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Los caminos del autoconocimiento no pasan únicamente por lo consciente, sino también
por el inconsciente. Una de las maneras de ponerse en contacto con el inconsciente es
mediante los sueños. Durante los sueños el consciente se desactiva y se activa el
inconsciente.
Primer sueño
El castillo, un símbolo utilizado por bastantes místicos, incluso Santa Teresa de Ávila,
quien lo interpreta como el sitio del Rey. En el sueño de Francisco, el castillo representa
a sí mismo.
Los escudos y las armas simbolizan los conflictos que sacudían los adentros de
Francisco.
La presencia del símbolo de Caballero en sus sueños, representa su deseo aún presente
en el inconsciente de ser caballero.
La represión es la otra cara de la obsesión. Cuando una persona está obsesionada por
algo, por lo general está reprimiendo algo. A veces nuestros sueños no coinciden con los
sueños que Dios tiene para nosotros. Nuestros sueños son apenas parte del gran sueño
de Dios, por eso no es el fin del mundo cuando nuestros sueños no se realizan. Lo
importante es que descubramos y vivamos los deseos y sueños de Dios para nosotros.
Lentamente, Francisco va entrando en esta intuición.
En su caso, su obsesión por ser caballero aparece reprimida en sus sueños. Francisco
sigue huyendo y reprimiendo su ser frágil, proyectándose como caballero y huyendo de
la invitación a la integración de su ánima.
Segundo sueño
El acontecimiento sucedió camino hacia Pulla, donde Francisco quería retomar las
armas. Una voz insistió en preguntarle: —¿Quién puede favorecerte más el siervo o el
señor? —El señor, respondió Francisco. Y la voz añadió: ¿Entonces por qué buscas al
siervo en lugar del señor? Replicó Francisco: ¿Qué quieres que haga señor? Y la voz le
respondió: —Vuelve a tu tierra porque yo haré que tu visión se cumpla espiritualmente.
Ahora bien, tenemos que discernir nuestros deseos. Tenemos que poner mucho cuidado
en nuestras motivaciones, lo que nos llama la atención porque estas cosas, por las
buenas o por las malas, va formando y dando dirección a nuestras vidas. Los deseos van
construyendo el horizonte de nuestra vida.
El hombre moderno se encuentra sofocado con mil deseos. Intenta responder a todos,
sin embargo no logra ninguno y por eso vive superficialmente. El mal espíritu trata de
mantener a la persona lejos de su fuente y deseo esencial. Hay que pedir iluminación del
espíritu para despojarse de los mil deseos superficiales y poder vivir el deseo esencial.
Francisco tenía su deseo: quería ser grande. Para conseguirlo quería ser caballero, e
incluso en la cárcel anhelaba la grandeza. En su primer sueño vemos su deseo de ser
caballero.
Pero ser caballero tiene como costo matar muchos inocentes: mujeres, niños y pobres.
Tiene como costo acallar muchas preguntas esenciales. ¿Cuántas personas han dejado
de ser grandes seres humanos por la fama y la grandeza en el mundo?
Ser caballero, o en términos modernos ser militar, es perder la humanidad matando para
conquistar la gloria mundana.
En la noche de Espoleto, Francisco comprendió que al querer ser grande se frustraba su
destino de ser un gran ser humano.
La respuesta de Francisco: “¿Qué quieres que haga, Señor?”. Aquí vemos cómo a
Francisco le falta todavía captar la dinámica del Señor. No es tanto lo que quiero hacer
por el Señor, sino lo que el Señor quiere hacer en mí. Y lo que estoy dispuesto a dejar al
Señor hacer en mí y a través de mi persona. Aquí el ejemplo de María en su Magnificat
es pertinente: “El Señor ha hecho grandes cosas en mí, su nombre es santo y su
misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
Una vez más, el enfoque no es sobre el hacer sino sobre el ser. La voz cuestiona a
Francisco no solamente sobre sus metas, también sobre sus medios.
Para volver a nuestro ser esencial tenemos que despojarnos de nuestra imagen
superficial, ir más hondo para descubrir nuestro ser imagen de Dios.
La voz de Espoleto apagó su deseo de ser caballero, pero no su deseo de vivir la verdad.