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INTRODUCCIÓN A LA ÉTICA CRISTIANA

2018

Profesora Sandra Robles

I. INTRODUCCIÓN

Qué difícil resulta enfrentar, justificar y entusiasmar a otros con un curso de moral
cristiana. Difícil por varios motivos.

Por una parte, es un curso que se ofrece a personas que si bien han optado por el
seguimiento de Cristo, no todas enfrentan la moral de la misma manera. Esto sólo como
punto de partida, pues es menester reconocer que además hay tantas posturas personales
frente a diversos dilemas éticos de la actualidad como tantos son las personas en esta sala
de clases. Probablemente el abanico de opciones es tan numeroso que llega a ser
representativo del pensamiento de la sociedad actual. En algunos habrá indiferencia
frente al tema moral, en otros, recelo y escepticismo. Hay quienes el tema de la moral
cristiana les despierta rabia y desconfianza en un contexto donde la Iglesia católica no se
ha manifestado como modelo de ella. Y, en una sociedad donde la libertad, la autonomía
y la independencia de todo parámetro que guíe o dirija sus conductas, ha sido el bastión
que ha determinado que el campo moral quede restringido esencialmente al fuero más
íntimo y personal de cada uno. Si este es mi cuerpo, es mi vida, es mi dinero, es mi
futuro, es lo que quiero, ¿por qué otros tienen que decirme qué debo o no debo hacer,
qué es lo bueno o lo malo para mi vida personal?

Por otra parte, las instituciones que históricamente se habían erigido como modelos
de moralidad personal y social, se encuentran cuestionados. Su teoría y prédica sobre el
buen hacer contrasta profundamente con la ejecución personal o colectiva de aquello que
han pregonado. Instituciones políticas, económicas, jurídicas y religiosas que antaño
fueron una autoridad sólo por la autenticidad de su investidura, hoy han perdido
credibilidad por conductas de personas particulares que han desdicho aquellos valores
sobre los que se sustentaban.

Sin embargo, en este contexto, que ha sido llamado de múltiples maneras: crisis
moral, inmoralidad, involución moral, amoralidad, etc., hay una gran necesidad de
alcanzar un comportamiento honesto, transparente y coherente entre lo que se piensa y
se realiza. Hay, sobre todo, un ansía de saltar por encima de los dobles discursos y de
actuar conforme a lo que cada uno cree en conciencia. No hay miedo a decir y a actuar
en relación a lo que se considera correcto y verdadero.

Esto exige al discurso moral no solamente entregar un conjunto de normas que


resguarden el buen comportamiento de sus ejecutores y, en consecuencia del bien común,

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sino entrar en la lógica de la moral como realidad inherente al ser humano. Una
estructura antropológica, personal y social que le permite al ser humano autocontruír su
vida en vistas a la humanización de la sociedad. La búsqueda de ser mejor en la
concreción de la vida es una tendencia humana a la que todos los seres humanos nos
dirigimos. ¿Por qué sólo nuestra especie nace y se desarrolla en vistas a un proyecto de
autoconstrucción que traspasa las fuerzas instintivas de la naturaleza y las necesidades
básicas? ¿Por qué sólo las personas aspiramos a hacer de nuestros comportamientos
opciones de vida y expresiones que manifiestan algo de nosotros mismos? ¿Por qué no
nos conformarnos sólo con existir en vistas a la sobre vivencia? En nuestra contextura
antropológica, ¿tendrá algo que decir el llamado a trascender y a mirar más allá de
nuestra materialidad? La divinidad que siempre ha acompañado a todo hombre y mujer
en diversas expresiones religiosas, ¿tendrá algo que ver con nuestra necesidad de ser
mejor?

Ya en el Antiguo Testamento, Dios, desde la Alianza amorosa que realiza con el ser
humano, pide normas que, si bien son rígidas por el contexto cultural, están enmarcadas
dentro del amor. .En su pedagogía Dios va acompañando a su criatura, tomándole de la
mano. Lo conduce por caminos que exigen mayor compromiso personal con el amor a
Yahvé y a los semejantes. Finalmente, con la entrega de su propio Hijo, las exigencias
morales reposan sobre el amor en todas sus dimensiones, incluso al enemigo. Hoy es el
Espíritu del resucitado quien nos exhorta constantemente a sustentar nuestras conductas
en el amor a Dios y al respeto fundamental a la dignidad humana y cuidado de nuestro
ecosistema.

II. LA PREGUNTA MORAL EN EL SER HUMANO.

Se dice, comúnmente que el camino de la niñez a la edad adulta está marcado


por un proceso de crecimiento que se evidencia en la capacidad para tomar decisiones,
discernir, elegir entre muchas opciones, hacernos cargo de nuestra vida, ser responsables
de los actos realizados, etc. De hecho unas de las nostalgias que nos quedan de la edad
infantil es vivir la vida sin mayores sobresaltos, pues hay otros, adultos, padres, madres o
tutores, quienes, en esta primera fase, se hacen cargo del mundo y deciden por mí. Frases
como: “cuando seas grande sabrás a qué me refiero”; “cuando seas padre o madre, me
entenderás”; “cuando vivas solo sabrás de lo que cuesta vivir”; cuando seas responsable,
entre muchas otras, nos dan cuenta de que aún nos falta trecho por vivir. La experiencia
de la moral es una realidad presente en nosotros desde que comenzamos a interactuar
con el mundo. Ya sea recibiendo normas de conductas, acatándolas o sujetos al premio o
a la sanción. De a poco se nos señala que es lo bueno o lo malo, que debo o que no debe
hacer, que es lo que me conviene o no, que es lo correcto o incorrecto dentro de los
parámetros familiares y escolares. Por otra parte, vemos, también que nuestra vida
cotidiana está entrecruzada por la emisión y recepción de juicios valóricos. Sobre cuanto
vemos hacer o sobre lo que nosotros hacemos. Según una escala valórica personal y
social consentimos en que un acto lo consideramos bueno o fuera de toda moral. Según
nuestro propio criterio ético, fruto de la formación social que cada uno a ha recibido y de
la asimilación personal de dichos criterios, nos planteamos de acuerdo o en desacuerdo
con aquellas situaciones que vivimos a diario en todos los ámbitos de nuestra existencia.

Bajo la constatación que nos ofrece la experiencia y a partir de diversos estudios


antropológicos, sociológicos y filosóficos, podemos decir que la pregunta ética o moral

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es absolutamente inevitable en el ser humano, pues todo lo que hacemos tiene un
carácter moral, y todos nuestros actos están cargados de un juicio moral.

Pero, ¿cómo llegamos a darnos cuenta de que la moral está enraizada en nuestra
contextura humana? ¿Cómo a lo largo de la vida va surgiendo en nosotros la distinción
entre la maldad y la bondad? ¿Qué nos conduce a pensar que una conducta es correcta o
incorrecta?

El ser humano es un proyecto que está en permanente movimiento. Un proyecto


en búsqueda constante de realización personal y social, pero nunca terminado.
Efectivamente podemos ir cumplimiento nuestras metas más próximas, pero eso no
significa que hemos dejado de vivir y ya sólo nos queda esperar la muerte. Siempre hay
proyectos, siempre hay metas, siempre hay experiencias nuevas que vivir. Este proyecto
apunta a nuestro bienestar. Anhelamos estar bien. Tenemos la esperanza de salir adelante
con éxito en nuestras metas propuestas. No nos levantamos todos los días, no hacemos
grandes esfuerzos, no desplegamos todas nuestras energías y nuestro tiempo para que
nos vaya mal. No nos proponemos cada día el fracaso como una meta. Por el contrario,
emprendemos nuestra vida en búsqueda de nuestra satisfacción y felicidad. ¿Cómo incluir
en nuestro bienestar personal el bien común y la felicidad de quienes me rodean? es una
pregunta que trabajaremos más adelante.

La felicidad y la búsqueda de ella podrían entenderse desde una manera abstracta


e irreal, pero cuando nos referimos a ella como anhelo de todo hombre y mujer, la
situamos en las satisfacciones más concretas vividas en la historia personal y colectiva.

La realidad de un malestar, de constante frustración e infelicidad, a veces, se


contrapone con el deseo de felicidad y bienestar al que nos sentimos llamados y nos
lleva, como seres humanos, a preguntarnos que es lo bueno o que es lo malo para cada
persona, qué nos es conveniente o qué nos es inconveniente. La pregunta ética consiste
en descubrir ¿qué debemos hacer para ser lo que nos sentimos llamados a ser? Todos
aspiramos a la felicidad. Dado que la pregunta ética surge como búsqueda de la felicidad
humana, es preciso definir un parámetro que nos conduzca y guíe como vara de medición
en el discernimiento de nuestro qué hacer o deber ser, de tal modo que nos acerque al fin
de nuestros anhelos. Con este parámetro mediremos todo, conciente o inconscientemente
para lograr una mayor plenitud u hominización. Si me esfuerzo por ganar una carrera y la
pierdo eso es malo para mi, si he estudiado y apruebo una asignatura como lo esperaba,
eso es bueno para mí, si por fin obtengo mi título profesional, es una gran satisfacción, si
anhelamos un hijo y no llega, eso causa una frustración.. Por tanto, si la pregunta por el
ámbito moral de nuestra viva es pertinente a la raza humana, las búsquedas y medios que
posibiliten el proyecto personal también nos compete a nosotros. Es decir, la pregunta
acerca de lo qué quiero ser (ser feliz) va de la mano de la pregunta qué debo hacer para
su realización, generar las condiciones que posibiliten ese fin. Esto implica que el ámbito
moral, en cuanto proyecto personal y social y en cuanto pasos a seguir para alcanzar mis
metas no son realidades ajenas a mi o que vengan mandadas u ordenadas desde fuera,
sino que son auto impuestas por cada persona en vistas a conseguir aquello que se desea
y que, obviamente, apunta a la construcción personal y social

A modo de conclusión, podemos decir, entonces, que la moral no puede ser


pensada y asumida como un conjunto de normas que otros imponen a la vida personal y
que sólo acepto en vistas a evitar una sanción social o castigo divino, sino que es una
realidad que surge del ser humano y va creando las condiciones para alcanzar su fin.

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Ahora bien, podríamos circunscribir la moral sólo al ámbito de la voluntad
humana. Es sólo la meta que busco conseguir y los pasos que me conduzcan a ella de
acuerdo a mi conveniencia o inconveniencia, dejando de lado mi ser social y la búsqueda
del bien común. Sin embargo, cabe preguntarnos si aquello que busco realmente apunta a
convertirme en mejor persona o, pese a que es lo que quiero ser, apunta a mi propia
deshumanización. Dentro de mis búsquedas personales, también es necesario preguntarse
si lo que es bueno, satisfactorio y conveniente para mí, también favorece mi entorno
social y apunta a hacer que quienes me rodean también sean mejores. Por tanto, no basta
que la pregunta ética comience y termine en el ámbito personal, recordemos que ser
persona implica nuestra contextura social. Eso somos.

Dentro de lo que significa la construcción de un proyecto personal y social como


clave de la ética, también nos preguntamos si pensar en la ética o moral como
cumplimiento de metas es suficiente o no habrá algo más que decir. Al respecto es
necesario pensar por qué en los seres humanos y no en otras especies hay una búsqueda
constante de felicidad y bienestar. Por qué en los seres humanos late tan fuerte la
necesidad de buscar una satisfacción personal que no acaba sólo con la meta cumplida.
Pese a la satisfacción que eso nos proporciona, la necesidad de vacío que nos deja “haber
cumplido”, nos planteamos la necesidad de seguir apuntando a otros proyectos. Nuestras
constantes e históricas preguntas sobre lo que hay más allá de nuestra materialidad, la
pregunta por una realidad, divina o no que nos trasciende ¿no tendrá algo que ver y que
decirnos sobre nuestra contextura antropológica y moral?

Por tanto, el máximo referente para el despliegue de la libertad y voluntad


humana es un Dios que ama entrañablemente al hombre, y desde su absoluta libertad y
gratuidad ha llamado al hombre a vivir sus comportamientos desde la máxima del amor.
Este amor ha sido expresado por Dios en su propio Hijo, en la encarnación y en la cruz.
Por tanto, nuestras búsquedas frente a lo que debemos hacer para llegar a ser aquello que
Dios ha plasmado en el hombre desde su creación, se encuentra hecho carne en la
persona de su Hijo Jesucristo. De aquí que la praxis cristiana y toda búsqueda de un
comportamiento ético razonable, tiene como parámetro la vida del Hijo en todas sus
dimensiones. De este modo, los comportamientos éticos del ser humanos serán
constructores de la persona en cuanto se ajusten a una práctica evangélica, cuyo núcleo
es el amor de Dios por el hombre expresado en Cristo.

Aun así, todo bienestar situado en la concreción histórica, no es más que una
anticipación de la plenitud humana que encuentra su reposo final en el encuentro del
hombre con Dios. En efecto, el Dios único de la revelación cristiana, el mismo que ha
creado al hombre a su imagen y semejanza, es quien conduce al hombre a la plenitud de
su existencia en la concreción de la historia y a un llamado que sobrepasa la vida misma.

III. ¿QUÉ ES LA MORAL?

Con los fundamentos éticos planteados anteriormente, podemos acercarnos a una


definición de qué es la moral. Nos aproximaremos a la realidad moral poniendo en
paralelo lo que no es la moral, de lo si es la moral. La idea de fondo es tratar de despejar

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algunos mitos que tenemos con respecto al tema y que, en algunas ocasiones nos alejan
de lo específico de la moral en lugar de acercarnos a ella.

LA MORAL NO ES:

- La ciencia de los pecados: Conciencia de abismo del plan de Dios.


- Ciencia de las utopías: punto de llegada de una idea.
- Ciencia de lo pasado: recuerdo que todo tiempo pasado fue mejor, de la
tradición y buenas costumbres.
- Un conjunto de reglas que se nos auto imponen desde fuera
- La moral es para los creyentes en algún Dios y religión.

LA MORAL ES:

- Una ciencia que a la vez es un proyecto (qué quiero ser) y es práxica (qué
debo hacer). Es decir, es teórica y práctica. No es sólo una moral
intelectualizada, es, sobre todo realización personal y social.
- Es una ciencia cuyo objeto es:
- Estudiar el acto humano en cuanto bueno.
- Objeto material: comportamiento humano
- Objeto formal: la bondad humana.

A continuación, desglosaremos mucho más el significado auténtico de la ética o moral,


centrándonos en sus principios más básicos.

IV. PRINCIPIOS DE LA MORAL

¿DE QUÉ TRATA LA MORAL?

1. DE UN FENÓMENO HUMANO

1.1. - Aborda el comportamiento humano, en cuanto “específicamente” humano.


El comportamiento humano se diferencia de los otros seres vivos por ser
autónomo de las fuerzas instintivas de la naturaleza.

1.2. - El Pathos. Hace relación a las fuerzas instintivas impuestas por la


naturaleza, todo ocurre según lo previsto, incluso el azar. La acción responde a
estímulos, por lo que se habla de pasividad.

1.3. - El Ethos. Hace relación a las fuerzas autónomas del hombre para
constituirse a sí mismo. El hombre construye su forma de vivir. Las acciones que
realiza son libres, dentro de las posibilidades dadas y auto creadas. Por tanto,
sólo el hombre se determina a sí mismo. Esto es lo característico de su
comportamiento.

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Conclusión: ética es la creación de un estilo y de una manera determinada
de vivir.

2. SOBRE EL SENTIDO ÚLTIMO DEL COMPORTAMIENTO HUMANO


DESDE LA PRAXIS DE LA REALIDAD

2.1. - La ética pertenece al campo de la filosofía en cuanto tiene por objetivo


buscar el sentido último (o trascendente) de la realidad humana. ¿Qué sentido
tiene la existencia?

2.2. - La ética busca el sentido último del comportamiento humano. Responde a


la pregunta: ¿Quién debe ser el hombre? Y establece las condiciones de
posibilidad para ello.

2.3. - La ética es el saber del hombre en cuanto a la constitución de un sujeto


práctico. Ella se establece desde la praxis. La ética busca encontrar para el
quehacer del hombre la dirección y los medios que le conduzcan a su plenitud
humana. Para lograrlo parte de la praxis y tiende a ella.

Conclusión: La ética es la búsqueda de lo que el hombre está llamado a ser


del hombre situándose en la realidad humana.

3. PROPONE UN PROYECTO PERSONAL Y SOCIAL, QUE TENSIONA LA


VIDA HUMANA HACIA UN FUTURO Y JUZGA EL PRESENTE.

3.1. - La ética al tratar sobre lo que el hombre ha de vivir para llegar a ser lo que
debe ser se convierte en un proyecto. El proyecto es práctico, es algo que se
puede hacer, pero que aún no se realiza. En concreto es un proyecto del deseable
humano.

3.2. - La ética, porque espera algo, es anuncio de posibilidad y, a la vez, es


exigencia de compromiso para que se realice esa posibilidad.

3.3. - La ética, porque espera algo, es denuncia del presente y rechazo de los
contravalores de este presente.

3.4. - La ética, porque espera algo, realiza los auténticos valores humanos, que
van haciendo su aparición en las diversas situaciones históricas.

Conclusión: La ética es la propuesta concreta de los valores que humanizan


al hombre.

V. DISTINCIÓN TERMINOLÓGICA ENTRE ÉTICA Y MORAL.

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En el pasado y hasta nuestros días, hemos usado los términos ética y moral bajo
diversas connotaciones. El concepto de moral tuvo un carácter religioso y ligado,
muchas veces, al campo de las costumbres o de lo que diversos grupos exigían a sus
miembros. Por ejemplo en el uso ordinario el término «moral» supone, de algún modo, la
presión de unas normas vigentes en un grupo social dado como lo confirman los
sintagmas: «moral burguesa», «moral tradicional» o «moral y buenas costumbres» o “la
moral cristiana”. En cambio, la palabra ética estaba restringida, más bien, al ámbito
personal y civil de los comportamientos. Si elegimos una frase que lo grafique podríamos
decir: «esto lo he hecho por motivos éticos», “esta es mi ética” o “estudiaremos ética de
las profesiones”, está aludiendo vagamente a un deber que supone que ha emanado de la
«propia intimidad», de la conciencia subjetiva que posee cada sujeto, y no de la inercia y,
menos aún, de alguna presión exterior. El concepto de ética ha sido interpretado
desligándolo de su sustrato religioso y ha sido relacionado a su ámbito civil y laico. ¿Qué
ha pasado con ambos términos? ¿Por qué lo hemos usado de múltiples maneras?

La palabra ética, según la conocían y usaban los griegos, tenía una doble
interpretación dependiendo de su forma de escritura. Ética proviene del griego ethos. Si
dicho término es escrito con épsilon (“e” breve, significa “costumbre”, “hábito”,
designación que insiste más que en la intimidad del sujeto como fuente de sus actos, en
las conductas que se reproducen por fuerza de las costumbres aprendidas en la sociedad
y transmitidas a lo largo del tiempo.

