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LA ADMISION GRUPAL.

DETERMINANTES DE SU SURGIMIENTO

Y TECNICA DE REALIZACION.

Mario Campuzano Montoya

Octubre, 1982.

Trabajo de recepción para obtener el grado de analista de grupo, presentado en la


Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo, A.C.
(I) ¿POR QUÉ LA ADMISIÓN GRUPAL?

A) Antecedentes

Responder en este primer y fundamental interrogante nos lleva a revisar


experiencias de este tipo llevadas a cabo en nuestro país y fuera de él, así como a
establecer las motivaciones que les dieron origen. Para esto utilizaremos algunos de
los reportes más ilustrativos elegidos entre los escasos artículos sobre el tema en
México, EE. UU. de Norteamérica y Finlandia.

En lo que respecta a México hay tres reportes significativos: dos de Horacio


Scornik en relación a las experiencias realizadas (y desaparecidas con los cambios de
dirección técnica) en los Centros de Integración Juvenil (1976-1977) y, referente a
AMPAG, la sección sobre admisión grupal existente en el Manual de Procedimientos
de la Clínica de 1978.
La experiencia argentina la hemos conocido en comunicación verbal de Horacio
Scornik y como documentos en el apéndice de las memorias de Marie Langer, sobre
los programas de seminarios de formación interna, 1974, de la Universidad Nacional
de Buenos Aires, así como los breves datos proporcionados en el trabajo de Gilou
Royer de García Reynoso y Horacio Scornik sobre “la dimensión institucional en una
tarea clínica: los grupos de admisión” (1977).

Los artículos norteamericanos y finlandés han aparecido en las revistas


científicas especializadas, (1979)-1975).

B) La dimensión Institucional

A partir de este conjunto de experiencias, podríamos afirmar que la admisión en


grupo surge como una propuesta técnica creativa que busca resolver determinados
problemas institucionales relacionados con la asistencia psicoterapéutica en donde se
busca brindar mayor continente terapéutico, dar una respuesta pragmática a la
demanda excesiva de servicios psicoterapéuticos, aumentar la eficacia de esta
prestación de servicios mejorando la selección de pacientes al realizarse ésta en
condiciones más realistas, además de disminuir la deserción, brindar atención
inmediata a aquellos que requieran de intervenciones breves y, aún, de funcionar
como grupo de espera. Es claro, entonces, por qué no surge en los centros más
tradicionales, militantemente organicistas. Detengámonos un poco en algunos de
estos aspectos: Primero, como señalamos antes, la admisión grupal surge en las
instituciones como forma de respuesta relacionados con la asistencia
psicoterapéutica. Esto implica que existen en esas instituciones profesionales con
entrenamiento psicoterapéutico, que en nuestro medio latinoamericano es
predominantemente de tipo psicoanalítico. Esta situación, un psicoanalista
trabajando en instituciones, es de por sí excepcional, ya que en función de una

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compleja serie de situaciones que tienen su punto de partida en el origen dual de la
psiquiatría resulta que la psiquiatría institucional ha estado (y está)
fundamentalmente ligada en todo el mundo a la psiquiatría clásica, organicista o
biológica, estableciendo en consecuencia una influencia determinante sobre los
programas estatales de salud mental y de enseñanza universitaria; en cambio, la
psiquiatría dinámica o psicoanalítica ha tenido como su institución el consultorio
privado donde, en general, no existen problemas que lleven a propuestas como ésta de
la admisión grupal (1). Esta situación nos parece fundamental para explicarnos la
escasez de reportes bibliográficos sobre el tema, consecuencias de la escasez de
experiencias prácticas realizadas.

Segundo, cuando hablamos de una propuesta técnica creativa, lo hacemos para


destacar no sólo el ingenio que implica su proposición, sino también la dificultad de
puesta en marcha porque rompe con una práctica y una lógica de pensamiento muy
sólidamente establecida en el campo médico, que es la visión individualista de los
problemas de salud y enfermedad, situación que deviene de los caracteres
estructurales del modelo médico que da cuenta de esta práctica y que, de acuerdo a
Eduardo Menéndez (7) son: el biologismo, ahistoricidad, asocialidad, individualismo,
mercantilismo y eficacia pragmática, características que tienen que ver con las
necesidades planteadas por el desarrollo capitalista y que determinan su vigencia y
dinámica tanto en lo referente al modelo médico como a la práctica médica misma.

Por eso introducir el grupo de admisión en una institución, implica introducir


una lógica distinta de pensamiento y de acción, significa incluir una filosofía de
solidaridad grupal en lugar del aislamiento individual y captar, de esta manera, una
serie de fuerzas de crecimiento y apoyo usualmente depreciadas, algo semejante a lo
que sucede, aunque en otra dimensión social e ideológica, en el movimiento de los
grupos encuentros en los EE. UU. de Norteamérica (8). Esta cualidad de cohesión de
fuerzas se ve favorecida por la capacidad regresivamente de los grupos que permiten
una abreacción más fácil y una intensidad emocional mayo en la intervención, lo cual
colorea este primer contacto con la institución de una tonalidad efectiva y vivencial
que suele ser desconocida en el tradicional contacto diáctico entre el profesional y el
paciente de primera vez.

Pasemos, pues a revisar algunas de las motivaciones que dieron lugar, en


distintos sitios, al establecimiento de la admisión grupal.

En el caso del servicio de consulta psiquiátrica de la Universidad de Buenos


Aires, en Argentina, fue la observación de la comunicación y de las muestras concretas
de solidaridad que se daban entre los pacientes y sus acompañantes que esperaban
largamente en la antesala a que les tocara su turno de consulta. Esta observación dio
lugar a una propuesta original: ¿por qué no trasladar esta comunicación y solidaridad
espontáneas de la sala de espera al consultorio?, ¿por qué no legitimar e incorporar
estas fuerzas terapéuticas hasta el momento separadas del tratamiento oficial?... Esta
primera observación tuvo oportunidad de ser llevada a la práctica durante los años 73
y 74 (5) a partir de la sala-cátedra de Psicología Médica, dependiente de la Facultad de

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Medicina, en una favorable coyuntura científico-política; reseñada así por Royer y
Scornick (9):

“La innovación significaba un cambio radical en cuento al sistema de recepción,


estudio y derivación de pacientes y también en cuanto a procedimientos docentes.
Patía de dos aspectos que la fundamentaron y constituyeron los objetos compartidos:

a) Un aspecto político-administrativo.

b) Un aspecto científico-ideológico.

El primero: la necesidad-política primero de responder amplia y eficazmente a la


demanda de asistencia, cosa totalmente imposible con el sistema que imperaba, en el
cual las listas de espera eran kilométricas y las deserciones previas a la consulta muy
grandes. Esta necesidad de dar respuesta a la demanda en vez de rebotarla, se veía
aumentada por la necesidad político-ideológica de promover la demanda, en cuanto
un servicio de salud sea planteado como tarea política fundamental y se conciba no
sólo como asistencia, sino como prevención.

En esta dirección, el planteamiento incluyó la importancia de implementar al


máximo los recursos técnicos y de personal disponibles.

El segundo: sobre la base teórica de un pensamiento psicoanalítico, el planteo de


grupos de admisión, como grupos operativos centrados en una tarea: la del
diagnóstico e indicación, cumplía también con dos objetivos relacionados con el doble
carácter de la institución: asistencial y docente; proveer una instancia que diera
cabida tanto a necesidades asistenciales como docentes. Tarea clínica por excelencia,
compartida por un equipo en el que se incluyeron personas de distintos niveles de
experiencias y formación, a partir de la cual, y a través de la elaboración de las
sesiones, se fuera procediendo a un aprendizaje vivencial y conceptual, sin desmedro,
sino al contrario, favoreciendo la mejor atención del mayor número de pacientes.

El contacto de la persona-paciente con la institución empezaba de esta manera


con un hecho clínico y con un hecho administrativo-burocrático.

En el caso de Centros de Integración Juvenil, en México, (en una experiencia no


continuada por los cambios de administración), se utilizó esta modalidad para buscar
resolver dos problemas básicos: la necesidad de una capacitación permanente de su
personal (educación continua en servicio) y la urgencia de investigar en profundidad y
evitar la deserción en los pacientes que consultaban. Con respecto a este último
problema, si bien multideterminado, se partió de la hipótesis de que resultaba
necesario revisar los métodos de recepción empleados, a fin de ver si desde el primer
contacto el paciente se sentía contenido por la institución y cómo y en qué medida
este primer contacto sellaba, en parte, su destino terapéutico. (11), (9).

