógicas según cada contexto y en indicadores
que evalúen su efectividad real; en la descentralización de la implementación de la
metodología a nivel nacional; y, en la inserción de las políticas de educación intercultural
en la educación básica regular a nivel nacional. De esta manera, el Estado establecería
una política de reconocimiento expresada en la garantía de una educación de calidad y
apropiada para las y los niños que tienen como lengua materna una distinta al castellano.

Hace falta no solo reconocimiento, sino también visibilizarían y revitalización de las


lenguas y las culturas, evitar el sesgo indigenista y ruralista, mirar hacia los pueblos
originarios como agentes de su propio desarrollo y no como meros beneficiarios. Como
señala Mujica “… pasar por el reconocimiento de las diferencias y, al mismo tiempo, por
la afirmación y defensa de la dignidad de las personas de las diferentes culturas,
permitiendo que participen como ciudadanos en la construcción de la sociedad y que
intervengan en los espacios de decisión”.
El tema de las identidades culturales en el Perú es complejo y amplio, por eso discusiones
como ésta son importantes si la intención es hablar de desarrollo para todos. Se
necesitan muchos más esfuerzos desde el aparato gubernamental a nivel de políticas de
reconocimiento que no sólo trabajen por la preservación de las lenguas y culturas de los
pueblos originarios, sino que también por la erradicación de los escenarios de
discriminación centralistas. Esto implica la implementación de políticas tanto en el sector
educativo como en la regulación de los medios de comunicación, en el uso de espacios
públicos, en la operativización de las lenguas originarias y en la convivencia social en
general. Solo así podremos hablar de progresos significativos en cuanto a respeto y
desarrollo real para todos los ciudadanos de nuestro país.

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