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“CONCLUSION. logo, Editorial Siglo y Jean Claude Passeron, jologia.” En: El oficio de sociél Pierre, Jean-Claude Chamboredon Sociologia del conocimiento y epistern XXI, 2002 [1975], pp. 99-110. Bourdieu, c e ‘poxcuuston “SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO Y EPISTEMOLOGIA Los anélisis precedentes concluyen en negar a la sociologia un sta- tus epistemolégico de excepcién. Sin embargo, por el hecho de que Jos imites entre el saber comin y la ciencia son, en sociologia, mas ‘imprecisos que en cualquier otra disciplina la necesidad de la rup- ‘tra epistemolégica se impone con particula ia. Pero el error no puede desvincularse, y es a veces ine de las condi- ciones sociales que lo hacen posible; por ello habria que tener una fe ingenua en las virtudes de la predicacién epistemolégica para ‘omitir pregumtarse sobre las condiciones sociales que harfan posi- ble o aun inevitable la ruptura con la sociologia espontdnea y la Sdeologia, haciendo de la vigilancia epistemolégica una institucién del campo sociolégico. ‘Noes una casualidad que Bachelard use el lenguaje del so¢ié- logo para describir la interpenetracién del mundo cientifico y del de su piblico mundano, que caracterizaba a la fisica del siglo xvax [G. Bachelard, texto n? 43}. El sociélogo de la sociologia no tendria Gificultad en encontrar el equivalente de estos juegos de buena sociedad a los cuales dieron lugar, en otra época, Ias curiosa de la fisica: el psicoanslisis, la etnologia e incluso la sociologia tis hoy sus baisers electriques. Sdlo en la sociologia del conocimiento sociolégico es donde el sociélogo encuentra el instrumento que permite adquirir toda su fuerza y forma especificas a la critica epistemolégica, tratando de poner al dia los supuestos inconscien- tes y las peticiones de principio de una tradicin teérica, més que ‘cuestionar los principios de ima teoria constituida. Sien sociologia el empirismo ocupa, aqui y ahora, la cumbre de la jerarquia de los peligros epistemolégicos, esto no se refiere solamente a la particular naturaleza del objeto sociolégico como sujeto que propone la interpretacidn verbal de sus propias con- ductas, sino también a las condiciones histéricas y sociales en las 100 EL OFICIO DE soctéxoco que se cumple la préctica socioldgica. Hay que cuidarse de otorgar una realidad transhistérica a Ia estructura del campo epistemo- Jégico como espectro de posiciones filoséficas opuestas por parejas, en la medida que, entre otras razones, las diferentes ciencias apa recidas en fechas, condiciones histéricas y_ sociales diferentes no ecorren, segiin un orden ya preestablecido, las mismas etapas de una misma historia de la razén epistemolégica ESBOZO DE UNA SOCIOLOGIA DE LA TENTAGION POSITIVISTA EN SOCIOLOGIA. En la sociologia francesa de hoy, la atraccién que ejerce el empi- rismo quizd se relacione menos con las seducciones intrinsecas de esta chata filosofia de la préctica cientifica, o al lugar que ocuparia, Ia sociologia en un esquema de evolucién valedero para todas las, ciencias, que a un conjunto de condiciones sociales e intelectuales, que no pueden desvincularse del origen de su historia, en particu. lar con el desarrollo, la rutinizacién y la declinacién del durkhei- mismo entre las dos guerras: por el hecho que la sociologia empi- rrica tomé en Francia un nuevo auge después de 1945, en un campo ideolégico dominado por la filosofia, y con més precisién por la filosofia existencialista, concluyé tomando partido ciegamente por Ja sociologia norteamericana mas empirista, a costa de una nega- ciéa elegida u obligada, del pasado tedrico de la sociologia europea.” La ilusién del comienzo absoluto-y la utopia de una prictica que tendria en si misma su propio fundamento epistemologico no hu- bieran podido imponerse con tanta fuerza a la generacién de los “afios 50” sino en razén de la particular situacién en que se encon traba respecto de la generacidn intelectual de 1939 que, ligada a la tradicién