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Manasés: La Pérdida de una Gran Oportunidad.

María Eugenia Pino


promesa7@gmail.com http://sermones-biblicos.blogspot.com

2Cr 33:1-19 (2R 21:1-18)

Introducción.
1.- Manasés fue hijo del gran rey Ezequías de quien Dios dijo:
«De esta manera hizo Ezequías en todo Judá; y ejecutó lo bueno, recto y
verdadero delante de Jehová su Dios. En todo cuanto emprendió en el servicio de
la casa de Dios, de acuerdo con la ley y los mandamientos, buscó a su Dios, lo hizo
de todo corazón, y fue prosperado.» 2Cr 31:20
«Y durmió Ezequías con sus padres, y lo sepultaron en el lugar más prominente de
los sepulcros de los hijos de David, honrándole en su muerte todo Judá y toda Jerusalén;
y reinó en su lugar Manasés su hijo.»

2.- Comenzó a reinar a los 12 años y lo hizo por 55 años.


3.- Fue el 14º rey de Judá. De los 20 que hubo en el reino del sur, Manasés fue le
peor.
4.- Su nombre significa “Que hace olvidar”.

La vida de Manasés nos mostrará las terribles e inevitables consecuencias del


pecado en la vida de un hijo de Dios. Para ello, analizaremos las distintas etapas del
proceso espiritual del rey.

I El pecado de Manasés. vv 2-9

Manases no sólo hizo lo malo ante los ojos de Jehová como muchos otros
reyes, sino que, según v6 «se excedió» en sus pecados hasta encender la ira de Dios.

Manasés pecó en el plano espiritual: directamente contra Dios.


 Deshizo las reformas de su padre Ezequías.
 Estableciendo el politeísmo (v3)
 Patrocinó el espiritismo y el culto a los astros del cielo. Realizó hechicerías
utilizando el poder recibido de los espíritus malignos. 2R 21:6 dice que
«instituyó encantadores y adivinos».

Sin duda este tipo de prácticas no se hacían solamente por tergiversación, sino que
se les consideraba un medio religioso para alcanzar un objetivo político, en este
caso proteger la posición de Manasés. No aprendió de la historia que esa era la
manera de perder la tierra (2, 8) y hasta actuó peor que los cananeos en su necedad
autodestructiva (9).

Manasés pecó cometiendo crímenes contra inocentes.


Derramó sangre inocente. 2R 21:16 «Fuera de esto, derramó Manasés mucha sangre
inocente en gran manera, hasta llenar a Jerusalén de extremo a extremo.»

a) Mató a los profetas y todos aquellos que protestaron contra la idolatría. La


tradición dice que hizo aserrar en dos a Isaías. Josefo (el reconocido historiador
judío) afirma que el rey organizaba ejecuciones a diario.

b) Sacrificó a su propio hijo (algunas revisiones hablan en plural: «hijos»),


pasándolo por fuego tal como lo hizo su abuelo Acaz (2R 16:3). Hecho vergonzoso
que fue imitado por el pueblo. Una de las reformas realizadas por Josías, nieto de
Manasés fue que «profanó a Tofet, que está en el valle del hijo de Hinom, para que
ninguno pasase su hijo o su hija por fuego a Moloc.» (2R 23:10)

Manasés pecó al hacer pecar a la nación. v9


Los extravió y llevó a cometer atrocidades peores que las de los pueblos
paganos que habían sido destruidos por Dios a causa de sus pecados. 2R 21:9 dice
que Manasés «los indujo a que hiciesen más mal»; el v11 dice que Manasés «ha
hecho pecar a Judá con sus ídolos», v16 agrega que «además de su pecado con que
hizo pecar a Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehová»

El reinado de Manasés se caracterizó por un retroceso religioso, fue


sanguinario y reaccionario. Este rey, cuyo nombre significa “que hace olvidar”,
hizo que el pueblo olvidara al Dios de sus padres, hizo que el pueblo olvidara que
hay derrota segura para quien osa desafiar al Todopoderoso.

