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“Casi

todos podemos soportar la adversidad, pero si


quieres probar el carácter de un hombre, dale poder.”
-Abraham Lincoln-

Ha pasado ya más de una década, de aquel Jueves, una fría noche de Febrero, en la que me
encontraba en casa de mi madre mirando el reloj. Tic tac tic tac, a eso de las 21:00, decía yo a mi
madre: “Mamá, ya me deben de haber expulsado”.

Aunque sabía que había sido engañado por décadas en una organización que se autoproclamaba “La
Organización de Dios”, me daban rabia las circunstancias en las que me expulsaban. Los “dos
testigos” que habían encontrado los tres ancianos (de dos congregaciones distintas) después de casi
un año de investigación hacia mí, no eran más que dos “hermanas” con las que yo simplemente
había tenido una conversación que cualquier testigo de Jehová habría tenido sin ningún tipo de
repercusión. Todo era una simple parodia, una justificación para quitar de en medio a alguien que
sabía más de lo que a ellos les interesaba, con lo que había que hacerle callar como fuese.
Una hora después de terminar la reunión, llamé a mi amigo Manolo, para preguntarle quién había
hecho el anuncio de mi expulsión. Para mi sorpresa, Manolo me dijo que nadie había hecho ningún
anuncio y que no me habían expulsado.

Al día siguiente recibí una llamada del superintendente de circuito diciéndome que se encontraba de
vacaciones y que lo habían llamado el día anterior de Betel, diciéndole que detuviera urgentemente
la expulsión. Me dijo que mi mujer y yo podíamos estar tranquilos, que no se nos iba a expulsar...

La siguiente llamada telefónica que recibí del superintendente de circuito fue unas tres semanas
después para decirme que los tres ancianos habían sido removido de todos sus privilegios, con lo
que ya no eran ancianos.

Los que me estén leyendo, se preguntarán qué ocurrió... El por qué una expulsión se detuvo en el
último momento y el por qué tres ancianos perdieron sus puestos, uno de ellos, mi hermano.

El principal motivo de contar esta historia, es el de mostrar, cómo unas creencias cuando se llevan
al extremo del fanatismo, pueden destrozar una familia, cómo puede ser más importante para una
madre, una simple reunión, que la salud de su hijo, cómo el poder puede transformar a un hombre
bueno, en alguien despiadado y cómo es preferible anteponer la mentira para proteger los intereses
de una secta, que el permitir que la verdad salga a la luz.

En la experiencia que voy a relatar mi nombre será Gabriel. No cambio mi nombre por miedo a la
secta, sino por preservar el anonimato de mi hermano, cuyas acciones tienen un gran protagonismo
en esta experiencia. Los nombres principales por lo tanto, han sido cambiados, pero los hechos son
narrados, tal y como ocurrieron.

Mis agradecimientos:

A David Mora, que aunque nunca lo conocí en persona, pasamos muchas horas hablando por
teléfono y me dio mucho ánimo en el momento en el que abandoné la secta, pues gracias a él escribí
mi experiencia original y conocí a muchos otros ex-tj que habían pasado por situaciones similares.

A Fernando Cano, que también se preocupó muchísimo por mí y me asesoró cuando pasé los peores
momentos en esta transición.

A David y Mary Fuentes, que desde el otro lado del océano, a través del correo electrónico, nos
ayudaron a atravesar esa situación tan difícil que ellos también habían vivido.
-INFANCIA-
Nací a mediado de los años setenta, en el seno de una familia muy católica. Soy el menor de
cuatro hermanos. Mi madre nos lleva todos los sábados por la tarde a misa, a donde acudimos con
mis abuelos. Mi papá (en paz descanse) por su trabajo en la mar, se pasa muchos meses fuera de
casa, con lo que no se entera de la mitad de la misa.

Aunque soy muy pequeñito, me encanta vivir en familia el ambiente Navideño, pero lo que espero
con más ilusión es el “días de reyes”, con la emoción de ir al salón de la casa para ver qué me han
traído los reyes por la noche y de paso ver si los camellos se han comido las galletitas que les he
dejado, las cuales a día de hoy sé que mi madre ni se molestaba en quitarlas, porque ya el perro se
encargaba de convertirse en camello por una noche para mantener mi ilusión.

Ahora tengo cuatro añitos, cuando tocan a la puerta, estamos a finales de los años setenta. Mi mamá
va a abrir y hay dos señores trajeados con corbata y muy sonrientes. Uno de ellos se identifica como
el señor Martín, un hombre bajito, con bigote. Mi mamá les escucha atentamente... si papá estuviera
aquí seguro que les diría que se marchasen, pero papá tiene que trabajar, es capitán de barco y se
pasa muchos meses fuera. Ese señor habla con voz potente, sobre un inminente fin del mundo y un
paraíso en el que dentro de muy poco tiempo, viviremos todos para siempre sin enfermedades. El
señor le deja unas revistas y mi mamá accede en que vuelvan a visitarla.

Las visitas pronto se convierten en un estudio bíblico, al que vienen dos señoras a charlar con mi
mamá. Pronto llega mi papá de su viaje y cuando mi mamá le dice que está estudiando la Biblia con
los testigos de Jehová, mi papá se enfada muchísimo y le dice a mi mamá que eso es una secta, que
le están comiendo el coco con mentiras y que no quiere ver más por casa a esa gente. Mi mamá
dice: “Pero Paco, las profecías de La Biblia son claras y muestran sin lugar a duda, que ya estamos
en el tiempo de la siega. Para el armagedón no quedarán más de uno o dos años.” Mi papá
responde: “Todo eso son mentiras; yo te digo que pasarán diez años y que no habrá venido nada.”
Mi mamá no dice nada. ¿Tendrá razón mi papá? (de esa conversación ya han pasado más de 35
años).

Poco tiempo después mi papá vuelve a la mar y mi mamá no le hace caso, pues otra vez están
viniendo a casa esas dos señoras que mi papá dijo que no quería ver más allí.

Han pasado unos meses y mi papá ha vuelto a casa. Hoy se ha enterado de que esas dos señoras
están viniendo nuevamente a darle clases a mi mamá y mi papá se enfada muchísimo. Mi mamá le
dice a mis hermanos que esa oposición por parte de mi papá es una prueba de estar en la religión
verdadera.

Hoy por la tarde, mientras mi mamá está dándome la merienda me habla de las reuniones en el
salón. Me dice que el que habla desde la plataforma es un ángel de Dios y en ese momento me lleno
de ilusión... quiero ir a ese salón para ver y escuchar a ese ángel que habla desde una plataforma,
pero antes, tengo que convencer a mi papá, para que nos deje ir esta noche al salón para escuchar a
ese ángel. Yo sé que soy la debilidad de papá y que si le lloro un poco, me dirá que sí.

He convencido a papá y esta noche podremos ir al salón.


Estamos en la reunión, estoy muy ilusionado, deseando ver al ángel hablando desde la plataforma,
pero no sube ningún ángel, sino un señor con bigote y regordete. Durante toda la reunión estoy
diciéndole a mamá que cuándo va a subir el ángel, pero ella me repite una y otra vez lo mismo:
“Ahora sale”. La reunión ha terminado y volvemos a casa. A pesar de mi corta edad, salgo de la
reunión con la sensación de que mi mamá no me ha dicho la verdad.

Mi mamá ya ha conseguido que podamos volver al salón y reanudar los estudios bíblicos con
aquellas dos señoras.

Ya han pasado varias semanas y mi mamá ha convencido también a mis demás hermanos para que
vengan con nosotros a las reuniones... reuniones en las que yo solamente espero a que terminen para
que mi madre me de cinco pesetas a mí y diez a mi hermano Marcos, unos años mayor que yo, para
que podamos ir a la tienda de al lado a comprarnos alguna golosina. Mis hermanos mayores, Sergio
y Antonio, que son adolescentes y no los veo muy convencidos, pero cuando termina la reunión los
veo contentos mientras hablan con algunas jovencitas del salón. Pero a mí lo único que me importan
son mis cinco pesetas para comprarme algún chicle.

Tengo cinco añitos. Ha llegado la Navidad, mi primera desde que mi mamá nos lleva al salón. No sé
por qué, pero esta noche no iremos a cenar a casa de los abuelos. Nos quedaremos todos en casa,
como si fuera un día normal. Esa noche no vino Papa Noel.

Estamos en víspera de reyes, por la tele veo la cabalgata, pero mi mamá apaga la tele... ¿por qué lo
hará? Esa noche no me deja ponerle comida a los camellos.

Llega el esperado día de reyes. Me despierto por la mañana temprano con un hormigueo en el
estómago y voy corriendo al salón de casa, que es donde los reyes nos dejan los regalos. No hay
nada... no me han dejado ningún juguete. ¿Tan mal me habré portado?

Me asomo a la ventana, pues oigo voces y risas de otros niños, que juegan con los juguetes que les
han traído los reyes. Yo lloro desconsolado, no entiendo nada. Mi mamá me está diciendo que los
reyes no existen, que son ella y mi papá los que compraban los regalos y que no lo pueden seguir
haciendo porque eso hace enfadar a Jehová.

Poco tiempo después llega mi padre de viaje y nos compra unos cuantos juguetes para llevar mejor
el mal trago.

Ya tengo seis años y mi mamá ya me lleva con ella, a vender revistas. Estamos con otra hermana
que también tiene un hijo de mi edad llamado Alexis. Mi mamá le está diciendo que nos separemos
en esa manzana, para terminarla más rápido. En una puerta, mi mamá me dice que le enseñe yo las
revistas al amo de casa y que le diga lo que ella me ha hecho memorizar. El amo de casa me mira
extrañado mientras yo le intento vender dos revistas y se enfada bastante. Le dice a mi mamá que va
a llamar a la policía por hacer trabajar a un niño tan pequeño. Mi mamá nos dice que tenemos que
marcharnos rápido de allí para “no poner a prueba a Jehová.”

Ya tengo nueve años y en la plataforma a mi hermano Marcos, dos años mayor que yo y a mí nos
acaban de nombrar publicadores no bautizados.

Ahora todos los sábados, mi mamá nos prepara una carpeta con revistas y algo de cambio en
monedas y nos envía a Marcos y a mí a la “salida” para predicar.
Nuestra infancia no es fácil, pues mi madre no nos deja estar con ningún compañero del colegio, ya
que son “mundanos” y Jehová se enfada si estamos con ellos. Ni siquiera nos deja salir a la calle a
jugar, ya que estaríamos en compañía de niños “mundanos”. Por lo tanto, nos pasamos todo el día
encerrados en casa.

Ahora estamos en época de vacaciones escolares y como no puedo ir a clase, durante las
vacaciones, tan sólo podemos salir de casa cuando vamos a la reunión o a predicar y relacionarnos
solamente con los hijos de otros “hermanos”.

He vuelto al cole, y tengo que hacer un trabajo del cole en casa con un compañero de clases llamado
Roque. Mi mamá dice que podrá venir a casa, pero que ella aprovechará para darle un estudio
Bíblico. Mi mamá le dice a Roque que venga a casa todas las semanas y cada vez que Roque viene,
le da el estudio Bíblico. Un día los padres de Roque se enteran y se enfadan muchísimo con mi
mamá. Ya Roque no puede venir a mi casa.

Me pongo enfermo varias veces al año con resfriados muy fuertes que me afectan a la garganta y
me hacen tener fiebre muy alta. Además soy muy delgado, con lo que mi aspecto normalmente es el
de un niño enfermizo. Hoy tengo mucha fiebre, pero mi mamá no se quiere perder la reunión. Yo
sólo quiero estar acostado, pues me duele todo el cuerpo, pero mi mamá me obliga a vestirme y me
dice que no me va a pasar nada, que Jehová me protegerá.

Me duele mucho la barriga y llevo varios días con fiebre. Los dolores son cada vez más fuertes y
tras muchas pruebas, los médicos determinan que tengo apendicitis y que me tienen que operar lo
antes posibles. Mi mamá dice que somos testigos de Jehová y que no me pueden poner sangre. El
médico dice que no se suele poner sangre en esta operación, pero que tampoco le garantiza el que
no se use sangre en la misma. Ante la negativa de mi madre, esperando a que un cirujano me opere
garantizándole que no me pondrán sangre, pasan varios días y el dolor es cada vez más
insoportable. No paro de vomitar. Al final Jehová “mueve los hilos” y estando en urgencias, el
cirujano que me ve, le dice a mi madre que me tienen que operar YA, que él mismo practicará la
intervención y que no me pondrá sangre. Jamás olvidaré la cara de preocupación del cirujano
cuando me observaba.

Me llevan en ambulancia a la clínica en donde me van a operar de urgencias. Tras la operación,


escucho a mi mamá, contándole a los hermanos que me venían a ver, cómo Jehová “movió los
hilos” en el último momento, pues ya tenía peritonitis y unas horas más y yo no lo habría contado,
pero que salió todo muy bien y me recuperaré perfectamente. Los hermanos se alegran muchísimo,
al ver cómo Jehová “actuó” en el último momento.
Si papá no hubiera estado de viaje... seguro que me habrían operado antes.

Mi papá acaba de llegar de viaje... llevaba muchos meses fuera. Yo quiero estar con mi papá, pero
es domingo y mi mamá no quiere faltar al salón. Me dice que me tengo que vestir. Nos vamos todos
al salón y mi papá se queda solo en casa.

Tengo diez años y nuevamente es domingo. Estoy en la reunión y uno de los dos ancianos está
dando el discurso público. Las hermanas están murmullando cada vez más alto... miro al techo y
una enorme cucaracha camina por el techo del salón. La gente está más pendiente de la cucaracha,
que del discurso. Creo que el discursante le tiene mucho miedo a las cucarachas, pues no nos mira a
nadie, tan sólo está mirando a la cucaracha que camina por el techo. La cucaracha ha comenzado a
volar, como si no le importara la gran cantidad de gente que hay debajo. Las hermanas están
gritando, tan fuerte que me tengo que tapar los oídos. Uno de los hermanos se ha levantado, se quita
el zapato y va tras la cucaracha, saltando entre los asientos del salón.
El discursante se ha puesto muy nervioso y no paraba de repetir: “MÁTALA, MÁTALA”.

La pobre cucaracha se ha ido volando hacia el patio, mientras infructuosamente intenta darle caza el
hermano.

Me imagino lo que podrán haber pensado los vecinos, sobre todo los de los pisos de arriba, al
escuchar los gritos de las hermanas y al discursante gritando por el micro: “MÁTALA, MÁTALA”.
Deben de haber pensado que estábamos en algún ritual matando a alguien.

Es sábado, tengo once años. Estoy en la salida de predicación; no me gusta ir a predicar, pero mi
madre me obliga. No suelen verse niños de mi edad en la salida sin sus padres, con lo que me
mandan con un hermano mucho mayor que yo, el hermano Gutiérrez. Mientras voy por la calle, los
niños me miran, me da vergüenza ir por la calle con corbata vendiendo libros y revistas. Nos toca
predicar en unos bloques y en la siguiente puerta me toca hablar a mí. La puerta se abre y al otro
lado está una de mis compañeras de clase de la escuela. De la vergüenza no digo nada y le digo al
hermano Gutiérrez que hable él. El lunes en la escuela, algunos compañeros se ríen un poco de mí.

Tengo doce años, mis padres se han separado, no paraban de discutir. Mi padre dice constantemente
que no cree que Jehová pida tanto y que esta religión ha sembrado la desunión entre ellos. Marcos y
yo nos tenemos que quedar viviendo con mi madre, ya que somos menores. Sergio y Antonio
también viven con nosotros. Hace poco más de un año nos ha llegado una revista titulada: “1914, la
generación que no pasará.” Esta revista se había encargado de recordarnos la inminencia del fin del
mundo, pues la generación de 1914 es ya muy mayor y Jehová nos ha prometido que esta
generación verá el fin.

Estamos terminando mil novecientos ochenta y cinco. Tengo un poco de miedo, pues mi madre nos
vuelve a enseñar la revista de 1914 mientras nos sentamos a almorzar y nos comenta que el año
siguiente es “el año internacional de la paz”, y que el fin del mundo ahora sí que es inminente, nos
dice que la “Sociedad” no recomienda tener estudios secundarios, sino que hay que predicar. Nos
dice a Marcos y a mí que no cree que siquiera terminemos los estudios básicos, pero que si aún no
ha llegado el fin cuando terminemos los estudios básicos (que son obligatorios), nos haremos
precursores.

Una nueva era de fanatismo se acercaba a mi hogar.


-ADOLESCENCIA-
Estamos en mil novecientos ochenta y seis, el año internacional de la paz. Entre los testigos,
se habla mucho de la inminencia del fin y constantemente se anuncian nuevos precursores en la
plataforma. Mi madre está constantemente haciendo el precursorado auxiliar, que son sesenta horas.

Mi relación con mis hermanos es buena. Mientras que con Marcos, comparto más cosas al tener una
edad más cercana a mí, con Sergio mi relación es como de amigo mayor y a veces me lleva con él al
gimnasio, al cine... A mi hermano Antonio, el mayor, lo quiero mucho, pero la relación es un poco
más “seria”, pues es el que ha tenido que ejercer de padre mientras mi padre estaba fuera.

Pasó el año mil novecientos ochenta y seis y no vino el fin del mundo. Mi hermano Marcos ya no
quiere ir al salón y mi madre se enfada mucho con él. Quizás las nuevas amistades del instituto le
han hecho querer abandonar la organización de Jehová. Sergio, por otra parte, tiene algunas
amistades “del mundo”, con las que sale regularmente, a pesar de que él y Antonio se han echado
novia dentro de la organización.

Han pasado algunos meses y mi hermano Marcos, se ha dejado el pelo largo, pues ahora está de
moda el “heavy metal”. Marcos tiene mucha música “heavy” en su habitación, así como dos póster
grandes en su pared. Uno de “Iron Maiden” y otro de “Metallica”.

Un día que Marcos ha salido por la mañana con unos amigos, mi madre entra en su habitación y le
rompe los dos póster que tenía en la pared y le tira toda la música “heavy” que tenía, incluyendo
varios discos de vinilo. Diciéndole a mi hermano Antonio, que todo eso es del diablo.
No me gusta el comportamiento de mi madre, creo que está buscando problemas de manera
totalmente innecesaria.

Cuando llega Marcos, mi madre no está, pues se ha ido a predicar. Marcos se enfada muchísimo y
me pregunta qué pasó. Yo le digo la verdad. Marcos coge ahora todas las revistas que tiene mi
madre acumuladas de la organización, así como los libros que también pilla y se los rompe.

Mi madre ha llegado de predicar y ve todas las revistas y libros rotos. Mi madre está gritándole a
Marcos... me siento muy mal y me encierro en mi habitación. Mi hermano Antonio se mete en la
discusión. Antonio y Marcos se están peleando. Mi madre no hace nada por parar la pelea. Al cabo
de un rato, ambos hermanos entre gritos y puñetazos, paran la pelea y Marcos se marcha magullado,
dando un portazo tras de sí.

Unas horas más tarde, llaman a la puerta, voy a abrir y mi madre me lo impide... es Marcos. Mi
madre ha dejado la llave detrás de la puerta, para que Marcos no pueda entrar. Marcos está
diciéndole a mi madre que le abra. Mi madre no le va a abrir (cómo has cambiado mamá).
Marcos comienza a dar patadas a la puerta. Mi madre llama ahora a la policía por teléfono y le dice
que vengan urgentemente, que uno de sus hijos se ha vuelto loco y está muy agresivo. Que por
miedo ha pasado la llave para que no pueda entrar, pero que la puerta no aguantará mucho.

La policía llega rápido. Se me parte el corazón y lloro al ver cómo meten a Marcos de unos quince
años en el coche y se lo llevan. A partir de ahora, Marcos ya no vivirá más con mi madre y se va a
casa de mi tía, hasta que llega mi padre de viaje.
En mi casa hay mucho fanatismo. A mí me gusta jugar al ordenador, pero revisan todos los
videojuegos que tengo, para asegurarse de que no hay ninguno violento. También mi madre y
Antonio me imponen una norma. Por cada hora de ordenador que juegue, tendré que pasarme una
hora estudiando las publicaciones de la “Sociedad”. Yo acepto, pues de lo contrario no me dejarían
jugar al ordenador.

Mi hermano Sergio se ha casado y ya no vive con nosotros. Esto me pone muy triste, pues
compartíamos el mismo cuarto y lo veía como mi amigo mayor, pero le deseo que sea muy feliz.