En relación a la Clínica de AMPAG (institución privada de formación, asistencia e


investigación en psicoterapia), el motivo de la admisión grupal fue conservar una
coherencia de marco referencial (psicoanalítico) y técnico (énfasis en la terapia de

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grupo) desde el primer momento en que el paciente tomaba contacto con la
institución, así como reducir el tiempo que, de otra manera, se tendría que invertir en
una recepción individual convencional. En el Manual de Procedimientos de la Clínica,
se establecen como finalidades de los “grupos de recepción y evaluación” los
siguientes: “… recibir al paciente y proporcionarle un ´espacio´ de seguridad en esa
zona intermedia entre el afuera y el adentro institucional. En este clima, la meta sería
facilitar que el paciente deposite sus primeras ansiedades producidas por la inserción
institucional, hacer un primer diagnóstico de su situación interna y externa (subjetiva
y objetiva), su analizabilidad, su agrupabilidad, valorar los beneficios que los servicios
de la Clínica ofrece y, finalmente, derivarlo con el terapeuta y al tipo de tratamiento
más adecuado para su problemática o, en caso contrario, orientarlo en su búsqueda de
ayuda fuera de la Clínica”. (2)

En el caso de EE. UU. tomamos como ejemplo el reporte de una clínica externa de
un centro médico universitario (Western Psychiatric Institute and Clinic, en
Pittsburgh, Pennsylvania) en donde el propósito central es el de una intervención
breve de grupo que consta de un promedio de seis sesiones a través de las cuales
resuelve del 70 al 80% de los casos y el resto es derivado a modalidades de
tratamiento convencionales. En el artículo mencionado, los autores detallan: “Todos
los pacientes reciben una entrevista individual de evaluación, así como preparación
para la experiencia de grupo e información de que el programa de tratamiento es de
seis sesiones, al término de las cuales se realizará otra evaluación para establecer las
medidas necesarias, incluyendo tratamiento adicional si fuera el caso. El grupo es un
grupo abierto, al cual se incorporan nuevos pacientes conforme otros terminan su
estancia en él. El mismo terapeuta permanece como coordinador del grupo durante
largo tiempo. Ordinariamente hay entre cuatro a diez pacientes en el grupo, el cual
tiene sesiones de una hora a hora y media de duración semanales. Algunos pacientes
lo abandonan antes de las seis sesiones contratadas y algunos otros permaneces, con
la aprobación del terapeuta, más allá de ese límite. Sin embargo, para la mayoría, las
seis sesiones tienden a ser el punto final. Los pacientes que se encuentran psicóticos,
así como los adictos, o los que presentan retardo mental, son excluidos. Todo el resto
de pacientes, salvo estas excepciones, son enviados a este grupo…” Los autores
destacan, también, que sus características de intervención breve “le dan particulares
ventajas, pero también obvias limitaciones, y ambas deben de ser examinadas antes
de determinar su aplicación práctica en otros ámbitos”. Las metas de este grupo,
como las de todo enfoque de psicoterapia breve, serían, en opinión de los autores, dos:
disminuir el malestar debido, esencialmente, a ansiedad y depresión, así como lograr
una serie de objetivos que permitan promover mayor eficiencia en el uso de los
recursos propios del paciente. (3)

La experiencia finlandesa, como contraste, se refiere al uso del grupo de


admisión en pacientes hospitalizados. Los autores señalan: “La aplicación de los
principios de la comunidad terapéutica a las necesidades de cuidado de los pacientes
internados implica una especial atención a los procedimientos de admisión o ingreso.
En el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Oulu, todos los pacientes,
después de su admisión al hospital, entran al grupo de admisión. Este grupo abierto

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tiene sesiones cinco veces a la semana, y continúa después con la terapia de grupo
tradicional. Cada sesión dura alrededor de una hora. El líder del grupo estimula la
interacción, refleja los sentimientos expresados, compara varias experiencias,
actitudes y problemas. Su actitud es de interés, aceptando la ansiedad y buscando
reducirla. Nuestra convicción es que los principios de esta clase de grupo de admisión
(intake group) son aplicables, con modificaciones, a todas las instituciones
psiquiátricas y sus procesos de admisión”. (4)

C) La dimensión clínica. Funciones del grupo de admisión.

El grupo de admisión puede cumplir funciones importantes a distintos niveles:

a) Para los pacientes: atención más rápida y continente más eficaz.

b) Par los terapeutas: reducción del tiempo de trabajo, observación en


condiciones realistas y preparatorias para una terapia ulterior, selección
más eficaz, derivación más precisa.

c) Para la institución: mejor utilización de sus recursos humanos, posibilidad


de “puentes” terapéuticos, ya sea como terapias breves o como grupos de
espera, posibilidad de adicionar (en el curso de la misma intervención al
elemento asistencial las perspectivas docentes y de investigación. Más aún,
en cuanto a la docencia no sólo la relacionada con estudiantes y terapeutas
noveles, sino la referente a la integración de un equipo interdisciplinario en
el logro de códigos comunes de comunicación y acción terapéuticas.

Un principio básico, que no hay que olvidar, es que el grupo de admisión debe de
adecuarse a las características de la institución en la cual opera.

Por ejemplo, los autores norteamericanos antes citados, (3) consideran ocho
funciones principales del “grupo de intervención breve”

1) Liberación del malestar agudo. A partir de proporcionar atención experta


rápida.

2) Intervención en crisis. Debido a que muchas de las crisis son precipitadas


por stress del medio ambiente y pueden ser resueltas mediante enfoques
breves.

3) Intervención de recursos (del paciente y de la comunidad) y resolución de


problemas. Esto es importante, al decir de los autores, ya que “el
reconocimiento de los problemas personales y de los recursos terapéuticos
asequibles para enfrentarlos, son fuente de un sentido de control del
paciente sobre ellos, un paso fundamental en la dirección del cambio”.

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4) Preparación para grupos convencionales. Logramos a partir de los eventos
vividos durante las seis sesiones donde el paciente adquiere experiencia y
anticipación de lo que ocurrirá en un grupo de largo término, incluyendo el
conocimiento de los roles de pacientes, de terapeutas, así como del proceso
de grupo.

5) Observación diagnóstica. Este grupo "provee una excelente oportunidad al


clínico para formular un diagnóstico y un plan de tratamiento a partir de
datos derivados de la acción interpersonal que usualmente no son tan
claramente visibles en las entrevistas individuales".

6) Selección de pacientes. Más eficiente debido a que es hecha a partir del


comportamiento en el grupo actual (de intervención breve), el cual es el
más seguro medio de predicción de su conducta grupal subsecuente.

7) Grupo de espera. En caso necesario, para un número limitado de pacientes.

8) Instrucción de estudiantes. "Las seis sesiones del grupo pueden permitir a


los estudiantes examinar con cuidado el desarrollo completo de una
experiencia de grupo en un monto de tiempo adecuado a las necesidades de
muchos de ellos".

Estas funciones, efectivamente, se logran a través de un grupo de admisión o de


intervención breve, pero nosotros, de acuerdo a las condiciones y propósitos de
nuestro ámbito de trabajo, la Clínica de AMPAG, hemos considerado como objetivo
principal de su acción el romper con las "disociaciones"(*) (*) más usuales en la
práctica psicoterapéutica a través de establecer un "objeto de transición" (el grupo
de admisión en esa "zona intermedia" entre el sujeto y el objeto, entre el interior y el
exterior, a la cual Winnicott dedicó algunos de sus más relevantes artículos, que en el
psicoanalista inglés está referida a una situación clínica propia del desarrollo infantil
y que nosotros retomamos y extrapolamos a la dimensión institucional. (12) Veamos:

(*)
El vocablo disociación, en su uso psicoanalítico más específico, está originado en la palabra alamana
'"spaltung" de uso antiguo y variado en psiquiatría y psicoanálisis, que se ha utilizado para designar el
hecho de que el hombre, en uno y otro aspecto, se divide con respecto a sí mismo. Al español se le ha
traducido como disociación y como escisión, Rycroft señala que "el primer - término suele emplearse
con referencia a procesos y el segundo con referencia a estructuras". Así, se dice 'disociación del estado
inconsciente' en la doble personalidad o la fuga histérica, pero 'escisión del yo'. En la teoría kleiniana la
escisión es un mecanismo de defensa primitivo contra la angustia y éste ha sido un aporte valioso para
la mejor comprensión de ciertos estados psicopatológicos como la psicosis, estados fronterizos y
trastornos del carácter. En la presente comunicación usamos la palabra "disociación" no en su sentido
psicológico más preciso, sino en el sentido lato de separar una cosa de. la otra, de desunir y
desorganizar, situación debida a la utilización de mecanismos institucionales que ocultan sus
contradicciones determinadas por la división social del trabajo y la división en clases; enfoque
dilemático, en vez de dialéctico, de la situación. (6) (10).

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1) Busca romper la disociación entre el afuera y adentro de la institución, ya que el
grupo de admisión es el primer contacto que el paciente tiene tras la llamada
telefónica con la cual solicita su consulta (esto hablando desde la modalidad de
atención existente en la Clínica de AMPAG). Se convierte, así en la tarjeta de
presentación institucional y, consecuentemente, en el lugar donde se depositan
todas las ansiedades y expectativas relacionadas con el sufrimiento emocional y
la búsqueda de su liberación. Es un espacio de transición, un puente, entre el
afuera y el adentro, entre el dolor y la esperanza, y objeto, por tanto de
persecución tanto como de idealización. Su posibilidad de brindar una respuesta
rápida a esta demanda de atención psi coterapéutica permite el tránsito fácil que
se busca entre el afuera y el adentro institucional, rompiendo las frecuentes
barreras descorazonadoras que la burocracia médica suele imponer.

2) Busca romper la disociación entre lo administrativo, que trata de reducirse a su


mínima expresión, y lo asistencial, que se prioriza. De esta manera se trata de
volver las cosas a su lugar, a pararlas sobre sus pies, ya que de pronto los
requerimientos administrativos y burocráticos amenazan con asfixiar el acto
terapéutico que es la razón misma del encuentro entre el profesional
supuestamente dispuesto a servir con eficacia- y el paciente, agobiado por su
sufrimiento y en búsqueda de una solución que a veces se "pierde, junto con la
paciencia, en el laberinto de infinitos requisitos administrativos, frecuentemente
innecesarios. En el campo de la psiquiatría, así como en buena parte de la práctica
médica general, el elemento fundamental de diagnóstico y tratamiento, es la
relación médico-paciente, y por tanto este encuentro esencial debe de
favorecerse quitándole toda la yerba que estorbe.

3) Busca romper la disociación entre el proceso diagnóstico y el terapéutico,


iniciándose acciones terapéuticas desde el primer momento mediante
señalamientos, clarificaciones, interpretaciones y dramatizaciones inclusive, que
apuntan a iniciar el trabajo de exploración y elaboración que toda terapia
analítica requiere. En estas intervenciones se busca una armonía en contrapunto
entre la dimensión grupal y la singularidad individual.

