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Resumen del libro EN BUSCA DE LA

POLÍTICA de ZYGMUNT BAUMAN

Curso: Doctrina Social de la Iglesia


Introducción
Toda la argumentación de este libro se encuadra dentro de la idea de que la libertad individual sólo
puede ser producto del trabajo colectivo (sólo puede ser conseguida y garantizada colectivamente).

Capítulo 1 : En busca del espacio publico


1. Un merodeador en el vecindario: Sacar de las calles a los criminales peligrosos no logrará que
el miedo sea menos difuso e indefinido de lo que es, en tanto las razones para temer persistan
y los terrores causados deban sufrirse en soledad. Los solitarios asustados, sin comunidad,
seguirán buscando una comunidad sin miedos, y los que están a cargo del inhospitalario espacio
público seguirán prometiéndola. El problema es que las únicas comunidades que pueden
construir los solitarios, y que los administradores del espacio público pueden ofrecer si son
serios y responsables, son aquellas construidas a partir del miedo, la sospecha y el odio.
La única manera de alcanzar o recuperar la solidaridad comunitaria y el hábitat seguro —por
solidario— es la elección de un enemigo común y la unión de fuerzas a través de un acto de
atrocidad colectiva que apunta a un blanco común

2. El caldero de Unsicherheit: En la obra El malestar en la cultura, Freud sugería que la «cultura»


es un trueque. La cultura libera del miedo. A cambio la cultura impone restricciones a la
libertad individual. Los malestares más comunes y las conductas transgresoras del orden
emanan, según Freud, del sacrificio de gran parte de la libertad individual en aras de lo que
hemos ganado en términos de seguridad individual. En el libro Postmodernity and its
Discontents se sugiere que las frustraciones y los malestares humanos más comunes en la
actualidad son consecuencia de un trueque, pero hoy es la seguridad lo que se sacrifica,
Los tres ingredientes del Sicherheit de Freud (seguridad, certeza y protección) son requisitos
para la autoconfianza y la independencia que determinan la capacidad de pensar y actuar
racionalmente. En nuestros días, los tres ingredientes del Sicherheit sufren continuos e intensos
ataques. Es cada vez más obvio que las incertidumbres de hoy son —según la adecuada
expresión de Anthony Giddens— fabricadas; por lo tanto, vivir en la incertidumbre aparece
como un estilo de vida, la única manera posible de vivir la única vida de la que disponemos.

3. Seguridad insegura: En el corazón de la vida política anida un profundo e insaciable deseo de


seguridad: y actuar a partir de ese deseo produce una mayor inseguridad, más profunda aun.
La vida insegura se vive en compañía de gente insegura. Tengo los mejores motivos para
sospechar que también ellos sufren la misma incertidumbre y se sienten tan inseguros como yo.
La indiferencia y la irritación tienden a compartirse, pero compartir la irritación no convierte a
los solitarios sufrientes en una comunidad. La inseguridad ha alcanzado un punto en el que
puede jactarse de haber reclutado las facultades racionales de los individuos en carácter de
sirvientes fieles y confiables.

4. Certeza incierta: Hoy únicamente podemos albergar dos certezas: que hay pocas esperanzas de
que los sufrimientos que nos produce la incertidumbre actual sean aliviados y que solo nos
aguarda más incertidumbre.
En vez de unirse a las filas que combaten la incertidumbre, casi todas las agencias
institucionalizadas de acción colectiva se unen al coro neoliberal y cantan loas al libre comercio
y a las «fuerzas del mercado» irrestrictas, que son la fuente fundamental de la incertidumbre
existencial, considerándolos «el estado natural de la humanidad»; también unen sus fuerzas
para imponer la idea de que la liberación de los capitales y de las finanzas, representa la única
elección política razonable, además de ser una necesidad política.
El mercado florece con la incertidumbre (llámese competitividad, desregulación, flexibilidad,
etc.) y, para nutrirse, la reproduce en cantidades cada vez mayores. La única equidad que
promueve el mercado es una situación casi igualitaria de incertidumbre existencial, compartida
por triunfadores y derrotados.

