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Módulo I
I. 1 Introducción
En su libro ¿Cómo hacer cosas con palabras? John Austin habla de un tipo de
enunciados a los que llama realizativos y que presentan una característica
particular: a diferencia de lo que normalmente se cree de una oración o un
enunciado, este tipo de expresiones no describen situaciones, sino que las
realizan. Por ejemplo, tomemos los casos de un funcionario del Estado que, al
momento de asumir su cargo, dice: “Sí, juro desempeñar el cargo…”; o de una
persona que rompe una botella de champaña contra la proa de un velero y declara:
“Bautizo este barco Neptuno”; o, por último, de alguien que le dice a un compañero:
“Te apuesto cien pesos a que mañana va a llover”. En todos estos ejemplos, dice
Austin: “Parece claro que expresar la oración (por supuesto que en las
circunstancias apropiadas) no es describir ni hacer aquello que se diría que hago al
expresarme así, o enunciar que lo estoy haciendo: es hacerlo.” Tal como indica el
título de su obra, con todos estos tipos de enunciados ‘hacemos cosas’,
cambiamos la existencia del mundo al crear cosas que antes eran inexistentes, por
ejemplo, nos creamos una obligación al decir (en las circunstancias adecuadas)
‘juro’ o ‘prometo’, creamos una relación contractual al decir ‘te apuesto’. El lenguaje
tiene en estos casos algo de mágico, un poder divino de creación. Así como en la
Biblia (y en muchos otros textos religiosos también) el lenguaje sirve para crear, a
través de fórmulas ‘mágicas’ como “El Señor dijo… El Señor dijo…”; así también,
durante el período de gobierno, la Administración del Estado crea a través del
lenguaje: crea instituciones, crea nuevos derechos, crea nuevos sujetos de
derecho, crea nuevas reglas… crea ‘cosas’ que hasta el momento eran inexistentes
o modifica otras que ya existían. Siempre a través del lenguaje.
Para empezar, debemos tener en cuenta que estos actos de creación que utiliza la
administración del Estado son, además de actos de lenguaje que se registran por
escrito y por esto mismo, actos de comunicación. Se trata de documentos en los
que se comunican las decisiones administrativas. Toda decisión de gobierno, para
entrar en vigor debe ser, antes que nada, comunicada.
I. 2 Comunicación
Otra de las críticas que ha sufrido este modelo es la falta de una contextualización
o “situación” del proceso comunicativo en tiempo y espacio. Cuando se produce la
Comunicación, la elección del tema, el tratamiento de la información, el estilo
(formal o informal), las formas rituales de apertura y cierre del proceso, se
encuentran fuertemente condicionadas por el contexto que rodea al proceso
comunicativo. Por ejemplo, entre dos personas que se encuentran en la calle, el
tema sobre el cual tratará la comunicación se verá “restringido” o condicionado por
la situación en la que se produce: no es lo mismo un encuentro fortuito que uno
En este sentido, existe una tendencia cada vez mayor a utilizar Lenguaje Claro en
los textos producidos por el Estado. En la actualidad, el uso de lenguaje claro está
reconocido como una necesidad, que permite a los ciudadanos acercarse y
comprender las leyes a través de un lenguaje claro y sencillo; y que, por otro lado,
fomenta la transparencia en el Estado a la vez que reduce la discrecionalidad en el
uso de la información, fomentando de esta forma el funcionamiento democrático de
las instituciones del Estado.
7. Deben tenerse en cuenta las relaciones sociales que se establecen entre los
miembros de la comunicación para seleccionar un registro y un estilo acorde a la
situación.
I. 3 Géneros discursivos
Puesto que todos los textos administrativos se parecen entre sí y que todos los
textos legislativos se parecen entre sí, podemos decir que los textos administrativos
y de la función pública en general, al igual que los legislativos, forman un género
discursivo con características propias. Esta noción de género discursivo fue
propuesta por el lingüista ruso Mijail Bajtín, quien la definió como “un tipo
relativamente estable de enunciado”; esto quiere decir, de manera muy básica, que
se trata de modelos de enunciados predefinidos que posee cada sujeto hablante de
una lengua, y que se mantienen estables en cuanto a su estructura, temática y
estilo, como un modelo que garantiza o facilita tanto la producción como la
interpretación del discurso, pues son unidades fácilmente reconocibles para todos.
La estabilidad de los géneros discursivos es lo que garantiza su eficacia dentro de
En el caso del Poder Ejecutivo, todos los textos a través de los cuales se lleva a
cabo la tarea de gobierno y administración, llamados actos administrativos, se
encuentran regulados por distintos tipos de decretos. Por ejemplo, en el ámbito del
Poder Ejecutivo Nacional, todos los actos administrativos se rigen por el Decreto
336/17; y en el territorio de la provincia de Buenos Aires, por el Decreto 2200/06.
Como es lógico suponer, en otras unidades administrativas, es decir, en otras
provincias, existen otros textos normativos para la producción de actos
administrativos. Este hecho hace que las variaciones de género sean
prácticamente nulas. Solo se presentan con cambios de tecnologías o nuevos
procedimientos en la administración pública, y se habilitan a través de nuevos
decretos que modifican los anteriores. En el caso del Poder legislativo, la
regulación es mucho menor, sin embargo, existen normas que guían la producción
de los textos administrativos y legislativos. De ellas trataremos en el siguiente
apartado.