4) Busca romper la disociación (clásica en el consulto rio privado y todavía


conservada en varias de las experiencias reseñadas) entre la entrevista inicial
individual y el tratamiento grupal ulterior, iniciándose, en este caso, el proceso
grupal desde el primer contacto, dando a los terapeutas una oportunidad
privilegiada de valorar la agrupalidad del paciente en la realidad y no por
inferencias, así como determinar su capacidad de "insight" también en los hechos.
Esto introduce una situación singular: el - diagnóstico es hecho a partir de la
interacción grupal (interpersonal) en el aquí y ahora, además del relato histórico
que el paciente puede hacer acerca de sus molestias; incluye, pues, no sólo lo que
el paciente dice, sino lo que el paciente hace, con sus congruencias y
contradicciones, y no sólo la - clásica psicología individual (intrapsíquica), sino su
dimensión interpersonal mucho menos descrita. Por supuesto, permite además

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incluir de una manera más clara el diagnóstico de los elementos transferenciales
y contratransferenciales que se ponen en juego. En este aspecto vale la pena
destacar que no sólo es importante el diagnóstico que hace el terapeuta sino
también la conciencia que el paciente va tomando acerca de sus problemas y sus
determinantes (autodiagnóstico), lo cual hace que el paciente al pasar a su grupo
terapéutico definitivo, ya incluya situaciones que empezó a trabajar en el grupo
de admisión.

5) Busca superar la disociación entre el desconocimiento y el conocimiento de la


acción psicoterapéutica, involucrando a los pacientes desde el primer encuentro
en una situación vivencial, grupal y terapéutica. De esta manera el paciente sabe,
por experiencia propia y directa, qué implica un proceso psicoterapéutico, se
rompen ilusiones y se adquiere una visión más realista de los requerimientos en
cuanto a tiempo, dinero y esfuerzo emocional.

Esto lleva de la mano al problema de la motivación que tiene una gran


importancia en psicoterapia analítica debido a sus demandas de participación
activa del paciente, que implica movimiento emocional a veces doloroso, así
como necesidades de constancia y esfuerzo decidido. De ahí que toda
psicoterapia dinámica requiera de un buen monto de motivación para superar la
ambivalencia con que todo paciente - acude y, en ese sentido, el grupo de
admisión en ese espacio de transición que permite medir (para el paciente y
para el terapeuta) el grado de motivación real para un tratamiento largo (los
grupos terapéuticos de la Clínica están planteados a dos años de duración, en su
mayoría), permitiendo establecer acuerdos e indicaciones pertinentes y aún dar
tiempo a que aquellos que van a desertar lo hagan de una vez, creando menos
problemas a los grupos terapéuticos definitivos.

(II) LIMITACIONES E INSUFICIENCIAS

Hasta aquí hemos venido destacando los aspectos positivos de este tipo de
grupo, pero debemos también detenernos en los efectos opuestos y ahí surgen una
serie de preguntas, por ejemplo: ¿Frustra el pasaje por el - grupo de admisión?, ¿Es
una experiencia preparatoria o una experiencia "abortiva"?, ¿Qué sucede en ese
espacio con la deserción, quiénes desertan y por qué?, ¿Es una modalidad técnica al
servicio de los pacientes o sólo es una cortina ocultadora de insuficiencias institucio-
nales?, ¿El grupo de admisión contiene o expulsa, o ambas?, ¿Es sólo de admisión o
también de rechazo, y en ese caso a quiénes rechaza y por qué?.

En el aspecto de las limitaciones, los autores norteamericanos ya mencionados


(3) escriben: "Para aquellos terapeutas centrados -en-el-grupo o centrados -en-el-
proceso que, por ende, dependen más del grupo que de sus propias actividades
directivas para lograr el cambio, la calidad y el nivel de desarrollo del proceso en esta
clase de grupo, puede ser vista como tentativa y aún como primitiva. El tiempo
restringido y la interacción limitada del paciente puede ser vista como una tentativa

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más que como un proceso verdadero. Ahora bien, detrás de los temas teóricos hay
situaciones de orden práctico tan importantes como son el mantenimiento de la
estima y entusiasmo del terapeuta. Así, el procedimiento de grupo que por su
naturaleza tiende a ser discontinuo, puede ser visto como un flujo de pacientes
diversos, pocos de los cuales son trabajables sobre bases intensivas. Más aún, el
terapeuta puede sentirse presionado para efectuar cambios en los pacientes en un
tiempo demasiado corto y poco razonable y sentirse frustrado por su inhabilidad para
predecir o prepararse para las sesiones futuras, ya que la característica de grupo
abierto lleva al cambio continuo de pacientes y a los concomitantes cambios en la
dirección y atmósfera del grupo.

"Otra limitación importante del grupo de intervención breve, es que sólo los
terapeutas más experimentados y con más recursos técnicos pueden hacer un
trabajo competente. El período de tiempo muy corto, la necesidad de decisiones
diagnósticas y terapéuticas rápidas, la multiplicidad de problemas de los pacientes,
así como la incertidumbre del proceso y dirección durante las sesiones, son
situaciones todas que requieren de una flexibilidad en el estilo y el método que sólo
los más talentosos y entrenados terapeutas poseen".

Los autores también señalan algunos posibles abusos de la técnica; abusos que,
en su opinión, "en gran parte son también cometidos en otros grupos de terapia
breve. Demasiado a menudo un grupo breve es usado, meramente, como el depósito
de los pacientes no queridos o de aquellos difíciles de colocar. O el grupo es
concebido como una especie de terapia masiva o como una medida
presumiblemente económica, que no tiene que ver con las necesidades reales de los
pacientes. Un error conocido es el empleo del grupo como un 'monitor' de consejos,
un sistema para tener contacto con los pacientes sin ganancias terapéuticas reales.
Un terapeuta con integridad profesional no aceptará hacer caer a los pacientes en
cualquiera de estos manejos equívocos, sino que buscará hacer las explicitaciones y
modificaciones a que haya lugar.

"Un abuso más sutil puede venir de un hipercontrol o hiperdirectividad de


parte del terapeuta. La atentación de proporcionar consejos fáciles o solución de los
problemas planteados es considerable, y resulta claro que la conducta de tales
terapeutas no sólo puede destruir el proceso del grupo, sino infravalorar la
complejidad y cronicidad de los problemas que muchos pacientes psiquiátricos
llevan al tratamiento".

Retomando las preguntas planteadas, podemos responder que parte de las


perversiones que pueden hacerse del grupo de admisión (cortina ocultadora de
insuficiencias institucionales, por ejemplo) no tienen que ver con la técnica en sí, sino
con la ética. El grupo de admisión puede ser ocultador o develador, depende de los
propósitos de la institución y del terapeuta. El grupo de admisión es, simplemente, un
instrumento y ningún instrumento define por sí sus fines y usos, todo depende de
quién lo usa y para qué.

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Ahora bien, como el grupo de admisión es la puerta institucional de entrada, se
vuelve el sitio, no sólo de admisión, sino de rechazo o, cuando menos, de transacción
de expectativas. Ahí se define la analizabilidad, la agrupabilidad, la motivación y se
define la indicación terapéutica que se considere más correcta. Por eso es el lugar de
enfrentamiento con la realidad y de frustración consecuente, que a veces termina en
deserción o rechazo, aunque más frecuentemente en ajustes realistas, en
preparación para una psicoterapia convencional y en inicio del trabajo terapéutico
más urgente.

Los pacientes que desertan o se rechazan son, en general, malos candidatos a


psicoterapia analítica por limitaciones cognocitivas (intelectuales o culturales),
emocionales o de motivación. El que deserta no da oportunidad a dar o recibir
explicaciones y suele ser una forma de huida; en cambio, al paciente que se rechaza,
tiene que dársele una explicación satisfactoria y operativamente útil de los motivos
que lo generan y, en caso necesario, de orientación acerca de las alternativas
recomendables.

En síntesis, las limitaciones del grupo de admisión tienen que ver con sus
características de formato grupal, aceptado por algunos pacientes y rechazado por
otros; así como por la intervención del tiempo limitado que permite tratar sólo las
ansiedades más urgentes y hacer una primera aproximación a los rasgos más
destaca dos y/o bloqueantes de la estructura de carácter.

Las insuficiencias hacen a las características del ámbito institucional donde se


desarrolla la intervención por ejemplo, en el caso de la Clínica de AMPAG la
imposibilidad de una terapia individual larga y las insuficiencias en cuanto a terapias
maritales, familiares, individuales breves, de terapia infantil y de adolescentes, así
como los problemas de incompatibilidad de horarios. La capacidad técnica del
terapeuta es otro de los factores cruciales de estas insuficiencias, lo cual está matizado
también por el estilo terapéutico personal que suele oscilar entre el estilo "pasivo-
expectante" extrapolado de la situación analítica clínica, donde se hacen pocas
intervenciones con los pacientes y básicamente se actúa como "agente de tránsito"
que deriva a las distintas opciones terapéuticas posibles y, en el otro extremo, el estilo
"activo-interventor" con el cual nos sentimos más identificados que en función de la
brevedad del tiempo, tiene el permanente riesgo de equívocos contratransferenciales
y de contraactuaciones , riesgos que hay que asumir y aprender a manejar sobre la
marcha para no quedar paralizado por ellos.

En nuestra experiencia en la Clínica de AMPAG son raras las ocasiones en que


un paciente rechaza participar en el grupo de admisión. Cuando llega a suceder, se
da como alternativa la recepción clásica, individual. Los motivos que generan esta
petición suelen ser problemas que causan vergüenza, por ejemplo, homosexualidad
o trastornos sexuales, en otros casos timidez extrema o esquizoidea, rechazo o
temor al contacto social, sobre- valoración de la terapia individual o búsqueda de
situaciones de excepción y privilegio.

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La mayor parte de estos casos tras una o dos entrevistas individuales, pueden
pasar al grupo de admisión.

