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¿ Q U É E S LA E P I S T E M O LO G Í A ?

1ª part e

A l i c i a G ON ZÁ L E Z- SA I B E N E

R o s ar i o , ab r i l de 1 9 9 3
EN BUSCA DE UNA DEFINICIÓN...
Comencemos por la noción más simple, la clásica: epistemología significa,
etimológicamente, discurso -logos- sobre la ciencia -episteme-. Se trata de un disciplina
reciente y cuya constitución es lenta. Su estatuto está lejos de poder ser bien definido,
tanto en relación a las ciencias cuanto en relación a la filosofía.
A pesar de parecer un término antiguo, su creación es reciente, pues surgió a
partir del siglo XIX en el vocabulario filosófico. De allí un primer problema ¿es el
término el que aparece tardíamente para designar una antigua forma de conocimiento,
contemporánea de los primeros sabios y filósofos? En otros términos, ¿comenzó la
epistemología con la filosofía clásica -con Platón, por ejemplo- o después de ella?
Creemos que éste es un tema de debate, y de tal forma lo desarrollaremos en próximos
capítulos.
Pero comencemos por contestar la pregunta inicial ¿qué es la epistemología?; la
epistemología -también conocida como teoría del conocimiento o gnoseología- es, en
un sentido amplio, el estudio metódico y reflexivo de la ciencia, de su organización,
de su formación, de su desarrollo, de su funcionamiento y de sus productos
intelectuales.
Podemos ubicar a la epistemología, desde el inicio, en los límites del discurso
filosófico, haciendo de ella una parte de ese discurso; así lo hicieron todas las
epistemologías tradicionales, llamadas filosofías de la ciencia o teorías del
conocimiento. Entonces, se la puede caracterizar también como un discurso
sistemático que encuentra en la filosofía sus principios y en el conocimiento su
objeto. Es un discurso dividido entre dos formas de discurso racional, y por esta doble
filiación parece tener la función de resolver los problemas de relación entre la filosofía y
la ciencia. Se trata, en todo caso, de saber si tal problema es verdadero, o si la
epistemología debe ir procurando sus funciones, su contenido y sus métodos fuera de la
perspectiva filosófica.
Es necesario comprender, al mismo tiempo, que la epistemología se sitúa a sí
misma en relación, no sólo de la filosofía, sino también de otras disciplinas que le son
afines -la sociología, la historia, la psicología de las ciencias-. En otros términos, la
epistemología se sitúa en la intersección de preocupaciones y de disciplinas diversas,
tanto por sus objetivos cuanto por sus métodos. Ellas se constituyen en vías de acceso a
esta disciplina y conforman un abordaje en el que no se imponen unas a otras, ya que
cada cual conserva su propia modalidad de inteligibilidad.
Analizando la cuestión desde otro ángulo, pueden considerarse, por lo menos,
tres ámbitos diferenciados en el desarrollo epistemológico.
 Una epistemología general, cuando se trata de los saberes globalmente
considerado, ya sean especulativos -saber filosófico, saber teológico- ya sean
científicos -ciencias formales, ciencias fácticas-. Intenta hacer un análisis de la
naturaleza del conocer para saber cómo éste es posible y para determinar qué parte
le cabe al sujeto y al objeto en cada modo particular de conocimiento. Este tipo de
epistemología se conoce también como metacientífica y parte de un postulado: el
conocimiento es un hecho que puede ser estudiado en su propia naturaleza y en las
condiciones previas de su existencia. Las cuestiones analizadas por esta modalidad

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epistemológica se refieren, sobre todo, a la posibilidad del conocimiento, y éste sería
el ámbito o perspectiva filosófica.
 Una epistemología particular, cuando se trata de tomar en consideración un campo
particular del saber -ya sea especulativo, ya sea científico-. Desde este punto de
vista, se considera que existe una epistemología para cada ciencia y/o disciplina en
particular -por ejemplo, epistemología de las ciencias lógico-formales,
epistemología de las ciencias fáctico-naturales, epistemología de las ciencias
sociales-. Se refiere al análisis crítico de los procedimientos de conocimiento que
una ciencia utiliza en pos de establecer sus fundamentos, y tiende a integrar los
resultados alcanzados en el dominio de la ciencia analizada. Actualmente, el
conocimiento no es tomado como un dato sino que es considerado como un proceso,
como un devenir. La tarea de la epistemología consistirá, desde esta mirada, en
conocer ese devenir y en analizar todas las etapas de su estructuración. Esta
modalidad epistemológica, llamada también científica, se interroga sobre las
condiciones concretas de elaboración, de génesis, de organización, de estructuración
y/o de crecimiento del conocimiento.
 Una epistemología específica, cuando se trata de tomar en cuenta una disciplina
intelectualmente constituida en unidad bien definida del saber, y de estudiarla de
modo cercano, detallado y técnico, mostrando su organización, su funcionamiento y
las posibles relaciones que mantiene con las demás disciplinas.
De aquello que ya sabemos sobre la epistemología, podemos sacar algunas
conclusiones:
 El simple hecho de que todavía se dude entre dos denominaciones -Filosofía de las
Ciencias y/o Epistemología- ya es revelador de la imposibilidad de establecer un
estatuto preciso y definitivo para la epistemología. En todo caso, aquellas dos
denominaciones son complementarias: la epistemología guarda su autonomía
relativa respecto de la Filosofía, mas permaneciendo solidaria a ella en una
integración profunda.
 Por lo tanto, el concepto de epistemología no tiene una significación rigurosa y
unívoca, con un contenido definitivo y aceptado por todos los que se interrogan
sobre la constitución de los saberes. ¿Cuál es el papel, en la práctica científica, del
contexto social e ideológico?, ¿cuál es la génesis de las ciencias?, ¿cuál es su
estructura? No existe un encuadre común donde pudieran articularse todos los
trabajos de los cientistas. Su colaboración se choca casi siempre con obstáculos,
siendo el primero de ellos el de conceptualizar su disciplina.
 No parece ser, pues, inútil que cada especialista se interrogue, ante todo, sobre la
idea que él se hace de su disciplina. Por ejemplo, si queremos conceptualizar la
epistemología, la cuestión inicial es: ¿de qué hacemos la epistemología?, en seguida
¿quién va a hacerla?, ¿porqué se hace?, ¿cómo se hace? Y esto porque el objeto de
una disciplina no consiste sólo en la materia propia sobre la cual se aplica su
estudio, en aquello por lo que se interesa o de aquello de que se ocupa, sino también
en su intención o su objetivo, o sea, en su finalidad, en su porqué.
 El concepto de epistemología es empleado, entonces, de modo bastante flexible:
según qué autor, con sus presupuestos filosóficos e ideológicos, ella sirve para
designar:
1. una teoría general del conocimiento, de carácter más o menos
filosófico;

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2. estudios más restringidos que se interrogan sobre la génesis o
estructura de las ciencias, intentando descubrir las leyes del
desenvolvimiento de los conocimientos;
3. el examen de las condiciones reales de producción de los diversos
conocimientos.
Cualquiera sea el sentido que demos al término, esta disciplina no puede ni debe
imponer dogmas a los científicos; no pretende ser un sistema a priori, dictando
autoritariamente lo que debería ser la producción de conocimientos. Su papel es el de
estudiar la génesis y la estructura de los mismos; más precisamente, el de investigar las
leyes reales de producción de esos conocimientos, tanto desde el punto de vista lógico
como lingüístico, sociológico, ideológico, etc. De ahí su carácter de disciplina
interdisciplinaria. Y como las ciencias nacen y se desarrollan en circunstancias
históricas bien determinadas, cabe a la epistemología preguntarse sobre las relaciones
existentes entre las ciencias y la sociedad, entre las ciencias y las instituciones
científicas, entres las ciencias y la ideología, entre las diversas ciencias, etc.

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LOS CONTEXTOS EPISTEMOLÓGICOS
En epistemología se habla de ciencias constituidas y de ciencias en constitución.
 Son ciencias constituidas aquellas que han logrado una precisa fundamentación
relacionada entre objeto, método y acto de conocimiento. La Física es el modelo
de ciencia constituida por excelencia, en donde hay una correspondencia exacta
entre aquellos tres momentos (aquello que produce a los conceptos corresponde al
proceso metodológico). Y se reconocen como ciencias constituidas las ciencias
formales -las Matemáticas y la Lógica- y las ciencias fáctico-naturales -Física,
Biología...-.
 Son ciencias en constitución las ciencias fáctico-sociales: Sociología, Psicología,
Antropología..., aquéllas que no han podido aún precisar dicha relación,
encontrándose en proceso de génesis, de formación y de estructuración progresiva.
Según la epistemología se ocupe de las ciencias constituidas o de las ciencias
en constitución diferirá fundamentalmente su tarea y el contexto en el que realiza la
misma. Distinguiremos los tres contextos epistemológicos -o ámbitos de producción de
conocimientos-, a saber:
a) Contexto de descubrimiento, que centra su problemática en el modo como se
producen los conocimientos científicos, si realmente se producen; analiza la
distinción polémica entre la ideología precientífica y la constitución de las ciencias,
desarrollándose en tres niveles:
 el ontológico, referido al ser, al ente, al objeto;
 el gnoseológico, referido al conocimiento, y
 el metodológico, centrado en el método.
El contexto de descubrimiento no va a ocuparse -ni puede, por definición- de la
validación de las ciencias en tanto constituidas -es decir, justificadas-. Este contexto de
descubrimiento opera con las ciencias en constitución, en las que actúa de dos maneras:
1. En la construcción de las ciencias, criticando las nociones o ideología
precientífica que se extiende englobando la producción conceptual de una
disciplina; y luego intentando, a través de categorías epistémicas, la
producción de nuevos conceptos y el rescate de aquellos que, en las viejas
teorías, aún pueden dar cuenta de lo real.
2. En la vigilancia de la ciencia o vigilancia epistemológica, en el permanente
cuidado de no confundir la ciencia con aquello que no es científico pero que
puede, efectivamente, pasar por ciencia.
Lo que preocupa a los que hacen epistemología en el contexto de descubrimiento
es ver cómo se constituyen las ciencias respecto de todo aquello que se presenta, por un
lado, como no científico pero por otro como imprescindible elemento para la
construcción científica, la materia prima indeterminada.
Es en este contexto de descubrimiento donde desarrollan su actividad los
epistemólogos preocupados por las ciencias fáctico-sociales -ciencias en constitución-;
por lo tanto, a un epistemólogo de las ciencias sociales le preocupa fundamentalmente la
posibilidad de producción conceptual en relación con el contexto social. De este espacio
se han ocupado, fundamentalmente, los epistemólogos franceses, en especial Gastón
Bachelard y continuadores.