Tengo trece años. Es sábado por la mañana, llevo toda la semana levantándome muy temprano para
ir a clase y hoy se me apetece dormir la mañana. No quiero ir a predicar. Espero que mi madre no
me vuelva a echar un cubo de agua por encima para que me levante y vaya a predicar, como hizo el
sábado pasado.
Son las ocho y media y aún no me he levantado. Mi madre está llamando a la puerta de mi
habitación. “¡Gabriel, levántate ya, que tienes que ir a predicar!”. “Hoy no voy a ir mamá, quiero
dormir”, le contesto yo. “¡No te lo voy a repetir más!”, me dice ella. En unos minutos, mi madre
abre la puerta de mi habitación y se pone a golpearme con el palo de la escoba mientras yo aún sigo
acostado. De mala gana y dolorido, me levanto, desayuno y me voy a predicar.

Creo que esta religión es “la verdad”, pero no puedo seguir viviendo así. No he tenido infancia y
con mi madre no voy a tener adolescencia. Hablo con ella, tengo trece años y puedo decidir. “Me
marcho a vivir con mi padre”, le digo. Mi madre me miró muy enfadada, y me dice: “Haz lo que te
dé la gana, pero si abandonas a Jehová, ya sabes lo que te espera”.

Es martes, estoy en casa de mi padre y aún no me puedo creer que hoy no vaya al estudio del libro.
No más reuniones, no más predicación, no más corbatas, no más privación de amigos “mundanos”.
Al fin me sentía un ser libre.

En sólo unos meses he hecho unos cuantos amigos. Por fin pueden venir a mi casa mis compañeros
de clase y puedo salir con ellos por las tardes. ¿En verdad Dios ve un mal en esto?
Vivo con mi padre y con Marcos. Mi padre tiene que viajar, pero se pasa menos tiempo fuera y nos
deja a cargo de mis tíos, que se encargan de la casa y de que no nos falte nada a nosotros.

He terminado los estudios básicos y mi padre me ha matriculado en los estudios secundarios, que
aquí llamamos F.P. (Formación Profesional).

Uno de mis amigos, Carmelo, fuma a la escondida de sus padres. Yo acabo de cumplir catorce años
y Carmelo me da a probar el cigarro... puaaaaj, qúe asco, le digo. Le menciono además que es la
primera y última vez que probaré un cigarro (y así ha sido).
Marcos me convence para que me compre blusas “heavys” y me deje crecer el pelo como él, que es
lo que ahora está de moda y así hago.

Cuando estoy con mis amigos y vemos pasar a los testigos, nos reímos un poco de ellos, aunque en
el fondo me da miedo pensar que Jehová puede estar muy enfadado conmigo.

Sergio viene con frecuencia a vernos a nosotros y a mi padre. A veces Sergio me trae algún regalo, o
me lleva con él a pasear o al cine, o a que lo acompañe al gimnasio, sin decirme nunca nada de la
religión. Me encanta estar con Sergio, a diferencia de Antonio, del cual no he sabido más nada
desde que me fui de casa de mi madre, ya que Antonio es el más fanático.
Ya hace como año y medio que no voy a las reuniones y Sergio me dijo que esta semana anunciaron
que yo ya no era publicador. La verdad que eso me dio igual, pero a pesar del tiempo que hace que
no voy al salón, aún tengo miedo de escuchar las noticias por la televisión. Cuando dan el telediario,
cambio de canal, no sea que digan algo sobre paz y seguridad. Prefiero no saber nada.

Mi hermano Antonio se casa. Voy a la boda, pero no a la celebración. No quiero tener contacto con
los testigos de Jehová. Noto a mi hermano Antonio más cambiado, más cariñoso conmigo.

Ya tengo dieciséis años y mi hermano Sergio que viene con frecuencia, me dice que por qué no
vuelvo a estudiar la Biblia, que él me daría el estudio. Yo le digo que no, gracias, pero ahora mismo
no me apetece.

Un día estoy por la noche viendo la tele y de repente ponen las noticias y el presentador dice: “La
guerra del golfo, ha comenzado.” Me entra un escalofrío que me recorre toda la espalda... ¿será que
ahora viene el fin del mundo?

Al día siguiente viene Sergio a verme y me mete muchísimo miedo, diciéndome que a lo mejor por
la noche tiran bombas para asfixiarnos mientras dormimos. Menos mal que tengo una máscara de
oxígeno que trajo mi padre del barco. Me la pondré por la noche cuando me vaya a dormir por si
acaso.

Unos días después Sergio me dice que el armagedón ya viene de un momento a otro... que en un
año, dos como mucho, que en cuanto termine la guerra, seguro que se reunirán las naciones para
decir “paz y seguridad”. Yo me asusto muchísimo y empiezo a plantearme estudiar la Biblia con él.

Termina la guerra del golfo y pronto se empieza a hablar de una conferencia en Madrid en la que se
reunirán los principales dirigentes de todos los países, incluídos Estados Unidos y la URSS.

Sergio me dice que ahí dirán “paz y seguridad”. Me da tanto miedo, que acepto estudiar la vida con
él, pues no quiero que Dios me destruya en el armagedón.

Al final la conferencia no lleva a buen puerto y prácticamente queda en agua de borrajas, al haberse
hecho todo al margen de las Naciones Unidad. No hay grito de “paz y seguridad” y no viene el fin
del mundo, pero a partir de ese momento y durante muchos años, con mucha frecuencia, comencé a
tener pesadillas por las noches con el fin del mundo, meteoritos y olas gigantes que acababan con
todo ser viviente.

Sergio comienza por lo tanto, a darme el estudio bíblico, usando el libro “Usted puede vivir para
siempre en el paraíso en la Tierra” y las primeras cosas que hago al comenzar a estudiar la Biblia
con él, son cortarme el pelo, dejar los estudios secundarios y retomar la relación con mi madre.

Mi padre se enfada bastante conmigo porque no quiero seguir estudiando la “formación


profesional” o estudios secundarios y me dice que o estudie o trabaje, que el armagedón no lo veré
yo, que lo verán a lo mejor mis nietos, pero que no lo traerá Dios, sino el hombre.
Al final lo convenzo para que me permita estudiar algún curso de formación que imparten en la
oficina del paro, además el estado me pagaría por estudiar. Mi padre acepta a regañadientes.

Llevo más de un mes asistiendo a las reuniones, pero no me dejan comentar. Al terminar la reunión
hablo con uno de los ancianos, que me dice que como estuve un tiempo sin reunirme, hasta que
lleve al menos seis meses reuniéndome, no me dejarán comentar en la reunión. Así que tengo que
seguir esperando...
No he faltado a ninguna reunión durante más de seis meses, ya me he ido alejando de todas mis
amistades “mundanas”, pues no quiero enojar a Jehová. Ya me dan comentarios en las reuniones y
en un par de meses podré salir a predicar con Sergio.

Es miércoles por la noche y estoy en la salida de predicación con Sergio. Estoy muy contento
porque ya me permiten predicar y voy a predicar con él. Vamos a hacer varias revisitas y a dar un
estudio. Cuando terminamos de predicar me siento muy feliz por haber hecho la voluntad de
Jehová.

Llevo varios meses predicando con Sergio y ya me han nombrado otra vez publicador no bautizado.
Estoy muy contento porque ahora podré ir más a predicar.

Es verano, tengo diecisiete años y hace mucho calor. Mientras voy por la calle con corbata
predicando con un hermano mayor, veo a unos cuantos jóvenes de mi congregación que se van a la
playa. De lejos me llaman y me saludan. No me importa, para mí es más importante la predicación
que el ir a la playa y más aún sabiendo el poco tiempo que queda, pues la generación de 1914, está
ya muy mayor y de un momento a otro viene el fin.

Estoy en la asamblea de distrito. Es domingo y el hermano discursante nos dice: “Hermanos, les
voy a dar una noticia. Hasta ahora veníamos diciendo que el armagedón estaba a la vuelta de la
esquina, pero señores... les voy a decir una cosa... a partir de ahora, les digo que el armagedón ya no
está a la vuelta de la esquina... ¡¡¡EL ARMAGEDÓN YA CRUZÓ LA ESQUINA!!!”. Muchos
aplausos siguen a ese anuncio. Me entra un escalofrío por el cuerpo al saber lo cerca que está ya el
armagedón.

Se desintegra la Unión Soviética... este hecho me desconcierta, pues “La Sociedad” hasta ahora ha
dicho que la Unión Soviética era el rey del norte. (Este hecho confundió mucho a los testigos, pues
se daba por hecho que la Unión Soviética sería el rey del norte hasta que llegara el fin del mundo,
librando una lucha competitiva hasta el final contra el rey del sur, que según la Watchtower son
Gran Bretaña y Estados Unidos. Pero claro, el rey del norte cambia de identidad si no se cumple lo
vaticinado, algo así como el espíritu de la película Fallen de Denzel Washington, que cambiaba de
identidad, pasando de una persona a otra para evitar ser capturado). Para que no pensemos
demasiado en ello y sigamos manteniendo el sentido de urgencia, “La Sociedad” se encarga de
recordarnos lo cerca que está el fin, sacando varios números seguidos de la revista “Despertad”, con
artículos sobre cómo será la vida en el paraíso, para que ya nos vayamos preparando para vivir en el
mismo. Esto nos vuelve a hacer pensar que el fin ahora está realmente cerca.

Hoy en la reunión han nombrado a mis hermanos Sergio y Antonio, siervos ministeriales. Estoy
muy contento por ello y los felicito.

Sergio me dice que va a dejar de ir al gimnasio, que siendo siervo ministerial, eso podría “hacer
tropezar” a otros hermanos.

Ya estoy en edad de que me llamen para hacer el servicio militar y los testigos de Jehová no
podemos hacer el “Servicio social sustitutorio.” Un hermano de mi edad, Alexis, se encuentra en la
misma tesitura. Entre los dos hablamos de este tema, pues sabemos que podríamos ir a la cárcel,
pero queremos entender el por qué, así que al terminar la reunión, nos dirigimos a uno de los
ancianos, el señor Hernández.

Le decimos que nos gustaría que nos explicase el por qué no podemos hacer el “sustitutorio”. El
señor Hernández nos dice: “Te pongo un ejemplo, una persona te da una pistola y te dice que le
pegues un tiro a alguien. Tú te niegas y te dice que entonces tienes que limpiarle la cocina.”
Yo le digo: “pues le limpio la cocina, porque no estoy haciendo nada malo.” El señor Hernández
me dice que no puedo, porque el limpiar la cocina estaría sustituyendo el matar a una persona.
Alexis y yo le decimos que aceptamos el no hacer el “sustitutorio”, pero que seguimos sin
entenderlo (este argumento de prohibir el sustitutorio por sustituir al servicio militar, era totalmente
contradictorio, pues los expansores sanguíneos son sustitutos de una transfusión de sangre y sí se
aceptan).

Poco después, a un hermano de nuestra edad, ya bautizado lo expulsan. El ir a la cárcel le daba


pánico y ha aceptado hacer el “servicio social sustitutorio”. Ya no viene a las reuniones y no podré
saludarle si lo veo por la calle. Actualmente a pesar de que luego se permitió el “servicio
sustitutorio” como algo de conciencia, este hermano sigue expulsado por hacer algo que luego otros
pudieron hacer sin ningún tipo de repercusión y si lo ven por la calle, siguen sin saludarle. Este
hermano, simplemente actuó de acuerdo a SU CONCIENCIA, en vez de actuar de acuerdo a la
conciencia de la Watchtower.

Al final me he librado del servicio militar por ser asmático. Es un alivio, pues no tendré que ir a la
cárcel. Mi hermano Marcos, hace años que dejó de ir al salón y se enrola para hacer carrera militar,
con lo que se marcha lejos de casa durante un tiempo.

Ha salido en el ministerio del reino un “nuevo entendimiento” de la Sociedad. Basándose en 2


Corintions 2:17, que dice que no somos “vendedores ambulantes” de la palabra de Dios, se
determina que a partir de ahora las publicaciones se cobrarán por “contribuciones voluntarias”. Se
hacen muchas demostraciones en la congregación explicando cómo tenemos que “pedir” esas
“contribuciones voluntarias” a los “amos de casa”. Estoy en mi casa por la noche y mi hermano
Sergio se lo está comentando a mi padre, diciéndole que eso es una prueba grande de que Dios está
detrás, ya que ninguna otra empresa se atrevería a hacerlo. Mi padre dice que ese “nuevo
entendimiento” ha sido para sacar más dinero, porque todos los testigos están obligados a comprar
la literatura y el que antes pagaba 35 pesetas por la revista, ahora paga 50 ó 100 pesetas, al igual que
los “amos de casa”, que harán otro tanto de lo mismo. Mi padre realmente no andaba
desencaminado, pues este “nuevo entendimiento” realmente vino como una manera de evadir
impuestos.

Mi hermano Antonio ha sido padre de una niña. Me hace muy feliz el tener ahora una sobrina. El
ser padre, hace que Antonio cambie bastante, siendo mucho más cercano conmigo, preocupándose
siempre de que yo esté bien, pues yo vivo con mi padre y soy el único testigo de Jehová en el hogar.

Ahora estoy de visita en casa de mi madre, echando un vistazo a revistas antiguas que ella tiene allí.
Acabo de ver algo que me acaba de inquietar...

Estamos en mil novecientos noventa y dos. Y estoy viendo una revista Despertad de hace años. En
esta pone el por qué se publica Despertad y puedo leer, que “Esta revista promueve la confianza en
la promesa del Creador, de establecer un nuevo mundo pacífico y seguro durante la generación
que vio los acontecimientos de 1914.” En las Despertad actuales pone: “Esta revista promueve la
confianza en la promesa del Creador, de establecer un nuevo mundo pacífico y seguro antes de
que desaparezca la generación que vio los acontecimientos de 1914.” Yo tengo entendido que
con el Creador, no existe “la variación del giro de la sombra” según Santiago 1:17, es decir, que no
existe el más mínimo cambio de opinión, pero el Creador ha cambiado el “durante”, por “antes de
que desaparezca” la generación que vio los acontecimientos de 1914. ¿Y si esto sigue cambiando y
quitan lo de la “generación de 1914”?
Esta duda me inquieta, pues en breve quiero bautizarme... seguro que es Satanás, que se ha
encargado de ponerme dudas en la mente para que no me bautice. Inmediatamente me quito estos
pensamientos de la cabeza, pues no puedo desconfiar de Jehová y enojarle.
Hoy me han terminado las preguntas del bautismo. Es domingo y voy a pasear con varios
hermanos. Estoy con mi amigo Alexis, cuando nos aborda, un señor que yo en ese momento no
conocía. Nos pregunta: “¿Sois testigos de Jehová?” Yo le respondo que sí y me pregunta: “¿Estás
bautizado?”, yo le respondo: “No, pero pronto espero estarlo”, a lo que me contesta: “Pues todavía
estás a tiempo.” Yo no entendí la respuesta y le pregunté: “¿A tiempo de qué?” Él me contesta: “De
no bautizarte.” Claramente esto ha sido un ataque directo de Satanás y con más seguridad que
nunca, tengo claro que me bautizaré la semana que viene.

Estamos en mil novecientos noventa y tres y me bautizo con dieciocho años. Me siento muy feliz y
afortunado por formar parte del pueblo de Jehová. He conseguido un trabajo pintando casas con
otro hermano, así podré ganarme un dinerillo para mis gastos. Se acercaba un momento de cambios
en mi familia, así como un hecho que me haría ver que eres tan útil, como desechable, según los
intereses de la organización.
-JUVENTUD-

Mi promedio de horas mensuales es siempre superior a cuarenta horas y siempre que puedo
hago el precursorado auxiliar, que este momento son sesenta horas mensuales.

Mi madre está mucho con una señora que lleva algún tiempo estudiando la Biblia. A mis hermanos
y a mí no nos gusta esa amistad, pues es una persona muy problemática. Mi madre no nos hace caso
y ella y esa señora se van a vivir juntas (use discernimiento el lector). Mi madre misma poco tiempo
después se desasocia. Me desconcierta, el ver que tanto fanatismo que ha tenido mi madre, tanto
que me ha prohibido tener determinadas amistades por ser malas asociaciones y al final ella misma
se desasocia para vivir con otra señora que sus hijos veían claramente como una “mala asociación”.
Realmente es cierto que el Diablo está siempre al acecho, para ver cuál es tu debilidad y ponértela
delante para apartarte de la organización de Jehová.

Tengo muchas amistades de mi edad dentro de la congregación, con las que salgo todos los
domingos a pasear cuando termina la reunión. Estas amistades me ayudan a tener la mente ocupada
y no pensar tanto en que mi madre se haya desasociado.

En esos días, un hermano de la congregación que tiene familia en Italia, viene diciendo que en Italia
salió publicado en el periódico, que la ONU le ha mandado una carta al Vaticano, diciéndoles que
van a quitar todas las religiones, empezando por la católica. Esto fomenta el que muchos hermanos
de la congregación rellenen la solicitud para hacer el precursorado auxiliar el mes siguiente, pero el
padre de Alexis, un hombre muy inteligente, de esos que sólo van al salón a acompañar a su mujer,
pero que nunca se bautizan, le pide muchos datos al hermano que vino de Italia. Este señor tiene
muchos contactos y tras muchas llamadas nos confirmó lo que alguno se temía... Todo era un bulo...
algún gracioso se inventó que había leído esa noticia y este hecho fue cogiendo credibilidad, hasta
el punto en que los hermanos ya decían que esta noticia había sido publicada en el periódico.

Tengo diecinueve años, los ancianos de nuestra congregación hablan con todos los jóvenes y nos
comentan de la construcción de un nuevo salón, en las afueras de la ciudad. Nosotros aceptamos ir
de buena gana.

Todos los sábados estamos allí desde por la mañana hasta la noche trabajando duro en la
construcción del salón. También vamos algunos domingos, aunque nos perdemos nuestra reunión,
pero los ancianos no nos dicen nada.
Esta construcción dura muchos meses, pero al final termina. El próximo domingo se inaugurará el
nuevo salón.
Pasan los días y los jóvenes, que tanto esfuerzo hicimos en esa construcción, nos damos cuenta de
que no nos han invitado a ninguno a la inauguración del salón. Tan sólo han sido invitados los
ancianos y los precursores regulares. De todos ellos, solamente un anciano de la congregación, fue a
la construcción.

Este hecho, nos desanima bastante, pues nos hace pensar que se han aprovechado de nosotros.
Como decimos por aquí... “por interés, te quiero Andrés.”

Estamos en una asamblea de distrito, nos encontramos varios jóvenes reunidos y Cristian, uno de
ellos, cuenta que estaba predicando la semana anterior, cuando el “amo de casa” y él se pusieron a
hablar de 1914. Él le mencionó cómo contando los 2520 años desde la destrucción de Jerusalén en
607 AC, se llegaba a 1914. El “amo de casa”, le dice que Jerusalén no fue destruida en esa fecha y
él dice que sí, a lo que el amo de casa le trae un libro de historia y le muestra que Jerusalén fue
destruida en una fecha completamente distinta.
Cristian y su acompañante se marchan, sin saber qué responder al amo de casa. Aunque no le doy
mayor importancia a este comentario, se había quedado grabado en mi mente como por fuego.

Tengo veinte años y hago el precursorado auxiliar casi de continuo. He tenido una gran facilidad
para aprender textos bíblicos de memoria, sabiendo libro, capítulo y versículo en que se encuentran
cada uno de ellos. Un día mi amigo Jorge, un hermano dos años mayor que yo, con el que he cogido
una gran amistad, me dice que coja una hoja y apunte en ella todos los textos bíblicos que me sé. Al
hacerlo, tengo que llenar varias hojas, pues son más de cuatrocientos.

En este momento dirijo tres estudios Bíblicos. Uno de dichos estudios, es a dos señores que trabajan
en la playa, colocando hamacas. Constantemente, en medio del estudio se meten dentro de la caseta
en donde guardan las hamacas y cada vez que salen, veo que tienen los ojos muy rojos y que están
aún más sonrientes que nosotros. Mi inexperiencia en el uso de drogas impedía que me diera cuenta
de lo que hacían dentro de la caseta.

Le doy el estudio Bíblico también a un niño del salón y a Roque, un antiguo compañero de clases,
al que mi madre dio el estudio Bíblico de niño a escondida de sus padres.
Roque se emociona mucho cuando le explico las profecías y le digo que queda poquísimo tiempo
para que venga el fin. Le enseño la revista Despertad y le muestro con dicha revista, cómo “la
promesa del Creador es establecer un nuevo mundo pacífico y seguro antes de que desaparezca la
generación que vio los acontecimientos de 1914.” Luego le muestro Mateo 24:34, en donde Cristo
dice que “esta generación” no pasará hasta que sucedan todas estas cosas. Le comento que esto está
claramente expuesto en la Palabra de Dios, la Biblia y que según Tito 1:2, Dios “no puede mentir”.

