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Runa XX (1991-1992); 69.89 (ISSN 0925-1217) FOLKLORE Y NACIONALISMO EN LA ARGENTINA: SU VINCULACION DE ORIGEN Y SU DESVINCULACION ACTUAL* Martha Blache ** En le etapa de consolidacién de la Argentina la toma de conciencia de los valores que subyacen en el folklore estuvo estreckamente vineulada con un emeigente movimiento nacionalista y sus variedades afines como tradicionalismo, criollismo, nativismo 0 costumbrismo. Esta relacién entre fol- Kore y nacionalismo, en la que ambos componentes se apoyan y fortalecen recfprocamente, no es equivoce y varia de nacién a nacién conforme a distintas circunstancias, como bien lo revelan estudios levados a cabo en Inlanda, Noruega y Finlandia (Dorson 1966). En esta oportunidad intentamos mos- tar cémo en nuestro pais esta ecuactér se ha ido modificando muy lenta- mente, al tiempo que cambicban los pzradigmas en los que se asienta la folkloristica. Daremos prioridad al contexto histérico, social, politico y eco- némico que permitié que ella emergiera, focalizando sélo algunos momentos de su trayectoria, que a nuestro entender tuvieron particular significacién fen su desarrollo’. IMPACTO" DE LA INMIGRACION Luego de le emancipacién de Espafia, una vez desembarazada la Ar gontina de las numerosas guerras civiles, y lograda la pacificacién y unificg- cién del pais, después de la batalla de Pavin en 1861, el gobiemo nacional * Este anculo ha sido publicada tembién = Revista de Incestigeciones Polkidross, N06, Universidad de Buenos Aires, 1991. + Marthe Blache, CONICET ~ Departamento de Ciencias Antropolégicas, Facultad de Filosofia y Lets, Universidad de Buenos ‘Aires, Puén 480 (2400) Buenos Aires. 69 se empeié en resolver las cuestiones que en esos momentos se imponian. El impacto producido por et desarrollo econdmico de fines del siglo pasado dio lugar a profundas transformaciones, y para 1910 la Argentina se convirtié en ‘uno de los principales exportadores mu diales de triso, maiz, came vacuna y ovina. Esto estimulé el ingreso masivo de inmigrantes, la difusién de la agri- cultura con el intenso cultivo de vastas tierras, el tendido de vias férreas, el espectacular crecimiento de los puertos de ultramar y la consecuente crea- cién de nuevas actividades laborales y comerciales que estos cambios traian aparejados. La inmigracién modificé la densidad, distribucién y cons ‘itucién de la poblacién, Es ampliamente conocido que el censo nacional de 1869 registraba un total de 1,800,000 habitantes, de los cuales 200,000 ha- bbjan nacido en el extranjero; en 1895 casi una cuarte parte de los 4.000.000 de habitantes eran inmigrantes; en 1914 més de 2.900.000, sobre una pobla- ceién de 8.000.000 habian nacido en el exterior. Para 1914 se habia desea bbrado la distribucién de Ja poblacién, y la regién costera del érea pampeana ccontenia: dos terceras partes de su total; ali la xelacién de los inmigrantes res- ppecto de los argentines nativos era de dos a uno, en tanto que en la ciudad de Buenos Aires tres de cada cuatro adultos eran extranjeros (Scobie 1968: 2). Por muchos afios fue aceptada como un axioma por los estadistas ar- gentinos la urgente necesidad de poblar el inmenso tersitorio y convocar a grandes contingentes de inmigrantes para lograr el acrecentamiento de las exportaciones cuya expansién em considerada sindnimo de desarrollo eco- némico, En 1852 Juan Bautista Alberdi sintetiza el espirita imperante en ese ‘momento al proclamar que “gobemnar es poblar”. A él se sumaron otras cons- picuas voces sefialando las virtudes de los inmigrantes, en particular los de Europa central y septentrional, Pero al tiempo que encomiaban 2 éstos de- nigraban al criollo: sostenian enfiticamente su desidia y holgazaneria y completaban este cuadro desfavorable puntualizando su ignorancia'y caren- cia de aspireciones de progreso. Influyentes personajes de esa época con- tribuyeron a afianzar y difundir el estereotipo que se formé en tomo del ha- bitante native. Ast Domingo F, Sarmiento (Ferla 1974: 41-42) diré: “Hay que desalojar al criollo como éste desalojara al indio, En cfen afios del mejor sistema de instrucciéa no hardis de él un obrero inglés". Tomando como punto de referencia las exitosas experiencias contemporineas de Estados Uni- dos de Norteamérica, Canadé y Australia, la