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LA POLÍTICA
DEL MODERNISMO
Contra los n uevos con f ormis t as
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RAYMOND WILLIAMS
Compilación e introducción
de Tony Pinkney
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MANANTIAL
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Título original: The Politics of Modernisn1. Against the New Confonnists
1
Verso, Londres, Nueva York 1
© The Estate of Raymond Willia1ns, 1989 1
©Introducción, Tony Pinkney, 1989
l 1
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•.)
ISBN: 987-500-011-6
Derechos reservados
Prohibida su reproducción total o parcial
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Índice
. Reconocirnientos ................... . 9
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Nota editorial .............................................. .
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j, La poiúica ue ia vanguaru1a 11
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1 5. El teatro co1no foro polftico ............................................... . 109
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Bibliografía selecta de Raymond W.illiams . 241 ~I
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Índice analítico .. 243
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Reconocimientos
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l "¿Cuándo fue el Modernis1no?" es una conferencia dada en la Univer-
sidad de Bristol el 17 de marzo de 1987; el texto fue reconstruido por
Pred Inglis, Profesor de Educación de la misn1a universidad, a parlir de
1 sus propias notas y de_ las utilizadas por Raymond Willian1s. "Las percep-
i ciones 1nclropolitanas y la emergencia del Modernismo" se publicó por
primera vez como "The Metropolis and the En1ergence of Modernistn"
["La metrópoli y Ja emergencia del Modernismo"] en Edward Timms y
David Kelley (con1ps.), Unreal City: Urban Experience in Modern Euro-
1 pean Literature and Art, Manchester University Prcss, 1985. "La política
1 de la vanguardia" y "El teatro como foro político" se publicaron por pri-
mera vez en Edward Timms y Peter Collier (comps.), Visions and Blue-
prints: Avant-Garde Culture and Radical Politics in Early Tiventieth·
1 Century Europe, Manchester University Press, 1988. "El lenguaje y la
vanguardia'' es una conferencia dictada en el ciclo "La lingüística de la
escritura" en la Universidad de Strathclyde, realizado entre el 4 y el 6 de
julio de 1986, y publicada a continuación en Nigel Fabb, Derek Attridge,
Alan Durant y Cotin MacCabe (r.::01nps.), The linguistics of Writing: Ar-
gu111e11ts betiveen language and literature, Mnnchcster ·university Press.
J 987. "Epílogo a Modem 1iagedy" se publicó en Modem Tragedy, edi-
ción revisada, Verso; 1979. "Cine y socialisn10" es una conferencia dicta-
da en el National Film Theatre, Londres, el 21 de julio de 1985; se publi-
ca aquí por pri111cra vez. "Cultura y tecnología'' es el capítulo 5 de
Towards 2000, Chatlo and Windus, 1983. "Política y políticas: el caso del
Consejo de las Arles" fue la Conferencia Conn1cn1orativa de W. E. Wi-
l1ia1ns de 198:1, dictada en el National Theatre, Londres, el 3 de novien1-
bre de 1981, y se publicó por pri1nera vez en el folleto The Arts Council:
!O LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
1
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Politics and Policies, Arts Council of Great Britain, 198 i. "Los usos de
la teoría cultural" es una conferencia dada en el ciclo "El eslado de la crí-
tica", organizado por Oxford English Limited en el St Cross Building,
Oxford, el 8 de marzo de 1986; se publicó por primera vez en New Left
Review 158, julio-agosto de 1986. "El futuro de 'Estudios Culturales'" es
una conferencia dictada en la Asociación de Estudios Culturales del
NorthEast London Polytechnic, el 21 de marzo de 1986; el texto es una
transcripción cdi~ada de la grabación de la conferencia. "Medios· de co-
municación, márgenes y n1odernidad: Ray1nond Willian1s y Ed\vard
Said" es la lransc'ripción editada de una conversación que tuvo lugar co-
n10 parte de un ciclo ele conferencias sobre Estudios Culturales, ESti.tdios
de Medios de CÜn1unicación y Educación Política, que se realizó.en el
Jnstitute of Education. Londres, en 1986.
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Nota editorial
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El muy detallado plan de Raymond Williams para su "posible libro"
se reproduce en la página siguiente, pero el lector advertirá enseguida
que nuestra organización de los artículos difiere en algunos aspectos de
la de Williams. Hay tres razones· para no considerar co1no definitivo el
proyecto de progra1na de éste. Primero, omite "El lenguaje y la vanguar-
dia"; segundo, con10 sugieren las diversas flechas, asteriscos y parénte-
sis, parece que el propio Willia1ns estuviera sopesando aún diferentes po-
sibilidades para sus artículos; tercero, existen otros dos planes, apenas un
poco 1nenos detallados, que difieren en aspectos importantes del que se
reproduce aquí. Por otra parte, la ausencia de redacciones finales de dos
capítulos e incluso de ciertas piezas c·lave que Raymond Willia1ns final-
111ente no escribió y nuestra decisión, según se explica en la introducción,
de incluir otros textos relacionados que podrían representar ten1ática1nen-
•. te a los no escritos, hicieron necesarios 1nás cambios en el orden de Jos
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· artículos. Por consiguiente ·para organizar estos ensayos tuvünos que re-
currir a lo que creían1os era la lógica subyacente de una discusión en de-
1 sarrollo, con la esperanza de haber pennanecido con ello fieles al proycc-
-to gue Rayn1ond Willia1ns tenía en 1nente.
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Introducción del compilador:
Modernismo y teoría cultural
lliams, se afinnó con frecuencia que éste era moral y políticamente dema-
siado generoso (y tarnbién estilística1nente dernasiado abstracto) para ser
un poJenllsta eficaz. Pero aquí, en el vigor y la sostenida vehemencia de
"Los usos de la Leería cultural" puede advertirse cuán errónea es esa supo-
1:
¡ sición; el hecho de que "Contra los nuevos conformistas" no exista es sin
! duda una suerte para sus objetos previstos, que probablemente hubieran
sentido, como consecuencia de él, la justicia de la descripción que W.i-
llian1s hacía de sí 1nis1no como "un frío y duro bastardo" por momentos. 2
Pero "conformismo", como lo sugiere globalmente La política del Moder-
nis1no, califica un intento de ruptura con el Modernismo o un diagnóstico
de éste, que en realidad permanece secretamente bajo el puño de sus pro-
pias categorías, lo cual ejemplifica un ejeinplo de la incorporación "trági-
ca" que para Williams se concentra decisivamente en los dramas de Hen-
rik Ibsen. Por consiguiente, decidünos incluir en este volumen el Epílogo
de 1979 a Modern Tragedy, que al menos capta el aspecto específica111en-
te literario de cualquier crítica del "nuevo conformismo'', demostrando
con sobriedad con cuánta frecuencia los radicalisn1os dramáticos autocon-
gratulatorios son capturados por las nlis111as estructuras de sensibilidad de
sus supuestos oponentes. Una de .las tareas de esta Introducción será ex-
tender este argumento a Ja teoría cultural. Pues La política del Modernis-
n10 insiste en que el Modernismo, como fenómeno histórico y cultural, no
puede ser comprendido por corrientes de la teoría literaria que, en una cir-
cularidad que se sirve a sí misma, se originan en realidad en s-us propios
procedimientos y estrategias; y el libro, por consiguiente, debe entenderse
como una poderosa intervención tópica, lo mismo que como el estudio de
un caso histórico local en alguna sociología general de la cultura.
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En 1983, Williams anunció grandilocuentemente que "el período del
'rnodernistno' consciente está ternlinando"; 3 pero si era así, ¿cuándo ha-
bía cotnenzado? ¿A quiénes incluía? ¿Era la "vanguardia" uno de sus si- 1
'
4. Raymond Williams, The Co1111try a11d the City. Frog1nore, St Albans, 1975, págs.
281-282.
INTRODUCCIÓN DEL COMPILADOR 19
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~:f~. 5. Umbro Apollonio (comp.). Futurüt Manifestos, Londres, 1973, pág. 21.
6. -Gillcs .Dclcu7..c y Felix Guattari, Anti-Oedipus: Capitalism and Schizophrenia, Nue-
va York. 1977, pág. 2 [Trad. cast.: El anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia. Barcelona.
Barral Editores].
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20 LA POLfTICA DEL MODF.RNTSMO
l
Londr~s. 1951, pág. 289.
INTRODUCCIÓN DEL COMPILADOR 21
8. Un tratamiento 1nás coinplcto propondría una versión más matizada de Sartre, Cll·
yos criterios literarios siguen siendo directaincnte políticos de un modo en que los de Lu-
kács no lo son {"co1npromiso" más que "realismo"), y que tuvo n1ás cosas positivas que
decir acerca de la expe1i1ncntación Modernista. particulannente en poesía, que el autor de
El significado del realismo contemporáneo; pero es el ! 848 de Lukács más que el de Sar-
22 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
tre el que en térn1inos generales salió airoso y a menudo arrastró a este últilno a su órbita
leórica.
9. Rohind Barthes, \.Vriti11g Degree Zero. Nueva York, 1968, pág. 60 [Trad. cast.: El
grat[o cero de la escritura/Nuevos e11sayos l"ríticos, Buenos Aires, Siglo XXI. 1973).
INTRODUCCIÓN DEL COMPILADOR 23
Éstas han sido, grosso 111odo, las fases del desarrollo: primero una con-
ciencia artesanal de la elaboración literaria, refinada hasta el extre1no del es-
crúpulo doloroso (Flaubcrt); luego, la voluntad heroica de identificar, en una
y la misma 1natcria escrita, la literatura y la teoría de la literatura (Mallanné);
después, la esperanza de eludir en cierta forma la tautología literaria pospo-
niendo incesante1nente Ja literatura, declarando que uno _va a escribir y con-
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virtiendo esta 1nis1na declaración en literatura (Proust); n1ás tarde, la puesta a
prueba de la buena fe literaria con la deliberada y sislemática 1nultiplicación
·al infinito de Jos significados de una palabra sin guiarse nunca por ninguno
' de los sentidos de lo que se significa (sllrrealis1110); por últin10, y a la inver-
sa, la rarefacción de estos significados al cxtrcrno de tratar de alcanzar un
Dasein de lenguaje literario, una neutralidad (aunque no una inocencia) de la
escritura: pienso aquí en la obra <le Robbe-Grillet. 10
Pero .la n1isn1a nitidez de este reducido bosquejo expone a la vez sus
límites. Es demasiado específico de una única tradición nacional para ha-
cer las veces de una teoría general del Modernismo; en Gran Bretaña,
después de todo, Jos levantamientos de 1848 condujeron a una vigorosa
reafirmación de la escritura clásica con Matthew Arnold y George Eliot,
no a su desintegración ílaubcrtiana en una "problen1ática del lenguaje". 11
En segundo lugar, aparte del rnasivo arranque inicial dado a todo el pro-
ceso por las insurrecciones de 1848, este trata~iento del modernisn10 es
tan intcrnalista co1no los· antes esbozados, que se basaban en sus propias
ideologías; la evolución, tras el cataclismo inicial, es puramente autoge-
nética. Por otra parte, para Barthes no parece posible ninguna subperiodi-
zación significativa _dentro de esta época de Jo "moderno". aunque lo exi-
ja su nlis1na lista, en la cual el surrealisn10 como movinüento colectivo
se destaca de inn1ediato de los otros proyectos estéticos individuales.
Aun en Ja 1nás refinada formulación ele Barthes, entonces, la teoría de
1848 sigue siendo den1asiado extern~ al Modernis1110 que aspira a expli-
car, agregando 1neran1ente un baño de sangre político a la fachada de lo
que en otros aspectos sigue siendo una serie literaria autónoma. Las insu-
rrecciones de 1848 no son una alternativa genuina a Jas ideologías del
1O. Citndo en Jonathnn Culler, Bartlws, Londres, l 983, pág. 29 [Trad. cast.: Bartlu!s.
México, Fondo de Cultura Económica].
11. Véase tui "Nineteenth-Century Studies: As Thcy Are and As They Might Be",
Newsfrom Nowhere. 2. octubre de 1986. págs. 38-55.
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24 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
Modernismo respecto de sí; son 1nás bien algo así corno su imagen en el
>.. espejo, el horrible exterior de sus aerodinárnicos :interiores. Y sea lo que
fuere lo que ca1nbió efectivamente en la cultura europea, tendrá que ser
considerado entonces según modelos de tc1nporalidad y formación social
mUcho n1ás complejos que el de la "totalidad expresiva" que permite a
I...ukács y otros ver hasta la última y más dinlinuta in1agen poética mutar
obedienten1ente en el 1no1nento mismo en que se alzan las barricadas.
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mon~ .Wil!iams: Critica! Dehatc.•;, 1989.
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INTRODUCCIÓN DEL COMPILADOR 25
14. Rnymond Williams, Politics and Lerters: Jnrerview5 with Ncw Llft Rl.iview, Lon-
dres, J 979, págs. 45-46.
J 5. Raymond Williams, Keywords: A Vocahulary of Culture and Socicty. Londres,
18. Reseña de Lukács. 111e Mea11i11g of Co11temporary Reafism, .en The Li~;te11er, 28 de
marzo de 1963, pág. 385; "Fron1 Sean to Tolstoy", en The Lisrener, 8 de marzo de 1962,
págs. 436-437. ·
19. Raymond Willimns. Tlie Long Revolution, Harn1ondsworth, 1965, pág. 299
20. Raymond Wiltiams, '"My Cambridge·', en Ronald Haymnn (comp.), My Ca1nbrid-
ge, ~on<lres. 1977, p<íg. 60.
INTRODUCCIÓN DEL COMPILADOR 27
minación sobre Cuando huye el día, de lngmar Bcrgman, afinna con vi-
gor la preenlinencia del cine ~orno un n1edio dramático conten1poráneo,
y gran parte de las ideas en que se basa esta afrrn1ación se originan en el
"manifiesto" del que Williams fue coautor con Orrotn en 1954, Preface
to Filrn. Como una crítica a1npliada del cine naturalista, aun en su apa-
riencia "1nodernista" con10 1nontaje einsensteiniano, este libro consideró
corno sus modelos estéticos positivos las películas expresionistas alen1a-
nas de Jos años veinte. El gabinete de/ doctor Caligari, Metrópolis, Des-
tiny, La últi111a carcajada, pese a ciertas reservas, son las que 1nejor con-
firman la noción de Will.ian1s de .la "expresión total" (una conclusión que
cabe percibir con10 preest.ablecida por el ténnino 1nis1no); y Orro1n insiS-
te en que "nuestra tarea es aplicar Jos principios establecidos en estos
films a los senti1nientos dra1náticos de la hora actual". 21 El cine surge en-
tonces como el te/os de los- grandes dra1naturgos naturalistas: lo que Ib-
sen había imaginado en Peer Gynt o Strindberg en El camino de J)a1nas-
co, sólo sería técnicamente posible con las "iinágenes en nlovimiento"
del siglo xx. Y Williams vuelve a pensar entonces la totalidad del Mo-
dernisn10 a la luz del cinc. Ta1nbién Woolf y Joyce son, parece, cineastas
1nanqués; puesto que su fragmentario "fluir de la conciencia" está "pro- ,
funda111ente relacionado con varias forn1as características de la i1nagen
moderna, n1uy evidentes en la pintura y especialn1cnte en el cine que, co-
1110 1nedio, contiéne gran parte de su 1nov.irnicnto intrínseco". 22
Esta últin1a cita, sin en1bargo, pertenece a The Country and the City,
que rompe de n1anera decisiva con las posiciones estéticas de Preface to
Fibn para ir más allá de ellas. Puesto que, aunque el libro anteriof es una
defensa de la "abstracción", la "estilización", la "forn1alización", se 1nan-
tiene en el dominio de un tenaz organicisn10 residual; "integracióll;··es un
ténnino al menos tan frecuente como las tres palabras técnicas que acabo
de n1cncionar. En este aspecto, Orron1 enfoca las cuestiones en su crítica
del 1nontaje. Este método del "choque" o el "corte de 'impacto'" crea, en
su opinión, "una sensación de conñ1oción que en general es indeseable"
y está al borde de ser un 1nero "truco técnico" y hasta una "debilidad de-
sintegradora"; en esta n1odaJ-idad fílnllca "nunca se establece una relación
espacial adecuada". En contraste con todo esto, "la expresión fíhnica _exi-
ge 111ovirnienlo, y flujo":
21. Raymond Willimns y Michael Orrom, Preface to Fibn, Londres. 1954. pág. 101.
22. The Co1111try a11d the Cily, op. cit .. pág. 290.
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·23 LA POLfTICA DEL MODERNISMO
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duahncntc Jo eclipsa. Pero el nuevo se presenta desde un punto de referencia
dentro del viejo. Éste es prccisarnente el método que debe1nos usar en el cinc
'' .1
para evitar los perturbadores tirones del corte. 23 1
Que WilJiams cOmpartía estas posiciones se deduce claramente de la
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cercanía de Ja retórica a sus propias preocupaciones en este período: la
defensa de Edmund Burke en (Culture and Society), cuya "circunspec-
ción" y sentido de la "dificultad" surgen de una reverencia hacia las tex-
turas orgánicas de lenta evolución de la cornunidad. en contraposición a ¡.,
Jos innovadores racionalistas (los futuristas de su propia época) que ba- j
rrerían de un solo golpe con lo viejo en non1bre de lo "nuevo"; o el méto- j
do narrativo de Border Country, cuyo corte "a tirones" entre el pasado del
padre y el presente del hijo se relaciona precisamente con un fracaso so-
cial de lo nuevo en encontrar su "punto de referencia dentro de Jo viejo".
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Pero en las dos décadas que separan a Preface to Film de The Country !'
and the City, la concepción de Williams sobre la naturaleza inherente del ~ ·.
cine co1110 un 1nedio cambia de manera decisiva. En "Cine y socialismo", ·'!
incluido en este volumen, señala que "los primeros públicos cinemato- }
gráficos estaban compuestos por miembros de la clase obrera de las gran-
des ciudades del mundo industrializado"; pero esto, así expresado, aún
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podría ser una 1nera conexión externa entre medio y jurisdicción. Pero ya
en Second Generation, cuando el cine se utiliza co1no 1netáfora, se alude '' .
in1ágenes aisladas Ja 1nayoría de las personas eran conocidas, con una rá- '"·
pida decisión sobre la pertinencia para uno mismo, en la serie veloz1nen-
te cainbiantc". 24 The Country and the City teoriza luego aquello a que se
había to1nado el pulso en la ficción. La cita que inicié antes continúa:
"hay sin duda una relación directa entre la película, especialmente en su
desarrollo en el corte y el montaje, y el moviiniento característico de un
observador en el ámbito cercano y rnultifor111c de las calJes". 25 Lejos de
desnaturalizar el fihn, el n1ontaje es ahora su esencia nüs1na, o, 1nás bien,
Ja esencia del fihn consiste en no tener esencia, en ser un n1edio singular~
mente sensible al desorientador carácter cfúnero de la ciudad n1odcrna.
El fihn secreta .la ciudad en sufor1na 1nisnu1 rnucho antes de que nos la
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29
l INTRODUCCIÓN DEL COMPILADOR
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haya anunciado siquiera como ten1a explícito (Metrópolis y sus suceso-
res) y, de hecho, aun si no la aborda específica1nente ..Pero si el cinc es la
1 modalidad n1odernista definitiva, entonces el Modernismo puede situarse
l ahora, no en el "interior" de sus ideologías autorratificantes ni en el "ex-
terior" de un traun1a político del tipo de 1848, sino en la zona inter1nedia
de la experiencia urbana. en solución y no como un precipitado, en una
."estructura de sensibilidad" que todavía no asumió Ja configuración rela-
¡..
tivarnente formalizada de la doctrina estética o el acto político.