5. Protección Desprotegida: Ya nadie está protegido en el mundo. El descubrimiento que


destruyó para la paz mental de la especie humana y su sensación de protección, fue la
mortalidad. Los humanos son las únicas criaturas vivientes que se saben marcadas por la
transitoriedad, y como saben que solo son temporarias, también pueden —deben— imaginar la
eternidad.
A medida que las perspectivas de construir una comunidad verdaderamente duradera y extra
temporal se desvanecen en la improbabilidad. A diferencia de sus alternativas, la estrategia
autónoma no se centra realmente en la inmortalidad, salvo en la «experiencia de inmortalidad»
(a tono con la publicidad de los parques temáticos), pensada para consumo instantáneo, en el
lugar y por una sola vez. Se centra más bien en la idea de expulsar la preocupación por la
inmortalidad del territorio de la política vital y, en consecuencia, eliminar ese espectro,
mediante un exorcismo, del campo de las preocupaciones correctas y pertinentes. Esta
estrategia no apunta a trascender los límites de la mortalidad del yo. Se propone sacarnos de
encima esa tarea preocupante y aterradora, de modo que todos nuestros recursos materiales y
nuestra energía mental puedan dedicarse de lleno a la tarea de ampliar la capacidad del lapso
de vida del yo: no extendiendo sus límites temporales, sino atestándolo de trivialidades,
artificios, artefactos y curiosidades.

6. Los miedos en acción: Las personas poco pueden hacer —individual o colectivamente— para
repeler, por no hablar de vencer, las amenazas contra la seguridad de su lugar social o contra la
certidumbre con respecto a sus perspectivas futuras. La procedencia exacta de esas amenazas
es elusiva y difícil de determinar, y cuando resulta determinable, suele estar fuera del alcance
de los individuos. Los intentos de determinación conducen generalmente a una conclusión
resignada y desesperanzada del tipo «no puedo hacer nada al respecto».
Los gobiernos no pueden prometerles honestamente a sus ciudadanos una existencia segura ni
un futuro cierto. Pero, por ahora, pueden descargar al menos una parte de la angustia
acumulada (e incluso sacar de ello ventaja electoral). Ese gesto puede resultar muy
satisfactorio: aunque modesto y de corta vida, sirve no obstante como compensación del
humillante sentimiento de impotencia que se experimenta ante un mundo frío e indiferente.

7. El enfriamiento del planeta humano: Los sufrimientos que tendemos a experimentar no son
comunes y, por lo tanto, no reúnen a sus víctimas. Nuestros sufrimientos dividen y aíslan:
nuestras desdichas nos separan, desgarrando el delicado tejido de la solidaridad humana. El
mundo contemporáneo es un recipiente colmado de miedo y frustración que buscan
desesperadamente una vía de escape común.

Valoración Crítica:

las únicas comunidades que pueden construir los solitarios, y que los administradores del espacio
público pueden ofrecer si son serios y responsables, son aquellas construidas a partir del miedo, la
sospecha y el odio.
fabricadas; por lo tanto, vivir en la incertidumbre aparece como un estilo de vida, la única manera
posible de vivir la única vida de la que disponemos

Capítulo 2: En busca de agencia

1. Miedo y risa: El «momento constitutivo» de todo poder terrenal, dice Mijaíl Bajtín,
involucra «violencia, negación, falsedad, alarma y miedo de los sometidos». Según él, este
es «el crimen suprajurídico de todo poder», a lo que Ken Hirschkop agrega: «La esencia del
miedo político no es tanto la preocupación frente a un peligro inminente y concreto como
la sensación de absoluta vulnerabilidad frente al otro».
Al individuo se le ha dado la libertad de crearse sus propios miedos, de bautizarlos
privadamente a su antojo y de enfrentarlos a su modo. El gran miedo ha sido dividido en
pequeñas unidades y privatizado, y lo mismo ha ocurrido con la risa. A ninguno de ambos
se le ha dado la oportunidad o, al menos, una mínima posibilidad de retrotraerse a su
forma de gran opresión o grandiosa rebelión. El miedo y la risa abandonaron las calles y se
instalaron en la privacidad de los hogares. Los miedos privados rara vez toman contacto con
otros miedos privados, y cuando lo hacen, no se reconocen unos a otros fácilmente.

2. ¿Qué tan libre es la libertad?: Ser un individuo no implica necesariamente ser libre. La
forma de individualidad disponible en la sociedad moderna tardía y posmoderna, la forma
de individualidad más común en las sociedades de esta clase —la individualidad
privatizada— significa, en esencia, no libertad.
La lección que se imparte con particular fuerza e insistencia —y con grandes posibilidades de
ser absorbida— recalca que el individuo es el único culpable de las decisiones equivocadas
que pueda tomar. Los individuos se han convertido en mónadas porque sienten que las
redes de vínculos que los hacían formar parte de las «grandes totalidades» se han ido
desintegrando una por una o estaban a punto de desintegrarse.
La libertad que en realidad existe se explica como la ausencia de restricciones impuestas
por una autoridad política. La filosofía neoliberal y la práctica «laissezíairista» de la libertad
solo declaran una guerra de atrición contra la dictadura política de las necesidades.