En cambio si la palabra ethos estaba escrita con (eta o “e” prolongada alude
al lugar donde la persona habita, sea país o morada. Aplicado a las conductas dice
relación a su lugar interior, a su mundo personal, desde donde surgen las actitudes y los
actos humanos. El lugar de su responsabilidad moral, allí donde se hace cargo de aquello
que percibe, toma sus decisiones y actúa de una manera determinada. Ethos concebido
de esta manera deriva, finalmente, en carácter, forma de ser, estilo personal de vivir y que
se traduce en comportamientos concretos. Es la fuente intima del sujeto desde donde se
explican las conductas que establece consigo mismo, en sus relaciones interpersonales y
con la naturaleza.

Ambas expresiones: carácter y costumbres, no son ajenos entre sí, pues nuestro
carácter se va forjando al interior de un núcleo social que es transmitido a través de
costumbres y tradiciones. Estas costumbres, trasmitidas esencialmente por la familia, nos
conectan o nos desconectan con un lugar afectivo y emocional que me hace repetir o
rechazar diversas costumbres que son significativas, pues han sido transmitidas por
personas a quienes estimo o desestimo. Si en la construcción personal de mi propia
familia, preciso reactualizar las navidades o determinadas fiestas parecidas a como las
celebré en mi niñez, eso significa que detrás de este deseo se esconde un valor que
considero constructivo para mi nuevo hogar y que forma parte del estilo de vida que
sueño. Si por el contrario, hay costumbres que no quiero volver a vivir, es porque estas
no fueron buenas para mí y no quisiera repetir esos modelos para mi propia construcción
personal y familiar. Recordemos que el carácter se forma, entre otras cosas, a partir de
las costumbres.

Luego de la explicación antes señalada, nos hemos acercado, en algo, al


significado del término ética. Pero, ¿cómo hemos llegado al concepto de moral? No
olvidemos que los romanos son los padres del derecho. Por tanto en la traducción latina

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de ethos, se privilegió más la acepción de ethos escrita con épsilon o “e” larga y es,
justamente aquella que alude a costumbre. Para ello se utiliza el vocablo “moralitas”, que
viene de la raíz “mos o mores”, que significaba para los latinos costumbres y maneras
permanentes de comportamiento que se viven al interior de una morada, de un hábitat.
Paulatinamente se pierde la segunda acepción que aludía al lugar más intimo del sujeto y
la moral se fue entendiendo ligada más a las costumbres de una sociedad, que a un estilo
personal de construir la vida.

Hoy la moral o ética apunta a religar estos dos conceptos, costumbre y carácter,
para hacer hincapié en la vitalidad contenida en nuestras conductas y costumbres
morales. Sea por costumbre, sea por una búsqueda personal, siempre la moral aludirá a
la opción que hace cada sujeto y la sociedad en su conjunto para vivir de una
determinada manera.

A. El significado más auténtico de lo ético-moral.

Hay muchas esferas sociales que regulan nuestra vida; las leyes, las religiones, las
costumbres y la moral. ¿Todas están a un mismo nivel de compromiso con ser humano?
¿Podemos decir que lo bueno legalmente es también lo bueno moralmente? ¿Podemos
decir que lo permitido socialmente es lo bueno éticamente?

El conocido moralista español Marciano Vidal, hace una distinción importante al


respecto. Señala que para llegar al significado más auténtico de la ética o moral, es
preciso despejar algunas pistas y escudriñar en distintos niveles de las instancias morales
con las que hoy vivimos.

El primer nivel es el sociológico, el que dice relación con las costumbres. Expresa
la aprobación o desaprobación de actitudes por lo que acepta o desaprueba la sociedad o
grupos culturales sin mayor reflexión: el comportamiento que se acepta socialmente o se
tolera, es bueno. Todo depende de lo que se acostumbre a hacer. Pero no todas las
costumbres son moralmente aceptables, este es el nivel más superficial de la moral. Si la
moral se queda en este nivel, se convierte en una serie de costumbres que cambian según
el país, la cultura, la moda, la época o la opinión pública. Entonces no se puede hablar de
una eticidad sólida y permanente. En Chile fue una costumbre bastante extendida castigar
físicamente a los niños en la escuela. La varilla estaba siempre presente en la sala de
clases, los profesores tenían la autoridad para su uso y los padres estimulaban esta
costumbre: “la letra con sangre entra”. Esta costumbre estuvo sujeta a un proceso de
educación social, donde se concluyó que era inmoral y hoy nos paceré una aberración.

El segundo niveles el nivel jurídico. Aquel que tiene que ver con lo lícito e ilícito
legalmente. Es un poco más profundo que el nivel sociológico. No solo considera lo que
es costumbre, sino lo que es permitido por la ley. Pero no todo lo legal es bueno. Si la
moral se queda en este nivel, se convierte en una moral legalista que no ha llegado a la
conciencia de la persona. Además, no siempre las leyes son justas. Por eso no podemos
considerar criminal o inmoral a una persona condenada por la ley sin antes analizar bien
si la ley es justa. En Chile la antigua ley de afiliación distinguía entre hijos legítimos e
ilegítimos. Hijos nacidos dentro del matrimonio o fuera de él. Hijos con derechos e hijos
sin derechos. Luego de un proceso de maduración moral, la sociedad se dio cuenta que

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esto era claramente una discriminación y regula que ante la ley todos los hijos deben ser
iguales. La ley cambia en vistas a una reflexión ética que es mucho más profunda.
Lo justo.

El tercer nivel es el antropológico. Es lo justo. Este es el nivel de mayor


profundidad de la moral. No solo considera lo que se acostumbra a hacer o lo que la ley
permite hacer, sino que se pregunta: ¿qué es justo? ¿Qué es lo más humano? Expresa que
lo moral, lo ético, es solamente aquello que no dañe al hombre, que salvaguarde la
dignidad de la persona humana y sus derechos, que respete la convivencia social y la
ponga en función del desarrollo de la persona humana.

Este nivel cuestiona a los dos anteriores: ¿Esta costumbre es justa, humana, o por
lo contrario es injusta, es dañina a la dignidad y los derechos de las personas o de la
convivencia social? ¿Esta ley es justa, humana, o por el contrario es dañina a la dignidad
y los derechos de la persona o de la convivencia social? Por tanto desmitifica las
costumbres y critica la ley. Estas preguntas podemos hacérnosla ante cada actuación de
los hombres que queremos evaluar desde el punto de vista ético, porque la verdadera
moral es la que tiene el hombre como fundamento, como sujeto, centro y fin.

VI. REFERENTES ACTUALES DE LA MORAL

Hoy resulta difícil establecer una sola opinión con respecto a lo que es bueno o
no lo es desde el punto de vista ético. Está claro que lo que es bueno para unos no lo es
para otros, y así lo demuestran las diversas decisiones que distintos hombres han tomado
en la historia. Para unos la guerra es buena, pues es el único medio que tiene un pueblo
para defenderse, para otros significa una catástrofe que se debe evitar. En nuestro país,
para unos es buena, necesaria y justa la pena de muerte, para otros, es innecesaria.
Ambos puntos de vista tienen una sólida argumentación en favor o en contra.

Por otro lado, constatamos una pluralidad en el ámbito de creencias o no


creencias, religiosas o ideológicas, que se han traducido en un debilitamiento de
instituciones que aseguraban una igualdad de criterios para evaluar lo que es bueno de lo
que no lo es.

Nos encontramos con diversos patrones que nos señalan que es lo bueno:

1. La ley: lo que la ley dice que se debe o puede hacer, eso es bueno, y lo que
prohíbe la ley es malo.

2. Los textos sagrados: todas las religiones han puesto por escrito lo que su dios
pide, por lo tanto, de acuerdo a mis creencias religiosas, lo que dice el texto
sagrado que no se debe hacer es malo, y lo que permite hacer es lo bueno.

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Porque dios así lo dice. Será preciso establecer más adelante, lo propio y
específico de la Sagrada Escritura como norma de comportamiento.

3. La sociedad: Es bueno hacer lo que todos hacen, lo que es admitido por todos,
lo reprobado,”lo mal visto”, es lo malo.

4. Lo utilitario: Las cosas son buenas porque nos producen buenos resultados, “el
fin justifica los medios”. Debo hacer aquello que me es útil, eso será bueno para
mí. O bien las cosas son malas porque producen malos resultados.

5. En la ética moderna el fundamento filosófico lo encontramos en la persona.


La ética “personalista” o “humanista”, como se le conoce a la ética moderna,
lleva este nombre por tener como criterio fundamental de bondad a la
PERSONA.

¿QUÉ SE ENTIENDE POR PERSONA?

Persona es aquel ser que se constituye, a la vez, que se comprende a sí mismo


exclusivamente con relación a los otros. Es decir, es un ser en clave de alteridad social.
Nunca en clave individualista o privativa.

Esta relación de alteridad social presenta las siguientes características:

1. Al hombre le atañe un valor absoluto, no relativo: el hombre es fin, nunca medio.


Esto implica el respeto.

2. Entre el hombre y su entorno se da una ruptura cualitativa por la que el hombre


se reconoce “Señor” y no “esclavo” de la naturaleza” en la historia.

3. El hombre es el ser al que le compete ocupar el centro de la realidad en el mundo,


y ostentar un doble primado: ontológico (la cúspide de la pirámide de lo real es el
ser humano) y axiológico (en la jerarquía de los valores, él es el mayor. Poniendo
atención en que esto no significa una soberbia frente a la naturaleza.

4. De aquí surge un criterio operativo práctico: “éticamente bueno será todo


aquello que se sitúa en la línea de la verdadera humanidad (humanización -
hominización), mientras que será éticamente malo aquello que se orienta a
liquidarla (deshumanización)”. P. Sporken.

5. La historia es una tarea moral y, por tanto, el espacio del protagonismo libre y
responsable como fin que es y artífice de su propia realización.

6. La historia humana ha de ser constituida éticamente en el respeto y en la


solidaridad entre los hombres.

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7. Esto implica, finalmente, buscar caminos de realización del “deseable humano”,
en la situación que vive cada uno. Hay tres caminos que conducen al deseable
humano:

a) La experiencia de contraste: la experiencia muestra las situaciones de


inhumanidad e indignidad que se contraponen a lo que deseamos ser. Ej.
la guerra, el hambre, etc.

b) La experiencia de controversia: mediante la contraposición de


opiniones diferentes, se adquiere una idea más clara y englobante de los
distintos puntos del problema.

c) La sabiduría vital: Aquellos hombres que por una amor activo hacia el
prójimo han sabido apropiar la verdadera humanidad, y que, en muchos
casos, les ha costado la vida. Ej. Martín Luther King, Madre Teresa de
Calcuta, hasta el mismo Jesucristo.

DIOS ES EL FUNDAMENTO DE LA PERSONA HUMANA Y DE TODA ETICA

La teología, que tiene por finalidad hacer comprensible la fe de la Iglesia en cada época y
circunstancia, busca iluminar con la palabra revelada por Dios el comportamiento de
todos los hombres. Desde la fe, existe una determinada idea de hombre basada en la
experiencia de fe en la persona de Jesucristo.

1. La persona humana, creada por Dios a su imagen y semejanza, recibe su vida y su


dignidad como un don del Dios de la vida, que no sólo debe proteger y conservar
con gratuidad. Sino que además debe desarrollar responsablemente como
colaborador de Dios en el plano de la creación.

2. La vida humana no se reduce a la vida terrena, sino que encuentra su


consumación y plena realización en la vida eterna de comunión con el Dios de la
vida por su participación en el seguimiento de Jesús hasta la reproducción del
misterio pascual.

3. La vida del hombre es un bien inmenso, que no puede ser vivida bajo la
servidumbre del temor de la muerte, sino que adquiere consistencia y
definitividad cuando en el seguimiento de Jesús se entrega en el servicio de
caridad de los hombres.

VI. CATEGORÍAS MORALES BASICAS

1. LA CONCIENCIA MORAL

El problema de la Conciencia ha sido objeto a lo largo de la historia de un gran


interés teórico-especulativo, sin perder por ello su aspecto más vital y próximo a la
realidad del ser humano, sin embargo, nunca como en este últimos cuarenta años ha

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tenido tanta importancia en la discusión política, médica, científica, y porque no decirlo
en la reflexión cotidiana de la gente. ¿Cuáles son las causas de este cambio?

1. Conquista de la dignidad humana. Reconocimiento y aceptación de los derechos


del ser humano.

2. La ley objetiva ha cedido parte de su dominio en función del factor subjetivo del
actuar humano, de él, el más importante, la conciencia.

3. El pluralismo ha sido determinante en el resurgir de la conciencia, al constituirla


en árbitro del conflicto entre las pretensiones irrenunciables de la propia identidad
y la lealtad al grupo social. Por una parte, ha contribuido a que la persona se
libere más de la ideología y presiones sociales y se afirman más las aspiraciones
del individuo.

4. El ritmo de los acontecimientos, las rápidas transformaciones y los problemas y


conflictos que se derivan, no siempre van acompañados de la misma celeridad en
el desarrollo legislativo que los regule. Esto hace que, ante la falta de apoyos
para una toma de decisión, el individuo tenga que enfrentarse en solitario a
situaciones conflictivas, en las que la propia conciencia, tiene que resolver, a
veces, en condiciones de notable precariedad.

a. Historia de la noción de conciencia

La cultura griega, sobre todo la filosofía moral, fue la primera que en forma
sistemática reflexionó sobre el comportamiento humano. Es lógico, por tanto, que fuera
en este ámbito donde se afrontara el fenómeno de la conciencia. La filosofía moral griega
le dio el nombre de SYNEIDESIS. SYN, Concomitancia, acompañamiento. OIDA,
conocimiento. No podemos desconocer que la noción de conciencia existía antes que el
concepto, pero es indudable que la conceptualización y sistematización griega ha sido
fundamental.

La SYNEIDESIS se refiere a un saber compartido, no del dominio público, sino


que reducido a un círculo limitado de personas. Esta idea de conciencia está sometida a
un proceso de autorreflexión, de desdoblamiento sobre el yo. Desde la idea de un simple
conocimiento de un objeto, pasando posteriormente por la noción de conocimiento
compartido, se llega a la conciencia de sí. (Al principio y al final del día el discípulo hace
un examen interior sobre su maestro, escuela de Sócrates, Platón y Aristóteles) La idea,
pues, de la conciencia como desdoblamiento y objetivación de sí mismo nos acerca al
concepto actual de conciencia. En latín el término CONSCIENTIA; CUM, CON y
SCIRE, CIENCIA, SABER.

Pero es principalmente en las doctrinas filosóficas de los estoicos y epicúreos,


donde la conciencia adquiere una dimensión moral importante, como confrontación
crítica frente al propio comportamiento. Dentro de la ética epicúrea el elemento
característico en la evolución del concepto de conciencia, en el ámbito del examen, es la
reciprocidad de acción entre el maestro y el discípulo, por la que, el maestro, en función
del ideal de perfección, ejercita un desarrollo progresivo y constante para la conciencia
del deber y que tiene frente a sus discípulos.

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En la filosofía griega, y sobretodo, en la corriente estoica, el concepto de
conciencia moral, adquiere ya un perfil de testigo y juicio valorativo que el propio sujeto
ejerce sobre sus acciones.

b. Base psicológica de la conciencia moral

Para describir la naturaleza de la Conciencia Moral, es necesario hacer algunas


delimitaciones: distinguirlas de la Conciencia Psicológica. Hay que precisar que ambas
estructuras son indivisibles en el ser humano, forman parte de él. Sólo distinguimos en
función de una mayor claridad en su comprensión.

La conciencia moral presupone la Conciencia psicológica, pero la Conciencia


psicológica no necesita a la Conciencia moral, pero podemos decir que la conciencia
psicológica encuentra su culminación en la conciencia moral, ésta prolonga y acaba la
conciencia psicológica.

No son contradictorias, sólo son distintas por su objeto, es decir, la


Conciencia psicológica es la conciencia testimonio, atestigua la presencia de las
funciones del yo, es la capacidad del hombre de darse cuenta de la realidad, de ser
consciente de lo que acontece. En cambio la Conciencia Moral, es la conciencia que
actúa como juez, añade la función valorativa y es imperativa, pues es un juicio en orden a
la acción y al compromiso, es el hecho de ser responsables.

c. Naturaleza de la conciencia psicológica

1.- La conciencia psicológica es ser consciente, darse cuenta, lo cual expresa la


complejidad del vivir la propia experiencia. La conciencia no es una función del ser
humano, sino su misma estructura en cuanto ser consciente: una estructura organizativa,
que comprende a la vez ser objeto y sujeto de su propia vivencia.

2.- No existe una conciencia pura, en el sentido de que la conciencia sea el objeto de una
percepción pura. Tenemos conciencia al tener contenidos de conciencia, de tipo ético,
afectivo, emocional.

3.- La conciencia tiene un campo de acción. A pesar de la gran variedad de excitaciones


que actúan sobre nuestros órganos sensoriales, sólo nos damos cuenta de un número
limitado de experiencias actuales. Esto depende del fenómeno de la atención y de su
carácter selectivo.

4.- La conciencia no tiene una localización neurológica. Sin embargo se pueden señalar
ciertas estructuras el sistema nervioso central.

d. Naturaleza de la conciencia moral. juicios de la conciencia.

La ley objetiva o externa es una llamada que se le dirige al hombre desde fuera. Es
objetiva, es decir, colocada enfrente de la persona. En cambio la conciencia moral es una
norma interiorizada de la moralidad. ¿Qué significa esto?

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1.- La conciencia es una norma interior que actúa con una fuerza autoritativa, es decir,
tiene un aspecto obligante para el ser humano, pues obliga y compromete a la persona,
en muchos casos más de lo que puede obligar una ley objetiva. Por ser una norma de
moralidad, por ella pasan todos los valores humanos de la existencia.

2.- La conciencia moral no es una norma autónoma, pues no hace lo bueno y lo malo, no
c rea la moralidad, ya que no crea la realidad, por lo tanto la conciencia moral tiene un
papel manifestativo, manifiesta y obliga a determinadas conductas, pero no inventa los
valores, estos están objetivados desde fuera.

3.- Dignidad de la Conciencia moral. La conciencia tiene una importancia decisiva en la


vida del hombre, pues es la fuente inmediata de donde fluye la moralidad de nuestra vida.
Es el núcleo más secreto del hombre. Por eso, la conciencia, lo mismo que el la persona,
tiene el derecho de la inviolabilidad.

Finalmente, decimos con la Constitución Gaudium et Spes que “en lo más profundo de
su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo,
pero a la cual el debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de
su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal; haz
esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón en
cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente”.