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b) Contexto de justificación, del cual se han ocupado fundamentalmente los
epistemólogos anglosajones, y en especial Karl Popper, estudia, no el qué, el porqué
y el para qué de la constitución de las ciencias, sino el cómo, es decir, la validación,
justificación o falsación de aquellas hipótesis o conjeturas que, por un método
experimental de contrastación, han sido puestas a prueba y convertidas, por lo tanto,
en teorías científicas. Nos estamos refiriendo al método hipotético-deductivo, pero
podría ser igual el caso del método inductivo -naturalmente, ya no citando a Popper,
quien es anti-inductivista: Popper sostiene que la inducción no es un método
científico válido en el contexto de justificación, sólo es útil, a modo de invención de
hipótesis, en el contexto de descubrimiento-. Es decir, la justificación o validación
trata sólo de la teoría científica con total independencia respecto de su formación o
de los núcleos ideológicos que pueda tener.
Los epistemólogos que operan en este contexto se ocupan de las ciencias
constituidas, o sea, de las lógico-formales y de las fáctico-naturales; e incluso, de
ocuparse de las ciencias fáctico-sociales, siempre lo hacen en la medida en que éstas
tomen como modelos a las anteriores.
c) Contexto de aplicación, es aquel que, no ocupándose de la justificación, en la
medida en que ya está dada, ni tampoco del descubrimiento, construye lo que
podríamos llamar una práctica técnica o tecnología.
Aclaremos que esta diferencia de contextos no implica privilegio por parte de
ninguno, aunque obviamente para un epistemólogo positivista o empirista lógico, el
privilegio está en el contexto de justificación; para un epistemólogo discontinuista,
rupturista o dialéctico está, en cambio, en el contexto de descubrimiento; en tanto que
para un epistemólogo ocupado en las temáticas de resolución de problemas concretos el
privilegio está puesto en el contexto de aplicación.

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LA -DIFÍCIL- CUESTIÓN DEL SUJETO Y DEL OBJETO
Llegamos así al problema central, el que mejor define el estatuto de la
epistemología, que consiste en establecer si el conocimiento puede ser reducido a un
simple registro por el sujeto de los datos organizados independiente y anteriormente a
él en un mundo exterior -sea físico o ideal-, o si el sujeto puede intervenir activamente
en el conocimiento de los objetos. De la toma de posición relativa a este problema es
que las epistemologías se reparten en categorías u orientaciones diferentes. Por un lado,
existen las epistemologías no genéticas, para las que el acuerdo entre el sujeto y el
objeto debe ser hecho desde el origen, no siendo aceptada la perspectiva histórica o
temporal; el conocimiento es estudiado desde un punto de vista estático o sincrónico, es
decir, en su estructura actual. Por otro lado, para las epistemologías genéticas el
acuerdo entre el sujeto y el objeto se establece progresivamente, y el conocimiento es
analizado desde un punto de vista dinámico o diacrónico -en su formación y en su
desarrollo, es decir, en su estructura histórica-.
En el interior de esas dos categorías pueden distinguirse distintas posiciones,
conforme el acuerdo suponga la primacía del objeto que se impone al espíritu -
conocimiento detentado por el objeto, materialismo-, la primacía del sujeto que
antecede al objeto -conocimiento obtenido en el sujeto, idealismo- o a la relación -
tensión/articulación/comunicación- entre sujeto y objeto, dialéctica. Y las
epistemologías se reparten según confieran primacía al sujeto, al objeto o a la relación
entre ambos.
La cuestión del sujeto (BRAUNSTEIN, 1986: 233 y ss.) y del objeto, o de su
relación -o enfrentamiento- data de hace veinticinco siglos. La historia de la posición
que se asuma en la relación entre ambos elementos es la historia del pensamiento
filosófico. La historia de lo que se sabe sobre el objeto, en cuanto en él el conocimiento
está dado, es el punto de vista materialista, mencionado en párrafos anteriores; y para
esta perspectiva, ésta es la historia de las ciencias. La historia de lo que se sabe sobre el
sujeto, en tanto conciencia cognoscente, es la posición idealista. En función de estas
relaciones entre sujeto y objeto se han producido las teorías o modos de explicación –
y/o comprensión- de lo real, pues estas respuestas -y las preguntas que las mismas
suponen- habilitan la discusión sobre la posibilidad del conocimiento científico, en
suma, sobre la producción de la ciencia.
En estos “últimos” veinticinco siglos estas dos posiciones, que las corrientes más
novedosas asimilan en una perspectiva unívoca (MATUS, 1996), nos presentan una
visión de oposición y exclusión de uno de los componentes de la producción del
conocimiento.
Comenzaremos con Parménides, para quien la idea de unidad ligada al ser como
ente cerrado es clave en su pensamiento. Este ser -entendido como lo real, mundo
corpóreo- es finito, inmóvil, uno. “El ser es y no puede no ser” (PARMÉNIDES, 1958:
29), de esta forma se establece la diferencia entre apariencia -sujeta a cambio y
alteración- y verdad -inmutabilidad, esencia del ser-, siendo ésta última su rasgo de
perfección.
Hay en Parménides una clara supremacía de la unidad sobre la diferencia o
multiplicidad, ya que ésta evidencia el límite en tanto se rompe. El pensar, para este
filósofo, es racional cuando no cae en contradicción, cuando no se anula a sí mismo
negando lo que había afirmado o planteando discrepancias. En síntesis:
 El ser es siempre idéntico consigo mismo.

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 Lo no idéntico del mundo es un defecto causado por lo impuro del universo.
 Si el conocimiento quiere ser verdadero, debe centrarse en el estudio de la
realidad en lo que hay de permanente e idéntico en ella.
La herencia de Parménides se evidencia con claridad en el pensamiento
filosófico occidental.
Platón separa el mundo inteligible del mundo sensible, haciendo de este
último una copia del primero, que es el verdadero fundamento de todo lo que hay puesto
que no está sometido al cambio ni a la multiplicidad ni a la contradicción. Éste es el
ámbito inaugural de las posiciones idealistas, que ponen el peso en el sujeto
cognoscente, el sujeto de la conciencia.
Aristóteles realiza la separación al interior de cada ente. En cada cosa hay un ser
sustancial, fuente y fundamento del ente accidental. Cabe recordar que la esencia es
definida por Aristóteles como "el saber de lo que era" esto es, lo permanente y lo estable,
mientras que los accidentes son cambiantes, múltiples y contingentes. Este filósofo está
considerado como el que sentó las bases para una tradición materialista, en tanto sostiene
que no hay nada en el intelecto que no reconozca un origen sensorial.
Descartes reconoce las dos sustancias: la res cogitans -sustancia pensante-, que no
ocupa lugar en el espacio y es indivisible, y la res extensa -sustancia que ocupa lugar en el
espacio y es divisible por naturaleza. De allí deriva el conocido cogito cartesiano: cogito,
ergo sum (pienso, luego existo). En base a esto se reconoce la existencia de dos clases de
conocimientos: uno engañoso, derivado de la experiencia, adquirido mediante la actividad
sensorial e inseguro, y otro certero, preciso, innato, independiente de toda actividad
corporal. Queda así abierto el camino para desarrollos en ambos sentidos.
El empirismo inglés -Locke, Hume- pone el énfasis en el objeto, que es objeto de
la experiencia y fuente de sensaciones. De allí deriva el positivismo de Comte, planteado
como ruptura con la filosofía metafísica -es decir, con las doctrinas preocupadas por
encontrar y explicar las causas de los fenómenos-; éste plantea que toda indagación sobre
las causas es ajena a la ciencia, a la que le interesa sólo describir los fenómenos y hallar sus
leyes con el objetivo de prever su curso ulterior. El sujeto y el objeto de la filosofía
tradicional cede su lugar a los hechos, a la realidad positiva que no tiene otro existencia
que esa realidad fenoménica que puede ser descripta, registrada, clasificada y cuantificada.
Este es el estatuto del saber científico de la modernidad y, más allá del gran cambio que
conlleva el giro del pensamiento de Comte a Luhman -representante actual de esta
corriente-, sostiene una misma idea de la sociedad como un todo orgánico; para Parsons
este todo funcional es un sistema autoregulado, principio optimista que corresponde a la
estabilización de las sociedades de abundancia bajo la dirección de un Estado de Bienestar
moderado. De allí la fórmula parsoniana, que sostiene que la condición más decisiva para
que un análisis dinámico sea válido es que cada problema se refiera continua y
sistemáticamente al estado del sistema considerado como un Todo. En el pensamiento
actual, el principio del sistema indica que las innovaciones o los cambios de reglas son
sólo reajustes internos cuyo resultado sólo puede ser la mejora de la vida del sistema.
Como resultado, esta idea de lo social responde a una totalidad unida, a una unicidad, a una
verdad unitaria y totalizadora que se presta a la práctica unitaria y totalizante de los
“gerentes” del sistema (LYOTARD, 1989: 30 y ss).
Kant, en su distinción entre noúmeno y fenómeno, da cuenta de la separación
entre lo uno y lo múltiple, en el sentido en que el fenómeno es la imagen sensorial que
hace el sujeto cognoscente bajo el influjo de la cosa, y en la que ésta se manifiesta en la