Hace poco han sacado un libro nuevo llamado: “El conocimiento que lleva a vida eterna”. Este libro
reemplazará al libro “Vivir para siempre”, pero como ya Roque tiene el estudio algo avanzado,
terminaré el libro “Vivir para siempre” con Roque.

Acaba de salir una Atalaya, en la que se menciona un “nuevo entendimiento” sobre la generación de
1914. En estos momentos recuerdo cómo fueron cambiando los mensajes del por qué se publica
Despertad. También pienso en que le tendré que explicar a Roque este “nuevo entendimiento”. A
ver cómo se lo toma.
Una vez que termino de darle el siguiente estudio a Roque, le explico el “nuevo entendimiento”
sobre la generación de 1914. Roque pone cara de decepción y me dice: “Gabriel, ¿sabes una cosa...?
No voy a seguir estudiando la Biblia. No confío en un Creador que no cumple sus promesas.” Yo le
digo a Roque que lo entiendo y que lo siento mucho.

Al poco tiempo, le paso el estudio bíblico del niño a una precursora y no mucho después terminé de
dar el estudio bíblico en la playa, porque ya habíamos terminado el libro “Vivir para siempre” y
quería que lo bautizara allí en la playa, pero sin ir a las reuniones ni predicar. Algo así como el
eunuco Etíope, pero la “Sociedad” no lo habría permitido. En la organización todo son normas y
protocolos que no te permiten ir del punto A al punto B, sin antes pasar múltiples eventos
preestablecidos y que llevan un largo período de tiempo. Con esto se garantizan que el que se
bautice, ya esté completamente programado para obedecer todas las normas y “nuevos
entendimientos” de la Watchtower, teniendo también a un vendedor en potencia que además,
adquirirá para sí cada una de las revistas y libros que publique dicha organización.

A mitad de mis veinte años, me apunto en el gimnasio, ya que estoy muy delgado y me siento un
poco acomplejado de mi aspecto físico tan enclenque. Mi hermano Sergio me dice que no vaya al
gimnasio, que allí me echaré a perder, pero yo le digo que lo hago por salud y que otros hermanos
se van a apuntar para ir conmigo, que simplemente es un hobby.
Desde adolescente, siempre me ha gustado la barba, pero hasta ahora, no se me había cerrado y
ahora que la tengo muy poblada, me gustaría dejármela. Le pregunto a uno de los ancianos de la
congregación, el señor Hernández si habría algún problema, pues soy responsable en el
departamento de sonido y de micros.
El señor Hernández me dice que siempre que me cuide de que la barba esté bien arreglada, no habrá
ningún problema. Cuando me dejo la barba, los hermanos y hermanas de la congregación, me dicen
que me queda muy bien, incluso una señora mayor a la que le tengo mucho cariño, me dice que
estoy muy guapo, que con la barba y mis rasgos árabes, me parezco a Sandokán.

Llega la siguiente asamblea de distrito...

Hasta ahora, una de las cosas que más me ha fascinado en las asambleas, son las experiencias, pero
pronto ocurriría algo que me haría cuestionar seriamente la veracidad de las mismas.
-LA VENGANZA DE CORLEONE-

Tengo veintiún años. Llega la siguiente asamblea de distrito, en Agosto. Desde que me
bauticé, en todas las asambleas he trabajado de acomodador y por supuesto, en esta también. En una
congregación vecina, hay un hermano joven llamado Diego, que lo vemos como la bala perdida de
la congregación, porque es un poco rebelde a las normas. Estamos en el primer día de asamblea y
para sorpresa de todos los jóvenes de mi congregación, sale a la plataforma Diego, a contar su
experiencia en el instituto. El anciano que lo entrevista casualmente es su tío.
Diego cuenta cómo es un gran ejemplo en el instituto, que los profesores lo felicitan y que ha
dejado revistas a los profesores. La realidad era bien diferente, pues a Diego lo habían expulsado
del instituto por alborotador y nunca lo habían felicitado, ni había dejado revistas a los profesores.
Al terminar la sesión, Alexis y yo fuimos a hablar con ese anciano y le dijimos literalmente que si
no le dio vergüenza sacar a la plataforma a Diego. El anciano puso cara de sorpresa y le contamos la
verdad. El anciano se sonrió y dijo: “¿Ah, en serio...?” y ahí quedó la cosa. No importaba si la
experiencia era cierta o no... lo que importaba es que la experiencia conmoviera y llegara a jóvenes
de otras congregaciones para que siguieran el “buen ejemplo” de Diego.

Segundo día de asamblea. Hace muchísimo calor... como acomodador, tengo que estar en la
asamblea mucho antes de que se abran las puertas, para que me asignen mi sección. Ese día me
asignaron una grada. Esa era una grada especialmente reservada a la gente mayor, con lo que
teníamos que comentárselo a los hermanos más jóvenes, para que no se sentaran allí. Me asignaron
además una de las escaleras que estaba al lado de la grada y tenía que evitar que los hermanos se
detuvieran en la misma, para que el tráfico de hermanos siempre fuera fluido.

Llevo ya dos horas con corbata, bajo el implacable sol de agosto, he tenido que pedirle a muchos
hermanos jóvenes que por favor, no se sienten en los asientos de esa grada, que son para la gente
mayor, aunque algunos no me han hecho caso y se sientan igualmente. El jefe de acomodadores de
nuestra congregación está muy alterado con algunos hermanos que no le obedecen... es un hombre
muy tranquilo, pero es que el día caluroso y los hermanos que no colaboran, también ponen de su
parte para sacar los nervios a cualquiera.

De repente, los hermanos que están en la escalera que estaba a mi cargo se paran. Miro hacia arriba
y allí está, es “Corleone” un anciano orondo de otra congregación, al que los hermanos han apodado
así, pero aún no sé por qué. “Corleone” está en medio de la escalera hablando con otro hermano que
se encuentra más adentro y todos los hermanos que ese encuentran por debajo de él, se tienen que
detener porque “Corleone” está bloqueando el paso. Subo escaleras arriba y me dirijo a “Corleone”:
“Hermano (le digo), no le importa y entra un poco hacia adentro para seguir hablando, o si circula,
porque está bloqueando el paso a los hermanos.”
“Corleone” me dice que sí, que disculpe.
Bajo las escaleras y como medio minuto después, el jefe de acomodadores, me llama: “¡¡¡Gabriel,
mira a ver esa escalera!!!” Miro otra vez hacia atrás y todos los hermanos están otra vez detenidos.
Al mirar hacia arriba, veo otra vez a “Corleone”, esta vez un poco más arriba, hablando con otro
hermano y bloqueando el paso, exactamente de la misma manera.
Me dirijo nuevamente hacia él: “Hermano, por favor, tiene que circular o entrar hacia dentro si
quiere seguir hablando, es que es la segunda vez que bloquea el paso y todos los hermanos que
están debajo suyo, están parados y no pueden avanzar”. Una vez más, “Corleone” me contesta: “Sí
sí, hermano, disculpa.”

Vuelvo a bajar y nada más llegar abajo, escucho a los hermanos de la escalera alterados y
murmullando: “¡¡¡A ver si te mueves de una vez, que ya está bien!!!” gritó un hermano.
Al subir la mirada, veo otra vez a “Corleone”, exactamente igual que las dos veces anteriores y el
jefe de acomodadores me dice seriamente: “¡¡¡Gabriel, mira a ver ya esa escalera!!!” Ante la rabia,
me dirijo por tercera vez a “Corleone” y esta vez le digo seriamente, pero sin alzar nunca la voz:
“Hermano, es la tercera vez que le tengo que pedir que circule, ya los hermanos de la escalera están
irritados y mi jefe de acomodadores me ha llamado la atención sin necesidad por su culpa. Hágase a
un lado o circule, pero por favor, no se quede más en medio, que aunque usted sea anciano de
congregación, lo que está haciendo es una falta de respeto a todos los hermanos que están en la
escalera”.

“Corleone” me mira seriamente y me dice: “No hace falta que me hables así, si me hablas así no
calificas para servir de acomodador”. Yo le digo: “Todos los hermanos, incluidos los ancianos,
tienen que seguir las instrucciones dadas por los acomodadores en las asambleas. Si usted no sigue
las instrucciones de los acomodadores, está dando un mal ejemplo a los demás hermanos y
mostrando una falta de respeto hacia nuestro trabajo”.

“Corleone” no dice nada y se marcha. Unos minutos más tarde, lo veo de lejos, hablando con el jefe
de acomodadores de mi congregación y señalando con su dedo hacia mí. No le di ninguna
importancia, pues Francisco, el jefe de acomodadores, me conocía bien y él mismo había visto todo
lo que había ocurrido. Casualmente, mi amigo Alexis, estaba asignado a la grada contigua y también
había visto todo lo ocurrido y fue el primero que vio a “Corleone” a lo lejos hablando con Francisco
e inmediatamente me lo dijo para que yo lo viera también.

Pasan unos dos meses y Alexis, se va con su familia de vacaciones a una localidad cercana. Es
domingo y el discurso público trata sobre el saber cumplir con nuestra responsabilidad.
El hermano discursante, ahora cuenta algo sucedido recientemente para ilustrar a los hermanos lo
que es no cumplir con su responsabilidad. El discursante menciona cómo en una reciente asamblea,
había un anciano muy querido por todos... este anciano, mientras sube por las escaleras, sin darse
cuenta, obstaculiza el paso al resto de hermanos que estaba debajo. Inmediatamente, se dirige a él
un acomodador y gritando le dice que se mueva, que no puede estar ahí parado obstaculizando el
paso. El querido anciano se disculpa y se marcha. El discursante ahora dice: “ese acomodador, no
supo cumplir con su responsabilidad de acomodador, no fue amoroso con el anciano, que sin darse
cuenta bloqueaba el paso y además le gritó cuando se dirigió a él”. El discursante se pasó la mayor
parte del discurso, recalcando que no fuéramos como aquel acomodador que no supo
cumplir con su responsabilidad.

Al terminar la reunión, Alexis se dirigió al hermano discursante y le dijo que casualmente el vivió
en primera mano esa experiencia, al estar trabajando también de acomodador en esa asamblea y
tener asignada la grada contigua a la de ese acomodador.
Alexis le menciona al discursante que los hechos para nada ocurrieron así y le cuenta cómo
ocurrieron realmente los hechos. El discursante solamente asintió escuchando.

Ahora sabía por qué le llamaban “Corleone” a aquel anciano. Si no le eras de su agrado, haría todo
lo que pudiera por hundirte. “Corleone” se había encargado tergiversando los hechos, de utilizarme
públicamente como un ejemplo a no seguir, por “no saber cumplir con mi responsabilidad”.
A partir de aquí, me di cuenta que las experiencias que se cuentan en las asambleas y en discursos
públicos o revistas de la Watchtower, pueden estar manipuladas o distorsionadas, con el único
propósito de transmitir el mensaje para el cual han sido elaboradas, sea predicar más, rechazar un
trabajo, rechazar a una pareja, contribuir más económicamente, etc... es decir, que “el fin justifica
los medios”.
Ya no trabajo de pintor, estoy trabajando de reponedor (colocando mercancía) por las noches en un
supermercado, ya que mis limitados estudios, no me permiten acceder a otro tipo de trabajo mejor
remunerado. Los días los tengo muy ocupados, pues al trabajar de noche, me levanto un poco tarde,
luego me voy al gimnasio y por la tarde a predicar o a la reunión, según el día.

Hoy en la reunión anuncian por la plataforma que el señor Hernández ya no es anciano. Me sienta
como un jarro de agua fría, pues parecía el anciano perfecto, maduro, muy inteligente, comprensivo,
cariñoso...

Unos días después, estoy predicando con mi amigo Jorge y le comento que me ha sorprendido
muchísimo que el señor Hernández ya no sea anciano. Jorge me comenta, que se enteró por su
hermana que el señor Hernández se había propasado con algunas hermanas muy jóvenes. Al parecer
fueron muchas hermanas las que testificaron, incluso una quiso venir de lejos a testificar, tomando
un avión para tal efecto. Sin embargo, lo que me ha sorprendido bastante, es que dada la gravedad
de las acusaciones y la cantidad de testigos que declararon, al señor Hernández no lo hayan
expulsado.

Mientras estamos predicando, nos encontramos con el apóstata que me abordó una semana antes de
bautizarme. Al reconocernos como testigos, viene a hablar con nosotros y esta vez se pone a
hablarnos de las falsas profecías de la Watchtower (este señor, estuvo estudiando con los testigos de
Jehová, pero nunca llegó a bautizarse, con lo que los hermanos a los que abordaba, no tenían más
remedio que hablar con él, aunque siempre se intentaba zanjar la conversación lo antes posible).
Este señor, pues me dice que la Watchtower ha dado muchas fechas para el fin del mundo y que
ninguna se ha cumplido. Me comenta que él mismo vivió cómo la Watchtower predijo el fin del
mundo para 1975, animando a los testigos a vender sus propiedades y dejar sus trabajos. Me cita
Deuteronomio 18:20-22, en donde la Biblia habla que si un profeta profetiza y lo que dice no se
cumple, es un falso profeta y que por tanto, según la Biblia, la Watchtower es un falso profeta. Yo
intento no hacer caso a lo que me está diciendo, pero la duda ya ha sido sembrada.

La madre de Jorge es como una madre para mí, ella estaba en “la verdad” en 1975 y si le pregunto,
no me va a mentir.

Cuando Jorge y yo llegamos a su casa, le comento lo sucedido a su madre y le pido que me cuente
qué fue lo que ocurrió en esa época, ya que llevo muchos años en la organización y es la primera
vez que lo escucho y me sorprende que alguien, aunque sea catalogado de apóstata, se invente una
mentira así, pues podría ser corroborada como tal y este señor perdería toda su credibilidad.

La madre de Jorge me lo confirma, diciéndome incluso que en la asamblea de distrito de 1974, se


dijo en la plataforma, que esta sería la última asamblea, ya que en unos meses vendría el armagedón
y la siguiente asamblea sería en el paraíso. Hubieron muchos aplausos en la asamblea ante esas
palabras. Me confirmó también que la “Sociedad” animó en el “ministerio del reino” de la época y
en distintos discursos a los hermanos a vender sus hogares y dejar sus trabajos para predicar. Ella no
lo hizo, aunque se decepcionó bastante al pasar 1975 sin que llegara el fin. Me comenta además,
que en ese año conoció a su marido y que los ancianos le recomendaron que ante la inminencia del
fin, no se casara. Ella tampoco hizo caso y posteriormente le volvieron a decir que el fin ya iba a
llegar de un momento a otro y que no tuviera hijos, que la “Sociedad” misma así lo recomendaba,
pues serían una carga en la inminente gran tribulación. Ella quería ser madre y tampoco hizo caso.
Entonces mirándome me dice: “Gabriel, esto te lo digo a ti, no lo suelo comentar con nadie... me
alegro de no haber hecho caso a la “Sociedad”, pues de haberlo hecho, no me habría casado y mis
dos hijos no habrían nacido”.
Esta conversación no la mencioné a nadie, pero la guardé en mi corazón y durante muchas veces me
dio vueltas a la cabeza el cómo una organización que había errado muchas veces en sus profecías,
podía ser la organización de Jehová. Además, igualmente, me preocupó el hecho que todas esas
“falsas profecías” habían sido silenciadas, como para que uno no conociera el pasado de la
organización. Aún así, pensé que debía confiar en Jehová y que tenía que seguir adelante, a pesar de
no entender estas cosas.

Tras la baja como anciano del señor Hernández, en la congregación se ha quedado sólo un anciano,
el señor Marrero. Un anciano maduro, que pasó más de diez años en la cárcel por no hacer el
servicio sustitutorio. Pronto necesitaremos otro anciano.

Llevo unas semanas preparándome para una prueba de acceso a un módulo en el instituto para
obtener el título de “Técnico en comercio y marketing”. Supero la prueba sin ningún problema y me
apunto en el instituto, ya que al no tener casi estudios, sólo puedo acceder a puestos de trabajo poco
remunerados, como el que tengo ahora mismo de reponedor.

Por mi trabajo, me acuesto muy tarde, por las noches, yendo a clases muy temprano, por las
mañanas, utilizando las tardes para ir al gimnasio, predicar dos días semanales e ir a las reuniones.
El instituto ya no me permite hacer el precursorado, pero sigo predicando con una media de más de
veinte horas, unas cinco horas por encima de la media que se exigía por publicador.

Tengo veintidós años, es miércoles y hoy en la salida, me han mandado a predicar con mi hermano
Sergio. Mientras estamos predicando, le hablo de una sesión de danza, a la que fui recientemente,
organizada por una hermana del salón. A esta sesión asistió como participante en la obra, Simón, el
hijo del señor Marrero.

Le cuento a Sergio de manera anecdótica que cuando terminó la obra varios hermanos fuimos a
felicitar a la hermana encargada y a felicitar a Simón, el cual estaba en el probador, en calzoncillos
marrones, que me hizo recordar a Tarzán y que allí habían más participantes de la obra, varones,
alguno desnudo en ese momento, pues se estaban cambiando de ropa. Sergio se echa a reír cuando
le cuento lo de Tarzán. Lo que no sabía yo, es que esta conversación, sería unos meses después el
comienzo de una pesadilla que duraría varios años.
-EL COMIENZO DE UNA PESADILLA-

El hijo del señor Marrero, desde que su padre es el único anciano de la congregación, es el
joven que más privilegios tiene en la misma. Me llevo muy bien con él, aunque reconozco que es un
poco mujeriego y que su padre está mostrando un claro favoritismo por él. Este hecho es objeto de
crítica por parte de muchos hermanos.

Es domingo y muchos jóvenes salimos a dar un paseo y tomarnos algo. Simón me cuenta que la
próxima semana llega un nuevo anciano a la congregación. Este es un anciano que viene de otra
congregación y le llaman “el dictador”, pues según se ha enterado Simón, tiene a la congregación a
raya y cuando los jóvenes de esa congregación se enteraron de que se marchaba de allí, salieron a
celebrarlo.

Es jueves, y “el dictador”, al que llamaremos Adolfo, ha llegado a la congregación. A simple vista,
no parece mala persona, incluso se le ve muy bromista y es un hombre muy enfático y expresivo al
hablar. Su hijo Santiago, dos años mayor que yo y siervo ministerial, ha venido también a servir a
nuestra congregación.

En pocas semanas, Adolfo ya se ha hecho con el mando de la congregación y de todos los


privilegios que tenía Simón, tan sólo lo deja como ayudante en el departamento de revistas. Por el
contrario, su hijo Santiago, al que ya conocíamos cuando salíamos los hermanos a pasear, sobre
todo por ser muy mujeriego, es ahora el joven que más privilegios tiene en la congregación.

El señor Marrero ya no está subiendo a la plataforma, a la cual sólo suben Adolfo y algunos siervos
ministeriales principalmente. Mi hermano Sergio está la mayor parte del tiempo con Adolfo.

Se acerca la nueva visita del superintendente de circuito y muchos hermanos me dicen que en esta
visita seguro que me nombran “siervo ministerial”. La visita llega y pasa, pero no le doy gran
importancia hasta que un jueves, en una próxima reunión hacen un anuncio: “Sergio xxxxx xxxxx
ha sido nombrado anciano”.

Al terminar la reunión Antonio y yo felicitamos a mi hermano por su nombramiento y este nos da


las gracias. Personalmente, desde mi punto de vista y el de muchísimos hermanos de la
congregación que hablaron conmigo, capacitaba más para anciano mi hermano Antonio que Sergio.

Han pasado unas dos semanas del nombramiento de mi hermano Sergio como anciano, cuando
antes de comenzar la reunión, me dice que luego, al terminar, tiene que hablar conmigo.

Cuando termina la reunión, me hace recordar la conversación que yo tuve con él en la que le
mencioné la obra de danza y a Simón en calzoncillos, junto a otros muchachos que estaban
desnudos allí. Yo le digo que sí, que lo recuerdo.

Sergio me dice que le van a formar un comité a Simón y que cuenta con lo que yo le he contado.
Me quedo en cuadros. Le comento a Sergio que simplemente se lo comenté como una anécdota
graciosa y que no vi nada malo en ello. Que yo mismo he estado en los vestuarios de la asamblea y
he visto salir de la ducha al superintendente de distrito completamente desnudo mientras sin nada de
ropa, se pone a hablar con algún hermano, que también se encontraba desnudo en ese momento, en
donde, habían muchos hermanos allí, la mayoría en calzoncillos. Le digo que si se usa una vara de
medir, se debería de usar para todos por igual, independientemente del cargo que se tenga en la
organización.
Mi hermano Sergio pone cara de enfado y me dice seriamente: “Cualquier cosa que oigas o
escuches sobre Simón, lo que sea, aunque tú no lo hayas visto, dímelo”. Yo le digo que prefiero que
dejemos aquí la conversación.

