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Por: Redacción EC
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De los casos encontrados podemos apreciar que la exploración no es inocua como muchos
afirman y que por lo tanto si sus dimensiones son mayores también pueden ser mayores sus
impactos. Vemos impactos tales como efluentes que superan los límites máximos permitidos
en zinc, drenajes de agua de la bocamina que impactan suelos o bofedales, galerías
subterráneas sin cerrar, entre otros. El problema es que, con los cambios en la norma,
muchos de estos proyectos ya no necesitarán mayores estudios ambientales y será
imposible conocer si estos impactos son significativos, que es precisamente lo que deben
determinar los EIA y las DIA. Si nuestra débil institucionalidad ambiental ya viene
identificando estos impactos durante la exploración minera ¿qué ocurrirá cuando se
flexibilice más esta actividad?
Así las cosas, los cambios planteados por el Ministerio de Energía y Minas y por el Ministerio
de Ambiente no tienen como sustento la mejora de la gestión ambiental. Todo parece indicar
que el propósito sería expandir la minería a cualquier costo. En este contexto es importante
que el gobierno aclare cómo de un día para otro un conjunto de proyectos o actividades
dejaron de ser considerado riesgosos.