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particularidad de los sentidos. El fenómeno es manifestación de algo que, en sí, permanece
desconocido, y de lo cuál sólo es posible conocer su manifestación fenoménica, cúmulo de
datos dispersos, ordenados por el sujeto cognoscente, y que proceden del noumeno, en
cuanto unidad. De esta forma la conciencia, como foco estructurador, es una conciencia
intencional que permite manifestarse al ser.
Husserl, finalmente, sostiene que las leyes lógicas son leyes lógicas puras y no
empíricas o trascendentales procedentes de un supuesto mundo inteligible de carácter
metafísico. Actos tales como la abstracción, el juicio, la inferencia, no son actos empíricos
sino de naturaleza intencional que tienen su correlato en la conciencia como conciencia
intencional. Esta conciencia no aprehende los objetos del mundo natural como tales
objetos pero tampoco constituye lo dado en cuanto objeto de conocimiento: aprehende
puras significaciones en cuanto son simplemente dadas y tal como son dadas, en tanto
intuición primordial o fuente legítima de conocimiento (ABBAGNANO, 1982).
Todas estas distinciones deben ser matizadas, ya que no representan
exhaustivamente los pensamientos centrales de cada filósofo mencionado, sino una
forma de interpretación de la cuestión en debate. Asimismo, los nombrados no son los
únicos que sostienen tales pensamientos, sólo estamos dando cuenta de los más
reconocidos en esta línea.
Lo mismo debe tenerse en cuenta para la otra perspectiva que abordaremos,
referida a los discursos sostenidos en la multiplicidad (MATUS, 1986), como
propuestas filosóficas que postulan la articulación o tensión del todo y la parte, del
sujeto y el objeto, esto es, el reconocimiento de las diferencias estableciendo las
posibilidades de su comunicación.
En ésta el comienzo es con Heráclito, para quien la idea de lo real es
movimiento, incesante devenir de las cosas; de ahí que, en su doctrina, el eje sea el
fuego, no como imagen corpórea sino como principio explicativo, inteligente y creador.
La unidad no es unidad idéntica ni excluye la lucha, la discordia, la oposición. El logos
es articulación de opuestos, y es de esos opuestos de donde surge la unidad. Para
Heráclito, la armonía no es la conciliación y anulación de los opuestos, sino que es una
unidad, es decir, una relación que sólo puede darse entre las cosas opuestas en tanto
opuestas. Para él, la unidad propia del mundo es una tensión que no anula, no concilia,
ni supera el contraste sino que lo hace ser y lo hace entender como contraste -su estado
permanente es la guerra, el conflicto-.
Hegel reconoce al fundador de la dialéctica en Heráclito, cuyas postulaciones él
recoge en su pensamiento, aunque hace culminar la tensión entre los opuestos en una
síntesis superior: la realidad en paz consigo misma, el espíritu absoluto. Esta dialéctica
idealista de Hegel se caracteriza por la identidad del pensamiento y el mundo objetivo a
través de la primacía de la conciencia y la crítica de la realidad inmediata. Separar el
pensamiento y el mundo objetivo es un dualismo insostenible, siendo necesario
pensarlos como momentos diferentes en el interior de un proceso del ser en su
devenir. El ser de la realidad objetiva se halla fuera de ella misma, en la conciencia -en
la idea-; por lo tanto, el ser de esta realidad objetiva es no-ser, y ésta es la cuestión
central y la crítica al movimiento iniciado por Parménides: el no-ser es parte del ser.
Al quebrar el principio de identidad se despliegan, así, las nociones de relación,
mediación -como oposición de lo inmediato-, movimiento, contradicción y,
lógicamente, totalidad. Si el ser logra ser visto en sus mediaciones, lo inmediato
aparece como expresión de lo mediato, la apariencia remite a la esencia, el fenómeno a
la ley, lo externo a lo interno, la existencia a su fundamento. Esta contradicción en el

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nivel del ser se resuelve dando un paso más allá de la esencia, y haciendo uso del
recurso de la reflexión, alcanzando el nivel del concepto. Este concepto es, también, el
ser como totalidad concreta y unidad de sus diversas determinaciones. Se trata, de este
modo, de un trayecto que se inicia y culmina en el ser, en un camino que no es lineal
sino dialéctico -movimiento dialéctico que implica que todo está en un proceso continuo
de cambio, pero también en este cambio hay armonía polémica de los contrarios-
(HEGEL, 1985: Prefacio).
En Marx también la idea de dialéctica es central, aunque se trata de una
dialéctica invertida. Con él termina su fundamento idealista para pasar a convertirse en
una dialéctica materialista o concepción material de la historia. No se trata aquí de la
materia inmutable del materialismo mecanicista (MARX, 1972) -empirista o positivista-
sino de una materia dialéctica que encierra todo el proceso en sí, fuera de sí y para sí
señalado por Hegel, recogiendo la herencia del proceso histórico y haciendo referencia a
la totalidad. Su crítica al materialismo de Feuerbach, quien considera la realidad como
objeto de contemplación (MARX, 1972), es que separa la naturaleza y el hombre siendo
que, para Marx, el hombre transforma la naturaleza mediante el trabajo (MARX, 1972).
Esto es lo que, según Marx, Feuerbach no pudo ver: que el mundo que nos rodea no está
“dado” desde siempre sino que es un producto histórico resultado de generaciones que
lo han transformado. Es, por lo tanto, el concepto de praxis el que le permite superar la
contraposición clásica materialismo-idealismo y poner la cuestión en otro terreno, sobre
todo considerando sus primeros escritos, en los que lo real es el mundo humanizado por
el trabajo. En esta concepción de Marx, la filosofía comparte el mismo espíritu del
trabajo, aunque éste se presente bajo la división del trabajo manual e intelectual. En sus
primeros escritos, su perspectiva de una inversión dialéctica del idealismo al
materialismo no separa a la naturaleza como algo independiente del hombre (MARX,
1972); es Engels quien, al construir la noción de materialismo dialéctico y concebir la
naturaleza como algo independiente del hombre, contribuye a abrir dos vías profundas
de diferenciación en el pensamiento de Marx:
 Una primera etapa, donde se articula lo uno y lo múltiple en su concepto de praxis,
guardando la relación con el concepto de inversión; en ella naturaleza y hombre se
articulan en una instancia mediadora (MARX, 1972), la conciencia del sujeto es
activa, el motor de la transformación lo constituye la lucha de clases y la historia se
despliega en forma indeterminada.
 Y una segunda, denominada interpretación ortodoxa, donde se opera por una doble
reducción, al ámbito de la naturaleza y luego al ámbito económico, en la que la
conciencia del sujeto es pasiva y se encuentra sobredeterminada, siendo motor
estructural del cambio el resultado de los choques entre relaciones y fuerzas de
producción, donde las etapas de la historia se pueden determinar a partir de los
modos de producción.
Adentrarse en el paso de lo abstracto a lo concreto, a efectos de iluminar sus
múltiples contradicciones (MARX, 1974), es decir, el intento de reconstrucción del
materialismo histórico o de recuperación de esa posibilidad de articulación -partiendo
del análisis de aquellas tensiones presentes en Marx- significará plantear la posibilidad
de una dialéctica materialista en forma problemática, y en tal sentido, Adorno -
propulsor de la llamada teoría crítica- abordará el concepto de mediación como la
instancia que vuelve inservibles tanto al Espíritu como a lo Dado como principios
originarios (ADORNO, 1989: 30), ...esto supone la exigencia de dirimir la dialéctica de
modo concreto (ADORNO, 1989: 33). La mediación contiene una tarea: la
comunicación de lo diferente (ADORNO, 1973: 145). Este concepto de comunicación

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es expresión de la tensión en la articulación de objeto y sujeto, y el movimiento entre
ellos es la estructura de relación entre teoría y praxis, pensadas discontinuamente
...pensar es un hacer, teoría una forma de praxis... (ADORNO, 1973: 161). En sus
escritos, Adorno advierte que el pensamiento no debe hacer de la Dialéctica un principio
metafísico, pero no logra evitar su permanencia en la filosofía de la conciencia, lo que
lo coloca, según Habermas (1984), en un camino sin salida. Para éste, una teoría
sociológica de la acción no tiene más remedio que salirse de las premisas de la filosofía
de la conciencia para no quedar ligada al modelo de un sujeto solitario, capaz de
conocimiento y acción, que se enfrenta a la totalidad de cosas existentes y puede
referirse a algo del mundo objetivo, tanto mediante la percepción como interviniendo en
él. Por lo tanto, hay que plantear una teoría de la acción en términos de una
intersubjetividad comunicativa (HABERMAS, 1989: 480). Así, criticará tanto a los
que reducen el Todo a Uno como a los defensores acérrimos de la Pluralidad absoluta
entre los que, incluso, encuentra elementos comunes. Él se coloca en una tercera
posición, opuesta a las otras dos, ésta es la perspectiva de la unidad de la razón en la
multiplicidad de sus voces (HABERMAS, 1990: 155). A esta posición de tensión, de
articulación entre unidad y pluralidad, la denominará mediación.
En el extremo de estas posiciones de multiplicidad, y de una manera que se
relaciona y puede, incluso, ser ubicada en la primera de las posiciones desarrolladas -la
de la univocidad, en tanto que, reivindicando un polo, terminan excluyendo o
reduciendo la tensión o articulación entre los opuestos-, debemos dar cuenta de las
perspectivas que apelan al fragmento en el sentido que Lyotard da al concepto, esto es,
como la carga disolutoria de lo uno por lo múltiple (LYOTARD, 1988). Para éste, la
posmodernidad es “el correlato cultural de la sociedad posindustrial, en la que el
conocimiento ha llegado a ser la principal fuerza de producción” (LYOTARD, 1988:
14) y, en tanto tal, la ciencia posmoderna es un corpus concentrado en su capacidad de
subvertir cualquier discurso fundamentado en la noción de totalidad o metadiscurso.
En la modernidad, el lazo social se concibe en tanto se aceptan dos modelos o
metarrelatos:
 La sociedad como un todo, según el modelo de Parsons.
 La corriente marxista, en tanto admite la lucha de clases como eje de una
totalidad.
Estos son, para Lyotard, los dos grandes tipos de discurso sobre lo social
provenientes del siglo XIX. Ambos representan una opción cualquiera por un
metarrelato.
Lyotard cambia la naturaleza del lazo social, ya no más nuevos movimientos
para viejos juegos, ya no más metanarrativa homogeneizadora, no al lenguaje
universal, si a las racionalidades plurales.
Pero este rechazo del todo se vuelve constituyente de otro tipo de metarrelato,
esta vez de los fragmentos, de carácter esencialista. A diferencia del primero de los
esencialismo, en el que el ser se vuelve inmutable, este segundo esencialismo, al
oponerse y rebelarse ante la noción de totalidad, imposibilita una articulación de las
diferencias y se rebela ante las perspectivas de integración.