En esos momentos, me quedé pensando mucho en dónde quedaban en este caso las palabras de
Jesús cuando dijo en Mateo 18:15-17, que si tu hermano hacía algo mal, primero, ve y habla con él
a solas y si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Sólo cuando no te escucha, llama a dos
testigos para comentar con ellos y tu hermano el asunto. Si no te escucha a ti y a los testigos,
entonces llévalo a la congregación. En este caso, con sólo oír algo, era más que suficiente para
“llevarlo a la congregación”.

Unos días después, Simón me cuenta que los ancianos han intentado hacerle un comité, acusándolo
de homosexualidad, pero que se paró todo por falta de testigos. Yo le digo que lo siento mucho y le
cuento lo que me pasó con mi hermano y veo que Simón se pone muy triste, ante tal injusticia.

En la siguiente reunión (un domingo), nada más terminar, se me acerca Adolfo y me dice: “Me
gusta tu barba, a mí también me gusta dejarme la barba cuando estoy de vacaciones”. Me extraña
mucho este comentario, pero le doy las gracias.

Llega la siguiente reunión (jueves) y Jorge me dice que han quitado la lista que nosotros hacíamos
para turnarnos en los departamentos de micros y sonido. El preguntó y le dijeron que habían sido
los ancianos. Al preguntarle Jorge a los ancianos cuál era el problema, le dijeron que hiciera listas
nuevas, pero sin incluirme a mí, pues yo había sido removido de todos mis privilegios. Las palabras
de Jorge, me hacen sentir una punzada en el estómago y me dan hasta náuseas, al ser un “duro
golpe” que no me esperaba para nada, pues un hermano sin privilegios en la congregación es
mirado por todos como “poco espiritual” o como que ha hecho algo grave.

Al terminar la reunión, le pregunto a mi hermano Sergio, que qué he hecho yo para que me quiten
todos mis privilegios (transcribo aquí cómo fue la conversación).

Yo: “Sergio, creo que merezco una explicación por haberme quitado todos los privilegios, sin
siquiera hablar antes conmigo si he hecho algo mal”.

Sergio: “Con la barba, estás haciendo tropezar a los demás hermanos”.

Yo: “Hace ya tiempo que llevo barba y lo único que me han dicho los hermanos es que me queda
muy bien. Si dejarme la barba es pecado, entonces el culpable es Dios, por haber dado la barba al
hombre. Si es verdad que algún hermano está tropezando por haberme dejado yo la barba, alguno
que no sean tú y Adolfo, dímelo, me disculparé con el hermano y me la quitaré. Pero creo que lo de
la barba es solamente una excusa”.

Sergio: “Te voy a decir la verdad: Te hemos quitado los privilegios, para ver cómo reaccionas si
pierdes los privilegios y ya veo que no estás reaccionando nada bien”.

Yo: “¿Cómo quieres que reaccione? ¿Me pongo a bailar de alegría? ¿Por qué no le quitas los
privilegios a Santiago, para ver cómo reacciona? Pero claro, es el hijo de Adolfo...”

Sergio: “No te estés fijando en los demás, ya que estás demostrando una actitud de rebeldía.
Nosotros los ancianos, somos príncipes y estamos en la mano derecha de Jesucristo, por lo que
ustedes están aquí para hacer todo lo que nosotros decimos”.
Yo: “¿Y si lo que tú me estás diciendo que yo tengo que hacer, yo sé que bíblicamente está mal?”
(Esto lo decía yo por lo de Simón, ya que él me había dicho que le contara cualquier cosa que oyera,
respecto a Simón, lo que fuera, aunque yo no lo hubiera visto, con lo que estaría saltándome todos
los pasos que había marcado Jesús en Mateo 18:15-17).

Sergio: “Aunque tú sepas que bíblicamente está mal, tú tienes que hacerlo porque te lo
decimos nosotros”.

Yo: “Ahí estás muy equivocado, pues la misma Biblia dice en 2 Corintios 1:24 que los ancianos no
son amos sobre la fe de los demás, sino colaboradores, por lo que los ancianos no estáis en ese
puesto para que nosotros hagamos lo que ustedes dicen. Tú nunca vas a estar por encima de la
Biblia”.

Sergio: “¿Es que no te das cuenta de cómo está operando el espíritu de Jehová en la congregación?,
¿Es que no ves todas las expulsiones que han habido en muy poco tiempo”.

Yo: “Lo único que yo veo, es una actitud inmisericorde, por parte de ustedes, no creo que eso tenga
nada que ver con el espíritu de Jehová”.

Ahí terminó la conversación.

Comento aquí tres de esas expulsiones de las cuales conocí por boca de los que serían expulsados,
todos los detalles, antes de que fueran a contarlo ellos a los ancianos:

Primer caso: Una viuda, a la que aprecio mucho y que vive sola, tiene un desliz con un señor que
trabajaba muy cerca de su casa. La viuda arrepentida, va llorando a los ancianos, contándoles lo que
ha hecho y diciéndoles que sólo sucedió una vez y que ni se ha visto, ni se volverá a ver más con
ese señor. Cuando me lo contó, yo le dije que el hecho de que ella lo contara, era una gran prueba de
su arrepentimiento, pues de lo contrario, los ancianos nunca lo sabrían y que para nada creía que la
expulsaran por eso.

Resolución del comité judicial: Expulsión. Fue muy triste ver a esa señora viuda, siendo la única en
su hogar que estaba en “la verdad”, venir sola a las reuniones y que nadie pudiera decirle ni siquiera
“hola”. ¡¡¡Qué lejos estaba este proceder del ejemplo de amor que mostró Cristo con la pecadora
que arrepentida le lava los pies con sus lágrimas y un caro perfume!!! Qué lejos de las palabras del
discípulo Santiago en Santiago 1:27, cuando dice: “La forma de adoración que es limpia e
incontaminada desde el punto de vista de nuestro Dios y Padre es esta: cuidar de los huérfanos y
de las viudas en su tribulación, y mantenerse sin mancha del mundo”.

Segundo caso: Una chica con retraso mental, comenzó a salir con un chico que también padece
retraso mental y una sola vez tuvieron relaciones. La chica, en confianza, me lo contó, buscando mi
consejo. Yo le dije que mi consejo (más conociendo el caso de la viuda anteriormente citada), era
que no lo contara, que Jehová sabía que ella estaba arrepentida y que no lo volvieran a hacer. Al
final la chica lo contó a los ancianos.

Resolución del comité judicial: Expulsión. Imagínense, una chica con retraso mental, yendo con su
madre a las reuniones y no poder ni siquiera decirle “hola, me alegro de que estés aquí”.

Tercer caso: Una pareja de novios a punto de casarse, cometen “conducta relajada”, es decir, se
tocan más de la cuenta. Yo le dije al chico, que no dijera nada, que estos ancianos no tenían piedad.
Al final el sentimiento de culpa pudo con el chico y la pareja lo contó a los ancianos.
Resolución del comité judicial: Expulsión.
A esa boda no pudo ir ningún testigo, sólo fueron los padres a verlos casar y no pudieron hacer
celebración, pues estaban expulsados.

Ese fin de semana, hacían un festival llamado “Womad”, al que acudían algunos cantantes famosos.
El festival era gratuito, pues el escenario se montaba en la misma playa y el espectáculo era por la
noche. Yo vivía al lado de la playa y esa noche salí a despejarme un poco y ver el espectáculo.

Llega el martes, termina el “estudio del libro” y Sergio me dice que no me marche, que tiene que
hablar conmigo. La conversación fue así:

Sergio: “Gabriel, ¿qué hiciste el domingo por la noche?”

Yo: “Nada fuera de lo normal, ¿por qué?”

Sergio: “Tengo testigos que te vieron a altas horas de la noche el domingo en la playa”.

Yo: “¿Y qué hacían esos testigos a altas horas de la noche en la playa?”

Sergio: “(Titubea) Ellos... estaban... paseando!!!”

Yo: “Paseando a altas horas de la noche...? Yo también estaba paseando”.

Sergio hace una mueca maliciosa y termina ahí la conversación.

Escribo una carta a Betel, preguntando por el uso de la barba y me envían una carta bastante
ambigua, en la que no se comprometen por escrito a hablar mal de la barba, haciéndome ver si con
la barba pretendo imitar a hermanos espirituales. Terminan la carta diciéndome que el que me la
pueda dejar o no, recae en la conciencia de los ancianos de la congregación.

Por esas fechas, el señor Marrero, causa baja como anciano de congregación.

Es lunes y Alexis y yo estamos en la playa, mientras vemos a Santiago, el hijo de Adolfo, tonteando
con una hermana, hasta el punto de literalmente manosearle los pechos y quedarse tan pancho.
Alexis y yo le decimos a Santiago más tarde a solas que creemos que esa actitud que ha tenido con
la hermana, no es correcta y este nos manda a meternos en nuestras cosas.

El jueves, cuando termina la reunión con Alexis al lado, llamo a Sergio y le digo que tenemos que
contarle algo. Cuando estamos aparte, le digo: “Sergio, ¿Te acuerdas cuando me dijiste de Simón,
que si me enteraba de algo, aunque no lo viese por mí mismo, te lo dijera?” Sergio me dice que sí y
me pregunta si me he enterado de algo. Yo le respondo que no es que hayamos oído, es que hemos
visto “conducta relajada”.
La respuesta inmediata de Sergio es: “¿Pero lo vieron los dos?” Yo le respondo que sí y Sergio me
dice: “Perfecto, es lo que necesitábamos”. A esto, yo le digo: “Lo que pasa, es que no estamos
hablando ahora de Simón, sino de Santiago, el hijo de Adolfo”. A continuación, Alexis y yo, le
contamos lo que hemos visto, y le recalco, que no me lo han contado, que lo hemos visto nosotros
dos y que tras hablar con él, nos ha dicho que nos metamos en nuestros asuntos.
Alexis y yo vemos cómo cambia el semblante de Sergio, pues no se esperaba esto y nos dice:
“Estoy completamente seguro de que todo eso se ha malinterpretado, que ustedes han confundido lo
que vieron”. Nosotros le decimos que sabemos perfectamente lo que hemos visto, pero Sergio se
marcha y en ese momento, vimos claramente que Santiago era “intocable”. Era evidente pues, que
los ancianos, tenían diferentes varas de medir, según de qué hermano se tratara.

En esos días, mi hermano Antonio, me cuenta que Sergio también a él lo está machacando. Antonio
dirige la salida los sábados y el sábado anterior, me cuenta Antonio que Sergio fue a la salida y se
puso a cronometrar la duración de la misma. Cuando Antonio termina de dirigir la salida, Sergio le
dice que ha durado dos minutos más de la media, que si el próximo sábado vuelve a ocurrir, no le
permitirá dirigir más salidas de predicación.

No pasa mucho de esto y mi hermano Sergio, me vuelve a abordar, nuevamente al terminar la


reunión y me dice: “Espero que no estés utilizando anabolizantes, porque como me entere, vas a
tener serios problemas”. Yo le digo: “Sergio, te prometo una cosa, nunca he tomado absolutamente
nada, que no hayas tomado tú anteriormente”. Ante mi respuesta, Sergio me dice: “Voy a ir por el
gimnasio donde tú entrenas y te voy a vigilar”. “Me da igual, haz lo que quieras”, le respondo yo.

Unos días después, Sergio aparece por el gimnasio, en donde yo voy a entrenar... por casualidades
de la vida, mi monitor de gimnasio era muy amigo de él y al verlo, lo saluda, recordando “viejas
batallas” que avergüenzan a Sergio, pues no quería que yo supiera nada de esa faceta oculta de su
vida.
Sergio no volvió a aparecer más por el gimnasio, pero la visita de Sergio hizo que el monitor me
contara lo mujeriego que era Sergio, aún teniendo novia. Yo creí que exageraba, a lo que el monitor
llamó a otro chico del gimnasio, que también conocía a Sergio y le dice: “Roberto, este chico es el
hermano de Sergio Méndez, ¿Cuál era la debilidad de Sergio? Carlos responde: “Las mujeres”.
Nunca dije a Sergio nada sobre esa conversación.

Hoy al mediodía, escuchando las noticias, mencionan un accidente en Bailén. Un autobús en el que
la mayoría de sus ocupantes, son testigos de Jehová, ha chocado frontalmente contra un turismo que
invadió su carril en sentido contrario. La mayoría de los testigos, mueren asfixiados o carbonizados.
Dos familias completas se encontraban entre las víctimas. En esos momentos vienen a mi mente
experiencias contadas en discursos, de cómo Jehová protegía a uno de sus siervos en momentos de
grandes dificultades y aquí, permite que familias enteras perezcan presa de las llamas. ¿Por qué no
hizo que ese coche se saliera antes de su carril, o simplemente que el coche no le arrancara al
conductor? Situaciones como esta, me hacían difícil creer en la existencia de un “Dios imparcial”.

Mi madre recientemente, ha sufrido un accidente de coche, que le ha dejado con una discapacidad y
ahora mismo está pasándolo mal económicamente, con lo que doy parte de mi sueldo a mi madre,
ya que ha perdido su trabajo y la señora con la que vive gana muy poco dinero. Quería dejar este
trabajo de reponedor, para centrarme más en los estudios, pero tengo que seguir unos meses más
trabajando, para poder ayudar a mi madre.

En una de las visitas a las que voy a casa de mi madre, le cuento cómo ha cambiado Sergio y que
me ha removido de todos mis privilegios, incluidas asignaciones, oraciones, etc.
Mi madre pone cara de tristeza, al ver cómo su hijo ha cambiado tanto.

En esos día Sergio, que hacía mucho tiempo que no iba a ver a mi madre, va a su casa con Adolfo.
Según me contó mi madre, las palabras de Sergio cuando llegó fueron: “No vengo a verte como
hijo, sino como anciano”. Posteriormente, mi madre le preguntó que por qué se había ensañado
conmigo, quitándome todos los privilegios sin yo haber hecho nada.
La respuesta que le dio mi hermano, hizo palidecer, tanto a mi madre, como a mí cuando mi madre
me lo contó: “Le he hecho lo que le he hecho a mi hermano (dijo Sergio), para que los demás vean
que si a mi propio hermano trato así, ¿qué no les haría a ellos?”
Mi madre le dice que él es igual que el general Mesala, de la película de Ben Hur, que deja a su
mejor amigo sin nada para que los demás le teman al ver que ni de su mejor amigo tuvo piedad.

Este domingo discursa en el salón mi hermano Sergio y ha invitado a mi padre, que viene conmigo.
El discurso consiste en una supuesta entrevista, que hace mi hermano a “Juan el Bautista”, el cual,
tenemos que imaginarnos que está sentado a su lado. Mi hermano se pone a describir a “Juan el
Bautista”, diciendo: “Ya no lleva sus ropas de pieles, ahora está vestido con pantalones, camisa y
corbata, fíjense, tiene el pelo corto” Entonces, mi hermano mira fijamente hacia mí y dice “Y
tampoco lleva barba”. Cuando terminó la reunión, de camino a casa de mi padre, mi padre mismo
me dice: “Te diste cuenta cómo tu hermano miró hacia ti en el momento en que dice “y tampoco
lleva barba”? Yo le digo a mi padre que sí me di cuenta, pero que sería casualidad... En mi interior,
sabía que no había sido casualidad, con mi hermano no habían casualidades, todo estaba estudiado
minuciosamente, en este caso, para “señalarme” en ese momento en su discurso.

No muchos días después de esto, un jueves, antes de comenzar la reunión, Sergio me aborda y me
lleva aparte, en donde me dice:

Sergio: “Me he enterado de que estás yendo a ver a mamá”.

Yo: “Por supuesto, es mi madre”.

Sergio: “Que yo no me entere, de que vuelves a ir a ver a mamá, porque te podemos expulsar por
eso”.

Yo: “Pues ya te digo de antemano que la seguiré yendo a ver, que además, por si no lo sabes, en
estos momentos por su discapacidad, está pasando por graves apuros económicos y yo la estoy
ayudando”.

Al terminar la reunión, me siento muy mal, me marcho a mi casa con el pensamiento que estoy
yendo a un sitio en donde lo único que estoy recibiendo es un maltrato psicológico muy grande, que
me ha dejado ya sin fuerzas ni ánimos de volver.

De momento no tengo ánimo para volver a las reuniones y no he asistido a ninguna reunión durante
esta semana. Le comento a la madre de Jorge, todo lo que ha ocurrido y a la presión extrema que me
han llevado los ancianos de la congregación. La madre de Jorge, se lo cuenta a su marido, al cual yo
también veo como un padre ahí.

Al terminar la siguiente reunión, el padre de Jorge aborda a los dos ancianos y les dice que si no les
da vergüenza la actitud que están teniendo conmigo. Les dice: “¿No se dan cuenta de que ustedes
mismos lo están echando fuera?, ¿que es el único joven de la congregación que está solo en “la
verdad” dentro de su hogar?” Los ancianos le dicen que él no se meta en esto, que no es asunto
suyo.

Esa noche, mientras, antes de salir a trabajar, suena el teléfono. Es Sergio y me pregunta que por
qué no estoy yendo a las reuniones. Mi respuesta es: “Psicológicamente, me habéis llevado al
límite, principalmente tú. Ahora mismo no tengo ánimos de volver a las reuniones. Te pido por
favor, que me dejes tranquilo por un tiempo”.
La respuesta de Sergio es: “Si no quieres ir a las reuniones, ya sabes lo que tienes que hacer, escribe
una carta y te desasocias”.
Mi respuesta es: “No voy a desasociarme, pero si así vas en busca de la oveja perdida,
ahuyentándola con un palo, en vez de intentar traerla de vuelta con amor al redil, te queda mucho
por aprender para ser un buen pastor”.
Le digo que no voy a seguir hablando más, que me voy a trabajar.

Pocos días después me llaman Simón y Jorge, dándome ánimos, diciéndome que vaya por Jehová,
no por mi hermano y finalmente vuelvo a asistir a las reuniones.

Lo primero que hago en la reunión, es hablar con Adolfo y decirle que mi hermano me amenazó con
expulsarme si se enteraba de que yo volvía a ver a mi madre. Adolfo me dice que no haga caso de
eso, que puedo seguir yendo a ver a mi madre cada vez que quiera.

Como a mi madre le han dado una paga de discapacidad, puedo dejar el trabajo de reponedor y
centrarme en mis estudios.

Al no estar trabajando y disponer de más tiempo libre, decido volver ha hacer el precursorado,
aunque “por mi cuenta”, pues conociendo a Sergio, sé que no me aprobaría la solicitud. Me quito la
barba, pues no quiero “hacer tropezar” ni a Sergio, ni a Adolfo.

Tengo veintitrés años y conozco a Laura, una hermana de otra congregación, con la que inicio un
noviazgo.

Mi hermano, al enterarse, pues yo mismo se lo digo, enseguida va a hablar con los ancianos de la
congregación de Laura para pedir referencias. Uno de los ancianos, le da buenas referencias y el
otro, no tan buenas, pues le dice, algo que yo ya sabía y es que Laura estuvo un año sin reunirse y
llegó a ser censurada.
Aunque de eso ya hacía tiempo y Laura ya no estaba censurada, ni fallaba a las reuniones ni a
predicar, Sergio se centra en esa mancha del pasado de Laura, para decirme que ella no me ofrece
futuro ninguno como pareja y que esa relación no me va a hacer ningún bien.

Han pasado unos meses y no me dan ni asignaciones, ni oraciones, ni tengo privilegios. Al terminar
la reunión, Sergio mismo me aborda y me dice: “Te preguntarás que por qué no se cuenta contigo
para las asignaciones, ni oraciones”. Le digo que se explique (a estas alturas, ya los privilegios, me
daban igual).

Sergio: “He llamado algunas noches a casa de Papá sobre las diez y media de la noche y me ha
dicho que aún no has llegado”.

Yo: “Sabes que Laura vive lejos, a casi una hora en coche, yo sólo la veo dos días a la semana y
nunca llego después de las once de la noche a casa de Papá, además, ten en cuenta, que aún
llegando a las once de la noche, estaría saliendo de casa de Laura a las diez, aunque suelo irme
antes”.

Sergio: “Pues tendrás que salir mucho antes de casa de Laura, ya que no estás demostrando “juicio
sano” y estás dando un mal ejemplo a Papá como cristiano y una persona que no tiene “juicio sano”
no capacita para ser utilizado en la congregación.