Manasés tenía todas las posibilidades para ofrendar un gobierno agradable a Dios:
* El ejemplo de vida de su padre quien realizó una obra fenomenal;
* La experiencia en un mandato bueno ante Dios, pues Manasés reinó junto a
su padre por lo menos 10 años (según han calculado los historiadores), así es que
sabía cómo ser un buen rey;
* Recibió una nación saneada espiritualmente;
* Heredó un plan espiritual para su nación que sólo tenía que imitar.

Pero optó por seguir los pasos de su abuelo el rey Acaz, a quien superó en
iniquidades.
De la misma manera, los cristianos muchas veces optamos por el pecado, aun
teniendo todo a nuestra disposición para llevar una vida santa. Nos escudamos en
que la tentación es insoportable, pero contrario a esto las Escrituras dicen
claramente que:

«No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que
no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.» 1Co 10:13

Al igual que con Manasés, es Dios mismo quien está a nuestro favor en las luchas
contra el pecado. Cuando éste nos vence es sencillamente porque no hemos usado
las armas y herramientas espirituales que el Señor ha puesto a nuestra disposición
para vencer. Estas son, por nombrar algunas:

 Dios: Padre, Hijo y E.Santo procuran segundo a segundo el


perfeccionamiento de nuestra santidad.
 La oración, las Escrituras, la congregación, el ayuno, y todos los medios de
consagración.
 El Cuerpo de Cristo, en especial los ministros en general están para la mutua
edificación.

Es nuestro derecho y deber acudir a nuestro Señor y a los medios de santidad


provistos por Él. No seamos como este rey insensato que teniendo más
oportunidades que los otros reyes para ser lo que Dios quería, optó por
desperdiciarlo todo, cual hijo pródigo.

II La advertencia de Dios a Manasés. v 10

Dios envió a Sus profetas para advertir al rey, pero este no quiso escuchar.
Dios anunció a la nación que el juicio y el cautiverio se avecinaban a causa de sus
pecados. Judá fue testigo del juicio de Dios sobre Samaria, pero esto no llevó al
pueblo al arrepentimiento. Dios prometió tratar a la casa de David como trató a la
casa de Acab (v. 13).
Es admirable la gracia de Dios en hablar a su pueblo, especialmente al rey.
Dios mostró Su justicia a Manasés al advertirle por sus pecados.

Las estrategias de la policía son para disminuir la delincuencia y no para


aumentar el número de delincuentes arrestados.
El interés de Dios no es el castigo, sino nuestra santidad; por ello, nuestras
rebeliones siempre serán seguidas de una advertencia de Dios, y el castigo nunca
vendrá sin un aviso previo, porque Dios nos castiga para corregir nuestros caminos.
Si el arrepentimiento viene, no hay necesidad de ser disciplinados.
Dios puede usar cualquier medio para que la advertencia llegue a nosotros:
profecías, las Escrituras, sueños, una simple conversación, cualquier ocasión
doméstica, un pensamiento, en fin, todo. Tenga la absoluta certeza de que como la
motivación divina es el amor hacia usted, el lenguaje que Dios use será el justo que
usted necesita. Dios no hace trampas, Sus señales de peligro son muy visibles
( Señales de Tránsito) Él grita el peligro, no lo susurra.

Gá 6:7 dice que “Dios no puede ser burlado.” Dios sabe que usted sí está
escuchando esta advertencia, no se haga el sordo con Él. Si usted no aprovecha esta
oportunidad para cambiar su rumbo, Su Padre Celestial le castigará, porque con
Dios no se juega.

III El castigo de Dios a Manasés. v 11

(1R 21:14) Judá era el punto central de la historia redentora, formando lo


que había quedado del pueblo elegido de Dios. Al igual que el reino del norte, un
gran número de ellos, echaron a un lado la salvación que Dios había preparado
para ellos, pues adoraron a dioses falsos.
El piadoso Ezequías reinó veintinueve años, en tanto que el perverso Manasés
reinó cincuenta y cinco. Es lógico pensar que los muchos años reinando son señal de
la aprobación de Dios, este no era el caso: Dios le estaba dando al pueblo
exactamente lo que querían y merecían.
Dios castigó a M, entregándolo en manos de los asirios. Se han sugerido
varias ocasiones cuando M, forzado por la mayoría de su reino a reconocer a Asiria
como señor, pudo haberse portado mal y haber sido castigado. Los asirios lo
llevaron a Babilonia encadenado. Probablemente le pusieron argollas en los labios
y ataron cordones a ellos para conducirlo. Este rey quien orgullosamente
abandonó la senda justa dejada por su padre y que decidió desechar a Dios mismo,
lo vemos humillado al máximo, siendo arrastrado por esos mismos enemigos de
Dios a quienes M se había unido en sus pecados.