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LAS DISTINTAS MATRICES EPISTEMOLÓGICAS
Abordaremos ahora la respuesta a la pregunta ¿cómo se piensa hoy la
epistemología?, y para ello adoptaremos un criterio histórico como modo de trabajo y lo
aplicaremos para analizar cómo ha sido vista desde la época clásica a nuestros días.
Comenzaremos por los griegos: para Platón, epistemología es la teoría de la
ciencia que se ocupa de diferenciar entre la doxa y la noesis, entre lo que es materia de
opinión y lo que es materia de conocimiento; en su discurso, trata de distinguir la
multiplicidad de lo sensible, por un lado, y de la esencia-idea, por el otro. Platón,
expresamente en Teeteto, República y Timeo -diálogos epistemológicos- señala la
diferencia que hay entre esos dos mundos: el de la opinión y el del saber. Por lo tanto,
epistemólogo es el que sabe diferenciar entre esos dos órdenes.
Aristóteles, discípulo de Platón, afirma en Segundos analíticos -trabajo
dedicado a los principios de la ciencia- que la epistemología es la teoría que estudia los
principios generales a partir de los que se constituye la ciencia (nótese la actualidad del
concepto aristotélico). Por lo tanto, para un epistemólogo aristotélico, lo fundamental es
la formulación de la teoría del saber científico. Sintéticamente, para Aristóteles la
epistemología es la teoría que posibilita el saber de la ciencia en general para que el
científico particular se dedique a buscar la causa específica de su disciplina.
De Aristóteles en adelante, hasta el siglo XVIII, la epistemología queda
subsumida en dos disciplinas:
 La gnoseología -en sentido material-, así la epistemología se convierte en el estudio
de la relación entre el objeto y sus formas de conocimiento.
 La lógica -en sentido formal-, es decir, la epistemología es el estudio de las formas
de la deducción, caracterizada por el silogismo medieval.
Recién con el auge de las ciencias fáctico-naturales en los siglos XVIII y XIX,
posibilitado por la construcción de la matemática y el desarrollo de la física teórica -que
rompe con la física experimental aristotélica-, tareas comenzadas en el siglo XVII y,
sobre todo, por la preocupación por los métodos por parte de aquellas ciencias,
comienza a plantearse el concepto moderno. D’Alembert, en el año 1751, es el primero
en dar una definición moderna de epistemología: epistemólogo es aquél que teoriza, no
sobre el objeto, sino sobre los procedimientos -que en ese contexto significa métodos- o
modos de llegar a la construcción de la ciencia natural, que tiene su objeto en la
naturaleza en general.
Por otra parte, en 1837, Bolzano conceptúa la epistemología de las ciencias
lógico-formales como el establecimiento de los principios y producción del
conocimiento científico, en el mismo sentido en que lo habían hecho para las ciencias
naturales.
Desde el siglo XIX a la actualidad se han desplegado dos líneas de pensamiento
que corresponden a una de las grandes matrices epistemológicas clásicas:
1. La tesis positivista, que sostiene que la epistemología es el análisis de los procesos
de conocimiento y validación de las ciencias naturales.
2. La tesis empirista lógica, que sostiene que la epistemología se ocupa de la
búsqueda de un lenguaje formal objetivo y único que posibilite la validación de los
sistemas científicos.

12
Ambas tesis se preocupan por el contexto de justificación, es decir, por cómo
validar, mediante métodos experimentales de contrastación -la positivista-, y mediante
lenguajes formalizados -la empirista lógica-, aquellas hipótesis o sistemas de conceptos
que pretenden ser científicas, con el objeto de evitar la ambigüedad o imprecisión en los
términos que imposibilite la constitución o producción de una ciencia.
Estas dos concepciones corresponden a corrientes filosóficas que se han
desarrollado, principalmente, en los países anglosajones (Alemania, Inglaterra y
E.E.U.U.).
El positivismo, en sus diversas vertientes, tiene como carácter fundamental el
cientificismo, esto es, la tesis de la ciencia pura y neutral y la única racionalidad
valedera.
Lo caracterizan estos aspectos fundamentales:
 Es un fenomenismo -no reconoce otros objetos fuera de los que suministra la
experiencia sensible; éste es el fundamento de todo saber empírico-.
 Es un nominalismo -niega la existencia de entidades abstractas o ideas,
reconociendo sólo la existencia de entidades concretas, unas o únicas -.
 Sostiene la unidad del método y la ciencia -es decir, hay un solo método científico:
la experimentación-.
 Es un esencialismo -es decir, la ciencia se realiza en sí misma, y en este en sí de la
ciencia se revela su independencia e incontaminación del y por el contexto que
rodea al científico.
 Sostiene el principio de neutralidad al rechazar, desde el punto de vista del
conocimiento, la validez de los juicios de valor y los juicios normativos -a pesar de
lo cual sus principios se constituyen en normas-.
 Su perspectiva es ahistórica o atemporal; el conocimiento es estudiado desde un
punto de vista estático o sincrónico, es decir, en su estructura actual.
 Y, finalmente, sostiene que la ciencia se desarrolla en un sentido continuista,
progresiva y acumulativamente, sin saltos ni rupturas; cada nueva producción
científica aporta a la anterior un nuevo eslabón en la larga cadena de acumulación de
conocimientos; si la teoría científica anterior ya no da razón suficiente, hay siempre
una readaptación posible para seguir por el mismo camino, con el mismo y único
método. Este continuismo se expresa también en la relación entre la experiencia -
punto de partida y método de contrastación- y la razón -creadora de hipótesis y
formuladora de teorías-. Se entiende, entonces, este continuismo en el sentido de
linealidad postulada entre la apariencia sensible y el conocimiento racional -
siendo el modelo de esta tesis el sistema teórico hipotético-deductivo-.
Karl Popper es el principal representante contemporáneo de esta corriente,
llamada empirismo lógico o neopositivismo -originado en el Círculo de Viena, fundado
en 1924 por Schlick, en el que se intentó hacer una síntesis entre el empirismo y la
lógica-, aunque algunos consideran que su filosofía de las ciencias fue elaborada dentro
y fuera de la misma. Popper se encuentra dentro de esa corriente en tanto es uno de sus
primeros integrantes y uno de los defensores de sus ideas fundamentales, y fuera porque
desde temprano representó la “oposición oficial” sobre todo en lo que respecta a los
criterios de verificación experimental en las ciencias y al problema de la inducción.

13
Al elaborar su lógica de las ciencias, Popper intenta apartarse explícitamente de
la consideración de las vías del descubrimiento, no para defender las vías de la
validación sino para instaurar las vías de la refutación. En su opinión, no debe
interesarnos saber cómo una teoría científica es descubierta por primera vez, ya que esta
cuestión pertenece al dominio personal, subjetivo. Lo que importa es saber cómo las
teorías se verifican. No hay un método lógico para descubrir ideas; todo descubrimiento
contiene, según él, un elemento irracional.
Un elemento fuerte de esta filosofía de las ciencias es el relativo a la defensa de
la idea de que no se puede pasar, por inducción, de la observación de los datos
empíricos a las hipótesis propiamente científicas, ya que las similitudes sobre las que se
apoya la inducción sólo surgen, en el dominio de la observación, en referencia a un
cuadro conjetural capaz de anticiparlas: Las teorías científicas no consisten en
conjunto de observaciones sino en invenciones, esto es, en conjeturas (POPPER, 1982).
Y al reafirmar la demarcación entre el discurso científico y todos los otros discursos,
Popper da primordial importancia a la idea según la cual una teoría científica sólo tiene
valor cuando podemos demostrar que ella es falsable. Él hace de la falsabilidad de una
teoría el propio principio de demarcación de las ciencias; y privilegia el principio de
refutación al de confirmación como forma de control experimental en las ciencias.
Popper retoma la tesis, ya clásica, según la cual nunca es una concepción aislada
la que comparece ante el tribunal de la experiencia, sino todo un sistema de hipótesis y
de concepciones teóricas, de tal forma que, en presencia de una evidencia contraria,
siempre pueda efectuarse una revisión en diferentes puntos del sistema, no pudiendo
ningún elemento de ese sistema estar, en principio, al abrigo de una posible revisión.
En su opinión, lo que caracteriza al método científico es, justamente, el deseo de
exponer deliberadamente las teorías, de todos los modos posibles, al criterio de la
refutación, y no al de procurar defenderlas o preservarlas sistemáticamente.
Desde el punto de vista epistemológico, Popper se considera al mismo tiempo un
racionalista, un empirista y un realista. Se presenta, así, como un enemigo declarado
de toda especie de convencionalismo y de subjetivismo. Para él, el universo de la
ciencia forma parte de aquello que él llama el tercer mundo, y no del segundo mundo.
El tercer mundo es el mundo de las teorías objetivas, de los problemas y de los
argumentos objetivos, separado del mundo de la subjetividad psicológica o segundo
mundo. Y contra todas las tendencias irracionales de esta época, Popper siempre
proclama su fe en el valor del conocimiento racional y su convicción de que las teorías
científicas deben corresponder a la realidad. El método empleado para alcanzar esos
objetivos consiste esencialmente en la utilización de conjeturas audaces y tentativas
ingeniosas para refutarlas (cuanto más osadas sean las teorías formuladas para
resolver los problemas identificados, tanto más fecundas y más capaces de brindarnos
mejores informaciones sobre sus contenidos de verdad; aunque, lógicamente, esta
audacia aumenta el riesgo y las probabilidades de falsedad de los contenidos de dichas
teorías).
Al afirmar claramente que el conocimiento científico no comienza ni se
caracteriza por las percepciones o por la observación, ni tampoco por la recolección de
datos o de hechos, sino por la búsqueda de solución de problemas -teóricos-, Popper
llega a la conclusión de que el método de las ciencias debe consistir en intentar posibles
soluciones a esos problemas. Estas soluciones -las hipótesis o mejor, en sus términos,
las conjeturas- son propuestas criticables, por lo tanto, accesibles a la crítica objetiva;
si una propuesta no es accesible a esta crítica objetiva, debe ser excluida, considerada