Lo curioso es que habían hermanos que salían de marcha y llegaban de madrugada, siendo
considerados como ejemplos en la congregación, sobre todo los que eran familia o amistades
íntimas de la mujer de Sergio. Por esa fecha, Juan Carlos, a quien llamaré Juan, hermano de la
mujer de Sergio y siervo ministerial, había dejado de reunirse, como había hecho muchas otras
veces.
Constantemente, lo veíamos borracho por la calle, dando gritos a los testigos, cuando nos veía, pero
misteriosamente nunca lo expulsaban. A Juan le llamaban también el “hijo pródigo”, porque cada
vez que volvía a reunirse, para “animarlo”, inmediatamente le daban grandes privilegios de servicio,
asignaciones, etc, hasta que otra vez volvía a desaparecer.

Unos meses después, la situación de Laura en su hogar es muy difícil, pues tiene un hermano
drogadicto y le digo que no se preocupe, que buscaré un alquiler cerca de mi casa. Ya he terminado
mis estudios de “Técnico en comercio y marketing”, pero como necesito trabajo urgentemente para
ayudar a Laura, me meto a trabajar en la construcción.

El trabajo en la construcción es agotador, he tenido que dejar el gimnasio, pues sólo tengo tiempo
para predicar los domingos y para asistir a las reuniones. Con mi primer sueldo, alquilo un
apartamento estudio muy pequeño, cerca de casa de mi padre. Laura se muda al apartamento, pero
como yo a estas alturas me veía venir las cosas, le decimos también al padre de Laura que se venga
a vivir con ella, para evitar comentarios, el cual acepta encantado.

Van pasando los meses y Sergio llama constantemente a casa de mi padre, para saber dónde estoy
yo en el momento en el que él llama. Mi padre llega a enfadarse con Sergio, diciéndole que a qué
vienen tantas llamadas, que ni aún estando él enfermo llamaba y ahora no para de llamar para saber
dónde estoy yo. A mi hermano Sergio, aplicaba el refrán: “Cree el ladrón que todos son de su
condición”.
Adolfo nunca llama, pero es más “zorro”, pues se te acerca de forma amigable y te hace preguntas
con trampa, para ver si te pilla en algo. Por ejemplo, en una ocasión en la que quería saber si alguna
vez me había quedado a dormir en el apartamento con Laura, aprovechó que un mosquito me había
picado en la cara y me dice en la reunión, mientras me pasa la mano por encima: “Eso escuece
bastante... ¿Te picó el mosquito durmiendo, allí... con tu suegro?” Le respondo: “No, yo no duermo
allí... con mi suegro, el mosquito me picó durmiendo en casa de mi padre, que allí también entran
mosquitos”.

Ya tengo veinticuatro años y tras más de un año de noviazgo con Laura, decidimos casarnos.

Tras unas semanas de casado, me doy cuenta de que realmente no conocía a Laura, tiene una
agresividad que jamás había visto durante el noviazgo, pues apenas teníamos tiempo para vernos
antes de casarnos.

Está constantemente rompiendo cosas. Puede romper un teléfono móvil, tan sólo porque no le
apetecía que yo lo cogiera. Me llega a golpear repetidas veces, tan sólo porque me compro una
pulsera de cuero que me gustó. Me grita constantemente porque dice que ella es así y que no puede
cambiar. En una ocasión veo a una antigua compañera de instituto, que me saluda con la mano de
lejos y cuando Laura la ve, los celos hacen que esté dos días sin hablarme, diciéndome que seguro
que yo había estado liado con ella.
En estos momentos me doy cuenta de que casarte con una persona sin antes convivir con ella, es
una caja de sorpresas, pues realmente no se conoce a la persona hasta que uno lleva un tiempo de
convivencia y claro, una vez casado dentro de los testigos de Jehová, sólo te puedes divorciar con
“base bíblica”, es decir si tu pareja te es infiel.
Las inseguridades que se me habían ido creando a lo largo de mi vida hacen que me adapte a esta
forma de vida en pareja y que sea “feliz” a mi manera con Laura.

Es domingo y los domingos primeros de mes, en la salida de predicación, se predica en familia, con
lo que Laura y yo vamos juntos a predicar. Al poco de estar predicando por la calle, nos
encontramos a Juan, el hijo pródigo, que en estos momentos llevaba más de un año sin reunirse.
Estaba borracho, totalmente desaliñado y con barba de varios días.
Cuando Juan nos ve, se pone a insultarnos, alzando la voz, pero no le hacemos caso y nos alejamos.

Tras varios años sin privilegios, se me comienza a dar alguna asignación de vez en cuando, la cual
acepto con gusto.

Ya tengo veintiséis años y un jueves, tras mucho tiempo desaparecido, Juan aparece de la nada en el
salón, afeitado, con chaqueta y corbata. El domingo, Juan hace la oración de conclusión y el jueves
siguiente, Juan ya está en micros y en el departamento de revistas. Esto me duele bastante, pues a
mí hace años que no me dan privilegios y este señor, al cual muchos hermanos han visto borracho,
viene un día y por ser hermano de la mujer de Sergio, sube en un momento como la espuma.
En pocas semanas, Juan que era siervo ministerial, ya es conductor de estudio del libro y a lo largo
de ese mismo año, a Juan lo nombran anciano de congregación. La noche que nombran anciano a
Juan, llamo a Antonio para darle ánimos, pues desde mi punto de vista y me consta que desde el de
muchos hermanos, Antonio es la persona más capacitada para el puesto.

Adolfo, por lo tanto, se marcha de retorno a su antigua congregación, dejando la congregación en


manos de dos cuñados, para que todo quede en familia. Todos estos hechos, hacen que me plantee,
si realmente puede estar Dios detrás de estos nombramientos, pues según la Biblia, en Hechos 10:34
se menciona que “Dios no es parcial” y al parecer, no hay más hermanos capacitados en la
congregación para el puesto de ancianos.

La venda que he llevado puesta durante tantos años, comienza a aflojarse y pronto vendrían las
primeras dudas.
-LAS PRIMERAS DUDAS-

Ya he dejado el trabajo en la construcción y esta vez, gracias a los estudios que tengo,
consigo un trabajo acorde, mejor remunerado y en el que rápidamente me ascienden, dándome un
cargo importante dentro de la empresa. Tantos años dentro de “La organización” de Dios, habían
anulado completamente mi capacidad de pensar por mí mismo, pero pronto, empiezo a ver
muchísimas similitudes entre mi trabajo y “la organización de Dios”.

La estructura piramidal de mi empresa es exactamente igual que la que veo en el salón:


publicadores serían en mi empresa dependientes, siervo ministerial, sería ayudante de encargado,
anciano sería igual a encargado, superintendente de circuito igual a supervisor, superintendente de
distrito igual a jefe de supervisores. En mi empresa, yo había ido ascendiendo rápidamente a
“superintendente de circuito”, es decir, supervisor.

En mi empresa, además, tenían “el libro del mes”, en el salón, “la oferta del mes”, se hacían
inventarios, se enviaban informes y tampoco se permitía la barba.

Le comento todo esto a Laura, la cual se sorprende, pero tampoco le da mayor importancia.

Desde siempre me ha fascinado todo lo relacionado con las profecías bíblicas y en mis ratos libres,
me pongo a leerme el libro “Prestemos atención a las profecías de Daniel”, que ha salido en una
asamblea reciente. Tengo pensado en regalarle un ejemplar a un compañero de trabajo.

A medida que me voy leyendo el libro, cada vez tengo más la sensación, de que se va forzando
todo, para que encaje con las profecías de “La Sociedad”, hasta el punto en que comienzo a ver
surrealistas, las interpretaciones sobre los 1260 días de los “dos testigos” vestidos de saco, así como
las interpretaciones tocantes al rey del norte y rey del sur. Siento vergüenza de regalarle este libro a
mi compañero de trabajo, así que no lo hago.

Este fin de semana, hay una asamblea de circuito y hoy jueves, al terminar la reunión, nos vamos a
la segunda sala, todos los que nos vamos a presentar para trabajar en la misma de acomodadores...
Iluso de mí, yo que creí que no me pondrían objeciones a estas alturas.

Estamos todos allí reunidos esperando empezar la reunión, a lo que Sergio y Juan me dicen delante
de todos, que salga un momento, que tienen que hablar conmigo.

Me llevan aparte y me dicen que no puedo trabajar en la asamblea de acomodador, porque el corte
de pelo que llevo, es el de un mundano. Me quedé alucinando en ese momento, pues hacía muchos
años que llevaba el mismo corte de pelo. Mi cabello es muy rizado y simplemente lo llevaba
bastante corto, pero ni siquiera rapado. Les digo que hace muchos años que me corto el pelo así y la
respuesta que me da Juan es que hasta ese día, no se habían fijado en mi corte de pelo.

Salgo de allí bastante enfadado, pues todos los demás se dieron cuenta de que los ancianos no me
quisieron dejar trabajar como acomodador. Al llegar a mi casa, llamo a Antonio y le cuento lo
sucedido. Antonio me dice: “Gabriel, ten en cuenta una cosa... Sergio siempre buscará una excusa
para que tú y yo no progresemos en esta congregación”.

Llega la asamblea y al terminar esta, voy a hablar con Genaro, un anciano amigo de mi suegro y mi
mujer, mu inteligente, que suele dar muchos discursos en las asambleas, sobre todo en lo
relacionado con cronología y profecías. Con Laura delante, le comento lo que me pasó el jueves con
Sergio y Juan.
Genaro me enseña la Atalaya que habíamos considerado ese día y me busca en la misma la foto de
un testigo que se veía predicando, cuyos rasgos eran similares a los míos. El chico de la foto,
llevaba el pelo aún más corto que el mío y Genaro me dice que para salir en la revista, deben de ser
considerados buenos ejemplos en la congregación. Genaro me señala entonces a un hermano de mi
congregación, que lleva el pelo aún más corto que el mío y que estaba trabajando de acomodador.
Entonces Genaro me dice: “Gabriel, desde mi punto de vista, Sergio y Juan, no tienen ningún
motivo para haberte impedido trabajar de acomodador y creo que todo esto apunta a que pueda ser
algo personal contra ti”.

Simplemente me resigno, pues por Jehová tengo que seguir adelante.

Tengo veintisiete años y llevaba todo el día en el trabajo. Al salir, me voy a unos grandes almacenes
a comprarme un televisor nuevo. Al llegar a la planta de televisores, veo que en todos se ve, lo que
parece una nueva película del cine de catástrofes. Le pregunto allí a un vendedor: “Disculpe, ¿qué
película es?”.
El vendedor me dice: “Ninguna, son imágenes reales de ahora”. Era 11 de Septiembre de 2001 y en
la televisión se veían ardiendo las torres gemelas.

Quedo impactado ante lo que ven mis ojos. Al final el armagedón viene ya!!!

Por mi trabajo, no puedo hacer el precursorado, pero aprovecho todo momento que puedo, para
predicar informalmente... Laura comienza a ir muchísimo también a predicar. Muchos hermanos
“inactivos” comienzan a reunirse de nuevo.

Vuelvo a tener pesadillas con el fin del mundo, explosiones nucleares, meteoritos cayendo y olas
gigantescas arrasando ciudades.

No obstante, aún creyendo yo en ese momento que el fin del mundo está a la vuelta de la esquina,
por mi mente, que ya estaba comenzando a trabajar sin estar conectada a la Watchtower, pasa la
pregunta: ¿Por qué en el libro Apocalipsis, escrito por la Watchtower y en el que se supone que
ocurren todos los sucesos desde 1914 hasta el fin del mundo, no se menciona este devastador golpe
que ha recibido el “Falso Profeta”? Según la Watchtower, el “Falso Profeta” del Apocalipsis, estaba
formado por Gran Bretaña y Estados Unidos. Este había sido el ataque terrorista más devastador
ocurrido desde 1914 y no se mencionaba en la interpretación que la Watchtower hacía del
Apocalipsis, nada que sugiriera ese duro golpe que el “Falso Profeta” había recibido. Este
pensamiento pasa varias veces por mi mente, pero se respiraba tanto en el ambiente de las reuniones
la inminencia del fin, que en este caso, el miedo prevaleció a la razón.

Van pasando los meses y el fin no viene. Sergio sigue igual, pidiéndome explicaciones, si un día
llego tarde a la reunión por motivos laborales y más explicaciones aún si un día me pierdo una
reunión porque llego demasiado cansado del trabajo. También me invade un gran sentimiento de
culpa si falto a alguna reunión o si llego a final de mes con menos horas de la media que se exige
por publicador.

Tengo veintiocho añoa y estoy en mi casa, viendo la televisión y están dando un documental sobre
historia. En el documental se menciona la destrucción de Jerusalén, pero según el documental no es
en 607 AC como dice la organización, sino que mencionan que es en 587 AC. Este hecho hace que
recuerde la conversación que unos años atrás Cristian, un hermano de otra congregación mencionó
en una asamblea...
Hoy jueves, Sergio y Juan, me abordan al terminar la reunión y me dicen que tengo que dejar ese
trabajo, pues todos los meses, me pierdo alguna reunión y que mi media de horas ha bajado con mi
trabajo. Yo les cito 1 Timoteo 5:8, en donde dice que “el que no provee para los suyos,
especialmente para los miembros de su propia casa, ha abandonado la fe y es peor que una persona
sin fe”. Les comento que según la Biblia, es más importante mantener mi casa, que incluso asistir a
las reuniones. Me dice Juan que deje el trabajo y que confíe en Jehová. Yo le cito Mateo 4:7, en
donde dice: “No debes poner a prueba a Jehová tu Dios”. Por un momento se produce el silencio y
entonces mirándolos, les digo: “Si yo dejo mi trabajo, ¿ustedes nos mantienen a mí y a mi mujer y
me pagan el alquiler, agua y luz, hasta que Jehová me ayude a conseguir otro trabajo?” Los dos se
callaron.

Hace algún tiempo, he conocido a un cura, que sirve en una capilla cerca de donde trabajo. Ha
servido de misionero en Brasil muchos años, ayudando a gente muy pobre. Siempre que me ve, me
saluda sonriente y habla un rato conmigo. Jamás le he dicho que soy testigo de Jehová. Ese señor, es
tan amoroso con la gente, transmite tanta ternura, que me cuesta muchísimo creer que es un siervo
del Diablo. Mientras veo a los ancianos de mi congregación, tan serios, tan altivos y tan poco
amorosos, que me cuesta muchísimo creer que son siervos de Dios.

Todos estos pensamientos, me hacen ir sintiendo cada vez peor psicológicamente hasta el punto que
hablo con Laura y le digo que no puedo seguir asistiendo a las reuniones de mi congregación. Para
evitar comentarios y que los hermanos no se den cuenta que nos marchamos por culpa de los
ancianos, decidimos mudarnos a otra zona para comenzar a reunirnos en otra congregación.

Creo que con lo relatado hasta ahora, muchos testigos se habrían mudado muchísimo antes, o
habrían dejado de ir al salón, dando por hecho que ahí no podía estar “la verdad”. Quiero aclarar
una cosa antes de seguir. No abandoné “la verdad” por la presión recibida por mi hermano, el cual
creo que fue un motivo más que suficiente para mí. Los hechos narrados a continuación, fueron los
verdaderos motivos que me hicieron tomar las decisiones necesarias, para dar a mi vida un giro de
180 grados.
-PUNTO DE INFLEXIÓN-

Tengo veintinueve años y Laura y yo nos acabamos de mudar. Estamos asistiendo a nuestra
“nueva congregación”, aunque aún de manera “no oficial”, ya que yo le dije a Sergio que como
cerca de mi casa habían varias congregaciones, en unas semanas, le diría en cuál nos quedábamos,
para que enviara allí las fichas de publicador. Por casualidades de la vida, en la congregación en la
que vamos a decidir quedarnos, está de anciano Adolfo, que servía de anciano en mi anterior
congregación.

Hoy estoy leyendo un libro, pues me gusta mucho leer, aunque no leo sólo libros de la organización.
Estoy leyendo un libro que en un capítulo concreto, repasa la historia de Jerusalén y menciona
cómo fue destruida por Nabucodonosor en el año 18 de su reinado, en 587 AC.

Este hecho, ya escuchado por tercera vez, ahora sí comienza a dar vueltas en mi cabeza. De tres
fuentes distintas he oído la misma fecha, la cual no concuerda con la que dice la Sociedad
Watchtower. Dice un refrán: “Cuando el río suena... agua lleva”. Este asunto me perturba y esta vez
no puedo dejarlo pasar.

Lo comento con Laura mientras estamos almorzando. Laura me dice: “Cuando yo estaba en mi
anterior congregación, antes de estar contigo, un hermano de la misma, llamado Óscar, se desasoció
por algo relacionado con la fecha 607 AC y 1914.

Este comentario de Laura, es el empujón definitivo que necesito para investigar. No obstante, quiero
que mi investigación no esté condicionada por las “páginas apóstatas” de internet, con lo que me
voy a un cibercafé y me pongo a buscar información sobre la destrucción de Jerusalén.

En ningún sitio encuentro que Jerusalén haya sido destruida en 607 AC, sino que fue destruida 20
años más tarde, siendo esto en el año 18 del reinado de Nabucodonosor.

Una fecha que sí encontré como punto común entre la Watchtower y la historia seglar fue 539 AC
como fecha de destrucción de Babilonia. Así que tomo esta fecha como punto de partida la
investigación que iba a hacer.

Como mi suegro tiene una gran biblioteca de publicaciones antiguas de la Watchtower, me hago con
índices, y me pongo a investigar solamente con las publicaciones de la Watchtower y la Biblia, la
dinastía Neobabilónica. En una atalaya, encuentro la dinastía completa, pero no están los años de
reinado de los reyes que la componen. Me pongo a buscar y con una publicación de aquí y otra de
allá, voy reconstruyendo toda la dinastía Neobabilónica con los años de cada uno de los reyes,
utilizando tan sólo las publicaciones de la Watchtower.

Sumando todos los años, obtengo un total de 66 años y 9 meses de dinastía. Sumando estos años a
la fecha absoluta de 539 AC, llego al año 605 como año en que comenzó a gobernar
Nabucodonosor, es decir, 605 AC. Me perturba bastante que cuando voy a las publicaciones de la
Watchtower, en estas pone que Nabucodonosor comenzó a gobernar en 625 AC, mientras que en los
libros de historia ponía que fue en 605 AC, fecha última que coincide con los datos obtenidos en mi
investigación, utilizando solamente las publicaciones de la Watchtower.

Si ahora desde 605 AC resto los 18 años que pasan hasta que Nabucodonosor destruye Babilonia,
llego a 587 AC, que coincide con todos los historiadores.
Me pongo a investigar más y también utilizando solamente las publicaciones de la Watchtower,
consigo cuadrar 587 AC con el reinado de Darío el Persa. En 521 AC, Darío I el grande, sucede a
Smerdis como rey de Persia. Esto cuadra perfectamente con la enciclopedia Perspicacia de la
Watchtower.

En el año cuarto de Darío el Persa (517 AC), podemos ver en Zacarías 7:1-5, que los sacerdotes le
preguntan a Jehová que hasta cuándo van a seguir ayunando. En la enciclopedia Perspicacia, página
12 del primer tomo, se nos dice que los ayunos comenzaron con la destrucción de Jerusalén.
Jehová mismo responde en Zacarías 7:5 que ya llevan 70 años ayunando. Con lo que según Jehová,
el ayuno que empezó 70 años antes, comenzó en 587 AC, que coincide nuevamente con la fecha a la
que me llevó la dinastía Neobabilónica y a la fecha que según la historia, fue destruida Jerusalén.

Aparte de esto busqué muchísima información sobre la desolación de Jerusalén y servidumbre al


rey de Babilonia, que armonizaba completamente con lo mencionado anteriormente.

La venda se había caído de mis ojos... Por eso no se cumplió lo de “la generación de 1914”, es que
todo está mal. Todas las fechas están amañadas para mantener 1914. ¿Por qué? Porque según la
Watchtower, Cristo es entronizado en 1914, nombrándolos poco después como “esclavo fiel y
discreto”. Si Cristo no había vuelto, no los había nombrado... se habían nombrado ellos mismos y
todos los testigos de Jehová éramos seguidores de hombres.

Una pregunta tras otra va viniendo a mi mente, recién abierta a la realidad: ¿Quiénes son ellos para
decir que el sueño de Nabucodonosor tiene doble cumplimiento, cuando la Biblia no dice nada de
ello? ¿Quiénes son ellos para decir cuándo comienza el “doble cumplimiento” del sueño de
Nabucodonosor? ¿Quiénes son ellos para decir que hay que aplicar la regla de un día por un año en
este pasaje? ¿Quiénes son ellos para transformar los 2520 días procedentes de 7 años lunares de 360
días en 2520 años solares de 365 días? En todo caso, serían 2520 años lunares de 360 días, pero
claro, esto no nos llevaría a 1914.