De este modo, afirma la Constitución, la conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario


del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más
íntimo de aquella. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley, cuyo
cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo”. (N°16)

e. Desarrollo de la conciencia moral (Presentado por Kohlberg)

ETAPA SUBJETIVIDAD COMPROMISO SOCIAL

NIVEL PRECONVENCIONAL

Anomia Egocentrismo. Los demás La realidad se asume


se asumen en función subjetivamente e interesa
de uno mismo. en cuanto sirve a uno
NIVEL CONVENCIONAL

Heteronomía. Aceptación acrítica de una La responsabilidad sobre la


moralidad impuesta por el realidad histórica se limita
El “yo” se construye a mundo adulto. La ley y las a mantener el orden
partir de roles y costumbres sociales definen vigente sin considerar su
expectativas sociales. como la persona tiene que valor moral
relacionarse con los demás.
NIVEL POSCONVENCIONAL

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Socionomía Creación de una Actitud crítica frente a lo
subcultura de valores entre entregado en la
los grupos de pares heteronomía. Cambios en
los comportamientos y
creación progresiva de la
propia identidad moral.
Autonomía Compromiso personal con La responsabilidad social
los valores que capacita la constituye un desafío
Identidad personal. Los crítica ética hacia la creativo buscando siempre
demás se consideran sociedad y uno mismo. estructuras más humanas y
como personas a quienes Identidad personal. Los humanizantes.
hay que respetar y demás se consideran como
apoyar. personas a quienes hay que
respetar y apoyar

f. Condiciones de actuación de la conciencia

Para que la actuación en conciencia sea perfecta, debe existir: Rectitud, Verdad
y Certeza.

1.- Rectitud o conciencia recta, son aquellas decisiones de la persona que son fruto de la
coherencia entre lo que la persona piensa y hace, Hay un comportamiento auténtico y
coherente entre lo que dice y hace. La conciencia recta tiene toda la dignidad de la
conciencia. Cuando tenemos una persona que actúa en conciencia, de acuerdo a lo que
cree, pero conciencia recta sus contenidos no están de acuerdo con la verdad objetiva,
hablamos de conciencia recta, pero errada. Por otra parte, cuando la persona no es
sincera consigo misma y actúa en forma maliciosa, hablamos de conciencia viciosa.

La rectitud de conciencia es lo que une a los cristianos con los hombres de buena
voluntad, pues tenemos personas no creyentes, que interiormente viven valores
profundos de la existencia humana, cuya fuente para los cristianos son la experiencia de
Cristo.

Nuestra conciencia no es una estructura que se hace presente en nosotros ya formada,


sino que se va formando a lo largo de la vida en la medida en que vamos adquiriendo
contenidos de conciencia, de aquí la importancia de ir formando la rectitud de la
conciencia.

2.- La verdad de conciencia es aquella que persigue y busca adaptarse a la verdad


objetiva. Recordemos que la conciencia no es fuente constitutiva de moralidad, sino que
es fuente manifestativa y aplicativa de moralidad, por ello tiene que adecuarse en su
actuación a la verdad objetiva.

Podemos definir certeramente una correcta actuación en conciencia cuando hay


adecuación entre la verdad subjetiva (rectitud de conciencia), con la verdad objetiva
(verdad de conciencia).

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3.- La certeza de conciencia, o conciencia cierta, es aquella que al actuar está segura, lo
más cercano a la verdad objetiva y a la rectitud de conciencia, a la hora de decidir. No se
puede actuar con conciencia dudosa.

2. LOS VALORES COMO HORIZONTES DE HUMANIZACIÓN

a. ¿Qué son los valores?

El mundo de los valores es el horizonte de humanización que todos buscamos,


llamado que tiene un camino imperativo y obligatorio, pues involucra la realización del
proyecto personal de vida.

El valor es el marco de referencia o el marco dentro del cual se señalan las condiciones
que permiten la humanización de la persona.

Existe una escala de valores, pues no todos los valores están al mismo nivel. Hay tres
áreas básicas de valores:

1. Biológicos, responden a las necesidades fundamentales (comida, bebida,


vestuario.)

2. Parciales, todo aquello que fomenta y posibilita el crecimiento de la persona


dentro de la sociedad concreta-histórica (la educación, la vivienda, la economía,
la salud, medio ambiente, justicia, etc.)

3. Ético-religiosos, que abarcan al ser humano en su totalidad, responden al sentido


y al quehacer de la existencia (el respeto a la dignidad de las personas, la libertad
de culto, el respeto a la conciencia, etc.)

Esta división es pedagógica, pues los valores son totalizadores y abarcantes.

b. Algunos valores y antivalores

 Libertad: La palabra libertad (derivada del latín libertatem) designa la


facultad del ser humano que le permite decidir llevar a cabo o no una
determinada acción. Estado que define a quien no es esclavo, ni sujeto ni
impedido al deseo de otros de forma coercitiva. En otras palabras, lo que
permite al hombre decidir si quiere hacer algo o no, lo hace libre, pero
también responsable de sus actos.
Algunas teorías postulan que la felicidad es un estado permanente así como lo
es la angustia, y depende de contestar los tres temas fundamentales del
hombre de buena manera, estos son: la relación con uno mismo, la relación
con los demás y el tema de la muerte.

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 Felicidad: La felicidad es un estado psicológico que pasa en un estado
anímico. La capacidad de dar soluciones a los diferentes aspectos del vivir
cotidiano, hace del individuo más o menos feliz. Cabe destacar que, tal
sensación de autorrealización y plenitud, confiere a las personas felices una
mayor serenidad y estabilidad en sus pensamientos, emociones y actos.
Algunos estados anímicos asociados a la felicidad son la alegría y la euforia.
La felicidad puede provocarse por realizar una buena acción, por estar en
compañía de los amigos, etc...
 Honestidad: La honestidad es una cualidad humana consistente en
comportarse y expresarse con coherencia y sinceridad, y de acuerdo con los
valores de verdad y justicia. En su sentido más evidente, la honestidad puede
entenderse como el simple respeto a la verdad en relación con el mundo, los
hechos y las personas; en otros sentidos, la honestidad también implica la
relación entre el sujeto y los demás, y del sujeto consigo mismo.
 Humildad: La humildad es una calidad o característica humana que es
atribuida a toda persona que se considere un ser pequeño e insignificante
frente a lo trascendente de su existencia o a Dios según si se habla en
términos teológicos. Una persona humilde generalmente ha de ser modesta y
vivir sin mayores pretensiones: alguien que no piensa que él o ella es mejor o
más importante que otros. El concepto de la humildad en varias confesiones
es a menudo mucho más exacto y extenso. La humildad no debe ser
confundida con la humillación, que es el acto de hacer experimentar en algún
otro o en uno mismo una vergonzante sensación, y que es algo totalmente
diferente.
 Amor: El amor es considerado como el conjunto de sentimientos que se
manifiestan entre seres capaces de desarrollar inteligencia emocional o
emocionalidad. El amor no sólo está circunscrito al género humano sino
también a todos aquellos seres que puedan desarrollar nexos emocionales con
otros, por ejemplo, delfines, perros, caballos, etc.
 Paz: La paz (palabra derivada del latín pax = absentia belli) es generalmente
definida como un estado de tranquilidad o quietud, como una ausencia de
disturbios, agitación o conflictos. Al igual que la paz entre amigos,
compañeros de trabajo o más personal, entre parejas es importante para el
buen funcionamiento de sus interrelaciones o relaciones entre sí.
 Respeto: Es el reconocimiento del valor inherente y los derechos innatos de
los individuos y de la sociedad. Éstos deben ser reconocidos como el foco
central para lograr que las personas se comprometan con un propósito más
elevado en la vida. Sin embargo, el respeto no es solo hacia las leyes o la
actuación de las personas. También tiene que ver con la autoridad como
sucede con los hijos y sus padres o los alumnos con sus maestros. El respeto
ayuda a mantener una sana convivencia con las demás personas, se basa en
unas normas de diferentes sociedades e instituciones. El respeto nos ayuda a
tener amigos y buenas relaciones ya que si tú respetas te respetan. Valor
moral que faculta al hombre para el reconocimiento, aprecio y de valoración
de las cualidades de los demás y sus derechos, ya sea por su conocimiento,
experiencia o valor como personas.

 Responsabilidad: Existen varios significados de la palabra responsabilidad


en castellano: Como la imputabilidad o posibilidad de ser considerado sujeto
de una deuda u obligación (ejemplo: "Los conductores de vehículos
automotores son responsables por los daños causados por sus máquinas").
Como cargo, compromiso u obligación (ejemplo: "Mi responsabilidad en la

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presidencia será llevar a nuestro país a la prosperidad"). Como sinónimo de
causa (ejemplo, "una piedra fue la responsable de fracturarle el cráneo").
Como una propiedad positiva, la virtud de ser la causa de los propios actos,
es decir, de ser libre.

 Sencillez: La Sencillez es esencial, sólo puede surgir cuando empezamos a


comprender el significado del conocimiento propio. Creemos que es una
expresión externa, pocas posesiones, ropas, cosas, pero eso no es sencillez.
La verdadera sencillez sólo puede originarse interiormente, y de ahí proviene
la expresión externa. Lo que uno es en su interior fluye al exterior.
Interiormente somos prisioneros, aunque en lo externo parezcamos muy
sencillos. Deseos, apetitos, ideales, de innumerables móviles somos esclavos.
Y, para encontrar la sencillez debemos ser libres.

 Tolerancia social: La tolerancia, del latín tolerare (sostener, soportar), es una


noción que define el grado de aceptación frente a un elemento contrario a una
regla moral, civil o física. Más generalmente, define la capacidad de un
individuo de aceptar una cosa con la que no está de acuerdo. Y por extensión
moderna, la actitud de un individuo frente a lo que es diferente de sus valores.

 Unidad: La Unidad entendida como la concurrencia de ideas para lograr un


bien común. Es común el dicho de "En la unidad esta la fuerza...". Y es real,
cuando se pretende metas de difícil obtención.

 Ayuda: Para que una sociedad o grupo funcione bien, requiere, en


determinado momento, de la Ayuda de sus partes para que puedan funcionar
como una maquinaria puesta a tono. Pequeños empresarios que requieren de
ayudas bancarias para poder subsistir; o compañeros de clase que se ayudan
en el estudio de materias escolares, etc.

 Amistad: La Amistad es una de las relaciones humanas más frecuentes. La


palabra proviene del latín amicus (amigo), que posiblemente se derivó de
amore (amar). Aunque se dice también que amigo proviene del griego a; sin y
ego; yo, entonces amigo significaría "sin mi yo" (con lo cual se considera a un
amigo como al otro yo) es una relación afectiva entre dos personas. La
amistad incluye entendimiento mutuo, afecto, respeto, etc.

 Caridad: Una de las virtudes teologales, la caridad, consistente en el amor


desinteresado hacia los demás; derivado de este sentido, la filantropía o
caridad es la práctica organizada de la prestación de auxilio a los más
necesitados;

 Justicia: La justicia es el conjunto de reglas y normas que establecen un


marco adecuado para las relaciones entre personas e instituciones,
autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones específicas en la interacción
de individuos e instituciones.
 Fidelidad: Fidelidad es lealtad. Una persona fiel o leal es aquella que se
mantiene constante en sus afectos o en el cumplimento de sus obligaciones o
en la fe que uno debe a otro. Fiel es aquél que no defrauda la confianza que
se deposita en él. La fidelidad limita con la gratitud, la persona leal ha
recibido un bien de otro y no olvida.

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 Conocimiento: El conocimiento es más que un conjunto de datos, visto solo
como datos es un conjunto sobre hechos, verdades o de información
almacenada a través de la experiencia o del aprendizaje (a posteriori), o a
través de introspección (a priori). El conocimiento es una apreciación de la
posesión de múltiples datos interrelacionados que por sí solos poseen menor
valor cualitativo. Significa, en definitiva, la posesión de un modelo de la
realidad en la mente.
 Trabajo: en sociología y antropología, el trabajo es una de las principales
actividades humanas y sociales. Para la Doctrina social de la Iglesia católica el
trabajo implica asumir un rol co creador y co redentor. Trabajo es la ciencia
que estudia el hacer una labor o producir algo a cambio de un salario o
sueldo.

ANTIVALORES

Así como hay una escala de valores morales también la hay de valores inmorales o
antivalores. La deshonestidad, la injusticia, la intransigencia, la intolerancia, la traición, el
egoísmo, la irresponsabilidad, la indiferencia, son ejemplos de esto antivalores que rigen
la conducta de las personas inmorales. Una persona inmoral es aquella que se coloca
frente a la tabla de los valores en actitud negativa, para rechazarlos o violarlos. Es lo que
llamamos una "persona sin escrúpulos", fría, calculadora, insensible al entorno social.

El camino de los antivalores es a todas luces equivocado porque no solo nos


deshumaniza y nos degrada, sino que nos hace merecedores del desprecio, la
desconfianza y el rechazo por parte de nuestros semejantes, cuando no del castigo por
parte de la sociedad.

 Esclavitud: La esclavitud es una forma de sometimiento del hombre por el


hombre que se practicó desde la antigüedad y para vergüenza del hombre. Sin
embargo, lo anterior no es del todo cierto.
 Angustia: La angustia es un estado afectivo de carácter penoso que se
caracteriza por aparecer como reacción ante un peligro desconocido o
impreciso. Suele estar acompañado por intenso displacer psíquico y por
pequeñas alteraciones en el organismo, tales como elevación del ritmo
cardiaco, temblores, sudoración excesiva, sensación de opresión en el pecho
o de falta de aire (de hecho, "angustia" se refiere a "angostamiento".
 Deshonestidad: La deshonestidad no tendría ningún papel en un mundo en
que imperara la realidad y estuviera habitado por seres humanos plenamente
conscientes. Desgraciadamente, debemos de convivir con la deshonestidad.
Los humanos, abrigamos una variedad de tendencias e impulsos que no
armonizan espontáneamente con la razón. Debido a esto, en asuntos
laborales, de trabajo o bien familiar conlleva a la desconfianza en todos los
puntos que le compete; creando una fuerte traba con quienes interacciona.
 Arrogancia: La Arrogancia es el estado de estar convencido del derecho a
situarse por encima de los otros. El arrogante (o soberbio) pretende ser
superior a los demás, y desdeña la Humildad. El arrogante no admite sus
propios límites, y por lo tanto, llega con frecuencia a opinar sobre temas que
desconoce, sólo para dar la impresión de inteligencia, sabiduría o
conocimiento desbordado. Al mismo tiempo, desprecia a los que pueden

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saber más que él, negándose a aceptar críticas o a debatir sus puntos de vista,
considerados por él como verdad absoluta. El soberbio puede llegar a invertir
grandes recursos (tiempo, dinero y esfuerzo) en intentar demostrar
testarudamente su errado punto de vista.
 Odio: El odio es un sentimiento negativo, de profunda antipatía, disgusto,
aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, situación o
fenómeno, así como el deseo de evitar, limitar o destruir aquello que se odia.
 Guerra: Muchos dicen que la Guerra es la continuación de la diplomacia
llevada de otra forma. Luego, la Guerra es una de las más viejas formas de
relación entre estados. Supone el enfrentamiento organizado de grupos
humanos armados, con el propósito de controlar recursos naturales o
humanos (la esclavización) y se producen por causas no bien conocidas entre
las que suelen estar las culturales, mantenimiento o cambio de relaciones de
poder, dirimir disputas económicas o territoriales... (estas guerras también
pueden ser guerras civiles).
 Irrespeto: Irrespetamos nuestros sentimientos cuando no los valoramos, para
cumplir con el mandato de no sentir o no expresar lo que sentimos,
empleando muchas veces el rebusque como mecanismo de defensa. Entonces
en lugar de expresar nuestras emociones las represamos, por el miedo a ser
juzgados. Esto va a formar parte del sistema de creencias que incorpora
mensajes en los primeros años de vida del niño, y que luego éste si los acepta,
los convertirá en mandatos. Y así, obtendremos una gran gama de reprimidos.
 Irresponsabilidad: El culto a la irresponsabilidad muy difundido en nuestro
país. Generando que "Dar la Palabra" no tenga ningún valor o significado.
Pues el incumplimiento es casi tradición. Esto genera molestias entre
personas que la sufren o compañías que dependen de proveedores, etc. Uno
de los signos más inequívocos de la decadencia moral de nuestro país es
precisamente el nivel de irresponsabilidad que priva en muchos niveles. Basta
mirar el alto índice de deserción escolar, de perversión sexual, de cuanta cosa
hablan los medios de difusión para asegurar que esta generación es la muestra
más real de la irresponsabilidad humana.
 Altanería o soberbia: La soberbia (del latín superbiam) u orgullo consiste en
una estima exagerada de sí mismo, o amor propio indebido, que busca la
atención y el honor. Para la Iglesia Católica encabeza la lista de los siete
pecados capitales que escribiera Santo Tomás de Aquino. La causa por la que
la soberbia ocupa este lugar tan principal se debe a que fue la pasión que
provocó la rebelión y caída del cielo del ángel Lucifer. Sin embargo conviene
no olvidar la connotación positiva, que, ya en su origen latino, posee esta
palabra; puesto que la calificación de un acto como soberbio puede ser
sinónimo de óptimo o de bella factura. También, se toma como persona que
se conduce de manera prepotente o, incluso, grosera.
 Intolerancia social: Es aquella donde el individuo quiere que solo su opinión
sea escuchada y no acepta las ideas de los demás.
 Divisionismo: Napoleón dijo: ..."divide y vencerás...". En nuestra sociedad
¿Cuántas veces no nos dividimos? ¿Y quién vence? La Anarquía. En otras
sociedades se trata un conjunto de ideas aportadas por diferentes posiciones
ideológicas. Pero una vez tomada una idea todos se vuelcan para que
funcione; ganando todos de esta forma.
 Perjuicio: Perjuicio es todo aquel menoscabo material o moral que alguien
sufre tanto en su persona como en sus bienes y que es causado en violación
de una norma jurídica por la que otra persona ha de responder.
- Agresiones verbales.