14
como no científica. Si es accesible, debemos intentar refutarla. Si una solución es
refutada por la crítica, es preciso encontrar otra. Si resiste a la crítica, pasa a ser
aceptada provisoriamente. Por lo tanto, el método de la ciencia no depende de ningún
ideal metodológico sino de la realidad, y consiste en la tentativa de solución de
problemas, debiendo estar bajo el control crítico. La objetividad científica se funda en la
objetividad del método crítico: no hay teoría liberada de la crítica.
Popper rechaza la tendencia a inmunizar las teorías contra la crítica. Su
metodología es normativa y de carácter más “agresivo” que “defensivo” respecto de
aquéllas. Algunos autores (SCHUSTER, 1992) sostienen que, en Popper, la ciencia está
siempre en estado de “revolución permanente” y que, en consecuencia, la historia de la
ciencia es la historia de continuas conjeturas y refutaciones.
El objetivismo de Popper está caracterizado de la siguiente manera: Mi...tesis
implica la existencia de dos sentidos diferentes de conocimiento o pensamiento: (1) el
conocimiento o pensamiento en sentido subjetivo, que consiste en un estado de la
mente o de la conciencia, o en una disposición a comportarse o a actuar, y (2) un
conocimiento o pensamiento en sentido objetivo, que consiste en los problemas,
teorías y argumentos como tales. El conocimiento, en este sentido objetivo, es
totalmente independiente de la pretensión de conocer de cualquiera; es también
independiente de las creencias o de la disposición de cualquiera a asentir, a afirmar o
a actuar. El conocimiento en sentido objetivo es un conocimiento sin conocedor; es
conocimiento sin sujeto cognoscente (POPPER, 1979).
Por otro lado, al percibir que el criterio de la objetividad de las proposiciones
científicas reside en el hecho de que ellas se prestan a la validación intersubjetiva,
Popper la presenta como el control mutuo por la discusión crítica. Así, afirma que lo
que puede ser calificado de objetividad científica se basa única y exclusivamente en la
tradición crítica... en esa tradición que permite criticar un dogma dominante. En otras
palabras, la objetividad de la ciencia no es asunto individual de los diversos cientistas,
sino un asunto social de su crítica recíproca... de su trabajo en equipo y también de su
trabajo por caminos diferentes, incluso opuestos unos a otros (POPPER, 1979).
A partir de su tesis sobre el primado del problema, Popper hace una crítica al
cientificismo metodológico que intenta imponer a las ciencias sociales el mismo método
de las ciencias naturales; se trata éste de un “naturalismo” erróneo y equivocado que
intenta imponer a las ciencias sociales exigencias tales como comenzar con
observaciones y mediciones, con relevamientos estadísticos y, desde allí, avanzar
inductivamente a posibles generalizaciones y a formación de teorías. De este modo, se
supone, llegarán más rápidamente al ideal de objetividad científica. Mas debe tenerse en
cuenta que, en las ciencias sociales, es mucho más difícil atenerse a la objetividad,
porque ella equivale a neutralidad valorativa, y solamente en casos extremos el cientista
social consigue liberarse de las valoraciones de su propia inserción en lo social para
tener acceso a cierta asepsia en relación a los valores. En mi opinión -afirma Popper-
todas esas afirmaciones son radicalmente falsas y descansan en una comprensión
equivocada del método científico-natural; además, constituyen un mito, por demás
difundido, originado en el carácter inductivo del método de las ciencias de la
naturaleza y del carácter de la objetividad científico-natural (POPPER, 1973).
En suma, la epistemología de Popper puede caracterizarse como una crítica
constante a las concepciones científicas ya existentes, intentando siempre instaurar
nuevas hipótesis o conjeturas osadas, a fin de producir explicaciones científicas, jamás
definitivas, siempre aproximadas. Las teorías científicas irrefutables pertenecen al

15
dominio del mito, las concepciones irrefutables no son proposiciones científicas sino
dogmáticas. El progreso de la ciencia se debe, en gran parte, al hecho de que ella
propone soluciones específicas a problemas específicos; sometiéndolas incesantemente
a la crítica ésta genera el progreso, al tiempo que las verdades irrefutables generan
estancamientos.
Esta postura falsacionista extrema es refutada desde distintos espacios y autores,
quienes reconocen la importancia de la confirmación de las hipótesis -y no sólo la
falsación de las mismas- en la producción de los sistemas y teorías científicas, aunque
los mismos no serán abordados en este texto.
La tercera y cuarta concepción que desarrollaremos a continuación corresponden
al pensamiento teórico que ha posibilitado Gastón Bachelard -pensador francés,
fundador de la dialéctica integral, muerto en 1962- quien introdujo cambios
fundamentales en la epistemología de las ciencias naturales pero con gran influencia
sobre los epistemólogos de las ciencias sociales. Estas dos concepciones aluden
esencialmente al contexto de descubrimiento, y se refieren a la constitución de las
ciencias, en especial las ciencias sociales:
3. La tercera concepción sostiene que la epistemología se ocupa de trazar líneas de
demarcación entre la ideología precientífica, por un lado, y la constitución de la
ciencia, por el otro.
4. Para la cuarta concepción, la epistemología es la teoría analítica de los métodos:
estudia sus orígenes, las fundamentaciones y la posibilidad de producción y
desarrollo de cada uno de los distintos métodos científicos.
Es en este sentido que podemos conceptualizarla como esa disciplina cuya
función esencial es someter la práctica de los cientistas a una reflexión que toma
por objeto el modo de construcción de los productos científicos, produciendo una
vigilancia epistemológica de sus procedimientos y analizando los métodos que
posibilitan las teorías.
Antes del surgimiento de un determinado saber o de una disciplina científica hay
siempre una primera adquisición de pensamientos formados de modo más o menos
natural o espontáneo. En el nivel colectivo, estos pensamientos son constitutivos de una
cierta cultura. Ellos conforman las primeras opiniones o prenociones, que tienen por
función brindar ciertas explicaciones. Podemos caracterizar estas prenociones como un
conjunto de representaciones esquemáticas, formadas por y para la práctica,
obteniendo su evidencia y su autoridad de las funciones sociales que desempeñan.
Como ya decía Aristóteles, toda disciplina susceptible de ser aprendida, y todo estudio
que comporta un proceso intelectual se constituyen a partir de un conocimiento
presente. Es decir, todo conocimiento humano se relaciona con un presaber; la
epistemología contemporánea reconoce este hecho.
El presaber o las prenociones o los prejuicios son una realidad cultural relativa
al conocimiento científico: es en relación a un saber que hay un presaber. Se trata de
una realidad ambigua que comporta tanto determinaciones contrarias al saber (error,
preconcepto, ideas preconcebidas) como recursos de conocimiento indispensables al
saber científico.
Es en función de esta relación del saber y el presaber que, en la epistemología
contemporánea, se definen una serie de categorías epistemológicas, analizadas por
Gastón Bachelard en su obra. Estas son:

16
1. En base a la necesidad intelectual del saber y de las tentativas de aproximación a
este saber, aparece la categoría de obstáculo epistemológico, “resistencia” o
“inercia” del pensamiento, surgiendo en el momento de constitución de una ciencia
o en un estadio superior de su desarrollo como contrapensamiento. El primer
obstáculo a superar -dice Bachelard- es el de la opinión “...al designar a los objetos
por su utilidad, ella se prohibe el conocerlos...” (BACHELARD, 1984: 16). Es por
eso que hay que plantear el problema del conocimiento científico en términos de
obstáculos, en un proceso de reconstrucción, a partir y en contra de un
conocimiento anterior, ya que no puede hacerse, de golpe, tabla rasa de los
conocimientos usuales.
2. Frente a la necesidad de definir la actitud científica por oposición a la precientífica,
y en relación a la categoría de obstáculo, la ruptura epistemológica
(BACHELARD, 1978: 99 y ss) es aquella que permite identificar el momento en
que una disciplina se constituye rompiendo o cortando con su prehistoria y con el
medio ambiente ideológico; no se trata de un quiebre instantáneo, que implica una
novedad absoluta que hace tabla rasa con lo anterior, sino que es un proceso
complejo en el discurrir del cual se constituye un orden inédito del saber.
3. Para mantenernos dentro del progreso reflexivo de la actitud científica, debemos
apelar a la categoría de vigilancia epistemológica (BACHELARD, 1978: 66 y ss);
se trata de una actitud reflexiva y polémica contra el error como esfuerzo para
someter los productos de las ciencias y los métodos que ellas emplean a una revisión
metódica a efectos de librarnos de las ideologías, de las creencias, de las opiniones,
de las certezas inmediatas para llegar a la objetividad científica; ésta no puede
reposar sólo en la objetividad del cientista -que está permeado por su subjetividad-
sino que exige el establecimiento de las condiciones de un control intersubjetivo.
Demos un ejemplo: supongamos que un físico como Einstein, creador de la física
relativista, antes que físico es persona y, como tal, componente de un mundo sobre el
cual tiene opiniones, las que tienen un peso determinante no por provenir de Einstein
como persona sino como científico de renombre; esas opiniones pueden ser relativas a
su quehacer como científico o sobre el mundo, sobre aquello que sucede en su entorno;
pero la credibilidad en ambos niveles está dada fundamentalmente por su hacer ciencia,
éste valida su opinión sobre lo no científico, sobre la doxa. Entonces, si Einstein opina
sobre la guerra y los valores que están en juego en ella no es como si opinara un señor
cualquiera, es el reconocimiento del momento científico el que legitima el momento en
que opina sobre el mundo, cuando expone su cosmovisión. Aquí actúa precisamente la
vigilancia epistemológica, porque no sólo se dirige a Einstein como productor de teoría
científica sino que también se dirige críticamente a los momentos en que no actúa como
científico.
La actitud epistemológica que, entonces, conlleva dicha vigilancia se ejerce en
dos aspectos fundamentales:
 El momento constructivo-positivo o de producción de categorías que posibilitan la
creación de conceptos científicos (categorías son las unidades estructurales del
discurso de la epistemología y conceptos son las unidades estructurales del discurso
de las ciencias).
 Y el momento crítico-negativo o de oposición -a cualquier extensión ilícita que
haga el científico cuando confunde o intercambia planos- y de justificación -de cada
uno de los conocimientos que formula en tanto científico-.