Intenté explicar de la forma más sencilla posible esta información a Laura, pero aunque me creyó,
ella misma no era capaz de entenderla.

Llevaba varios meses investigando, dándole largas a Sergio, para que no enviara todavía las fichas
de publicador. Pero ya no podía seguir yendo a las reuniones, no, sabiendo lo que sabía. Ahora, que
sabía la verdad... había llegado el momento de hablar.
-EL MOMENTO DECISIVO-

Llevaba prácticamente toda mi vida entregado a una organización, que de la noche a la


mañana, veía que era falsa. No había tenido infancia, había vivido en un ambiente de fanatismo, a
punto de morir de niño por mi madre no querer que me operasen sin ponerme sangre, a punto de ir a
la cárcel por no poder hacer el servicio sustitutorio, privado de estudios superiores por la inminencia
de un fin del mundo, con la promesa de un paraíso, que como zanahoria amarrada a un palo, como
burro, seguía sin pensar. Con una adolescencia llena de prohibiciones y sometido a todo tipo de
presión psicológica por mi propio hermano, que se transformó en un tirano en el momento en que lo
nombraron anciano.

Hace más de un mes que no voy a la reunión y aunque Laura me cree cuando le digo que no tengo
ninguna duda en lo que he investigado, me dice: “Gabriel, por favor, habla con Genaro (el anciano
con el que hablé en la asamblea, hombre muy bueno, inteligente y como mencioné anteriormente,
con grandes conocimientos sobre las profecías bíblicas y la cronología). Laura me dice que seguro
que Genaro me explica bien todo eso, que seguro que yo no lo entiendo bien y que él me lo aclara.

Yo le digo a Laura: “Hablaré con Genaro, pero sólo porque tú me lo pides, porque yo no tengo
ninguna duda en lo que he investigado. Aún así, quiero que esté tu padre delante, para que así me
creas cuando te cuente lo que me dijo Genaro”.

Unos días después, por la noche, mi suegro y yo, acudimos al puesto de trabajo de Genaro, el cual
ya sabía que yo tenía que hablar con él. Genaro me escucha atentamente y me deja explicarme sin
interrumpirme en ningún momento. Al terminar yo de hablar, Genaro me dice: “Sabes una cosa...
has investigado mucho... por eso lo has visto, pero te voy a dar un consejo: No comentes esto con
nadie”.

Cuando mi suegro y yo nos vamos, mi suegro me dice que si yo hubiera ido solo, no me habría
creído si le digo lo que me respondió Genaro. Cuando llegamos a casa de mi suegro, le cuento a
Laura delante de su padre la conversación. El padre de Laura lo corrobora y Laura ahora no tiene
dudas de que lo que yo había investigado, era así.

Ahora le digo yo a Laura, que quiero hablar con Óscar, el hermano que se había desasociado. Mi
suegro también quiere estar presente, pues en este caso, parece no importarle que Óscar esté
desasociado, así que nos reunimos con él.

Óscar nos dice que él era siervo ministerial y que tuvo que dirigir la atalaya que hablaba del nuevo
entendimiento de la generación de 1914. Él vio este “nuevo entendimiento”, como un absurdo
argumento para salir del paso ante un fracaso profético. Por un tiempo, intentó ponerse una venda y
seguir reuniéndose, pero se puso a investigar, llegando a ver que todo lo de la cronología estaba mal
y sintiéndose incapaz de seguir asistiendo a unas reuniones en las que lo que se enseñaba cada vez
le resultaba más absurdo. Decidió cortar por lo sano y se desasoció.

Hoy por la noche, me llama Sergio. Ha llamado a Adolfo, el cual le dijo que hace más de un mes
que yo no voy a las reuniones. Yo le digo a Sergio que ahora mismo, en conciencia, no puedo volver
a reunirme, pues he visto algo que para mí, ha sido lo suficientemente importante, para que yo tome
esta decisión.

La respuesta de Sergio es: “Si no piensas en volver a reunirte, entonces escribe una carta y te
desasocias”.
Yo le respondo: “Nunca he firmado ningún escrito, en el que yo acepte ser socio de una corporación
legal llamada Watchtower y por lo tanto, no voy a firmar ningún escrito, dándome de baja de dicha
corporación legal, no obstante, como hermano mío que eres, si quieres, vente un día de esta semana
a mi casa y con calma te explico el por qué yo he tomado esta decisión”.
Sergio me dice que está muy liado como para ir a mi casa, que aún no había venido a ver, pero que
esta semana se echará un salto por mi trabajo, para que le comente por encima lo que me ha pasado.
Yo le digo que sí, pero con la condición de que vaya él solo.

Unos días después, aparece Sergio por mi trabajo. Salgo un momento y nos sentamos en un banco a
hablar.
Le explico por encima, lo que había investigado, indicándole que sólo le remito a la Biblia y a
publicaciones de la Watchtower. Tras contarle todo, Sergio me dice que lo he dejado “fuera de
juego” y que ahora mismo está muy liado con los preparativos de la asamblea, pero que en menos
de dos meses, me avisará, para ir a mi casa y enseñárselo todo con las publicaciones de la
Watchtower, pero que no comente nada con nadie.
Yo le digo que sí, pero en el fondo, la actitud de Sergio, parecía demasiado buena para ser verdad.

Unos días después, me llama Antonio, pues Sergio le ha dicho que yo ya no me estoy reuniendo. Yo
le digo a Antonio que he visto cosas que me han hecho tomar esta decisión, que si quiere, puede
venir a mi casa y se lo enseño, para que busque información al respecto.

Cuando Antonio viene a mi casa y le enseño todo, no sabe qué decirme, pues no me pudo refutar lo
que le había enseñado con la Biblia y las publicaciones de la Watchwer en mano. Me dice que aún
así, lo va a consultar con Alexis, que es el experto en cronología de la congregación y que ya me
dirá algo.

Unos días después, Alexis pasa por mi trabajo, preguntándome que qué me ha pasado, que ya no me
reuno. Yo le comento que ese tema, ya lo hablé con las personas que creía oportunas y que prefiero
no hablar de eso con más nadie. Alexis me dice: “Gabriel, parece mentira, con la amistad que hemos
tenido”.
Yo le respondo: “Está bien, pero que conste, que voy a hablar de este tema contigo, porque sé que
mi hermano Antonio, ya te lo ha mencionado anteriormente”.

Alexis me dice: “La Sociedad sacó un apartado en el libro “Venga tu reino” sobre ese punto, pero
dime, ¿de qué parte de la cronología quieres hablar?”

Yo le digo: “De la destrucción de Babilonia, ¿menciona el libro “Venga tu reino” cómo se llega a la
fecha 539 AC, la cual acepta la Sociedad Watchtower?”

Alexis me dice que la fecha simplemente se menciona, pero poco más, pues se da por sentada esa
fecha. Yo le hablo entonces, de la VAT 4956, una tablilla antigua, indispensable para fechar el
reinado de Nabucodonosor en 605 AC y la destrucción de Babilonia en 539 AC a través de la
dinastía Neobabilónica. Alexis no sabe qué decirme y me menciona el “cumplimiento” de las
profecías en Mateo 24, guerras, terremotos, hambre, enfermedades.

Yo le digo que todo eso ocurrió en el primer siglo y que la Biblia no dice nada de un “doble
cumplimiento”. Alexis me cita entonces Mateo 24:14, diciéndome que la predicación en toda la
Tierra, es algo que sólo se ha cumplido después de 1914. Yo le digo que lea Colosenses 1:23, en
donde Pablo dice que las buenas nuevas ya se han predicado en toda la creación que está bajo el
cielo. Posteriormente llegó el fin, es decir, la destrucción de Jerusalén en el año 70, con lo que ese
texto, también se cumplió en el primer siglo.
Alexis no sabe qué decirme y responde: “Bueno, te deseo que todo te vaya muy bien”. Yo le
respondo: “Igualmente” y Alexis se marcha.

Vuelvo a hablar con Antonio, el cual me dice que Alexis le dijo que no pudo refutarme nada.
Antonio me pone una ilustración, diciéndome que es como si un coche tuviera un desperfecto y yo
abandonara el coche, tan sólo por ese desperfecto que tiene.
Yo le digo a Antonio, ¿Te subirías tú en ese coche, si ese único desperfecto es que ese coche no
tiene frenos? ¿O si ese único desperfecto es que tiene estropeada la dirección? ¿Verdad que no?
Pues para mí la doctrina que gira en torno a la fecha 1914 es igual de importante, pues si esa
doctrina es falsa, significa que esos a los que llamamos “esclavo fiel y discreto”, se han nombrado a
sí mismos y que todos los testigos de Jehová, son seguidores de hombres, cosa que condena la
Biblia, cuando menciona en Jeremías 17:5 que maldito es el que cifra su confianza en el hombre
terrestre antes que en Dios.

Le menciono a Antonio, que eso explicaría el por qué no se ha cumplido nada relacionado a la fecha
1914, como lo de la generación, o la separación de las ovejas y las cabras, pues una separación que
duraba más de lo que vive una generación, carecía de sentido. Le digo además que si la historia de
la Watchtower muestra claramente que no se ha cumplido ni una sola de sus profecías, ¿qué
confianza puede darme esa organización respecto a sus profecías futuras? Pues la Biblia misma dice
en Deuteronomio 18:20-22 que si un profeta profetiza y lo que dice no se cumple, es un falso
profeta y Dios no lo ha enviado. Según la Biblia, la Watchtower es un falso profeta y Dios no está
con ellos.

En un acto desesperado, Antonio me dice: “Pero Gabriel, es que son humanos imperfectos y Jehová
no tiene la culpa”.

Yo le digo: “Ese argumento es el comodín de lo injustificable. Con ese argumento puedo yo


justificar los actos de la iglesia en la inquisición, diciéndote que los curas que mandaban matar en la
hoguera o con torturas, eran humanos imperfectos... y que Jehová no tenía la culpa de lo que estos
hacían. Con ese argumento, justificarías los actos de cualquier religión”.

Antonio se marcha, sin saber qué más decirme, reconociendo que no puede refutarme nada de lo
que le he dicho.

Por esa fecha, España va a la guerra de Irak, apoyando a Estados Unidos en la misma. En televisión
se ve al actual presidente del gobierno, José María Aznar, hablando, mientras que detrás de él hay
muchos carteles en los que únicamente se lee: “Paz y seguridad”. Laura lo ve y asustada me dice:
“Gabriel, fíjate, es como dice la organización, tengo miedo... ¿tú estás seguro de lo que has visto?”

Yo le digo: “Lo estoy. Cuando una nación va a la guerra, el pueblo sólo quiere la paz y la seguridad.
La guerra terminará y todo volverá a la normalidad”.

Antonio me llama diciéndome que se habla mucho de paz y seguridad y que ya aquí vienen el fin.
Yo le digo que esto es exactamente igual a lo ocurrido en la guerra del golfo. Siempre habrán
guerras y gente pidiendo la paz durante la misma. La humanidad vive así.

Antonio me dice que ha conseguido un recorte de periódico que le han pasado fotocopiado, en el
cual pone claramente que la ONU ha enviado una carta al Vaticano, diciéndole que va a eliminar a
todas las religiones.
Yo le digo que eso también me resulta muy familiar, le pido el nombre del periódico, así como el de
la persona que firma el artículo.
Al día siguiente llamo al periódico y consigo que me pasen con el jefe del departamento de
redacción del mismo. Efectivamente, existe el nombre de ese periodista en el periódico, pero
cuando hablo con el jefe de redacción sobre este artículo, se echa a reír, diciéndome que ellos jamás
han publicado esa noticia, la cual es totalmente absurda. Le doy la fecha y me comenta que ese
artículo no existe, diciéndome que lo deben de haber amañado por ordenador.

Cuando por la tarde hablo con Antonio, me dice que ese señor me engañó, que él tiene el artículo
fotocopiado. Yo le digo: “Hace tiempo, pasó lo mismo... alguien falsifica esa noticia, cuando
ustedes necesitan creerla. Tú dices que es cierta y que el artículo pone que será de manera
inminente. Yo te digo que no sucederá nada”. Antonio no me cree, terminando yo la conversación
con estas últimas palabras: “El tiempo y los nuevos entendimientos, demostrarán quién tiene razón.
Cuando termine la guerra de Irak, todo vuelva a la normalidad y la ONU y las religiones sigan tan
panchas, te acordarás de mis palabras”.

Cuando terminó la guerra de Irak, llamé a Antonio para decírselo, el cual no sabía qué responderme.
Evidentemente, todo volvió a la normalidad... el fin del mundo, había vuelto a alejarse... una vez
más.

En esos días, escuché al cartero de mi zona hablando de la Biblia con un vecino y me acerqué. Me
contó que es pastor evangelista y yo le dije que si me podría ayudar a conseguir un ejemplar de la
Biblia “Reina Valera”. El cartero me dijo que sí. Unos días después, para mi sorpresa, el cartero, me
trajo en mano un ejemplar de dicha Biblia, regalándome dicho ejemplar. El cartero, al decirle yo
que hacía poco que había dejado de reunirme con los testigos de Jehová, me habla de unos chicos
que él conoce, que aunque viven lejos, si yo le doy a él mi teléfono, él se lo dará a este matrimonio,
que sin duda me llamará. Acepto y le doy mi teléfono al cartero.

Mientras tanto, Sergio, no ha dado señales de vida, pero pronto, una llamada de teléfono me
confirmaría que sin yo saberlo, a mis espaldas, se había puesto en marcha una maquinaria
inquisitorial, con un único propósito... expulsarme, para garantizar que lo que yo “había
descubierto” no fuera compartido con más nadie.
-INTERROGATORIOS-

Unos días después de dar mi teléfono al cartero, recibo una llamada de teléfono. El chico se
identifica como David Mora y me comenta que el cartero, le ha dado mi teléfono. Me cuenta un
poco su historia, diciéndome entre otras cosas que fue siervo ministerial y que trabajaba en Betel.

Me dice que una de las cosas que le extrañaba, es que la parte de la biblioteca en la que se supone
que guardaban publicaciones muy antiguas, estaba vetada. El pidió permiso en más de una ocasión
para examinar la literatura y le dijeron que ahí no se podía entrar... cosa que no entendió hasta que
salió.

Rápidamente, David Mora y yo hacemos buena amistad y entonces, David Mora, me pide que
escriba mi experiencia dentro de los testigos de Jehová, para publicarla en su blog. Le digo que la
escribiré y que en cuanto la termine se la mando.

Cuando termino la experiencia, se la envío. Dicha experiencia acababa en el momento en el que yo


abandoné la secta. Pocos días después, David me cuenta que la experiencia ha sido leída por
muchísima gente. Mucha gente quiere ponerse en contacto conmigo. Entre ellos, Fernando Cano, ex
anciano, autor de la antigua página Ayafin, el cual pide permiso a David Mora y a mí, para publicar
mi experiencia también en su blog.

David Mora me habla también de un anciano de cuba, llamado David Fuentes, el cual a estado
investigando, dándose cuenta de que también lo habían estado engañando. David Fuentes también
ha leído mi experiencia y la publica en su antigua página www.reino.org.

Recibo muchísimo ánimo y apoyo de David Mora y Fernando Cano por teléfono, así como de
David y Mary Fuentes por correo electrónico y chateando por messenger. Yo sé mecanografiar muy
rápido, pero Mary Fuentes escribe tan tan rápido, que me cuesta seguir su conversación por
messenger, pues de tanta rapidez, parece que las frases las escribe directamente una máquina.

Para estos momentos, me he comprado tres libros que he leído muy rápidamente: “Crisis de
Conciencia”, de Raymond Franz; “Los testigos de Jehová y sus especulaciones sobre el futuro” de
José Martín Pérez y el “manual de controversia sobre la historia, doctrinas y errores de los testigos
de Jehová”, de Antolín Diestre Gil. Esos tres libros, me han ayudado muchísimo a entender en qué
tipo de secta había estado metido durante más de veinte años, conociendo así todas las profecías
fallidas y la verdadera historia que la Watchtower había mantenido oculta a los testigos de Jehová
de la actualidad.

Un día por la tarde, recibo una llamada telefónica de mi amigo Jorge, el cual me dice que por su
casa han ido Sergio y Juan, para preguntarle si yo he hablado últimamente con él y si le he dicho
cualquier cosa relacionada con fechas, cronología, o 1914. Él les dijo la verdad, que yo no había
hablado nada con él y me pregunta que qué es eso por lo que le preguntan los ancianos.
Quedo un día con Jorge y le doy varias hojas que yo mismo había escrito sobre lo que había
investigado respecto a la cronología de la Watchtower. Él se las lleva y me dice que no dirá nada.

Cuando Jorge lo lee, ve claramente que hay un amaño de fechas y pruebas para ocultar la verdad y
poco tiempo después, Jorge deja de ir al salón.

Alexis y Simón, me llaman diciéndome también, que Sergio y Juan, habían ido por sus casas
haciendo las mismas preguntas. En ese momento me doy cuenta claramente de que Sergio me
mintió. No va a a reunirse conmigo para que le explique lo que vi.
Sergio y Juan, se han estado recorriendo todas mis amistades, con el único propósito de ver si yo
había dicho algo a alguien, para así poder expulsarme.

Fernando Cano, me dice que ese es el proceder habitual de la “inquisición” que tiene montada la
Watchtower para erradicar rápidamente a los “apóstatas”, ya que son sus mayores enemigos cuando
aún no están expulsados.

David Mora, me da mucho ánimo y me dice que sea fuerte, que lo peor está por llegar de un
momento a otro... y no se equivocaba.

Es lunes, ya los ancianos de mi antigua congregación, se han encargado de darme fama de


“apóstata”, aunque aún no han conseguido ningún testigo para poder expulsarme. Dina, una amiga
de Laura, viene a vernos, pero tiene tanto miedo de que la vean viniendo a mi casa, que aunque
parezca difícil de creer, viene con una peluca puesta para que no la reconozcan. A Dina, tampoco le
damos detalles, aunque es de confianza, pero sólo le decimos que hemos visto cosas que nos han
hecho tomar esta decisión. Estando allí Dina, suena el timbre y Laura responde diciendo: “Espera
un momento”. Luego mira hacia mí y me dice: “Gabriel, es Adolfo, dice que quiere hablar contigo”.

Dina tiene tanto miedo, que sube a la azotea con Laura, salta a la azotea de al lado y baja las
escaleras del portal de al lado, saliendo lejos de la vista de Adolfo.

Yo le digo a Adolfo que enseguida bajo, ya que tenía visita y no quería que viera a Dina en mi casa.
La visita de Adolfo, marcaría el comienzo de un calvario para mí, sería como una especie de
“partida de ajedrez” que terminaría en jaque mate.
-LOS DOS TESTIGOS-

Cuando bajo a la calle, allí está Adolfo con un señor mayor al que no conozco. Adolfo me
dice que ha venido a visitarme porque ya no estoy yendo a las reuniones y quiere ver si puede
ayudarme. La realidad, era bien diferente y yo lo sabía, Sergio y Juan, se habían puesto en contacto
con Adolfo, para que fuera con otra persona, de esta manera, intentaría sonsacarme información
“apóstata” y serían dos testigos para poder expulsarme, pero el tiro le saldría por la culata.

Adolfo me dice que le cuente el por qué ya no estoy asistiendo a las reuniones y yo le digo que el
motivo ya lo comenté con mi hermano, anciano de la congregación a la que oficialmente sigo
perteneciendo, ya que aún no había enviado las fichas de publicador. Le comento que cuando mi
hermano me busque información sobre lo que yo le mencioné y me haga ver que yo estoy
equivocado, entonces volveré a las reuniones. Adolfo vuelve a insistir, en que él me buscará
información. Yo le digo que de verdad, que no se moleste y le digo además: “Te voy a pedir una
cosa y te la pido por favor: No vengas más a mi casa. Siento decírtelo así, pero yo ya soy mayorcito
y sé dónde está el salón. Si yo algún día considero que quiero volver, por mí mismo tomaré la
decisión, pero sin que ni tú, ni nadie, me presionen para que lo haga”.

Ambos se marchan... pero sería sólo por un tiempo.

Fernando Cano, me recomienda la lectura de un libro: “Los tiempos de los gentiles reconsiderados”
de Carl Olof Jonsson.

Me leo el libro y me maravilla la profundidad con la que este señor se sumerge en la cronología,
utilizando innumerables pruebas arqueológicas que echaban abajo la cronología de la Watchtower.