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- Continuos intentos de intimidación.
- Agresiones físicas.
- Intento de hacer al otro/otros la vida imposible.
- Profundo sentimiento de odio.
- Preocupación o estrés si una de las personas involucradas no tiene por
enemiga a la otra (lo padece esta última).
Normalmente se produce en un entorno personal, debido a ciertas diferencias
que hayan surgido entre varias personas y que no hayan sido arregladas
adecuadamente. No obstante, puede haber enemistad entre ciertos colectivos,
aunque lo primero es lo más frecuente. Puede ser consecuencia de la envidia.
 Enemistad: La enemistad es la relación contraria a la amistad. Consiste en
una aversión, no necesariamente mutua, aunque sí frecuentemente, entre
varias personas. Se manifiesta con:
 Envidia: La envidia es un sentimiento experimentado por aquel que desea
intensamente algo poseído por otro. La base de la envidia es el afán de poseer
y no el deseo de privar de algo al otro, aunque si el objeto en cuestión es el
único disponible la privación del otro es una consecuencia necesaria. La
envidia es una sensación desagradable que ocasiona conductas desagradables
para los demás.
 Desigualdad o no correspondencia justa y exacta: Podría ser lo referido a
una situación en la que no todas las personas y ciudadanos de una misma
sociedad, comunidad o país, tienen iguales derechos y obligaciones.
 Injusticia: La definición sería algo difícil de establecer, pues se debe ver el
contexto en que se aplica la definición. Pero en el mas amplio concepto sería
"El incumplimiento de un pacto". Las leyes, códigos y/o reglamentos son
pacto entre los Hombres para poder convivir y el no cumplimiento de ellos le
llamamos injusticia.
 Infidelidad: No trata simplemente del engaño entre parejas. También está las
consecuencias sobre hijos, familiares y amigos que en ocasiones sufren las
consecuencia de estos actos. La infidelidad, en sí, es un acto de traición hacia
la pareja; traición en la confianza depositada en ella (O él). De la cual no es
posible repararse. Es como la rotura de un vaso de cristal de roca, pueden
pegarse las partes, pero su belleza habrá desaparecido, es irreparable.
 Ignorancia: La ignorancia es la ausencia de conocimiento. Se refiere a un
"estado de permanecer ignorante" o desinformado. Ejemplo: "Pepe perdió el
debate a su ignorancia (ausencia de conocimiento) sobre la materia."
 Pereza: Pereza, del latín pigritĭa, es la reticencia o el olvido en realizar
acciones, movimientos o trabajos. Según la Iglesia Católica, es uno de los
siete pecados capitales, si bien antiguamente se la denominaba acedía o
acidia, concepto más amplio que tenía que ver con la tristeza o la depresión.
Todos los seres vivos que se mueven, tienden a no malgastar energías si no
hay un beneficio, que no tiene por qué ser seguro e inmediato: puede ser algo
probable o que se obtendrá en un futuro.

c. Características del valor moral

 ¿Absoluto o relativo?

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Haciendo referencia al contenido del valor, no al dato histórico, el valor se refiere a
realidades absolutas, si por realidades absolutas se entiende a aquello que no está en
función de otra cosa. Consiguientemente, el valor moral es una categoría absoluta, en
cuanto sirve de mediación a realidades incondicionales y no instrumentalizables.

Los valores morales son inmutables, únicos y universales, en cuanto realizan el


constitutivo asignado en cada sistema al valor moral en general. Pero son cambiantes,
plurales o situacionales y en la medida en que dicho constitutivo se encarna
necesariamente en la cultura, en la historia y en el individuo. (Recordemos que, la
historia es cambiante, no inmutable, la cultura, no es única, sino plural, y el individuo no
es universal, sino situacional).

 El valor abarca el polo subjetivo y objetivo dentro del cual la persona crece y
vive.

¿El valor moral es una realidad subjetiva (cada persona crea sus valores) o es una
realidad objetiva (el valor reside fuera de la persona humana)?

Si el valor fuera una realidad puramente subjetiva, cada uno crea su escala de valores,
entonces estaríamos negando el ser social del hombre, porque caeríamos en un
individualismo cerrado donde cada uno construye su mundo. , sus metas y su realización
independiente de los otros.

Por otra parte, si fuera un a realidad sólo objetiva, que se nos impone desde fuera, sin
que tenga nada que ver con nosotros, ¿cómo sabríamos que invita a la realización
personal y social?

El valor es una síntesis abierta entre lo subjetivo y lo objetivo. Es objetivo, en la medida


en que permite la realización de la persona en un ambiente determinado, valores de la
justicia, la amistad, el amor, pero es también una realidad subjetiva, ya que es preciso que
sea asumido y encarnado por el ser individual, ser justo, ser amoroso, ser amigo.

 Captación de los valores morales.

La estimativa moral es, al mismo tiempo, el descubrimiento y la asimilación de los


valores éticos. De ahí que se puede hablar de un perfil estimativo de los pueblos y de los
grandes períodos históricos, así como de cada individuo. El perfil estimativo moral
representa la forma y el grado de moralización de un individuo o de un colectivo,
entendiendo por moralización, tanto la sensibilidad hacia determinados valores, como la
huella que su captación ha dejado en el alma individual o colectiva.

La estimativa moral es el correlato subjetivo de la axiología moral, mediante ella se


manifiestan los valores éticos para la conciencia del individuo y de los grupos. Más aún
la estimativa moral hace que los valores se conviertan en actitudes.

 Cauces de la estimativa moral

La captación de los valores se realiza de múltiples maneras:

a) Por connaturalidad: estando dentro de ellas.

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b) Por contagio: por fuerza del ejemplo o del ambiente
c) Por rechazo: sintiendo la incoherencia de comportamientos
desvalorizados.
d) Por la ciencia: mediante procesos discursivos.

Una vez captados los valores, son expresados en normas que por fuerza han de tener una
formulación abierta y creativa.

 Estimaciones morales básicas

No nos encontramos en una época en que tenga vigencia generalizada una


determinada estimativa moral. Los diferentes sistemas éticos y las diferentes religiones
proponen explícita o implícitamente un conjunto de estimaciones morales básicas que
constituyen el marco referencial de la vida ética de sus fieles o seguidores.

Nos encontramos en un momento de cambio de la estimativa moral. Surgen nuevas


sensibilidades éticas y se oscurecen otras.

El contenido de la moral depende de la idea de hombre vigente en cada época. Los


significados antropológicos constituyen los valores éticos que a su vez se manifiestan a
través de normatividades necesariamente abiertas.

La moral cristiana transforma este mundo de valores en una civilización del amor,
inaugurado por Dios en la persona de Jesús.

2. NORMAS Y VALORES

Hemos visto que el comportamiento humano responsable para ser justo ha de


ajustarse a un principio normativo.

A primera vista, tal principio parece ser la ley. Es cierto que las leyes positivas
difícilmente pueden justificar su misma valía normativa si no se remiten a una autoridad
anterior a ellas mismas.

Teniendo en cuenta que la conciencia es sobre todo el área subjetiva de nuestros


comportamientos, pero que debiera coincidir con el principio normativo en una moral
autónoma. Pero surgen dificultades al considerar que la conciencia puede estar
malformada y de suyo, en su propia subjetividad, errar en sus juicios.

De aquí entonces, deducimos que tanto la ley, como la conciencia fundamentan su


obligatoriedad moral en la majestad de los valores éticos fundamentales y universales,
como el valor de la vida, de la justicia y de la verdad.

La ley será entonces la mediación lógica, vinculante y codificada de los valores en un


contexto histórico, cultural y personal determinados.

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a. Noción de norma

El diccionario define norma como “regla que se debe seguir o a que se deben ajustar las
conductas, tareas, actividades, etc.”

En un sentido más específico se entiende por norma moral: LA FORMULACIÓN


LOGICA Y OBLIGANTE DEL VALOR MORAL. Se trata de una mediación del valor,
que lo formula y evidencia con exactitud, al tiempo que muestra su íntima exigencia para
la realización personal y social del ser humano.

LA NORMA MORAL TIENE SU CONSISTENCIA, EN LA MEDIDA EN QUE ESTÁ


FUNDAMENTADA EN EL VALOR MORAL.

Desde aquí se puede deducir tanto su necesidad como su peligrosidad. Por una parte, es
absolutamente necesaria, en cuanto revela y evidencia la majestad de los valores
enraizados en la persona, educa para su percepción y ulterior realización, favorece la
comunión y el consenso, y también la discusión y también el disenso creativo sobre los
mismos.

Pero, por otra parte, en eso mismo consiste su debilidad y su riesgo. El ser humano
puede o bien despreciar la norma moral al ignorar su relación última con los valores, o
bien absolutizar la norma como si esta se identificase adecuadamente con el valor moral.

“En cuanto sujeto ético, el hombre está llamado trascendentalmente a ajustarse a la


realidad. El juicio de constatación de valores que un determinado bien, por ejemplo la
dignidad del hombre y la vida, es objeto innegable de responsabilidad ética. En este caso,
las fórmulas “no matarás” y “no cometerás adulterio” tienen por objeto recordar
constantemente al pueblo los bienes y valores más profundos, como son el respeto a la
vida y al otro. (Bockle, F.)

b. Ley y moralidad

El derecho y la moral no se identifican, aunque están relacionados entre sí por


múltiples lazos. La claridad de esta relación necesariamente debe ser resuelta desde la
perspectiva moral y en el proceso legislativo o en el marco de la aplicación del derecho
por los tribunales o por la administración.

Para Santo Tomás las acciones humanas no son malas por haber sido prohibidas por
una determinada ley, divina o humana, sino que son prohibidas por ser malas en si
mismas, por pasar a llevar un valor. Dígase lo mismo de la bondad del comportamiento.
La bondad o maldad preceden a las leyes.

La bondad o la maldad, en efecto, encuentran su enraizamiento en el mismo ser del


hombre, que es normativo para su hacer y para el hacer de los demás. Cada ser humano
ha de comportarse de acuerdo con el ser humano de que es portador y ha de ser tratado
de acuerdo con esa “humanidad ontológica” y objetiva que en él se encuentra. Las

24
acciones o las omisiones de los hombres son buenas o malas en la medida en que
orientan al ser del hombre, que al mismo tiempo su fin objetivo y su fin operativo. En
realización a esa identificación y esa armonía está su felicidad. Es la suya una moral de la
felicidad, más que una moral del deber extrínseco.

c. Esquemas normativos

En los últimos tiempos se han diseñado dos sistemas de aplicación de las normas
morales: EL DEONTOLÓGICO Y EL TELEOLÓGICO.

 Normas deontológicas: La moralidad de un comportamiento concreto se deducirá


de los principios, con independencia de todas las posibles consecuencias, que, por
el contrario, serán determinantes según el otro esquema.

Se podría decir que la norma moral, entendida en sentido deontológico, se fija en


el dato de la naturaleza y estudia las acciones en sí mismas, es decir en su
objetividad, independiente de las circunstancias en las que ellas se realizan. Las
normas morales absolutas no admiten excepciones.

 Normas teleológicas: Por el contrario, la norma moral, entendida en sentido


teleológico, se fijará más bien en las malas o buenas consecuencias que se derivan
de una acción. Según este esquema, tales normas morales absolutas se refieren
más bien a los valores éticos ideales y ofrecen un criterio de discernimiento
general que habrá de ser aplicado en los casos concretos en los que entran en
conflicto los valores y deberes morales.

Los defensores de una orientación teleológica coinciden en afirmar que la norma


moral ha de ser respetada, en cuantos reveladores de los valores morales. Por
otra parte, afirman que tales valores no se dan en abstracto, sino que se realizan o
se pierden en la realidad concreta y cotidiana donde entran en conflicto con otros
valores, con lo que es preciso hacer elecciones a menuda dramáticas. Consideran
que esas situaciones de crisis ya trata de solucionarlas la orientación deontológica
por medio del expediente de las excepciones a la norma.1

Admitiendo la complejidad del problema, el profesor Tony Mifsud sugiere las siguientes
pistas en vistas a una posible solución:

- Subrayar la importancia de unos principios universales que proporcionan un


cuadro de referencia, un modelo o paradigma moral que posibiliten las
condiciones básicas de una humanización.

- Tales principios debieran estar expuestos de un modo positivo, salvaguardando


un valor fundamental. El principio universal de respetar la vida, esto conlleva una
actitud de respeto que debiera traducirse en un modelo pragmático moral de
normas concretas que rechazan la tortura, el aborto, la clonación humana, la pena
de muerte, etc.

- Subrayar también la importancia de cada situación concreta. Pues cada situación


tiene su propia interpretación de los valores y sólo al interior de ella se pueden

1
Teología Moral Fundamental. José Ramón Flecha Andrés. B.A.C. Madrid, 1997. (213-218. 239)

25
entender los actos, aunque estos sean contrarios a las normas, mantienen el juicio
negativo y la persona sigue siendo culpable, pero la pena y la sanción debe estar
sujeta a una moral situada.

- La orientación deontológica necesita de la perspectiva teleológica, justamente


para captar cuáles valores están realmente en juego y no defender unilateralmente
una norma deontológica perjudicando otra más importante.

- La perspectiva teleológica de una norma deontológica implica la búsqueda del


valor supremo en una situación conflictiva; significa la utilización del criterio o
juicio; supone la comprensión del sentido pedagógico y social de las normas
morales.2

UNIDAD II

FUNDAMENTOS Y CONSECUENCIAS DE LA MORAL CRISTIANA

Hemos trabajado en la unidad anterior, las características más importantes que


constituyen a la persona como un sujeto moral. Estas características son las estructuras
básicas que están presentes en toda opción religiosa, por lo tanto entran en juego,
también, en una opción cristiana. El ejercicio de nuestra libertad está entrelazado por una
serie de mecanismos intelectuales, emocionales, culturales y religiosos. El seguimiento de
Cristo al interior de la comunidad cristiana tiene sus propias especificidades que se hacen
visibles en nuestro diario vivir, en las grandes y pequeñas decisiones que a menudo
enfrentamos. En la segunda unidad exponemos en qué consiste particularmente la moral
de Cristo y sus consecuencias para la vida personal y comunitaria de toda discípula y
discípulo.

I. ANTECEDENTES MORALES DEL ANTIGUO TESTAMENTO

1. COSMOVISIÓN JUDIA

El pueblo israelita atraviesa por varias etapas en su desarrollo moral. Moral de la


Alianza, de los profetas, de los sapienciales y de la etapa judaizante. En una primera
etapa, la correspondiente a los patriarcas existe una cosmovisión o forma de comprender
su realidad que incide grandemente en sus comportamientos morales.

Para el israelita de esta época, Dios es el supremo que, si bien acompaña al hombre en
sus problemas cotidianos y va con ellos a la guerra para conquistar su tierra, siempre se
encuentra arriba en los cielos. Es un Dios supremo que no puede ser mirado cara a cara
sin que su interlocutor pierda la vida. El ser humano vive sobre la tierra. Una tierra que
le es propicia para la vida, pero que de Dios depende su inundación, su sequía o su
fertilidad. Bajo los pies del hombre se encuentra el Seol o el hades griego. Un lugar

2
Hacia una moral liberadora. Moral Fundamental I. Tony Mifsud. Ed. San Pablo, Chile, 1993 (131)

26
abismal, oscuro y al que no accede el Dios de los vivos. Es el destino de todos los
mortales, bueno o malos. De eso nos habla la Biblia: Números 16,33; Job 7,9 y Salmo
6,6, entre otros.

Lo que marca la vida de los israelitas en su relación a Dios es la fidelidad a la Alianza.


Vivir de acuerdo a lo que Dios ha pedido, ser considerado como el único Dios del
pueblo, constituye el núcleo de la bendición divina. Los benditos de Yahvé son
retribuidos en esta vida por su apego a Dios. La salud, la fertilidad, la descendencia, la
tierra, la riqueza, etc., son el reflejo de una vida santa. Por el contrario, la infidelidad a la
alianza trae consigo la maldición que se traduce en la enfermedad (lepra, sangramientos,
posesiones, etc.); pobreza y marginalidad rechazo de su pueblo, marginación y exilio;
esterilidad, exilio, etc.

a. Moral sustentada en la alianza entre Dios y su pueblo. Esto implica el


reconocimiento de la trascendencia de Dios y de su acción en la historia. Las
reglas de conducta y los principios de moralidad del pueblo judío, aparecen
vinculados a un mandato formal de Dios. En Gen 17,1 se declara el motivo
profundo de esta moralidad «Yo soy Él-Sadday, anda en mi presencia y sé
perfecto». La fuente de la obligación de conciencia es Dios mismo, el llevar una
vida honesta no se debe al respeto a sí mismo, sino al temor de Dios.
b. La Torah. El primer dato que aparece es su extensión a todas las situaciones de
la vida; se puede encontrar un precepto o una referencia casuística para cualquier
acontecimiento de la vida. El adiestramiento (tal es el sentido de la torah) abarca
toda la realidad y, en su conjunto, es presentado como una instrucción divina. En
realidad sabemos (y probablemente entonces también lo sabían) que muchas de
estas normas recogen reflexiones ético jurídicas humanas, elaboradas con
métodos y criterios, al menos en parte, comunes también a otros pueblos
(Código de Hammurabi) y con un esfuerzo consciente y constante de adaptación
a las distintas situaciones A partir de Moisés la moral se apoya en el doble
fundamentote la Alianza: “Sed santos, porque yo Yahvé, vuestro Dios, soy
Santo”. (Lev. 19,2) y de la legislación sinaítica. (Ex.20, 24). Yahwéh ha escogido
un pueblo con el que concluye un pacto religioso-jurídico en una atmósfera de
amor, y se compromete a bendecirlo y protegerlo (Di 26,17-18), exigiendo que
se le reconozca y adore como único y verdadero Dios (Ex 20,3), y que se cumpla
su voluntad. Cumpliendo los preceptos que Dios les ha comunicado, se realiza la
obra de la santificación, que está asociada a la misma santidad de Dios.
c. El Decálogo. Una serie de preceptos que, por su amplitud y universalidad,
pueden ser considerados como el resumen codificado de la moral natural. El
Decálogo nos ha sido trasmitido en una doble versión, la de Ex 20,1-17 y Dt 5,6-
21. Ambos textos están en la narración de la Alianza, la del Sinaí. El decálogo
constituye, por tanto, un resumen de las exigencias divinas que Dios ha hecho
conocer a Israel. El carácter de código moral destaca por lo sintético de su
expresión. Se trata de un resumen, breve y memorizable con facilidad, de las
obligaciones que Dios ha impuesto a Israel. La narración completa del Decálogo
y de la Alianza del Sinaí debió ser utilizada litúrgicamente en las renovaciones
periódicas de la Alianza en uso en Israel.

d. Otros textos legislativos:

27
El Código de la Alianza consignado en Ex 20,22-23,19. Redaccionalmente
prosigue el texto del Decálogo y pertenece como él a las cláusulas que
explicitan el querer divino en la narración de la estipulación de la Alianza
del Sinaí. En el Código de la Alianza se regula la vida de Israel en sus
varios aspectos: Derecho civil y penal (Ex 21,1-22,20), normas sobre el
culto (20,22-26; 22,28-31; 23,10-19), moral social (22,21-27; 23,1-9).
 El Código deuteronómico (Dt 12,1-26,16). Contiene: normas
sobre las observancias religiosas (12,2-18, 22), normas de Derecho
penal (19,1-21,9), sobre el matrimonio (21,10-23,15), sobre la
protección de los débiles e indefensos (23,16-25,19), y leyes
rituales (26,1-15).
 Ley de la santidad (Lev 17-26). Se trata de un código, probablemente
compilado en las últimas épocas de la monarquía, de carácter ritual, de
una parte, y estrictamente moral de otra. La moral es concebida como
santidad y, a su vez, la santidad que ha de poseer Israel tiene que hacerse
semejante a la de Yahwéh, su Dios.

e. La moral de los profetas está en relación a los códigos morales de Israel. Ellos
interpretan las violaciones de la ley de la Alianza y las maldiciones-castigos del
pacto como juicios de Dios contra Israel. Reconoce el papel primario de la moral
en el contexto de la alianza. Por ello reaccionan ante una interpretación
demasiado jurídica de la alianza. Condena de la injusticia social (Am 4,1-3; 5,10-
12; 8,4-6); la conversión (Am 4, 6-12); el "día del Señor" (Am 5, 18-19; 8, 9-14).
Se preocupan por la recuperación de su pueblo, no a través de las guerras, sino
del cuidado hacia los pobres y oprimidos. (Mi 3.9-11); la responsabilidad
individual (Ez 14, 12-33; 18); los pecados del pueblo y su raíz en la obstinación
(sentido de la fórmula casa de rebelión).

f. La ética de los sabios. Los libros sapienciales, en cierto sentido, forman un


grupo aparte dentro del AT. Presentan una mayor afinidad con el mundo
extrabíblico, sobre todo egipcio, y al mismo tiempo parecen ajenos a la
concepción histórico-salvífica de la torah y de los profetas, lo cual es cierto
especialmente para los estratos más antiguos. Es, pues, necesario tener en cuenta
el camino peculiar seguido por la reflexión sapiencial desde los estratos
redaccionales más antiguos. Eclo. 17, 12 leemos que la síntesis de la ley es el
cuidado del prójimo. Recomienda los sacrificios y el mantenimiento del clero
como expresión de justicia y de solidaridad aunque luego pondrá todo en tela de
juicio según los escritos proféticos contra el culto hipócrita (Cfr. Eclo. 34, 18-
26).