filos6fica, pero desprendida de la practica empirica por un conjunto de condiciones histéricas de las cuales Ia menor no es 4 Las polémicas sobre los supuestog Glosficos de las diferentes orienta ciones de la investigacién socioligica no podrian reemplazar a Ia reflexiin epistemolégica y a menudo slo contribuyen a ocultar si aueencin: pignsese ejemplo, ei el carieter académico © mundano del debate sobre la 0 las losofiasestructualisas"- El abanico do sctitudesflosficas que la coYuntura {intelectual plantea a los socidlogos para dar cuenta de su practica no expresa Jn epistemologia que realmente implice el trabajo cientific. Bochelard veia fen ol eclecticism filostico de la mayor parte de los cientficos una manera de ‘oar in pureza abtracta de sistemas flosficos atratados respect de la cietcia ‘en nombre de “la impureza flosdfica” de la clencia. Rivocia DEL CONOCIMIENTO ¥ EPISTEMOLOGIA sor fuficiencia de apoyo institucional a la investigacién, debié erger por la guerra la tarea de reconciliar la investigacién ica y la teoria, Para mostrar, contra el esquema evolucio- SF To que el devenir de las diferentes ciencias debe a la estruc- sfdol campo en el cual coexisten, bastaria subrayar que, lejos eneficiarse con la ventaja que significa su situacién de recién @ifida, capaz de quemar etapas ahorréndose los errores que sus lgcesores encontraron en el camino y utilizando los jalones tas dejaron, la sociologia paradéjicamente cae, no sélo en 'faltas epistemoldgicas que las ciencias de la naturaleza ya no binicten, sino tambien en errores especificos que surgen de Ia con- fntacién permanente con la imagen aplastante de las ciencias 4fjas acabadas. Con més precisién, podria verse lo que la relacién ie cada socidlogo mantiene con la imagen de la cientificidad de sit propia préctica debe al campo de conjunto en el cual se cumple: ‘una ciencia preocupada por su reconocimiento cientifico se inte- Fog sin cesar sobre las condiciones de su propia cientificidad y fen esta biisqueda angustiosa del reaseguro, adopta con compla- ‘endia los signos més lamativos y a menudo més ingenuos de la legitimidad cientifica. No es una casualided si, como lo decia Poincaré, las ciencias de la naturaleza hablan de sus resultados pero las del hombre de sus métodos. La manfa metodolégica d el usto apresurado por los tltimos refinamientos del analisis com- ponencial, de la teoria de los grafos o del célculo matricial, asumen Ta misma funcién ampulosa que el recurso de las denominaciones prestigiosas o la adhesion deslumbrada por los instrumentos mejor construides, para simbolizar la especificidad del oficio y su cua~ lidad cientifica, ya se trate del cuestionario o del ordenador. ‘Ademés, la divisién técnica del trabajo y la organizaciéa social de la profesién suponen muchas presiones que inducen all investigador hacia los automatismos burocraticos, que acompafian siempre a una filosofia empirista de la ciencia, Muchos rasgos de Ja produccién sociolégica norteamericana, tales como 1a prolifera- cidn redundante de pequeiias monografias empiricas 0 la prolifera~ cién de tezt-books y obras de vulgarizacion, sin duda obedecen en mucho a las caracieristicas de la organizacién universitaria esta- dounidense, donde el cuerpo universitario esté dividido en admi- nistradores e investigadores especializados y en que los mecanis- ‘mos concurrenciales someten la carrera académica ala ley del mer- 102, BL OFICIO DE socxéz0c0 cado,? La profesionalizacién de la investigacién, que esta ligada sr Lape 2 necting at naa puestos de investigador, condujo a una divisién técnica del trabajo ‘que debe su especificidad a la ideologia de la autonomia de las operaciones que ha generado. Es asi como, segtin se ha visto, la divisién de las operaciones de la investigacién utilizada como pa- radigma, al menos inconsciente, en la mayor parte de los investi- gadores, no es otra cosa que la proyeccién en el espacio epistemo. Tégico de un organigrama burocritico® A las presiones de la organizacién se le agregan aquellas