Así que hablo con un compañero de trabajo, y a través de él envío una breve carta a Betel,
preguntándoles cómo fechan ellos la destrucción de Babilonia y por qué si en sus mismas
publicaciones encuentro 66 años y 9 meses de dinastía, se empeñan en hacer ver que la dinastía
Neobabilónica, duró 20 años más. Les pregunto además que sobre qué base aplican la regla de un
día por un año al “doble cumplimiento” del sueño de Nabucodonosor y por qué los años resultantes
de trasnsformar “un día por un año” sobre los siete años lunares de 360 días o siete tiempos, los
transforman en 2520 años solares de 365 días, cuando lo lógico es que fueran 2520 años lunares
también de 360 días.

Al cabo de mes y medio, me llega la carta, en la que me explican con sus argumentos, cómo fechan
539 AC. Me reconocen además en la carta, que podría existir la posibilidad, de que alguno de los
gobernantes babilónicos, reinara 20 años más de lo que dicen las pruebas arqueológicas y que eso
podría explicar ese vacío de 20 años que se haya en su cronología. Respecto a sobre qué base
aplican la regla de un día por un año en el sueño de Nabucodonosor, simplemente, no responden a
esa pregunta. Respecto a la conversión de años lunares en años solares, me comentan que los judíos
tenían la costumbre de incluir algún día para compensar.

Les vuelvo a escribir, indicándoles sus argumentos incorrectos con el fechado de 539 AC,
hablándoles de la VAT4956, entre otras cosas. Les indico además que en sus mismas publicaciones
se encuentran los 66 años y 9 meses de dinastía neobabilónica, pero que nunca los ponen en una
misma publicación, sino que los mencionan uno a uno en diferentes publicaciones. Les comento que
no han contestado a mi pregunta de sobre qué base en este caso aplican la regla de un día por un año
en el supuesto “doble cumplimiento” del sueño de Nabucodonosor.
Sobre los años lunares, les indico que aunque los judíos tuvieran la costumbre de incluir algún día
para compensar, ellos no incluyeron ese día compensatorio en los siete tiempos o siete años lunares
de 360 días, con lo que en los años resultantes, tampoco los deberían tener en cuanta. O se cumple
en los dos sitios, o en ninguno. Les cito Mateo 7:16, en donde se dice que “nadie recoge uvas de
espinos, ni higos de cardos”, con lo que si partimos de siete años lunares de 360 días o “años
proféticos” y aplicamos la regla de un día por un año, el resultado tendrá que ser de 2520 años
lunares o “proféticos” de 360 días cada uno.
A esta segunda carta, nunca tuve respuesta.

David Mora y Fernando Cano me dicen que a la Watchtower no les hará falta atar muchos cabos,
para saber quién envió las cartas, teniendo en cuenta que tres ancianos de dos congregaciones
diferentes, se han puesto de acuerdo, para buscar cualquier indicio para poder expulsarme. Yo tengo
asumido que me van a intentar ir acorralando, pero también tengo claro que no me quedaré de
brazos cruzados ante la injusticia.

Hoy es lunes, por la noche. Estoy paseando con Laura, cuando nos encontramos con una “hermana”
llamada Lidia, de nuestra antigua congregación. Nos saluda y rápidamente, como si formara parte
de un programa informático, nos pregunta: “¿Dónde se están reuniendo ahora?”. Laura le contesta:
“Ahora mismo no nos estamos reuniendo”.
Lidia pregunta por qué. Yo le contesto: “Porque ha ocurrido algo, que nos ha hecho tomar esta
decisión”. Lidia entonces me dice: “Pero Gabriel, ¿A estas alturas dejas de reunirte? Sabes que la
generación de 1914 está ya muy mayor y que tienen que ver el fin, con lo que el fin tiene que estar
ya muy muy cerca” (esta conversación fue a finales de 2003).
Yo le respondo ahora a Lidia: “Lidia, no estés diciendo eso por ahí” Ella no me entiende y me
pregunta que qué es lo que no puede estar diciendo por ahí. Yo le digo: “Lo de la generación de
1914, pues la “Sociedad” sacó una nueva información en Noviembre de 1995 y lo de la generación
de 1914 ya desapareció”.
Lidia pone cara de incredulidad y me dice que ella nunca había oído nada de eso (esta hermana
había estado muchos años sin reunirse y al parecer, en los pocos años que hacía que había vuelto, no
se había enterado del “nuevo entendimiento” de la generación de 1914).
Yo le digo: “Lidia, si quieres, en la próxima reunión, pregúntales a los ancianos, que te confirmarán
lo que yo te estoy diciendo, pero por favor, no pongas en mi boca palabras que yo no he dicho” (le
decía esto último, porque los ancianos estaban deseando que yo dijera a alguien cualquier cosa
relacionada con 1914 para tener testigos contra mí).
Lidia me mira y me dice: “Parece mentira Gabriel, les preguntaré a los ancianos para que me
expliquen ese “nuevo entendimiento”, pero tú no me has dicho nada que no me hubiera dicho otro
“hermano”.

Poco tiempo después, estoy por la tarde con Laura en mi casa y suena el timbre... Me asomo y abajo
veo a Adolfo con otro señor, pero entro nuevamente a mi casa sin que me vea y no contesto. Me da
rabia que vuelva, cuando le dije claramente que no viniera más a mi casa.

Pocos días después, me llama Jorge por teléfono y me dice: “Gabriel, ten cuidado... como los
ancianos no han conseguido que ninguna de tus amistades diga nada contra ti, han hablado con la
madre de Alexis, que se ha prestado a colaborar con ellos. La madre de Alexis me ha llamado y
aunque yo ya no me reúno, me ha dicho: “Los ancianos ya tienen un testigo para expulsar a Gabriel,
pero necesitan a un segundo testigo, con lo que me han pedido a mí que llame a todas sus
amistades, para ver si alguno me dice a mí lo que no le quisieron decir a ellos”. Por eso, amigo, ten
cuidado con lo que hablas, porque ya van claramente a por ti”.
Inmediatamente me doy cuenta de que el primer testigo es Lidia, pues a los ancianos sólo les ha
bastado que lidia diga la fecha 1914 para considerarla la primera testigo para acusarme de apostasía.
Es curioso, que la conversación que yo tuve con Lidia, la habría tenido con ella, también cualquier
testigo de Jehová al que ella le hubiera mencionado lo de la generación de 1914, pero al no tratarse
de mí, esa conversación habría sido totalmente irrelevante.

Le cuento a Jorge que ya sé quien es el primer testigo y este se queda alucinando cuando le cuento
cómo fue la conversación, pues claramente se ve que la intención de los ancianos era todo lo
opuesto a intentar traer a la “oveja perdida”.

A la siguiente semana, Adolfo vuelve por mi casa nuevamente, pero como yo no esperaba a nadie,
miro sigilosamente por la ventana y al verlo abajo con otro señor, no le abro la puerta.

Le cuento todo esto a Fernando Cano, que me llamaba con frecuencia y me dice que están
desesperados por expulsarme y que no pararán hasta encontrar lo que sea. Fernando me dice que
puedo enviar una carta solicitando que en base a la ley de protección de datos, mis datos sean
borrados de los ficheros de la congregación y de Betel, pero que es muy probable, que la quieran
interpretar como que me estoy desasociando, con lo que si enviara la carta, tendría que recalcar que
con esta carta, no me estaba desasociando. Le agradezco muchísimo el consejo, pero de momento
no envío ninguna carta.

Unas semanas después, Laura y yo nos encontramos en unos grandes almacenes, a una “hermana”
amiga de Laura, llamada Silvia. Esta “hermana” se encuentra en la misma congregación que
Adolfo. La saludamos y le digo que Adolfo me tenía enfilado, pues había ido una vez por mi casa y
yo le dije que no fuera más y no me ha hecho caso, yendo ya muchísimas veces, aunque no le he
abierto más la puerta. Ella me dice que muchos “hermanos” han tenido problemas con Adolfo, hasta
el punto que la “Sociedad” envió a otro anciano a la congregación para intentar controlar un poco la
situación.
Luego hablamos de una nueva película que se iba a estrenar, llamada “La pasión de Cristo”. Le digo
que he visto el tráiler y que es muy dura y muy realista. Además, le digo que Mel Gibson, es muy
religioso y seguro que cuidará muy bien todos los detalles.

Silvia me dice que sería una pena que teniendo este señor familia testigo de Jehová, haga que Cristo
muera en una cruz, en vez de en un madero, como dice la “Sociedad”.
Yo le digo que si en la película a Cristo lo clavara en un madero, seguro que no tendría
distribuidora, ya que todos los historiadores que hablan del tema, concuerdan con que Cristo murió
en una cruz y no en un madero. Le digo que yo, personalmente, creo que más que en un madero, fue
en una cruz, pero que para mí, eso es lo menos importante, pues lo que realmente me importa a mí,
no es dónde murió Cristo, sino que Cristo murió por nosotros.
Silvia asiente con la cabeza y me dice que está de acuerdo conmigo.

En la siguiente reunión, Silvia, sabiendo que Adolfo estaba buscando lo que fuera para expulsarme,
va a hablar con Adolfo. Qué habló con Adolfo, no lo sé, sólo sé que yo le dije a Silvia lo que acabo
de mencionar y que por esa conversación, no le llamarían la atención a ningún testigo de Jehová.
No obstante, para Adolfo las palabras de Silvia, son más que suficiente para tener el segundo testigo
que necesitaban para mi expulsión. En esta “partida de ajedrez”, Adolfo me iba a hacer jaque, pero
sería la última vez que Adolfo se atreviera a dirigirme la palabra.
-JAQUE-

Es miércoles por la tarde, acabo de coger vacaciones y estoy en mi casa con mi hermano
Marcos. Laura acaba de salir y estoy esperando que llegue la compra del supermercado, que me
tocarán de un momento a otro.

Suena el timbre y al asomarme, en la calle mirando a la ventana, está Adolfo con otro señor, el
anciano que habían puesto recientemente en su congregación.

Transcribo aquí la conversación como fue:

Adolfo: “¡¡¡Tenemos que hablar contigo!!!”.

Yo: “Lo siento, en estos momentos tengo visita”.

Adolfo: “¡¡¡DIME DÍA Y HORA EXACTOS PARA VENIR POR AQUÍ, PORQUE TENEMOS
QUE HABLAR URGENTEMENTE CONTIGO!!!”

Yo: “A mí tú no me hablas en ese tono, ya te dije en su día que por mi casa no vinieras más y has
seguido viniendo. Por hablarme de esa manera, te lo voy a decir más claro imposible: No voy a
hablar nada contigo, ni ahora ni nunca”.

Adolfo: “¡¡¡SOMOS DOS TESTIGOS!!!, ¡¡¡VAMOS A TOMAR DECISIONES CONTRA TI, ASÍ
QUE ATENTE A LAS CONSECUENCIAS!!!

Inmediatamente, cierro la ventana. Me imagino por un momento lo que podría haber pensado por la
mente de algún vecino que hubiera visto la conversación. Pensaría que debía dinero y que me
habían enviado a los cobradores del frac o algo parecido.
Mi hermano Marcos, no daba crédito a lo que acababa de pasar, alegrándose según me comenta de
no haberse bautizado nunca y haber abandonado esa secta hace ya tantos años.

Marcos me dice que me tranquilice y que piense que al fin y al cabo, todo eso no es más que una
mentira. A mí lo más que me preocupa no es que me expulsen, sino que mi expulsión influya en la
buena relación que yo tengo con mi hermano Antonio, el cual, ni vendría a mi casa, ni comería más
conmigo.

Sobre la marcha, llamo a Fernando Cano y le comento lo que me acaba de ocurrir. Fernando me
dice que son unos sinvergüenzas y que iban a buscar lo que fuera para expulsarme. En ese momento
ya yo sabía que Silvia había hablado con Adolfo y que a Adolfo, mi hermano Sergio y Juan, les
bastaba cualquier conversación que yo tuviera con un testigo, para buscar en ella el más mínimo
resquicio al que agarrarse para justificar mi expulsión.

Fernando me habla de un tal Lucas Godoy, que había mostrado interés en mi caso. Fernando me
dice que si le doy permiso para darle mi teléfono a Lucas y yo acepto.
Unos minutos después, suena mi teléfono y es Lucas Godoy. Un hombre muy tranquilo en su forma
de hablar, pero con unos argumentos demoledores. Lucas me dice que ya he aguantado mucho y que
tengo una gran oportunidad para pasar yo ahora al ataque. Me dice que lo que ha estado haciendo
este señor es acoso y que podría incluso demandarlo, además me comenta, que una de las cosas que
menos le gusta a la Watchtower es la mala prensa.
Cuando termino de hablar con Lucas, me doy cuenta, de que ya no les tengo miedo. Lucas sabía qué
palabras usar, para terminar de quitarte la venda y hacerte ver que son sólo hombres con cargos que
les han otorgado otros hombres, pero todo fuera del ámbito legal, con lo que realmente sólo tienen
sobre mí, el poder que yo les permitía tener sobre mí.

Con la fuerza que me dio la llamada de Lucas, cogí la guía telefónica, encontré la dirección de
Adolfo y me fui con Marcos a la comisaría de policía más cercana, en donde puse una denuncia a
Adolfo por acoso y amenazas. El policía me dice: “En menos de una hora, lo estarán citando para
que sepa que ha sido denunciado por ti”.

Cuando llega Laura a casa, le cuento lo ocurrido y Laura me dice: “Gabriel, en qué lío te has
metido”. Yo le digo: “No, Laura... ya no... mejor dí: En qué lío se han metido ellos”.

Llamo a mi hermano Antonio y le comento lo ocurrido, le comento que puse una denuncia en la
comisaría con Marcos y Antonio me dice: “¡¡¡Estás loco!!! ahora sí que te van a expulsar, ve a la
comisaría y quita la denuncia”.
Yo le digo a Antonio: “No voy a quitar la denuncia, pues este señor lleva acosándome ya durante un
tiempo, habiéndole dicho yo que no viniera más por mi casa. Además, lo que me hizo hoy, yo no se
lo voy a dejar pasar”.

Unos días después, por casualidades de la vida, estoy en el coche con Laura y me paro en una
rotonda. Cuando voy a arrancar, me fijo en una furgoneta que hay parada en la misma rotonda, a
unos tres metros de mí. Dentro de la misma, se encuentran Adolfo y el otro anciano que fue con él a
mi casa.
Rápidamente, le digo a Laura: “Mira, Adolfo y el otro anciano que me tocaron en casa, están ahí
mismo”. Mientras yo hablaba con Laura, señalaba con mi dedo índice hacia la furgoneta, momento
en el que el otro anciano me ve y me reconoce. Acto seguido, el anciano, que ya me da por
expulsado, saca la mano derecha por su ventana, cierra el puño extendiendo solamente el dedo
corazón y apoyándolo en la ventana, para que el gesto no sea tan descarado, me hace un disimulado
corte de manga. Laura y yo nos quedamos impactados ante esa falta de respeto, de esos que se
hacen llamar pastores y que se supone, deben dar ejemplo.

David Mora, Fernando Cano, David Fuentes y Lucas Godoy, me apoyan mucho en estos tensos
momentos, pues saben lo que estoy pasando y lo que está aún por venir. Lucas quiere incluso venir
al juicio a apoyarme, pero yo le digo que no se moleste, ya que tiene que viajar desde muy lejos en
avión.
Yo no iba a venirme abajo, toda esta situación era más propia de una secta peligrosa, que de una
organización que se autoproclamaba “la organización de Dios” No me iba a dejar amedrentar...
¡¡¡Había llegado la hora de plantar cara a la injusticia!!!
-AHORA MUEVO YO-

Le comento lo ocurrido al compañero de trabajo mediante el que escribí a la Watchtower las cartas
sobre cronología. Este compañero, tiene muchos contactos en los medios de comunicación y me
dice: “No te preocupes, el día del juicio, irá allí conmigo un amigo periodista y te entrevistará”.

Llega el día del juicio, un miércoles... Me acompañan mi padre y mi hermano Marcos. Voy sin
abogado, pues tan sólo quiero decirle al juez lo ocurrido y asegurarme de que Adolfo jamás vuelva a
molestarme.

No me gustan nada los juicios, pero creo que la decisión de denunciar a Adolfo, es la única que
tenía para parar ya los pies a este señor.

Allí ya se encuentra mi compañero de trabajo, con un periodista. El periodista me entrevista y yo le


cuento lo ocurrido con este señor, diciéndole que lleva tiempo acosándome, hasta el punto en que
me llegó a amenazar desde la calle y no me ha dado más opción que traerlo a juicio, por acoso y
amenazas. El periodista termina diciéndome que dos días después, saldrá el artículo publicado en el
periódico.

Tras un rato de espera, llegan Adolfo, el otro anciano y su abogado, también testigo de Jehová, que
según me enteré más adelante por mi hermano Antonio, se lo puso la Watchtower en cuanto se
enteró que uno de sus ancianos era llevado ante la justicia.
Cuando me hacen pasar a la sala, veo al abogado de Adolfo riéndose con el juez y el fiscal, como si
se conocieran de toda la vida. Aún así, lo que pienso es que ahí está Adolfo, denunciado por acoso y
amenazas... Y en mi mente digo mientras miro hacia él: “Al menos hoy, estás aquí y te he traído yo
contra tu voluntad, como has hecho tú tantas veces citando a tantos “hermanos” a los comités
judiciales”. Por lo menos, tengo claro, que gane o pierda el juicio, Adolfo jamás volverá por mi
casa.

Al comenzar el juicio, yo cuento los hechos, tal cual relaté anteriormente, subrayando el hecho que
me he sentido acosado por este señor. Posteriormente, el abogado de Adolfo, me hace una única
pregunta: “¿Sabe usted que si piensa de manera contraria a las doctrinas de la religión a la que
pertenece y las fomenta, dicha organización puede tomar medidas disciplinarias contra usted, en
este caso, la expulsión?
Inmediatamente, el fiscal sin darme tiempo a responder, dice: “Protesto, señoría, el demandante, no
tiene que responder a esa pregunta”. El juez responde: “Protesta aceptada, no responda a esa
pregunta”.
El abogado dice: “No hay más preguntas, señoría”.
Yo le comento al juez que estos señores se han autonombrado también jueces y que querían reunirse
conmigo, en un cuarto cerrado sin testigos, para hacerme un juicio paralelo, e ilegal.

El juez me pregunta si yo quiero que condenen a Adolfo y yo le respondo: “Señoría, yo quiero que
se haga justicia y que este señor no venga más por mi casa”.

A continuación, declara Adolfo, diciendo en su defensa, que yo le había dicho que fuera por mi casa
cada vez que quisiera a visitarme (mintió). Sobre los hechos, dice lo mismo que yo, excepto que
solamente me dijo que si no le atendía se vería obligado a tomar decisiones (mintió otra vez) y
menciona que esas decisiones simplemente serán el expulsarme el jueves de la próxima semana.
El juez le pregunta: “¿usted le dijo a Don Gabriel: Vamos a tomar decisiones contra ti, así que
atente a las consecuencias?”.
Adolfo responde: “No” (volvió a mentir).
El juez entonces dice que lo que no entiende es que yo le diga que pase por mi casa cada vez que
quiera y luego por pasar por mi casa, yo vaya y ponga una denuncia, en la cual hago constar
claramente que no quiero que este señor vaya por mi casa.

Posteriormente, declara mi hermano, dando la misma versión que di yo.

Por último, declara el otro anciano, dando la versión exactamente igual a la mía, excepto que sólo
dice que Adolfo dijo que tendrían que tomar decisiones contra mí.
El juez le pregunta: “¿Su compañero le dijo también a Gabriel que se atuviera a las
consecuencias?”. El anciano responde: “No me acuerdo”.

El juicio termina. El fiscal entonces me dice: “Muchacho, ganes o pierdas, te garantizo una cosa...
este señor jamás se atreverá a volver por tu casa”.

Llega el viernes y voy temprano a comprar el periódico. En la primera página hay varios artículos.
Uno de ellos titulado: “Un testigo de Jehová denuncia a uno de sus pastores por acoso y amenazas”.
En el artículo se menciona cómo tras ver doctrinas incoherentes en la organización, algunos
pastores de la misma me estigmatizan, llegando Adolfo al acoso y a las amenazas, con lo que me
veo obligado a interponer una demanda contra él, llevándolo ante la justicia”.

Mi hermano Antonio, me llama un rato más tarde, la noticia del periódico ha corrido muy rápido.
Me dice: “¡Qué has hecho! Has manchado la reputación de la organización de Jehová”.
Yo le digo: “La reputación de la “organización de Jehová”, se la ha manchado ella misma, yo he
dicho los hechos tal y como han ocurrido. La intolerancia de la “organización de Jehová” me ha
obligado a tomar las decisiones que he tomado”. Mi hermano Antonio en el fondo me entiende y me
dice que esa tarde irá un rato a mi casa a visitarme.