La moral sapiencial se expresa en máximas y sentencias que apuntan a mejorar la


vida, instruir a la juventud. Es un conocimiento totalmente práctico de las leyes
de la vida y del mundo, basado en la experiencia. La primera de todas estas
experiencias es la religiosa y su aplicación a la vida cotidiana a través de refranes
populares y sabiduría didáctica. El sabio no debe enorgullecerse de su riqueza
(Cfr. Eclo. 3, 18; 18, 25), sino que debe dar gracias al Señor (Cfr. Eclo. 11, 21-
22; 32, 13).

28
g. De finales del exilio tenemos el Déutero-Isaías: un texto único en muchos
aspectos, proclama una inminente restauración de Israel sobre la base del perdón
total de sus culpas y de una renovación de todos los dones salvíficos del pasado:
un nuevo éxodo, una nueva alianza, un nuevo santuario, una nueva realeza de
Dios. La santidad de Dios (Is 5, 19-24); los pecados de Jerusalén y de Judá (Is
2, 6-4, 1; 13, 8-24); los Asirios como instrumento del castigo divino; el
mesianismo real: el libro del Emmanuel (Is 7, 10-17; 9, 1-6 y 11, 1-5). el
monoteísmo teorético y la polémica contra los ídolos (Is 44, 9-20); universalidad
de la salvación; el "Siervo del Señor" y su cumplimiento en Jesucristo; la
conversión; la universalidad de la salvación; la nueva Jerusalén y su futuro
glorioso (Is 61, 1-3)
El sufrimiento del pasado ha sido fecundo (los cantos del siervo) y al pueblo se
le abre un nuevo camino seguro de fidelidad; la idolatría es ya objeto de sátiras.
Hasta la perspectiva de Jer 31 y de Ez 36 -una alianza nueva mediante una ley
escrita en los corazones-es sustancialmente optimista: Dios supera con creces la
fragilidad del hombre con sus dones; un mundo restaurado hará posible la
fidelidad moral y el auténtico culto. La ruptura con el pasado es tajante; ahora
cada uno responderá de sí mismo (Ez 18).
El principio común en que se apoyan los distintos escritos del período del exilio
ha de verse en la dependencia de la moral respecto a la realización escatológica
de la salvación. El comportamiento justo del hombre sólo es posible en la
comunión con Dios y en el mundo renovado que Dios prepara; sólo en la
novedad de Dios hay lugar para una humanidad justa, y la medida de la justicia
humana es la acogida fiel y gozosa de la novedad de Dios.

h. El judaísmo. La época helenista y romana contempló la permanencia tanto de la


tensión apocalíptica como de la fidelidad cotidiana a la torah. Esta última es la de
mayor significación moral. La presentación que se hace de la torah, más adelante
es aplicable también al espíritu del judaísmo.
El concepto clave es el de enseñanza. No brota sólo de la parte legislativa de la
torah, sino de la narrativa que, interpretada en clave ejemplar o simbólica, da
origen a la lectura de la historia como halakah, es decir, como camino que Dios
muestra a su pueblo. Esto presupone una mediación interpretativa tal como se
manifestará en la paráfrasis, en los comentarios, en las ampliaciones narrativas de
la literatura intertestamentaria, y no sólo una ejecución mecánica de las normas.
La torah, en su conjunto histórico y legal, constituye un marco de referencia para
comprenderse en el mundo como amados por Dios, dispuestos por eso mismo a
obedecer incluso las normas cuyo sentido obligatorio no acierta a descubrir la
razón. La divinización y absolutización de la torah la convierte en un principio
que comunica vida y bendición: obedecer a la torah no es legalismo, sino el mejor
modo de entrar en comunión con Dios. El estudio y la práctica de la torah se
abren a la mística y se convierten en la única tarea que puede realizar la vocación
humana. También en esto el judaísmo se basta a sí mismo y, aun en la espera de la
restauración de Israel, puede vivir separado con dignidad.

Pero a mitad del siglo II a.C. el judaísmo se vio sacudido por el grave
problema de tener que valorar moralmente la posibilidad de adaptar formas
helenísticas de vivir, bien por libre elección o por imposición forzosa, como
ocurrió en Judea bajo Antíoco IV. Muchos consideraron lícita la helenización;

29
otros se opusieron en nombre de la fidelidad a la ley, dando origen a la violenta
reacción militar de los Macabeos y a la exaltación del conservadurismo hasta el
martirio. Otros se opusieron tanto a la helenización como a la reacción armada;
fueron quizá los que dieron origen al grupo de los fariseos. Fuera de Palestina, en
cambio, especialmente en Egipto, las costumbres helenistas, incluso las
gimnásticas y deportivas, fueron integrándose en la forma de la vida de los judíos,
hasta el punto de que Filón habla del tema con admiración. Frente a las
novedades históricas sólo queda la posibilidad de buscar, con el debate, la mejor
decisión moral. Otros conflictos igualmente tensos se sucedieron hasta el tiempo
de Jesús a propósito de la necesidad de testimoniar con acciones la ilegitimidad
de la ocupación de su tierra por parte de opresores extranjeros.

La opción por el rigorismo caracteriza muchos estratos del judaísmo


palestino, cosa muy normal entre los pueblos oprimidos. El caso más extremo es
el de la comunidad de Qumrán; su exagerada búsqueda de pureza y la tensión
escatológica los empujó a actitudes dualistas, más ascéticas que teóricas. La
corriente más influyente, la farisea, no posee estos rasgos, como tampoco el de
teorizar sobre la sublevación. Representa la forma más elevada de la moralidad
judía. Eleva a sistema el ideal de perfecta observancia y considera como primera
obligación la protección, por medio del aislamiento, de la grandeza salvífica de la
torah. Esto lo hacen añadiendo a la ley escrita toda una serie de preceptos
tomados de la tradición oral y de la casuística, para formar una barrera de normas
preliminares que eviten el peligro de acercarse a la posible transgresión de la ley
escrita (es la moral del escrúpulo a que aludiremos más adelante); adiestrándose
en juzgar correctamente los casos concretos con el estudio de la tradición de los
maestros y formando un gran número de discípulos con los que reforzar el juicio
y la praxis. Con estas posturas se encontrarán Jesús y la Iglesia primitiva.

II. JESUS HIJO DE HUMANO

1. Significado de la encarnación del Hijo de Dios

Dios ha manifestado su ser de manera definitiva en su Hijo Jesucristo. Él es “la


palabra epifánica de Dios”, manifestación de su ser y de su plan de salvación, Jesucristo
no es sólo un misterio: él es el misterio y fuera de Él no hay ningún otro” 1. Él es el objeto
y sujeto de toda la revelación de Dios. Cristo, en su humanidad y divinidad, ha
traspasado un límite que parecía infranqueable. Nos abre, como humanidad, a la
posibilidad de acercarnos al misterio de Dios. Hemos sido llamados no sólo a gozar de la
salud divina, sino que, por sobre todo, a acceder al misterio de Dios a través de la vida
del Hijo. Consecuentemente, los actos que enmarcaron la vida de Cristo son la
manifestación, por excelencia, de aquel misterio que Dios nos quiere hacer partícipes.
En cada uno de ellos, Dios se hace humanamente visible y captable. Captar el sentido de
la vida de Cristo es penetrar en la realidad divina.

1
De Lubac, Paradoja y misterio de la Iglesia, Ed. Sígueme, Salamanca, 1967. p.34

30
Nos señala Juan: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos
visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado y palparon nuestras manos acerca del
Verbo de vida; porque la vida se manifestó y la hemos visto, y testificamos, y os
anunciamos aquella vida eterna, la cual estaba con el Padre y nos ha aparecido” (1Juan
1,1-17). Esta es la experiencia realizada por los discípulos de Jesús. Los “suyos” lo
conocieron en la medida que se vincularon con una persona en la concreción de la vida.
A través de los testimonios evidenciados en el Nuevo Testamento, podemos conocer la
envergadura que significó para los hombres y mujeres de su época, relacionarse con
Jesús en la cotidianeidad y, desde allí, vislumbrar el sentido que adquiría para ellos la
promesa de salvación. Sólo desde estos testimonios vitales, podemos entender la
apropiación que Jesús realiza de la historia y de los contextos de cada uno de sus
semejantes, y cómo concede, desde las necesidades más humanas, la salud, el perdón y la
paz.

En diversos textos neotestamentarios encontramos narrativas que nos dan cuenta


de interpretaciones sectarias y distorsionadas en la comprensión de Dios. Para algunos
grupos contemporáneos a Jesús, era un Dios que, desentendido de la situación humana,
exige a los judíos un cumplimiento legal y estrecho en vistas a su salvación o
condenación. Para otros, Yahvé, seguía siendo el Dios de los grandes ejércitos israelitas
del Antiguo Testamento que vendría a tomar las armas en contra de los enemigos de su
pueblo. Estas deformaciones son cuestionadas y comienzan a decaer en la medida que
Jesús se muestra como el auténtico rostro de Dios. Jesús, un hombre que, en coherencia
con la benevolencia de Dios manifestada en el llamado inicial que Dios hace a su pueblo,
proclama la predilección del Creador por su criatura. Un hombre que, perfilado por sus
contemporáneos como un enviado de Dios, evita auto proclamarse como el Mesías
esperado. Sin embargo, por la autoridad de sus palabras, actos y actitudes es reconocido
como el hijo de la promesa davídica. Un hombre que no se conforma sólo con dar
cumplimiento a la ley sino que la radicaliza en actos que exigen un compromiso personal.
Un hombre marcado por la sencillez de vida en sus opciones cotidianas. Los suyos no
fueron lo más selecto de este mundo, sino los marginales: mujeres marcadas por la
insignia del pecado y el desprecio, hombres rechazados por ser considerados como
manifestación de la maldición de Yahvé. Su grupo lo constituyeron los pobres, enfermos,
niños, viudas, adúlteras, prostitutas y pecadores. La kénosis de Cristo, su
compenetración con la historia, implica una condición humana asumida desde el
abandono en todos los ámbitos de su existencia. La humildad de Cristo, en nuestro autor,
es una clave que nos permite acceder a un aspecto fundamental del ser de Dios. La
familia biológica de Jesús pertenece a los “pobres de Yahvé” y se pasa a ser
verdaderamente, su madre y sus hermanos, en la medida que cumpla la voluntad del
Padre (Mateo 12, 46-50). Por tanto, el estatus que ocuparon sus seguidores y discípulos
no es sólo un dato sociológico, sino que nos abre a la profundidad del misterio de la
encarnación. Dios se hace carne entre los pobres y marginales de su pueblo. Así lo
testimonia su madre María, quien acoge al hijo en las vicisitudes de su época y
asumiendo los riesgos que implicó ser un puntal en la renovación de la historia.

Dios ha conmovido a su pueblo, no sólo por su participación en la historia


humana, sino por una participación que ha significado la auto revelación divina en la
persona de su hijo Jesucristo. En esto consistió el hacerse hombre en medio de la misma
humanidad. De este modo, en su personalidad, en la convivencia entre sus
contemporáneos, en la transformación operada sobre sus semejantes y, también, sobre
sus propias transformaciones, Jesús nos ha dejado ver quién es y en qué consiste su

31
misión en este mundo. Misión que no es otra que acercar el misterio de Dios al hombre
a partir de su propia vida.

Así nos lo transmite Pablo en Filipenses 2,6-8: “Cristo (...) el cual siendo de
condición divina, no codició el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo
tomando una condición de esclavo. Asumiendo semejanza humana y apareciendo en su
porte como hombre, se rebajó a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y una
muerte de Cruz (…). La relación de Dios con su pueblo supone, como ya lo ha dejado
entrever Dios mismo antes de la venida del Hijo, su vinculación con la historia y la
experiencia humana. Una de las características de Yahvé que sorprende a los israelitas es
el compromiso que su Dios tiene con los acontecimientos más relevantes para la
subsistencia de su nación. Dios les va mostrando su amor a través de signos tangibles
que comprometían la existencia del pueblo. Sin embargo, la grandeza de Dios, operada
desde las necesidades del pueblo, son un preámbulo de lo que había de venir. No era
suficiente el ir manifestándose en la historia, sino que Dios envía a su propio Hijo al
mundo para hacerse parte de la historia. Así lo señala la Carta de Pablo a los Hebreos
1,1-2: “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres
por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo
(…)”. Dios se hace visible en el despliegue que Jesús realiza de su vida. No sólo en lo
que Jesús asume de la existencia humana, sino que en el llamado que Jesús realiza, a
través de sus opciones, a un nuevo modo de vida que tiene como fundamento el Reino
de Dios. En el desarrollo de la vida de Jesús podemos constatar el compromiso que
tiene Dios con la historia y el ser humano. En la naturaleza del Hijo, humana y divina a la
vez, está contenida, toda la finitud y el anhelo de trascendencia del ser humano. El Hijo
anuncia a su Padre desde dicha contextura esencial, por lo tanto, en los actos más
concretos realizados por Jesucristo, está implicado todo su ser personal. Así lo expresa
Henri de Lubac:

(…) “Los discípulos inmediatos de Jesús vieron todo lo que el misterio de la persona de
Jesús implicaba, todo eso que se había sentido en el señorío de Jesús, en el misterio de su
persona”2

A partir de los pequeños y grandes acontecimientos que envolvieron la vida de


Jesús, Dios se muestra a sí mismo. A partir de la encarnación del hijo, a todo ser
humano, hombre y mujer, se le abre la posibilidad de conocer a Dios en lo Él quiera
mostrar de sí. Hay que subrayar la importancia de la persona del Hijo al referirse a lo
sustantivo que involucra el acto de fe del creyente como la adhesión a “alguien” y no a
“algo”. La fe no es sólo adherir a un cúmulo de creencias sin rostro, sino que, afirma
nuestro autor: “La fe exigida por la predicación no es una adhesión a la palabra que
predica, sino una adhesión a la palabra encarnada, crucificada y resucitada (…)” 3. Este
“alguien” en quien hemos centrado nuestra fe supone una vida personal, en interrelación
con los otros, un “alguien” conmovido por su entorno. La encarnación del hijo en el
devenir humano implica el compromiso de Dios con la historia y su salvación. Dicha
promesa ofrecida al ser humano está entretejida por las miserias humanas. De aquí que
los acontecimientos, nefastos o gratos que envolvieron la vida de Jesús, constituyeron el
lenguaje en que Dios se mostró a la humanidad. Un lenguaje que fue más que una
palabra pronunciada, fue la encarnación de lo que Dios quería para su creación en las
alegrías y sufrimientos de su propio Hijo. Jesucristo es la palabra breve, sencilla y
2
De Lubac, Henri, La fe cristiana, p. 69
3
De Lubac, Henri, La fe cristiana, p. 202

32
definitiva de Dios para nuestro mundo. Tolo lo anunciado por Dios a lo largo de la
historia encuentra su resumen en la encarnación de Cristo. Por sobre cualquier análisis
teórico de la revelación, aparece la figura del Jesús, como quien hace elocuente la
palabra de Dios para los hombres. A partir de estos acontecimientos Dios entregó un
nuevo significado a la historia del hombre, tal como lo canta María en el magnificat, la
historia vivida y sufrida por el Hijo son el augurio de una nueva humanidad.

Ahora bien, la salvación operada por Dios en Jesucristo, es posible en cuanto


quien nos muestra a Dios es el Hijo, no es otro ser humano igual a nosotros. Es el Hijo
de Dios hecho hombre. En el Hijo y, concretamente en su vida personal, podemos ver al
Padre. Juan, a lo largo de su evangelio repite, el anuncio incesante que hace Jesús de la
estrecha relación que existe entre el Padre y el Hijo. Relación que Jesús enfatiza en sus
actos y que, de manera explícita, expresa en el diálogo con sus contemporáneos: “Si me
conocéis a mi, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto”
(Juan 14,7); “Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta, el Padre que
permanece en mi es el que realiza las obras. Creedme: Yo estoy en el Padre y el Padre
está en mí. Al menos, creedlo por las obras” (Juan 14, 10-12). Las obras de Jesús son
toda su persona. La interrelación filial y el conocimiento mutuo entre Padre e Hijo, el ser
humano lo percibe a través de las obras que realiza el Hijo en vistas a la plenitud del
género humano. En el misterio de su persona podemos acceder al Padre. Si bien existen
muchos lenguajes por lo que Dios se muestra, su palabra por excelencia, está constituida
por la vida y las obras del Hijo. Todas las palabras pronunciadas con anterioridad a la
venida de Jesús adquieren significado en sus acciones. Así lo experimentan los discípulos
que hicieron el camino de Emaus junto a Jesús, quienes lo reconocieron en su
familiaridad, en sus enseñanzas, el ardor de sus corazones y en la fracción de pan.

De igual modo que, para acercarnos al ser de Dios, estamos atentos a descubrirlo
en sus acciones en favor de la criatura humana, para comprender el significado de la
presencia del Hijo en el centro de la humanidad, es preciso acceder a su vida y entender
de qué manera en su propia historia está contenida nuestra salvación. Todo cuanto
Jesucristo hizo en favor de los hombres, sus opciones, su vida, muerte y resurrección,
nos revelan el ser mismo del Hijo y, en él, se nos posibilita adentrarnos en el misterio de
Dios.

Efectivamente, conocemos al Hijo y lo que él es, en la medida que logramos ver


las raíces que ellos tienen en sus opciones personales. Y el ser humano se ha visto
conmovido a lo largo de la historia, pues desde la hondura de la persona de Jesús, se han
producido cambios sustanciales que inciden directamente en el núcleo de toda la
humanidad. De este modo, la encarnación y el misterio pascual están enmarcados al
interior de las experiencias que constituyeron la vida de Jesucristo. Dichas experiencias
posibilitan la redención de la humanidad. Una humanidad que se concibe liberada desde
las opciones libres y voluntarias del salvador y que el ser humano ha recibido en vistas a
la recuperación de la vocación original del ser humano a ser imagen y semejanza del
Creador. Jesús se ofrece desde la hondura de su ser y el creyente acoge este sacrificio
conmovido, también, en su misma estructura esencial. Esta profundidad enraizada en la
naturaleza de Jesucristo y del ser humano se manifiesta en la concreción y el compromiso
con la historia, en toda su dimensión, pasada, presente y futura.