que imponen los instrumentos ‘écnicos: por ejemplo, al verse obligado a concebir de golpe y de antemano el programa de las operaciones de anilisis, la utiliza. ign de los ordenadores amenaza desalentar, salvo si se aumenta ‘a vigilancia, el ir y venir incesantes entre la hipétesis y la verifi- cacién que impone el exaitien manual de las encuestas. Si por filtimo se agrega que la representacién popular del autdmata ‘taumaturgo consigue imponerse a muchos investigadores, pro- ppensos a declinar la responsabilidad de las operaciones en provecho de la maquina, y que los generales de la investigacién tienden a pine ts aa mre ee sien cna ahem 20 non cg pone cmaes ener are ce eet Uae ses hacia date Sa, ce crn, 20) 7 Paseo ln lem go Sate Ie Sara ane mi ag ees algo Ee aSu Scan ng eno ras lam om etiege momen ees oe tray in Sovran etn ogee eva vai aoe ae ei tee fami cers ents oe is pla a hate caters sets rena em eins oe thon Gece fn haat nee eee ys ee matt gs pr eal nate non eerie Lets Ba cl ern erode oe Segent ieemerse sie Seed Gilatiacns cat's ices baie ean asa pa oe pin emery eat tae ce te grt Papal mart fo nes one 8 Bie aad ctr alin ang Play Se eo meer oer sociales (trad. H. Lesage), put, Paris, 1963, pp. 51-53. dene | | | | } { i | “gppiocia ne conoommesro r EeismEsonoota 103 1r’en los soldados el grueso de la batalla, es decir el contacto Tos hechos (¥ entre otras cosas, con los encuestados) para ervarse las grandes decisiones estratégicas, tales como la elec- jan de muestras, la redaccién del cuestionario o del informe, se cia que todo contribuye en favor de la dicotomia entre el em- ‘pusismo ciego y la teorfa sin control, la magia formalista y el ritual ‘eos actos subalternos de ln encuesta “fF afin de la proeza metodélégica que anima Ta ansiosa re~ én con el modelo de las ciencias exactas sin duda debe sus “earacteristicas mas patolégicas a la dualidad de las formaciones JMiterarias y cientificas y a la carencia de una formacién sociolégica specifica y completa: hasta que el instrumento estadistico no hubo ‘xsido despojado, por su difusién misma, de las funciones de protec- {Ecién que le correspondian en el periodo de titubeos y monopolio, muchos investigadores hicieron de ese instrumento, que sélo ha- {Bian adquirido tardiamente y como autodidactos, un empleo terro- ‘tista que suponia el terror mal superado del nedfito deslumbrado. ‘© De este modo las oposiciones epistemoldgicas no adquieren todo su sentido sino cuando se las relaciona con el sistema de posi- ciones y oposiciones que se establecen entre instituciones, grupos © sectores diferentemente ubicados en el campo intelectual. El onjunto de las caracteristicas que definen a cada investigador, fa saber su tipo de formacién (cientifica o literaria, candnica 0 edléctica, acabada o parcial, etc.), su status en la wniversidad o en relacién con la universidad, su dependencia de instituciones, sus inclinaciones de interés y- su participacién en grupos de presién propiamente intelectuales (revistas cientificas 0 extracientificas, comisiones y comités, etc.) concurren a determainar sus oportuni- dades de ocupar tal 0 cual posicién, es decir adherir a esta u otra posicidn, en el campo epistemoldgico. Se es empirista, formelista, tebrico, o nada de esto, mucho menos por vocacién que por destino, ‘enla medida en que el sentido de su propia prictica le llega a cada ‘uno bajo la forma de un sistema de posibilidades e imposibilidades que determinan las condiciones sociales de su préctica intelectual. Puede ser itil, como se ve, considerar por wna decisién metédica las profesiones de fe epistemoldgicas como ideologias profesionales que buscan, en iiltima instancia, justificar no tante a la ciencia Como al investigador, menos a la préctica real que a los Kites im- ‘puestos a la practica por la posicidn y el pasado del investigador. Si las diferentes formas del error epistemoldgico y de Jas ideo- logias que las justifican deben su fuerza genérica a Ia coyuntura

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