Participa bastante en esta situación institucional un fenómeno interesante


que hemos apreciado a lo largo de cuatro años de actividades de la Clínica y que es
un fenómeno de "identificación institucional" entre el público usuario de sus
servicios que ha dado lugar a lo que hemos llamado la "preselección" de pacientes; es
decir, que la recomendación de atención en la Clínica (que lleva implícito un
diagnóstico y una indicación) por parte, mayoritariamente, de pacientes y
expacientes de la Clínica o de profesionales de la salud mental define en amplia
medida (a partir de la imagen que tienen de la institución), el tipo de pacientes que
llegan y el tipo de patologías predominantes. Eso ha hecho que en la actualidad
raramente soliciten atención psicóticos, orgánicos muy excepcionalmente, y, en
consecuencia, la población predominante sea de individuos con problemas
neuróticos o caracterológicos, de elevada escolaridad y buena motivación para una
psicoterapia explorativa-analítica, al punto que algunos acuden ya con alguna
experiencia psicoterapéutica previa.

Es conveniente aclarar, en este momento, que la descripción que hasta aquí


venimos realizando, se refiere a un grupo de admisión donde la circulación de los pa-
cientes es fluida, de manera que no es frecuente que funcione como grupo de espera y
en el caso de utilizar se como tal, nunca con más de dos pacientes a la vez y en esperas
que rebasen a las diez sesiones (dos meses aproximadamente). Cuando la demanda
de atención psico-terapéutica rebasa la capacidad institucional de prestación de
servicios y el grupo de admisión tiene que funcionar permanentemente como grupo
de espera, a veces durante largas temporadas, la dinámica del grupo de admisión se
transforma de manera importante, hay necesidad de establecer algunas diferencias
técnicas y se produce un efecto distinto sobre la conducta de los pacientes, por
ejemplo, incrementando la idealización del grupo terapéutico definitivo, a un punto tal
que algunos pacientes se llevan una decepción al no encontrar una curación mágica en
él, decepción que puede inducir a actuaciones, entre otras a la deserción. El grupo de
espera pues,no es el objeto de la presente comunicación.

Veamos un par de viñetas clínicas alusivas a algunos de los problemas señalados:

(III) VIÑETA CLINICA No. 1 INSUFICIENCIAS. (Una sesión difícil) (*)

En esta sesión el grupo de admisión está conformado por tres terapeutas (dos
mujeres y un hombre) y once pacientes (siete mujeres y cuatro hombres) de los
cuales tres mujeres están por segunda ocasión y una de ellas (por falta de grupo al
cual derivarla) por quinta o sexta. Varios pacientes que estuvieron la sesión anterior
no estuvieron en ésta (¿deserción?).

Gran parte de las sesiones de admisión fueron realizadas en coterapia con las Dras. Beatriz Orozco y
(*)

Matilde Guerrero.

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El trabajo es difícil, pesado. Una parte del grupo se mantiene pasiva y silenciosa,
mientras la otra se manifiesta activa, pero con poca disposición a analizar el material
que, simplemente, vomitan, como queriendo pasar el paquete a otro sin querer
hacerse cargo de su propiedad.

Uno de los varones menciona que él acude a buscar tratamiento porque, si


bien tiene 29 años y en sus actividades laborales se desempeña como el profesional
que es, en otros aspectos de su vida es muy infantil, como si tuviera 14 ó 15 años,
como le ha sucedido en sus relaciones con las mujeres, donde por ejemplo, tuvo un
matrimonio apresurado que terminó en divorcio a los seis meses. También se
lamenta de ser hijo de padres divorciados .

La sesión continúa con intercambios superficiales. Ya mediada la sesión, otro


de los varones, Carlos, recoge el material anterior v menciona que viene por un
problema de drogadicción. Tiene 27 años y desde los 13 empezó a usar inhalantes y
mariguana que ha llegado a suspender pero que, periódicamente y sin causa
aparente,, vuelve a usar de manera compulsiva, causándole muchos problemas
personales, familiares y laborales. Vive con sus padres que le quieren y apoyan cosa
que, afirma, otros envidiarían. Paco, el primero que habló, asiente y le dice: yo te
envidio. Carlos continúa mencionando que, ahora, oyendo a Paco, empieza a pensar
que él también es muy infantil, pues siempre recae en algo que ya no quiere hacer.

Se señala al grupo cómo todos presentan sus problemas como si estuvieran


fuera de ellos y dejándolos con muchas zonas ocultas, obscuras, por ejemplo, Sara nos
habla de sus problemas conyugales como si fueran solamente los problemas de su
marido, impulsivo y caprichoso, de forma que ella parece no participar en el conflicto,
Paco es adulto y niño a la vez sin que pueda trazar puentes entre uno y otro; y ahora
Carlos pone los reflectores en su drogadicción, pero deja a su persona en la
obscuridad, totalmente oculta, como .si él no tuviera participación alguna en la
situación.

No se manifiesta reacción alguna al señalamiento, Paco enseguida trae el caso


de un primo, adicto a los inhalantes y así continúa la sesión. Con diversos matices se
repite el mismo señalamiento dos o tres veces, sin mayores efectos. También se
realizan algunos señalamientos individuales con mejores resultados.

Casi al final Josefina, una mujer joven que ha estado toda la sesión callada,
amamantando a su hijo o dándole de comer fruta, se anima a hablar. Ella llegó a la
sesión acompañada de su marido que, después nos damos cuenta, la está esperando
inmediatamente afuera del salón, a unos pasos de la puerta cerca de la cual ella está
sentada. Relata que desde pequeña no puede caminar, no puede atravesar las calles
porque se siente invadida de miedo y paralizada. Antes le sucedía después de alguna
contrariedad, ahora aún sin ellas. Tiene que salir siempre acompañada, aunque sea de
un niño; no puede subir a las azoteas. No tolera tampoco el agua en la cara, de manera
que se baña en un extraño ritual: primero sólo la cabeza, en el lavabo; después el
cuerpo en la regadera? y al final la cara, en el lavabo. Se casó hace dos años y su

13
marido la lleva a todas partes. En el hospital donde le atendieron el parto le recomen-
daron viniera a AMPAG, pero se da cuenta, ahora, que quizás aquí no le pueden
ayudar, porque a ella le mencionaron que necesitaba un tratamiento psicoterapéutico
intensivo, ella sola con un psiquiatra y además con medicamentos .

Se genera una intensa interacción de parte del grupo que le pregunta e


inquiere y le trata de hacer cambiar de actitud sin mayor éxito.

Le señalo cómo presenta su situación, tal como lo he venido señalando en el


grupo, como si no le perteneciera a ella, como algo ajeno que no tiene que ver con su
vida y quiere que alguien se haga cargo de sus problemas para no hacerse cargo ella
misma, así como todo el grupo, desde el principio, quiere dejarle a "mamá AMPAG"
todos sus paquetes.

Ella se para y Paco le dice, festivamente ¡cuidado, no te vayas a paralizar!.

Ella llora y se queja. Paco se turba, dice que no lo dijo como agresión, sino
como un comentario que intentaba ser simpático para que ella pudiera seguir
hablando .

Cuando Josefina se calma es el bebé quien empieza a llorar intensamente, no


lo puede calmar y entonces se abre la puerta, entra el marido, le toma al bebé y se
sale con él en brazos.

Le señalo: ésta es una clara muestra de para qué te sirve tu enfermedad, para
aislarte y vivir rodeada de algodones, evitando que la gente tome contacto contigo,
por temor a que te agredan como sucedió aquí; aunque aquí también fue claro que
tú lo viviste como agresivo sin que lo fuera en realidad, ya que Paco sólo pretendía
tomar contacto contigo, amistosamente.

Entonces por eso quieres una situación especial y ese es tu reto, si quieres salir
adelante y hacerte cargo de tus propios problemas, esto es lo que la institución te
ofrece, la decisión es tuya. No nos vamos a hacer cargo de tus paquetes como ahora tu
marido se hizo cargo de tu hijo, te podemos ayudar solamente que tú puedas
enfrentarlos.

Se da por terminada la sesión; se derivan dos pacientes a grupo terapéutico y se


pide al resto que vengan a la próxima sesión de admisión en una semana.

Todos se van salvo Josefina, que se acerca nuevamente y nos dice: es que yo
necesito un tratamiento especial, diferente, fue lo que me dijeron.

Le señalo: Mira Josefina, esa es tu actitud permanente, andas por el mundo


pidiendo condiciones especia les, condiciones de privilegio, como si fueras un ser
excepcional y no uno como todos nosotros. Si quieres salirte de ahí y ser como todos

14
nosotros, necesitas seguir viniendo al grupo de admisión. Es lo que te ofrecemos: sin
medicinas y sin sesiones especiales.

Ella esboza una sonrisa cómplice y se retira.

Enseguida se acerca Carlos, que regresó y nos dice: creo que ya no vendré la
próxima sesión, no tiene caso, mi problema es la drogadicción y ya decidí no volver
a usar drogas, así es que no tengo por qué venir.

Se le señala: siempre has estado decidido y siempre recaes, por algo será. El
titubea un poco y dice: ya no vendré, no tengo problema.

Le señalamos: es tu decisión, es tu vida y son tus problemas. Puedes hacer lo


que quieras.

Al retirarse nos damos cuenta que aún queda una persona en el salón, un
personaje extraño vestido de traje y corbata negros, como "enterrador", se acerca y
nos di ce que lo enviaron aquí de CREA, donde le hicieron estudios psicológicos y
después no le dieron los resultados, ya que él desea saber si tiene capacidad para
continuar estudios o no; se da cuenta que éste no es un lugar adecuado para sus
necesidades pero desea saber si nosotros conocemos un lugar adecuado que le
recomendemos. Le damos una o dos sugerencias.

Se retira, y en cuanto da la vuelta, los terapeutas nos miramos a los ojos


comunicándonos cansancio, impotencia y frustración. No vendrán más, lo sabemos, lo
sentimos...

Las matemáticas no mienten: dos pacientes se derivan a grupo terapéutico


definitivo, seis regresarán a la próxima sesión, tres ya no...

VIÑETA CLINICA No. 2 BLOQUEOS Y PSICODRAMA

Coordina la sesión un terapeuta varón y asiste una observadora.

