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MAGNETISMO TERRESTRE Y CEREBRO HUMANO

En 1993, un equipo internacional que estudiaba la magneto-recepción o capacidad


de nuestros cerebros para detectar los cambios en el campo magnético terrestre,
anunció el descubrimiento que convierte al 2012, los ciclos mayas y los campos
magnéticos de la Tierra en aspectos mucho más significativos de lo que creíamos.

Este equipo publicó el notable hallazgo de que el cerebro humano contiene


“millones de pequeñas partículas magnéticas”. Dichas partículas nos conectan, tal
como conectan a muchos animales, con el campo magnético terrestre de manera
poderosa, directa e íntima. Y esta conexión contiene notables implicaciones. Si los
campos magnéticos de la Tierra cambian en el marco temporal de 2012, nosotros
también nos veremos afectados.

Ideas, tradiciones y creencias

Hay muchas cosas que no sabemos sobre la conciencia, pero hay algo de lo que
podemos estar seguros: está hecha de energía, y la energía incluye a la electricidad
y el magnetismo. Aunque aún continuamos explorando la naturaleza
electromagnética de la conciencia, parece que el magnetismo de la Tierra tiene un
papel esencial en nuestra manera de aceptar las ideas nuevas y los cambios en
nuestras vidas.

Si pensamos en los campos magnéticos como una especie de “pegamento”


energético, podemos emplear esta metáfora para explicar porqué algunas partes
del mundo aceptan el cambio con más lentitud, mientras que otros lugares parecen
aprovechar la oportunidad de probar cosas nuevas. Este modelo nuestro del
“pegamento magnético” sugiere que los lugares con campos magnéticos más
intensos (más pegamento) están profundamente atrincherados en la tradición, las
ideas y las creencias existentes. En las áreas donde los campos magnéticos son
más débiles, ocurre lo contrario: las personas parecen sentirse obligadas a generar
cambios. Aunque las zonas de baja intensidad magnética pueden estar “maduras”
para lo nuevo, el modo de expresar ese cambio depende de quienes viven allí.

Teniendo esto en cuenta, podemos echar una mirada a nuestro mapa magnético
global, para entender los lugares que parecen estar atascados en el conflicto
continuo, y también por qué la innovación y el cambio parecen surgir en ciertas
regiones antes de extenderse a otras.

Los lugares de nuestro mundo con la mínima intensidad magnética, como la línea
del contorno cero (cero gauss magnético) que discurre directamente bajo el canal
de Suez y en el interior de Israel, son precisamente aquellos donde vemos las
mayores oportunidades para el cambio. Unas veces, éste se despliega como una
transición tranquila de una idea a la siguiente y, en otras, produce confrontación.

En el caso de Oriente Medio observamos la lucha que puede surgir del intento de
preservar las antiguas tradiciones en una zona que está obligada a cambiar. La baja
intensidad del campo magnético no implica que el cambio tenga que expresarse en
forma de conflicto; simplemente provee las condiciones para poder ver las cosas de
otra manera. El modo de expresar el cambio al que invitan las áreas de baja
intensidad depende particularmente de las personas que allí viven.

En el extremo opuesto del espectro, existen zonas de altísimo magnetismo donde,


históricamente, los cambios se han producido con lentitud y, a menudo, en medio
de grandes luchas y esfuerzos. En la Rusia central, por ejemplo, los valores de la
intensidad magnética están entre los más altos del mundo, con lecturas de más de

1
150 gauss (unidad que mide la intensidad del campo magnético). La reciente
experiencia rusa de reorganización política, que coincidió con el final de la Guerra
Fría, es un hermoso ejemplo de cómo las áreas con campos magnéticos de alta
intensidad tienden a aferrarse a la tradición y asumen el cambio lentamente, a lo
largo de un extenso período de tiempo. No obstante, dicha experiencia también nos
muestra que una vez que el cambio comienza en esas áreas, adquiere un impulso
que hace imposible pasarlo por alto.

El código de la realidad

¿Es posible que alterando lo que sentimos hacia los cambios que se producen en
nuestras vidas podamos transformar nuestra manera de experimentar ciertas
cosas, como las terroríficas predicciones sobre el año 2012? Aunque hay una serie
de nuevos descubrimientos que nos muestran que la conciencia afecta directamente
a nuestro mundo, en realidad son variaciones del experimento original diseñado
hace casi un siglo.

En 1909, el físico británico Geoffrey Ingram Taylor diseñó el famoso experimento


de la doble ranura, revolucionando nuestro modo de vernos a nosotros mismos en
el universo. La esencia de su trabajo era que la mera presencia de la conciencia en
una habitación –es decir, la presencia de gente-, afecta a la conducta de las
partículas cuánticas (la sustancia de la que está compuesto nuestro mundo).

El 26 de Febrero de 1998, los científicos repitieron el experimento de Taylor en el


Instituto de Ciencia Weizmann de Israel. Y no sólo confirmaron que nuestro mundo
queda afectado por la mera observación, también descubrieron que cuanto mayor
es la “cantidad de observación”, tanto mayor es la influencia del observador en lo
que está ocurriendo. En otras palabras, cuanto más se enfocan en el experimento
las personas presentes, tanto más influyen en el resultado. Aquí reside la clave
para entender lo que tanto la física cuántica como el calendario maya podrían estar
diciéndonos respecto al poder que podemos desplegar en nuestro universo.

Nuestro mundo, nuestras vidas y nuestros cuerpos, son el resultado del lenguaje
cuántico de nuestras creencias, de nuestros juicios, de nuestro amor y de nuestro
miedo. Las teorías que describen que las creencias influyen en la realidad también
sugieren que, si queremos modificar dicha realidad, debemos cambiar cómo nos
vemos a nosotros mismos.

Ahora tenemos a nuestra disposición la información y el lenguaje que pueden


responder a nuestra pregunta sobre el significado del 21 de diciembre de 2012. Las
antiguas tradiciones, desde los Vedas hindúes (de ocho mil años de antigüedad) y
el calendario hebreo (de cinco mil) hasta las profecías indígenas de Asia y las
Américas, sugieren que va a ocurrir algo extraordinario durante la presente etapa
histórica.

¿Estamos dirigiéndonos hacia una época de catástrofes inimaginables, hacia mil


años de paz, o hacia ambas cosas?

Nadie lo sabe con seguridad, si bien los ciclos solares y las inversiones magnéticas
son muy reales, y sin duda han sucedido en un remoto pasado, nunca han ocurrido
con 6.500 millones de personas sobre la Tierra y, ciertamente, no con la mayoría
de esa gente dependiendo de una tecnología de tramas energéticas,
comunicaciones, ordenadores y satélites de posicionamiento global. Tal y como
todo nacimiento suele venir acompañado por la incertidumbre, así, nosotros,
ignoramos qué puede significar para nuestras vidas el amanecer de esta
experiencia monumental que nos aguarda.

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