Así trabaja el enemigo a través del pecado: seduce, envuelve, se hace nuestro
amigo, y cuando consigue que desobedezcamos a Dios, nos arrastra por el lodo de
la vergüenza, humillándonos públicamente, de ser posible. «Porque la paga del
pecado es muerte» (Ro 6:23), el pecado mata: mata nuestra comunión con Dios,
mata nuestro espíritu, mata nuestro presente y futuro. Solamente a los que
perseveran en la fe genuina se les da seguridad de seguir siendo parte del pueblo
elegido por Dios.
Así como el Señor mostró Su perfecta justicia al advertir a M y al pueblo
sobre el castigo que se acercaba si no volvían sus rostros a Él, igualmente mostró Su
justicia al castigarlos por desoír la voz divina. La historia se repite millones de
veces de generación en generación, la humanidad no aprende, ni siquiera al
conocer las desgracias que se han acarreado multitudes, pueblos enteros por
perseverar en el pecado.

Ya es hora de empezar a reconocer que ciertas dificultades son consecuencia


de nuestras rebeliones. No culpe a los demás. Usted ha pecado o usted está en
pecado (no lo clasifique: el pecado es pecado y a eso no hay vuelta que darle). Dios
procurará por todos los medios que usted deje esa vida alejado de Él, si ello
significa una dura disciplina, entonces así se hará, la cual terminará sólo cuando
usted se arrepienta de sus pecados y decida volverse a Dios.

IV El arrepentimiento de Manasés. vv 12-13

Es inherente a la naturaleza humana el tomar el pecado a la ligera: dar excu-


sas, culpar a los demás, o minimizar el daño hecho. La verdadera comprensión de
nuestro pecado nos debe llevar a un arrepentimiento sincero, y ayudarnos a
producir “arrepentimiento para salvación” 2Co 7:10. Dios no toma el pecado a la
ligera.
M se apartó del Dios de su padre, Ezequías, y llegó a ser más malo que
cualquier otro rey de Judá. El pecado de Manasés fue tan grande, según el libro de
Reyes, que a 50 años después de su muerte hizo que la destrucción de Judá y
Jerusalén fuese inevitable (2 R 23:26, 27; 24:3, 4). Sin embargo, en un momento de
crisis y en gran aflicción (vv 11-12), este rey se arrepintió genuinamente y clamó a
Dios y fue perdonado (vv 12-13).

El perdón concedido a M después de su profundo arrepentimiento y humil-


dad ilustra de manera conmovedora la verdad de que aún los pecados más
detestables pueden encontrar gracia cada vez que sinceramente se humillen y
clamen a Dios. El carácter de Dios nos permite afirmar categóricamente que no
hay pecado que sea más grande que la misericordia divina.

El arrepentimiento por pecados específicos es esencial para el verdadero


avivamiento. Cada vez que ocurre el genuino arrepentimiento, se tomarán las
medidas necesarias para provocar el cambio en nuestro medio. Cualquier mención
de la necesidad de avivamiento y arrepentimiento en las iglesias sin especificarse lo
que se debe cambiar indica que falta la dedicación a una verdadera transformación
en el corazón y el estilo de vida del pueblo. Es imprescindible desenmascarar al
enemigo en nuestras vidas.
No tenga miedo de acercarse a Dios, Él es el más interesado en que usted
vuelva a la senda. He 4:15-16 dice «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según
nuestra semejanza, pero sin pecado. 16Acerquémonos, pues, confiadamente al trono
de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.»
No le crea a Satanás, él es mentiroso y padre de mentira (Jn 8:43-44), y le
dice a usted que no merece el perdón de Dios, pero gracias la obra expiatoria de
Jesús (y sólo por Sus méritos) tenemos derecho y merecemos el perdón de Dios.
Arrepiéntase de sus pecados con todo su corazón y sepa que hay unos brazos
amorosos que con un amor sin igual esperan para abrazarlo.