La novedad de Jesús al referirse a Dios, no residió en una elucubración en torno


a la revelación, a la salvación y a las leyes israelitas, sino que, a partir de lo constitutivo

33
de la experiencia humana, ya sea en relación con los enfermos y los sanos, los ricos y los
marginales, los “santos” y los pecadores, la humanidad ha visto a su propio Padre.

De la misma manera en que Jesús actúo desde su ser personal, todas aquellas
acciones que realizó en vistas a la liberación de todo el universo, surgen de experiencias
que implicaron el anonadamiento del hijo en la estructura de la humanidad. Y en este
anonadamiento estaba comprometida toda su persona. Así, el acontecimiento de la
resurrección como donación divina de vida eterna y visión beatífica de Dios para el ser
humano, se enmarca dentro de actos concretos que conducen a Jesús a la muerte. Una
muerte de cruz envuelta en la traición, la humillación, el dolor y el abandono. Los
testigos más directos de Dios no repararon en describir la agonía y muerte de Jesús en el
contexto que implica una muerte cruenta e injusta. Del mismo modo que no escatimaron
palabras para dejarnos traslucir la angustia y frustración vivida por los “suyos”. El Hijo
de Dios, su lenguaje más explicito, ha bajado al abismo para posibilitar el encuentro entre
Dios y el hombre. Jesús no nos habla de la paradoja que se esconde detrás de la vida a
partir de un discurso ajeno a sí mismo, sino que, desde sus propias alegrías y soledades,
nos trasmite la promesa de Dios para el hombre y, en esta promesa, el ser mismo de
Dios. “Cuando ya no se hable de la historia absoluta de la idea divina o de su suprema
enajenación aun vivirá para siempre la fe en Dios que se encarnó en la historia y que en
ella se “aniquiló” por nosotros. Cuando ya no se hable de “Viernes Santo especulativo”
ni de Calvario de la Historia”, la cruz de Jesús seguirá floreciendo y dando frutos de
Vida”4 .

Es tan grande la paradoja que se esconde tras la vida de Jesús y, sobre todo, tras
la experiencia de su muerte que resulta poco entendible para un ser humano carente de
fe, poder entender este lenguaje de Dios. A los creyentes les quedas asumir que el
seguimiento vital de Cristo implica hacer el mismo camino del crucificado y resucitado.

El Hijo se nos ha manifestado y nos ha manifestado al Padre salvándonos y en la


salvación está implicada la donación de Dios para la criatura humana. Donación que no
es otra cosa que la entrega de Dios mismo a la humanidad. Todo creyente debe recordar
que la liberación del ser humano está sustentada en el compromiso del Hijo con la
humanidad y en actos concretos de abandono, de sufrimientos y de obediencia. Al rostro
auténtico de Dios hemos llegado a través del misterio contenido en la persona del Hijo.
Es en el misterio de Cristo donde Dios ha mostrado su ser. Nos relata Juan en su
evangelio: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre,
el lo ha contado” (1, 18). En el siguiente apartado nos concentraremos, de modo más
específico, en lo que el Hijo nos ha dado a conocer de sí.

2. Jesús verdadero Dios y verdadero ser humano

¡Pero cómo! ¡El que es el mismo poder y la misma sabiduría de Dios, en quien
fueron creadas todas las cosas, visibles e invisibles, hemos de creer que está circunscrito
en los estrechos límites de este hombre que apareció hace poco en Judea, que entró en el
seno de una mujer, que nació niño, que daba vagidos como todos los recién nacidos”5.

4
De Lubac, Henri, Por los caminos de Dios, p. 146
5
De Lubac, Henri, Meditación sobre la Iglesia, p.44

34
Dios, quien en su cercanía al mundo, nos manifiesta la grandeza de su ser de un
modo tan paradójico, también y de modo progresivo, nos va revelando que la relación
entre el Padre y el Hijo, está anclada en una comunión que sobrepasa el tiempo y el
espacio.

Los testimonios evangélicos nos presentan a Jesús revelándonos al Padre en la


amplitud de su vida. Ya sus discípulos al pensar qué habrá querido decir con estas o
aquellas palabras, entran en un mundo incomprensible para la mente humana. Si bien
paulatinamente y en el contacto con el maestro pueden ir accediendo al misterio de
Jesús, sus más cercanos tienen acceso a este misterio luego de acontecida la
resurrección. Jesús en la vida concreta habla de sí con gestos y palabras. Jesucristo nos
ha dado a conocer de sí que ha estado desde siempre junto al Padre: “Padre, los que tu
me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi
gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo”. (Juan
17, 24-25). En Jesús convive otra paradoja: el hijo de María y de José el carpintero, el
crucificado y resucitado es el mismo que ha existido desde antes de la creación del
mundo. El mismo que se ha hecho uno más entre nosotros, ha participado eternamente
de la gloria de su Padre y estará junto a la humanidad hasta la consumación de los
tiempos. El evangelista Juan recoge el anuncio incesante que Jesús hace de la unidad
entre Él y su Padre. “Le dice Tomás: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos
saber el camino?” Le dice Jesús: “Yo soy el camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al
Padre sino por mí. Si me conocéis a mi, conoceréis también a mi Padre”. (Juan 14, 5-7).
Los cercanos a Jesús, pese a la contradicción encerrada en el anuncio de Jesús, captaron
a tientas que entre Él y el Dios en quienes ellos creían había una cercanía poco común.
Para estos testigos Jesús fue concebido, progresivamente, como el ungido de Dios. El
Mesías esperado en quien estaban contenidas las promesas para un pueblo y en el, para
toda la humanidad. Esta comprensión no supuso para ellos una dicotomía. No se
hablaba de dos personas individuales en sí mismas. El Hijo de Dios era comprendido a
través de la persona de Jesús. Ellos fueron testigos, oculares o audientes, de un hombre
en quien visualizaron la presencia de Dios y, que más tarde, en la reflexión teológica, lo
reconocieron como la Palabra de Dios hecha carne. Así lo trasmite Juan a los creyentes:
“En el principio existía la palabra y la Palabra estaba con Dios y la palabra era Dios. Ella
estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de
cuanto existe” (Juan 1,1-3). Pero Juan, del mismo modo que glorifica al Hijo de Dios, lo
proclama como encarnado y habitando entre nosotros, Juan 1,14.

La elucubración teológica y filosófica ha tenido la constante tentación, en


diversas épocas de la historia, de concebir a Jesús de Nazareth y al Logos preexistente,
como dos realidades separadas, de hecho así fue comprendido por diversas tendencias
teológicas. Por tanto, hay que evitar cualquier denominación que apunte a separar de la
única persona de Jesucristo su naturaleza humana de la divina; la kénosis de la gloria; la
preexistencia de la encarnación, como si fueran dos polos divergentes entre sí. A
Jesucristo no se le puede concebir desde su sola divinidad marginando de Él su
humanidad o absolutizando su humanidad en desmedro de su divinidad.
Consecuentemente, se rechaza toda exacerbación de la humanidad, al punto de volverlo
uno más de los mortales. De igual modo, una exageración de su sola divinidad, que
aniquile su humanidad y aleje tangencialmente a Dios de la historia, es una teología que
no puede dar cuenta de las reales dimensiones del misterio de la encarnación.

3. Significado de la encarnación

35
Al referirnos al Cristo preexistente se le está dando su lugar a la persona de Jesús
que vive junto al Padre desde siempre, pero proyectado en relación a la salvación
humana. No existe una división polarizada entre el Logos que vive junto a Dios desde
antes de la creación y la persona de Jesús. Él es el Misterio del Verbo encarnado. Aquí
radica una de las grandes paradojas que nos ofrece la revelación divina y que se explican
sólo desde esta misma trascendencia: ¡El que es, empieza a ser: el infinito es creado y el
espacio le contiene… El Verbo se hace sensible, el Invisible se hace visible, el Intocable
es palpado, el Intemporal entra en el tiempo, el Hijo de Dios se hace hijo del
hombre!”6Dos realidades, Dios y humanidad, que hasta la venida de Jesucristo eran
comprendidas de manera divergente, se vuelven una sola en la persona del Hijo. El Hijo
preexistente, el que desde siempre ha estado junto al Padre. El mismo que ha sido parte
de la creación de la humanidad, la sabiduría de Dios, se ha hecho uno más de los
hombres bajo una biografía que no dista, en un principio, a la de muchos de nosotros.
Paradoja que se vuelve mucho más contradictoria cuando el Hijo de Dios no sólo nace
entre los pobres, sino que además muere crucificado. En esto reside el gran misterio
cristiano: el Hijo de Dios ha salido del corazón del Padre para sumergirse en la debilidad
humana7. En el Logos divino, Dios realiza amorosamente el designio que ya tenía
preparada desde toda la eternidad: Reunir todo bajo la persona de su Hijo cuando llegara
la plenitud de los tiempos. Preparado históricamente durante siglos, anunciado por los
profetas bajo diversas figuras: el Mesías, el Dios con nosotros, el Hijo de David, el
primero de toda creación, imagen de Dios invisible. Todos ellos nombres asignados a
Cristo que nos dan cuenta de su preexistencia, trascendencia y gloria. Títulos que, en la
persona de Jesús, jamás marcaron una distancia infranqueable entre lo eterno y lo
temporal, sino que, por el contrario, fueron señalando la unidad entre Dios y el hombre y,
con ello, la vocación original del ser humano a aspirar a la visión de Dios. Este Cristo
preexistente y el que llega a ser uno de nosotros es el mismo. El Emmanuel anunciado
desde antaño y anhelado como única esperanza de un pueblo desmembrado, se hace
carne en el seno de María y en la muerte de cruz. De esta manera no sólo es quien habla
en nombre de Dios, sino que es el mismo Dios que se hace hombre para darse a conocer
a la humanidad8.

En el Hijo fue pensada y creada toda la humanidad. El mismo por quien se habían
hecho los siglos, ahora, en la plenitud de los últimos tiempos viene a recrear la
humanidad mediante el hito de la Encarnación y el anuncio de la consumación.
“Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos” (Hebreos 13, 8) El Cristo
preexistente hace el tiempo se inserta en él y le otorga sentido a la misma temporalidad.
Se involucra en el devenir y en la finitud humana para redimirla9. Consecuentemente, el
Verbo no sólo ha estado en la vida de la humanidad desde sus orígenes, sino que también
es lo que explicará el sentido del ser humano al fin de la historia. “Yo estaré
continuamente con vosotros hasta la consumación de los siglos” (Mateo, 28,20). En la
Palabra hecha carne se ha asumido el tiempo y su llamado final. El ser humano ha sido
creado en el Verbo y es en él en quien alcanza la redención. En esto consiste el primado
de Cristo en la historia del que nos habla Pablo en la carta a los Colosenses 1,15-20. “El
es Imagen del Dios Invisible, Primogénito de toda la creación, porque en él fueron
creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, tronos,
dominaciones, principados y potestades: Todo fue creado por él y para él, él existe con
6
De Lubac, Henri, Meditación sobre la Iglesia, p. 43
7
Cf. De Lubac, Henri, Meditación sobre la Iglesia, p.365
8
Cf. De Lubac, Henri, Catolicismo, aspectos sociales del dogma, p. 123
9
Cf. De Lubac, Henri, Catolicismo, aspectos sociales del dogma, p.100

36
anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia. Él es también la cabeza del cuerpo
que es la Iglesia; él es el principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él,
el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en el toda la plenitud y reconciliar
por él y para él todas las cosas pacificando mediante la sangre de su cruz, los seres de la
tierra y de los cielos”. El único sentido de la humanidad es haber salido de Dios y no
encontrar la paz hasta el encuentro personal con el Dios Padre. En este mismo sentido,
la Encarnación del Hijo no implica sólo la visibilidad de Dios en la corporeidad humana,
sino que implica la asunción que el Verbo hace de la naturaleza humana en su totalidad.
“Asumiendo una naturaleza humana se ha unido, incorporándola así, la naturaleza
humana, y toda ella por entero le sirve en alguna manera de cuerpo. Toda ella la llevará
al calvario, entera la resucitará y entera la salvará”10.

Se debe una vez más la máxima unidad concentrada en la persona de Cristo. El


Logos preexistente es el mismo que se hace parte de nuestra historia y está presente
hasta el fin de los tiempos. Dios ya se ha dado a conocer a través de su Hijo y en Él se ha
mostrado al mundo en sus rasgos esenciales, de tal manera que los hombres y mujeres de
todos los tiempos conozcan cómo dirigirse al Padre. “Mientras que el Logos se
mantendrá siempre oculto tras las celosías de las criaturas, hasta el fin de los tiempos:
pues, por muy perfecta que haya llegado a ser un alma, todavía no sabría contemplar lo
invisible, sino por medio de figuras o enigmas”11. En el Verbo hecho carne está
contenido el ansía de eternidad que reposa en los seres humanos. En el contexto
moderno, el hombre ha centrado su vida en expectativas mesiánicas de diversa índole y
anhela develar la verdad que se encierra en misterios incognoscibles. Sin embargo,
mientras seamos viatores en este mundo, sólo conoceremos de Dios aquello que Él nos
quiera mostrar.

III. CRITERIOS DE DISCERNIMIENTO MORAL EN JESÚS

Como ya hemos dicho en la primera parte de estos apuntes, para los judíos la
voluntad de Dios se manifiesta en la Ley, en la Torah y en la creación, y se
manifestará también en la acción escatológica futura (o consumación del Reinado de
Dios).12

Se trata de una "ética" (=realización de la voluntad de Dios) de la Torah,


sapiencial y escatológica. Esta triple dimensión requiere de una explicación:

- Los judíos veían la voluntad de Dios como expresada fundamentalmente en la


Torah (nuestro Pentateuco); sin embargo, ella estaba vinculada estrechamente a las
acciones de Dios a favor de su Pueblo (creación, sacada de Egipto, son de la tierra). Lo
primero eran las acciones de Dios por Israel; lo segundo, sus mandatos.

- Al margen de lo prescrito por la Torah para todos los judíos, algunos sabios o
maestros habían ido reflexionando sobre la creación y la vida, en donde veían escrita la
voluntad de Dios. Porque Dios creó el mundo mediante su sabiduría; por eso la sabiduría
humana pudo extraer de él (del mundo), mediante la observación, pautas para la

10
De Lubac, Henri, Catolicismo, aspectos sociales del dogma, p.31
11
De Lubac, Henri, Catolicismo, aspectos sociales del dogma, p.148
12
Armstrong, Cox, Sergio. Jesús de Nazareth. Apuntes preliminares.

37
conducta humana. A la larga, estas reflexiones y pautas de conducta se irían integrando
en la Torah, identificándose sabiduría y Ley.

- La espera del final de los tiempos (escatología), que incluía el juicio divino
sobre las acciones humanas, constituía una poderosa motivación para ajustar la vida al
querer de Dios. No se trataba sólo del temor, sino sobre todo de la convicción de que un
mundo renovado, en que se hiciera presente de modo total la voluntad divina sería fuente
de plenitud y de gozo.

A la luz de lo dicho, cabe la pregunta de si la propuesta ética de Jesús fue


preferentemente de la Torah, de la sabiduría o de la escatología.

1. Jesús y la Torah

En la investigación sobre Jesús fue un lugar común la afirmación de que Él


había dejado atrás a la Torah. Una afirmación del biblista alemán Stauffer, en 1959,
podría ser una buena síntesis de esa convicción: "(Jesús) es el mensajero de una moral no
juridicista, radicalmente libre de toda atadura a la torah mosaica y de la obediencia a la
torah judía." 13

Tanto en el campo católico como protestante se consideraba que la Ley había


llegado a ser en el Judaísmo una cosa absoluta, cargada de casuística 14, centrada
exclusivamente en la recompensa, formalista 15 y como una pesada carga. El trabajo
especializado de los últimos decenios ha consistido en deshacer estos prejuicios.

En realidad, Jesús nunca pretendió dejar de lado la Torah; es más, incluso


afirma que ésta debe cumplirse: "No piensen (ustedes) que he venido a abolir la Ley y los
Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. “(Mt 5,17).

Sin embargo, en Jesús se da una curiosa mezcla de endurecimiento y


moderación de las normas de la Torah. Jesús endureció las normas éticas (por ejemplo,
el mandamiento del amor), que constituyen precisamente preceptos universales, y
relativizó las normas rituales (el precepto de la pureza, sobre todo) que segregaban al
Judaísmo del paganismo, sin eliminarlas radicalmente. Veamos algunos ejemplos de unos
y otros.

2. El endurecimiento de las normas éticas en Jesús

Antes de entrar en los ejemplos concretos, es conveniente explicar las


"antítesis" del "Sermón de la Montaña" (Mt 5 - 7). En Mt 5,20-48 encontramos 6
antítesis que están formuladas con la frase "han oído ustedes que se dijo a los
antepasados... pero yo les digo". De las 6 se atribuyen a Jesús con seguridad la primera
(sobre el homicidio), la segunda (sobre el adulterio) y la cuarta (sobre el juramento).
13
Citado por MERZ, A. - THEISSEN, G. "El Jesús histórico", Sígueme, Salamanca, 2000, p.390.
14
Es decir, orientada a los casos particulares hasta el punto de que se fragmentaba la voluntad de Dios.
La pregunta de qué es lo que estaba permitido o prohibido en cada ocasión llevaba a un cumplimiento
formalista de la voluntad de Dios.
15
Es decir, que llevaba a una obediencia "heterónoma"; es decir, la persona la cumplía sus mandatos
porque estaban mandados y no porque pensara que tuvieran un valor por sí mismos.

38
La fórmula en voz pasiva "han oído que fue dicho a ustedes", se refiere
indudablemente a Dios, sin nombrarlo. Es como decir "Dios les dijo a ustedes (en la
Torah) pero yo les digo".

Tradicionalmente, entre los biblistas, se ha considerado que en estas antítesis,


Jesús se atribuye la misma autoridad que Dios tiene y que pasa por sobre la Ley de
Moisés, cosa inadmisible para el Judaísmo.

En los últimos años, gracias a un mejor conocimiento del Judaísmo de la época,


esta opinión entre los estudiosos ha cambiado.

Se considera a las antítesis como una toma de posición ante la Torah. El sentido
de la fórmula antitética es: "Han oído ustedes que un día (en el Sinaí) Dios dijo a sus
antepasados: 'no matarás'... Pero yo les digo (mejorando lo anterior, sin negarlo)...". La
Torah aquí no es criticada ni abolida sino trascendida o profundizada. Sólo es posible
cumplir la voluntad de Dios si, además de ajustar la propia conducta a sus preceptos, nos
dejamos guiar por ellos hasta los sentimientos más íntimos. Jesús distingue entre la
revelación de Dios y la prolongación que hace de esa voluntad Él mismo ("pero yo les
digo")16.

