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1 padre Rob fue asignado en los suburbios de Brooklyn, Nueva York, para reabrir una iglesia. Lleg a comienzos de octubre, entusiasmado con su primer destino. Encontré la iglesia parroquial en pésimas condiciones que requeria mucho trabajo de reparacién. Se fijé la meta de tener todo listo para oficiar la Misa de la Nochebuena. Para ello, convocé a todos los miembros de su comunidad. Trabajaron arduamente, reparan- do los bancos, revocando paredes, pintando y realizando todo tipo de tareas. Para el 18 de diciembre ya casi habian concluido trabajos, adelantandose a la meta trazada El Zlde diciembre cayé una terrible tempestad que azoté el 4rea durante dos dias completos. Cuando el sacerdote fue a ver el templo, su corazén se contrajo al comprobar que el agua se habia filtrado a través del techo, causando que un area con- siderable del revoque cayera al piso, dejando un enorme hue- co detrs del altar, que empezaba ala altura de la cabeza El padre Rob limpié el desastre en el piso y era obvio que no conseguirfa gente para repararlo hasta pasadas las Navidades. No sabiendo qué més hacer sino posponer la inauguracién pa- ra después de las fiestas, salié abatido a dar un paseo. En su caminata al azar, descubrié una tienda que estaba llevando a cabo una venta del tipo «mercado de pulgas», con fines caritati- vos, y decidié entrar. Uno de los articulos era un hermoso man- tel hecho a mano, de tonalidad hueso, con un trabajo exquisito de aplicaciones, bellos colores y una cruz bordada en el cen- tro. Era justamente del tamafio adecuado para cubrir el hueco en la pared frontal. Sin dudarlo, lo compré y volvié ala iglesia. 135 Habia comenzado a nevar. Una mujer mayor iba corriendo desde la direccién opuesta tratando de alcanzar el autobis, pe- ro finalmente lo perdi6. El sacerdote la invité a esperar en el templo, donde habia calefaccién, porque el proximo autobis tardaria casi una hora mas en llegar. La sefiora se sent6 en el banco sin prestar atencién al sacerdo- te, mientras este buscaba una escalera, ganchos, etc., para co- locar el mantel como tapiz. Cuando concluy6, el padre Rob apenas podia creer lo hermoso que lucia y cmo cubria toda el area dafiada, Entonces, descubrié a la mujer que venia hacia él aténita y con su cara blanca como una hoja de papel. —Padre, jdénde consiguié Ud. ese mantel? —requirié emocio- nada la mujer, quien le pidi6 revisar la esquina inferior derecha para ver si las iniciales ELB aparecian bordadas alli... ijSi, alli estaban...!!! Eran sus iniciales. Ella habia bordado ese mantel treinta y cinco afios atrés, en Austria. La mujer apenas podia creerlo cuando el sacerdote le conté cémo acababa de obtener el mantel. La mujer le explicé que antes de la guerra, ella y su esposo te- nfan una posicion econémica holgada en Austria. Cuando los na- zis legaron, su esposo la forz6 a irse. El la alcanzaria en un par de semanas, cuando pudiera seguirla. Entonces, ella partié como habian convenido; pero las cosas empeoraron y tuvo que huir, escondiéndose de casa en casa, de pueblo en pueblo, permane- ciendo oculta y alejada de su tierra por un tiempo muy largo. Cuando regres6, su casa estaba destruida y aunque lo intent Por todos los medios, nunca més recibié noticias de su esposo; pens6 que habia fallecido y, llena de tristeza, decidié abandonar- Jo todo y partir a la casa de unos parientes en Nueva York. El padre Rob la llevé hasta su casa y le ofrecié devolverle el mantel, Ella lo rechaz6, diciéndole que era lo menos que podia hacer y que era un honor para ella que el mantel ocupara tan digno lugar. Se sentia muy agradecida, pues vivia al otro lado 136 de Staten Island y solamente estaba en Brooklyn durante el dia, para un trabajo de limpieza, por horas. jQué maravilloso fue el servicio de la Nochebuena! La iglesia estaba casi llena. La mtisica y el espfritu que reinaban eran in- creibles. El padre Rob estaba exultante de alegria, con el tem- plo acabado y la comunidad reunida. Al final de la Misa, el sa- cerdote despidié a todos en el atrio. Cuando regres6 al templo, se encontré con un hombre mayor —que el sacerdote reconocié del vecindario— seguia sentado en uno de los primeros bancos mirando hacia el frente, inmévil. Cuando se acercé, el hombre le pregunto de dénde habia ob- tenido ese mantel que estaba en la pared del frente, porque era idéntico al que su esposa habia hecho afios atrés en Austria, antes de la guerra y como era posible que pudieran existir dos manteles tan idénticos? Le relaté al padre Rob que cuando llegaron los nazis, él obligé a su esposa a irse, para la seguridad de ella y como él estaba dispuesto a seguirla un tiempo después, Pero habia sido arres- tado y enviado a los campos de concentracién, hasta que finali- 26 la guerra. Cuando volvié a su pueblo, estaba todo arrasado y no habia noticias de su esposa. Esperé muchos afios hasta que, creyéndola muerta y lleno de dolor, abandoné la bisque day decidié emigrar para siempre de Austria. El padre Rob —visiblemente conmocionado— le pregunté si le pemmiftirfa evarlo a dar una vuelta. Se dirigieron hacia Staten Is- and, hasta la casa donde habia llevado ala mujer, tres dias atras. El ayudé al hombre a subir los tres pisos de escalera que condu- cfan al apartamento de la mujer, toco en la puerta y presencié la més bella reunién de Navidad que pudo haber imaginado. Adaptacién de una historia real, atribuida al padre Rob Reid

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