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Padre Jose María

Vilaseca

La union con Dios y


hacer siempre y en todo
lo mejor
Antología

Mexico 2011
1. U N VOTO DE AMOR

1. Introducción
El 21 de octubre de 1862, el padre José María Vilaseca, de acuerdo
con su director, emitía un voto de amor: Hacer siempre y en todo lo
mejor. No era éste un acto motivado por el fervor momentáneo, sino
que era el f
ruto de u
proceso interior que ha durado varios años, durante los cuales ha
pasado del fervor del novicio a la madurez del hombre que ora, que
estudia, que discierne bajo la guía del director, que avanza en los
caminos de la purificación del sentido y del espíritu, que se adentra
en la contemplación y se ve enardecido en el amor y en el servicio de
su Amado y se siente impulsado por la generosidad a buscar siempre
y en todo la voluntad de Dios.
Esta experiencia del Espíritu en la vida del padre Vilaseca lo hace
caminar hacia la santidad y como fundador de la Familia Josefina se
siente impulsado a comunicar esta experiencia a sus hijas e hijos para
que ellos reciban esta herencia, la hagan vida y la hagan crecer. El
itinerario de Vilaseca se convierte en el itinerario espiritual de la
Familia Josefina, llamada a emprender el camino de la unión con Dios
mediante el desprendimiento de los bienes de la tierra y del cielo
para seguir el camino de hacer siempre y en todo lo mejor.

2. Itinerario del padre Vilaseca

a. Deseos de novicio

El joven José Vilaseca llegó a México impulsado por el deseo de ser


misionero en América. En Barcelona comienza los procesos de
discernimiento de la voluntad de Dios que marcarán toda su vida.
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Luego de tres años de pruebas y de discernimiento emprende el
viaje.
Ingresa al noviciado de la Congregación de la Misión con dos
objetivos claros: mi propia santificación y la santidad espiritual de
estos pobres indios (Pensamientos sacados de los coloquios y
conferencias del muy santo noviciado, 15. Sobre la observancia de las
Reglas) Al estudiar las reglas de san Vicente de Paúl, encuentra
aquella que llama su atención:

1. Y porque aquel piadoso ejercicio, que consiste en hacer


siempre y en todas las cosas la voluntad de Dios, es un
medio seguro para conseguir en poco tiempo la perfección
cristiana, cada uno hará todo lo posible para hacérselo
familiar… 4ª Hacer todas estas cosas por el único motivo
de cumplir el divino beneplácito, y para imitar, en cuanto
esté de nuestra parte, a Jesucristo, el cual cumplió siempre
todas las cosas por tan nobilísimo fin, según lo dijo Él
mismo: Hago siempre las cosas que agradan a mi Padre
(Reglas Congregación de la Misión 2,3,4º)
Más adelante dirá los deseos que se suscitan en él:
2. (Vilaseca) siendo aún novicio quería consagrarse a Dios
con el voto de hacer siempre y en todo lo mejor; lo
deseaba, lo quería; pero por no saber el modo de hacerlo
se veía obligado a estar pendiente de su Director, y así
obraba perfectamente bien. (Espíritu primitivo 70)
En el noviciado comienza a ahondar en la vivencia y en el
conocimiento de la oración, sus motivos, su naturaleza y sus
métodos.

b. Estudia los caminos de la vida espiritual

c. Compone los versos de las nadas

En enero de 1862 el padre Vilaseca hace ejercicios espirituales y aquí


se inspira para escribir los versos que llama El camino de la unión con
Dios o versos de las nadas. En un clima de oración retoma lo que
-5

había leído para subir al monte de la perfección por el camino


estrecho de las nadas de la tierra y las nadas del cielo, explicadas por
san Juan de la Cruz, y les da su toque personal en los versos que
compone.

Portada de los versos del padre José María Vilaseca


El camino de unión

3. El autor de estos versos se hallaba tomando unos


ejercicios espirituales en la ciudad de México: y quién sabe
si con deseos de adquirir la contemplación o sin ellos, lo
cierto es que escribió dichos versos; y también parece que
está fuera de toda duda que anduvo de por medio una luz
especial de Dios, supuesto que los hizo sin ser poeta ni por
naturaleza, ni por afición. Llamó a su composición: El
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camino de unión con Dios,1 porque la adquisición de la
Nada de que habla le pareció tener por resultado la
adquisición del divino Todo y, por consiguiente, de la más
sublime contemplación. Y hablando ahora a los josefinos y
a las josefinas les diremos que lean dichos versos, que los
aprendan, que los mediten bien y que no paren en este
trabajo sino hasta practicar con toda sencillez de corazón y
de alma, y con todo el espíritu, lo que ellos dicen. Si lo
logran, estarán en el camino recto de la verdadera
perfección y pasarán sus días de virtud en virtud hasta
hacerse de hecho más y más santos. (Oración 111, nota)

d. Ejercicios en la Villa

En abril de 1862, en la Villa de Guadalupe, el padre Vilaseca


daba ejercicios a más de 70 personas. Al quinto día se puso
muy enfermo de tifo, y tuvieron que llevarlo al Hospital San
Juan de Dios.

e. Asume el dolor

En abril de 1862 así aceptaba el dolor:


Al dolor.