Los pacientes son tres, dos hombres y una mujer, los primeros de aspecto
extraño y contrastante, un tanto descuidado, un tanto desaliñado, que en el
terapeuta hace conexión con la clientela de nuestros hospitales psiquiátricos
públicos .

Los hombres vienen por primera vez, la mujer tuvo una terapia individual breve
con el terapeuta que la recibe.

De acuerdo al proceder habitual se les explica en qué consiste el grupo de


admisión y se les invita a que inicien el trabajo a partir de los motivos que les traen a
la Clínica.

15
Inicia Jorge, de más de 30 años, que relata cómo, cuando estaba cerca de
terminar su carrera universitaria, participó en un movimiento político que le generó
persecuciones y vigilancia policíaca continua, llenándole de tensión hasta que perdió
contacto con la realidad y tuvo que ser internado en un hospital psiquiátrico. A su
alta tuvo psicoanálisis individual un año suspendiéndolo por razones económicas y
acudiendo ahora a la Clínica.

Los demás se interesan vivamente por su situación. Intercambian opiniones y


comentarios.

Carmen habla de sus problemas y de su terapia previa. El internamiento de Jorge


le recuerda a su hermana, internada permanentemente por su retraso mental.

Raúl menciona sus líos conyugales donde ante los reclamos de mejoría de parte
de la esposa, se enfurece y ha llegado a golpearla. El mismo se siente insatisfecho por
no poder concluir sus estudios profesionales y lograr una mejoría laboral y
económica.

Trabajan alrededor de esto con rigidez y cautela, a partir de estereotipos que no


les permiten avanzar mucho y un tanto a la defensiva, rebotando los comentarios.

En vista de estas dificultades, les propongo una dramatización: Carmen


representando a la esposa de Raúl en una discusión con éste donde le reclame,
enojada, la necesidad de una mejoría económica.

En la dramatización queda claro que el reclamo de la esposa de Raúl genera una


herida narcisista en éste, herida especialmente dolorosa porque a él se le han car
gado muchas expectativas ("Eres el más inteligente de la familia, pero no te decides")
que lo paralizan por el compromiso implicado.

En un momento Carmen se sale de la dramatización porque una secuencia no


encaja con su vida real. Se interrumpe y empiezan los comentarios, se señala la
rigidez de Carmen que encontrando en la dramatización parecidos con su situación
familiar no tolera una pequeña diferencia, no tolera la menor salida de "su" libreto.

Ella reacciona intensamente al señalamiento, dice que es una idiota, que es


cierto, que ése es el problema de su vida, se siente una idiota aunque los demás le
digan que no, aunque ahora que se recibió le felicitaron por su tesis y se la llegaron a
publicar inclusive.

Estamos al final de la sesión, se han realizado varios señalamientos individuales,


ahora aprovecho para realizar uno grupal, en donde se destaca cómo, en esta
primera sesión, todos ellos nos han mostrado sus tarjetas de presentación "oficiales"
y junto con ellas algunos de sus bloqueos que les impiden realizarse como desean,
por ejemplo, le digo a Raúl, tú te detienes y con formas con "parecer muy inteligente"
y no tomas el compromiso de trabajar activamente por aquello que deseas

16
quedándote frustrado, frustración que tu esposa activa y te pone furioso, pero que es
tuya en última instancia; Tú, Jorge, pareciera que no te alcanzas a considerar ningún
valor a tí mismo, y tienes tanta necesidad de re conocimiento de los demás, que
pagas cualquier precio aún la insatisfacción de tus metas profesionales, con tal de
lograrla como te sucedió con ese movimiento político; y tú, Carmen, te sientes tan
culpable de, a diferencia de tu hermana, estar sana que te saboteas tus posibilidades
de realización y andas "haciéndote la idiota" , simulando ser idiota, castigándote por
no estar internada y fuera del mundo como tu hermana.

El efecto es dramático, Carmen llora intensamente y todos aportan


asociaciones sobre lo señalado, que tienden a darle mayor claridad a cada uno.

Terminamos la sesión satisfechos, en un clima depresivo elaborativo y la


siguiente semana Carmen nos trae las revistas donde se publicó su trabajo.
Evidentemente no es una idiota.

17
(IV) NUEVA VUELTA SOBRE LA DIMENSION INSTITUCIONAL

En la primera parte de este trabajo destacábamos, como un principio básico,


que el grupo de admisión debe de adecuarse a las características de la institución en
la cual opera. Esto es, debe de adaptarse a los objetivos que se pretendan, a los
recursos técnicos y materia les disponibles, así como a la población atendida. Por
tanto, lo aquí descrito debe considerarse siempre relativizado al contexto específico
en el cual se desarrolló la experiencia: la Clínica de AMPAG en su turno matutino,
experiencia desarrollada por el autor a lo largo de tres años, semana tras semana,
abarcando alrededor de 500 pacientes en unas 150 sesiones de dos horas cada una.
Esta experiencia básica enriquecida, contrastada y cuestionada por otras tenidas en
contextos distintos: con adolescentes farmaco-dependientes y sus acompañantes en
un centro de consulta externa de la Ciudad de México y en la consulta externa de
hospitales psiquiátricos, generales y policlínicos de la nueva Nicaragua, en los
servicios de salud mental. La discusión de las semejanzas y diferencias de estas
distintas experiencias rebasa las posibilidades del presente trabajo, que se centrará,
repetimos, en la realizada en AMPAG.

Si bien la modalidad de grupo de admisión aparece con pocos reportes en la


bibliografía, se puede rastrear su origen en los primeros tiempos de la psicoterapia de
grupo. Por ejemplo S .H. Foulkes reporta alguna experiencia de este tipo realizada por
él en un hospital militar de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial y repetida
ulteriormente en hospitales públicos en tiempos de paz; veamos:

"Permítaseme recordar, en primer lugar, mi práctica en Northfield durante mi


último año ahí, aproximadamente, pues me parece que viene al caso. Sin selección
previa, sin preparación y sin ningún conocimiento previo acerca de ellos, cogía los
últimos ocho pacientes que me habían sido remitidos y los veía juntos. Casi nunca me
pareció necesario cambiar nada, es decir, que encontré que podía comenzar con ocho
pacientes cualesquiera y continuar con ellos como grupo durante toda su permanencia
en el hospital.

"Un ejemplo semejante tuvo lugar en el Maudslay Hospital, muchos años más
tarde, en diferentes circunstancias. Cuando me hice cargo del Departamento de Psi-
coterapia para pacientes externos, me encontré con una lista de 25 personas que hacía
dos años que estaban esperando turno para tratarse. Las llamé a todas juntas, y no me
produjo ninguna sorpresa encontrarme con que acudió aproximadamente* sólo la
mitad de ellas, mientras que el resto había desaparecido. Las vi en conjunto, tal como
aparecieron, a fin de administrarles algún tratamiento y averiguar de qué manera se
les podía predisponer mejor. El grupo asistió con gran regularidad, los menos
adaptables se autoeliminaron encontrando alguna solución que les permitió seguir
adelante sin más trata miento. A pesar de la enorme presión que ejercían los pedidos
de plazas en el Departamento, se puso a unos pocos en una forma de tratamiento más
regular, ya en grupos, ya individualmente, pero fueron realmente muy pocos. El resto,
que atendió con regularidad al grupo durante varios meses, experimentaba

18
importantes progresos y se adaptaba muy bien. Recuerdo, por ejemplo, el caso de una
mujer que no había consumado el matrimonio en algo así como quince años y al cabo
de cierto tiempo era capaz de hacerlo, como consecuencia de lo cual su relación
matrimonial mejoró muchísimo. Un efecto en sentido inverso, tuvo lugar en el caso de
un estudiante abiertamente esquizofrénico que enseguida abandonó, pero que
después de un año o dos me envió una factura por un tratamiento del que había sido
objeto en Francia (una suerte de tratamiento físico que le ayudó) e insistía en que yo
debía pagarla.

De este ejemplo se sacaría en conclusión de que en condiciones pacíficas de


vida civilizada, es perfectamente posible tratar pacientes en conjunto, como grupo, sin
ninguna selección particular".

Foulkes también reseña una experiencia de investigación realizada en EE. UU.


de América en 1958, cuando fue profesor visitante en la Universidad de Carolina del
Norte:

. . . "El propósito de la experiencia era puramente psicodiagnóstico y también


didáctico, para los estudiantes que observaban el procedimiento a través de la
pantalla unidireccional. Cada semana se veían juntos durante una hora cuatro
pacientes totalmente desconocidos. Yo carecía de información previa alguna acerca
de ellos. Los mismos pacientes eran entrevistados también por un psicoanalista y
psiquiatra experimentado, el Dr. Vernon, en forma individual durante un cuarto de
hora cada uno. Cada uno de nosotros mantuvo sus observaciones fuera del
conocimiento del otro, y se había establecido que durante una semana se viera a los
mismos cuatro pacientes, primero en grupo y luego en entrevistas individuales,
mientras que a la semana siguiente se invertía el orden. De este modo examinamos
yo diría que más de cien pacientes. . .

En conjunto, a nadie quedó duda alguna acerca del valor diagnóstico o didáctico
de cada una de las sesiones. Los resultados, en la medida en que tenían un cierto
sentido competitivo entre el método individual y el grupal, confirmaron lo que era
de esperar, a saber, que la entrevista de grupo no era tan confiable en cuanto a la
explicitación de la mayoría de los datos fácticos pertinentes del paciente, pero en
general se la juzgo mucho más productiva en información psicodinámica, que era
ciertamente útil para la selección, el pronóstico y el modo de tratamiento a
recomendar. . . ". (4)

Hasta aquí el relato de Foulkes y su valioso comentario final, con el cual


estamos totalmente identificados. Ahora bien, la forma como él relata sus
experiencias, da una falsa idea de ligereza e improvisación de la selección si no se
considera, en su dimensión real, la importancia del substrato institucional a partir del
cual se realizan; es decir, si no se considera el fenómeno -que esbozamos en la
primera parte de este trabajo- de la preselección institucional, que incluso llega a

19
estar diferenciada por departamentos o sectores. (No es lo mismo, por ejemplo, el
departamento de psicoterapia, que el de psicóticos agudos o, peor aún, de crónicos).

