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¡Un último adiós al diezmo!

El tema del diezmo es muy conocido para cualquier creyente. Aunque no todos hemos recibido la misma
enseñanza, todos nos hemos encontrado con alguna manifestación de este concepto en nuestro camino.
Sin embargo, propongo que no sigamos hablando del diezmo en nuestras iglesias. Las razones para darle
un último adiós son múltiples:

No hay razón en el Nuevo Testamento para seguir con esta práctica

Los diezmos eran parte de un complejo sistema político diseñado para Israel. Entre otras cosas se usaban
para sostener a la tribu de Leví que ministraba en el tabernáculo y a quien no se permitía tener tierra en
posesión (Núm 18:24). Con el nacimiento de la iglesia hay un cambio de paradigma en muchos aspectos
porque su realidad es muy distinta a la del pueblo de Israel. Las ordenanzas sobre la organización política
no se renuevan, puesto que la iglesia no funciona como un país. Con respecto a la enseñanza sobre el
diezmo podemos observar también que no se renueva. La única vez que se menciona, es cuando Jesús
argumenta con los escribas y fariseos para hacerles caer en cuenta de su hipocresía (Lc 11:42, Mat 23:23),
más no para dejar instituida la regla para los creyentes.

No podemos elegir arbitrariamente leyes que eran parte de la mencionada organización política y darles
vigencia para hoy. Si actuamos así con el concepto del diezmo, fácilmente podríamos introducir otras
regulaciones que se dieron en el mismo contexto como el año de jubileo, el diezmo de los diezmos,
primicias, exigir que los ministros no puedan tener tierra en propiedad (cf. Lev 18:21) o dedicar ciudades
apartadas para uso de los ministros (cf. Núm 35:1), etc.

Igualmente tenemos que tener cuidado con textos como Malaquías 3:10 (“Probadme ahora en esto…”)
que constituye la exhortación de Dios a su pueblo Israel a cumplir con su parte del pacto. “Cumplan
ustedes, entonces Yo cumpliré,” les dice. Es vital que entendamos que estos textos no pueden ser
aplicados a nosotros hoy en día porque el pacto a que se hace referencia es el pacto entre Dios e Israel.
Las condiciones son diferentes para nosotros hoy en día.

¿Por qué volver a Egipto?

El pacto entre el pueblo de Israel y Dios fue sustituido por uno nuevo; un pacto de misericordia y gracia
con la humanidad. Pasajes como Hebreos 8:6-13 nos hablan de esta realidad y Gálatas 5:1 nos advierten
que no volvamos a la esclavitud de la ley. Insistir en el diezmo sería no entender o, aún peor, menospreciar
el cumplimiento de la ley en Cristo. ¿Por qué querríamos arrastrar leyes que aplicaban para el pueblo de
Israel si estamos en la era de gracia? ¿Por qué volver a Egipto?

Más católico que el papa

Si un ciudadano del antiguo Israel observara nuestra práctica de diezmar de hoy en día, no entendería que
estamos tratando de imitar lo que leemos acerca de esta ley en el Antiguo Testamento. Para él, pagar el
diezmo era básicamente pagar impuestos, así que se preguntaría por qué no nos conformamos con pagar
el IVA. “Porque este dinero no va para la iglesia.” le explicaríamos. “Pero, por qué se lo piden a los pobres,
si ellos en mi tiempo no pagaban nada?” preguntaría también. “¿Cómo?” exclamaríamos asombrados.
“¿No pagaban nada??” “No, porque se diezmaba sobre las posesiones y las cosechas, así que los que no
tenían nada no pagaban nada, más bien, ellos recibían parte de los diezmos.” (cf. Deut 14:28-29, 26:12-
15)

¿Cómo es eso que insistimos en una práctica que ni siquiera refleja bien la práctica del Antiguo
Testamento? ¿Con qué cara les exigimos a los pobres que cumplan con esta ley cuando justamente ellos
fueron eximidos de la misma? ¿Y por qué no la aplicamos con todo el peso a los ricos, pidiendo que paguen
sus diezmos también sobre el valor de sus propiedades? Nuestra práctica es totalmente incoherente.

10% para Ti… ¡90% para mi!