La posición de Williams .recuerda ya los intentos de Walte"r Benjamin
de situar los orígene.5 del Modernismo en "París, capital del sig_lo x1x". La
j
afinuación de Benjamin de que "el dadaísmo trató de crear ton medios
j
_pictóricos -y literarios- los efectos que el público hoy busca en el cinc"
j anticipa Ja percepción de Williams sobre las imaginaciones 9-ramáticas
prefigurativas de Ibsen y Strindberg; y ta1nbién para .Benjamin en las
!' grandes ciudiides "la experiencia de la con1noción se ha convértido en la
~ ·. norma", y "en un film, la percepción en forma de conmociones se estable-
·'! ció como prihcipio formal". 26 Sin e1nbargo, Jo central para la teoría del
} Modernismo de Bcnjamin no es en definitiva la tecnología del siglo xx si-
¡,, no la poesía lírica del siglo x1x; y su concentración en Baudelaire tiene
·entonces al mismo tiempo sus límites así como sus iluminaciones 1núlti-
l• .
plcs. Ya que en Baudelaire el Modernismo es más una cuestión de te1na
'' . que de forma. Es cierto, el poeta francés declaró una vez sobre el poen1a
t en prosa, ese género .indeterminado, que era "hijo de las grandes ciudades,
1· de la intersección de sus niiríadas de relaciones", 27 pero en Las flores del
! mal las cuartetas rigurosamente rimadas del poema lírico tradicional so-
'··' breviven intactas. ~s posible que tanto Baudelaire como Proust intenten
(al decir de Benjamin) producir sintética1nente una_cxpcri~ncia (Erfah-
rung) auténtica, pero para hacerlo el prin1ero emplea seis cslrofas nítidas
y el segundo dos mil extrañas páginas; una teoría del Modernisrno funda-
da. en Baudclaire no puede, evidente1nente, tocar la especificidad de estos
extraordinarios proyectos Modernistas posteriores. Si no surge la cuestión
de las formas, tampoco lo hace el proble1na de IasjOrm.acion.es, una au-
sencia aún más cruciál en los ténninos del propio materialis1110 ~ultural de
Williams: intrépido pionero, Baudelaire es en virtud de ese mismo hecho
~istinto de Jos grupos nülitantes de vanguardia que lo sucedieron.
1l
30 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
l
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La elaboración por parte de Bcnjamin de una teoría general del Mo-
dcrnistno a partir de Baudelaire, su identificación de "problemas de per-
cepción y observación, que conducen a problen1as de escritura, los cuales
luego [son] referidos a fenómenos sociales", eran en opinión de Williatns
"una sofisticada forn1a tardía de idealis1no" y Ja "menos interesante" de
las modalidades de análisis cultural de Benjamin. 28 En rigor de verdad,
corría el peligro de ser absorbida precisarnentc por lo que afirn1aba estar
analizando. Allnquc Benjamin 1nantiene en el caso de Baudelairc una dis-
tancia crítica adecuada con respecto a la estética de la ·con~noción que
constituye Ja inodernidad de su ten1a, y reconoce en la doctrina de .las co-
rrespondances un indicador del "precio por el cual puede obtenerse la
sensación de la edad moderna: la desintegración del aura·en ·la experien-
cia de la con;noción", 29 su ensayo "La obra de arte en Ja épqca de su re-
productibilidad técnica", de influencia 1nasiva, tiende a fe.tichizar justa-
n1ente dicha experiencia; el "aura" estética, que en la obrad~ Baudelaire
es el recuerdo de una prehistórica promesse de bonheur, ·es .allí casi ex-
clusiva1nente'.elitista, pasiva e ideológica. Por otra pa11e, el Modernismo
del tipo baudelaireano se expande inás allá de cualquier posible especifi-
cidad histórica, pese al énfasis inicial en una fase única de la historia pa-
risina: abarcci'iguahnente Las.flores del rnal de :1857, la pr.in1era escritura
de la Recherche de Proust entre 1909 y 1912 y una potencial estética an-
tifascista a fines de Jos años treinta. Para quienes adhirieron acríticamente
a las posiciones benjan1inianas o brechtianas en los años sesenta o seten-
ta, su influencia se extiende claramente aún más allá. Pero ahora he1nos
vuelto a .los inabordables dilen1as de la periodización con ló_s que en1pe-
zamos, y llegamos una vez más a un "perennialisn10" que a11í señala1nos
con10 característico de las propias ideologías intentas del Mbdernisn10.
No obstante, no puede decirse que The Country and the City salve
con éxito los. proble1rias que Williams había identificado eón aptitud en
Benjatnin. Procura i1nplicitan1entc pcriodizar el Modernis1úo (una pala-
bra que en realidad nunca usa), pero sólo puede hacerlo en _términos de
un rnodelo binario de ascenso y caída, con lo que se vu~lve v.íctima del
tipo de crítica que Perry Anderson expuso en Netv Left /(eview sobre To-
do lo sólido.se desvanece en el aire, de Marshall Bennan. Para.The
Country and the City, corno para Bern1an, en realidad los grandes "1no-
dernistas" de· principios del siglo XX, paradójican1entc, no son n1odernos
en absoluto. La verdadera 1nodernidad estética capta las indisociables
28. "A City and its Writers'', The Guardian, 30 de agosto de 1973, png. 12.
29. Benjainin, Illuminations, op. cit., pág. 196.
INTRODUCCIÓN DEL COMPILADOR 31
30. The Cotmlry and !he Ciry, op. cil., p:ígs. 260 y 190.
31. /bid.. pág. 268.
32. Marshall Oerman, Ali Tha1 h So/id Melis In/o Air: The Experience of Mvdernity,
Londres. 1983. p:ig. 25 [Trad. cast.: Todo fo·.'i6lido se de.'iva11ece e11 t~l aire, Buenos Aires.
Siglo XXI].
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LA POLÍTICA fJEL MODERNISM O i
32 1
33. "A City and its Writers", art. cit., pág. 12.
34. The Country and rhe City, op. cit., pág. 335.
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i INTRODUCCIÓN DEL COMPILADOR 33
¡
xx. 35 La inn1igración sie1npre había sido una gran preocupación imagina-
tiva en Williams: en Border Country, Matthew Price estudia los movi-
mientos de población hacia los valles nüneros galeses en el siglo x1x, y
tanto él como la fanülia Owen en Second Generation representan un gran
can1bio poblacional que se aleja de ellos en el siglo XX. De la ficción, el
terna de la in1nigración se traslada a la teoría cultural; y para Williams las
f?nnaciones de vanguardia y sus forn1as distanciadas y "enajenadas" tie-
nen su n1atriz en una generación de inmigrantes "provincianos" a las
grandes capitales in1periales. El cubismo bien puede brindar el eje1nplo
más gráfico, fundado como lo estuvo en la reunión de Guillau1ne· Apolli-
naire (nacido Wilhelln Apollinaris de Kostrowitzki) y los españoles Pi-
' casso y Juan Gris en la primera década de este siglo. Si en este sentido la
'¡
in1nigración define la nueva base social del Modernis1no, la paradoja del
movirniento es que simultánean1cntc es el últin10 suspiro de las _viejas
tecnologías culturales: escritura, pintura, escultura, teatro, las "pequeñas
revistas". El cine ocupa entonces una posición paradójica dent'.o de la
n1odernidad cultural, al asestarle un golpe n1ortal en el 1nomento misnio
en que da origen a sus más íntimas potencialidades estéticas. Puesto que
aunque co1no n1edio se funda en la experieqcia de la "conmoción" Mo-
dernist~ dentro de Ja metrópoli, salta casi de in111ediato detrás y más allá
del Modernismo, lo que da a los directores clásicos del cine mUdo sólo
un brevísimo momento para realizar sus potencialidades cxperin1cntales
"inherentes". En un sentido, el cine anuncia la sustitución del Modernis-
mo metropolitano en sus aspectos de distribución masiva (después.n1ás
'
'' plenamente realizados en la televisión), en la que la dicolo111ía Modernis-
ta civilización de 111asas/cultura minoritaria da paso entonces a las aún in-
definidas relaciones culturales de Ja "n1odcrna metrópoli transn1isora".
Pero, en otro sentido, a 1nedida que ingresa en sus nuevas fases tecnoló-
gicas del sonido y el color, el cine da un salto mortal hacia atrás del Mo-
dernisn10, al reinventar tan exhausti~amcnte el pasado realista de éste en
·la do1ninación del n1edio por parte de Hollywood, que después de Ja Se-
gunda Guerra Mundial toda una nueva corriente de Modernisn10 de au-
teur tiene que volver a intentar que retorne "a sí 1nisn10" y arrastrarlo de
nuevo al siglo xx cuyo 111is111ísimo cp.íto1ne fue nlguna vez.
35. Raymond Williams. Culture. Londres. !981. Williams dio a cn1cnctcr Ocasional-
mente que lambién el naturalismo tiene una base mclropolitana, dramáticamente limitado
con10 lo estñ a "ese espacio representativo, por encima <le una ciudad capital", Drama
from lhsen to Brecht. Londres, ! 973, pág. 374 [Trad. cast.: El teatro de lbsen a /Jreclit,
Barcelona, Ediciones 62. 1975].
( .
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'
36. Perry:Ande rsun, "!vlodernity and Revulution ", New Le.ft Review 144, 1narzo-ahri
l
de 1984, pág. 105.
37. The Co11ntry and the City, op. cit., pág. 338.
38. !bid., p<Íg. 278.
INTRODUCCIÓN DEL COMPILADOR 35
39. John Berger. The Succes.~ anJ Faifure of Picasso. Londres, 1980, págs. 70-71
[Trad. e as L.: El éxirn y fracaso de Pú:asso, Madrid, Debate]. Para una descripción más dc-
tall::ida de "l:i revitalización de las ciudades gigantes a p:irtir de la décllda de !890", véase
A11thoiiy Sutcliffc (conip.). Metropolis: 1890-1940, Lo11dres, 1984.
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36 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
i
40. Peter Bürger, Theory of rhe Avanr-Carde. Manchestcr. J 984. pi'íg. 12.
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·({;¡· .
.~·.
aspecto, el vínculo es la obra de ?ertolt Brccht, aunque sin duda esto aún
no era evidente para Willian1s cuando Jbsen to Eliot se convirtió en lbsen
to Brecht. No obstante. aun aquí se presagia la forma de las disensiones
venideras. A n1ediados de los años cincuenta, las giras europeas del Ber-
liner Ense1nble de Brecht sentaron las bases de su ulterior dominación
1nasiva de la teoría y la práclica cultural radicales. En París, Roland Bart-
hes se sintió "arder" (incendié) por una representación de Madre Coraje
y los párrafos de la teoría dra1nálica brCchtiana iinpresos en el progran1a.
Su revista Théátre Populaire había hecho lla1nanlicntos en favor de un
teatro que abordara cuestiones sociales y políticas, y ahora lo había en-
contrado; las defensas de Brecht que Barthes escribió entonces se reunie-
ron con trabajos sobre Robbe-G~illet y la senliología en los influyentes
E'nsayos críticos de 1964. Los rigores de la Teoría en La revolución teóri-
ca de Marx ( 1965), de Althússer, fueron aligerados por un capítulo sobre
estética -"The 'Piccolo Teatro': Bertolazzi and Brecht"-, y aquél terminó
por generalizar la teoría brechtiana de la Entfrenzdung a todo el arte en su
"Letter on Art in Reply to André Dasprc'' (1966). En agosto de 1956, el
Berliner Ensemble representó Madre Coraje, El círculo de tiza caucasia-
no y Bombos y platillos en el Palace Theatre de Londres, lo que dio co-
111ienzo al prolongado influjo de Brecht sobre Ja cultura radical británica.
Más in1portante para nosotros que sus 1nanifestaciones en el teatro nlisn10
(de lo cual Willian1s consideró Sergeunt Musgrave S Dance, de John Ar-
den, como el ejen1plo e.lave) es la forma que asumió en la teoría cultural,
a menudo n1ediada, por supuesto, por los propios Barthes y Althusser.
Unos pocos ejen1plos fan1osos deben bastar: Stephen Heath publicó "Les-
sons from Brecht" y Colin MacCabe "Realism and thc Cin'e1na: Notes on
so1ne Brechtian Thescs" en Screen en 1974; Tcrry Eaglclon escribió una
obra, Bretht and Con1pany, en 1979, y es difícil que alguno de sus libros
recientes haya carecido de un capítulo sobre el dran1aturgo alen1án. Por
otra parte, toda una serie de iibros, entre ellos Critica_! Practice de Calhe-
rine Belsey y Poetty as Disco11rse, de Ánthony Easthopé, c"uyos 1nacstros
confesos son Althusser, Lacan y Macherey, se mantienen bajo el domini9
de la problen1ática brcchtiana. Eagleton presentó sU Walter Benja1nin co-
1no un "can1biu de dirección", casi una coupure épistén1ologique, después
de su intensa1ncnte althusscriano Criticis111 and Jdeology, y el prin1er li-
bro es sin duda n1uchu más entretenido de leer que el segundo; pero en·
tonces el paso de Althusser/Macherey a Benja1nin/Brecht tiene más de
"retorno a los orígenes" que de-ruptura teórica de la clase que sea.
En el co1nienzo Jnisrnu de esta "época Brecht", Ray1nond Williams
registró reservas capitales. En El teatro de lbsen a Brecht el peso de su
crítica recae en el hecho de que la "visión cornpleja" que desea Brecht
40 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
42. Drama from lhse11 tn /Jrecht. op. cit., págs. 318 y 330-331.
43. Poli tics and Letters. op. cit., pt'ig. 216·.
44. Véase su /Jritish Post-Structuralism Since 1968, Londres, 1988, y mi reseña en
TH,~S, 30 de ~cptien1bre de I 988.
INTRODUCCIÓN DEL COMPILADOR 41
se hará cada vez 1nás necesariÓ distinguir entre una vitalidrid genuinan1eílte
innov<1dora -un recurso único para el amargo período que tene1nos por ~clan
te- y lo que Lukács, al escribir sobre una etapa en cierto tnodo con1parab!c,
lla1116 un "dinan1ismo vacío". Creo que parte del acento puesto en la vitalidad
del teatro vivo con10 tal, y por lo tanto el contraste demasiado simple con "Ja
caja", necesitan recÜnsiderarse con esta distinción en rncnle. 46
;:~· '
INTRO DUCC IÓN DEL COfv!PJLADOR
43
pero si nos volven1os a sus reseñ as televi sivas
de fines de los a_ños sesen-
ta y comi enzos de .los seten ta, pode1 nos rastr
ea~ el 1non1ento iiiism o en
que apare ce esta perce pción de la desap arició
n del Modernis1110, como
un i1npacto o ruptu ra súbita en la textu ra de
ia exper ienci a n1ás que con10
una afinn ación teóric a fuhda da. Al obser var
la drarn alizac ión hecha por
la BBC de Los can1inos de la libert ad y relaci
onarl a con obras de Huxle y
y Bergn1an. escrib e:
1
50. !bid., pág. 68, artículo del 10 de julio de 1969.
51. /bid., p:ig. 82, mtículo del 27 de noviembre de ¡ 969.
1
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INTRODUCCIÓN DEL COMPJLADOR 45
TONY PINKNEY
Universidad de Lancaster
1
¿Cuándo fue el Modernismo?
real islas, esta versión del rnodernis1no se niega a ver córno éstos idearon
y organizaron todo:un vocabulario y su complejo de figuras del- discurso
con los cuales co1nprc11der las fonnas sociales sin preceden.tes de la ciu-
dad industrial. Por la rnisrna razón, en pintura, los in1presionistas tan1bién
definieron en la década de 1860 una nueva visión y una nueva técnica
que se correspondieran con su presentación de la vida parisina n1oderna,
pero desde luego sólo se incluye en la tradición a los posimpresionistas y
los cubistas.
Las nlis1nas preguntas pueden formularse al resto del canon literario,
y las respuestas parecerán igualn1enle arbitrarias: desde 191 O en adelan-
te, los iinagistas, surrenlistas, futuristas, fonnalistas y otros hac.cn que los
poetas simbolistas de 1a década de 1880 sean anticuados. En el teatro, Ib-
sen y StriÓdbcrg quedan atrás, y Brecht do1nina eJ período' que va desde
1920 hasta 1950. En todas estas oposiciones, la reciente nacida i<leologín
del modcn1ismo selecciona al grupo siguiente. Al hacerlo, pone a los es-
Critorcs y pintores ·Posteriores en lírÍea con los descubrimientos de Freud .
y les atribuye una visión de la primacía de lo subconsciente o inconscien-
te así corno, tanto en l.iteratura co1no en pintura, un cuestionarniento radi-
cal de los procesos de representación. Se aplaude a los escritores por des-
naturalizar el lenguaje,, romper con el punto de vista presuntarnente
anterior de que éste es .Un cristal claro y transparente, o un C'spejo, y ha-
cer de pronto evidente, . en la textura 1nis1na de sus narraciones, el status
proble1nático del autor.·y su autoridad. Así como el autor apnrece en el
texto, el pintor lo hace en la pintura. El texto autorrcflexivo. ocupa el cen-
tro del escenario público y estético, y al hacerlo repudia 1nanifiest.amentc
las fonnas fijas, la aL_ttoridad cultural e,i;tablecida.de las acade1nias y·su
gusto burgués, y la necesidad misma de la popularidad en el mercado
(con10 la de Dickens o Manet).
¡ Sin duda, éstos son los perfiles teóricos y los autores específicos del
-~ "n1odernismo'', una vers.ión 1nuy selecta de lo 1noderno que se propone
;.
entonces adueñarse de toda la n1odcrnidad. Sólo tene1nos que revisar los
nombres de la historia real para ver la ideologización abierta que pcrnüte
la selección. Al n1isn10 tiempo, es incuestionable que a fines del siglo XJX
hay una serie de rupturas en todas las artes: rupturas, con10 IÜ hctnos se-
... ñalado. con las formas (desaparece la novela de tres niveles) y con el po-
der, en especial co1110 se n1anifiesta en la censura burguesa; el artista s·e
convierte en un dandy o en un radical anlin1ercantil, y a vec~s en ambas
cosas.
Cualquier explicación de estos can1bios y sus consecuencjas ideológi-
cas debe cornenzar con el hecho de que el fin del siglo XIX fue ocasión ele
los 111ayorcs ca1nbios jarnás vistos en los 111eclios de producción cultural.
54 LA POLÍTICA DEL MODERNJSMO
¡
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¡,CUÁNDO FUE EL MODERNISMO? 55
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1
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2
! . William Wordsworth, The I'relude, VII, en Poetical Works. compiladas por De Se-
lincourt y Dürbishirc, Londres, 1949, pág. 261 [Trad. cast.: Preludio. Mü<.lrid, AlberlO Co-
razón, l 981].
LAS PERCEPCIONES METROPOLITANAS 61
Se apiñan coino si no tuvieran nada en contún. nada que ver uno con otro.
l ... J La indiferencia brutal, el aislamiento insen_sib!e
de cada uno en sus inte-
reses privados se vuelven más repulsivos y ofensivos cuanto n1ás se apiñan
estos individuos derit.ro de un espacio lirnitaclo. Y, por más que uno sea cons-
ciente de que este aislamiento del individuo, el egoísn10 estrechO es en todas
partes el principio fundamental de nuesira sociedad, en ningún lado es tan
vergonzosa1nente descarado, tan autoconsciente co1110 aquí. en el apiñamicn-
2. A. Ridler (comp.), Poerns and Sume Leller.s uf James Thomson, Londres, 1963, !
1.
pág. 25.
3. !bid., pág. 180.