(V) EL ENCUADRE

Por sus características de gran movilidad de pacientes, el grupo de admisión es el


ejemplo típico de un grupo abierto "puro"; ya que el modelo dominante en los grupos
terapéuticos institucionales y, sobre todo, privados, es el del grupo abierto lento, es
decir, aquel donde el recambio de pacientes es muy espaciado, de manera tal que
durante grandes períodos de tiempo funciona, prácticamente, como un grupo cerrado.

Ahora bien, la característica del grupo de admisión de ser muy breve y con una
alta movilidad de pacientes, no debe hacernos caer en la ilusión de que está fuera de
los cánones con que se maneja todo grupo terapéutico. En este grupo como en
cualquier otro, se dan los fenómenos descritos por Bleger, como el proceso que es el
que estudiamos, analizamos e interpretamos; así como también encuadre, es decir, un
'no proceso ' en el sentido de que son las constantes, dentro de cuyo marco se da el
proceso. (1)

El establecimiento del encuadre es de gran importancia a fin de garantizar un


campo operativo razonablemente "limpio", al establecerse constantes que permitan,
por contraste, identificar las variables del caso. Este proceso de establecimiento del
encuadre, si bien es imprescindible y trascendental, también debe de considerarse en
sus efectos negativos, ya que al establecer una limitación del campo, deja afuera
ciertos determinantes (suprasistemas y subsistemas) que si no logran articularse
causan un falseamiento de la situación y, además, el mismo recorte que se hace de la
realidad genera una especie de predeterminación de los fenómenos que ahí se
suceden, situación necesaria para lograr la previsión de los mismos, pero falseadora si
se interpreta que esta parte de la realidad es el todo.

En el caso de la Clínica de AMPAG, el encuadre se logró estableciendo no sólo la


fijeza del grupo de admisión en cuanto a horario, frecuencia, honorarios, lugar y
terapeuta, así como número de pacientes (máximo diez, en ocasiones excepcionales
doce; mínimo tres), sino también una normatización de las respuestas que las
secretarias dan a la llamada inicial, que es el primer contacto que, el paciente tiene
con la institución y desde donde se inicia la explicitación de la experiencia y el
establecimiento del encuadre, a manera de enfrentar el trabajo sin cargas
abrumadoras.

La limitación del número de pacientes, tiene que ver con las características
diferenciales que el número de integrantes da a la dinámica de un grupo. Los grupos
terapéuticos trabajan, fundamentalmente, con pequeños grupos, y éstos son
manejables en el caso de grupos terapéuticos con límite en diez personas y en el caso
de grupos de tarea con límite en quince personas (sin considerar a los coordinadores

20
o terapeutas). Los grupos grandes, más allá de este número, tienen una alta capacidad
regresivante donde aparecen angustias orales muy primitivas y son, por ende, poco
propicios para una tarea que implique "insight".

Cuando coordina el grupo más de un terapeuta, se tienen que tomar en


consideración, como en cualquier otro grupo, no sólo las ventajas, sino también los
problemas propios de la coterapia y que significan la instalación de otro proceso
grupal paralelo al de los pacientes que es el del equipo de terapeutas, que tiene sus
propias vicisitudes y que aumenta en complejidad conforme aumenta el número de
miembros del equipo terapéutico. Hay complejidades específicas a que el número de
coterapeutas sea de dos, tres, cuatro o más y a que comprendan profesionales de una
sola disciplina o de distintas, y estas son situaciones que requieren de un manejo
técnico muy cuidadoso, así como de acuerdos muy puntuales entre los miembros del
equipo y de un tiempo de elaboración suficiente para aclarar las diferencias y malos
entendidos que pudieran surgir en el curso del trabajo. Debe tenerse cuidado que el
número de terapeutas no exceda nunca al número de pacientes, ya que esto suele
incrementarles las ansiedades persecutorias y la inhibición iniciales.

Hemos trabajado tanto aceptando acompañantes y familiares en el grupo de


admisión, como excluyéndolos y somos de la opinión, basada en estas experiencias
clínicas, de que los acompañantes deben de quedar excluídos como norma y que, en
todo caso, su presencia debe ser excepcional y basada en razones clínicas, ya que
generalmente su presencia implica un factor resistencial expresado en el nivel
transpersonal. En el caso de adolescentes, estos criterios implicarían un ajuste de
acuerdo a los requerimientos específicos de la situación y en muchos casos esto
significaría la aceptación frecuente de los acompañantes.

En la Clínica de AMPAG, en la mañana, el grupo de admisión es sólo para


adultos, ya que esta homogeneidad resulta útil en un trabajo tan breve. Niños y
adolescentes se entrevistan aparte, en forma individual y/o en entrevista conjunta
con sus familiares o acompañantes. Las parejas y familias que solicitan tratamiento,
sólo llenan los formularios de autoevaluación y la primera entrevista la realizan con
el terapeuta que les atenderá, ya que la usual brevedad de estas terapias requiere un
proceso articulado y coherente entre esta primera entrevista y el proceso ulterior.

La duración del grupo es de una hora y media a dos horas, dependiendo del
número de asistentes, y se cita la primera vez a los pacientes 15 minutos antes para
que llenen un formulario de autoevaluación donde consignan sus datos generales,
familiares y los referentes a su padecimiento actual.

(VI) EL PROCESO

A) El problema de la indicación terapéutica y la derivación.

21
Después de distintas experiencias tentativas y tomando como base que haya
fluidez institucional para la colocación de los pacientes de nuevo ingreso, hemos
considerado como lo más adecuado tener dos o tres sesiones en el grupo de admisión
antes de canalizar a los pacientes a su tratamiento definitivo (en el caso de AMPAG
generalmente a terapia de grupo). En algunos casos este período se alarga cuando
existen problemas de diagnóstico, o, más frecuentemente de definición con respecto
a la indicación más adecuada (que se analiza junto con el paciente) por ejemplo entre
terapia personal y terapia de pareja (o familiar). También se alarga cuando se
necesitan hacer "puentes de espera" porque no hay posibilidades inmediatas de
derivación y hay alguna urgencia para el tratamiento o esclarecimiento inmediato.
Otras ocasiones tiene que ver con situaciones de crisis manejables como terapias
breves, por ejemplo, con duelos congelados, que requieren de un trabajo de
activación y elaboración del duelo susceptible de realizar y terminar en el mismo
grupo de admisión.

Por supuesto no todos los pacientes son posibles de manejarse en una Clínica
como la nuestra y realizamos un cierto número minoritario de derivaciones externas
algunas a consultorios privados (las menos, y casi siempre por horarios difíciles por
sobredemanda institucional o por necesidad de tratamiento individual) y otras a
instituciones públicas o privadas, o a grupos de autoayuda.

B) La consigna inicial

La instalación del proceso grupal en estas condiciones de tiempo tan limitado,


necesita ser abordada en forma muy activa y no en la clásica forma psicoanalítica
expectante. Para empezar, necesitan explicitarse las características del grupo
(grupo de admisión), su duración (en general 2-3 sesiones, en algunos casos algo
más), así como sus propósitos (empezar a conocer los motivos de consulta de cada
uno de los asistentes y empezar a trabajar sobre los conflictos que traigan, así como
llegar a establecer la indicación terapéutica ulterior más adecuada), y la modalidad
de trabajo (discusión libre en donde todos pueden intervenir y comentar, sobre lo
suyo y sobre el material de los demás, necesidad de confidencialidad al exterior,
utilización de técnicas verbales y de técnicas de acción) . Se enfatiza en que en el
grupo de admisión no sólo se conocen los problemas que les llevan a buscar ayuda,
sino que se empieza a trabajar sobre estos problemas, se empieza su análisis.

Tras la consigna se presentan los coordinadores por sus nombres y apellidos y


se pide a los pacientes que vayan mencionando sus nombres de pila. Se busca crear
un clima de confianza y familiaridad, se favorece activamente el tuteo, se incitan las
intervenciones y se utiliza mucho el humor para bajar las tensiones y acicatear. (7)
(3).

22
C) Algunos elementos del trabajo inicial

Como en todo proceso psicoterapéutico hay un efecto placebo inicial,


producto de la situación de necesidad y dependencia de quien busca ayuda, y este
efecto placebo se utiliza conscientemente como palanca para el cambio junto con la
llamada alianza terapéutica, en tanto se crean los vínculos transferenciales y de
involucración en el proceso de análisis de los conflictos y del carácter.

Por supuesto, como en todo proceso psicoanalítico, es esencial la detección de


las resistencias, grupales e individuales, y de un trabajo intensivo sobre ellas, que en
el caso del grupo de admisión giran mucho en tor no a la participación o no en el
proceso del grupo.

Enseguida hay que pasar a la selección de los focos centrales de trabajo, tanto
grupales como individuales, para tener una primera aproximación interpretativa.

Como señala Carrillo: "La multiplicidad de puntos de referencia... nos conduce


a la posibilidad de múltiples lecturas (rima con aventuras), de los fenómenos que se
ofrecen a la mirada del analista de grupos. Este, en forma rigurosa, sistemática y
constante, tiene que contestarse las siguientes tres preguntas: en primer lugar,
¿desde qué lugar voy a tratar de leer el texto grupal, constituido por significantes de
toda índole? ¿desde la psicosociología, desde el psicoanálisis, desde el psicodrama
analítico, desde la sociología, desde el análisis institucional?. Esta pregunta nos
introduce al problema de la intervención que constituye el sentido de las dos
preguntas restantes. La segunda pregunta: ¿en qué nivel va a incidir mi intervención?
(la noción de punto de urgencia, emergente o foco). La tercera pregunta: ¿cómo voy a
instrumentalizar mi intervención?, ¿con técnicas verbales o con técnicas de acción?.
(2)

Y en todo esto el terapeuta tiene que ser muy activo, él es el responsable de


crear las condiciones adecuadas para un trabajo psicológico fluido, es decir, tiene que
crear un clima de confianza y seguridad, un ambiente de participación, solidaridad y
honestidad, y una cultura grupal de análisis psicológico. Además tiene que hacer
señalamientos grupales que favorezcan la cohesión de grupo y señalamientos
individuales que apunten a la comprensión de los problemas que les traen a consulta.