17
Estas dos maneras en que opera esta perspectiva epistemológica, indicando el
predominio del contexto de descubrimiento, están sostenidas en la identificación de la
ideología precientífica que se extiende sobre la producción científica; éste es un
concepto bachelardiano que, en sentido epistemológico -porque este término y sus
derivados pueden incluirse en diversos discursos- corresponde al saber precientífico, al
presaber o las prenociones, es el conocimiento del movimiento aparente, es el
reconocimiento de los modos de aparición de las cosas y es el desconocimiento de la
esencia, de la estructura que produce la apariencia. En el discurso político, la ideología
es un sistema de representaciones sociales, de actitudes y comportamientos sociales
cuya función es la adaptación social, la cohesión de los hombres en la estructura social.
Como se ve, estas dos concepciones son distintas pero no carecen de articulación.
La ideología precientífica se manifiesta, por un lado, en sentido negativo, como
obstáculo epistemológico que debe ser superado mediante la ruptura epistemológica y, a
la vez, en sentido positivo, como materia prima indeterminada sobre la cual los
científicos polémicamente producirán sus conocimientos. Pensar la ciencia actual, su
mismo movimiento, es también comprender sus errores pasados; es por ello que el
conocimiento sólo adquiere su sentido pleno mediante una polémica contra el error.
Esa materia prima, a partir de la cual la ciencia construirá sus conceptos,
corresponde al mundo de la doxa, de las creencias, de la opinión, cuya formalización
teórica constituye la ideología precientífica. Es en este sentido que Bachelard dice que
...todo conocimiento científico se hace a expensas de una polémica ardua con el
conocimiento vulgar... (BACHELARD, 1984: 23), entendiendo por este último
precisamente a la opinión.
Para estas tesis -en sentido inverso a las tesis positivistas y empiristas lógicas-
las ciencias se constituyen en base a un discontinuismo epistemológico, entendiendo
esto en el sentido de la falta de continuidad entre la apariencia sensible, la experiencia,
y el mundo de conocimiento o razón.
La epistemología de Bachelard contribuyó, decididamente, para que se
destruyese la creencia en la inmortalidad científica de los hechos y en su inmaculada
concepción (Nietzche) (JAPIASSU, 1979: 81).
El discontinuismo epistemológico sostiene que el conocimiento científico se
produce de dos formas:
1. Mediante una serie de movimientos lineales, por un lado.
2. Y mediante un corte o ruptura, por el otro que, de acuerdo a lo ya caracterizado
en páginas anteriores, presenta a su vez dos momentos:
a) El momento crítico-negativo, que incluye una fase negativa y otra positiva;
la negativa implica el descarte de las viejas teorías, en tanto que la positiva
acepta aquello que realmente sirve de la vieja teoría para la nueva
producción científica.
b) El momento constructivo-positivo, que es la propia creación científica a
partir de la producción de categorías epistémicas.
Estas tesis rupturistas sostienen que hay un progreso tanto en el estado lineal
como en la ruptura; el momento crítico-negativo es un dirigirse hacia el pasado para
determinar si la ruptura es tal y no un mero recambio de situaciones; en el presente debe
marcarse el límite de la ruptura; y en el futuro, la ruptura debe tener en cuenta los
aportes de la vigilancia epistemológica, para que la ciencia vaya encontrando y

18
previendo los momentos de ruptura, mediante la incorporación de la categoría
epistémica correspondiente, en el desarrollo histórico de la ciencia, a modo
constructivo-positivo.
Nos preguntamos, entonces: ¿cuándo opera la ruptura epistemológica? Cuando
el sistema conceptual o teoría entra en crisis, es decir, cuando ya no da cuenta de su
objeto, de aquello que precisamente quería significar, y se convierte en un sistema
conceptual caduco.
Este discontinuismo es de base constructivista (BACHELARD, 1984: 16), en el
cual la ruptura ocupa un lugar fundamental en la producción de conceptos, que se da por
medio de un trabajo racional. Así, el conocimiento es creado, producido por críticas, por
rectificaciones, por polémicas; dejando de ser contemplativo, el conocimiento se torna
operativo.
Dándose por objeto el conocimiento en su movimiento, esta epistemología se
interesa por la lógica del descubrimiento científico como polémica contra el error y
como el esfuerzo para someter las verdades de las ciencias y los métodos que ellas
emplean a una rectificación permanente. Esta dialéctica es una dialéctica del no, es
decir, de las sucesivas negaciones que presiden el refinamiento de las concepciones
científicas -dicho de otro modo, del conflicto real en la práctica de los cientistas: la
verdad no es una cualidad que pertenece a esta o aquella opinión particular, sino que es
el resultado de la negación mutua de las opiniones en un conflicto entre los productores
de ideas- (BACHELARD, 1984).
Para estas tesis constructivistas, no hay producción ni creación científica fuera
del contexto histórico-social, es decir, no hay ciencia en si, independiente de las
circunstancias, ya que toda producción de las ciencias es un hecho social sometido a
todas las contingencias y dependencias propias del devenir histórico; la ciencia es obra
de los hombres.
Esta posición de Gastón Bachelard es conocida como epistemología histórica
en tanto sostiene que toda reflexión efectiva, capaz de establecer el verdadero estatuto
de las ciencias formales -lógica y matemáticas- y de las empírico-formales -ciencias
físicas, biológicas, sociales- debe ser necesariamente histórica. En otros términos: una
disciplina que toma el conocimiento científico como investigación debe tener en cuenta
la historicidad de ese objeto.
Para él, las ciencias nacen y evolucionan en circunstancias históricas bien
determinadas, y lo que importa es que se descubra la génesis, la estructura y el
funcionamiento de los conocimientos científicos.
Esta filosofía tendrá por misión distinguir, en los discursos científicos, aquello
que pertenece a la práctica científica de aquello que proviene de las ideologías, de ahí la
función de vigilancia atribuida por Bachelard a esta nueva epistemología. Es ella la que
intentará descubrir aquello que las ideologías insisten en recubrir: los valores
ideológicos que intervienen en la práctica científica. Su papel histórico fundamental
consiste en dar a la ciencia la filosofía que ella merece, una filosofía abierta y móvil,
que renuncia en forma sistemática a su espacio cerrado y al inmovilismo. En tanto
histórico, el objeto de este pensamiento, la ciencia, debe producir en cada momento sus
propias normas de verdad y los criterios de su existencia. Y no sólo esto, sino que esta
filosofía descalifica toda pretensión de formular un racionalismo general; la
epistemología bachelardiana es un racionalismo regional: la inexistencia de criterios de

19
racionalidad válidos para todas las ciencias exige la investigación minuciosa de varias
regiones de cientificidad.
Esta perspectiva es llamada, acertadamente, materialista racional en tanto es un
materialismo instruido y no ingenuo, operante y no dócil, que no recibe pasivamente su
materia, sino que se da su materia, que la construye.
En estas últimas posiciones podemos ubicar no sólo a la producción
bachelardiana, sino también a la de otros grandes epistemólogos cuyo pensamiento
forma algunas de las grandes corrientes epistemológicas de la actualidad. Nos referimos
específicamente al pensamiento de Michel Foucault y de Jean Piaget 1 .
El primero de ellos, Foucault, propone un estudio arqueológico de la episteme
occidental en lo que constituye una arqueología de las ciencias humanas: el
descubrimiento de sus raíces y de sus primeros gérmenes epistemológicos, antes incluso
que ellas aparecieran y que fueran bautizadas con sus actuales denominaciones, como
ciencias humanas.
Lo que Foucault pretende analizar es la episteme occidental (FOUCAULT,
1967), palabra que en el sentido epistemológico antiguo significa “opinión” o “saber
precientífico”. En el siglo XVII, ya bajo la influencia del cartesianismo filosófico y
científico, la episteme se presenta como el pensamiento del hombre culto -con todo lo
que ella comporta de opinión, de adquisiciones culturales anteriores a la ciencia y al
Cogito, de hábitos extraños o contrarios a los del Cogito y a los de la ciencia- ahora ya
impregnado por las emergencias de ese Cogito y de esas ciencias, así como por su
filosofía y su metodología (DESCARTES, 1951).
El interés de Foucault, decíamos, es estudiar los momentos sucesivos de la
episteme occidental, descubrir las etapas de su progreso, estableciendo las formaciones
epistemológicas de las que dependen actualmente la emergencia y la organización de las
ciencias humanas.
Y es justamente en el dominio epistemológico que se va constituyendo en este
devenir que aparecen los primeros núcleos de ese saber en referencia a los cuales
comienzan a constituirse las ciencias humanas. Se define así, en la episteme clásica, un
lugar epistemológico donde van a congregarse -según sus afinidades-, y a asumir
fisonomías específicas, antiguos esbozos de conocimiento. No se trata, todavía, de los
saberes modernos, sino de formaciones de carácter original y de duración transitoria,
pero que dejaron vestigios en el tiempo, sobre todo en las obras de la cultura. De allí, en
un primer sentido, el carácter arqueológico de ese estudio: vuelto a ciertas obras en
tanto monumentos de una época, pero que dan cuenta del clima general del pensamiento
y del saber de un período histórico, constituyendo, por así decirlo, los “archivos” de una
cultura y de su saber. Aparece, entonces, el segundo sentido del carácter arqueológico:
se puede leer mejor en el estado antiguo que en el nuevo lo que fueron los comienzos y
los principios generadores de las disciplinas científicas. La vuelta al pasado esclarece el
presente y facilita su lectura en profundidad, y así comprendemos el sentido ulterior de
la episteme, que surgió con el siglo XIX y en el cual todavía nos encontramos.
La arqueología, ciencia de las cosas viejas, también es para la ciencia, en cierta
medida, disciplina de las iniciativas capitales y de las inspiraciones fundamentales. De
ahí la importancia de retornar a los estadios antiguos del saber para interrogarse sobre su
constitución y sobre su funcionamiento epistemológico.