62 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
4. Friedrich Engels, The Co11ditio11 ofrhe Workin.rt Class in England in 1844, traduci-
do por F. K. Wischnewetzky, Londres, 1934, pág. 24 {Trad. cast.: f.Ll condición de la clase
lJ
LAS PERCEPCIONES METROPOLITANAS 63
Por otro lado, podía darse un acento social a la idea del "Londres más
oscuro". Ya es significativo que Manchester haya sido, e~ la década de
1830, pionera en el uso de las estadísticas· para comprender una sociedad
de otro ·rnodo demasiado co1nplcja y numerosa. En la década de 1880,
Booth aplicó técnicas de investigación estadística al East End londinen-
se. Hay cierta relación entre estas formas de exploración y las perspecti-
vas panorámicas generalizadoras de algunas novelas del siglo xx .(Dos
Passos, Tressell). Hubo descripciones naturalistas desde el interior del
rnedio urbano, también con el acento puesto sobre el delito, en varias no-
velas de la década de 1890, por ejemplo Tales of Mean Streets (1894 ), de
Morrison. Pero en general hubo que esperar a la década de 1930, y a la
sazón de un n1odo mayoritariamente realista, para que algunos de los ver-
daderos habitantes de esas zo_nas oscuras pusieran por escrito sus propios
puntos de vista, que incluían la pobreza y la mugre pero tan1bién, en agu-
da contradicción con las .anleriores descripciones, la buena vecindad y el
sentido con1unitario que eran las reales respuestas obreras.
Un cuarto ten1a general, sin e1nbargo, puede conectarse con esta pre-
cedente respuesta explícita. No carece de interés señalar que Wordsworth
no sólo vio la ciudad alienada sino nuevas posibilidades de unidad:
entre las multitudes
De esa eriorme ciudad, a menudo se veía
Conn1ovedoramente expuesta, más de lo tjue es posible
En Otras partes, la unidad de los ho1nbres. 6
..
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68 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
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LAS PERCEPCIONES METROPOLITANAS 69
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3
La política de la vanguardia
inter-
No obstante, cosas muy diferentes habían sucedido en los años
cia del
medios. El hon1bre que había escrito: "Cuand o pienso en la demen
empeñ ado
mundo puedo llegar a enloqu ecer", había proseguido: "Estoy
los ojos". 1
en tamaña revolución contra mí 111ismo, y se n1e cae el veJo de
movin liento
ÉSta es la transic ión que llcgare inos a recono cer como un
ió que Nietzs che escri-
clave en el arte n1oderno, y que ya en 1888 pern1it
ha sorpren dido más allá
biera sobre la pieza de Strindbcrg El padre: "Me
la que mi propia concep ción del
de toda 1nedida encont rar una obra en
el odio mortal de los sexos su ley fun-
amor -cuyo medio es Ja guerra y
nte expres ada''. 3 Strindb erg confin nó el
darnen tal- está tan n1agnífican1e
sche es para mí el espíritu inoder no que se
reconocimicnlo mutuo: "Nietz
derech o del fuerte y el sabio contra el necio y el pe-
atreve a predicar el
sin duda un
queño (los denió_cratas)''. Esto sigue siendo radicalismo, y
4
que ahora los
radicalismo osado y violento. Pero lo que ocurre no es sólo
con las tenden -
enemig os han ca1nbiado y se identif ican en lo sucesiv o
oras: el progre so po-
cias que nntes habían sido reconocidas corr10 liberad
la paz contra la guerra. Tam-
lítico, la efnancipación sexual, la opción de
reciero n detrás de éstac;; en
bién sucede que los antiguos ene1nigos desapa
las siernilla s del fu tufo son el fuerte y
rigor de verdad, quienes portan hoy
[ ... ]quier e prote"g er a las especie s fuer-
el poderoso: "Nuest ra evolución
parece un
tes contra las débiles, y la agresividad actual de las mujeres me
5 El lengua je es el del darwin ismo so-
síntom a del retroce so de la raza".
es con res-
cial, pero podemos distinguir su uso entre estos artistas radical
y duro (des-
pecto a lasjust lficaci ones relativa1nente banales de un nuevo
di_reclo s del
·carn.ado) orden social plante adas por los .apolo gistas
cultura l", en el
capitalismo: J_,o que surgé en las artes es u.n "da1winismo
constit uyen Ja verdad era ,'
cual los espírit us radical es fuertes y osados
sólo una acome tida contra los
creatividad de la raza. De tal 111odo, no hay
tas, las 1nujer es- sino coiltra todo el
débiles -los deinóc ratas ..los pacifis
so .. El "retroc eso de la raza" se atribuy e al
orden social, niara! y re,igio
podía saluda r a Nietzs che co1no "el profeta del
cristianis1no, y·Strindberg
6
de1Toca1nicnto de Europa y la cristiandacl".
bander as
Tenelnos que volver a pensar, entonc es, en las antorchas y
de anál.isis
rojas de la Comun a de los l'rabaja dores. En detcnn inado tipo
-·
'l
••
LA POLiTICA DE LA VANGUARDIA 73
LA POLÍTICA DE LA VANGUARDIA 75
des n1uchedun1bres excitadas por [... ] los disturbios" contienen todas las
ambigüedades existentes entre revolución y carnaval. Por otra parte, y de
n1anera crucial, aunque su pleno desarroll.o es posterior, está la diferencia.
decisiva entre las apelaciones a la .tradición de- la razón y la nueva cele-
bración de la creatividad que tiene n1uchas de sus fuentes en lo irracio-
nal, el reciente1nente valorado inconsciente y los fragn1entos de sueños.
Las bases sociales que habían parecido fusionarse cuando la Con1una de
los Trabaja9ores honró a Strindberg -un escritor que había explorado in-
tensan1ente esas fuentes inconscientes- podían ahora contrastarse con la
1nisn1a fuerza: la clase obrera organizada con su disciplina de partido y
sindicato; el inovi1niento cultural con su asociación móvil de individuos
libres y liberadores, y a menudo deliberadamente marginales.
Aquello que fue "111oderno", que fue sin duda "vanguardia", es hoy
relativan1ente viejo. Lo que revelan sus obras y su lenguaje, aun en sus
niveles n1ás vigorosos, es un período histórico identificable, del cual, sin
embargo, no hen1os salido del todo. Lo que ahora poderr1os identificar en
sus años ·n1ás activos)'.' creativos, subyacente a sus muchas obras, es una
ga1na de diversos métodos y prácticas artísticas en rápido n1ovüniento, y
al mis1no tiempo un conjunto de posiciones y creencias relativa1nente
. constantes.
Ya he1nos señalado el én.fasis en la creatividad. Éste tenía preceden-
tes, desde luego, en el Renacirnienlo y n1ás adelante en el n1ovi1niento ro-
n1ántico, cuando el ténnino, a prirnera vista blasfe1110, se inventó y usó
en abundancia. Lo que indica este énfasis tanto en el Modernismo como
·en la vanguardia es un desafío y en definitiva un rechazo violento de la
tradición: la insistencia en una clara ruptura con el pasado. En an1bos pe-
ríodos anteriores, aunque de diferentes n1aneras, hubo una fuerte apela-
ción al re11aci1niento: el arie y el aprendizaje, la vida del pasado, eran
fu~ntes, estín1ulos de _una nueva creatividad, contra un orden presente
.,
~-
i~
agotado o deforrnado. Esta apelación perduró hasta una fecha tan tardía
·~
con10 la del 1novi1niento alternativo de los prerrafaelistas, un modernis-
+ 1110 consciente en su hora; el presente y el pasado inmediato deben ser re-
chazados, pero hay un pasado m4s lejano, a partir del cual puede renacer
la creatividad. L.o que ahora conoce1nos como Modernismo, y cicrta1nen-
te con10 vanguardia, can1bió todo eso. La creatividad está íntegramente
en las nuevas obras, las nuevas construcciones: todos los 1nodelos tradi-
cionales, acadén1icos y hasta ilustrados son real o potencialn1ente hosti-
les a ella, y hay que barrer con ellos.
Es cierto que, como en el movimiento ro1nántico -con su apelación al
arte folklórico de los pueblos rnarginales-, hay tarnbién una diferencia la-
teral. El arte visto con10 printitivo o exótico Pero creativan1ente poderoso
¡,
76 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
LA POLÍTICA DE LA VANGUARDIA 77
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78 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
1
-y por últüno el culto- del "genio" y "el s~perhombre". Naturahnente, la
burguesía y su .inundo eran desde tales posiciones objet9s de hostilidad y
dc~dén, pero no fue necesado que la afirmación se forn1ulara con n1ucha
frecuencia para a1npliarse hasta una condena generalizada dé la "masa"
que estaba más allá de todos los artistas auténticos: ahora, no sólo la bur-
guesía sino el populacho ignorante que estaba fuera del alcance del arte o
era hostil a él de una 1nanera vulgar. Cualquier residuo de una aristocra-
cia real podía en ocasiones incluirse en este tipo de condena: los bárbaros
mundanos a los que se confundía ofensivan1ente con los verdaderos aris-
tócratas creativos.
Por otro lado, cuando los movimientos obreros, socialistas y.ánarquis-
tas elaboraron su propio tipo de crítica e identificaron ·a Jos 1nieÍnbros de
la burguesía con10 los organizadores y agentes del capitalisrno y por lo
tanto la fuente e;;pecffica de Ja reducción de todos lo.S valores nümanos
1
más generaleS:,)ncluidos los del arte, al dinero y el co1nercio,.lo.s artistas
,.~. ·.~: .
tuvieron 13. op.Ürtunidad de unirse· o apoyar un movin1iento a1nPlio y cre-
,-....... . ciente que defrqcaría y sustituiría la sociedad burguesa. Esta actitud po-
día asumir la forma de una identificación negativa cntr~ los artistas y los
·.¡ trabajadores, PC?r ser ambos grupos prácticamente exp'totados y· opriini-
dos; o, aunq~e-~Con n1enos frecuencia, u1.1a identificaciQn positiva, en la
que los artistas.se co1npro1netían, en su arte y fuera de él, c6n las causas
más grandes Q.el pueblo o los trabajadores.
~Fi<~.(
._...,. ·_,
:.i.· '
Así, pues, dentro de lo que a primera·vista pueden parecer denuncias
íntirnameótc Co~parables de lo burgués,.ya hay posiciOOes radicalmente
diferentes, qu.c en definitiva conducirían, tanto de m~n.era teórica con10
bajo la presión de una crisis política real, a tipos de política no sólo dife-
rentes sino directa1nente opuestos: el fa.seismo o el cofriunis1no; la social- .f
den1ocracia o el conservadurisn10, y el culto de la excelencia. '
Esta serie sincrónica tiene que comple1ncntarse, ~dén1ás, con la se"r.ie
diacróniCa de la verdadera burguesía. Eri slls primeraS etOpas Se había he-
cho hincapié en la ernpresa productiva y comercial independiente, libre
de las restricciones de la regulación estatal y el privilt::gio y los preceden-
tes, lo que en. la práctica coincidía íntin1a1nente con Já·situacióii. vital y
los deseos de muchos artistas, que ya se en_contraban pq::éisamenlc en esa
situación. En realidad no sorprende que tantos de éstos -incluidos, iróni-
can1ente. n1uchos ·artistas vanguardistas en las ú1tin1as etapas de_sus ca-
rreras- se conviftieran en este sentido en burgueses buenos y exitosos: a
la vez atentos a controlar su propia producción y sus bienes y -lo que im-
portaba más en la presentación pública- apoteosis final de esa figura bur-
guesa central, el individuo soberano. Éste es aún hoy el pequeño can1bio
del.a autopresentación artística convencionaL
LA POLfTICA DE LA VANGUARDIA 79
p· .
.. ·
.
80 LA POLfTICA DEL MODERNISMO
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· -~ ·zo::na ~ '"""'~; ,,.. ..
LA POLÍTICA DE LA VANGUARDIA 81
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diante el recurso a un arte rnás simple: ya.se tratara del primitivo o exóti-
co, Como eÍ1 el interés 1nanifestado por los objetos y formas africanas y
chinas, ya de Jos ele1nentos "folklóricos" o "popular'es" de sus culturas
natales. Como en el caso anterior del "1nedievalismo" del n1ovimiento
romántico, eSta expansión que daba la espalda e iba más allá del orden
cultural existente iba a tener resultados políticos muy diversos. En el ini-
cio, el principal impulso fue "popular", en un sentido político: ésta era la
verdadera o reprimida cultura nativa que había sido sofocada por las for-
n1as Yfórmµlas académicas y del establishrnerit. No obstante, al n1isn10
tien1po se la valoraba en los n1ismos términos que el arte exótico porque
representab~ una tradición humana más general, y en especial a causa de
los elementos que podían considerarse como identificadores de su "pri-
n1itivisn10''.. Una calificación que correspondía al énfasis puesio eh el rei-
no inna.tamentc creativo, inforrne e indornado de lo prcn·acional y lo in-
consciente, incluso esa vitalidad 9e lo ingenuo que, de ffianera tan
especial era un estímulo conductor de la vanguardia.
Podemos ver entonces por qué estos énfasis, al n1adurar, se encami-
n_aron en diferentes direcciones políticas. El énfasis "folklórico'', cuando
se pr~ponía como evidencia de una tradición popular repritn'ida, podía
desembocar rápidarnente en tendencias socialistas y otras radicales y re-
volucionarias. A esto podía unirse una versión de la vitalidad de lo inge-
nuo, como testirnonio de los nuevos tipos de arte que liberaría una revci-
lución popular. Por otro lado, una insistencia en lo "folklórico" co1110
parte de un tipo particular de énfasis en "el pueblo", podía.conducir a
identificaciones nacionales y finalmente nacionalistas muy fuertes, ·de la
clase a .la qu~ recurrieron abundantem~nte el fascismo italiano y el alc-
1nán.
De igual modo, sin embargo,' el hincapié puesto en Ja creatividad de
16 prerracional podía transformarse en un recllazo de t6das las fonna·s "de
política supuestamente racional, inc!Úyendo no sólo el progresisn1ó libe-
ral sino también el socialismo científico, hasta el extremo de que. en una
versión, la política de la acción, de la fuerza irreflexiva, pudo idealizarse
como necesaiia111ente liberadora. Desde luego, no .fue ésta la (!nica con-
clusión del énfasis en lo prcrracional. J. . a mayoría de los sur~·ealistas se
pasaron en Jos años treinta a la resistencia contra el fascisn10: por supues-
to, con10 resigtencia activa y desorganizadora ..Hubo-también una lnrga (e
inacabada) interacción entre el psicoanálisis; cada vez más la expresión
teórica de la acentuación de lo "prerracional", y el n1arxismo, por enton-
ces la expresión teórica donllnante de la clase obrera revolucionaria, Hu-
bo muchos intentos de fusión del i111pulso revolucionario de an1bos, tan-
to _en general como en relación particular con una nueva política sexual
LA POLÍTICA DE LA VANGUARDIA 83
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84 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
9. Edwnrd Timrns y David Kelley (comps.), Unreaf City: Urban E.xperiences in Mo-
dcrn European Liternturc and Art, Mnnches1er. ! 985.
1 )O. Véase A. Pbelan, "Lcft-wing Mebncholia", en A. Phelan (comp.), The Weimar
!
,/
LA POLÍTlCA DE LA VANGUARDIA 85
Dilánma, Munche.stcr, 1985 [Trad. cast.: El dilema de Weimar, Vulencin, Ediciones Al-
fonso el Magnánimo].
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86 LA POLÍTICA DEL MODEHNlSMO
transformado pero por otra parte persistente y recuperado. Lo que era ab-
solutan1ente seguro, des.de las primeras agitaciones de] Modernismo has-
ta las fonnas n1ás extremas de la vanguardia, es que nada podía mante-
nerse del todo como era: que las presiones internas y las contradicciones
intolerables fürzarían algún tipo de ca1nbios radicales. Más allá de las di-
recciones y afiliaciones particulares, en esto sigue radicando la in1por-
tancia histórica de este raci1no de n1ovilnientos y notables a1iistas indi-
viduales. Y desde entonces, si bien de nuevas fonnas, l~s presiones y
contradicciones generales aún son intensas, si en muchos aspectos lo son
aún 1nás, todavía hay n1ucho que aprender de las comp'lcjidades de su vi-
goroso y deslumbrante desarrollo.
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4
El lenguaje y la vanguardia
l. August Strindbcrg, Prcface a Lady Julie., en Five Plays, Berkeley, l 981, pág. 71
[Trad. cast.: la seiiorita Julia, en Teatro .selecto, Buenos Aires. Argonauln, 1945].
2. /bid., pág. 67.
90 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
rno desafío a ciertas tendencias de la. lingi.i fstica aplicada, y a las fonnas
de análisis ht~rario aparentemente derivadas de ellas, que se han apro-
piado de uila versión selectiva del Modernisn10 y dentro. de ésta de una
definición interna y autoaprobatbria de la vanguardia, con10 forn1a de
ratificar sus propias posiciones y procedimienlos mucho n1ás restringi-
dos.
La consecuencia más grave de esta apropiación es que unas posicio-
nes realn1cntc Polé1nicas, algunas de ellas serias, sobre el lenguaje y la
escritura, pueden pasar, bien que irónicamente, por descr~pciones históri-
cas de movimientos y formaciones verdaderas: las su1nas Mode.rnismu y
vanguardia son, en la niayoría de los usos, eje1nplos obvios. Puesto que,
aunque digamos convencionalmente que el Modernis1no conrienza .con
Baudelaire o en el período de éste, y que la vanguardia se inici.a alrede-
dor de 1910, .crin los manifiestos futuristas, de ninguno d.e estos dos su-
puestos ·movünicntos cabe dccif que contienen alguna posi'ción ~specífi
ca e identificable sobre·el lenguaje o la escritura, del tipo ofrecido por las
propuestas teóricas o pSeudohistóricas ulteriores.
Aun en el caso m4s plausible -en un tipo característico de definición
pOr contraste negativo, donde el acento principal se pone en el rechazo
co1nún deJ caráéter representacionaJ dél lenguaje y por lo tanto de la es-
critura-, no sólo hay una pas111osa reducción de la diversidad de las prác-
ticas de escritura y teorías del lenguaje realn1ente antecedentes~·sino una
identificación; sugerida con total falsedad, por la cual la verdadera escfi-
. tura .Moderilista y v~.nguardiSta --con deslizanlientos convenientes entre
. estos dos vagos térnl:inos- se supone basad.a en actitudes hacia el 'lengua-
. je que pueden generalizarse Leóricarriénte o al n1enos .asimq~rse a Jns q~e,
tornando en préstamo las clasificaciones, son en sí misnlas j:>ropuestaS
como posiciones y metodologías lingüísticas. y críticas. nlodernistas o
·· vanguardislas. _ ., ·~
Mi desafío ~I citar a Strindbcrg. en su manifiesto nat4r¡:i.list;;i es que,
evidente1nente, presentaba una versión del personaje --como un·"conglo-
1nerado", un "extracto'', "trozos desgarrados" y "harapos"- que se ha
'. considerado a111pliamente con10 característica de la escritura Modernista,
e incluso de una teoría 111ás general, junto con un 1nétodo de escritura
irregular," "construida como CI tc1na de una con1posición 1nusic~1··, tal11-
bién a1nplia1nente identificado con10 "n1odernista", todo Jo cual no obs-
tante se basa i~equívocan1ente en una afiliación a procesos soc;:iales rea-
:r,j,. les. e inclus.o en un deseo de representarlos: "Dejé que )as nientes
~:: .. funcionaran de manera_irregular, como sucede en la vida real" . .Incluso
~::ctt· pode1nos recordar las palabras de lbscn, cuando decidió abandonar el ..:-.
verso dra1nático y cultivar "el n1uchu n1ás difícil arte de escribir en el
(~··, ..
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EL LENGUAJE Y LA VANGUARDJA 91
lenguaje genuino y llano que se habla en la vida real". 3 "Mi deseo era
describir seres humanos, y por lo tanto no los haría hablar el lenguaje de
los dioses": lbsen, quien, si de movünientós se trata, tuvo tanta influen-
cia sobre Joyce. 4
Desde luego, no digo que el Modernis1110 sea un naturalisrno, aunque
el naturalisrno dra1nático fue sin duda una de sus primeras 1nanifestacio-
nes fundan1entales. Pero Jo que sí afin110, ciertan1ente del Modernismo e
incluso, cuando concentre n1i análisis, de la vanguardia, es que las posi-
ciones y prácticas reales son 1nucho 1nás diversas que sus ulteriores pre-
sentaciones ideológicas, y que co1nprenderen1os mal y traicionaren1os un
siglo de notables experiinentos si seguiinos tratando .de allanarlos a la.s
posiciones teóricas y cuasiteóricas conten1poráneas.