A veces, lo bueno es enemigo de lo mejor. Si nos acostumbramos a dar un 10%, fácilmente podemos
olvidar que las exigencias para los discípulos de Cristo son mucho mayores. Cristo no enseña el diezmo;
podríamos decir que él reemplaza a esta enseñanza con la “ley del todo”; ¡un 100% le pertenece a Dios!
Esto se deja bien claro en frases retadoras como “cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus
posesiones, no puede ser mi discípulo” (Lc 14:33).

Así que el desafío para la iglesia no consiste en enseñar a sus miembros a dar un 10% sino que el verdadero
reto es formar creyentes con una convicción absoluta que Dios es dueño de todo (Salmo 24:1) y que todo
está a su disposición en cualquier momento (Hch 2:44-47), creyentes que no se excusan ante un llamado
de Dios, argumentando que ya cumplieron porque ya entregaron su diezmo a la iglesia, como se excusaron
los fariseos en su tiempo (Mat 15:5).

Con el perro entran las pulgas…

Muchos estarían de acuerdo en que el diezmo no es una ley que tiene que ser cumplida hoy en día, pero
igual la promueven como una forma de incentivar a los creyentes a ofrendar. Pero ¿no hay otra forma de
hacer esto? ¿Por qué no dejar de usar el término “diezmo” del que en nuestro contexto se ha abusado
tanto para infundir culpabilidad o manipular? En nuestro tiempo ya no es un término neutral y será difícil
evitar que al usarlo se arrastre la connotación de obligación o “origen seguro de mi futura prosperidad”
que se le ha dado en el ámbito de la teología de la prosperidad, una herejía que se quiere ir insertando
más y más en nuestras congregaciones. Al usar este término tan cargado de ideas heréticas, hacemos a
los miembros de la iglesia vulnerables. Si nos distanciamos de una vez de dicha herejía, cerramos las
puertas a posibles abusos y manipulaciones.

Pero la Palabra es la Palabra

No quiero dar la idea de que se está desechando el Antiguo Testamento. A través de sus leyes podemos
entender mucho acerca del corazón de Dios y sus prioridades. Así que, aunque la ley del diezmo no sea
vigente para nosotros, podemos aprender que:
• El pueblo de Dios es responsable de sostener las estructuras y los trabajadores con sus aportes.
Esto sigue siendo verdad para nosotros (véase también 1 Cor 9:3-12).
• Es sabio presupuestar una ofrenda regular (con un monto significativo) y no solamente dar “lo
que me sobra.” Qué fácil es decir “todo le pertenece a Dios” pero dejar que los meses pasen sin
dar un solo aporte importante.
• El que tiene más, debería de dar más.
• No solamente la infraestructura de la iglesia se debería beneficiar por las ofrendas, sino también
los pobres y necesitados.

A la luz de todo lo mencionado arriba podemos concluir que necesitamos renovar nuestro concepto
acerca de dar al Reino de Dios teniendo en mente la plenitud del contexto neotestamentario y no
limitarnos a una ley del Antiguo Testamento tan arbitrariamente elegida entre muchas otras y, encima de
todo, mal representada. ¡Digámosle adiós al diezmo!

¡Un último adios al diezmo! Parte 2 – La iglesia primitiva


NO diezmó, por Gary Shogren
Sigo escuchando que el diezmo era práctica de la iglesia postapostólica, pero nada puede estar más
equivocado. Por lo que he podido determinar, los cristianos no diezmaban como una regla antes del final
del cuarto siglo d. C.; hasta ese momento los padres no dijeron que el diezmo era mandatorio ni aun
aceptable como una práctica cristiana. Por ejemplo:

Los primeros [los judíos] tenían dedicados a lo sagrado solamente la décima parte de sus bienes, mientras
que los que recibieron la libertad destinan todos sus bienes para uso del Señor, […] como aquella viuda
pobre que echó todo su sustento en la sala del tesoro de Dios. [Ireneo, Contra las herejías 4.18.2; también
4.13.2, c. 180 d. C.]

De manera similar, su contemporáneo Clemente de Alejandría dijo que el diezmo servía para mostrar a
los Israelitas que debieran apoyar a sus sacerdotes y también mostrar misericordia a los pobres (Stromata
2.18).