3. La desconstrucción de la política: Desde el punto de vista del individuo como elector, la


legislación es primordialmente un poder de preselección. Los legisladores eligen antes de
que les llegue el turno de hacerlo a los individuos. Los legisladores reducen el espectro de
opciones disponibles para los individuos: algunas opciones, están excluidas del espectro de
las posibilidades prácticas o están asociadas con sanciones punitivas suficientemente
severas como para tornarlas y, por lo tanto, impracticables y nada atractivas para un
elector común.
El pasaje al estado moderno tardío o posmoderno no ha producido una mayor libertad
individual, al menos en el sentido de más participación en la composición de la agenda de
opciones o de una mayor capacidad de negociación en cuanto al código de elección. Solo ha
transformado al ciudadano político en consumidor del mercado. La obediencia al código
está disfrazada de conducta auto motivada: se ha extraído el veneno de la opresión del
aguijón de la falta de libertad.
4. Donde confluyen lo público y lo privado: La socialización consiste en inducir a la gente a
hacer voluntariamente lo que está obligada a hacer.
Es más probable que, cuanto mayor sea el sentimiento de inseguridad, tanto más atiendan
los individuos las promesas procedentes del lado contrario: las de una nueva heteronomía.
Solo la gente que se siente segura puede sentirse atraída por el «proyecto autónomo» y
aceptar la visión de actuar sin ninguna certeza a priori. En consecuencia, es poco factible
que el mensaje de la autonomía llegue a la gente que más lo necesita por medio de un
mero esfuerzo de esclarecimiento, educación o propaganda. Es preciso implementar una
profunda reforma de la condición existencial. La llave de la autonomía no está en manos de
los filósofos. Su destino, en cualquier caso, es incumbencia de la política.

5. El agora atacada: las dos invasiones: La distinción entre la esfera pública y la privada es de
antiguo origen; se remonta al griego oikos, el hogar, y ecclesia, el lugar de la política. Pero
entre las dos se situaba una esfera más, la de la comunicación entre ambas. El rol principal
de esta esfera era asegurar un tráfico constante y fluido entre ambos campos. Esa tercera
esfera intermedia, el agora (la esfera privada-pública), unía ambos extremos y los mantenía
reunidos. Desempeñaba un papel crucial en el mantenimiento de una polis
verdaderamente autónoma basada en la verdadera autonomía de sus miembros. Pero la
esfera privada-pública), es tanto una zona de constante tensión y tironeo como una zona
de diálogo, cooperación y concesión.
La tendencia totalitaria apunta a la aniquilación total de la esfera privada, del reino de la
autoconstitución y de la autodeterminación del individuo, a la última e irreversible
disolución de lo privado en lo público. El objetivo no es impedir que los individuos piensen,
sino tornar ese pensamiento impotente, irrelevante y carente de toda consecuencia en lo
referido al éxito o al fracaso del poder. En los extremos de la tendencia totalitaria, los
canales de comunicación existentes entre el poder público y lo que queda de los individuos
privados están sellados. No existe necesidad de diálogo, ya que no hay nada de qué hablar:
los súbditos no tienen nada que decir que pueda resultar valioso para el poder, y los
poderes existentes ya no tienen necesidad alguna de convencer, convertir o adoctrinar a
sus súbditos.

6. Memorias de paideia: La sociedad no puede hacer felices a sus individuos; todos los
intentos (o promesas) históricos de hacerlo han generado más desdicha que felicidad. Pero
una buena sociedad puede —y debe— hacer libres a sus miembros, no solo libres
negativamente, en el sentido de no obligarlos a hacer lo que preferirían no hacer, sino en el
sentido positivo, el de poder hacer algo con su libertad, el de poder hacer cosas… Y eso
implica primordialmente la capacidad de influir sobre las circunstancias de su propia vida,
formular el significado del «bien común» y hacer que las instituciones sociales cumplan con
ese significado. Si «la cuestión de la paideia» es imprescindible, ello se debe a que todavía
no se ha concretado el proyecto democrático de lograr una sociedad autónoma constituida
por individuos autónomos. Los individuos no pueden ser libres si no son libres de instituir
una sociedad que promueva y proteja esa libertad; si no instituyen juntos una agencia
capaz de conseguir eso.

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