V La restauración de Manasés. vv 14-16

M se arrepintió honesta y profundamente y, como consecuencia directa, Dios


lo perdonó, lo libró y lo restauró a su trono. Una vez ahí inmediatamente empezó a
reparar el daño que había hecho.

1.- Fortificó de nuevo a Jerusalén contra el enemigo;


2.- quitó los ídolos y los altares extraños, tratando de deshacer la idolatría y
restaurar el culto a Jehová; y
3.- procuró guiar a la nación a volver al Señor.

Las reformas que acompañaron su arrepentimiento son señales típicas de


bendición (14–16). Por supuesto, era imposible deshacer todo el daño que había
hecho, pero debe elogiársele por lo que logró antes de su muerte. El historiador
judío Josefo dice que M «vivió una vida bendita y digna de envidia hasta su muerte
a los 67 años, habiendo reinado 55 años».
El registro de la oración de M mencionado en los vv 13, 18, 19; se ha
perdido; los libros apócrifos mencionan una Oración de Manasés, pero es una
composición más nueva.

Dios en su gracia perdonó al malvado rey y le permitió regresar a su trono,


porque nuestro Justo Señor obra a favor de los que con sinceridad se humillan y
oran. Esto no significa que recuperaremos todo lo perdido, pero sí que seremos
vueltos a nuestros lugares en el Cuerpo de Cristo, tal vez no en autoridad, pero con
todo el perdón y dignidad que merece un hijo de Dios. Esta obra misericordiosa de
perdón y restauración revela la gracia insondable de Dios, la que está a disposición
de todo aquel que se arrepiente.
Todo cristiano cuyas obras y conciencia han sido lavadas con la sangre de
Jesús, debe proceder inmediatamente a restaurar a quienes haya dañado, tal como
lo hizo M. Deben haber cambios en su vida, se abandonarán las costumbres
mundanas y se restaurarán las normas santas de conducta. Debe empezar todo de
nuevo, pues se le ha dado una nueva oportunidad.

Es el tiempo de pedir perdón, es el tiempo de humillarse ante aquellos que


han resultado dañados. Usted que ha pecado contra Dios no tiene otra opción que
la humildad, ésta es consecuencia del perdón que usted ha recibido. Restaure su
propia vida y la de los demás.

VI Las consecuencia del pecado de Manasés. vv 17, 21-24

Desafortunadamente, pese al verdadero arrepentimiento de M y a su trabajo de


restauración, el largo y malvado gobierno de M había llevado a muchos al pecado y a la
ruina (2R 21:9-15) Su renovación no detuvo las continuas consecuencias de su anterior
influencia para el mal (cf 2R 24:3-4).

1.- En la vida espiritual de la nación.


1.1 En la adoración a Dios. A pesar de que el pueblo volvió a adorar sólo a Dios,
lo hacía en forma incorrecta (2Cr 33:17). Dios le había dicho que hicieran
sacrificios sólo en ciertos lugares (Dt 12:13-14). Esto evitaba que pudieran cambiar
su forma de adoración y lo protegía contra influencias peligrosas de prácticas
religiosas paganas. Lamentablemente, el pueblo continuó usando estos lugares de
adoración sin darse cuenta de que a. estaba adoptando prácticas a las que Dios
se oponía, y
b. estos lugares iban en contra de la ley de Dios.

1.2 En el ministerio profético. M trató de deshacer la idolatría y restaurar el


culto a Jehová. Pero ya era tarde. Había destruido el orden profético y a las
personas piadosas. Una generación había crecido sin ninguna enseñanza en la
religión de Jehová.