En el siglo 2, Cipriano de Cartago escribió que los creyentes debieran diezmar para pagar a los líderes de
la iglesia y ayudar a los pobres. Sin embargo, más allá de Cartago en África del Norte, la práctica
aparentemente no aplicó (Carta 65). Se encuentra la misma idea en las Constituciones de los Apóstoles
(siglo 3 o 4).

Agustín de Hipona, en el Enchiridion o De fide, spe et caritate 67 [NPNF 1, 4, p. 262] de 388 d. C., describió
cómo los monjes ofrendan un diezmo de su trabajo y viven comunalmente; en ese pasaje no especifica
que el diezmo es una norma para todos los cristianos sino solamente una ofrenda voluntaria para los
super-dedicados.
Nadie en el Nuevo Testamento ni en los cuatro primeros siglos dijo que el diezmo es el mínimo que un
cristiano debe dar. Por fin, unos pocos años después del Enchiridion, Crisóstomo comentó sobre 1 Cor 16
y recomendó que los cristianos dieran diez por ciento como mínimo, pero claramente afirma que él no
“establece una ley.” [Ver Crisóstomo, i ad Corinthios 43.7]. Luego Agustín se quejó que “Los fariseos
diezmaban todo lo que tenían, entregaban la décima parte de todos sus bienes, y lo ofrendaban. No es
fácil encontrar un cristiano quien haga tanto.” [Agustín, Sermón sobre Lucas 11:39,
http://www.newadvent.org/fathers/160356.htm]; “[el fariseo] ofrendaba la décima parte; usted ni aun
ofrenda la milésima parte.” [Salmo 147, NPNF 1, 8, p. 668].

Hierónimo dijo que “yo vivo en el diezmo”, sin embargo es probable que él hablara de manera metafórica.
[Carta 52.5, 394 d. C., NPNF 2, 6, p. 91]

Por fin, el católico Concilio de Mâçon [585 d. C.] decretó en su Canon 5 que el diezmo es un mandato
divino para la iglesia y que los creyentes habían diezmado por muchos siglos, pero luego habían
abandonado la costumbre. A la vez, el Papa Gregorio Magno [590-604 d. C.] dijo que el diezmo era
mandatorio y fue parte de la ley durante la Edad Media.

Martin Lutero rechazó la práctica de diezmar en 1525 mientras los católicos en el Concilio de Trento
Decreto 8, Cap. 12 enseñaron que “Los diezmos se deben pagar enteramente; y excomulgar los que hurtan
o impiden.”

[Nueva información – el 6 de agosto, los arqueólogos anunciaron que habían descubierto las ruinas de un
llamado “granero del diezmo” en Southam, Inglaterra. Eran usados para almacenar un décimo de lo que
los agricultores producían, que debían dar a la iglesia romana. Estaría lleno de a menudo trigo o cebada.
El arqueólogo Andrew Mann dijo: “Los graneros del diezmo jugaron una parte significativa en la vida
medieval.” La excavación demuestra que la práctica del diezmo fue una católica de la Edad Media, una
costumbre que los reformadores rechazaron.]

Entonces, el diezmo no fue una práctica cristiana por siglos; luego fue voluntario; luego un mínimo
voluntario; en la Edad Media y más allá fue obligatorio; en los primeros días de la Reforma no fue
mandatorio entre los creyentes.

¿Por qué la doctrina del diezmo es tan universal en América Latina? Por razones históricas: antes de los
años 1800, las iglesias norteamericanas recibieron su apoyo económico por dos fuentes, los impuestos y
por alquiler de bancos. Luego, las iglesias empezaron a “pasar la canasta” y enseñar la doctrina de diezmar.
Por tanto, los misioneros comunicaron la misma doctrina cuando evangelizaron América Latina.
¡Un ultimo adios al diezmo! Parte 3 – Resumen del
Intercambio, por Nadia Hirsig
¡Un último adiós al diezmo! Esta fue la propuesta de entrada y también la conclusión final de mi artículo
sobre la bien conocida práctica en nuestras iglesias de “dar el diezmo”. Parece que algunos lectores vieron
esta frase y la interpretaron como “dígale a su pastor que ya no cuenta con usted” o “dejen a sus iglesias
en la ruina.” Es claro que el concepto del diezmo culturalmente ha estado combinado con la idea de serle
fiel a Dios, por eso, la propuesta de despedirnos de esta costumbre naturalmente levanta protestas. Pero
déjenme ser bien clara: no estoy diciendo que dejemos de dar. Estoy diciendo que nuestra práctica
necesita ser bíblica. Hay que discernir entre tradiciones humanas, por bien intencionadas que sean, y
enseñanza bíblica.