Esto no es fácil, por la rapidez con que se necesita proceder, por la gran
actividad (poco común en el entrenamiento psicoanalítico) con que se requiere parti-
cipar y por la importancia que en todo esto asume la contratransferencia. Incluso la
necesidad de ser rápido para comprender y accionar, para elegir prioridades e
interpretar, lleva con facilidad a contraactuaciones y es necesario aprender a
manejarse con ellas y, si es necesario, incluir la contratransferencia y las
contraactuaciones en el campo interpretativo para salir adelante sin parálisis ni
iatrogenias. (5)

23
Las condiciones de la admisión hacen que se maneje no sólo el diagnóstico
convencional psicopatológico y de carácter, sino además los diagnósticos de
motivación, de agrupabilidad y de capacidad de "insight", diagnósticos, estos últimos,
determinantes para el proceso terapéutico ulterior.

D) La apertura

Ahora bien, un grupo terapéutico sabemos que tiene tres etapas básicas:
apertura, desarrollo y terminación; etapas inicial, media y final; cada una con sus
propias características y tareas. El grupo de admisión, como es de comprenderse, se
circunscribe muy especialmente a la etapa inicial, de apertura, y ésta es una de las
situaciones grupales que más ansiedad genera a los miembros del grupo y también a
los coordinadores. Toda apertura es una situación nueva, es un momento de cambio,
y como tal, produce en todos la aparición de los Miedos Básicos que describiera
Pichon-Riviere; el miedo a la pérdida y el miedo al ataque. (6)

El primero, es el temor de perder lo que ya se tenía de antes, el marco de


referencia anterior en el cual se sentía seguro y en donde pisaba un terreno conocido.

El segundo, es el temor a ser atacado que surge frente a lo desconocido de la


nueva situación, que, por consiguiente, aparece como peligrosa y atemorizante. Es
también el temor a no saber manejar los nuevos instrumentos que la situación pone a
nuestra disposición, pero a los cuales no conocemos todavía.

Estos miedos generan ansiedades. Al miedo a la pérdida corresponde la ansiedad


depresiva, y al miedo al ataque la ansiedad paranoide (o persecutoria).

Por supuesto estas ansiedades afectan no sólo a los pacientes, sino también a los
terapeutas, sólo que de éstos se espera que estén más conscientes de su existencia y
de su aparición y en ese sentido puedan manejarlas en lugar de ser manejados por
ellas.

Esto significa que hay que remontar, al inicio del grupo, sentimientos de
desconfianza, de persecución, de vergüenza, de tristeza y enojo, y que todo esto suele
llevar a una conducta evitativa del contacto con los propios problemas y con las
demás personas, situación en donde se define el éxito o fracaso de estos contactos
iniciales para el logro de un proceso analítico satisfactorio y útil. Hay también en
muchos casos una fuerte tendencia a colocarse en una posición de dependencia y
desvalimiento desde donde se pretende depositar los sufrimientos propios y la
responsabilidad por su enfrentamiento y solución a los terapeutas y a la institución
con los cuales se acude. También es el momento inicial, el del "baile de disfraces" en
que cada quien va con su máscara oficial y cotidiana colocada y tiene que iniciar el
doloroso proceso de empezar a tomar un contacto más profundo y auténtico con su
propio ser. Como ejemplo basta recordar el de las dos viñetas presentadas en la
primera parte del trabajo.

24
E) Demanda de satisfacción a las necesidades interpersonales

Schutz, un psicólogo norteamericano con un interés central en los grupos de


encuentro, ha propuesto la existencia de tres necesidades interpersonales básicas:
inclusión, control y afecto. (8)

a) "La inclusión tiene que ver con la asociación entre la gente, con el ser incluido
o excluido, con la pertenencia con el estar juntos. La necesidad de ser incluido
se manifiesta como querer ser atendido y atraer la atención y el interés de los
demás. Aún si llega a recibir afectos negativos, puede quedar parcialmente
satisfecha la necesidad, ya que cuando menos alguien le ha brindado atención.

"Un tema que aparece frecuentemente al inicio de las relaciones interpersonales,


es el del compromiso, de la decisión de involucrarse en una relación o actividad
determinada. Usualmente, en los tanteos iniciales, los individuos tratan de
presentarse unos con los otros, en parte para encontrar en qué aspectos de ellos
mismos pueden estar interesados los demás. Frecuentemente un miembro está
inicialmente silencioso debido a que no está seguro de que la gente esté interesada en
él, lo cual atañe a la inclusión

"La inclusión tiene que ver con la búsqueda de atención, reconocimiento,


prominencia, agradecimiento y prestigio: también con la identidad, la individualidad
y el interés. Es distinto del afecto en tanto no implica fuertes vínculos emocionales
con otra persona. Es distinto del control, ya que la preocupación central es con la
prominencia, no con el dominio".

Resulta claro de esta descripción, que el área de .inclusión se vuelve de primordial


importancia al inicio de la vida de un grupo, ya que es el momento donde la gente
decide si quiere o no quiere formar parte de un grupo y donde el grupo define si la
acepta o no. Es central en la interacción, ya que ésta implica el hecho de tomar
contacto con los otros y de lograr hacerse un lugar. El manejo de la distancia con los
demás (y con sigo mismo), así como conductas de aislamiento o por el contrario de
participación exhibicionista, son las situaciones más frecuentes a enfrentar en lo
relacionado a esta área. Las actitudes evitativas, tanto fóbicas, como paranoides, como
esquizoides, son de lo más frecuente en este período inicial de los grupos.

b) "El control se refiere a los procesos de toma de decisiones entre la gente y las
áreas de poder, influencia y autoridad. La necesidad de control varía a lo largo
de un continuum desde el deseo de poder, autoridad y control sobre otros (y
sobre el futuro de uno mismo), hasta la necesidad de ser controlado, y de tener
delegada la responsabilidad sobre uno mismo.

"La escenificación psicodramática provee algunos ele méritos para distinguir al


buscador de inclusión del buscador de control. El buscador de inclusión o
prominencia quiere ser uno de los participantes en el argumento, mientras el
buscador de control quiere ser el ganador, o cuando menos estar en el mismo lado

25
que el ganador. El buscador de prominencia prefiere ser perdedor participante; el
buscador de dominio prefiere ser ganador no participante.

"El control es también manifestado en la conducta de algunas gentes que tratan


de controlar a otras. Las expresiones de independencia y rebelión ejemplifican el
rechazo a ser controlados, mientras la docilidad, sumisión y obediencia indican
grados variados de aceptación del control de otros.

"La búsqueda de control difiere de la búsqueda de inclusión en que no requiere


prominencia. El "poder detrás del trono" es un excelente ejemplo de un rol que
manifiesta alta necesidad de control y de baja necesidad de inclusión. El "comodín",
en cambio, manifiesta una alta necesidad de inclusión y baja necesidad de control".

Esta es un área, la del control, donde son relevantes los temas de dependencia-
independencia y de simbiosis individuación. En la viñeta número 1 resalta, por
ejemplo, la actitud de dependencia con que se manifestaba la mayor parte de los
integrantes de ese grupo y su expectativa de soluciones mágicas en el afuera (padres
idealizados, omnipotentes). De cualquier manera todos los pacientes vienen con una
cierta dependencia desde su estado de necesidad y si bien en un tratamiento clásico
esta dependencia se centraliza en el terapeuta, por el otro, el lograr gradualmente
una mayor comprensión de sus síntomas y conflictos, le permite desarrollar una
creciente sensación y capacidad de control sobre su propia vida que favorece la
autonomía y la independencia. Es importante por eso buscar desde las primeras
sesiones del grupo, que se vaya logrando alguna comprensión de la problemática
que les trae.

Una de las razones que nos han hecho dejar afuera a los acompañantes, es el
comprobar cómo esto se manifestaba, frecuentemente, como una expresión
interpersonal de la resistencia. Por ejemplo, recordamos el caso de una mujer de más
de 50 años que acudió al grupo acompañada de una de sus hijas de poco más de 20
años y que expresó como motivo de consulta, la recomendación hecha por el
terapeuta de otra de sus hijas, atendida por un brote esquizofrénico. La madre no se
explicaba la causa de la recomendación, ya que ella se pasaba ayudando a la gente y,
en efecto, ése era el rol que asumió en el grupo, pero con unas características de
monopolización y de control, que hacían ver a las claras que detrás del rol de "María
auxiliadora", estaba el rol real de "María asfixiadora", y la presencia de su hija
obedecía a la necesidad de contar con una aliada segura para ocultar esto y mantener
sus manejos. A pesar de todo, la chica logró darse cuenta de estos manejos, lo cual
resultó muy amenazante e intolerable para la madre que nunca llevó a la práctica la
recomendación que se le dio de ir a terapia familiar.

c) "La conducta de afecto se refiere a sentimientos personales íntimos y


profundos entre dos gentes, especialmente amor y odio en sus varios grados.
El afecto se establece en una relación diádica; puede ocurrir sólo entre
parejas de gente, mientras que las relaciones de inclusión y control pueden
ocurrir tanto en diadas como entre una persona y un grupo de personas

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"Con respecto a una relación interpersonal, la inclusión concierne
principalmente a la formación de una relación, mientras el control y el afecto
conciernen a relaciones ya formadas. Dentro de las relaciones existentes, el control es
el área relacionada con quien da órdenes y quien toma decisiones, mientras el afecto
tiene que ver con cuan cercanas o lejanas se vuelven las relaciones emocionales. La
inclusión implica el problema de estar afuera o adentro; el control implica estar
arriba o abajo; y el afecto estar cerca o lejos".