Hecha esta aclaración veamos los principales ejemplos de este "endurecimiento"


de los mandatos de la Torah por Jesús.

a. El primer mandamiento

"Se acercó uno de los escribas que les había oído y, viendo que les había respondido
muy bien, le preguntó: '¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?' Jesús le
contestó: 'El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y
amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y
con todas tus fuerzas.'" (Mc 12,29-30).

Ya el Judaísmo consideraba este mandamiento como el principal. La novedad es


que Jesús lo radicaliza al poner como alternativa la adhesión a Dios y al servilismo del
dinero (Mt 6,24; Lc 16,13).

b. La prohibición del homicidio

"Han oído (ustedes) que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será
reo ante el tribunal. Pues yo les digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano,
será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano 'imbécil', será reo ante el
Sanedrín; y el que le llame 'renegado', será reo de la gehenna de fuego." (Mt 5,21-22).

No basta con no matar al hermano, es necesario ir más lejos y evitar el odio y las
descalificaciones. Hay una evidente exageración en los insultos que cita Jesús (que son
casi inofensivos). El Maestro no pretende un cumplimiento literal de sus palabras, sino
una nueva mentalidad que debe ir al "espíritu" de la norma.

c. La prohibición del adulterio

16
MERZ, A. - THEISSEN, G., op. cit., p.408.

39
"Han oído (ustedes) que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo les digo: Todo el que
mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón." (Mt 5,27-
28).

No basta, según Jesús, con no tener relaciones sexuales con la mujer del otro; es
fundamental también no codiciarla para sí mismo 17.

d. La prohibición de las segundas nupcias

"Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra comete adulterio; y el que se casa
con una repudiada por su marido comete adulterio." (Lc 16,18).

Lo que se prohíbe aquí no es la separación, sino el nuevo matrimonio tras ella,


porque para Jesús el matrimonio sigue existiendo a pesar de la separación de la pareja.
Las excepciones que fueron apareciendo después en el NT (1 Cor 7,15 y Mt 5,32)
muestran que Jesús concibió este mandato suyo más como una norma ética que jurídica.

e. La prohibición del juramento

"Han oído (ustedes) también que se dijo a los antepasados: No jurarás en falso, sino
que cumplirás al Señor tus juramentos. Pues yo les digo que no juren en modo alguno:
ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la Tierra, porque es la piso de sus
pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. Ni tampoco jures por tu
cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. Sea el
lenguaje de ustedes: 'Sí, sí' 'no, no': que lo que pasa de aquí viene del Maligno." (Mt
5,33-37).

Aquí se trata tanto de la sinceridad que lleva a la confianza en la palabra dada


como del respeto que se debe a Dios y su trascendencia.

3. Moderación de los preceptos cultuales

Jesús no propone abolir estos preceptos, pero los subordina al mandato de la


ayuda y solidaridad, al estilo de la tradición profética.

a. El mandato del sábado

El descanso sabático era un pilar central del Judaísmo; él y la circuncisión eran


los signos más visibles de la pertenencia al Pueblo elegido. Por lo mismo, todos los
grupos judíos lo cumplían; la discusión giraba en torno a ciertos detalles del
cumplimiento 18 y a las excepciones que podían permitirse.

Había dos excepciones que eran reconocidas por casi todos los grupos judíos: la
salvación de la vida y la autodefensa en caso de guerra. Jesús amplía las excepciones

17
"Mirar con deseo" no se refiere al simple sentimiento espontáneo de atracción sexual; sino al acto
voluntario de alimentar el deseo e incluso llegar a hacer planes para acostarse con la mujer o quitársela
al marido.
18
Por ejemplo, se consideraba que caminar más allá de cierta distancia transgredía el precepto. ¿Qué
distancia? Según los qumranitas, 1000 codos (450 metros); según los fariseos, 2000 (900 metros).

40
sanando a enfermos que no están en peligro de muerte y permitiendo que los discípulos,
por causa del hambre, arranquen espigas en sábado (Mc 2,23ss).

Al añadir estas excepciones Jesús no se sale de los marcos del Judaísmo. Había
grupos judíos que habían agregado otras (por ejemplo, salvar a un animal en peligro). Lo
curioso, en el caso de Jesús, es que Él presenta estas excepciones como transgresión del
mandato. ¿Por qué motivo? Se han dado varios, que son, a mi juicio, todos válidos: a)
ético: la prioridad de la ayuda a las personas sobre los preceptos rituales; b)
escatológico: la nueva realidad del Reino presente en este mundo implica la derrota de
Satanás (Lc 13,16); c) mesiánico: Jesús manifiesta una autoridad comparable con la de
David (Mc 2,25ss).

A estos motivos hay que añadir la situación concreta de Jesús: unos carismáticos
itinerantes 19a veces necesitaban aprovisionarse de comida en sábado; en el caso de las
curaciones de enfermos, un sanador itinerante a veces sólo puede curar en sábado porque
al día siguiente va a estar en otro lugar.

b. El precepto de los diezmos

"¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del
aneto y del comino, y descuidan lo más importante de la Ley: la justicia, la
misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello."
(Mt 23,23).

Se trata de un impuesto para el Templo. Jesús pone por sobre este mandato, sin
suprimirlo, la justicia, la misericordia y la lealtad.

c. El precepto de la pureza

" Llamó otra vez a la gente y les dijo: 'Óiganme todos y entiendan. Nada hay fuera del
hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo
que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga.'
Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre
la parábola. Él les dijo: '¿Conque también ustedes están sin inteligencia? ¿No
comprenden que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues
no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?' -así declaraba
puros todos los alimentos-. Y decía: 'Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina
al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas:
fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje,
envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y
contaminan al hombre.'" (Mc 7,14-23).

En términos generales es “puro” lo que puede acercarse a Dios e impuro lo que


incapacita para su culto o excluye de él. Por ejemplo: animales puros son los que pueden
ser ofrecidos a Dios; impuros, los que los paganos consideran sagrados o que,
pareciendo al hombre repugnantes o malos, se cree que desagradan a Dios. Otras normas
de pureza se refieren al nacimiento, la vida sexual, la muerte, que son misteriosos
dominios en los cuales actúa Dios, dueño de la vida. Una señal de corrupción como la

19
Así pueden ser calificados Jesús y sus discípulos, como se verá más adelante.

41
lepra hace también impuro. La impureza se supera mediante un sacrificio de expiación o
lavados, según el caso 20 .

Con el tiempo, los fariseos fueron aplicando estas normas cultuales a todos los
ámbitos de la vida, y lo que originalmente tenía alcance ritual y cultual había ido
tomando un sentido espiritual y moral. Así, se han conservado hoy algunas listas de
profesiones impuras: unas son consideradas tales porque son ocasión frecuente de
deshonestidad (transporte, pastoreo, juegos de azar); otras, porque implican el riesgo de
contraer enfermedades (los médicos), o por ser simplemente repugnantes (lavanderos,
basureros, carniceros, curtidores de pieles), o, por último, directamente transgresoras
(cobro de impuestos, prostitución). Había diversos grados de impureza: por ej.: un
cobrador de impuestos era más transgresor que el que atiende un establecimiento para
baños 21.

En las palabras de Jesús hay una prioridad de las opciones morales por sobre las
rituales. Sin embargo, Jesús no suprime la distinción (a diferencia de Mc), sólo le resta
valor.

4. Reflexión final

Como decíamos más arriba, el endurecimiento de las normas se refiere, en Jesús,


a los preceptos éticos en sentido estricto. La moderación de las normas se refiere, en
cambio, a preceptos rituales y cultuales. Los preceptos éticos son tendencialmente
universales. Las agresiones y el afán de riqueza y de poder tienen que regularse en todas
las culturas de modo similar, en una forma viable para la convivencia. Los preceptos
rituales son, en cambio, peculiaridades de determinadas culturas. La circuncisión, el
sábado y los preceptos sobre las comidas fueron, en el mundo antiguo, los signos de la
identidad del Judaísmo para distinguirse de otros pueblos y culturas.

¿Cabe concluir con ello que Jesús, con su ética cosmopolita, abandonó el mundo
limitado del Judaísmo? Al contrario; las dos tendencias de su ética sirven para certificar
la identidad y posibilitar la vida judía.

La confrontación con una cultura helenística avasalladora hizo surgir en el


Judaísmo toda una serie de movimientos de conversión y renovación. Todos significaron
de algún modo un "endurecimiento" de la Torah, es decir, la afirmación de los preceptos
judíos tradicionales. Si Jesús muestra la tendencia a endurecer la Torah precisamente en
preceptos universalistas, no lo hace con una intención asimilatoria, como si los judíos
debieran abrirse a un modo de ser general. Al contrario: los adeptos judíos de Jesús
deben practicar las normas universales formuladas en línea rigorista de un modo tan
consecuente que superen en esto a las "naciones". Deben ser "sal de la tierra" y "luz del
mundo" (Mt 5,13ss). Esta conciencia de superación aparece formulada explícitamente en
algunos pasajes:

- por la práctica del amor a los enemigos deben distinguirse de los pecadores y de
los paganos (Lc 6,32ss; Mt 5,47);
- por la renuncia al status social, los que quieren ser los primeros deben ser una
imagen de contraste para la vida de los paganos (Mc 10,42-44);

20
Cf. ESCUELA BÍBLICA DE JERUSALÉN, “Nueva Biblia de Jerusalén”, op. cit., nota a pie de
página a Lev 11, p. 132. Las normas sobre pureza e impureza se encuentran en los caps. 11 a 15.
21
ETCHEGARAY, H. “La práctica de Jesús”, op. cit., 1981, pp 161 – 162.

42
- por la liberación de la preocupación por la subsistencia deben distinguirse de los
"paganos" y buscar primero el Reino de Dios (Mt 6,32ss; Lc 12,30ss).

Los adeptos de Jesús deben cumplir la voluntad ética universal de Dios, de forma
que justamente eso pueda hacer visible la identidad de los judíos frente a los paganos.

Las tendencias mitigadoras en la ética de Jesús ejercen igualmente una función


social. Una ética severa, rigorista, tiende a dividir. Cuanto más estrictas sean las normas,
menos personas podrán observarlas. La unidad de la comunidad no requiere sólo
preservar la identidad en la distinción hacia afuera, sino igualmente, preservar la
capacidad integradora hacia adentro, para que los grupos no se cierren y queden
marginados. La relativización de los preceptos rituales tiene ese motivo en el fondo:
también "los publicanos y pecadores" son miembros de Israel; también ellos pertenecen a
las ovejas perdidas que es preciso buscar. Si en la guerra se puede quebrantar el sábado
por autodefensa (incluso hasta matar), tanto más derecho hay a quebrantarlo para
devolver a un miembro del Pueblo de Israel a la vida social.

No se puede afirmar, por lo tanto, que Jesús no tuviera presente, al formular su


ética, las condiciones de convivencia de un pueblo concreto. Su ética endurecedora y
moderadora de la Torah es un programa que apunta a la restauración de Israel: pretende
mantener su identidad respecto del entorno pagano y posibilitar al interior la integración
de grupos marginales.

El programa de Jesús presupone una libertad interior frente a la Torah. Si


indagamos el fundamento espiritual de esa libertad interior que permitía radicalizar y
mitigar las normas, nos encontramos con las tradiciones sapienciales y escatológicas del
Judaísmo. De ambas tradiciones pudo la Torah ser relativizada y trascendida.

5. El mandamiento del amor

El doble mandamiento del amor como lo fundamental de la Ley ya existía en el


Judaísmo. Lo característico y original de Jesús fue extender y potenciar el mandamiento
del amor al prójimo, de modo que incluyera expresamente a todas las personas, en
especial a los extranjeros, a los enemigos y a los "pecadores".

6. La extensión del amor al prójimo al extranjero

En Lc 10,25-37 encontramos unidos el doble mandamiento del amor con la


"parábola del buen samaritano". La unión de ambos textos pertenece al evangelista. A
continuación comento la parábola.

10,29-32: “(29) Pero él (el escriba), queriendo justificarse, dijo a Jesús: ‘Y ¿quién es
mi prójimo?’
El texto aludido de Lev 19,33 22 considera "prójimo" a los miembros del Pueblo
de Israel. Lev 19,33 23 extiende el contenido del texto anterior a los extranjeros
22
“No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Yo, Yahvé (te lo digo)".
23
"Cuando un forastero resida entre ustedes, en la tierra de ustedes, no lo opriman. Al forastero que
reside entre ustedes, lo mirarán como a uno del pueblo de ustedes y lo amarás como a ti mismo; pues
también ustedes fueron forasteros en la tierra de Egipto. Yo, Yahvé, su Dios."

43
inmigrados al país; sin embargo, la traducción griega de los LXX traduce "ger"
(extranjero) por "prosélito" designando a los extranjeros convertidos al Judaísmo. En esa
misma línea va la literatura rabínica. Hubo maestros como Filón, que interpretaron el
concepto de prójimo en una línea universalista, pero no parecen haber tenido mayor eco.

(30) Jesús respondió: ‘Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de


salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto.
(31) Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. (32)
De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo.”

En la conducta del sacerdote y del levita, Jesús recoge hábilmente la visión que
tiene el interlocutor. De ellos no se puede esperar mucho; son símbolos de una religión
exterior y decadente.

10,33ª: “Pero un samaritano que iba de camino se acercó a él,...”

Es obvio que el próximo personaje debe ser un judío observante, de preferencia


fariseo, que correrá a ayudar al compatriota herido. Sin embargo, aparece un samaritano.
De él se puede esperar menos aún. Como se indicó en la parte de “Palestina en tiempos
de Jesús”, los samaritanos son enemigos declarados de los judíos.

10,33 b -35: “...y al verle tuvo compasión; (34) y, acercándose, vendó sus heridas,
echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a
una posada y cuidó de él. (35) Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al
posadero y dijo: ‘Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.’”

En contra de todo lo esperado, es el samaritano el que “siente compasión”. Ésta


se manifiesta en lo que hace: se acerca, venda sus heridas, les echa aceite (para calmar el
dolor) y vino (para desinfectarlas), lo monta en su caballo y le consigue hospedaje.

10,36: “(36) (Jesús dijo) ‘¿Quién de estos tres te parece que se hizo prójimo del que
cayó en manos de los salteadores?’ (37) Él (legista) dijo: ‘El que practicó la
misericordia con él.’ Le dijo Jesús: ‘Vete y haz tú lo mismo.’”

Jesús modifica la pregunta original: ya no es “¿quién es mi prójimo? (que


delimita el alcance del propio amor), sino ¿“quién se comportó como prójimo”?

Lo verdaderamente central de la parábola es la revelación de que Dios como


Padre asume el punto de vista del herido: para éste existen sólo dos tipos de personas:
las que no lo ayudaron y la que lo ayudó; muy poco le importan las divisiones entre
sacerdotes y escribas, judíos y samaritanos. El escriba mira las cosas desde sí mismo;
Dios, en cambio, lo hace desde el necesitado, para quién es fundamental que el que va
pasando “se haga prójimo suyo” y lo socorra 24.

Dado que el papel de prójimo lo asume aquí el samaritano, miembro de un pueblo


extranjero, queda aquí patente que el amor al prójimo abarca a los extranjeros o es
practicado por ellos.

7. La extensión del amor al prójimo a los enemigos

24
Por eso es tan empobrecedor ese modo de interpretar las parábolas que busca “sacar su enseñanza”,
“su moraleja”, entendiendo por ésta una indicación de “qué es lo que hay que hacer”.

44
"Han oído ustedes que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo les
digo: Amen a sus enemigos y rueguen por los que los persigan, para que sean hijos de
su Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e
injustos. Porque si aman a los que los aman, ¿qué recompensa van a tener? ¿No hacen
eso mismo también los publicanos? Y si no saludan más que a sus hermanos, ¿qué
hacen de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Ustedes, pues, sean
perfectos como es perfecto su Padre celestial." (Mt 5,43-48).

En este trozo, Jesús afirma lo siguiente:

- es necesario superar la reciprocidad de los recaudadores de impuestos y


pecadores;
- esa superación lleva a ser hijos de Dios, una dignidad reservada
tradicionalmente a reyes y sacerdotes;
- con esto se imita la conducta de Dios que ofrece sus bienes a todos los
humanos, que es bueno aún con los desagradecidos y los malos; con ello se llega a ser
"perfecto" como Dios 25.

El amor a los enemigos incluye la renuncia a la venganza (Lc 6,29 = Mt 5,43-48).


Estos dichos exigen una respuesta paradójica que va más allá de la mera paciencia ante la
injusticia, sin defenderse; lleva a dar al enemigo más de lo que ha reclamado.

8. La extensión del amor al prójimo a los pobres y pecadores

Esta extensión mira hacia el interior de la sociedad judía, a aquellos grupos a los
que la gente se siente normalmente superior y con los que evita en lo posible el trato
social. Hemos visto el trato de Jesús con los publicanos y prostitutas. Muchos de ellos
mostrarán un amor que supera al de los escribas y fariseos (Lc 7,37-39). La acogida de
los pecadores debe ser la respuesta humana al perdón divino (Lc 7,41-48; Mt 18,21-35)

9. ¿Es practicable la ética de Jesús?

Desde muy antiguo se ha planteado el problema de si el estilo de convivencia


propuesto por Jesús es viable o no 26. Algunos ejemplos:

- ¿Es posible la convivencia social si se evita toda forma de violencia? La


supresión de la policía traería sin duda una violencia mucho mayor; otro tanto se puede
decir del ejército.

- ¿Puede subsistir una sociedad que no castigue los delitos más graves de sus
miembros invocando el perdón?

- En la vida cotidiana, social y familiar, ¿es sensato no prever el mañana en lo


relativo al manejo económico?

Ciertamente, no. Sin embargo, es muy importante el tender al desarme


(gradualmente), al perdón y al desprendimiento.
25
Nótese que la "perfección" de Dios consiste en su amor gratuito.
26
Una mala solución, que duró muchos siglos, fue exigir a los laicos el cumplimiento de los diez
mandamientos y a los religiosos y sacerdotes el Sermón de la Montaña (Mt 5 - 7). Con esto se consagró
una "ética de dos pisos" y un cristianismo de primera y segunda clase.

45
Aquí es necesario retomar el tema del doble seguimiento de Jesús. Es necesario
un grupo marginal de "locos", que viva anticipadamente aquí y ahora el estilo de
relaciones del Reinado de Dios, que sea un signo claro de ese Reino.

Sin embargo, lo que ellos viven debe ser vivido por todos, aunque sea de un
modo limitado, de modo de ir conduciendo gradualmente al conjunto de la sociedad
hacia el tipo de cultura que Dios quiere.

Sin los locos, los embates de la realidad cotidiana terminarán sepultando la utopía
del Evangelio, que quedará como letra muerta. Sin los "adherentes sedentarios", lo que
vivan estos grupos radicales será finalmente irrelevante, constituirá una curiosidad, sin
auténtica importancia.

Con mucha lucidez Jesús instituyó estos dos tipos de seguimiento.