Algunos objetaron a mi propuesta citando textos de la carta a los Hebreos, donde se menciona que
Abraham le pagó un diezmo de su botín al sacerdote de Salem, Melquisedec (Hebreos 7:6-11). Según ellos,
este pasaje nos muestra que debe haber continuismo. Sin embargo, aún una mirada superficial al texto
nos dice que el énfasis no es el de defender el diezmo, sino de establecer la superioridad de Melquisedec
a Abraham por medio de un recuento histórico de un acontecimiento bastante normal para su tiempo
donde dar un diezmo era una práctica común para varios pueblos. El meollo de este texto es que el que
recibe el tributo es mayor a la persona que lo da y el que bendice es mayor a la persona que recibe la
bendición (cf.7:7). Esta conclusión es importante para el argumento de Hebreos porque quiere demostrar
que hay un orden de sacerdocio diferente y mayor al sistema levítico, el orden según Melquisedec, cuyo
sumo sacerdote llegó a ser Jesucristo. Así como no sería lógico decir que deberíamos seguir haciendo
“matanzas de los Reyes” solamente porque Abraham lo hizo y quedó mencionado en Hebreos 7, no es
lógico decir que el diezmo sigue siendo vigente solo porque el NT registra que Abraham lo hizo una vez.
Como dije en mis comentarios: si tuviera que hacer todo lo que hacía Abraham, mi vida se vería muy
diferente. Y el hecho de que iglesia primitiva no practicaba el diezmo, como lo expone el Dr. Shogren en
su artículo “La iglesia NO diezmó por los primeros 4 siglos”, también nos debe alertar acerca de querer
ver un mandato en este texto.

La idea de “no al diezmo” levantó un temor en varios lectores. Si dejamos de pedir el diezmo, es muy
factible que los ingresos decaigan de forma substancial. En un comentario se lee “es que esta posición y
enseñanza de ‘no al diezmo’ lleva a la quiebra a las congregaciones que la practican. Este sistema NO
funciona”. La verdad es que no tengo ninguna garantía para que esto no pase. Quizás el mismo lector
tengo razón cuando dice que dejar de pedir el diezmo sería darle una excusa a la gente para no dar. Pero
pensemos un segundo en lo que revelaría esto si realmente pasara. Nos diría claramente que la gente da
porque piensa que está bajo una obligación. Da para no quedar mal con el pastor, por miedo a perderse
alguna bendición mística relacionada con el tema o para obtener la bendición que piensa que está
prometida. ¿Es esta la ofrenda agradable que le queremos ofrecer a nuestro Dios, a este Dios que insiste
una y otra vez que a El le importa la motivación del corazón, la integridad en lo íntimo? Creo que la
prioridad de Dios no es ver nuestro dinero, sino nuestro compromiso y nuestra pasión para El y Su Reino.

Sigamos explorando el temor a los ingresos bajos. Analicemos por un segundo la tesis “bueno, la Biblia no
dice que Dios espera el diezmo, pero sigamos exigiéndolo nosotros para que haya dinero en la iglesia.”
¿No se les prende una luz roja a ustedes? ¿No suena a una forma totalmente humana de enfrentar un
problema de la iglesia? Cuando hice una investigación sobre los fariseos me encontré con una gran
sorpresa: ellos no habían nacido como hipócritas. Su intención inicial era sumamente sana y respetable;
su afán era evitar pecar. Por eso definieron exactamente qué era pecado y qué no y elaboraron las leyes
respectivas, sólo que con el tiempo se convirtió en hipocresía, porque era imposible cumplir. ¿No estamos
en peligro de recrear la misma situación cuando instituimos una ley donde Dios no lo ha hecho?

