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La estrategia del caracol y la política mediática en Colombia: #ChaoLeyTic

Según se dice, fue el político británico Edmund Burke (1729-1797) quien se refirió por
primera vez a la prensa como “el cuarto poder”. Esta manera de describir la influencia de la
prensa en la vida pùblica, se hizo tan popular que pronto el ensayista e historiador escocés
Thomas Carlyle (1795-1881) la introdujo en sus textos para inmortalizarla. Hoy día,
hablamos del cuarto poder no sólo para referirnos a la prensa, sino al conjunto de los
medios de comunicación y su excepcional capacidad de influencia en todos los aspectos de
nuestra vida.
El rol de los medios en una sociedad democrática es fundamental y por esto, la manera en
que se organizan, administran y financian es un tema del interés general. Mucho más
cuando se trata de los medios de comunicación públicos los cuales, pese a lo que piensan
algunos políticos, no son propiedad o aparato de propaganda de los gobiernos de turno,
sino un espacio cultural de expresión diversa.
En septiembre pasado, el Gobierno colombiano empezó a dar trámite en el Congreso a un
proyecto de ley que ha recibido varios nombres: Ley de convergencia, Ley de la televisiòn
pública, o Ley de modernización de las tecnologías de la información y comunicación (TIC).
Pese a las diferentes denominaciones, la lógica del gobierno de Duque y su bancada para
presentar la ley ha sido la misma: generando poco ruido, negándose al debate y con un
juicioso ​lobby por parte del MinTic en cabeza de Silvia Constain, quien se ha encargado de
presionar a las bancadas para conseguir la aprobación.
El proyecto de ley propone unificar y darle nuevas reglas a la televisión, la radio y los
medios digitales, creando una sola entidad reguladora, la Comisión de Regulación de las
Comunicaciones, encargada de poner las reglas y de vigilar su cumplimiento, así como de
crear la infraestructura necesaria para que el país entero tenga cobertura de internet.
También dice el proyecto de ley que la Comisión estaría compuesta por cinco personas, dos
de ellas elegidas discrecionalmente por el presidente quien, además, será el encargado de
supervisar directamente las decisiones y presupuestos de la entidad. Mejor dicho, de
aprobarse la creación de este ente regulador, el presidente de la República tendría la
potestad de decidir qué contenidos van y no van en la TV pública, pero también qué
recursos se le asignan y para qué se destinan.
El interés del gobierno de Duque en que la ley se apruebe es tan grande, que hace algunas
semanas el primer mandatario le puso “mensaje de urgencia” para el Congreso, lo que
quiere decir que el proyecto de ley no debía pasar por cuatro debates (como lo deben hacer
todos) sino que se agotaría en dos.
Dice Manuel Castells, uno de los estudiosos más importantes de la comunicación en la
actualidad, que en nuestros tiempos la política es fundamentalmente una política mediática
en la medida en que los mensajes, las organizaciones y los líderes que no tienen presencia
mediática no existen para el público. Por eso es que, nos guste o no, hoy día sólo aquellos
que consiguen transmitir sus mensajes a los ciudadanos tienen la posibilidad de influir en
sus decisiones y en mantener o disputar el control de las instituciones del Estado. Lo
anterior quiere decir que, a diferencia de Burke, Castells dice que los medios no son un
cuarto poder, sino el espacio en el que se despliega la política.
Darle al presidente de Colombia el poder de decidir qué se dice y qué no se dice en la TV
pública, significa darle la posibilidad de que censure a aquellos quienes transmitan un
mensaje antagónico a su gobierno. Recordemos el reciente caso de Santiago Rivas,
presentador de Los Puros Criollos de Señal Colombia, quien luego de participar en un vídeo
de La Pulla en el que se critica la ley en mención, ​fue víctima de censura​. Esa noche, por
orden del gerente de RCTV, no se transmitió un episodio de Los Puros Criollos, programado
con anterioridad en la parrilla de la noche.
No muy lejos están las denuncias realizadas por el periodista Juan Pablo Calvás ​en su más
reciente columna​. La llegada del ex-presentador de Noticias RCN Juan Pablo Bieri a la
gerencia de RTVC, ha significado la cooptación de la radio y la TV públicas por parte del
gobierno de Duque. Despidos, presiones, imposiciones sobre el contenido de la
programación… la lista es larga.
Ante semejante panorama tan complejo (faltaría referirme al papel que en todo esto han
desempeñado las grandes empresas y productoras nacionales y multinacionales), la
respuesta de los comunicadores, los productores, la oposición política y de otros sectores
de la sociedad civil antagónicos la Ley, ha sido fundamental. En pocos días y a través de
una corta pero permanente campaña en redes sociales, se organizaron plantones y debates
públicos que obligaron a los medios de comunicación a darle voz al mismo Santiago Rivas y
a los partidos de oposición al gobierno que se encargaron de trasladar el malestar social al
Legislativo.
El tema está aún pendiente, pero sin duda la organización y la presión de estos sectores y
sus aliados han logrado frenar el ímpetu con el que se venía la aprobación del proyecto de
ley que pone en juego la regulación de contenidos en los medios públicos.
Acciones organizadas como las de los estudiantes de las universidades públicas y quienes
se oponen a la Ley de convergencia, recuerdan la épica historia del ‘Perro’ Romero y sus
vecinos en la Estrategia del Caracol, enfrentados a un adversario poderoso, dueño de todo
y que busca imponer su propio interés pero venido a menos por la excepcional estrategia de
los más débiles.
Lo de los estudiantes y los comunicadores es, también, una pista del rol protagónico que
debe desempeñar la ciudadanía en el cuatrenio del gobierno del Centro Democrático. Más
que dejar la casa pintada, puede ser el momento de apropiársela.

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