Para el presente análisis acepto la descripción convencional de la van-
guardia como un cornplcjo de n1ovitnientos que se extienden desde alre-
dedor de 191 O hasta fines de los años treinta. En la práctica real esos
puntos línlite tan convenientes ·no existen. l,,o que es casi el único rasgo
distintivo, y aun en ese caso de manera incompleta, es 1nenos una cues-
tión de verdadera escritura.que de formaciones sucesivas que impugna-
ron no sólo las instituciones artísticas sino la rnisn1a institución del Arte
o la Literatura, t.ípican1ente en un programa a1nplio que incluía,-aunque
en fonnas diversas, el derroca111icnto de la sociedad existente y su re-
construcción. Eso la separa sin duda de fonnaciones posteriores que con-
tinuaron sus prácticas técnicas, y su agresivídad concon1itante señala al
1ne.nos un cambio de tono ·con respecto a forn1aciones anteriores que ha-
bían anticipado algunos d6 sus n1étodos y que, por lo menos en algunos
cas9s, tenían intenciones sociales e ÜJcluso políticas de una n1agnüud
con1parablc. Dentro de las irrt;:gUlaridades y superposiciones de Cualquier
historia cultural -la repetida copresencia de diversas fonnas de lo emer-
gente con formas de lo residual y lo dominante-; esa definición de perío-
do y tipo tiene una utilidad operativa. _
. No obstante, no poden1os saltar luego a sus manifestaciones 1nás dis-
tantes: los poemas fonéticos y la escritura automática, y el lenguaje cor-
poral del 1'eatro de la Crueldad. Lo que tenemos que distinguir, en ca111-
bio, es uil conjunto de tendencias en la escritura que en distintos lugares
tuvieron consecuencias especificas pero de ningún inodo inevitables. Así,
el movinliento de composición verbal tendiente a lo que se veía co1no la
condición de la 1núsica no está predestinado a resultar en el dadaís1no. El
3. Henrik .lbsen, CollecLed 1Vurks, W. Archer, comp .. Londres. 1906-1908, VI, pág. xiv.
4. /bid.
LA POLÍTJCA DEL MODERNISMO
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94 LA POLfTJCA DEL MODERNISMO ,/.
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en la comunicación gericral como cii las 1nuchas forn1as: del teatro, la na-
rrativa, Ja líric<i.,. el ritual, etcétera, no es en n1odo alguno un descubri-
miento Modernista y, por otra parte, nunca puede reducirse, en otra direc-
ción, a descdpciones si1nplificadas del significado en el lenguaje. Desde
el cynghanedd galés a los versos aliterativos medievales, siempre ha
forn1ado parte no sólo de la práctica sino incluso de las normas. En for-
1nas 111enos ordenadas, fue virtualmente un co1nponente constante de di-
versas clases de com¡:)osición oral y escritura, desde el verso blanco dra-
1n{ltico hasta el ·poema absurdo (esa significativa1nente popular forma
inglesa del siglo ·XIX a la que se parecen mucho ciertos poeinas fonéti-
cos). Lo difere:pte _en algunas teorías y prácticas Modernistas y vanguar-
distas es el inte1i.to de racionalizarlo con propósitos ideológicos ·específi-
cos, de.Jos cualeS el 1nás co1nlin -aunque nunca fue más que uri elemento
de estos n10Virni_entos- es la exclusión o devaluación delibqrada.de todo
o cualquier·signlficado referencial.
Ya hemos visto, en Hugo Ball, Ja falsa analogía con Ja renuncia al
"objeto" en pintura. 'Una verdadera analogía habría sido la decisión de
los pintores de. abandonar la p.intura. Pero debe1nos ir n1ás allá de estas
ocu¡rencias y ¡)~s~r al asunto sustancial que está en la raíz de tant~s de
estos· distintos· mpvimientos y, a decir verdad, de algunos de sus predece-
sores. Este asu~io es primordialmente histórico, y subyace a las diversas
formaciones y prácticas pero también a .muchos de los desarroJ.los en el
estudio del lenguaje que, en una etapa completamente posterior, se usan
ahora para interjJrCtarlíis o recomendarlas. No <?bs.tantc.~ la complejidad de
esta historia -para ser claros. lo que la hace historia-: es evidente de in-
. mediato si a'bstraemos y luego nos proponen1os interpretar la posición
sustancial desde la cual se encararon tantas de estas· iniciativas. De he-.
cho,-la dificultD.d de forn1uJarla radica, en un-sentido r~al, ~n su historia ..
Si digo, por ejemplo, con10 lo hicieron tantos de estos escritores,_ que
el lenguajf:'., en contraste con su condición conte1nporánea, debe ser crea-
tivo, puedo tener, dada una ·diversidad suficiente de'público, la certeza ra-
zonable de que se entiende que digo al 1nenos siete cosas diferentes; no
sólo por las posibilidades 1núltiples del término "creativo" sino pofque la
"condición contemporánea" se entendió histórican1ente al menos de una
de las 1naneras siguientes: un estado de represión activa de las posibilida-
des luunanas; un estado de discurso y con1posición anticuados; u"n estado
en el cual el lenguaje está embotado y agotado por la costÚmbrc y el há-
bito. o se reduce. a lo 1neramente prosaico; un estado en el que el lenguaje
cotidiano y corriente hace difícil o imposible la con1posición literaria; un
estado en el cual un lenguaje puramente instrun1ental obstruye el acceso
a una realidad espiritual o inconsciente subyacente; un estado en el que
EL LENGUAJE Y LA VANGUARDIA 95
8. A. Artaud, Tire 111eatre and its Double, Nueva York, 1958, pág. 110 [El teatro y su
doble. I3ucnos Aires, Sudan1ericuna, ! 976].
9. G. Apollinaire, rE11vres compli!tes. volumen 111, compilado por M. Décaudin, París,
1965-1966, pág. 901.
10. G. Apollinaire, "La Victoire", en Ca/ligrammes (12" edición). Parí;. 1945 lTract.·
cast.: Caligra111as, Madri<l, Cátedra, 1987].
96 LA POLÍTICA DEL MODERN ISMO
12. A. Breton, Manifestes du surréalis1ne, col. ldée.s, 23, París, 1963. pág. 37 [Trad.
cust.: Manifiestos del :'iurrea/ismo, Madrid, Gundarrama, 1974}.
J 3. A . .Breton, Point du jour, Parí.s. 1934, pág. 24.
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de F.
17. Cf R. Godel, Les sources man11scrites du "Co11rs de linguisrique gé11érale"
de Smissure, Ginebra/P arís, 1957, pág. 192.
102 LA POLÍTI CA DEL M0DER N1SMO
gia de "desfa tniliat izació n" o "extra ñaniie nto", y .es cierto
que ·Ja exclu-
sjón del conten ido sen1ántico consa grado o de cualqu
ier otro tjpo abre
posibi lidade s de explor ación sen1ántica, como ya lo habían
hecho nues-
tros viejos amigo_s, el poema fonéti co o su prin1a adven
ediza, la asonan-
cia transcultura1: "Jung and easi1y freudened". •
No obstante, la posici ón forrnalista, en la medida en que
se convirtió
en una tenden cia influy ente en la teoría literaria, signif
icó un desast roso
estrec hamie nto de Jüs hecho s misn1os a los que apunta
ba. Quedó atada a
rechazos de lo que se de1101ninaba "conte nido" y "repre
s.entación'', y aún
1nás pe1judicialmente de la "intenc.ión", los que en realid
ad no captaron
el sentido de los usos literarios activos de la cualidad
1nisma que Volos-
hinov 1Ia1116 "muit iacent ual", una apertu ra sen1ántica.in
hcrcnte, corÍes -
pondi ente a un procés o social todavía activo, a partir
de Ja cual puede n
generarse nuevos y 'p_osibles significados, al nlenos en
ciertas clases im-
portantes de palabi"Us.y oraciones. 18
Sin embar go, aun.és a seguía siendo una propo sición lingüí
stica. Los
for1nalistas, si bien ataron su posición lingüística a cierto
s tipos de· piác-
. tica literar ia -.intens~mente influe nciado s por la prácti
ca ~el futu1:ismo,
aunque la n1ayoría dp sus ejernplos ilustrativos. prove nían
·de obras n-luy
anteriores y, por supuesto, de cuentos popul ares-, Jünita
ron el verdadero
potencial de esa pesición debido a un error característic
o. Bajo el conjuro
de sus propio s ejen1plos escogidos, de usos valorados
pero altan1ente es-
pecíficos. olvidaron que to.do acto de compósición erl)a
esc~itura -de he-
cho toda enunciación-:- ingresa de inmed iato .en proces
os especí ficos que
ya no son abiertos de ese modo: que en realidad; co1no
actos, au.n.en !Os
casos al parece r más extraños, necesariamente tienen '_'cont
enido" e "in-
t~nción;' y pueden, de n1uchos niiles de maneras, "repre
sent'ar" aun en es-
tos términos. Conservar la útil abstracción del 1naterial
lingüístico· básico,
que es verdaderamente el fundan1ent0, del análisis lingüí
stico, en· plantea-
mient os q~e se propo_nen abord ar lo que ya . es. inevitable1ne
ntc una am-
plia gama de prácti cas en las cuales ese material se.util
iza con' esta o
aquella finalidad. ha signif icado desen camin ar a varias
genera ciones de
analistas e incluso, aunque en 1nenor cantidad, a alguno
s escritores.
Tal vez haya, por últi1no, algo más que· una an1plia gan1a
de prácticas;
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LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
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drama era bajo y vulgar, o sucio; a1nenazaba las reglas de la sociedad de-
cente 1nediante la subversión o la indiferencia hacia las norn1as acepta-
das. Las piezas que cuestionaban las concepciones prevalecientes sobre
la feminidad, como Casa de muliecas de lbsen o La seilorita l1:1lia, de
Strindbcrg, suscitaban una indignación particular. En este sentido, hay
una continuidad directa desde el naturalis1no modernista hasta Ja· obra y
recepción de. la vanguardia. Por otra parte, sus bases sociales son directa-
mente co1nparablcs, en cuanto cada una es la obra de fracciones disiden-
tes de la ntis1na._burguesía, que comenzaron a agruparse -en especial des-
de la década cte 1890- en nuevos teatros independientes y progresistas.
No obstante, hubo una temprana crisis dentro de la forrna escogida
del naturalis1no 1nodernista. Su versión del medio a1nbiente dentro del
cual las vidas hu1nanas se formaban y deformaban -el á1nbito do1néstico
bufgués en el que se tenía la experiencia n1ás inmediata de las inSeguri- ,
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dades sociales y financieras, y sobre todo de las tensiones sexuales- era a
la vez físicamente convincente e intelectualn1ente insuficiente. Más allá
del sitio clave de la sala de estar había, en direcciones opuestas, zonas
l
cruciales de experiencia que el lenguaje y e.1 cotnportamiento de la sala
no podían articular o interpretar del todo. l .. as crisis .sociales y económi-
cas en la sociedad en general ejercían sus efectos en esa sala ..flc estar, pe-
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ro dra1ná.tican1ente sólo con10 informes provenientes de otra parte, fuera :!
del escenario, o a lo su1no como cosas vistas desdC la ventana o gritos
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eínitidos·en la calle. De manera similar, las crisis de la subjetividad -las
privacid"ades de la sexualidad, las inccrtidurr1bres y pertiJrbaciones de lüs
fantasías y los suefi.os- no podían articularse en plenitud dentro de las
normas del lenguaje y el comportamiento que la forn1a había selecciona-
do para sus objetivos centrales.
Fue un resu.ltado irónico dentro de una fonna que había extra'ído sus ..
principales energías de Ja selección y exposición de crisis profundas y ¡
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zonas hasta ~ntonces oscuras. Y de hecho, cada uno de los tres grandes
dra1naturgos naturalistas se c1npeñó en continuos experin1entos para su-
perar estas limitaciones. lbsen y Chejov utilizaron iinágcnes visUaJes más
allá de la habitación para sugerir o definir fuerzas más grandes (El pato
1
salvaje, El jardín de los cerezos). Ibsen, en sus últimas obras y especial-
mente en l'uando nosotros los 1nuertos desperten1os. y Strindberg, desde
El canlino de Da1nasco hasta Sonata de espectros, pasando por El ensue· 1
EL TEATRO COMO FORO POLÍTICO j 15
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118 LA POLfTJCA DEL MODERNI SMO
voy crítico, pero entonces aún había un nú111ero de camaradas ele ese ti-
po. tanto real como potencial. Privado de éste, y tras su amplio fracaso al
tratar de producir un teatro que pudiera enfrentar directamente al fasCis-
1 1110 cÜnternporánco, Brecht pasó, tanto en técnica co1no en la elección de
Jos tc1nas, a nuevas y deliberadas fonnas de distancia. Al hacerlo, el re-
sultado fue la anulación de dos factores del largo desarrollo del drama
burgués: lo autóctono y lo conten1poráneo. En una perspectiva, esto pue-
de considerarse co1no la ruptura radical con respecto al "naturalismo" o
"realismo": dentro de la teoría de .la vanguardia ambos están fusionados.
Pero también es, desde l_uego, Ja reconstrucción, en las condiciones obli-
gadas del exilio, de J.as condiciones sociales determinantes de la vanguar-
dia originai: las forrnas escogidas del artista marginal, que se aparta de la
reproducción de un n1undo contemporáneo que es hostil al arte.
La brillantez con que Brecht desarrolló estas fonnas está fuera de du-
da. Madre Coraje y Galileo son las figui·as profundamente divididas, in-
cluso autodis~lvente.s del naturalis1no n1odernista maduro, al que ahora
se le dan perspectivas históricas e ideológicas amplias y cla.ra~. El círculo
de liza caucasiano abre nuevos horizontes al recurrir a los elementos utó-
picos del cuento de hadas, cuando una justicia humana no buscada y li-
teraln1ente in1posible prevalece sobre los duro·s rasgos d~ la necesidad, tí-
pican1ente de1nostrados tanto en el mito co1no en el realismo. En uria
di~ección están las ambigüedades de Ja supervivencia a través de la de-
rrota y la destrucción, en la cual sólo puede haber una conciencia positi-
va mediante la respuesta crítica a la acción, a Ja que la for1na invita pero
que no impone. Esto fue suscitado por producciones de Brecht que ---con-
tra su intención- destacaron las virtudes egoístas de la supervivencia. En
otra dirección, sea en las canciones de placer y desafío sea en la realiza-
ción utópica de una justicia inusual y feliz,· el impulso co.lectivo sobrevi-
ve y se co1nunica.
Es en este tipo de análisis complejo, que ·correSponde a lo que el 1nis-
1no Brecht describió. como su nuevo método, el de .la "visión compleja"
de un proceso social polivalente y a la vez dinánlico e incierto; que debe
definirse la significación de aquél. Abstraer los tnétodos específicos, o
las e·.;<presiones teóricas asociadas· a ellos, co1no forn1as detenninantcs sin
referencia a su misma situación social n1uy específica y lintitante, es con-
firn1ar la evolución real de la vanguardia, cultural y polítican1ente. hacia
un nuevo esteticismo. Por este conducto se eluden problemas sociales
irresolubles en lo que parece una ernpresa artística autóno1na, autoclepen-
diente y autorrenovadora. El intento a 1nenudo exitoso de despolitizar a
Brecht con la 1nención de los ele1nentos de supervivencia cínica y Hbera-
ción inespecífica, y restando in1portancia a la firrne adhesión a una con-
EL TEATRO COMO FORO POLÍTICO 121
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122 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
mer plano con lecturas satfricas de los diarios deJante del telón. La obra
terntina con una nóta de lamento lírico individual.
Éslas fueron las obras izquierdistas inglesas más conocidas de Ja dé-
cada del treinta, principalmente porgue se produjeron dentro de la forma-
ción cultural rnás eficaz: la de ·Ja burguesía po1ítica1nente diside1ÍtC. No
obstante, tan1bién se hacían obras de otro tipo, que buscaban públicos de
clase Obrera y la producción directa de los trabajadores: no sólo a través
de las_Jorn1as agit_ativ_as del diario vivo sir.10 de toda una.serie de 1néto- .:. ~ .
dos, incluyendo -la reconstrucción de la historJa popular y el realismo so-
cial contemporáneo. Esta tendencia, a menudO interrurnpida por su.debi-
lidad institucional, continuó 1nanifestándo~e y se ha fo11al~cido.
No obstante, finalmente 9eber.nos poner de relieve lo que ocurrió des- ··-
~e entonces con ia política cultural -de Ja vanguardia autoconsciente. El·
yo frag1nentado en un mundo frag1nentado ha sobrevivido como cs.truc-
tura de sensibilidad don1inante. En las fases superpuestas del teatro su-
rrealista, el teatro de la crueldad, el teatro del absurdo y el teatro de la
"inco1nunicación","se profundizaron e intensificaron distjntos rasgos ori-
ginales de la formación vanguardista. Hay todavía un ele1nenlo de rebe-
lión en Ja ilnpugna.ción de la sociedad burguesa (rnás adelante rebautiza-
da "sociedad de masas" o incluso "sociedad" a secas, y también, en una
6. W. H. Audcn. y Chrislopher lsherwoCid, 711e Ascent of F6, and 011 the Frontier,
Londres. 1?58, págs. 190-191.
EL TEATRO COMO FORO POLÍTICO 123
7. A. Attaud. The Theatre and irs Oo11ble, Nueva York, 1958, pág. 110 {Trad. cast.: El
teatro y su doble, Buenos Aires, Sudamericana, 1976].
- --- --- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - , , : =
-;. ! .
6
L Epílogo a Modern Tragedy
entre las formas reales de nuestra historia y las forn1as trágicas dentro de
las cuales se percjbcn, articulan y reconfiguran. Lo que tengo que señalar
ahora es un fortalecüniento de una de eslas formas, que en culturas con10
la n1ía se ha vuelto pasajeramente dÓminante y por momentos sin du_da
avasalladora. :¡
.J.
En su sentido más general, esto puede expresarse, simplemente, como ·:~ 1
gó este ánin10. Puede observarse con Ja n1ayor evidencia en los centros '. i
misinos de Ja Opinión ortodoxa. A principios de los años sesenta, cuando •.
escr~bía Mode1n Tragedy, hubo nun1erosas voces de protesta y advc"rten-
cia, y algunas de desesperación, pero el humor oficial prevaleciente era
el de las perspectivas de una expansión tranquila y feliz: una µbu~·dancia
ad1ninistrada; un.consenso adntinistrado; transiciones beneficiosas·y ·ad-
1ninistradas desde el colonialisn10; incluso una violencia adnlinistíada, el
"equilibrio-del ten·Ür". Algunos restos de este repertorio sbbre-Viv~n aquí
y allá, como gestos e~ectorales. Pefo los mensajes donti:'1a:ntes provenien-
tes de los centros vuelven a hablar hoy de peligro y conflicto, con cálcu-
los concomitantes qe ventajas o contenciones ~etnporarias pero también
con ritffios rnás profundos de conmociones y pérdidas. La abunOanCia ad-
ministrada se deslizó hacia una depresión ansiosamente n1anejadµ· pero
tal vez inrrianejable. Ha persistido cierto consenso político, pero el con-
senso social subyacente se quebró de n1anera visible, en especial en el
plano de la v.ida ~ot\diana. Las transiciones administradas desde ei colo-
nialisn10 se realizaron provechosa1nente, pero son_creciente y feroziné.n-
te con1batidas.en ·un ·centenar de campos. él equifibrio del terror_ todavía
está alJí y es aún 1nás aterrador, pero oleadas de acciones· n1ás an1p1ias
a1ne1iazan su esq1b.llidad lünitada y cerrada. No es sorprendente, enton-
ces, que los mensajes don1inantes aludan a peligros y conflictos, y que -:- -·
las formas dóininantes sean las de Ja con1noción yJa ·pérdida. · ~,_. ·
¡.,
No obstante, estos ritn1os son familiares en la historia. PuCden ren1on-
tarse,:con cierta ptecisión, hasta un orden social y una clase agonizante"s.