Entre los lectores hubo varios que decían “Bueno, la ley se acabó, el 10% era del Antiguo Testamento.
Pero nosotros debemos de dar por lo menos un 10%.” Debo decir que es una conclusión tentadora. Al fin
y al cabo las exigencias del Nuevo Testamento son mayores a las del AT y podríamos de una vez para todos
acabar con la mentalidad limosnera que puede existir entre los creyentes. Pero esta tesis tampoco
aguanta un examen a fondo. Una sola mirada a la frase “La ley del diezmo se acabó, pero ahora la ley es
un mínimo del 10%” desde la óptica de la lógica, nos revela la falacia de la contradicción y nos echa para
abajo también este argumento. Si no hay ley, no hay ley. Además, puede que estemos segados por pensar
en términos de la matemática. Nos parece que un 10% sería justo y equitativo – el que tiene más, da más,
el que no tiene nada, no da nada. También aquí estamos equivocados. Dar un 10% de sus ingresos para
alguien de clase media o alta NO significa lo mismo que para una familia de clase baja donde cada centavo
tiene que rendir para las necesidades básicas. Yo no quisiera atribuirme la responsabilidad de inventarme
un mandamiento que los obligue a dar un mínimo cuando ni siquiera bajo el antiguo pacto lo hubieran
tenido que hacer.

Una pregunta clave que surgió entre los comentarios fue la siguiente: si nos despedimos del diezmo, ¿con
qué nos quedamos? Hay un post que lo resume diciendo: “un último adiós al diezmo y una bienvenida a
…?” Sí, es una pregunta importante. ¿Cuál es la alternativa? Bueno, definitivamente debemos enseñar
sobre la bendición que es el dar y ser generoso, también sobre ser compasivo y sensible a la necesidad
del prójimo. Igualmente pienso que los miembros de la iglesia deben estar informados sobre los gastos y
deben saber que ellos son responsables de sostenerla en la medida de sus posibilidades. Sin embargo, la
clave es que logremos un mayor compromiso y una mayor entrega de parte de cada creyente y dejemos
de ver el tema de las finanzas como el punto más importante. Si logramos enseñar que ser cristiano es
más que ir a la iglesia el domingo, si logramos despertar una pasión genuina para Dios y Su Reino y hacer
que todos vivamos cada día estando consciente que Dios es el dueño de absolutamente todo lo que
poseemos, se librarán muchos recursos, no solo económicos. Lo que necesitamos son corazones
apasionados para el Rey que estén conscientes de las implicaciones financieras de la gran empresa.

Si no tenemos que diezmar, entonces, ¿qué debemos hacer?

Durante su tercer viaje misionero, Pablo fue a Jerusalén para entregar un gran donativo a la iglesia, con el
fin de aliviar el sufrimiento de los cristianos pobres. Se menciona la oferta en 1-2 Corintios, en Romanos
y en los Hechos, y es el tema principal del famoso pasaje sobre la mayordomía en 2 Co 8-9 y aquí en 1 Cor
16:
En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la misma manera que ordené a las
iglesias de Galacia. El primer día de la semana, cada uno de vosotros guarde algo en su casa, atesorando
en proporción a cómo esté prosperando[1], para que cuando yo llegue no haya entonces que levantar
ofrendas. Cuando yo esté allí, enviaré a los que vosotros aprobéis por cartas, para llevar vuestro donativo
a Jerusalén. Y si conviene que yo también vaya, ellos irán conmigo. (1 Cor 16:1-4 RVA)

¿Que enseña el NT acerca de la mayordomía? Debemos hacer las siguientes distinciones:

1. “No” al diezmo. El Nuevo Testamento no enseña en ningún sitio que los cristianos diezmen, es
decir, consagren un 10% a la iglesia local. 1 Cor 16:1 no dice “un porcentaje fijo conforme a sus
ingresos.” [Vea abajo] Si los cristianos quieren defender la doctrina del diezmo, tendrían que
restringirse al Antiguo Testamento y también probar que tal practica del antiguo pacto es
obligatoria para los cristianos de hoy. Además, tienen que seguir el diezmo bíblico cómo los
Israelitas lo observaron: un 23.3%, no un 10%. La persona de hoy quien pretenda “diezmar” un
mero 10% no sigue el patrón bíblico y lógicamente, desobedece a Dios. [2]