Por la tarde, hablando con Antonio, le cito 1 Corintios 5:11 que dice literalmente: “Cesen de
mezclarse en la compañía de cualquiera que, llamándose hermano, sea fornicador, o persona
dominada por la avidez, o idólatra, o injuriador, o borracho, o que practique extorsión, y ni siquiera
coman con tal hombre”.
Le digo: “Los ancianos han anunciado ya, que me van a expulsar el jueves de la próxima semana.
Hoy estás aquí, en mi casa, comiendo conmigo... Dime sinceramente... ¿Soy yo un fornicador,
persona dominada por la avidez, idólatra, injuriador, borracho o practico extorsión?”.

Antonio responde: “No”.

Yo le digo: “Entonces, ¿por qué si me expulsan, sabiendo tú que no relleno ninguna de esas
características, no podrías comer conmigo?”.
Antonio se queda callado.
Yo le digo: “¿No te das cuenta que no comerías con tu hermano, simplemente porque la sociedad
Watchtower así te lo ordena?”.
Antonio sigue callado.
Yo le traigo ahora el libro “Crisis de conciencia”, de Raymond Franz y le digo: “Si tú crees que
estás en la verdad, toma este libro, lo escribió un hombre que por nueve años fue miembro del
cuerpo gobernante y léelo”. Antonio me dice que no, que no se lo leerá.
Yo le digo: “¿Tienes miedo? La verdad está a prueba de toda clase de escrutinio. Si tienes miedo de
leerlo, es porque tienes miedo a ver la realidad”. Antonio se vuelve a quedar callado.

Llega el lunes y Laura, que había salido, llega angustiada y me dice: “Tienes que hacer algo, me ha
llamado Fermín, el marido de mi hermana y me ha dicho que lo ha llamado Juan, el anciano.
Juan le ha dicho que a ti te van a expulsar el jueves, porque ya tenían dos testigos contra ti, pero que
contra mí sólo tenían un testigo, mi amiga Silvia, que fue a hablar con Adolfo y quieren expulsarme
junto a ti el jueves. Le han preguntado a Fermín y a mi hermana, si yo les he hecho alguna vez
algún comentario negativo sobre la organización. Ellos le dijeron que no y Juan les dijo que
hicieran memoria, que intentaran recordar cualquier cosa, que él los volvería a llamar más tarde”.

Por increíble que fuera, Silvia, la amiga de Laura, era la primer testigo contra ella, en una
conversación que tuvimos Silvia y yo y en la que Laura simplemente se limitó a saludarla. A la vez,
la desesperación, llevaba a estos ancianos a buscar de la manera más rastrera e inimaginable,
comentarios rebuscados para utilizarlos como base para la expulsión.

“De acuerdo”, le digo yo a Laura, ellos se lo han buscado. Quieren guerra, pues guerra tendrán.
-JAQUE MATE-

En el paso que iba a dar, Fernando Cano y la página de David Fuentes, me habían dado algunas
ideas, así que me dirijo con Laura a una oficina de Correos y dirigido a mi antigua congregación,
emito el siguiente burofax con acuse de recibo:

Al cuerpo de ancianos de la congregación XXXXX:

Don Gabriel XXXXX XXXXX, en base al artículo 18 de la ley Orgánica 15/1999, solicito que en
el plazo de diez días desde la recepción de esta solicitud, mis datos y los de mi mujer, Doña Laura
XXXXX XXXXX, sean eliminados de vuestros ficheros y que se me notifique de forma escrita en
dicho plazo, el resultado de la cancelación practicada. Les recalco a ustedes, además, que este
derecho que como ciudadano tengo, no tiene nada que ver con mis creencias y que por lo tanto no
se interprete como una desasociación.

Así mismo, manifiesto que no autorizo a que mi nombre, ni el de mi mujer, sean utilizados, en
público o en privado. Cualquiera por lo tanto que se atreva a hacer un anuncio de expulsión,
utilizando mi nombre o el de mi mujer, será responsable por ello ante la justicia, pues interpondré
una querella criminal contra la persona que realice el anuncio y otra contra el cuerpo de ancianos de
dicha congregación, por permitir que dicha persona incurra en un delito penal, no
responsabilizándome en dicho caso, de las repercusiones públicas que todo esto tendrá, pues acudiré
a la prensa, radio y televisión para sacar a la luz todo lo ocurrido, así como el motivo que me ha
llevado a dejar de reunirme.

A Betel envío otro burofax, idéntico al anterior, añadiendo además, que tras exponer a uno de los
ancianos mis motivos por los que no me estaba reuniendo, no sólo no intentó ayudarme, sino que a
partir da ahí, he sido investigado durante muchos meses por tres ancianos de dos congregaciones
distintas, sometiendo a interrogatorios a todas mis amistades. Que todas esas personas están de
testigo, de que el único propósito de los ancianos era expulsar y no intentar recuperar a “la oveja
perdida”. Que el acoso de uno de esos ancianos, me ha obligado a denunciarlo ante la justicia.

Recalco igualmente que debido a la injusticia con que se nos ha tratado, no me responsabilizaría de
llevar a los medios todo este caso si seguían adelante.

Una vez que regreso a mi casa, llamo Antonio, para que sepa lo que he hecho. Antonio me pregunta
que quién me ha asesorado para que redacte esos escritos. Yo le respondo: “Otras víctimas que
también han sufrido la injusticia, al igual que yo”.

Antonio me pide por favor, que no acuda a los medios de comunicación, pero yo le digo, que no
tengo opción. Si ellos siguen adelante, sintiéndolo por él, mi caso completo aparecería en la prensa,
la radio y la televisión, que un compañero de trabajo tenía contactos en esos medios y solamente
esperaba que yo me decidiera, para fijar fecha para las entrevistas en dichos medios. No obstante, le
prometo a Antonio: “Una cosa te prometo y lo hago solamente por ti, si se para toda esta
maquinaria, no iré a los medios. Yo no he buscado esto y tú lo sabes, pues yo solamente dejé de
reunirme y nuestro hermano fue el que comenzó todo”.

Noto que Antonio está muy triste y me dice: “Siento que sea así... pues sabes que si ya tienes fecha
de expulsión, no darán marcha atrás”.
Es jueves, el día fijado para mi expulsión... Laura está trabajando, con lo que cojo el coche y me
voy a casa de mi madre. Tic tac tic tac, a eso de las 21:00, digo yo a mi madre: “Mamá, ya me
deben de haber expulsado”.

Aunque sabía que había sido engañado por décadas por una organización que se autoproclamaba
“La Organización de Dios”, me daban rabia las circunstancias en las que me expulsaban. Los “dos
testigos” que habían encontrado los tres ancianos (de dos congregaciones distintas) después de casi
un año de investigación hacia mí, no eran más que dos “hermanas” con las que yo simplemente
había tenido una conversación que cualquier testigo de Jehová habría tenido sin ningún tipo de
repercusión. Todo era una simple parodia, una justificación para quitar de en medio a alguien que
sabía más de lo que a ellos les interesaba, con lo que había que hacerle callar como fuese.

Una hora después de terminar la reunión, llamo a mi amigo Manolo, un hermano de estos a los que
llaman “calientasillas”, que van al salón más que nada por sus familias, para preguntarle quién
había hecho el anuncio de mi expulsión. Para mi sorpresa, Manolo me dice que nadie había hecho
ningún anuncio y que no me habían expulsado.

Cuando llego a casa, le digo a Laura que no se ha hecho ningún anuncio de expulsión y mi hermano
Antonio, al que llamo también, me dice que nadie ha comentado nada sobre el tema en la reunión.

Al día siguiente, viernes al mediodía, recibo una llamada de teléfono. Es el superintendente de


circuito. Me dice que se encontraba de vacaciones (esto me hizo ver por qué se movió todo tan
rápido), diciéndome que el día anterior lo llamaron de Betel, pues habían recibido una carta mía y
que detuviera urgentemente esa expulsión. Me dice que podemos estar tranquilos, que no se nos va
a expulsar y que si no me importa que él y otro anciano me visiten el lunes por la tarde, para que yo
le cuente lo que ha ocurrido.
Yo le digo que no me importa.

Llamo a Antonio y le comento lo ocurrido, el cual se sorprende tanto como se alegra a la vez, de
que no nos vayan a expulsar. Le digo que cumpliré mi palabra y por tanto, no iré a los medios.

Llega el lunes y viene a mi casa el superintendente de circuito con otro anciano al que yo conocía
de otra congregación... Genaro.

Les comento lo ocurrido diciéndole: “Te soy sincero, he dejado de reunirme, porque he visto cosas
que no me han cuadrado. Hablé con mi hermano y le dije que me buscara información, que si me
demostraba que yo estaba equivocado, volvería a reunirme”.

El superintendente me dice: “Pero es normal dudar... Tomás también dudó y no por ello le quitó
Cristo su apostolado. Dudar no es nada malo”.

Me sorprendo al ver un giro de 180 grados en la actitud mostrada hacia mí. Le cuento entonces
cómo ocurrieron los hechos tras hablar con mi hermano, el cual llevaba ya años machacándome en
las reuniones. Le digo que esos ancianos son unos tiranos, que han creado en sus congregaciones un
ambiente de miedo y opresión. Le pregunto: “¿Usted ve normal que se pongan de acuerdo los
ancianos de dos congregaciones distintas, actuando en paralelo con un único objetivo...
expulsarnos? Eso queda muy lejos de las ilustraciones de Cristo, del pastor que va en busca de la
oveja perdida y del hijo pródigo, al cual recibe el padre con los brazos abiertos. En nuestro caso, el
pastor salió detrás de la oveja con un palo y el padre de la ilustración del hijo pródigo esperaba a su
hijo con una escopeta”.
El superintendente del circuito asiente con la cabeza y me dice que esos ancianos han actuado como
policías y no como pastores.

Yo le digo: “Puedes preguntar a todas mis amistades cómo se comportaron esos ancianos en mi caso
y cómo se comportan en la congregación. Si esos ancianos actúan como policías y no como
pastores, no entiendo cómo siguen ahí en sus puestos”.

Le recalco que nuestra intención actual es la de no reunirnos y me dice que lo entiende,


garantizándonos además, que jamás se nos volvería a molestar.

Simón, me llama en esos días, diciéndome que el superintendente de circuito y el de distrito, han
ido por su casa preguntándole si los ancianos habían ido a interrogarle sobre mí y qué ambiente
tenían instaurados estos ancianos en la congregación. Jorge también me llama, también le han
visitado y le han preguntado lo mismo.

Por esos días me llegan dos cartas certificadas, una de mi antigua congregación en la que dicen que
respecto a petición de que desaparezcan mis datos y los de mi mujer, ellos no son responsables de
ningún fichero con datos personales de nadie, que para esta petición, tengo que escribir a Betel.

La carta de Betel me dice que ellos no tienen ningún tipo de ficheros ni base de datos de nadie.
Ambas cartas mentían. Todas las congregaciones tienen las fichas de publicador, cuyos datos
también tiene Betel. Además, los informes con los datos de cada publicador, son enviados
mensualmente a Betel. No le doy mayor importancia a esto, ya que lo único que quiero es
olvidarme de una vez de toda esta pesadilla.

Unas semanas después (unas tres desde la primera llamada), me llama el superintendente de
circuito, diciéndome que los tres ancianos, han sido despojados de sus cargos y que a Sergio y a
Juan, les habían dicho que a partir de ya, tendrían que reunirse en otras congregaciones. Me
comenta que mi caso fue la gota que colmó el vaso y que fue lo que hizo que tuvieran que actuar.

Se había hecho justicia. Hasta qué punto influyó lo que hacían esos ancianos y hasta qué punto
influyó el burofax que yo envié amenazando con una nueva demanda y con acudir a los medios, no
lo sé, pero los tres ancianos que habían venido a por lana, habían salido trasquilados, uno de ellos,
mi hermano.

Poco después, llegó la sentencia del juicio, en la que no condenaban a Adolfo, pero no me
importaba ya... Adolfo había tenido la peor condena que podía recibir... “le habían quitado su
poder”. Además, se cumpliría lo que me dijo el fiscal, pues condenando a Adolfo o no, este no
volvería a ir por mi casa.
-MADUREZ-

Teniendo yo ya unos treinta años, mi hermano Antonio habló conmigo, reconociéndome en


privado, que él tenía que admitir que lo que yo había investigado era así, pero que lo entendiera...
ahí dentro tenía a todas sus amistades, a su mujer, a su hija y que no podía salir de ahí. Yo le dije
entonces que el siguiente escollo contra el que se chocaría la Watchtower era contra el de los
“ungidos de 1935”.

Le dije que llevaban muchos años amañando el número de los ungidos en las Atalayas para que no
bajara de 8.000, ya que se supone que el fin del mundo vendría cuando aún queden “ungidos” en la
Tierra.
Le mencioné además que recordara estas palabras: “Dentro de muy poco tiempo, ese amaño de
8.000 ungidos inmortales, se hará insostenible y la Watchtower tendrá que sacar un “nuevo
entendimiento” sobre los ungidos, para poder seguir retrasando el fin del mundo, que es el terror
con el que tienen siempre “amenazados” a los testigos”. Terror disfrazado de un “Dios amoroso”,
que va a destruir a más del 99% de la raza humana, simplemente porque no quieren vender los
libros y revistas de la Sociedad Watchtower, ni someterse a todas sus directrices.

Sergio se pasó varios años sin hablarme. Volviendo a hablarme después de que muriera mi padre.
Simplemente volvió a hablarme, como si nunca hubiera pasado nada. Yo no le dije nada y él a mí
tampoco.

Pasaron los años y la hija de Antonio, ya bautizada, abandonó la secta, poco después la mujer de
Antonio también se fue. Según me dijo mi sobrina, ella y su madre se cansaron de tantas
prohibiciones y de que estuvieran siempre intentando meterles miedo con un fin del mundo que
nunca llegaba. Antonio permaneció en la secta, supongo que por sus amistades, o por no hacerle ver
a su hija, que la había tenido engañada durante toda su vida. En menos de un año Antonio y su
mujer se separaron.

Lucas Godoy, uno de los pioneros en denunciar a la Watchtower a través de internet, falleció en
2006.

Yo me fui desconectando de todo lo relacionado con la Watchtower y con el tiempo perdí contacto
con David Mora, Fernando Cano y David Fuentes.

Con el tiempo, me divorcié de Laura, a quien le deseo que todo le vaya muy bien. Unos años
después, conocí a mi actual pareja, con quien llevo ya más de cinco años y con quien soy muy feliz,
con ella he tenido una hija, que se está criando muy feliz, en un ambiente libre de miedos y de
fanatismos. Pensamos casarnos dentro de poco, pero esta vez puedo decir que sí conozco a la mujer
con la que me voy a casar.

Mi madre pasado el tiempo, se vio sola y nuevamente volvió a la secta, con su fanatismo de otros
tiempos, aunque esta vez viviendo con Antonio, que también se había quedado solo después de su
separación.

Con el tiempo siguieron los nuevos entendimientos, los ungidos traslapados, que seguro que
hicieron pensar a mi hermano Antonio en mis palabras, la mochila de supervivencia, que en el
subconsciente de los testigos es la mochila para sobrevivir al armagedón y recordarles lo cerca que
está, también la desaparición de algunas reuniones, cansinas e inútiles, que provocaban el bostezo y
ausencia de muchos.
En la actualidad, más de diez años después de todos los hechos, pasando ya de mis cuarenta años,
puedo decir que los testigos de Jehová no han vuelto a “molestarme”; sólo una vez tocaron a mi
puerta, pero porque en su territorio tocaba mi casa y tocaron a todos los vecinos de la zona. No me
conocían y simplemente les dije que no me interesaba. También puedo decir que mi relación con mi
familia que permanece dentro, es buena, aunque es la justa.

Ellos han respetado que yo no haya vuelto a las reuniones y nunca han insistido. Yo no he vuelto a
hablar con ellos de “temas espirituales”. Sergio recibió su lección de humildad y actualmente se
lleva muy bien conmigo, aunque nos vemos poco. A quien más suelo ver es a Marcos y a Antonio.

La única persona que si me ve no me saluda, es la madre de Alexis, que se prestó a convertirse en


herramienta de los ancianos para conseguir un segundo testigo para mi expulsión.

Alexis y yo apenas nos hemos visto desde entonces, creo que nos vimos por última vez, cuando
falleció mi padre, hace ya más de cinco años. Por lo último que me enteré, Alexis sirve de anciano
en otra congregación, al igual que Simón, al que le intentaron hacer un comité acusándolo de
homosexualidad, también sirve de anciano en otra congregación, está felizmente casado y es padre
de dos hijos. A este último, no lo he vuelto a ver desde que dejé de asistir a las reuniones.

Jorge y yo seguimos manteniendo una buena amistad. Nos vemos con frecuencia y Jorge tampoco
ha vuelto a asistir a las reuniones. Sus padres me siguen saludando muy afectuosamente cuando me
ven. El resto de amistades que tuve, que fueron muchas, todas me demostraron estar condicionadas
a si yo iba o no a las reuniones.

Mientras la Watchtower sigue anunciando el inminente fin del mundo que cruzó la esquina hace
más de veinte años, este, sigue igual de inminente que entonces y que hace más de ciento treinta
años, privando a sus jóvenes de unos estudios superiores para mantenerlos en la ignorancia,
aconsejando la soltería y el no tener hijos, para que sigan teniendo el mayor tiempo posible para ir a
predicar, vendiendo sus libros y revistas, una de las principales fuentes de sus ingresos.
Mientras claman a los cuatro vientos la inminencia del fin del mundo, explotando a sus miembros,
ellos siguen construyendo y aumentando su patrimonio, contradiciéndose a sí mismos sin que la
mayoría de sus adeptos, sin más capacidad de razonar que la que la secta les permite tener, se den
cuenta de lo que realmente sucede. A estos que comienzan a pensar por sí mismos, dándose cuenta
del engaño, enseguida los llaman apóstatas, para intentar silenciarlos.

Yo aquí he hablado, principalmente de mi experiencia o también podría decirse, de mis memorias


dentro de los testigos de Johová. Al que estuviera leyéndome, si es testigo de Jehová, le pido que
investigue. No necesita ir a “páginas apóstatas” para investigar. Que pida publicaciones antiguas y
no tan antiguas, como el libro “vivir para siempre” (que menciona que la generación que vio los
acontecimientos de 1914, vería el fin del mundo), para ver cómo fracasan vez tras vez en sus
profecías y cómo llegan los “nuevos entendimientos” cuando el paso del tiempo pone de manifiesto
otro nuevo fracaso profético. En este caso concreto, cuando se cumplieron 80 años de 1914, yendo
en contra ya de la cronología Bíblica (Salmo 90:10), sacan el libro “Conocimiento”, para quitar el
libro “Vivir para siempre”, que aún hablaba de la generación de 1914. Poco después, 81 años
después de 1914 sacaron el “nuevo entendimiento de la generación” en una Atalaya a finales de
1995.

Todos estos fracasos y el intentar mantener a sus adeptos con el miedo y no con el amor, ha
provocado que haya una gran crisis económica en la Watchtower, pues los adeptos se van cansando
de que el fin no venga y de que los “nuevos entendimientos” sean ya un “insulto a la inteligencia”.
No sé si veremos el fin de los testigos de Jehová, pero es probable que veamos el fin de la
Watchtower.
Podría ser que fueran absorbidos por alguna empresa mayor, ya que tienen como “aval” muchos
millones de trabajadores voluntarios y muchísimas propiedades. Los testigos igual ni se enteran, ya
que les dirían que es simplemente para adaptarse a los nuevos tiempos que cambian de nombre ellos
o que cambia de nombre la Watchtower. Con lo que este nuevo fracaso se los harán ver como una
nueva muestra de la bendición de Jehová.

Dentro de los testigos de Jehová, hay gente muy buena, pero fuera de los testigos de Jehová
también. Gente buena y gente “menos buena” la encontraremos en todas partes, sin ser esto
vinculante a que estén con Dios o con el Diablo.

Bajo mi experiencia, puedo decir, que el cuerpo gobernante, siempre tendrá al testigo de a pie,
como a un burro, con la zanahoria (el paraíso) atada con un palo (al que llaman madero de
tormento) a su espalda. El burro camina y camina hacia la zanahoria, pero esta nunca se acercará a
su boca, siendo siempre una ilusión que tiene delante y que le empuja a moverse.

Ese paraíso, siempre estará igual de cerca, mientras existan los testigos de Jehová y puedo decir esto
porque... señores... a mí se me prometió que de un momento a otro estaría viviendo en un paraíso...
pero me pasé más de veinte años en un infierno.

-A la memoria de Lucas Godoy-

Por la fuerza que me diste, amigo mío, cuando más la necesité.

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