Las formas particul~res de esa clase de tragedia, su clase de tragedia, es-
tán hoy por todas partes. Es cierto, son superadas en número por respues-
tas alternat.ivaS dentro de la 1nis1na estructura de sehsibilidatl. Hay un flu-
jo aparenten1entc· incesante de retrospeccioncs co]oridas, simp.les
idealizaciones de· un pasado privilegiado y feliz, .la mayoría de las cuales
ni siquiera son alternativas nostálgicas -una actitud que predica un prC-
sente- sino meramente te1nporarias a la dificultad de cualquier tipo· de
conexión. Hay tatnbién un flujo, que toca algunos nervios reales, de ui:ia
nueva y peligrosa forma de violencia legitiinada por las fuerzas del or-
den: ~n los últilnos diez años el detective racionalmente penetrante y el
1'1: •'· EPÍLOGO A MODERN TRAGEDY 127
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-. EPÍLOGO A MODERN TRAGEDY
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132 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
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EPÍLOGO A !HODERN TRAGEDY 133
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:¡~ EPILOGO A MODERN TRAGEDY 135
Cine y socialismo
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CINE Y SOCIALISMO
tan crítica para cualquier discusión sociali_sta sobre el cine. Puesto que,
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cultural es aún rnás apta de lo c_iue era para convencernos de que probable-
n1ente estemos equivocados. Pero entonces, ¿qué significaría realmente,
en Ja práctica, no estarlo? ¿Qué significaría celebrar las películas socialis-
tas que tencn1os y encontrar modos de hacer otras nuevas?
La respuesta tiene diferentes planos. Mi principal interés al poner
nuevan1cntc de relieve el significado histórico del naturalis1no era prepa-
rar el terreno para decir que, en una zona n1ucho 1nás grande de lo que
habitualn1cnte reconocernos, hay realidades _sociales que clan1an por el ti-
po de docun1entación seria y detallada, y atención diagnóstic<l que le eran
propias. Pues el argu1nento socialista· central, eii todas las cuestiones de
cultura, es que la vida de Ja gran rnayoría de la.s personas ha sido y ·toda-
. vía es casi con1pleta1nente desatendida por.Ja n1ayoría de las artes. Puede
ser iinporta1ite discutir estas ·artes selectivas en sus propios ténninos, pe-
ro nueStro con1proiniso central debería dirigirse sien1¡)re a las.áreas de
una experiencia hasta ahora silenci'osa, frag111e"ntada o franca111e'nre n1al
representada. Por otra parte, corno .socialistas, no debemos con1eter el ex-
traordinario error de creer que Ja n1ayoría de la gente sólo se vuelve inte-
resante cuando co1nienza a participar en acciones políticas e industriales
de un tipo prcviarricntc reconocido. Ese error 1nere~ió el sarcasmo de
Sartre de que para muchos 1narxistas la gente recién nace cuando obtiene
s~1 primer emplc"o capitalista. Puesto que sí somos serios en cuanto a la
igualdad de la vida política, tenemos que incorporarnos a ese mundo en
el cual las personas viven lo mejor que pueden con10 sí nlismas, y por lo
tanto. vivir neces<Jrian1ente de:ntro de todo_un con1plejo de trabajo, a1nor,
enfennedad y beJJeza natural-. Si son1os socialistas serios, a rnenudo en-
co11tfaren1os .entonces dentro y a través de esta sustan~ia real -sie1npre,
en sus ponnenores, tan sorprendente y con frecuencia vívida-, las pro-
fundas condic.iones y movintlentos sociales e históricos que nos permiten
hablar, con cierta plenitud de voz, de una historia humana.
No pretendo d~cir que sólo el naturalismo puede hacerlo; en n1uchas
situaciones hay ca1ninos diferentes y a 111enudo mejores. Pero sí quiero
decir que después de tres siglos de arte realista, y después de setenta y
cinco años de cine, hay todavía vastas áreas de la vida de nuestra propia
gente que_ apenas se han considerado de una 1nanera seria. A veces se di-
ce que no podrctnos hacer películas socialistas dentro de ninguna con-
vención naturalista 1nientras no tengamos el socialismo y podan1os n1os-
trarlo. ¿La mera reproducción de una realidad existente no es una
pasividad, incluso una aceptación de lo fijo y lo inrnóvil? Pero, en pri1ner
lugar, esto es pasar por alto la larga historia de nuestros pueblos·, en la
cual 1novinlientos y luchas, victorias y derrotas particulares alcanzaron
sus propias crisis 1novilizadoras. Es tan grande Ja parte de nuestra histo-
1
148 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
;¡¡ vés de nuevos y n1ás elaborados sistemas de cable (que tan1bién podrían
ser ventajosos con independencia de los satélites e inclus9 pre~eribles a
éstos, 1nediante el uso de transnlisores corrientes). Es característico que
., todos estos des~rrolJos, con sus numerosas complejidades técnicas, se
discutan con10 si sólo fueran técnicos. No obstante. se relacionan primor-
diahnente -en especial por la urgencia con que se pro1nueven en la actua-
·~ lidad- con intenciones incJustrialcs 1nás que culturales, y siguen muy de
cerca las principales líneas de fuerza de las instituciones econó1nicas y
.1
políticas.
~·'
:~' El segundo prüpósito está aún menos detenninado tecnológicamente.
En los centros n1ás poderosos existe una clara intención de emplear esta
$., tecnología para·pasar por alto -literahnente, para volar por encima de-
:¡ . los actuales lín1ites nacionales _culturales y co111erciales. El satélite se
' considera el 111edio moderno ideal para ·penetrar en áreas culturales y co-
,,¡;i
1neré;iales hasta hoy controladas o reguladas por autoridades nacionales
J · "locales": es decii, socicdadCs ·con stis propios dispoSitivos y gobiernos.
%
<' ·En los planes de distribución de las corporaciones productoras de cine,
i
-,
televisión y deportes, y en las estrategjas de 1narkcting y publicidad de
..
•} las empresas rr1ultinacionales, los satélites, por sí solos y asociados al ca-
ble, son nue.vos rnodos críticos de acceso.
-~ El tercer propósito se conecta parcialmente con el anterior: una pene-
. tración en áreas política1nente cerradas, o de monopolios políticos rel~ti
1 vos, con10 ya ocurrió con la radio de onda corta. En cualquiera de estos
. objetivos se plantean inconvenientes con respecto a la sbberanía legal de
los espacios aéreos nacionales, pero contra ésta se alza la ideología de la
· libertad de los cielos, y también una ga1na de iniciativas de connivencia,
1nediante la instalación mar actcntro y corporaciones "locales" que actúan
de testaferros. Las decisiones, en todo este cainpo de acción, son eviden-
te1nente económicas y políticas, con un alcance que va mucho más allá
de la tecnología. ·
'
~
t
CULTURA Y TECNOLOGÍA 157
CULTURA Y TECNOLOGÍA
163
patroc inado ras y directivas, la nüsm a produ cción
sufre un proce so ininte-
rrun1pido de homo genci zaci6 n. Duran te alg(1n ticnip
o esto se puede en-
n1ascarar bajo los eJe1nentos reales de la cultur a
minor itaria: el trabaj o
con el pasad o, que aún parec e sobre vivir y prosp
erar en sus propi os tér-
1niuos; o cJ trabajo en áreas alta1nente espec ializa
das, típican1ente asocia -
do con organ izacio nes e intere ses acadén1icos. Cada
uno de eJlos es im-
portan te, p_ero no puede haber una piena y autén
tica cultur a nlinor itaria
en tan lin1itados términ os. Sien1prc son la prácti
ca y el uso conten1porá-
neos los que hacen de estos cJe1nentos y espec ialida
des una cultura.
Hay 8.hora variad as y activa s prácti cas y pO!íticas
conte mpor áneas .
Pero es neces ario identi ficar dentro de ellas cierta
s formas adapt ativas y
dócile s. Así, µna nosta lgia relativ amen te abiert a
y adapt ativa satura hoy
· las artes nünor.itarias: en las repro ducci ones conten
1poráneas de las 1na-
neras n1áS gracio sas y elega ntes de períod os selecc
ionad os d.el .pasado: en
·las casas de" can1po y ürÍ antigu o Orden "pasloral"~
en la litera tura y la
m~sica "clási cas"; en las biogra fías de los antañ
o brilla ntes y poder osos;
en el gusto por 1.os 1nitos festiv os y suger entes.
A su flanco , un abiert o
exotis mo: del pasad o imper ial y colon ial; de lo pintor
esco perifé rico y a
·rnenudo do1ninado por la n1iscria; de versio nes del
prirnitivismo.
Péro estos conte nidos n1anifiestos, que const ituyen
un inven tario tan
prolo ngado del arte y la litera tura actua les de minor
ías, son princ ipal-
n1cnte sus fonna s con1pcnsatorías. Sus verdaderas
fonna s adapt ativas tie-
nen una super ficie much o más dura y áspera . Aquí
es donde resulta nece-
sario que consi dcren 1os las dos caras del "Mod
ernisi no':: las forn1as
innov adora s que deses tabili zaron las forn1as fijas
de un períod o anleri or
de Ja socied ad burgu esa. pero que a su vez luego
se estabi lizaro n corno
)as versioneS n1ás reduc tivas de la existe ncia hun1a
na en toda la histor ia
cultur al. Las imáge nes origina'Jn1ente preca rias y
a n1enudo deses perad as
-típic a1nen lc de fragm entac ión, pérdid a de identi
da9, ·pérdida de los fun-
da1nentos misn1os de la cornun~cación. n.Urnana-
se transf iriero n cte las
co1nposicioncs diná1nicas de artistas que, en su mayo
ría, había n sido lite-
raln1ente exilad os y tenían 1nuy poco o ningún terren
o en co1nún con las
socie dades en que estab an varad os, paÍa conve rtirse
, en una super ficie
efecti va, en un establ ish1ne nt "mod ernist a" o "pos1
nodernista", Éste, cer-
cano a los centro s del poder corpo rativo , consi dera
la inade cuaci ón hu-
mana , el autoc ngaño , la repre senta ción de roles,
la confu sión y sustit u-
ción de indiv iduos en relaci ones transi torias
y hasta la 1nentirosa
parad oja de la con1unicación de la existe ncia de la
incom unica ción, como
datos de rutina evide ntes por sí 1nisn1os·.
Apoy adas en estos supue stos por las versio nes popul
arizad as de teo-
rías afines -alien ación ps.icológica; la relaci ón
co1no intrínsecan1cnte
164 LA POLÍTICA DEL ~10DERNISMO
tales son evidentes. No obstante, 1nás allá de ellas, en Jo que, aunque son
n1uchas, la mayoría conoce con10 aislanüento extren10, hay otras figuras:
artistas autónomos e. intelectuales independientes, .con obras de una· di-
versidad de tipos. Sus problen1as in1nediatos son fas monopolios que Jos
a
n1arginan o excluyen, pero n1uchos pueden entonces deslizarse las po-
siciones ideológicas preparadas; la cultura "de n1asas"; el inundo "tecno- o-.
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168 LA POLÍTJCA DEL MODERNISMO
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9
Política y políticas:
el caso del Consejo de las Artes
Parece juslO decir que esto es ir más o n1enos tan lejos con10 Jo habría
hecho la clase dirigente inglesa por cuenta propia. Quizá ni siquiera tan t
J ..
lejos, en la rnedida en que los bailarines trataban de maniobrar eQ. las bar- •
cazas o los aclores gritaban y las ielas brillaban deSdé las góndolas. No '
obstante, esta sencilla aprc;>piación de las artes para ún espectáculo estatal
sigue siendo su perspectiva do1ninanlc. Desde un espc·ctáculo del Lord
Mayor hasta una boda real, se escogen y contratan versiones de las artes
para-embellecer.Jo que Bagehot llarnó con precisión el aparato teatral del
Esla~o. Keynes va 1nucho más allá de esto. Pero, al n1irar atrás, ·poden1os
distinguir cuatro definiciones diferentes de lo que debería hacer i..Jn nue-
vo tipo de institución.
La pri1ncra y_1nás conocida es la idea del patrocinio estatal de las be-
llas a11es. Con10 dijo Keynes en una charla radial en 1945:
J. 711e Firsr Ten Ycars: Elevcnth Annunl Repurt of thc Arts Council of Great Britain.
1955-1956. pág. 6.
POLÍTICA Y POLÍTICAS: EL CASO DEL CONSEJO DE LAS ARTES 177
l
....
178 LA POLÍTICA DEL MODERNIS.MO
cfos de logros llega al rnundo menos talento natural que en esos brcVes perío-
'• ."'
dos en que tuvo origen casi todo lo que 111ás valorarnos. N~evas obras surgi-
rán n1ás abundantem eñte en lugares inesperados y de fonnas imprevistas
cu'ando haya una oportunidad universal de contacto con las artes tradici()na-
lcs y contc1nporánea.s en sus fonnas 111ás nobles. 5
nes a veces habló indistintamente del "artista" y del "artista público". Es-
ta división cultural confusa y heredada, sin embargo, se fijó y se· raciona~
lizó de un nuevo rnodo durante la guerra: así corno estaba el CEMA, ta1n-
bién existía el ENSA; por un lado "arte", por el. otro "cntretenüniento".
Cuando enfocamos los proble111as de esa división, en un contexto de gas-
to de fondos públicos, casi podemos entender la evasiva expresión "bellas
artes'' u'sada por el redactor. Éste es el ca1npo de Ja contradicci6!1. Según
una interpretación, la tarea del Consejo de las Attes consiste en desen1-
bolsar ·ctinero para apoyar "exclusi va1nente", corno dicen los Estatutos de
1946, las n1ás antiguas y tradicionales "bellas artes". De acuerdo con otra
interpretación, con10 en realidad no es el Estado sino el público en gene-
ral quien suniinistra los fondos para lo que no es entonces un "patronaz-
go" (los ricos y poderosos c.on sus clientes) sino una forma de servicio
público, ¡,pueden li111itarse "las artes" a Jas'fonnas consagradas ya reco-
nocidas por los públicos n1ü1oritarios existentes, o el ca1npo de acción de-
be ampliarse a toda la gan1a de verd<.ideras obras artísticas de.' Ja época?
Aclarar esta confusión, que en la práctica conduce a todo tipo de re-
sentimientos desde posiciones muy diversas, no colabora -en rigor de
verdad hace casi in1posible aclararla- la alocada división ~e Jo que bené-
volail,lentc podemos llamar "responsabilidad" entre diferentes ministerios
gubernamentales: las artes en Educación, luego por gestión de Keynes en
el l'esoro, después, en 1964, de nuevo en Educación; la prensa, la activi-
dad editorial y el cinc c·n Comercio e Industria; la radioteledifusión, de
todas partes, en luterior. Incluso en este nivel podemos ver que nunca hu-
bo una política cultural pública coherente, y ·por otra parle que hay gru-
pos poderosos decididos a que nunca la haya; no siernpre deberíarr1os ha-,
lagar a esas personas llan1ándolas estúpidas y confundidas. Y es· en esta
alocada estn1~tura doride tiene que funcionar e.n l~ práctica el.Consejo de
las Artes, que ya carga con sus propias indefiniciones del "patronazgo" y
"las artes".
La segunda definición, sobre la inyección de fondos. sólo puede pro-
vocar ahora una cierta nostalgia. Aun antes de las peores etapas de la in-
flación, era evidente que .ni "Jas artes" Ili las "bellas artes" se "autofinan-
ciarían" en el sentido corriente. L,as sun1as de dinero hoy requeridas, no
sólo para la inyección de fondos sino para toda Ja 111aquinaria de bo1nbeo
de éstos, son 1nuy diferentes del presupuesto inicial· del CEMA, de
f. 25.000 por año, o del gasto de unas f. 920.000 en 1938-1939 en el área
todavía separada de museos, galerías, edificios históricos y monumentos
antiguos (las obras consagradas, tradic.ionales y residuales en que, en otra
división 1nás de "las artes", el Estado gasta fondos públicos, con la fina-
lidad mixta de proteger la "herencia" y pro1nover la educación pública).
·"":'::·:,:~(:1
~.~.- ....,,
__
i80 LA POLfTICA DEL MODERNISMO
No obstante, aún queda por señalar dos aspectos. Prin1cro, que bajo
Jas condiciones del capüalismo corporativo se ha con1probado que no só-
lo "las artes" sino un sector n1ucho n1ás an1plio de la acli vidad cultural
no pu,eden autofinanciarse. No sólo las orquestas·, las co1npañías teatrales
y Je danza, y los. poetas trabajan "a pérdida"; sucede lo n1is1no, si se con-
sideran los ingresos Ji rectos, con la 1nayoría de la prensa y el ·cine britá-
nicos,-la 1nayor parte de los deportes y, ele n1anera diferente, la radio y la
televisión. Centrar el proble111a del déficit, en térniinos capitalistas, en
"las artes'', es absurdo. Hay toda una crisis general y difundida de la eco-
nomía cultural, en1pcorada por la de la econon1ía en su conjunto pero to-
davía n1uy distinguible de ella.
Pero entonces, en segundo lugar, tan1bién hay que decir que todo el
prob1e1nn de los ingresos provenientes de las artes se confunde dcbl<lo a
un tipo conocido de contabilidad falsa. De hecho, una parte significativa
de Ja riqueza real y perdurable de nuestras s_ociedades -y con CIJo me re-
fiero aquí a riqueza negociable, valor efectivo, 1nás que a Ja "riqueza hu-
n1ana", ünportante pero evasiva en este contexto-. está en forn1a de obras
de arte. Las obras de arte de otros períodos se incorpor<1n·abierta e incluso
notorian1ente a este inundo de intercambios monetarios, a menudo corno
algunas de sus formas rnás perdurables y confiables. La contabilidad orto-
doxa excluye toda esta área del can1po de las gana1~cias y pérdidas en ar-
te. Sin en1bargo, si instituyéran1os dos nuevas prácticas -un I1npuesto a
las Ventas Artíslicas, que to1nara un porcentaje sustancial de las ganancias
de esta negociación y especulación con la obra de otras personas; y un
Fondo Na~ional de Derechos de Autor, por el.cual, una vez caduco el in-
terés del autor y sus herederos (en este 1non1ento, a los cincuenta años de
la muerte de aquél), siguieran recaudándose los derechos correspondientes
a algunas obras enton~es i11tcílsan1cnte explotadas-, podrían1os percibir la
cuestión de la "inyección de fondos" bajo una luz nueva y viable: Se vería
entonces con claridad cjuc decir que el arte nunca gana dinero es una.con-
''
denada 111c11tira. 1'a1nbién podría verse, por lo menos en un.nivel, que el
problen1a de financiarlo consiste en cubrir o disminuir las pérdidas a corto
ténnino con la expectativa razonable ele algunas ganancias 1nuy in1portan-
tes a largo plazo. El argun1ento 1nás general en favor de ese estín1ulo y
apoyo, nlientras se da tien1po pnra que la obra se realice y se abra carnino,
corresponde, desde luego, a una definición diferente.