En el caso, como el presente, de grupos terapéuticos manejados desde una


concepción psicoanalítica, el inicio del grupo implica también el despliegue naciente
de las cinco transferencias que se dan en ese contexto: (1) la transferencia central al
terapeuta; (2) las transferencias a cada uno de los compañeros,, que no son vistos
claramente en su dimensión real y objetiva, sino también desde la fantasmagoría de
los objetos internos de cada quien, ésta es la transferencia lateral; (3) la
transferencia al grupo como un todo, frecuentemente madre amorosa, omnipotente
o persecutoria; (4) la transferencia institucional con sus aspectos genérico (la
institución del psicoanálisis) y específico {el consultorio privado; o la institución
AMPAG, en este caso) y (5) la transferencia al mundo exterior, zona frecuentemente
evitada, ya que implica entre otras cosas las diferencias culturales, étnicas, sexuales,
de minorías, ideológicas, políticas, económicas, de clase, etc. Es clara la importancia
de que en estos momentos iniciales de la vida en un grupo terapéutico estas
transferencias nacientes no se obturen, sino se desplieguen pero sin estimularse
demasiado la transferencia central en los terapeutas del grupo de admisión al saber,
claramente, que es un grupo de paso y que arribará después a un grupo o
tratamiento definitivo con otro u otros terapeutas.

La proyección al exterior de sentimientos intensos de amor o de odio, de


ternura y agresión, son siempre temidos, frecuentemente evitados, pero yo diría que
si bien es raro, se desplieguen al inicio en toda su intensidad están siempre
esbozados, siempre insinuados, y de ahí la importancia de nuestra labor de pasar del
plano manifiesto, de las insinuaciones, al latente, del despliegue franco de las
emociones reprimidas.

En una ocasión con el grupo de admisión en turno, se apreciaba con mucha


agresividad, agresividad que estorbaba la participación más libre. Decidimos hacer
una dramatización tomando como eje el trabajo de vendedor de uno de los
integrantes (había dejado estudios profesionales avanzados para dedicarse a las
ventas, era un tipo muy atildado y elegante, y habla algo extraño en todo ese cambio).
El llegaba a una oficina pública a realizar una de sus citas con el objeto de lograr una
venta. Primero tenía que pasar la antesala, donde estaban secretarias y
recepcionistas, para llegar con el jefe del departamento de compras. La dramatización
mostró de manera palpable para todos su agresividad negada, y en el caso del
vendedor su función saboteadora para lograr lo que era su propósito aparente:
conseguir una venta. De ahí pudimos obtener una asociación clave, el evento
traumático que determinó el abandono de sus estudios y que fue, al término de una
noche de estudio con sus compañeros, su secuestro y tortura con amenaza de muerte

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constante por parte de la policía con objeto de robo y, al parecer, de rescate, pero
finalmente aban donado este último propósito. Aparecía así el primer nivel
explicativo de una conducta abiertamente contradictoria y, de otra manera,
incomprensible; y un tema a desarrollar y profundizar en todo su análisis ulterior.

(VII) LA TERMINACION

Establecimos previamente cómo el objetivo central del grupo de admisión era


romper con las disociaciones más frecuentes en la práctica entre el paciente y las
instituciones. Pero esto se logra, mediante este procedimiento, corriendo las
disociaciones de lugar, del exterior al interior de la institución, de una dimensión
intersistémica (pacientes e institución) a una dimensión intrasistémica (los
terapeutas de admisión y los demás de la Clínica). Esto tiene la finalidad de lograr que
no sea el paciente la víctima de la problemática institucional, sino que ésta, en caso de
aparecer, se de al interior de la institución, como contradicciones o diferencias entre
sus miembros, personajes siempre más pares, con menos asimetría y desnivel de
poder que la diada paciente/terapeuta.

El que un terapeuta (o equipo de terapeutas) sea el encargado de la admisión de


los pacientes, de las primeras intervenciones terapéuticas y de la conformación de los
grupos definitivos y otro terapeuta (o equipo de terapeutas) sea el encargado de
proporcionar esta atención definitiva y desarrollar el proceso terapéutico que en la
Clínica está establecido como horma por dos años, es una condición particular llena
de sorpresas: los terapeutas de admisión no tienen ninguna idea previa de quiénes
les van a llegar como pacientes, pero los encargados de los grupos terapéuticos están
en posición casi similar: sólo conocen previamente a los pacientes a través de las
fichas de autoevaluación y las notas de los terapeutas de admisión; en casos ya de
mayor entendimiento ni siquiera de eso: el terapeuta conoce al paciente cuando llega.

Por supuesto esto requiere del establecimiento de un marco referencial común


entre los terapeutas, sobre todo en lo que se refiere a criterios semejantes para la
agrupación. Es un punto delicado que llega a feliz término cuando tanto el terapeuta
queda satisfecho de la agrupación, como el paciente queda agrupado en el lugar
conveniente para sus necesidades, considerando las características del grupo y la
personalidad y enfoque del terapeuta.

Al través del tiempo, los ajustes y acuerdos son muy fáciles porque radican en
una base de confianza y de semejanza, y como además los pacientes van "entrenados"
en el "juego psicoanalítico", el trabajo se vuelve más fluido al inicio para los
terapeutas de los grupos definitivos.

El trabajo requiere una comunicación amplia entre los terapeutas de admisión


y los demás para evitar conflictos y malos entendidos. Se busca respetar las pre-
dilecciones individuales siempre y cuando éstas no estén en contra de las normas,
políticas e ideología institucional. En ocasiones, por las necesidades de los pacientes,

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se llega a forzar un poco las cosas, situación que con una buena comunicación se
puede limar con los terapeutas, como cuando mandamos una histérica grave a un
grupo donde los terapeutas la calificaron de "histerofrenia" y establecieron un
reclamo acerca de la derivación (que no pasó de ahí porque justamente se le mandó al
lugar donde consideramos se le podía dar mayor contención dada su indudable
capacidad de perturbación). En otra ocasión a una esquizofrénica en proceso de
remisión, pero todavía con cierto grado de sintomatología delirante, después de
medicarla y observarla varias sesiones en el grupo de admisión, la enviamos a un
grupo terapéutico muy cerca de terminar (a ocho meses), buscando un continente
grupal bien conformado y una experiencia breve para la crisis semi-aguda del
momento. Para nuestra satisfacción, el grupo mencionado se quedó perplejo, pero
después decidió aceptarla "para revisar ellos mismos sus propias partes locas".

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Aunque con experiencia y buena memoria no se requiere de registros formales,
escritos, éstos son prácticamente imprescindibles para toda institución y nosotros
utilizamos un formato parecido al que Foulkes recomienda en donde se detallan el
número del grupo, su fecha de inicio, su horario de trabajo, los terapeutas que lo
atienden y después una lista hasta para diez pacientes con espacios libres a la
derecha de sus nombres donde, en distintas columnas, se anota edad, sexo, estado
civil, ocupación, escolaridad, nivel socioeconómico, diagnóstico (nosológico y de
estructura de carácter), síntomas o problemas principales, tratamientos
psicoterapéuticos previos y tratamientos actuales (farmacológicos o de otro tipo).

Al final, fuera de las columnas, se incluye un espacio para anotar características


especiales de los miembros del grupo que sea de interés dejar consignados.

Un momento como ése de conformación de un nuevo grupo, marca la situación


contradictoria típica del grupo de admisión, algo empieza afuera y algo termina
adentro, la vida y la muerte siguen trenzadas, la dialéctica del cambio y del desarrollo
y así, una vez y otra, se buscan nuevas vueltas de la espiral; terminar y recomenzar,
en historia permanente. . .

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(VIII) BIBLIOGRAFIA Primera parte

1. Bermann, Sylvia; Campuzano, Mario, Marco de referencia de la maestría de salud


mental, Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco, México, 1980
(documento institucional mimeografiado).

2. Carrillo Carrillo, José Antonio; Márquez, Octavio. Manual de procedimientos,


Clínica de la AMPAG, México, 1978 (documento institucional mimeografiado)

3. Imber, S. D. , Lewis, P.M., Loiselle, R.H. Uses and abuses of the brief intervention
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4. Kuha, Seppe; Matti, Isohanni. Mottagnin grupper i deu terapeutiska institutionen.


Nordisk Psvchia- trisk Tidsskrift, 29 (2): 133-37, 1975.

5. Langer, Marie, Memorias, historia y diálogo psicoanalítico. Folios ediciones,


México, 1981.

6. Laplanche, J; Pontalis J-B. Diccionario de psicoanálisis. Ed. Labor, Barcelona,


1979.

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de la salud de los trabajadores, aportes para una política de la salud. Franco
Basaglia y otros. Ed. Nueva Imagen, México, 1978.

8. Rogers, Carl. Grupos de encuentro. Amorrortu edito res, Bs. As. 1973.

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una tarea clínica: los grupos de admisión. Trabajo leído en la sesión científica de
AMPAG del 21 de junio de 1977.

10. Rycroft, Charles. Diccionario de psicoanálisis. Ed. Paidós, Bs. As.

11. Scornik, Horacio. Proyecto sobre un modelo de recepción grupal, Centros de


Integración Juvenil, Mé xico, 1976 (copia del memorándum institucional).

12. Winnicott, D.W. Realidad y juego. Granica editor, Argentina, 1972.

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BIBLIOGRAFIA Segunda parte

1. Bleger, J. Simbiosis y ambigüedad. Estudio psicoanalítico. Paidós, Bs. As. 1978.

2. Carrillo, J. A. ¿Qué hay de nuevo en terapia institucional?. Trabajo leído en la


Sociedad Mexicana de Neurología y Psiquiatría el 12 de abril de 1980.

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212, 1980.

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5. Grotjahn, M. Mistakes in analytic group psychotherapy. Internat. J. Group


Psychotherapy 29 (3): 317-324, 1979.

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Psychotherapy. 29 (3): 407-414, 1979.

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