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Hablar o escribir sobre Andrés Manuel López Obrador, ratificando o rectificando (en forma más suave)

su candidatura a la presidencia de la nación. Es como si debatiéramos sobre la cuadratura del círculo.


Podemos explicar el problema matemático aún no resuelto en geometría, pero nadie saldría victorioso
en este debate. Tal vez y, sólo tal vez, algún matemático que no entra en este debate y se toma el tiempo
de estudiar, analizar, experimentar ajeno a la discusión, puede que un día aparezca sin reconocimiento
académico y social; y resuelva el problema. Andrés Manuel López Obrador (AMLO o Andrés como le
dicen sus allegados) no es un problema matemático ni es una aparición mediática del poder político de
México. Es una consecuencia inevitable de la historia reciente de México.

Para aquellos que creemos que la historia no se escribe por la casualidad; sino por la casuística de
determinadas variables sociales, económicas y políticas de un pueblo, en lugar y tiempo preciso; son,
éstas variables, las responsables que escriben la historia de México y la aparición de AMLO. AMLO
surge cómo una alternativa viable y lógica, frente y dentro de un cuerpo enfermo y deteriorado por la
enfermedad. No siempre los anticuerpos o las vacunas pueden ser benévolos o sin reacciones adversas
para curar una enfermedad. Pero, salva el cuerpo !.

Hoy México esta enfermo, muy enfermo. Desde las masacres de Tlatelolco con Díaz Ordaz o del
Jueves de Corpus con Luis Echeverría hasta EPN; es decir, más de 40 años México, el pueblo
mexicano, siempre ha sido reprimido y engañado. Y lo más sorprendente de esta represión, es que no
duró un período de dictadura militar o una generación como fue en Argentina, Brasil, Paraguay, Perú o,
incluso, Chile. Estas represiones y engaños fueron, irónicamente, bajo regímenes “democráticos y
constitucionales”, las cuales duraron y duran por mas de 3 generaciones.

Con el so pretexto de los gobernantes en turno por ofrecer al pueblo una receta salvadora México,
contrariamente, en vez de sanar se enfermó aún más. 40 años de neoliberalismo. 40 años de agonía. 40
años de alzar la voz sin tener respuestas. 40 años de traiciones y engaños. 40 años que vive el cuerpo
social mexicano enfermo, sin encontrar una cura para su enfermedad.

Indudablemente nadie desea que el cuerpo muera. Por que si muere el cuerpo social, muere el motivo
de la enfermedad y muere también el propósito de la salud. Allí estriba parte del triunfo de AMLO.

Por lo tanto, tenemos un verdadero paradigma por resolver. Un paradigma que no se centra en la
corrupción ni en la inseguridad, no se soluciona en el ámbito político o económico, en la educación, en
el avión presidencial, en el aeropuerto, tampoco se resuelve promoviendo el odio y la ruptura social
para que, casualmente, aparezca un conciliador de la paz social, obviando todo lo anterior.

Sólo es necesario estudiar la historia de Estados Unidos o de Inglaterra, de Alemania o España, incluso
de Rusia o China. Rusia, quien vendió Alaska a los Norte Americanos y luego, después de ser la “Santa
Rusia”, se convirtió en el país más ateo de la humanidad. O China, que adaptó el comunismo taoísta
(comunismo religioso) a su sociedad y cultura. O Inglaterra, que colonizó norte América. O Alemania,
que perdió 3 guerras mundiales, incluido el Imperio Austro Húngaro. O, mientras España tuvo por 39
años un régimen fascista. Ninguno de estos países esta o se encuentra en la situación de México. Por
qué ?.

México vendió el norte de Texas y California, igual que Rusia. México fue colonizada por España,
igual que los Estados Unidos por Inglaterra. México tuvo una dictadura por más de 70 años a través del
PRI, igual que España con Franco. México vivió y vive una guerra, igual que Alemania, con más de
200 mil muertos. México vivió las masacres de Díaz Ordaz y Luis Echeverría, deseando adaptar un
régimen social a su cultura y tradición. Igual que China. Sin embargo, lo que no ha sido igual, fueron
los resultados. México no es Rusia ni China, Inglaterra y Alemania, ni España y Estados Unidos. Por
qué ?.

Porque un país no lo define un régimen económico ni político. Tampoco lo define las buenas o malas
decisiones que han tomado los gobernantes. Incluso, un país no lo define su historia. Quienes definen y
marcan las características únicas de un país y quienes escriben la historia es la conciencia y la voluntad
de un pueblo que representa un país. Un pueblo que, con la conciencia y la voluntad necesaria, no
permite que otro pueblo o un grupo de personas con poder controlen, dominen, manipulen su mayor
patrimonio: la dignidad.

Un pueblo debe mantenerse firme y digno a su historia. Cómo lo dictaban las cartas de Marco Aurelio a
Roma. Un pueblo debe defender su dignidad, incluso más allá de su propia existencia. Eso, sólo eso
marca la diferencia entre un pueblo soberano y una colonia.

AMLO representa todo lo que pudo haber sido y no fue, todo lo que fue y no debió haber sido para la
historia y el pueblo de México. AMLO, más allá de su persona que puede ser perfectible o
cuestionable, es la exposición más certera y creíble de un cambio auténtico. Un cambio, que no es otra
cosa, que regresar al pueblo su dignidad.

Sin dignidad no hay oportunidades, sin oportunidades no existe la esperanza. Los adversarios o
detractores de AMLO cuestionan todo de él, incluso hasta su edad. Y se olvidan que los grandes
reformadores de la Humanidad siempre han sido cuestionados.

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