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Las múltiples formas del espíritu asambleario

por reenvío Monday January 31, 2005 at 10:40 AM

Ronda de Asambleas Autónomas en Eneroautónomo

Muchos nos conocemos, ya hemos saldado la charla del año anterior, en la que nos preguntábamos si habían
muerto las asambleas y la prueba estuvo en la gran cantidad de experiencias que compartimos además de las
reflexiones que fueron surgiendo: revistas, boletines, ollas, merenderos, programas de radio, obras de teatro,
emprendimientos productivos, articulaciones con otros colectivos.

¿Qué pasó con el movimiento asambleario?

¿Hay desmovilización asamblearia?

¿Qué son hoy las asambleas?

Alguien comenzó recordando a Rubén Dri y su idea de que es difícil sostener una movilización multitudinaria:
las asambleas se han asentado y están haciendo otro trabajo.

Los asambleístas aprendimos a juntarnos con otros para accionar, después de muchos años de actuar
individualmente. Empezamos buscando los motivos para movilizarnos y aprendimos que lo mejor es estar
juntos, para mirarnos. La gente se asusta con esto, porque mirarnos, soportar nuestras diferencias es lo que
nos moviliza mucho, pero hacia adentro, como personas.

En su surgimiento el movimiento tenía una expectativa de poder inmediato que no se dio en la práctica y fue
por eso que la gente fue dejando de participar, tal vez porque sentía que no servía para nada.

La movilización se puede sostener generando expectativas no tan inmediatas.

Un compa propuso pensar que fuimos nosotros, los asambleístas, los que nos fuimos de la asamblea.

Que nosotros, los más cabezas duras, decidimos seguir persistiendo en la actitud de reunirnos, conocernos,
participar. Pero la gente que sigue en su casa con sus problemas, cuando se replegó se llevó consigo el
espíritu. Por ejemplo en el caso Cromagnon, la gente: los familiares, amigos y vecinos, toman aspectos de
ese espíritu: nadie quiere reconocer una dirigencia.

Por eso, casos como éste, son indicadores de que el movimiento asambleario no está solo en los que
persisten, sino también en los que continúan en sus actividades cotidianas: frente a un problema como un
corte de agua los vecinos hacen asambleas, ya no buscan al intendente.

Entonces la asamblea existe, pero de otra forma.

El número es un problema del capitalismo. Lo más importante es como se puede estar hoy en una actitud de
construcción territorial, en vez de en una movilización de queja y demanda. Además hay asambleas en las
que quedaba un grupo reducido y mediante proyectos concretos, han crecido en número: “somos más”.
En las asambleas aprendimos a ser con el otro, a aceptar que las cosas nos pasan a todos.

En uno de los grandes aprendizajes colectivos de las asambleas, aprendimos a destituir la representación, a
destituir al yo por el nosotros.

A partir del 19 y 20 y el que ‘se vayan todos’, el poder se dirige hacia el conjunto siempre pensando en los
límites que le impone ésta consigna que está en la cabeza de la gente, que es la potencia del 19 y 20.

Los asambleístas aprendimos también a tomar los asuntos en nuestras manos: aquellas cosas que tal vez
para el poder son pequeñeces y que para nosotros son la vida.

“Es que estamos hartos de que los que gobiernan nos digan qué tenemos que hacer”.

Desde el 19 y 20 hasta Cromagnón, el espíritu asambleario surge de un descalabro, de una situación de


mucha crisis.

Una compañera, autodefinida no asambleísta, cuenta los problemas de su barrio (basura, contaminación) y se
queja de que sus vecinos parecen ciegos, sordos y mudos; y nos pregunta: ¿cómo se forma un grupo sin que
haya un problema grave?

¿Y cómo responder a ésta pregunta cuando es esa situación a la que nos enfrentamos cada día en los
barrios?- nos preguntamos en voz alta.

Le contestamos que podría intentar juntarse al menos con algún vecino y pensarlo juntos; que podrían hacer
teatro en la plaza denunciando los problemas del barrio… Cuando alguien nos interrumpe: es que hay un
problema educacional que inhibe a la gente a pensar en lo no inmediato, es que la realidad que es cada vez
más mediática, es también cada vez más falsa.

Los problemas reales de los barrios no se ven, ni se trabajan comunitariamente porque hay también una
tendencia a la comodidad: “mientras no se nota mucho, seguimos jugando al truco”. Entonces debe ser difícil
que algo surja sin un cataclismo.

“¡Podemos vivir enojados con gente!”- se queja uno.

Los asambleístas nos tiramos a la pileta y empezamos a hacer cosas, entonces ¿cuál es el déficit?