No obstante, es en el ca1npo de esta tercera definición donde debe
buscarse el con1prnrniso conten1poráneo 1nás pronunciado. Apenas puede
sorprender que la idea keynesiana de apartar al arte del mercado general
se despnche surnariamente en el período en que progresos 1nás difundi-
dos -en atenciún n1édica, ed11cación, servicios públicos- están en vías de
POLÍTICA Y POLÍTICAS: EL CASO DEL CONSEJO DE LAS ARTES 181
!'
sien1pre es decisiva, y que lo destacado de "Estudios Culturale s" es que
precisa1nente se consagra a an1bos, en vez de_ especiali zarse en uno u
otro. En rigor de verdad, no le incun1be una foímación de la cual algün
proyeclo sea ejemplo ilustrativo, ni un proyecto que podría relaciona rse
con una forn1ación entendida co1no su contexto o su marco. En este sen-
tido, proyecto y formación son diferentes 1nnneras de materializar -difc-
!88 LA POLÍTICA DEL MODERNIS MO
to, no sería satisfecha por lo que las universidades (si habían hecho algo,
y algunas lo hablan hecho de manera informal) estaban preparadas para
ofrecer, que habría sido cierto Lipa de hisloria o un conjunto de fechas,
una cierta descripción de períodos y forrnas. Lo que se solicitaba, enton-
ces, era la discusión de esta literatura en rel::ición con esas situaciones de
vida que la gente ponía de relieve al rnargen de Jos sistemas educaciona-
les establecidos, en la educación de adultos y en la frustrada educación
superior de las 1nujeres. De allí que algunas de las n1<ís notables entre las
primeras definiciones de lo que podría ser un curso n1oderno de Inglés
surgieran de catedráticos de extensión universitaria de Oxford que habían
salido y formado sus. ideas en relación con esta den1anda eóTnplctamcnte
nueva. Y cuando estC nuevo tipo de estudio de la literatura -al margen de
la filología.tradicional y.la n1era historia catalogadora- entró finalrncntc
en la universidad, su progra1na se escribió, por ejemplo en Cambridge,
C?Si cxacta1nente de acuerdo con los lineamientos que había definido
aquella prin1era fase de fines del siglo XIX y comienzos dcl·XX. Uno de
los fundadores de la cátedra de Inglés de Cambridge dijo que el libro de
texto de ese período era virtuahnentc una definición de su progra1na.
Pero miren lo que ocurrió luego: tras haber entrado en la universidad,
los estudios de Inglés se convirtieron durante veinte afias e1i-un curso -
acadé111ico bastante nonnal, que marginó a aquellos de sus nliernbros que
sostenían el proyecto original. Pues lo que hacía por entoncés en la insti-
tución era en gran medida reproducirse, cosa que todas las .instituciones
académicas tienden a hacer: reproducía los instructores y examinadores
que reproducían a gente con10 ellos misn1os. Dada la ausencia de presión
y demanda de grupos que estuvieran al 1nargcn del sistema cducalivo es-
tablecido, esta nueva disciplina se volcó en gran parte sobre sí .rnisn1a. Se
LrªJ!{)forn16, con algunas notahles ventajas, corno sicn1pre pasa, en una
disciplina profesional; alcanzó niveles más elevados de rigor crítico y
erudición; pero al n1isn10 tiempo fueron marginadas las personas que en-
tendían el proyecto original; corno Leavis, por cjcrnplo. Lo curioso es
que éstas trataron entonces de salir de la universidad, para volver a poner
Cn n1archa el proyecto rnás general. Pero debido a 1'1 forn1ación que cons·
tituían -en gran medida, si uno quiere ser estricto en Jos ténninos habi-
tuales, un grupo de personas de familias pequeño burguesas; casi igual-
111ente resentidas con· la clase inedia alta cul.ta y establecida, que
considerab~ la literatura propiedad suya, como con la n1ayoría, a quienes
sentían no sólo indiferentes a ella sino hostiles y hasla arnenazantes-, es-
cogieron una ruta muy precisa. Salieron y enviaron a sus estudiantes a las.
escuelns secundarias, a buscar a los individuos excepcionales que pudie-
ran Juego volver a la universidad y pro1novcr este proceso ..Lo que se ha-
190 LA POLÍTICA DEL MODERNI SMO
.,., ~"'
la mucha gente que participab a en ese can1po durante esa época y que no· ~ ·.I~~
publicó, pero que hizo tanto cÜn1ó cualquier a de nosotros por afinnar es~ . '!'; ; ·\'
.;., ~ ;~!
ta obra. A fines de los años cuarenta, la gente hncfa cursos de nrtes visua- ,,
les, n11ísica, planearni cnto urbano y la naturalez n de la con1unidad, la na-
turaleza de los as~ntamientos, cine, prensa, publicida d, radio¡ cursos que
si no se hubieran 'realizado en ese sector particula nncnte desaventa jado
de la educación habrían sido reconocid os mucho antes. Sólo cuando· esta
obra alcanzó nivel editorial naciona'J o fue adoptada -con cierta rcticcn- ·
cia- en Ja univCrsidad, logró que se la percibiera , de Ja 1nancra típica en
esta cultura, como existente. En mi generació n hubo personas de las que
podría hablarles que hicieron tanto co1no cualquier a de nosotros, perso-
nas cuyos no1nbrCs quienes enseñan hoy "Estudio s Culturale s" si1nple-
--~-----
-,.,, ·.~,·
192 LA POLÍTICA DEL MODERNISM O
hir los textos es de hecho engañosa, dado que la verdadera formación del
proyecto ya estahn presente. Pero cuando esto con1cnzó a suceder, signi-
ficó ~ierta diferencia intelectual de importanci a en la universidad, aunque
nunCa una que pudiera haber cambiado sus institucione s y supuestos más
fund~rnentales.
f>ero luego hubo un período de expansión de Ja educación que creó
nuevos ámbitos precisan1entc para este tipo de trabajo, y dio naci1niento
a un nuevo tipo de fonnación, que tal vez continúa hasta hoy. Todavía
puedo recordar cuando Jnis alumnos conseguían sus primeros empleos y
volvían y me decían: "Fui a presentarn1e al director como profesor recién
designado en Estudios Liberales [humanísticos] y le pregunté qué eran, y
él n1e contestó: 'No sé; lo único que sé es que tengo que dictarlos"' . Se
encontraban cntorices en esa sitµación sin precedentes, para ·la n1ayoría de
las personas que e1npiezan a· trabajar por prim·era vez, de poder escribir
un progra1na, cosa pai·a Jlegar a la cual en otras circunstancias uno se ~fa
na y se arrastra toda una vida, y luego prob~ble1nente no. logra hace.rlo.
1Cnían la opción de poner por escrito ciertas ideas, y lo que presentaron,
en la mayoría de los casos, en nuevas universidad es, en politécnico s, en
institucion es de educación co1nplementaria, incluso en algunas escuelas,
a medida que esta nueva fase empezó a divulgarse, fue precisamen te esta
área de trabajo que la universidad andaba buscando con bastante cautela
pero 1nantenía bien al margen de sus áreas verdadera1nente centrales y
decisivas. Y pudieron hacerlo porque la opción en favor de Estudios Li-
berales había sido rnuy vnga; no se había basado en n1ucho más que la
sensaci.ón -quizás fundada ésta, a su vez, en la persistente desconfian za
con respecto a la ci·encia y.Ja tecnología como demasia,do te_rrenales..:... de
que la ger_Jtc debía dc~cubrir algunas de las 111ejores cosas de la vida.
De esta manera, y sin ningún cuerpo de obras bien establec_ido que ·
sirviera de base, co1nenzó a desarrollar se en estas nuevas institucion es
una nueva fonnación, pero con ciertas consecuenc ias. En primer lugar,·
cuando uno entra en las instituciones -cuando pasa el rnomento mágico
en que uno escribe.el progra1na y tiene que ponerlo en n1archa, cxa1ninnr-
lo; cuando se retine con sus colegas; cuando la disciplina se convierte en
un dcµarta1nento y tienen que negociarse las relaciones con los dc1nás
departa1nentos; cuando se les asignan el horario y los recursos pertinC:n-
tes-. lo que ocurre es precisa1nentc aquello que mutiló Inglés en Ca111-
bridge. En el 111orncnlo n1isrno en que un progra1na audaz se tra11sfor1116
en un progr:.1111a a ser cxarninado, dejó de ser cn1ocio11antc. Y justo en el
n10111cnto en que esta nueva obra colinaba lo que todavía eran, pese a los
bienvenido s ele1nentos de expansión, institucion es n1inoritarias -aún for-
111adas. aclcn1:ís, con ciertos precedentes acadérnicos en torno de departa-
_L
·-[
EL FUTURO DE "ESTUDIOS CULTURALES" 193
tipo que nadie habría creído posible en los años cincuenta. 1'enemos nue-
vos conjuntos de proble1nas, tanto dentro de los diferentes tipos de estu-
dios que hace1nos, respecto a cuál de ellos se relaciona verdadcrarnente
con el proyecto, como ta1nbién en el juicio de nuestra propia fonnación
en esta situación hoy muy transformada. Consideraré en primer lugar un
par de eje1nplos del proceso interno de los te1nas 1nisrnos, que ilustran los
efectos contradictorios de este desarrollo bienvenido y la institucionaliza-
ción sin1ultánea de "Estudios Culturales". Si to1nan la cuestión de la cul-
tura popular, o la ficción popular, verán que en Jos años ochenta está n1uy
clara1ncntc transforn1ada con respecto a su situación en la década de.1 cin-
cuenta; y no sólo porque la gente está rnás preparada, debido a can1bios
sociales y formacionales generales, para relacionarse directamente con la
cultura popular y ponerse .rnuy consciente1nente a distancia de la posición
de Richard y Leavis en los años veinte y treinta, que sólo la veían con10
una amenaz~ a la cultura letrada, elemento éste que sobrevive, tal vez,
aunque tan incierta y a1nbigua1nente como siempre, en el libro de Ri-
chard Hoggart. Pero al mis1no-tie1npo esa tensión anterior entre dos tradi-
. cioncs y tipos muy diferentes de trabajo puede disolverse con facilidad
cuando se la explora. Es necesario y con1plctamente defendible en el pla-
no intelectual anali~ar series y telenovelas .. No obstante, n1e pregunto por
los cursos en que al menos los 111is1nos docentes -Y diría l'o propio de los
estudiantes- no se toparon con los problernas de todo el desarrollo del
teatro naturalist,_1. y rcalisla, del teatro de los proble1nas sociales o de cier-
tos tipos de formas seriales del siglo XIX, que son precisamente ele1nen-
tos de la constitución de estas fonnas conte1nporáncas, de niodo que la
.tensión entre esa J1istoria social de las :forn1as y estas formas en una situa-
c-ión conte1nporánea, con su contenido en parte nuevo y en partt.vi.ejo,
-sus téCnicas en. p~rt-e nuevas y e~ Parte viejas, Pueda ser explorada dando
importancia a ambos lados. Es inuy fácil que esto no suceda si uno defi- '!
ne un tipo de programa n1ás siinple, porque entonces el docente puede
decir "Bueno, para eso tiene que rernitirse al teatro"; o a la literatura o a
la ficción. "lo que haCem.os nosotros es ficción popular". Sin e1nbargo,
¿c61110 podríarnos llevar a térnüno el in1portante trabajo que se está ha-
ciendo hoy sobre los relatos de detectives, por eje1nplo, si no fuéra1nos
capaces de remontarnos a los relatos policiales del siglo XIX y captar el
1ncdio social y cultural preciso del cual provino esa forn1a, para poder
·.:.-, ..
ugregar entonces una di111ensión extra de anñlisis a lo que decin1os en la
actualidnd acerca del relato dctcclivcsco? O bien, en In din1ensión socio-
lógica de "Estudios Culturales", está el proble1na entero de la relación
entre una obra contemporánea 1nuy enfocada en prin1er plano, lo cual es
crucialn1ente necesario para la historia, y las interpretaciones 1nuy con1-
EL FUTURO DE "ESTUDIOS CULTURALES" 197
dida respecto a lo que por otra parte se enseña cuando se presente una
propuesta convincente, razonada y práctica a una autoridad o gobierno
local favorable, que luego lo haga seleccionar a uno Jos modos con10 ha
de enseñarla. Si estose considera hoy plenanicntc·, si luchamos por eilo,
aun cuando fracasen1os habren1os hecho algo para justificarnos ante el
fututo. Pero no creo que tengamos que fracasar en absoluto; supongo que
los resultados serán desparejos y dispersos, pero en eso reside hoy el de-
safío. Si ustedes aceptan n1i definición de que es verdadcra1nente a esto
que se refirieron los Estudios Culturales, de asu1nir lo rncjor que poda-
111os el trabajo intelectual y seguir con él c~te can1ino 111uy abierto para
vernos frente a personas para las cuales no. es un ·1nodo de vida, para las
cuales no significa ninguna probabilidad de e111pleo, pero para c¡uicnes es
una cuestión de interés inte.lectual propio, de su propia co1nprcnsión de
. Ías presiones que sufren, presiones de todo tipo, desde' las rnás personales
a las más políticas en términos gcnc'rales, si csta111os preparados para
aceptar C!jte tipo de trabajo y revisar el programa y la rnateria lo n1ejor
que poda1nos, en este ámhito que permite esa clase de iiilcrca1nbio, en-
tonces "Estudios Culturales" tiene sin duda un futuro 1nuy notable.
1·¡_
11
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"' Conferencia dictada en Oxford el 8 de marzo de 1986, en un ciclo sobre "El estado
de la críticn", organizado por Oxford English Lirnited.
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LA POLÍTICA DEL MODER NISMO
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1
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204 LA POLÍTICA DEL tv!ODERNISMO
t :;~i
y en el que se marginó a Bajlin.
Pues lo que se había captado era el problen1a de la especificidad: es-
¡ pecificidad que se aplica tan estrechamente a su propia obra intelectual
·.-.: con10 a su co1nprensión del arte. Se enfrentaban justamente a esa polari-
¡
~ación del arte y la sociedad característica de los modelos recibidos. En
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esos turbulentos años, en que se liberaban estremecidas de tantas viejas
'·,¡¡;
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fonnas, las tendencias teóricas dominantes eran, por un lado, el formalis-
t.:+.. mo. con su énfasis en y su análisis de los elementos distintivos y autóno-
n1os del arte y. por el otro, -µna generalizada apÜcación marxista Qe cate-
" 11:
.... ~ gorías sociales. a las -condiciones de la producción cu hura!. Lo que este
; :_ ~ grupo, correcta1nente, se inclinó a tratar de identificar, fueron las verda-
r .~.~.:
'1;,. deras brechas que quedaban entonces: las relacjones reales y específicas
entre estas di1nensiones prácticarnente inconexas. Nontinahnente. aún ad-
herían al n1odelo de la base y la superestructura, ya que escribían corno
;,¡; marxistas, pero todo Jo que decían de él destacaba las con1plejas e indi-
rectas relaciones prácticas que Ja fórn1ula, típica1nente, hacía a un lado u
< oscurecía.
. ' ~
Hay un problema especial para nosotros en una historia posterior. en
sí 111is1na delenninada social e ideológicamente (y en ciertos aspectos
complejos, lan1bién política1nentc). Lo que apareció en Occidente a par-
tir de los años sesenta, siguiendo estas líneas de fuerza internas y privile-
giadas -y lo que a véces todavía se propone como leoría literaria moder-
na. como si, años después ele su prirnera aparición, no hubiera sido
generalizadan1ente a1~alizada y refutada-, fue ese pri1ner formalismo que
en sí misrno había sido una reacción contra las apariencias externas de
una "poética" por entonces "sociológica". Medvedev y Bajtin lo identifi-
caron correcuuncnte como la consecuencia teórica del futuris1no, en el
cual, según expresaron, "el n1odernismo extre1no y la negación radical
del pasado se combinan con una con1plela ausencia de contenido inter-
no".1 No obstante. ta1nbién verían lo que había tanto de forn1ativo como
\
."
·206 LA POL ÍTIC A DEL MOD ERN
ISM O
¡
Aho ra es nece sario , pero naturaln1cnte
cons idera r otro n1omento de inici ativa en
plia y hasta gene rosa men te catalogado pero
difíc il (por razo nes locales),
la teorí a cultural, que fue an1- ¡
1nuy poco anali:iado. No n1e
refie ro a esos meandros del tie1npo -cuy
a languidez, espe ro ·ahora, debe
h·acerse 1nás evidente para todo s- en que
un formalismo rehabilitado pro-
puso construcciones cada vez n1ás elaborada ¡.
s y racionalizadas de produc-
ción y evol ució n sistémica, o en que un i.
idealisrno rehabilitado encontró
una n_ucva categoría general -la ideo logía
- que podía aplicarse dé 1riane-
ras esencialn1ente indiferenciadas e irtes
pccificadas a las formas n1ás ge-
nerales. Con1paradas con ellas, la corriente
en expansión de Jos estudio.s
crnpfricos sobre las forrnas y cambios de
la posición de los artistas y aún
1nás de públicos y audiencias, y su expr
esión teórica final sobre las for-
nu1s de la teorí a de Ja rece pció n, se rnov
ían en direc cion es útiles. Pero ,
inás allá de éstas, pienso en un mo1nent:o
1nuy especffico en Gran Breta-
fia, en el cual la teorí a cultural de tipo elitis
ta idealista interactuaba con
·un desarroJJo 1nuy delib erad o de los estud
jos culturales empíricos, inclui-
1
·'
,,
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~.
''
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r~ dinán1ico, di-slülguido del "paradig1na del lenguaje". Esto ya estaba claro,
"l,
teóricanÍente: en la obra de Voloshinov de fines de- los años~ veinte (El
[4 marxisn10 y la.jiíosofía del lenguaje).'( entonces, con ~rretofno del len-
1
.
..
. guaje. en cualquier sentido pleno, presentamos la evidenc.ia 111ás accesi-
' blé de toda la· ga1na con1pleja de agencias e intenciorics, inclui~as esas
' agencias distintas de las analíticas o interpretativas: las creativas y eman-
,i cipatorias, con10 en la correcta insistencia de Fekete en que "la intención
de la praxis ~n1ancipatoria es previa a la práctica interpietatiya''.·5 Y de
.~ esto precisa1riente se trata, porque ningul)a de tales intenciones sociales,
culturales o pÜIÍticas -o, podemos decir, sus opuestos- es extraída, o al
menos ninguna es extraída necesariamente, de los objetos de análisis, si-
no de nuestra conciencia práctica y nuestras afiliacio~es reales y posibles
en relaciones efcclivas y generales·con otras persoi:iaS, conocidas y d.es-.
conocidas. --
Lo que surge entorlces como ele1nento más centrál y práctico del a;1á~
lisis cultural es lo que tambi6n idCntifica la teoría cultural más significa-
tiva: la exploraéión y especificación de formaciones ·culturales· distingui-
bles. Desde.luego, dentro de las sociedades capitalist:is corporativas y
burocráticas fue necesario analizar las instituciones ·mis. sociológicamen -
se
tc manejables de .Ja cultura. No obstante, a menos que identifiquen for-
maciones más específicas, esto puede reducirse a abstracciones tales co-
mo los "apal'utos ideológicos del Estado'' o los aún relativarnente
indefinidos i,nte:iectuales "tradicionales" y "orgánicos". Con fre·cuencia,
encontn.unos las relaciones específicas significativas tanto en el 1novi-
5. /bid.
LOS USOS DE LA TEORÍA CULTURAL 215
los teóricos pequeño hurguescs que hacen ajustes de largo plazo a situa-
ciones de corto plazo? O, en el cnso de varios tipos de arte reciente, ¡,po-
demos volver a preguntarnos si 1nostrar a los explotados con10 degrada-
doS no prolonga si1nplemcnte la vigencia del explotador? ¿No estan1os
obligados a distinguir estas fonnas reductivas y desdeñosas, estas mues-
tras de fealdad y violencia, que en la envergadura n1isma de sus negacio-
nes pueden pasar por arte radical, de las formas n1uy diferentes de rela-
ción o exploración común, <1rticulación, dcscubrinlicn to de identidades,
surgidas en esos grupos conscienlemcritc expansivos y asociadores de los
cuales, por suerte, ha habido por Jo n1cnos la misma cantidad? ¿No pue-
de .la teoría ayudar con un rechazo de las racionaliz~ciones que sostienen
las negaciones y con la determinación .de sondear forn1as reales, estructu-
ras reales de sensibilidad, relaciones realmente vividas y deseadas, más
allá de las fáciles etiquetas de radicalismo que hoy incorporan o in1poncn
incluso las institi.Jciones dominantes?