élite gobemante centraba eu los inmigrantes sus expectativas de prosperidad econémica estabilidad politica y desarrollo cultural. Consideraba que ellos contribuirian a que el ‘pals activara sus recursos, sentando las bases para la transicién de la socie- 70 dad tradicional a la moderna. Aportarian de este modo al progresu y Ya moderidad, y coneretarian los cambios que el gobiemo anhelaba viva. mente, A raiz de estas convocatorias y de las oportunidades de una economia agricola en expansién, en Ja década de 1870 la inmigracién, vislumbrada por aquellos estadistas, comenté a incrementarse y se aceleré precipitada- mente en las cuatro décadas subsiguientes hasta la primera guerma mun‘ dial, La mayorla de los extranjeros, sin embargo, no provenia de los paises consideredos como mas deseables y sptos sino de la cuenca mediterranea de Europa: Italia y Espafia, A su ver, la clase dirigente, que concentrabe el poder politico y econémico, monopolizé las tierras cuando casi no tenian vaior, sin que el gobierno argentino acertara a adoptar una politics racional antes de que las gigantescas extensiones de fértiles Hanuras —pertenecientes al dominio piblico~ pasaran ¢ manos privades. En el momento en que la agricultura demostré la vitalidad de esas tierras, el agricultor ya no podia ser duefo de elles (Scobie 1968: cap. VII). No obstante, existieron por parte de autoridades provinciales y nacionales algunos esfuerzos e intentos frus- trades para modificar esta politica de tierras, pero muy poca de la gente de la élite terrateniente “se mostraba deseosa de cambiar las prictices que les habfen granjeado riqueza y poderfo, y que prometian para el futuro compensaciones ain mayores” (Scobie 1968: 149). Debido al escaso apoyo gubernamental para instalar en el campo a los millares de europeos que legaban, el grueso de ellos se radicé en las ciu- dades costeras, ocupindose en actividades vinculadas con los servicios o el comercio, Muchos se afincaron en areas rurales dedicdndose a tareas agri- coles, pero el pequeio agricultor tuvo que conformarse con la ocupacién de Ja tierra sin tener acceso a la propiedad misma. Esto, unido e las rudimen- tarias comunicaciones, a las exormes distancias que contribuian a su aisla- miento, al acoso de funcionarios encargados de cobrar gravimenes, y a la indiferencia oficial hacia los asuntos rurales, desalenté a los inmigrantes. Mu- chos de sus bijos, que constitwian Ja primera generacién nacida en el pafs, confluyerén hacia las ciudades atestando sus barrios bajos y casas de ingui- Unatos. Es asi como Buenos Aires, Rosario, Santa Fe y Bahia Blance en 1pocos afios multiplicaron su goblacién. De 187.000 hebitantes que posela Buenos Aires en 1869 pas6 a tener 1.577.000 en 1914; Rosario de 23.000 a 293,000; Santa Fe de 11.000 a 60,000 y Bahia Blanca de 1.000 a 62.000. Este impetuoso, crecimiento de las ciudades no s6lo es consecuencia de Ja inmigracién sino también del desplazamiento de los nativos del interior del pais, que para 1880 comienzan a abendonar el campo y encaminarse a nm és centres de nucleamiento de poblacién en busca de trabajo y bien ‘stir, Ese jnterior, otrora importante por sus industrias regionales, quedé retrasado y subordinado a la hegemonia de Buenos Aires. Los extranjeros y sus descendientes inmedistos, asentades en areas urbanas, pronto empezaron a moverse en la escala social al actecentar riqueza y estatus alterando le estructura de Ia sociedad, Se insertaron como profesionales, comerciantes y pequefios industriles, y segin sefala José Luis de Imaz (citado por Sol- berg 1970: 62) la primera generacién leg a ocuptr cargos altos ea la Iglesia y el Ejército, institueiones éstas que en la Argentina han tenido una influencia decisive sobre el poder politico. El répido ascenso de los extran- jeros a la clase media preocupé a politicos, poriodistas y literatos que en un primer momeato los habian acogide con entusiasmo y que ebora observaban resultados no previstos. Como agudamente comenta Carol Solberg (1970: 81-82) la élite gobemante se encontr ante un dilema. Las pautas econé micas indicaban que la creciente prosperidad necesitaba mis inmigraciéa. Pero nuevos inmigrantes continuarian entrando a Ja clase media y acelera- ria los cambios sociales que amenazaban el poder del sector terrateniente. Frustrada ante este dilema, la