2. El salario de los líderes locales. Pablo enseñó a sus discípulos a sostener económicamente a los
líderes de la iglesia (a los maestros en Gál 6:6; a los ancianos en 1 Tim 5:17-18). El no estipuló
ningún nivel de ayuda en sus epístolas, aunque parece que él consideraba que un apóstol merecía
un sustento completo (1 Cor 9:3-14; véase un paralelo en 3 Juan 5-8). [3]

3. Obras de caridad. En 1 Cor 16:1 y en 2 Cor 8-9, Pablo habla acerca del fondo para Jerusalén. Esto
era aparte del sustento de los líderes en #2; era voluntario pero fuertemente aconsejable; una
vez que la iglesia se comprometió con el fondo, Pablo esperaba que cumplieran. En tanto que el
fondo para Jerusalén domina esta categoría en el Nuevo Testamento, no es la única forma de
obras de caridad para ayudar a otros.

¿Cuáles principios rigen la ofrenda de caridad? Proveemos un bosquejo adaptable a una serie de
sermones.

Principio I = ¿Por qué debo dar? La razón por la cual damos es porque Dios nos da a nosotros. Él es la
fuente de todos nuestros bienes según 1 Cor 16:1; 2 Cor 8:7, 9; 9:8-11. Nuestro modelo es Jesucristo,
quien lo dio todo por nosotros en su encarnación (2 Cor 8:9). Esto contrasta con lo que escuchamos hoy,
“¡Den para recibir!” En vez de eso, el apóstol nos dice “den porque ya han recibido.” Por definición, la
gratitud vuelve la mirada hacia atrás, a las bendiciones pasadas.

Principio II = ¿Cómo dar? Debemos dar con la actitud correcta. La actitud con la cual damos es más
importante que la cantidad (2 Cor 8:8,11-12). Nuestra mayor prioridad es dar con entusiasmo, voluntaria
y alegremente. También debemos ofrendar racionalmente: no en un momento de tremenda emoción
durante un culto, de lo cual luego nos arrepentiremos, sino en nuestros momentos de quietud. Nuestra
ofrenda es absolutamente voluntaria (2 Cor 8:7-9).

Más, la Ley del Antiguo Testamento nos ofrece un patrón extraordinario de salvar a la gente de la pobreza.
La propiedad agrícola perdida a causa de las deudas volvía a pertenecer a la tribu o a la familia cada 70
años. Además, la gente sin medios para ganarse la vida por lo menos podía alimentarse gracias a las leyes
de espigar, y gozaba de ciertos derechos en contra de la incautación de su ropa o de sus herramientas.

Quienes dan para un fondo de ayuda social en la actualidad cuentan con todo el derecho de saber que su
dinero se desembolsa de acuerdo con principios conocidos, de una manera justa.

Principio III = ¿Qué debo dar? La cantidad que damos debe ir de acuerdo con cómo estemos prosperando.
1 Cor 16:1-2 y 2 Cor 8:7 muestran que ellos mismos decidieron cuánto dar. En su caso, quizás hayan
tomado esa decisión con anticipación (aquí en 1 Cor 16; también en 2 Cor 8:6, 10 9:2). Pablo quiere que
la gente de más si tiene más recursos; también les recomienda a los pobres dar generosamente, o sea,
más de lo razonablemente esperado. El apóstol no enseña que la gente de imprudentemente o, como
algunos dicen en la actualidad, hasta que duela. Él espera que dar sea proporcional y que todos participen
de acuerdo con sus medios (2 Cor 8:13-15).

Hoy en día, tenemos otro tipo de apóstol, el cual explota a quienes no pueden arriesgarse prometiéndoles
que si dan sacrificialmente tienen la garantía de recibir mucho a cambio. El aplica una presión incesante,
dedicando enormes cantidades de tiempo y de energía a levantar fondos. El convierte su propio ministerio
en el único “alfolí” o “tesoro” de Mal 3:10, dentro del cual sus escasos bienes van a incrementarse. Es un
gran ejemplo de comportamiento ANTI-apostólico. He aquí un ejemplo, donde un llamado apóstol
instruye a sus seguidores que digan:

“Gracias Papi por el honor, por el privilegio que me das de sembrar para que tu palabra, que me ha hecho
feliz, siga corriendo. Yo declaro que el ángel que me sirve me trae más semilla, y más semilla, y más semilla,
en abundancia, porque quiero seguir sembrando. Ángeles, declaro mi cosecha, mi prosperidad, mi sanidad
en todas las áreas. Me declaro próspero, siembro con gozo, Abba Padre. Recibo sin límites.”