Creo que a través de un centenar de enredos y riv<ilidades locales es-
tas preguntas pueden responderse afirmativame nte. El problen1a central
de las relaciones de clase reales y posibles, a través de las cuales puedan
hacerse un arte nuevo y una nueva teoría, tiene una cornplejidad novedo-
sa y en ciertos aspectos sin precedentes, pero en la práctica -y hqy con
·seguridad co1no una presencia decisiva- hay un 1nodo de formación ba-
sada prirnordialme nte en la ubicación, por ejemplo en las ciudades ingle-
sas y en partes de Escocia y Gales, donde la intención culturai"y artfstica
se modela, desde el principio, 1nediante la aceptación y la posibilidad de
relaciones co111unes más generales, en una búsqueda cornpartida ·de
emancipación. Desde lue.go, tarnbién tene1nos que movernos entre y n1ás
allá de eslas forn1aciones identificadoras, pero tanto 1nás fructíferamente
lo haremos cuando emplcen1os nuestros puntos fuertes co1no un n1odo de
rechazar y oponernos a las dislocacione s siste1náticas, Jas alienaciones
poderosamen te consolidadas , que son hoy la verdadera fuente de toda la
rendencia formaUsta y sus artes en un n1undo burgués tardío, y que en to-
das purtes están a la espera de desplazar y desviar nuestras n1ultiformcs
confusiones, dolores y angustias reales. En consecuencia , el desafío sur-
ge eu la teor.ía con tanta claridad coino en todo lo dcm;ís: éste nuestro
contenido, ésta nuestra afiliación, ésta nuc¡.;trn intención, ésta nuestra
obra; y ahora dígannos si eslán a favor o en contra -y funcionará para
a1nbos lados- de cad;i uno de éstos en lo que a ustedes les toca.
Apéndice
Medios de comunicación,
márgenes y modernidad
Raymond Williams y Edward Said
una prueba empírica rnuy ardua es ésta: si dcci1nos, como creo que tanto
Edward como yo haccn1os, que el análisis de la representación no es un
tema separado de la historia, sino que las representaciones son parte de
la historia, contribuyen a la historia, son elen1entos activos en los rum-
bos que torna la historia; en la manera como se distribuyen las fuerzas;
en la rnanera co1no la gente percibe las situaciones, tanto desde dentro de
sus aprenliantes realidades corno desde fuera de ellas; si decünos que és-
te es un verdadero n1étodo, e-ntonces la prueba cn1pírica a la que aquí se
lo son1ctc consiste en que n1étodos corr1parablcs de análisis se apliquen a
situaciones 1nuy apartadas espacialn1cnte, con grandes diferenci~s.de
textura y con consecuencias 111uy diferentes en el mundo contemporáneo.
1-lay una distancia notoria entre lo que pasa en la ca1npiña inglesa, o en
el centro de las ciudades il_1glesas, y en el caos del Líbano. Sin ernbargo,
1ne parece cierto que el 1nétodo, -el método subyacente,· encontró una
congruencia. No para reducir la historia a una fuente de itnágenes, por-
que tarnpoco era eso lo que a 1ni parecer estába1nos haciendo, sino para
d_ecir: "Si Usted anal{za las representaciones con la historia, si en las re-
presentaciones rastrea sus fuentes, ve lo que está ausente de ellas asf co-
n10 lo que está presente. Y entonces tarnbién ve de qué manera Ja forma
de estas imágenes ·contribuye real111ente a configurar el 1nodo como la
gente percibe esas situaciones y actúa dentro de ellas". Si decimos esto
sobre un método de análisis, entonces tene1nos que someterlo a la prue-
ba de su aplicación a dos localizaciones geográficas e históricas muy di-
ferentes. Y me parece que funciona. A modo de ejemplo, pude conside-
rar más objelivarnente un caso que no era el mío propio. Uno veía que
rastrear las fuentes de las irnágenes y las representaciones, de esta 111ane-
ra conscienten1ente histórica, analítica y en definitiva política, era exito-
so con10 rnétodo, y por lo tanto accesible no sólo al análisis sino a .la en-
seílanza.
Así, pues. éstos son _1nis dos puntos: priinero, creo que un n1étodo de
análisis, en pdncipio a 111enudo de un tipo cstrictan1ente acadén1ico. pue-
de encontrar encarnaciones concretas que son más susceptibles de ense-
ílanza·, visión y con1unicación n1ás allá de un restringido 1nedio acadénli-
co. Y segundo, que uno puede poner a prueba el rnétodo del análisis de
las representaciones histórica, consciente, políticamente en situaciones
muy diferentes, y cornprobar que -sujeto sicn1pre a la discusión sobre es-
te o aquel detalle- el n1étodo se sostiene.
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lfr"
APÉNDICE 221
bien, esa secuencia de Jerusalén fue fihnada por Gcoff J)unlop y un equi-
po en un mon1ento en 4uc yo no podía estar all.í. Y por una coincidencia
total, si ustedes quieren, la escena siguiente tras el fundido es la del chi-
co a quien detienen en la ciudad; una coincidencia, pero que reforzaba el
argun1ento de que estas cosas están conectadas. Y el problema del acce-
so o de su negación tarnbién está allí. Lo mismo en otras partes de la pe-
lícula, como cuando n1ostran1os la escena en el castillo de Bi:::auforL .Esto
está filn1ado, por decir así. desde el punto de vista palcstü10, cuando la
cá1nara habla con esos dos jóvenes palestinos. Eso se hizo a principios de
1982, y la escena volvió a filinarse después de la invasión i~'raelí, cuan-
do, por razones obvias, yo no podía ir.. al I~íbano, que es donde v.ive parte
.
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. o ,•·
de nli familia. (Sea coino fuere, nli 1nadre vive allí ahora.) De n1odo que
todo el rnarco de esta cu~stión 1nás bien co1nplicada, y en ciery:o con1plc-
jo rnodo accesible e inacces.ible, se funde a través del medio fíl1nico, y
plantea un argumento que en realidad no podría hacerse medí.ante la ex-
periencia pero sí puede hacerse a través de una película, que es desde
luego una forma continua.
Así, pues, el primer punto -y el principal- que 1ne gustaría señalar es
. este proble1na de las exclusiones, co1npartin1entaciones, que funciona de
n1uchas n1aneras diferentes. Es posible que las representaciones parezcan
; '1'i•f
tener una especie de vida flotante propia, pero sien1pre es necesario vol-
ver a anclarlas en las realidades que las producen. Y esto es crucial, por-
.·'~
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que hoy en los Estados Unidos, por ejemplo, se da un enonne relieve a lo
' que se denon1ina tanto pericia con10 objetividad y más particulannente,
en mi campo, humanis1110. En los años de Reagan, "humanis1110" se ha
transformado en una palabra en clave para etnoparticularismo, etnocen-
tris1no y patriotismo; es detir, lo que "nosotros" quereinos hacer es sen-
tirnos 1nás confiados y felices con nuestra Gran 'l'radición, y el Secretario
de Educación, William Bennett, publicó hace poco una importante pero-
rata en que dice que "nosotros" deberían1os recla1nar nuestra tradición.
Habría que exigirle a todo el mundo que leyera las veinte grandes obras,
ustedes saben, Hoinero; etcétera, o de Platón a la OTAN. Es decir. 1nás o
1nenos, que esto es Jo qLie nosotros somos, y el resto del 111undo no es. l)c
1nodo que se producen todas estas exclusiones, hincapiés y afirn1aciones,
y lo que se pierde, naturalmente, es cualquier conexión. Lo Cual se hace
en interés no sólo del patriotisn10 sino. de 1nanera n1ás alarn1antc, tam-
bién de la objetividad. Estas posiciones locales, .interesadas, se presentan
co1110 Realidades lncuesúonablcs, y .las palabras n1isn1as "incuestio11ahlc-
.111ente" o ''indudablen1ente" reaparecen una y otra vez en el discurso.,
No obstante, en realidad yo no podría aceptarn1e como parte de eso
sin renegar de n1ucho de mí 1nisn10. l..,o cual, estoy seguro, es cierto para
';
. -~ . •.; .
------,,-------
'
todo el n1undo, pero tal vez sea más dra1náticamente cierto para un pales-
tino. De 111odo que el segundo punto que trato de señalar es la necesidad
urgente de hacer est:as conexiones, no sünplcmente con10 "objetivas" si-
no c'omo ahernativas. Por cierto, en la educación y· al escribir, y al consi-
derar 1nateriales con10 éste, uno procede de una n1anera responsable y
disciplinada, observando las pruebas, etcétera. Pero tan1bién conectándo-
las de 1naneras· que descansan en Ja intervencjón hu~ai:ia, que son alter-
nativas e iinpugnan y son iinpugnadas a Ja vez, articuladas desde el punto
de vista del estudiante o del forastero, y que así dan a otros la oportuni-
dad de considerar otra perspectiva, esa perspectiva que, precisamente,
falta con tanta frecuencia. No hablo de "equilibrio" porque ése es. olro ti-
po de fetiche: si uno escucha -una ca1npana tiene que escuchar 1a otra. Pe-
ro .lo que sí creo es que estas allernativas deberían presentarse de 111anera
responsable; insisto en ello.
Éste és en Sustancia 111i tercer punto. Puesto que desde" Orie~talis1n mi
obra, en reaUdad, dependió mucho de la de Raymond, o dé una expresión
de su obra qu_e -~ien1prc me esforcé por comprender, pero respecto a 1a
cual al final del libro llegué prec.isa111ente al punto en que puedo co1ncn-
zar a abordarla,. aÚnque tal vez aún no lo hice plenan1ente. Me refiero
-aunque no recUerdo dónde dices esto, Raymond- a la necesidad de de-
saprender Ja fnodalidad dominadora inherente: el tipo de provocación,
bravatas, tono autoritario que ha surgido incluso en "Estudios Cultura-
les". Como reto a esto, tenen1os que encontrar un enfoque _n1ás crítico,
co1npron1etido, interactivo y hasta dialógico -aunque uno odie usar esta
palabra a causa del reciente culto de Bajtin-, én el que las ?lternativas se
presenten cÚino fuerzas reales y no para proporcionar sirilpl_emente una
especie de equilibrio que, desde ~uego, deje a su pos.eedor inVisible detrá~
de la pantalla -Ja persona que realmente tiene el poder:_. Y en últiina ins-·
tancia esto sólo puede hacerse en colaboración o cooperación. Éste es e·1_
últin10 punto, tal vez el 1nás importante, que quería señalar.. Creo que to-·
··~.
dos deberíamos sentir fuerte horror ante las ortodoxias sistemáticas o
dogmáticas de una u otra clase, que se ostentan con10 la _últirna palabra
df: la alta Teoría, recién salidas de Ja in1prenta.
Mencioné por ejen1plo el interés por Bajtin, pero igual p·odría haber ·\
sido el interés por muchas variedades de teoría de las últinias dos o tres
décadas;.uno S\:!.COnvierte a ellas y ve el inundo íntegraniente a través de
esos ojos. Pero eso es precisamente lo que la cducai:::ión ~n su 1náxiina
expresión trata de cuestionar y evaluar. y ta1nbién de d~splazar presen-
tando alternativas.
n1ente tin texto con l~s condiciones de su producción. Ahora bien, In pri-
1nera fase de la respuesta a esa actitud es decir que. por más importantes
que puedan ser esas cuestiones, también lcnemos que considerar qué es
específican1ente la obra. Y esta insistencia tiene que entenderse en el
contexto del debate. Es necesario entonces que considerernos la segunda
etapa de la argu111entación forn1alista, entre 111ediados y fines de los años
veinte, en obras a las que se otorgó 1nucho n1enos public.idad. Las obras
de autoría conjunta de Bajtin, Voloshinov y Medvedev son 1nucho n1cnos
conocidas en Occidente, con la reciente excepc.ión de Bajtin, luego Sh-
klovsky, J~ikhc11baun1, etcétera. Se convino: co11sidcren1os lo que es espe-
cífico en el texto. Pero considerar lo que es tcxtualincnte específico no
excluye sino que n1ás bien esti1nuln nuevos 1nodos de explorar las rela-
ciones entre la creación de algo 1nuy específico y las condiciones n1ás ge-
nen.iles. Entonces, en contraposición a la práclica previa que no había
APÉNDICE 225
1
226 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
Debate
los manluve separados [risas J. Los escribí y los mandé a los ed.itorcs, y
de una u otra n1anera hicieron su camino. Creo que lo que pasa es que
hay un "conjunto'' particular dentro del cual uno es leído, y la gente en-
cuentra nuestro no111bre en una lista de lecturas y entonces esperan que
contribuyan1os a un contexto dado, de modo que casi-leen en voz alta
ciertas cosas ... y una de las g·randes ventajas de llamarse Willia1ns es que
no piensan que uno sea el que escribió esos gordos libros acadé1nicos
[risas].
Nunca traté de separarlos. Quiero decir, siempre 1ne parecen profun-
da111ente relacionados, y he dicho que lo que aprendí al escribir Border
Country, la prin1era novela, que pasó por siete reescrituras, fue la primera
revelación verdadera sobre el 1nodo como la forma, la forma literaria, es
detenninada por un conjunto particular de expectativas sociales e ideoló-
gicas. Cuando coinencé a eScribirla a fines de la década del cuarenta, era
c.laro que todavía había un lugar p_ara Ja novela de una infancia de clase
obrera que, por decirlo así, estaba preforn1ada para concluir con la perso-
na que deja el medio obrero, que se aleja dirccta1nente de él. Después de
todo, el clásico de este tipo de obras es todavía Hijos y a1nantes, de Law-
rence, y, en rigor de verdad, cuando se dijo que en los años cincuenta y
sesenta surgió una oleada de novelas de clase obrera, es sorprendente
constatar que la mayoría de ellas incluían esa for1na -infancia, adoles-
cencia y partida-, ese movin1iento de Lawrence de ir hacia la ciudad con
toda la vida por delante. La experiencia obrera fue i111portante, pero es al-
go que se recuerda a la distancia. Ahora bien, cadá vez que intentaba es-
cribir Border Count01, aunque el n1aterial era diferente, salía de ese 1no-
do. Pero yo no podía aceptarlo. Me refiero a que no hace falta pensar
rnucho para darse cuenta de que el padre de clase obrera, que es una figu-
ra característica en esa clase de novela, tan1bién era un hombre o una mu-
jer joven, con perspectivas particu.lares que hacían esa historia; no sólo
eran iÍnportantes como padres del niño. Y si se los percibe única1nente
co1no los adultos a los que responde el adolescente, se pierde una parte
importante de su experiencia. ¿Pero qué pasa si esa fonna ya está profun-
darnente presente, y en aspectos interesantes que uno no sabe que está si-
guiendo hasta que con1prueba en la escritura que la cosa sale así? Creo
que ésta es la verdad sobre las fom1as profundas en una cultura. Otro cle-
111ento de esta forn1a de experiencia de clase obrera es que uno obtiene un
chico sensible y brillante· en este n1edio de privaciones. El inundo del tra-
bajo obrero adulto no está presente del 1nis1110 n1odo en este tipo de no-
velas. Así, pues, lo que hice fue seguir reescribiéndola, de modo que el
padre estuvo presente en la novela desde el principio, en sustancia co1no
un hombre joven, aunque a través de ella envejece y el clímax es su
228 LA POLÍTICA DEL MODERNISNIO
E'd\t\:ard Said: Todos los que empiezan a escribir en.un ámbito acadé-
nüco evidenten1cnte escogen temas que les son afines; no creo que fuera
un accidente el hecho de que el prirner libro que escribí fuese sobre Con-
rad, ya que durante toda mi vida estuve muy interesado y obsesionado
por éste. Es innecesario decir rnás. No obstante, con10 puse de relieve en
1ni presentación, una gran parte de lo que autobiográficamcnte consi-dero
experiencias interesantes y valiosas tenía que ser 1nantcnida aparte en el
plano profesional.. Cuando co111enzaba a enseñar en Columbia, se dio sin
duela el caso de que rne consideraran en realidad como dos personas: es-
taba el profesor de literatura y la 01ra, con10 Dorian Grey, que hacía estas
cosas totalincntc indecibles, in1ncncionables. Podría dar un eje1nplo: yo
era 1nuy a1nigo de Lioncl ·rrilling, que tenía su oficina enfrente de la 1nía.
y era n1uy amable y solícito; sien1pre n1e gustó 1nucho, pero ni una sola
vez. en los quince años que fuimos antigos. pennitin1os que surgieran es-
tas otras cuestiones; y n1e ejercité para vivir de ese n1odo.
APÉNDICE 229
cionarial lRisasJ Allí estaba yo, usado co1no una especie de Cobertura, si·
ustedes quieren, pa,·a esos sucesos. Eso pasa muchas veécs. De 1nodo que
no se trata sólo del propio deseo que uno tjene de hacer justicia a los di-
ferentes aspectos de su vida sin reducirlos unos a otros O: vulgari:r;arlos;
eso acaba con uno..
O bien, una vez 1nás, Ja frase que Bob Catterall leyó esta 1nañana de
n1i libro sobre la crítica,' en realidad en Jos Estados Unidos se considera
como muy incendiaria , probable1nente una expresión en código de ·la
OLP para la rnasacre. Verdaderamente lo digo tnuy en serio; tni libro fue
reseñado en una revista llan1ada Contention.s [Disputas] (lo que 'puede
darles una idea),!)¡ la mayor parte de lo que dije, aun cuando 1ne refiriera
a Matthcw Arnold, Ray1nond Willia1ns o lo que fuere, se tradujo· como
"n1aten a todos·lbs judíos". No trato de expresarlo como una cuestión se-
n1icórnica, en realidad es 111uy alarrnante descubrir d_e repente que está es-
te otro rnundo que puede hacer cosas con uno; y en este aspécto, EstadÜs
Unidos o Nueva York son co1no una caja de resonancia . De modo que
por un lado uno quiere ocuparse de los proble111a.s que le parecen de par-
ticul:;i.r iinpqrtaricia, pero por el otro hay que tener cuidado de éi_ue ·;10 los
disuelvan unos·e9 otros, después de lo cual escapan de control en algu-
nos de los aspectos que mencioné. Pero lo último que quiero decü: sobre
este punto es c6án en1ocionantes, en el proceso de hacer esta relación
cruzada, son los otros tipos de experiencia o trabajo a Jos que urio se ve
llevado al margen de su ca1npo limitado, en.mi caso los estudios profe-
sionales de inglés; el dcscubrin1iento de trabajos que significan algo para
uno, hechos en antropología y en la fiCc.ión bélica, en el árnbito del Cari-
be; en sociología. 'Después de todo, uno sigue trabajando y abr.iga espe-
ranzas gracias a estas vinculaciones.
Ray1nund Wil.iicuns: ¡Tal vez ésa sea la rr1ejor rr1anera de habla~ de él!
"' "La crítica debe pens:irse co1no tnejoradora de la vida y constitutivamente opuesta a
toda forma de tiranía. dominación y abuso; su meta social es el conoci1niento no coercitivo
producido en interés de la libeitnd humana" (Tlu: \Vorld, the Text and rhe Critic, pág. 29).
APÉND1CE' 231
ésta hubo una conexión sobre el terreno, nunca tan a1nplia como debería
haber sido, nunca tan efCctiva como debería haber sido, entre este tipo de
trabajo y la percepción de otras personus que !)O sólo trabajaban en pro·
hle1nas co1nparablcs sino que lo hacían con una intenció n de cambio po·
lítico y cultural.
Ahora creo que esta situación detern1inó una gran parte de mi trabajo.