clase alta empezé a generar una reaceién hos- fi] hacia los advenedizos nuevos ricos, euya competencia constitufa un pe- ligro para el dominio econémico, politico y social que sustentaba, Comenzé fentonces 2 restringir su entrada en ambientes refinados y en las reuniones de alcurnia, mientras Jos intelectuales mostraban a través de libros, folletos yy periddicos uma nueva imagen del inmigrante, al que ahora presentaban como inescrupuloso y materialist, Reparaban que la mayoria de los extran- jeros no eran portadores de Ja aristocrética cultura europea que tanto ad- miraban, sino nisticos artesanos y agricultores que hmian de la pobreza. y la marginacién de sus paises de origen. FLORECIMIENTO DEL NACIONALISMO Estas reacciones facilitaron el florecimiento de un movimiento nacio- nalista que conté con figuras de ascendiente en el ambito econémico y pi litico como Honorio Pueyrredén, Luis V. Lépez, Lucio V, Mansilla, Mi- rel Cané y José M. Ramos Mejia, quienes reiteradamente manifestaban su inquietud ante el impacto cultural de Je inmigracién que estaba destruyendo valores verculos de largo arraigo en la sociedad argentina, Paralelamente 2 este movimiento, y anticipéndose a él —si tomamos en cuenta le obra de Bartolomé Hidalgo (1788-1822) e Hilario Ascasubi (1807-1875)— arremete otra vertiente nacionalista que sé nutre de la literatura basada en la vide ¥ costumiares del habitante de la pampa bonaerense. E] gaucho se convierte ® fen fuente de inspiracién de potas y escritores. Es presentado en sus distin. tas facetas en ocasiones personificadas-en. varios personajes 0 superpuestas fen uno solo; tan pronto pueds ser mesurado,, valiente, sobrio en la expresién de, sus emociones, amante de la libertad, hacer gala de sus sentimientos pa- tridticos, rendir culto a la amistad, luchar contra las injusticias sociales como puede ser picaro, pendenciero, rebelde u oponerse a la autoridad. La popularidad alcanzads por Martin Fierro y Juan Moreira, obras’ cen- tradas en’la vida del gaucho y su ‘mundo.’ no tenia precedente en los ana- les bibliogrificos argentinos de Fines del siglo pasado. José Heméndez. publica Ja primera edicién en 1872 y para 1879 se habian sucedido once ediciones de mil ejemplares cada una, sin contar las clandestinas y fraudulentas’ (Cor- tazar 1969: 77), Eduardo Gutiérrez publica Juan Moreira en 1979, y aunque no hay datos certeros sobre el niimero de ediciones ni Ia tirada de esta no- vvela folletinesca, existen referencias de que.constituyé un éxito editorial aim mayor que el Martin Fierro. Esta obra logré todavia més fama cuando fue adaptada al teatro criollo y representada por Jost Podesté, Curiosamente, fl repentino entusiasmo con'que fueron acogidas estas creaciones y Ia re- valorizacién del gaucho llegaban cuando éste habla sido arrinconado por las nuevas concepciones de explotacién de la tierra, y estaba extingiiéndosé ‘cemo tipo social. La exaltaciin con que estas obras ftieron recibidas por los sectores popularés desencadend reacciones encontradas. en la élite terrate: niente, que oscilaba entre le atraccién y el rechazo. Pero las ‘muestras de disgusto- cedieron paso al: nueyo orden gestado que: favorecia sus intereses. Adolfo Prieto (1988: 18-19)" proporciona una interpretacién del sentido que pudieron haber tenido. esi su momiento estos signos de crialiimo para los istintos componentes de Ia sociedad: para los grupos diigentes de la poblacién native, eit cvollimopudo signi: ficar el modo de afirmctin de ss propia Ieptimidad y @ modo de rechazo de Ja presencia inquietante del extranjero. Para los sectres: populares de est misma poblacién’ native, desplazados de sus Tugares de origen' e insalados en Jas ciudades, ese criliimo pudo fer una expresién de nostalgia 0 uma forma susttutiva € sebelién contra Ta extrafeza 'y las imposiclones del escenario wi ino, Y para muchos exranjerot pudo significar la forma inmediata y visible de asimilacién, le credencial de cudadania de que podian. munirse para ine ‘epiarse con derechos plenos en al creciente torrente de la. vide social.” ‘A la par que el gaucho desaparece como actor social, al compés de los cambios, de su mundo circundante, renace como simbolo. El nacionalismo. hace de él-un ideal de vida y de conducta, ensalzando sus virtudes hasta B

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