IV. LA IGLESIA, MANIFESTACIÓN DE UNA OPCIÓN POR CRISTO

1. Si eres de Cristo, compórtate como cristiano

Como ya hemos dicho en la primera parte de este curso, desde hace bastante tiempo nos
encontramos enfrentados a un quiebre con respecto a los referentes que tradicionalmente
nos habían señalado lo que se debía o no se debía hacer. Entre estos referentes hemos
descrito, entre otros, los textos sagrados y las diversas religiones e iglesias que los han
manifestado a lo largo de la historia. En el caso del cristianismo, han sido las iglesias
cristianas en general y la iglesia católica en particular, quienes han hecho explícito el
mensaje de Jesús y sus exigencias morales. Esta última se ha visto, al igual que muchos
otros referentes, sujeto a sospechas. Esto por varias razones:

a. El ateísmo como negación de la existencia de Dios. La trascendencia,


cualquiera sea su denominación, es una realidad inventada por el ser
humano para satisfacer sus carencias. Se constata que Dios no es quien
conduce la historia del hombre. Este último es su propio artífice. Dios no
está en el interior del ser humano. Hay una serie de mecanismos
biológicos que nos permiten explicar nuestros deseos de trascender. Dios
no está en el cielo y no ocupa un lugar por sobre la tierra como se nos
había explicado por siempre.

b. Autonomía humana. El ser humano se auto fundamenta a sí mismo. Por


tanto, no necesita de alguien que lo sostenga. En él están todas las
potencialidades para autorealizarse y de explicar su existencia.

c. Deformación del auténtico rostro de Dios. A lo largo de la historia del


cristianismo, no siempre los seguidores de su fundador han sido fieles al
Dios anunciado por Jesucristo. Han anunciado a un Dios adecuado a sus
propios intereses (juez, rey, todopoderoso, fatigador, etc.) Un Dios que se
ha contradicho con la dignidad humana y sus preguntas más honestas. Un

46
Dios que más que hombres y mujeres libres, pareciera que quería
esclavos.

d. Contradicción entre el Dios anunciado y practicado. Si la vida moral


se juega en las conductas prácticas más que en la teorización, un anuncio
de Jesucristo que se ve contradicho por actos y actitudes, han conducido
a la desconfianza en quienes promueven en el mundo valores cristianos.

Si bien la moral desde su fundamentación religiosa o trascendente ha sido puesta en


tela de juicio, no podemos dejar de lado, sin más sus grandes aportes a una
comprensión trascendente del ser humano, varón y mujer y que, de igual modo,
ofrecen criterios morales que amplían los horizontes cuando esta sólo es leída desde
sus horizontes materiales.

¿Cómo se ha dado la relación entre las opciones morales de Jesús y sus seguidores?
¿Cómo se van adaptando las exigencias éticas de Jesús a los nuevos tiempos? ¿Cómo
el mandamiento del amor, vivido dentro del contexto palestinense del siglo I, se hace
vivible en los siglos venideros y sus propias exigencias? ¿De qué manera la Iglesia
cristiana no asume la moral de cristo y hace una elaboración ética en relación a sus
propios intereses? ¿De qué manera la Iglesia hace suya las opciones éticas de su
fundador y ofrece una nueva mirada sobre los diversos avances tecnológicos,
médicos, informáticos, sociales y económicos de hoy? ¿De qué manera la Iglesia
asume los contextos, necesidades y desafíos actuales a la hora de entregar a los
cristianos y al mundo líneas morales?

En virtud del poco tiempo que tenemos para detenernos en las diversas etapas
históricas de la Iglesia y de la estimativa moral que ha vivido en cada una de ellas,
nos limitamos a ofrecer un breve cuadro cronológico que nos ubica en su evolución
moral. Este cuadro no sólo nos presenta una progresión de las ideas morales que la
Iglesia católica ha construido, sino que también de las opciones y criterios que ha
tenido para responder a etapas determinadas de la historia.

2. TABLA CRONOLÓGICA DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA


Y DE SU EVOLUCIÓN MORAL

Acontecimientos históricos Reflexión moral

EDAD ANTIGUA (siglos I al V)


Siglo I:
- Una moral en consecuencia con el llamado de
33 Pentecostés. Jesucristo en sus palabras y obras y
36 Martirio de san Esteban. corroboradas por la experiencia de la
37 Conversión de san Pablo. resurrección.
43 Martirio de Santiago el Mayor.
44-58 Viajes de san Pablo. - Una moral marcada por la radicalidad. Dar la
1-67 San Pablo en Roma. vida por Cristo.

47
4-67 Persecución de Nerón.
7 Martirio de san Pedro y san Pablo. - Una moral marcada por la experiencia del
70 Destrucción de Jerusalén por Tito. martirio y del sacrificio por Cristo y los
95-96 Persecución de Domiciano. cristianos.

Siglo Il: - Una moral de la fidelidad a Dios. Una iglesia


comporta de acuerdo a una iglesia perseguida.
104 Muerte de san Juan.
107 Persecución de Trajano.
165 Persecución de Marco Aurelio.

Siglo III:

202 Edicto de Septimio Severo.


249-251 Persecución de Decio.
- La iglesia de Cristo es religión oficial de
Siglo IV: imperio romano.

303-305 Persecución de Diocleciano. - Una moral centrada en los sacramentos, sobre


313 Edicto de Milán de Constantino: libertad para la todo, del bautismo.
Iglesia.
325 Concilio de Nicea contra Arrio.

Siglo V: - Una moral que se adecua a las exigencias del


imperio y tiende a un relajo moral.
431 Concilio de Efeso contra Nestorio.
451 Concilio de Calcedonia contra Eutiques. - Una moral que entra en relación con la
452 Atila llega a las puertas de Roma. filosofía griega y romana.

- Una moral más centrada en la academia que en


la práctica.

EDAD MEDIA (siglos V al XV)

Siglo V- VI:

476 Caída del Imperio Romano de Occidente.


496 Conversión de Clodoveo, rey de los francos. - Una moral marcada por la rigidez y la
exigencia de la jurisprudencia romana.

Siglo VII: - Una moral absorbida por el dualismo


platónico.
610 Mahoma funda la religión del Islam. Gran
expansión del Islam.
638 Los árabes conquistan Jerusalén. - Exacerbación del alma en relación al cuerpo.
Este último debe ser reprimido en virtud de la
Siglo VIII: purificación del alma.

756 Nacen los «Estados Pontificios». - Una moral académica, desvinculada de la


parénesis.
Siglo IX: - Mientras que la ética normativa atiende a la

48
fundamentación del juicio moral en orden a
800 Carlomagno es coronado emperador. definir la actitud y el comportamiento humano,
la parénesis no busca objetivos cognoscitivos
Siglo X: o intelectuales, sino que se dirige a la voluntad,
al corazón, para exhortar y amonestar al
909 Fundación del monasterio de Cluny. individuo.
962 Otón I es coronado emperador del Sacro Imperio
Romano Germánico.
987 Conversión de Rusia al cristianismo.

Siglo XI: - Una moral casuística: surgimiento de los libros


penitenciales, Summae confessariorum.
1054 Miguel Cerulario se enfrenta al papa y se -
produce el Cisma de Oriente.
1073-1085 Pontificado de Gregorio VII. Reforma de
la Iglesia.
1078 Jerusalén cae bajo el poder de los turcos.
1096 El papa Urbano II predica la primera Cruzada.
1098 San Roberto funda el Císter.
- Una moral que contesta a la teorización moral
Siglo XII: de la época, proponiendo un estilo de vida
cristiano centrado en la vida monacal.
1115 San Bernardo funda el monasterio de Claraval Celibato, virginidad, obediencia y pobreza son
(Císter). las virtudes más valoradas.
1119 Fundación de la orden de los Caballeros -
Templarios.

Siglo XIII:

1209 San Francisco de Asís funda los franciscanos.


1215 San Domingo de Guzmán funda la orden de los
Predicadores (dominicos).
1232 Creación de la Inquisición pontificia o romana.

Siglo XIV-XV:
- Una moral centrada en las órdenes
1309-1377 Los papas se instalan en Avignon. mendicantes. Cristianos que se sienten
1378-1414 Cisma de Occidente. llamados a fundar una comunidad que viva en
la pobreza y a merced de la limosna y
solidaridad de los hermanos
- Una moral que protesta contra el relajo y la
riqueza de la iglesia cristiana.
EDAD MODERNA (siglos XV al XVIII)

Siglo XV:

1450 Invención de la imprenta.


1492 Descubrimiento de América.

49
Siglo XVI:

1517 Lutero rompe con Roma.


1535 Enrique VIII de Inglaterra rompe con la Iglesia - Una moral que responde a las protestas de
católica. Lutero y que pone en juego la mediación de la
1537 Fundación de la Compañía de Jesús por san iglesia, de los santos y de María como modelos
Ignacio de Loyola. de la iglesia
1537-1564 Concilio de Trento. - Una moral que se vuelve exigente y busca
1562 Reforma del Carmelo por santa Teresa de Jesús. revalidar la autoridad eclesiástica cuestionada
1562-1598 Guerras de religión en Francia. por Lutero.
- El concilio de Trento. Se ahonda en teología
Siglo XVII: moral. Aumenta la dimensión judicativa.
- Una moral que camina hacia el ámbito
1633 Proceso y condena de Galileo. meramente pastoral.
1643-1715 Reinado de Luis XIV en Francia. - Una moral individualista.
1648 Tratados de Westfalia.

Siglo XVIII:
1717 Fundación de la masonería en Londres. - Una moral que se enfrenta a las exigencias de
1751-1772 Publicación de la Enciclopedia en París. la modernidad. Se cuestiona la legitimidad de
1769 Invención de la máquina de vapor y comienzo la iglesia como garante moral universal.
de la “revolución industrial”.
1776 Independencia de EE.UU. - Una moral entrecruzada por las diversas
1789 Revolución Francesa. filosofías modernas que estaban surgiendo.
1793 Abolición de la religión católica en Francia.
- Una moral marcada por la búsqueda de nuevos
valores sociales y políticos y avalados por
diversas filosofías y marginadas del
catolicismo.
EDAD CONTEMPORÁNEA (siglos XIX y XX)
- Una moral que se sitúa en los conflictos más
Siglo XIX: graves de la época. La revolución industrial y
el abuso de los más ricos sobre los pobres.
1848 “Manifiesto comunista” de Karl Marx. - Una moral que debe enfrentar el ateismo
1854 Proclamación del dogma de la Inmaculada emergente. Ya no es Dios quien está detrás de
Concepción. la historia y de las opciones humanas. Es el
1858 Apariciones de la Virgen en Lourdes. hombre, quien a partir de sus actos morales,
1864 Pío IX publica el SyIlabus contra los errores busca revertir la historia.
racionalistas. - “La religión es el opio del pueblo”
1870 Concilio Vaticano I. Extinción de los Estados - Una moral que se sitúa a partir de los
Pontificios. problemas más candentes del ámbito laboral.
1891 Encíclica Rerum Novarum sobre la cuestión - Surge la doctrina social de la iglesia.
social.
- Una moral que busca volver a los evangelios y
Siglo XX: a la experiencia de las primeras comunidades
cristianas.
1903-1914 Pontificado de san Pío X.
1907 Encíclica “Pascendi” condenando el - Una moral centrada más en la ley de Cristo
“modernismo teológico”. que en las exigencias normativas en sí mismas.
1914-1918 Primera guerra mundial.
1917 Apariciones de la Virgen en Fátima. - El Vaticano II, impulsa diversos cambios, entre

50
1936-1939 Guerra civil en España. ellos la necesidad de reformular la moral de
1939-1945 Segunda guerra mundial. acuerdo a las necesidades de los tiempos.
1939-1958 Pontificado de Pío XIl.
1950 Proclamación del dogma de la Asunción de la - Una moral renovada. Vuelta al evangelio. La
Virgen. escritura el alma de la moral.
1958-1963 Pontificado de Juan XXIII.
1962-1965 Concilio Vaticano Il. - Una ética de santidad. Al servicio de la
1963 1978 Pontificado de Pablo VI. comunidad eclesial.

La moral en la teología de la liberación - Una moral comprometida con la vida del


mundo e inserta en la historia.
1978 Pontificado de Juan Pablo I.
- Surge la bioética cristiana y la reflexión en
1978 Pontificado de Juan Pablo II. tono a diversos problemas médicos y
científicos.

- Defensa de la vida humana naciente y terminal.

- Frentes a los diversos abusos al ser humano, la


2005 Pontificado de Benedicto XVI Iglesia confirma de modo explícito la dignidad
del ser humano como base de toda ética, sobre
todo cristiana.

3. UNA MORAL CRISTIANA ESTA LLAMADA A SER:

a. Una moral cristo céntrica Ni Jesús ni sus discípulos elaboraron un sistema moral.
Jesús es el camino, la verdad y la vida. Es el único maestro (Jo. 13. 13; Jo. 1, 7;
Hebr. 1, 1-2) Al aceptar a Jesús, aceptamos lo que El nos dijo: Quien dice pertenecer
a Cristo, debe andar como El anduvo ( 1ª Jo. 2, 6). Jesús es el Señor, el único guía
(Mt. 23, 1O). La exégesis bíblica nos ayuda a penetrar el pensamiento de Jesús,
estudiando y calibrando cuáles eran sus deseos, sus actitudes y sus gestos.

b. Una moral religiosa El creyente intenta cumplir la voluntad del Padre que
está en los cielos (Mt. 6, 20). Ello no quiere decir que no pueda tener otras
perspectivas humanas. Dios debe estar en el centro de su corazón hasta el extremo
que dice Jesús: Quien hace la voluntad de Dios, es mi hermano, mi hermana y mi
madre (Mc 3, 35). Tiene que tener una actitud permanente de discernimiento (Rom.
12, 2).

c. Una moral de conversión. Cristo está en Pablo (Cor.1, 13 ; Rom. 8, 10).


(Cor. 5, 17; 1) y Pablo está en Cristo. La novedad de la ética cristiana no está en
una simple conformación con la norma, sino en dejar que Jesús despliegue su plena
soberanía en nuestras vidas (Col. 3, 4; Cor. 4, 10). Por influjo de la Ilustración la

51
moral cristiana giró en torno a la auto perfección o a la salvación individual,
quedándose en los medios como si fueran fines.

d. Una moral del seguimiento. Es una moral de llamada y respuesta, libre y


responsable.

e. Una moral comunitaria. En Cor, 3, 5, el otro no es para mí solo un


hombre, sino un templo de Dios 1 Ped. 2, 5; Fil. 4, 18; Sant. 1, 27), un
conciudadano de los santos y un familiar de Dios (Ef. 2, 19-22) y por último, un hijo
de Dios.

f. Una ética de la gracia. La moral no es sólo una obediencia a los


preceptos, sino el despliegue de una nueva vida. El cristiano se trasforma en una
nueva criatura (2 Cor. 5, 17; Ef. 2, 10, un hombre nuevo creado según Dios (Ef. 4,
24) y un ser renovado de diariamente (2 Cor. 4, 16: Col. 3, 10). Por el bautismo el
hombre entra en relación vital con las tres divinas personas (Mt. 18, 19: 2Cor. 13,
13). Dios no sólo asiste al hombre por la ley ordinaria de la Providencia, dándole una
asistencia privilegiada, sino que le concede una gracia educadora, al estar en nosotros
y nosotros en El (Tit. 2. 11; 1ª Cor. 14, 25; Tes. 2, 13).

g. Una moral filial. Los creyentes, al poseer por la gracia de Dios, reciben
una participación de su misma vida (2Petr. 1, 04). Ello nos exige que seamos
realmente sus hijos (Mt. 5, 45): Sed perfectos como vuestro Padre celestial es
perfecto (Mt. 5, 48; Ef. 5, 1).

h. Una moral fundada en la caridad. Dios es amor. El amor es la categoría


fundamental cristiana. La esencia del cristianismo es la caridad.

i. Una moral de la cruz y de la alegría. No hay cristianismo sin cruz. La cruz


es el signo de nuestra redención. El cristiano tiene que poner lo que falta a la cruz de
Cristo. Aunque parezca una paradoja por lo dicho anteriormente, la alegría es una
nota del reino de Dios, el don inadmisible de los discípulos de Jesús (Rom. 14, 17;
Gal. 5, 32; Fil. 1, 23; Rom. 12, 8)

3. LA PERSONA, EJE DE LA MORAL CRISTIANA

Ya hemos dicho que frente a la diversidad de indicadores actuales sobre lo que es bueno
o malo, la ética moderna propone un criterio operativo práctico: “éticamente bueno será
todo aquello que se sitúa en la línea de la verdadera humanidad (humanización -

52
hominización), mientras que será éticamente malo aquello que se orienta a liquidarla
(deshumanización)”. P. Sporken.

Si la persona es el centro en una ética filosófica, que no necesariamente tiene a Dios


como su fundamento. Desde la ética cristiana, toda criatura humana y, específicamente,
la persona, es el centro de toda acción divina. Por tanto: Dios es el fundamento de la
persona humana y de toda ética

La teología, que tiene por finalidad hacer comprensible la fe de la Iglesia en cada época y
circunstancia, busca iluminar con la palabra revelada por Dios el comportamiento de
todos los hombres y por ende hoy la de los profesionales.

Sin embargo, esto sólo es posible si los hombres se dejan interpelar por la presencia de
Dios. Esto significa, formalmente, en el caso de los profesionales cristianos de la salud,
que se dejen iluminar y guiar por la Palabra de Dios, tal y como la entiende la Iglesia.
Pero ¿qué es dejarse iluminar y guiar?

Esto significa que la Iglesia tiene una determinada idea de ser humano basada en la
experiencia de fe en la persona de Jesucristo. Idea que el profesional cristiano comparte
por estar viviendo esa misma experiencia de fe. No es, por tanto, una idea que nace de
principios inviolables que algunos razonaron y transmitieron a través de la tradición y
que hoy al igual que ayer obligan a determinadas conductas fijas.

Es una idea de hombre y de mujer que lleva al profesional cristiano a reconocer en sus
semejantes o próximos (las personas) a Jesucristo y desde ellos adoptar una actitud
coherente con su fe y la vivencia personal que hace de esta. A partir de los valores
anunciados por Jesús redescubrimos la dignidad de la persona como centro de toda ética.

a. La persona humana, creada por Dios a su imagen y semejanza, recibe su


vida y su dignidad como un don del Dios de la Vida, que no sólo debe
proteger y conservar con gratuidad, sino que además debe desarrollar
responsablemente como colaborador de Dios en el plano de la creación.

b. La vida humana no se reduce a la vida terrena, sino que encuentra su


consumación y plena realización en la vida eterna de comunión con el
Dios de la vida por su participación en el seguimiento de Jesús hasta la
reproducción del misterio pascual.

c. La vida terrena del hombre es un bien inmenso, que no puede ser vivida
bajo la servidumbre del temor de la muerte, sino que adquiere
consistencia y definitividad cuando en el seguimiento de Jesús se entrega
en el servicio de caridad a los hombres.

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