La mayor diferencia entre los actos administrativos del Poder Ejecutivo y los textos
legislativos está dada por la forma en que se validan. Para su aprobación, los
decretos, resoluciones, disposiciones y todo texto normativo del ámbito Ejecutivo
se basta con la voluntad de la autoridad competente, Presidente, Ministro,
Secretario, etcétera. Es decir, para la aprobación de un decreto es suficiente la
firma del Presidente y para la aprobación de una resolución, por ejemplo, es
suficiente la firma de un Secretario. Esto no ocurre en los textos legislativos. En
ellos es necesario el consenso de los pares: para que una ley sea promulgada
Hasta aquí, tenemos dos textos que promueven una decisión. En realidad uno, el
proyecto de ley que requiere la aprobación del cuerpo legislativo, y su justificación
en forma de mensaje o fundamentos. En el ámbito legislativo existen además otros
tipos de textos que promueven una decisión: la resolución y la declaración, en la
Cámara de Diputados; y el decreto, resolución, comunicación y declaración, en el
Por último, al referirse a los documentos técnicos, el Decreto 2200/06 los define
como “los diversos textos producidos en el marco de la gestión pública, que pueden
tener origen o vinculación con documentos de decisión o administrativos, y que
constituyen también formas habituales de comunicación en la Administración
Pública”. Se trata en este caso de documentos que presentan planes, proyectos
institucionales, instructivos, etcétera, y que en muchos casos acompañan a los
documentos de decisión bajo el nombre de anexos.
Luego, para los textos del primer grupo, tanto los documentos que promueven una
decisión como los documentos de decisión, la escritura deberá realizarse de un
solo lado de la hoja, no deberá contener enmiendas, raspaduras, interlineaciones,
manchas o cualquier tipo de presentación desprolija. En la parte del articulado se
pide coherencia, sistematicidad e integridad, es decir, que las disposiciones no
entren en contradicción unas con otras, que estén claramente organizadas y que su
contenido sea completo, sin que haya necesidad de recurrir a otro texto para
comprenderlas. En la escritura de estos documentos deberán usarse hojas
membretadas de la primera a la última.
I. 5 Marco normativo
Para empezar, volvamos al Decreto del Poder Ejecutivo Nacional 333/85. Este
decreto, firmado por el entonces presidente Raúl Alfonsín, reemplazó dos normas
de la dictadura militar (el Decreto 1666/78 y el Decreto 586/81) con el lógico
argumento de que la restitución de la democracia implicaba “el restablecimiento
pleno de todas las instituciones de la República de acuerdo con el mandato
constitucional”, lo que hacía imprescindible adecuar el funcionamiento, la gestión y
los trámites del Gobierno de la Nación. Por este decreto, modificado como vimos
por los decretos 1055/89, 1883/91, 382/95, 427/98 y 576/03, se aprobaron las
Normas para la elaboración, redacción y diligenciamiento de los proyectos de actos
y documentación administrativo. En estas normas se definían diferentes tipos de
textos que hacen a la administración pública: el mensaje; los proyectos de ley, de
decreto y de resolución; las resoluciones conjuntas y las disposiciones; además de
otros textos administrativos como la nota, la circular, el informe, el dictamen, el
memorándum, el parte y la providencia. Este decreto funcionó desde la
recuperación de la Democracia en 1983 hasta 2017, en que fue derogado por el
Decreto 336/17 que tomó como fundamentos la existencia de documentos
electrónicos y del Sistema de Gestión Documental Electrónica que se implementó a
través del decreto 561/16. El cambio de tecnología del documento en soporte papel
al documento digital hizo necesaria la derogación del 333/85, que había sobrevivido
hasta el momento a través varias y sucesivas modificaciones que lo iban
actualizando de acuerdo con los avances tecnológicos.
Para empezar, mencionemos con qué tipos de textos nos podemos encontrar
dentro del ámbito legislativo. Primero, claro, con leyes o proyectos de ley; luego,
con decretos y resoluciones legislativas; y, en el ámbito local, con ordenanzas,
decretos, resoluciones y comunicaciones. En cuanto a las leyes, encontramos la
primera indicación en la Constitución Nacional: dentro del capítulo quinto De la
formación y sanción de las leyes, encontramos que el artículo 84 nos dice: “En la
sanción de las leyes se usará de esta fórmula: ‘El Senado y la Cámara de
Diputados de la Nación Argentina, reunidos en Congreso,… decretan o sancionan
con fuerza de ley’.” Por su parte, la Constitución de la provincia de Buenos Aires
hace una adaptación de esta fórmula en su artículo 112 (Sección cuarta Poder
Legislativo, capítulo VI Procedimiento para la formación de leyes) al indicar que en
la sanción de las leyes deberá emplearse la fórmula “El Senado y la Cámara de
Diputados de la provincia de Buenos Aires sancionan con fuerza de ley, etcétera”.
Además de todas estas normas que debemos tener en cuenta para la elaboración
de textos legislativos, podemos considerar el aporte de los manuales de Técnica
Legislativa que constituyen una copiosa bibliografía de fácil acceso, las guías para
la redacción de disposiciones normativas, los manuales de corrección de estilo y,
por supuesto, las reglas de la lengua castellana que establece la Real Academia
Española. En el apartado siguiente echaremos una luz preliminar sobre los textos
administrativos y legislativos, para los cuales luego dedicaremos un módulo a cada
uno.