Tuvo un gran efecto n1ás adelante, en Ja década del setenta, cuando la ini·
presión que alguqa gente tenía sobre ese proyecto se convirti ó -en un
sentido como reacción después de 1968- en cierto distanci amiento con
respecto a lo que se percibía que había sido un.inten to bastante ingenuo
de incorpor ar 1naterial a lo que se sentía como u'n movin1jento con1ún:
que uno podía poner las rcfonnas educatiyas·, o propuest as para catnbiar
(as.CO!TIUOicaciones en las instituciones, e1~ utia agenda política que tenía
un repÍesentante._esperanzador en el n1ovln1iento obrero, si no precisa·
mente "en el Partido Laborista. Esta nueva po!-lición tuvo también una for-
mación intelectual de .tipo 1nuy fuerte en las universidades. Pero llegó el
1nomento en que hu1nanisn10 y moralis1no se cÓnvirtiefoO en malas pala·
bras, y la ingenuid ad de este proyecto anterior fue objeto de. a1nplios
co1nentarios. Despu6s d_e eso, en cierta forrna antes de que ese proyecto
pudiera refonnar se; hubÜ la nueva experien cia -supong o.que estoy ex·
pr'csándolo 111uy injUsta1nente-, la nueva experiencin, como se presentó a
esa generación, de que los golpeara n cuando aso1naron la cabeza por en-
ciina del parapeto . En absoluto digo esto con amargur a, porque en un
Sentido, si ustedes leen esta sociedad tal _coino es, sorprend e bastante que
puedan mantener la cabeza en alto durante tanto tiempo co1no la mayoría -
de nosotros se las ingenió para hacerlo. Üna vez más, entonces , cuando·
la gente empezó a hablai- en ténninos que 1ne parecían muy sumisos acer-
ca del thatchcrisn10, con10 Si fuera la peor plaga que ja!nás azotó a la raza
humana y nunca hubiera habido ta111añJ .crueldad y represió n, rea11nente
111c pregunto dónde se ven' a sí 1nisn1as estas personas . No sólo en ténni-
nos de lo (¡ue está pasando en el inundo, sino incluso en ténninos de
nuestra propia situación inmediata. De n1oclo que creo efectivan1ente que
debería111os observar la experien cia 1nucho 1nás apre1niantc, con10 n1e lo
han dicho otros an1igos estadoun idenses, la sensació n, si uno hace este
lrabajo de aislamiento, In sensación de exposici ón y las crudas conexio -
nes políticas del tipo recién 1nencionndo por Edward, hechas de una ma-
ncl'n que; bueno, uno necesitaría uno o dos de nuestros más insignes inte-
lect.uales de derecha con una capa adiciona l de fibra parn atrevers e a
hacerlas. No digo que no suceda aquí. ~fado el tiempo sentí algo de eso.
Pero sería interesante escucha r lo que piensa Edward acerca de lo que n1e
parece una clara diferencia de grado.
APÉNDICE 233
,,
234 LA POLÍTICA DEL MODERNISMO
un sentido n1ás sustailcial, todo lo den1ás que uno ve tam}Jién parece ha-
ber 1nucrto con los años sesenta, incluida la Nueva Izquierda. Hay varios
ejemplos posibles. To1n Hayden, que se postulaba en California, fue una
de las principales figuras de la Nueva Izquierda, y yo diría que está ape-
nas a la izquierda de Gary Hart; hoy se lo llan1a nuevo liberalisrno. Está
este centro que co1nprime -ustedes saben, aprendí tanto de Raymond que
siento que ·simplen1ente apelo a citarlo, en Cste caso de un artículo semi-
nal que escribió sobre la base y la superestructu ra-, que ejerce presioTies
y fija límites .. Funciona todo el tie1npo de la man.era tnás inconsciente, de
n1odo que todo el inundo internaliza estas norn1as, yo diría que particu-
larn1entc en las universidade s, donde la noción de especializaci ón es ex-
tre1nadamente Vigorosa y uno co1nprueba que sien1pre tiene que b~scar
afiliaciones en grupos subalternos, negros, feministas, diversos grupos ét-
nico$, etcétera.
En rni caso particular, simple1nentc dejé eso para el final, el hecho de
que sea un palestino enfrentado con la enonne caja de resonancia del te-
rrorismo hace que 1ne resulte tnuy difícil hacer n1ucho más que decir: us-
ted~s sabe1~. tal vez sea así, pero no me liquiden ... frisas] Una de lasco-
sas'que hice' fue replicar en cierto 1nodo-escr.ibiendo a1tfculos-: aquí y allá,
donde 1nuestro hasta qué punto.la cuestión Palestina se ha infillrado en
los lugares más curiosos, en Jugares que no tienen nada que ver con ella;
por ejetnplo,.en ciertos tipos de filosofía n1oral, en teorías de la guerra,
en partictdar en teorías de la guerra justa. Por ejemplo, en un libro que
apareció y fue profusan1ente lcí~o hace cinco o seis años, el autor trataba
de de1nostrar que había normas q~e permitían hacer una distinción entre
guerras just~s e injustas. Es un filósofo, uil filósofo poHtico, pero en to-
dos los eje1nplos -golpes preventivos, matanzas de civiles, etcétera- la
excepción sie1npre era Israel; y en. cierto sentido la construcción de la
teoría de una guerra justa, pensé, se había encarado para eximir a un gru-
po clegído·en este caso particular. Así, pues, es una atn1ósfera muy extra-
ña que resuila tanto 111ás contradictori a por el hecho de que, en cierto sen-
tido, ¡uno puede decir todo lo que quiera~ A n1í, por cierto! no n1c resultó
difícil deciF 10 que quería; sería deshonesto si les dijera que me silencia-
ron todo el tiempo. En parte debido a la ad1nisión nominal _de minorías,
el Netv York Tilnes, digamos, necesita un palestino que diga al~o "razona-
ble", supongo, así que me piden a mí que lo haga; y no n1e importa ha-
cerlo. Pero alguien con10 Chon1sky, que de'sen1peñó un papel verdadera-
rnente in1port_antc -un anligo al que adnliro- de hecho hoy ha quedado
111arginado; tai vez reaparezca, pero está condenado a los rincones, y eso
pasa n1ucho. Así. pues, creo que es una situación muy diferente de la de
a~uí; en p.'.1rtc tan1bién porque las apuestas son tan grandes.
APÉNDICE 235
1nún no está sünplcmcnte allí, y ni siquiera allí para ser distribuida de al-
guna manera, sino que la idea n1is1na pone en el 11101ncnto en tela de jui-
1
~.1·.-
cio estas divisiones, separaciones y conflictos, que están no obstante en-
raizados en situaciones históricas reales.
Esta superposición correspondió a esa fase muy particular. Pero como
.I,•·.
sucede a n1enudo con las expresiones, se hacen circular en contextos al
'
margen de su base inrnediata de arguinentación. Quiero decir, la mayor
parte de lo que escribí al respecto desde entonces ha sido sobre divisio-
nes, proble1nas, dentro de la cultura; cosas que i111piden el supuesto de '
una cultura co1nún co1110 algo que ahora existe. Del inis1no 1nodo, si us-
tedes rastrean la palabra "comunidad" a través de estos usos, y esto sin _;j"
duela sería cierto si la rastrearan a lo largo de mi obra, encontrarían, por
una parte, que oponen una noción de con1unidad a una noción de indivi-
dualisn10 con1petitivo y, por la otía, que quienes se apropian de la idea de
co1nunjdad son precisamente las personas que dicen que tenen1os una co-
munidad nacional que fija Hmites· .a la manera como la gente siente y
piensa y, además, que impune ciertas responsabilidades. De n1anera que
en la huelga de Jos mineros podrían tener los dos usos: los mineros de-
cían que defendían su co1nunidad, y con eso se referían a los lugares en
que vivían, y la Junta del Carbón y Thatcher decían que su actüud era
perjudicial para Ja comunidad, término con el cual aludían al orden social
y nacional existente del cual aquéllos eran una parte subordinada, de la
que podía esperarse que, si participaba genuinamente de la co1nunidad,
se adaptara a Jas norrnas _prevalecientes. Ahora bien, ése es otro ejen1plo
de cón10 lo que analizó toda esta obra es precisamente la totalidad de la
noción ele lo con1ún y la comunidad. De 1nodo que si uno dice "¿e.rea
problen1as el uso de esta idea?", etcétera, ése es el problema; de estotra-
tó el análisis. Sin duda, el proyecto es algo "común" en ese sentido, algo
en el sentido de que una cultura con1partida incluye la diversidad. Pero
en el n10111ento en ·que Ja noción de comunidad es adoptada para una ver""'
.. ,.
sión que será dominante, y a la que van a subordinarse las variaciones,
entonces el misrno valor se vuelve en una dirección opuesta.
En cuanto a la cuestión del género, bueno, creo que Ja manera con10
la gente ve la supresión sie1npre es ilnportante, porque nunca fui cons-
ciente de que suprin1ía el género. Si alguien 1ne dice que lo hice. enton-
ces tengo que prestar atenc.ión a eso, del n1is1110 1nodo que cuando digo
que la gente "expresó en voz alta" aspectos de tni experiencia, ¡espero
que le presten atención! Por Jo coinún no lo hacen. Ciertan1ente prestaría
atención a esto porque he sido rnuy consciente de ello, aunque de 1nanc-
ras que son necesaria1nente las rnías propias. Quiero decir. yo no sería
vocero de una experiencia fcn1cnina suprinlida: no podría serlo. Por otro
APÉNDICE 237
lado, una vez más, creo que en esto uno alcanza cierta selectividad de
L lectura. Recuerdo que en lo que de hecho fue rni enseñanza central a lo
"
a;.' largo de los años sesenta, y que se publjcó co1no The English Novelfrom
1
1
una n1anera fundan1ental, que como grupo habían representado muchos
de Jos puntos 1nás altos de conciencia en esa cultura y esa forma, y no
Obstante -y éste es el aspecto con respecto al cual aún sostendría y espe-
raría diferencias- no primordialmente porque eran 1nujeres sino porque
habían eludido algunos de los estereotipos masculinos que tan1poco eran
los hombres. Relac.ioné esto 111uy específicarncnte con el n1on1enlo de la
r' vida inglesa y la ficción inglesa en que los hon1bres dejaron de llorar. No
sé si los hombres dejaron de hacerlo antes de entonces; no hay estadísti-
f cas sobre la frecuencia con que lloraron a lo largo de nuestra historia o
''f. lloraron desde entonces o lo hacen hoy en las ocasiones pertinentes. Pero
sé que ésle fue el n1omento en la vida social adn1itida y en la ficción en
que los hombres dejaron de llorar, y es exactarnente el misn10 mon1ento
en que aparece esa notable generac\ón de novelistas mujeres que va de
GaskelJ a George Eliot pasando por las Bronte. J)igo que lo veo con10 un
rechazo del estereotipo ..Ellas adn1it.ieron un tipo de sentinlicnto personal
intenso que analicé de diferentes 111aneras en ese libro, una intensidad de
sentinüento que se categorizó de iiunediato con10 ficción fen1enina y to-
davía hoy, de hecho, se describe en alguna historia fen1inis~n co1no .irn-
portante porque es específicamente ficción fen1enina. Pero yo decía que
lo que n1antuvieron en 111archa era lo que cierta 1nutación de la autoper-
cepción n1asculina y de ciertas nonnas de la vida pública había excluido
del con1portanliento admisible del varón. Ahora bien, se trata de un aná-
;; ¡ 1.isis incon1pleto, pero tienen que ponerlo junto a la noción de que supri-
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1
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nú la cuestión del género. Desearía haber hecho y dicho más sobre ella, y
escucho y me intereso en el análisis que hace gente que debe hacerlo y
que .incvitable1nente va a ser inás capaz, a partir de su experiencia, de ver
cosas sirnple1nente no advertidas por las personas que no se encuentran
en su situación.
Edward Said: Sólo quiero decir algo muy breve sobre la cullura. Es-
toy contento de que Raymond lo haya explicado en detalle. La noción de
cultura es profunda1nente ambivalente, es una noción sobre la.cual uno
debería sentir inucha an1bivalencia. Recuerdo un n1omcnto de 1~olitics
and Letters cuando, en medio de la discusión sobre Culture afid Society,
uno de los intCrrogadores le pregunta a Ray1nond: en su mayor Parte, us'-
ted habla de cultura en la Inglaterra del siglo x1x pero, ¿qué pasa con el
ltnperjo? Se le censura que no discuta la relación entre las dos, y creo
que tú, Rayrnond, lo relaéionaste con la fálta de acceso, e·n esenio.mento,
a tu experiencia galesa, que entonces ·no había sidÜ tan irnportante para ti
como resultó 1nás adelante. Para n1í, aunque tal vez lo exprese de1nasiado
. enfáticarnente, Ja cultura ha sido utilizada· en esencia co1no un término,
no' cooperatiVo o comunitario, sino de exclusión. Sin duda, si vuelven a
leer Culture and Society, y ton1an casi sin excepción todas las manifesta-
ciones funda1nentalcs sobre la cultura hechas en el siglo XIX por los gran-
des sabios y n'ovelistas, verán que se refieren a "nuestra" cultura en opo-
sición a la "de ellos"; según mi argun1entación, "ellos" se define y
margina esencialmente en virtud .de la raza. De inodo que creo que la cul-
tura tiene que verse no sólo corno excluyente sino tan1bién corno expor-
tada; está la tr.adición que se nos. exige que ehtendam9s, aprendamos, et-
cétera, pero uno no puede ser verdaderamente de ella. Y esta cuestión es
para 111í profundan1ente interesante, y creo que necesita un inayor estu-
dio, porque ningu1ia práctica de exclusión puede 111antenerse durante mu-
cho tjempo. Luego aparecen los cruces, corno dije antes. y desde luego
todá la problemática del exilio y la innligración que se incorpora a ella,
las personas que simple1nentc no pe11eneccn a ninguna cultura; éste es el
gran hecho n1oderno O, si ustedes quieren, posmoderno, el pennanecer
afuera de las culturas.
Ahora bien, en cuanto a la cuestión del género, no es posible conside-
rar el in1perial:isn10 ni, digamos, el orientalisn10 sin advertir la posición
prominente de las mujeres en ellos; vale decir, prominente en virtud de
su subordinación y centralidad silnultáncas. El papel de la rnujer oriental
en todo el discurso, en toda la itnaginación del oriente es absoluta1nente
central y en gran parte se tnantiene sin carnbios; es decir, 1nuy rara vez va
1n~s allá del tipo de funciones esenciales asignadas a las mujeres -subor-
APÉNDICE 239
FICCIÓN
ENTREVISTAS
Po/itics and Lettei-s: lntervieWs with New Left Review (Londres, 1979)
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1
Índice analítico
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. ÍNDICE ANALÍ11CO Y DE NONIBRES 245
co1no disidencia burguesa, 79-80, O'Casey, Sean, La copa de plata, 121 l!'
85-6 Okhlopov, Nikolai, 110
diversidad del, 52-6, 64-6 opinión. fonnación de la, y la tecnolo- ,.
yel lenguaje, 66-8, 89-107, 213-5 gía, 171-3 ¡
y el marxisn10, 82-3, 210-11 organicismo, en Rayrnond Willian1s,
y la política, 40-3, 46-9, 81-3, 26-9
1
't
115-8 Oricntalism (Said), 222, 229, 217 n. 1 i
~\
y la teoría cultural, 205-6 Orrom, Michael, 26, 27 ¡
,_.. _
y la vanguardia, 34-9, 73-5, 90-1 Prefar.e lo /<~ilrn, 27, 42 '
y los nuevos ·rnedios de co111unica- Oxford, extcnsi.ón universitaria de,
ción públicas. 25-9, 53-5, 143-4, 189, 190
163-6
"moderno", historia del término, 51-3, palabra poética, valorización de. la, 99-
102-4 102
montaje, 28-9, 110-11, 143-4 Palestina, 229-30, 233-5
NlÜret.ti, Franco, 42 paranacionalismo
Morris, Williain, 38, 231-2 de la industria cinen1atográfica,
Morrison, Arthur, Tales of Mean 140-1
Streets, 63 de las comunicaciones moderná.s.
mujeres 154-6, 161-2
·' posición d~· las, en el orientalismo, Parí~, como centro, 54-5, 84
238-9 pasado, idealizaciones del, .126
y el vangu:irdisino, 79-80, 81, patrocinio, 158, 159, 160, 161, 162,
113-4, 123-4 163, 181-3
y la nov'cla i'nglesa, 237-8 pérdida del futuro, 126-8, 129-31,
y la tragédia.privada, 129-30 133-4
y los estudios ingleses, 188-90 Persuasión (Austf:n), 52
Munch, Edvard; 22 pesi1nismo cultural, 151.:.3, 155-9,
164-7, 173-4
naturalismo Picasso. Pablo, 33, 35, 55
con10 disidencia burguesa, 24-5, Piezas para bailarines (Yeats), 11 Q_
41-3 Pintores 111odernos (H.uskin), 52 ·
lenguaje del, 89-90, 99-101 Pirandello, Luigi, J 32
y el 1nodernisrno, 39-40, 21 n. 8, Piscator, Erwin. 84. 1 11. 116
90-1, 96-7, 111-6 Fahnen, 117
y el socialis1no, 143-8 Platón, 221
nazis, 82-3, 119-20 poesía fonética, 92-3
New Left RevieW, 30, 32 Poetry as Dfacourse (Eastho.pe). 39
!jew Yor1c Tintes, 234 política cultural pública, necésidad de
Ngugi, James, 32 una, 178-9. 184-5
Nietzsche, F. W. von, 72, 74, 80 política, de los 111ovimienioS moder-
Notas para iina definición de la c:ulru- nistas, véase radicalismo
ra (Eliot), 25 Politics and Letters (Williams), 41,
Nueva Izquierda, 209, 231, 234 238 ·.'
Nu,eva York, como centro, 54, 84 Pound, Ezra, 19, 55, 85
.{;?',
,- ;
' '
~
I ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES 251
l'
!
populis1110, 43-5 y el modernismo, 33-5, 54-5, 75-
posmodernismo, 18-20, 43-5, 55-6, 81, 83-5, 145-7
,. 163-.4, 168-9 regulación estatal, l 38-9
¡ Potebnia, Alexander, 96 relaciones, análisis de, 202-3, .220-2,
1 Preface to r-um (Orrom y Williams), 226-7
'l' 27,42 religión, 222-4
i prensa representación
¡ como medio popular, 137-9 análisis de la, 219-20, 220-2
' financia1niento de la, 158-61 y el lenguaje, 90-2
prerraíaelistas, 74-6, 214-5 reproducción, en el cine, 142-6
prin1itivis1no, 75-6, 81-2 Revolución Rusa, 134-5
proceso evolulivo, J 13-4 revolución, y la tragedia, 125-6, 127-
productores culturales, independencia 8, 134-6
de los, 169-71 Richards, LA., 189-90, 195-6·
profesionalis1110 acadén1ico, 232-3 Rimbaud, Arthur, 18
progra1nación, formas de, 153-4 Robbe-Grillet, Alain, 39
progreso, idea de, 73-4 rbn1anticisn10, 18-20
Proust, Marce!, 29, 30, 52 Rorty, Richard, 233
provisión estatal de fondos para las ar- Rotha, Paul, 26
tes, 158-9, 162-3, 176-9 Rusia, 1nodernismo en, 83-5
proyecto y formación, relación de, Ruskin, John, Pintores modernos, 52-
187-8, 194-5 3
psicoanálisis, 82-3, 129-30
. publicidad Said, Edward
y financiainiento de las artes, 158- Beginnings, 229
62, 181-2 Orientalism, 217 n. 1, 222, 229
y 1nodernis1no,'55-6 Sartre, Jean-Paul, 21 n. 8, 132, 147
los caminos de la libertad, 43
¿Qué hacer-? (Lenin), 47, 48 Saussurc, Ferdinand de, JO!, 210, 226
Schiller, Friedrich, 21
radicalisn10 político Screen, 39
y el cine, 142-50 Scrutiny, 190, 209
y el teatro popular, 141-2 - Seale, Patrick, 229
y las vanguardias, 37-8, 42-3, 45-9, Second Generation (Willian1s), 28, 33,
54-5, 71-87, 110-11, 115-8. 122-3 47
véase también rebelión antibur- sccularismo, 1J3, 223
gucsa sentinlicnto personal
radio, desarrollo de la. 152-4 y la familia burguesa, 79-80
radiodifusión y las novelistas ferneninas, 237-8
desan·ollo de la, 153-6 servicio de bibliotecas públicas, 169-
financiamiento de la, 158-61 70
raza, 238-9 sexualidad, 1 Í4-6
Reagan, Ronald, 231 véase tanibién fa1nilia burguesa;
rebelión antiburguesa mujeres
en el teatro, l l 3-9, 122-3 Shakespeare, William, 20
~'
í
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·~
. 252 LA POLÍTICA DEL MODERi\l'JSMO