Que seguimos atravesamos por la lógica de la ganancia, que no llegamos a grandes sectores de la población
porque los medios de comunicación están apropiados por el enemigo y no construyen subjetividad.

Y el compa se entusiasma y propone armar TVs barriales para antagonizar. Lo artesanal nos priva a veces de
llegar con un mensaje subversivo a grandes sectores de población, es que el asunto es: ¿cómo
desnaturalizamos ésta mierda de sistema?

Tenemos que generar nuevas formas de lucha.


Marchar tiene que ver con evidenciar al enemigo, hacia fuera… pero el mal también está adentro.

Las asambleas que han perdurado son las que se propusieron proyectos concretos: una olla, una revista. Si
encaramos un proyecto demasiado desmedido, que implica mucha energía, ante el posible fracaso
quedaríamos muy desanimados.

“Las tareas no son medidas o desmedidas, son gratificantes o no”- exclaman, cuando una compañera de
EEUU toma la palabra. Ella participa en un colectivo de mujeres jóvenes, latinas y negras en Nueva York.
Cuenta que a ellas les costó mucho organizarse, que llevaban ocho años de construcción cuando pudieron
sentir que al fin era “una cosa de quererse y quedarse por eso”.

Mientras le cambiaba el pañal a su beba de diez meses, nos dijo que ella ve en argentina, que el trabajo es un
trabajo de hormiga, bien lento y que tuvimos dos días donde avanzó mucho la cosa y que “que lindo que fue
tan rápido, deberían sentirse bien con lo que han logrado”.

Pero sin bien es cierto aquello, la gente sigue con el chupete electrónico para olvidar los problemas
cotidianos, y éstos problemas siempre terminan en tragedias como Cromagnon.

“Que se vayan todos…”, pero los políticos se reciclaron y la corrupción sigue enquistada.

Es que la gente sigue buscando las soluciones en otro, vienen a las asambleas a plantear sus problemas para
que nosotros le demos la solución.

¿Cuál es nuestro foco: lo territorial, lo universal?

¿Cómo son los puentes que hay que construir con la gente?

¿En qué nos equivocamos?

Hay que construir espacios de intersección con los otros, que no necesariamente se sumen a la asamblea.

La gente le tiene rechazo a la política.

Las cosas que hacemos tienen que estar ligadas con el deseo, pero todavía hay muchas cosas que nosotros
estamos haciendo por el deber ser.

“¡Pero todo lo hacemos a pulmón!”- dijo uno al tiempo que se preguntaba – “¿cuál es el objetivo de las
asambleas?”

Visualizar la existencia de los problemas que nos aquejan- nos contestamos –Vivimos en la cultura de la
visión.

Nuestro objetivo es poner en crisis las conducciones tradicionales, y para ello el “que se vayan todos” es
insuficiente.

Nuestro objetivo en dar la batalla cultural.

Un compa piensa en voz alta que las asambleas ocurren desde antes del 2001, desde que la gente se
autoconvoca para resolver los problemas.

El espíritu asambleario no está solamente en nuestras reuniones, la gente sabe cuando moverse: la gente
sale cuando entiende que es posible.

Los asambleísta, como los piqueteros, descubrimos una metodología, un método por el cual pueden lograrse
cosas.

Lo interesante es que somos vecinos autoconvocados, que no queremos que nos impongan nada, que
queremos construir nosotros.

Ya un lluvia que duró lo que tardamos en refugiarnos, nos comenzaba a dispersar cuando la última voz se
dejó oír: “seguimos hablando de la gente… ¿nosotros no somos gente?”

Y nos narró la última escena de una obra de teatro del grupo de arte en el que participa:

“Se trata de una obra acerca del descubrimiento de América. Al final, todos los personajes y compas que
hacían la parte técnica, aparecen atados con cinta de peligro. Están en el programa de Susana Jiménez, al
que ha invitado a Juan Carlos Blumberg. Ellos están contentos de que estén todos presos, hasta que los
artistas comienzan a cantar y danzar dando brincos, rompiendo la cinta que los encerraba.

Susana- ¿qué creen que están haciendo? Esto no estaba en el libreto.

Uno- ¡estamos bailando la danza de la lluvia!

Susana- ¡mirá Jazmín que lindo éstos negritos, creen que bailando van a hacer llover!

Otro- no es para hacer llover, es para organizarnos. Bailamos y festejamos, así creamos lazos entre nosotros.

Otro- cuando venga la lluvia, nos va a encontrar diferentes.”

(Nota enviada a la lista de pensamiento autónomo por Alejandra, de la asamblea de Carapachay y


participante de las Rondas de pensamiento autónomo y Enero autónomo 2005)

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