1
Las posiciones siguientes han sido incorporadas al texto original en abril de 1998.

20
Las palabras y las cosas es, entonces, un gran fresco, cautivante e instructivo, de
la historia genética de las ciencias humanas; tenemos así un primer modelo de estudio
de las relaciones de todo el conjunto de las ciencias humanas con un presupuesto de
saber y de cultura del que ellas terminan por emerger con la fisonomía que presentan
hoy. Arqueología, especie de epistemología “a la Piaget”, pero transportada del sujeto
individual, estudiado en su devenir mental, al sujeto colectivo, representado por una
población pensante en su devenir histórico, y por una especie de generaciones sucesivas,
interesando más por las etapas filogenéticas -la herencia cultural- que por las
ontogénesis individuales de la formación colectiva del saber. De ahí su importancia
fundamental para todos aquellos que se preocupan por la epistemología general de las
ciencias humanas.
En tanto epistemología, la arqueología de Foucault puede visualizarse como una
filosofía del concepto, pues su teoría de la episteme no es otra cosa, como el mismo
reconoce, sino una teoría acerca de un sistema. No se trata de una teoría del método
científico, sino de un dispositivo que funda el sistema de las ciencias, su campo
epistemológico, su estructura y su historia. Él llega al concepto de episteme por una
“demarche” -paso, tentativa o proceder- arqueológica: búsqueda de las génesis ideales
de la época clásica. A diferencia de las demás arqueologías, la propuesta por Foucault
no nos enfrenta al descubrimiento del origen del hombre sino al fundamento de las
ciencias del hombre. El campo o dominio donde ella se sitúa no es la ciencia, sino el
suelo sobre el cual se construye esa ciencia, lo que establece el espacio general del
saber, así como las afinidades entre las ciencias.
Para esta epistemología, lo importante no es el objeto tratado por una ciencia,
sino el lugar que esta o aquella ciencia ocupa en el espacio del saber, ...es la
complejidad de la configuración epistemológica en que ellas se encuentran situadas
(FOUCAULT, 1967), lo que explica sus dificultades, sus dudas y su precariedad.
La arqueología del saber de Foucault no es punto de partida sino un punto de
llegada; es el resultado de un proceso, también histórico, en el que, para definirse, la
arqueología procuró situarse siempre en relación a la epistemología como se practica en
Francia a partir de Bachelard. En efecto, un minucioso análisis de la “demarche” de
Foucault evidencia claramente un progresivo distanciamiento de las tesis
epistemológicas -siempre tenidas en cuenta- que torna posible un nuevo tipo de historia:
la especificidad de la historia arqueológica puede ser delimitada a partir de la
problemática de la racionalidad, pero el eje que recorre es el de práctica discursiva-
saber-ciencia: ...la arqueología encuentra el punto de equilibrio de su análisis en el
saber ... (FOUCAULT, 1995: 307) y no necesariamente en el conocimiento. Saber que
en la misma obra es definido como ...este conjunto de elementos formados de manera
regular por una práctica discursiva y que son indispensables a la constitución de una
ciencia, aunque no estén necesariamente destinados a darle lugar... (FOUCAULT,
1995: 306). De ahí que Foucault se preocupe en ese texto de diferenciar los dominios
científicos de los territorios arqueológicos, dado que sus principios de organización
son totalmente distintos. Los territorios arqueológicos pueden perfectamente atravesar
los textos filosóficos, o los literarios, tan bien como unos textos científicos: ...las
ciencias aparecen en el elemento de una formación discursiva y sobre el fondo un de
saber... (FOUCAULT, 1995: 309).
La historia de la locura (FOUCAULT, 1972), El nacimiento de la clínica
(FOUCAULT, 1963), Las palabras y las cosas (FOUCAULT, 1967), con sus análisis
históricos de la locura, de la clínica médica y de las ciencias humanas, presentan
conclusiones de una sorprendente novedad para el estudio de esas cuestiones, señalando

21
al mismo tiempo el nacimiento y desarrollo de un tipo de investigación original con
relación a los métodos de la historia de las ciencias. La arqueología del saber ya no es
una investigación histórica, sino una reflexión sobre los procederes contenidos en el
trabajo de investigación de los libros anteriores. Es un texto construido sobre ellos pero
en el que procura precisar mejor sus categorías de análisis, superar dificultades
encontradas por él mismo o apuntadas por otros, y proponer nuevas direcciones para su
proyecto teórico. Y en tanto tal, es un testimonio de que su trabajo teórico es un
proyecto que propone, revisa, profundiza y rectifica, pretendiendo sistematizar lo que,
de modo no homogéneo, fue practicado, redefiniendo más de una vez la historia
arqueológica.
En dicho texto expone, en primer lugar, el método arqueológico a partir de sus
objetos: el discurso, el enunciado, el saber, estableciendo inmediatamente las relaciones
entre estos enunciados y las formulaciones metodológicas anteriores, dando cuenta de
sus diferencias con la epistemología, explicando la aparición de los saberes a partir de
las condiciones de posibilidad externas a ellos mismos e, incluso, situándolos como
elementos de un dispositivo de naturaleza política. Es ese análisis de los saberes que
pretende explicar su existencia y sus transformaciones, situándolos como piezas de
relaciones de poder o incluyéndolos en un dispositivo político, tomando un concepto de
Nietzche e inaugurando un nuevo tipo de análisis que, con el texto Vigilar y castigar
(FOUCAULT, 1975) se denominará genealogía o microfísica del poder, apareciendo
más claramente su sentido. En grandes rasgos, el aparato de Estado es un instrumento
específico de un sistema de poderes que no se encuentra solamente localizado en él,
sino que lo sobrepasa y complementa. Produce así una ruptura en relación a las ciencias
y filosofías políticas que privilegian, en sus investigaciones sobre el poder, la cuestión
del Estado. Estudiando la formación histórica de las sociedades capitalistas, mediante
investigaciones precisas y minuciosas sobre el nacimiento de la institución carcelaria y
la constitución del dispositivo de la sexualidad, Foucault señala una distancia entre
poder y Estado -algo nuevo e inusitado para la época-. Lo que aparece claramente es la
existencia de formas diferentes de ejercicio del poder, articuladas a él de manera diversa
y que conforman las redes de poder que imperan en una sociedad. Esto que Foucault
llama la “microfísica del poder” encuentra sus procedimientos técnicos en un control
preciso, detallado, del cuerpo: gestos, actitudes, comportamientos, hábitos, discursos.
De ahí la importante y polémica idea de que el poder no es algo que se detente como
una cosa, como una propiedad, que se posee o no se posee. Rigurosamente hablando,
el poder no existe; lo que existen son prácticas o relaciones de poder, lo que
significa decir que el poder es algo que se ejerce, que funciona como una maquinaria
social que no está situada en un lugar privilegiado o exclusivo, sino que se disemina por
toda la estructura social -que circula-. Es lucha, enfrentamiento, relaciones de fuerza,
situación estratégica. Ese tipo específico de poder que Foucault llamó “disciplina” o
“poder disciplinar” y que se caracteriza como un tipo de organización del espacio,
como un control del tiempo, cuyo instrumento más eficaz es la vigilancia, implica un
registro continuo de conocimientos: al mismo tiempo que ejerce un poder, produce un
saber. Como aspectos interrelacionados, se sirven unos a otros de punto de apoyo y, en
tanto técnicas, se adaptan a las necesidades específicas de diversas instituciones con
objetivo similar, consideradas desde el punto de vista político: tornar al hombre útil y
dócil.
De allí una de las tesis fundamentales de la “genealogía” (FOUCAULT, 1992):
el poder es productor de individualidades, el individuo es una producción del poder y

