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Tita nació en la cocina de su casa y esta es su refugio del mundo exterior. En la novela, Tita nos cuenta sus
mejores doce recetas, aplicadas a los doce momentos más importantes de su vida. Veremos cómo se
enamora locamente de Pedro, un muchacho del pueblo, pero cómo su madre Mamá Elena le prohíbe contraer
matrimonio. Ni con Pedro ni con nadie, porque como ella es la joven de las tres hermanas, está destinada a
quedarse soltera para poder cuidar de ella cuando sea mayor.
A lo largo de la novela asistiremos a todas las luchas que libra Tita frente a la tradición, a las expectativas de
su familia y contra la voluntad de su madre, que le impide ser feliz. Tita quiere ser libre, aunque la tradición
se lo impide. Pero, sobre todo, veremos el eterno amor que se profesan Tita y Pedro y cómo su relación varía
a lo largo de los años.
Como agua para chocolate nos cuenta la historia de Tita desde el momento de su nacimiento, en la cocina de
su casa, y la relación tan estrecha que hay entre ella y la cocina. Tita rebosa sentimientos y emociones, y tanto
en sus mejores como en sus peores momentos, su huida es la cocina. Pero sin saberlo transfiere su fuerza a
las recetas que prepara y que luego degustan su familia o los invitados. Así, en la boda de su hermana con
Pedro, todos los comensales huyen de la casa enfermos, o tras una declaración de amor toda la familia se ve
sumida en un furor sexual que son incapaces de apaciguar.
Como agua para chocolate es una historia de contrastes. El más profundo y visible es cómo la vida de Tita se
define en base a lo que la tradición le manda ser y lo que ella desea ser. Tita quiere ser libre para poder ser
feliz, pero su madre no le permite cumplir con sus sueños por el deseo egoísta de tener a alguien que la cuide
cuando ella ya no pueda hacerlo sola. Tita ama a Pedro, y este decide casarse con su hermana Rosaura para
estar cerca de Tita, condenándolos a los dos a pasar su vida juntos pero sin la posibilidad de tocarse. La vida
de Pedro con Rosaura evoluciona, avanza, mientras Tita sigue condenada en la casa de su madre.
Otro de los contrastes es el amor y ternura con las que cocina Tita, comparado con el mundo brutal y trágico
que se desarrolla en la casa y fuera de ella. Cada capítulo empieza con la explicación de una receta, cuya
elaboración se irá mezclando con la trama; y destaca el cuidado, la ternura y la precisión con la que se elabora
cada plato. La comida no solamente cubrirá una necesidad fisiológica, sino que es hilo conductor de
reuniones sociales, celebraciones y duelo tras un desastre. Por las páginas de la novela aparecen doce recetas
tradicionales mexicanas, tan detalladas y exuberantes que se hace imposible leer la mayor parte de los
capítulos sin terminar con ganas de probar frijoles a la Tezcucana o saborear el azahar de la Rosca de Reyes.
Laura Esquivel.
La cocina es delicada y detallista en contraste con el mundo exterior. La crueldad, la mala situación política
y las injusticias de la tradición marcarán las vidas de los personajes. Tita enamorada de un hombre cercano
pero inalcanzable, su madre tremendamente egoísta, los bandidos que arrasan la granja, su hermana Gertrudis
huyendo de la tiranía de la familia y desapareciendo con los revolucionarios… El mundo interior de la casa es
delicado, en base a detalles y anhelos. El mundo exterior es brutal, injusto e imponente.
Si no fuese por el poder mágico de la comida y alguna emoción más que sale de Tita y afecta a su
entorno, Como agua para chocolate podría ser una novela costumbrista encuadrada en la revolución
mexicana. Laura Esquivel no silencia ninguno de los elementos cotidianos de la familia, desde la tradición en
las fiestas al acento más cerrado, en boca de Chencha, una de las cocineras de la casa. Sin embargo, la
escritora no quiso hacer una saga familiar interminable y, aunque narra casi cuarenta años de la vida de
Tita, decide centrarse solo en los momentos clave de esta. Por eso, frente a la ternura con la que está tratada
la cocina, la familia de mujeres vive en un mundo cruel que no tendrá reparos en traerles desgracias y
problemas: además de las disputas internas de la familia, sobrevivirán a robos, asaltos y enfermedad. Los
personajes no tendrán apenas un momento de respiro. Laura Esquivel no se prodiga en ningún momento, no
hay pasajes aburridos, no hay momentos en los que no ocurra nada.
Como agua para chocolate es una novela imprescindible para disfrutar del realismo mágico. De sus
personajes inolvidables y de los giros inesperados que revuelven la historia. Del narrador no fiable que es
Tita, que sabe que nos adelantamos a sus palabras y suponemos de más, y se aprovecha de nuestra inocencia.
Y de la comida. Porque qué hambre acompaña a cada capítulo.
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"Nadie se explicaba este comportamiento, algunos creían que era porque le había afectado
profundamente la idea de no volver a tener más hijos. Por lo que fuera, pero tal parecía que
la ira dominaba los pensamientos y las acciones de todos en la casa. Tita literalmente estaba
"como agua para chocolate". Se sentía de lo más irritable. Hasta el canturreo tan querido de
las palomas, que ya se habían reinstalado en el techo de la casa y que el día de su regreso le
habían proporcionado tanto placer, en este momento la molestaba. Sentía que la cabeza le
iba a estallar como roseta de maíz."
La ambientación también está muy bien lograda, porque la historia transcurre durante la
Revolución Mexicana y aunque no es el trasfondo directo, si se aprecian los matices de la época,
desde la descripción de los lugares, el comportamiento de los personajes hasta los diálogos y el
lenguaje utilizados.
Es por eso que la historia me ha gustado tanto, porque no es una simple historia de amor y
desamor, es una lucha contra la sociedad, una lucha contra las costumbres y las tradiciones, y
sobre todo, una lucha en la que el tiempo tiene la última palabra.
En general ha sido un libro que me ha gustado mucho, mucho. De esos, que seguro vuelves a leer,
porque el primer bocado es devorado, pero quieres otro más en el que aprecies cada detalle y
cada sabor.