2.- En su descendencia.
2.1 En su hijo y sucesor. A su hijo Amón no le impactó la tardía conversión de
su padre; imitó los pecados de éste, no sus actos justos. En el breve reinado de 2
años, Amón hizo volver a Judá a la idolatría de M. La educación impartida a A en
su adolescencia, indudablemente tuvo más influencia en la formación de su
carácter, que el tardío período de reforma. Los siervos de palacio lo asesinaron en
una conspiración, fue sepultado cerca de su padre.

2.2En el gobierno de su nieto Josías. A este buen rey le tocó la tarea de


corre- gir todo el daño de ambos reinos. A pesar del liderazgo moral de
Josías y de su avivamiento espiritual y de sus reformas, Judá había
declinado tanto como nación que ya no era posible el cambio nacional
profundo y duradero. El juicio contra Judá sólo fue pospuesto (Jer 11;
13:27), porque tanto el pueblo como los sacerdotes eran de mal corazón.

La apostasía había llegado al colmo. Los sacerdotes y profetas decían


mentiras (Jer 5:31; 6:13). El amor a las ganancias fraudulentas, el engaño (Jer
6:13), la inmoralidad y la prostitución (Jer 5:8-9), la injusticia y la violencia (Jer
6:7), la falsedad (Jer 8:9-10) y la infidelidad (Jer 9:2-3) caracterizaban la manera
de vivir del pueblo.

Después de la muerte de Josías se produjo rápidamente la degeneración


moral y espiritual, y Dios se vio obligado a destruir el reino sólo 22 años después.
La caída de Judá fue el juicio de Dios sobre un pueblo obstinado e impenitente que
imitó los terribles pecados de M.

Una madre lloraba amargamente a causa de su hijito de apenas 2 ó 3 añitos, estaba


muriendo. El dolor de ella era doble, pues el niño moría de sida, enfermedad que su
propia madre le había contagiado. Ella no había tomado precauciones, llevaba una vida
sexual irresponsable, pecaminosa. Su hijo estaba viviendo las terribles consecuencias de
sus pecados.

El severo juicio de Dios sobre su pueblo del AT sirve de advertencia a los


creyentes de hoy. Si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco perdonará a
los que han sido injertados si se conforman al mundo y a un estilo de vida de
pecado (Ro 11:18-25)
Todos nuestros actos, buenos y malos, tienen consecuencias. A mayor tiempo
le dediquemos al pecado, mayores consecuencias deberemos enfrentar. Y lo más
terrible, es que de seguro éstas afectarán a nuestros amados, e incluso posiblemente
afecten a las generaciones siguientes.

El pecado es el peor negocio de todos los tiempos, nadie gana practicándolo.


¿por qué seguir desperdiciando su vida viviendo una vida de derrota espiritual,
sólo por probar lo prohibido?
¿Qué desea para sus hijos? Es hora que dé un giro a su vida, busque la
santidad.
Conclusión.-
Hemos estudiado la vida de Manasés: su pecado, la advertencia divina, su
castigo, su arrepentimiento, su restauración y, finalmente, las horribles
consecuencias de sus pecados. Es triste, pero Dios le dio a Manasés el reinado más
largo de cualquier rey hebreo, sin embargo, no logró casi nada. Es más, incluso su
arrepentimiento no detuvo la mano del juicio de Dios; fue el pecado de Manasés lo
que impulsó a Dios a enviar a la nación al cautiverio (23.26–27).

El rey Manasés tuvo todas las oportunidades de vivir en piedad y servir a


Dios y a su pueblo con fidelidad. Su padre fue tal vez el rey más grande de Judá
(excepto por David); el profeta Isaías ministraba en su día; sin embargo Manasés
no buscó al Señor, sino hacia el final de su vida. Admiramos lo que hizo después de
su conversión, pero no podemos dejar de sentir que hizo más daño en sus primeros
años que lo que reparó en sus últimos años. Nótese que no lo sepultaron con los
demás reyes, sino más bien en su jardín privado.

La conclusión final es que, aunque el perdón y la restauración son


experiencias maravillosas, ni lo uno ni la otra nos librarán de la desdicha de ver el
fruto de nuestros actos en nuestras vidas y en nuestro medio.

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