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del saber. El poder disciplinar no destruye al individuo, al contrario, lo construye. Y este
es un análisis histórico y específico /FOUCAULT, 1980).
Otra importante novedad de esas investigaciones es no considerar pertinente la
diferenciación entre ciencia e ideología. La opción de no establecer criterios de
demarcación entre una y otra fue lo que hizo situar a Foucault a su arqueología, en el
final de su trayectoria, como una historia del saber. Todo conocimiento, sea científico o
ideológico, sólo puede existir a partir de condiciones políticas imprescindibles para que
se formen tanto el sujeto cuanto los dominios del saber. La investigación del saber no
debe remitir a un sujeto de conocimiento que sería su origen, sino a las relaciones de
poder que lo constituyen. No hay saber neutro, todo saber es político, porque todo saber
tiene su génesis en relaciones de poder. El fundamento del análisis es que saber y poder
se implican mutuamente: no hay relación de poder sin constitución de un campo del
saber y, recíprocamente, todo saber constituye nuevas relaciones de poder. Todo punto
de ejercicio de poder es, al mismo tiempo, un lugar de formación de saber. Y, en
contrapartida, todo saber asegura el ejercicio de un poder.
Estos son, grosso modo, algunos principios de la genealogía de los poderes que
Michel Foucault realizó en los últimos años.
Por otro lado, el pensamiento de Jean Piaget se centra en lo que él mismo
llamara una epistemología genética, expuesta en tres obras: Introducción a la
epistemología genética (1950), Lógica y conocimiento científico (1967) y La
epistemología de las ciencias del hombre (1970). Esta epistemología es la extensión -
desde Ginebra a todo el campo de las ciencias humanas- de la metodología que permitió
a Piaget la efectivización de sus valiosos trabajos sobre el desarrollo de los niños, la
adquisición del lenguaje, el desenvolvimiento de la inteligencia, la formación del juicio
moral, etc..
Ella se ocupa, como el mismo Piaget lo enuncia en sus obras, de la constitución
de conocimientos válidos, es decir, de las condiciones de acceso, de los procesos de
adquisición de los conocimientos, de las condiciones “constitutivas” -formales o
experimentales- que dan cuenta de la validez de los conocimientos y de las que remiten
a la relación entre el sujeto y el objeto en el proceso de estructuración del
conocimiento. Para Piaget sólo hay ciencia cuando se encuentran reunidos tres
elementos:
 Elaboración de los hechos.
 Formalización lógico-matemática.
 Control experimental.
Piaget se interesó particularmente por los métodos de análisis genéticos, que
intentan comprender los procesos de conocimiento científico en función de su desarrollo
y de su propia formación, métodos referidos al desenvolvimiento histórico del
conocimiento en el interior de las sociedades y a su transmisión cultural (métodos
histórico-críticos), en el sentido de una sociogénesis, por un lado, y en el sentido de una
psicogénesis de las nociones y estructuras operatorias elementales que se constituyen en
el recorrido del desarrollo individual, por el otro.
En este último sentido fue en el que más se destacó su contribución, al intentar
fundar la construcción de una estructura de conocimiento o de acción en interacción con
las actividades del sujeto constituyente, permitiendo el descubrimiento de las
principales estructuras operatorias de las ciencias humanas.

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De entrada, Piaget se rebela contra una epistemología con entidad filosófica y
que pretenda construir una teoría del conocimiento imponiéndose a priori al sistema de
las ciencias. Él defiende la constitución de una epistemología científica, libre de toda
teoría filosófica o de cualquier contaminación ideológica del conocimiento y que se
constituya en medio de las ciencias existentes. Por eso no es tarea de la epistemología -
filosófica- preguntarse qué es el conocimiento.
De esa concepción deviene la noción de método genético, en tanto toda ciencia
está en desenvolvimiento progresivo indefinido de estados sucesivos de conocimiento,
es decir, debe ser considerado siempre -metodologicamente- como relativo a un estado
anterior de menor conocimiento y como susceptible de constituir ese estado anterior en
referencia a un conocimiento más elaborado.
La epistemología no es sino una especie de anatomía comparada de las
estructuras mentales del sujeto cognoscente. Así, el estudio comparado de las
estructuras mentales que intervienen en el desenvolvimiento científico puede
organizarse en lo que Piaget llama el método histórico-crítico.
En último análisis, el método completo de la epistemología genética está
constituido por una íntima colaboración de los métodos psicogenético e histórico-
crítico. Sólo el método psicogenético, dice Piaget, es capaz de producir el conocimiento
de los estadios elementales de la constitución progresiva de las operaciones
intelectuales; el método histórico-crítico, a su vez, produce el conocimiento de los
estadios intermedios y superiores de aquellas operaciones.
Al hablar de este método psicológico traspasado a la epistemología, Piaget
precisa que está hablando de una psicología de la acción, es decir, un estudio de la
génesis de las operaciones del pensamiento y de su establecimiento lógico. Piaget
afirma que la acción precede al pensamiento. Este último consiste en una composición
más rica y coherente de las operaciones que prolongan las acciones, interiorizándolas.
El método genético opera desde la acción efectiva hasta las operaciones más
formalizadas, habilitando una epistemología genética que puede ser considerada -desde
otra perspectiva epistemológica- una práctica teórica, porque este estudio se centra
sobre la acción del pensamiento y se constituye como el saber de la acción.
El círculo del conocimiento se formaliza con el sujeto que sólo se conoce por
intermedio del objeto, y sólo conoce el objeto a través de su actividad. Es lo que Piaget
llama un círculo vivo, ya que comporta desarrollo y crecimiento indefinidos, proceso
que podría ser imaginado como una especie de espiral. Así, esta epistemología genética
permanecerá esencialmente abierta.
Su convicción fundamental es que los conocimientos resultan de una
construcción, constituyéndose en una creación continua de estructuras siempre nuevas.
Además de ello, es indispensable que las investigaciones sean hechas por un equipo
interdisciplinario, capaz de realizar una colaboración entre las disciplinas y entre los
sectores heterogéneos de una ciencia, de tal forma que haya cierta reciprocidad en los
cambios y los investigadores se enriquezcan mutuamente. Para ser realmente
interdisciplinarias, y no meramente multidisciplinarias, las investigaciones deben
lograr un nivel de abstracción muy elevado, extrayendo de las ciencias humanas sus
mecanismos comunes y no solamente algunas colaboraciones esporádicas y sin
integración metodológica.
Piaget se diferencia del positivismo porque critica a la filosofía, en su nivel
especulativo, por su falta de criterio objetivo que posibilite un control intersubjetivo; el

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positivismo critica todo tipo de especulación y condena en bloque a toda filosofía. Este
epistemólogo, en cambio, sostiene que el científico que no pasa por la filosofía es
convierte en portador de una dolencia incurable, y por ello se rebela contra el
positivismo, que se aferra única y exclusivamente a los hechos observables; pero se
rebela también contra la especulación filosófica, en tanto no sea capaz de producir
instrumentos de control y de verificación.
De allí Piaget concibe la posibilidad de un pasaje de la especulación a una
ciencia experimental, en el dominio de la teoría del conocimiento. Su gran mérito es el
de haber creado una base de experimentación propia para la epistemología, aislando y
formulando los problemas del desarrollo del conocimiento en un lenguaje que posibilitó
el control experimental. Su psicología de la inteligencia, o del desarrollo infantil, por
importante que pueda parecer, es sólo un aspecto derivado -y secundario- de una
empresa epistemológica.
El sujeto epistémico, o sujeto del conocimiento, se produce por un
descentramiento del sujeto individual. En el proceso de abstracción que significa la
organización de las estructuras mentales, la asimilación representa el aspecto estático
del conocimiento, mientras que la acomodación es su aspecto dinámico. El objeto
desempeña un papel sólo de ocasión, es decir, no se inscribe tal cual.
Piaget establece que el punto de partida del conocimiento es el conocimiento
sensorio-motriz. Cuatro niveles irán constituyendo las etapas de maduración mental:
1. La ausencia de diferenciación entre la actividad, real o imaginaria, ejercida
sobre el objeto.
2. Las operaciones concretas, con diferenciación de los dos aspecto
mencionados.
3. Las operaciones formales, con diferenciación tan fuerte que las abstracciones
preceden a la realidad experimental, de la que se liberan por completo.
4. Las construcciones axiomatizadas, que transforman las abstracciones reales
en simples casos particulares de las abstracciones posibles.
Por lo tanto, los niños adquieren los conocimiento actuando sobre los objetos, es
decir, no organizan los objetos sino su propia actividad, mentalmente y de modo
consciente. El conocimiento se produce por la dialéctica de esas dos estructuras de
transformación; por eso, todo conocimiento comporta un aspecto de nueva elaboración.
En el fondo, el propio Piaget confiesa que su epistemología es naturalista sin
ser positivista; que ella jerarquiza la actividad del sujeto sin ser idealista; que se apoya
sobre el objeto, pero considerándolo como un límite. Lo que importa, dirá, es que ella
debe ver el conocimiento, sobre todo, como una construcción continua.
A diferencia de la epistemología lógica, que utiliza métodos estrictamente
formalizantes -positivismo anglosajón-; diferente de la epistemología histórica, que
privilegia los métodos histórico-críticos para el análisis de la actividad científica -
Bachelard, Canguilhem y Foucault-, la epistemología genética de Piaget tiene por
objetivo central la elucidación de la actividad científica a partir de una psicología de la
inteligencia. Ella no duda en preguntarse cómo se construye la inteligencia, desde las
primeras actividades prácticas y perceptivas del niño sobre un objeto hasta la
elaboración de los conceptos que están en el origen de los conocimientos de la física, las
matemáticas, etc.

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Paradójicamente, la epistemología de Piaget es profundamente kantiana. Kant,
para justificar la física elaborada por Galileo y Newton a fines del siglo XVIII,
construyó una teoría del conocimiento intentando poner en evidencia el hecho de que el
objeto conocido sería, al mismo tiempo, algo dado y algo construido. En la perspectiva
kantiana, lo dado o irreversible es aquello que la experiencia puede rodear pero sin
reducir por completo. Al mismo tiempo, habría una organización previa, a priori,
inconsciente, de este dado, proveniente de la naturaleza misma del sujeto cognoscente.
El estructuralismo genético y constructivista de Piaget parece esforzarse por determinar
experimentalmente las condiciones reales en que se construyó tal sujeto cognoscente.
No puede negarse que la epistemología de Piaget, aunque intente superar el
positivismo en sus formulaciones, se inscribe en la prolongación de la tradición
positivista que, en el dominio de la teoría del conocimiento, pretende elaborar una
ciencia de la ciencia o una ciencia de la organización del trabajo científico, dando el
nombre de epistemología científica a esta teoría del conocimiento preservada de toda
contaminación filosófica, aceptando -conscientemente o no- la posibilidad de generar
una metaciencia que se sitúa en un nivel superior a la ciencia que toma por objeto.
Tanto la epistemología lógica como la genética dejan sin solución el problema
esencial del conocimiento científico: el del lugar y el del funcionamiento de las
investigaciones científicas dentro del orden, del contexto socio-cultural vigente. Esas
investigaciones se integran en todas las formaciones sociales y en todos los modos de
poder; ellas participan activamente del desarrollo socio-político-económico -real o
aparente- de las fuerzas productoras y forman, así, el eje de nuestra modernidad, de
nuestra racionalidad contemporánea.

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