Y por supuesto, el apóstol está listo para recibir la semilla y negar que nadie más la reciba.

Nadie debe dar pensando que es una fórmula mágica para conseguir prosperidad (véase el siguiente
principio). Al contrario, debe hacerlo por gratitud de que aun en medio de su pobreza Dios suple sus
necesidades.

Principio IV = ¿Qué sucede cuando doy? Debemos dar sabiendo que eso traerá un incremento en la
bendición financiera de parte de Dios

Dios promete bendecirnos en respuesta a nuestra ofrenda (2 Cor 9:6-11). Él nos bendice de maneras
espirituales y económicas. Esto no contradice lo que dijimos en el Principio I. Un cristiano da porque ha
recibido ya bendición. Dar no es un mecanismo para volvernos prósperos, pero damos con la confianza
de que Dios bendecirá nuestra generosidad. Qué distorsionado emplear el término, como hace un grupo
cristiano, “La mágica ley del diezmo” o andar enseñando este tema con el título, “¿Quieres ser rico?” Qué
engañoso es pedirle a la gente que llame o que mande un donativo por internet para “probar” esta ley
espiritual – todo elegantemente hecho con tarjetas de crédito. 2 Cor 9:7 presenta la actitud correcta, que
“cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque
Dios ama al que da con alegría.” Y el siguiente versículo pronuncia la palabra de que Dios nos cuidara “en
toda circunstancia.”

Conclusión:

No tenemos un Salvador quien dijo al Padre: ¿Morir por ellos? Tal vez, sufrir un poco, ¿pero morir?
¿Comprarles vida eterna? Quizás vida larga, pero eterna? ¿Un pueblo comprados por precio? ¿Cuánto
cuesta? ¿Por supuesto, no comprados al por menor, verdad? ¿al descuento?

“¡NO! Tenemos un Salvador tan generoso que no nos ha dado una salvación al descuento, sino al por
mayor. Vino para que tengamos vida, y para que la tengamos en abundancia. El pagó el precio, con gozo,
con generosidad.

Y SI Cristo es generoso, y si Cristo está trabajando en usted, ¡que usted sea generoso!

Nota adicional:

Acabo de leer un ensayo en otro blog que para mí es un insulto contra los creyentes quienes no enseñan
el diezmo. Implica que ellos no son “personas dadivosas y generosas que constantemente están pensando
en ayudar a avanzar con sus ingresos la obra de Dios o ayudar a los pobres.” También que “en la reciente
oposición contra el diezmo existen generalmente dos tipos de opositores: 1. Gente que ha sido explotada
financieramente y está harta de la manipulación de falsos maestros o iglesias abusivas. 2. Gente que más
que apoyar la Biblia desea encontrar bases para justificar el no hacer algo que no quieren hacer.”
Entonces, la razón principal, según ellos, de no enseñar el diezmo es que la persona es desobediente o
que la persona ha seguido a un líder desobediente.

Éste es precisamente el tipo de “exposición” que nos distrae del estudio de la Biblia a favor de atacar
personalmente a la persona que no está de acuerdo con su opinión.

NOTAS:

[1] La traducción de RVA, “cómo esté prosperando” es mejor que el de la NVI, que utiliza “ingresos”.
Ingresos y prosperidad no son conceptos iguales.

[2] Hubo dos diezmos anuales: primero, uno para el mantenimiento de los levitas (Levítico 27: 30; Núm.
18:21) y un segundo diezmo llevado a Jerusalén para respaldar las fiestas del Señor (Deut. 14:22-27). Así
hay 20%. Más, cada tercer año hubo un diezmo adicional para el mantenimiento de los pobres (Deut.
14:28-29); eso es igual a 10% cada tres años, o 3.3% al año. 10% + 10% + 3.3% = 23.3%.
[3] Décadas más tarde, la Didajé le dijo a las iglesias que mantengan a sus profetas locales con sus
“primicias” (Didajé 13). También advertía que los falsos maestros tratarían de vivir a costa de la iglesia;
estos debían despedirse dos o tres días después (Didajé 12).

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