Es de cabeza
primer dolor
que nos recuerda
al Redentor;
y pena tanta,
yo bien la adoro,
pues me asemeja

1
“El camino de unión”, México, enero de 1862, en tomo 10, El beso y
su camino, f. 2-4; original AGMJ, Fundador, Manuscritos. Corregido y
publicado en Vida de la inmaculada y divina María, augusta Madre de
Dios, México, 1870, p. 89-90 y en el Tratado de la oración 111.
-7

al Todo, Todo.

f. Sé qué cosa es morirse

El 14 de abril de 1862, en el Hospital de San Juan de Dios, el padre


Vilaseca recibió la extremaunción ya que los doctores pronosticaban
su muerte.
4. “Pues, ¿qué será la muerte? Afortunadamente en esto
puedo yo hablar mejor que ningún otro, porque por
experiencia propia sé qué cosa es morirse; pues cuando
me dio tifo, recuerdo que llegó el médico y dice: ‘no hay
remedio, se muere, que se confiese, que reciba los auxilios
y así auxiliado que se muera porque no hay remedio’. En
efecto, me confesé, me auxilié, y en esa misma tarde vi y
sentí un vacío inmenso y recordaba que me iba a morir, y
me sentía en una soledad que no pueden ustedes tener
una idea”.
5. Allí no vale que digan: ‘que venga tu padre, que tu madre,
que el médico’; nada vale porque todo esto es externo,
todo esto en la presencia de Dios es nada. Allí se encuentra
uno en aquel momento vacío de todo auxilio humano, y en
una completa soledad. ¿Han observado aquella luz que en
una noche obscura aparece de repente cuando pasa el
relámpago? Así es entonces la luz de la fe que se le
aparece a uno y lo ilumina, lo hace ver claramente y lo
hace comprender en sumo grado lo que es la vanidad, la
tontera, el amor de los padres, a los hermanos, a las
riquezas, y de todas esas cosas que son razones en la vida.
Lo sé por experiencia. Eso no vale ante Dios para nada,
porque esa misma luz que indica que la muerte está cerca,
indica el tremendo juicio que dentro de pocos momentos
tendrá uno que dar. Y allí, ¿de qué nos servirán todas las
riquezas, los padres, los hermanos, las vanidades y el lujo?
De nada” (Plática del 29 de noviembre de 1888)
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g. Goza de paz

En julio de 1862, Vilaseca refleja la paz de su alma, que le permitirá


hacer más tarde el voto de hacer siempre y en todo lo mejor.
A la paz
Muchos desean la paz verdadera,
pocos la buscan con voluntad vera,
mas si tú quieres la paz,
quiere lo de los demás,
elige lo peor,
busca también lo inferior,
venera la peregrina
voluntad siempre divina,
y obrando de corazón,
la grande pura intención,
gozarás con certitud
toda paz y quietud.

h. Compone los versos de hacer siempre lo mejor

En octubre de 1862, el p. Vilaseca hace nuevamente ejercicios


espirituales, en los que se inspira para hacer los versos sobre el Voto
de hacer siempre y en todo lo mejor, y él mismo hace este voto el día
21 del mismo mes. Esta experiencia la describe en los Tratados de la
oración y de la conformidad.
-9

Portada de los versos del padre Vilaseca


Explicación del voto de hacer siempre lo que es mejor
6. Estos versos (Camino de la unión con Dios) contienen,
según aparece de su lectura, lo más elevado de la
perfección, y perfección convenientísima a un josefino y a
una hija de María josefina, y que se desprenden de sus
Reglas como el aroma de la flor. En los inmediatos
ejercicios que tomó en el año 1862 la persona arriba
indicada, autor de los versos que denominó: El camino de
unión con Dios, experimentó grandes deseos de darse a
Dios, y no por medio de la Nada, que tal vez ya en algo la
poseía, sino mediante la adquisición del divino Todo. De
ahí es que, abrasada en grandes deseos de servir a Dios,
así comenzó su hermoso cántico, sobre el Voto de hacer
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siempre y en todo lo mejor. Pluguiera al cielo que
supiésemos entenderlo y mejor el practicarlo, porque en
verdad, en verdad decimos, según así nos lo parece, que
contiene dicho cántico lo mejor, lo más perfecto, lo más
excelente y aun lo más sublime de la perfección cristiana.
Humillémonos, pues, porque sólo humillándonos de
corazón, algo alcanzaremos a vislumbrar de tanta
perfección y grandeza. (Oración 111)
7. Fue el caso, que hallándose (el padre Vilaseca) muy de
mañana ante el santísimo Sacramento, preparándose para
la oración mental, le pareció como que leía en su interior
lo que sigue: El acto más perfecto de conformidad con la
voluntad de Dios está encerrado en la práctica de estos
versos:
Es entre todas mi más amada,
la que se llama la nada, nada.
Y otro es su nombre y de igual poder,
y se denomina: el padecer.

Lo mejor con mi alma y potencias,


lo mejor con mi cuerpo y sentidos,
lo mejor con mi corazón y afectos,
y con todas mis fuerzas también lo mejor.
8. A nosotros nos parece que no anduvo tan desacertado con
esto, porque es como si hubiera dicho que cuando uno
está completamente despegado de todo lo de la tierra y de
todo lo del cielo, y con esta preparación trabaja para hacer
en todas las cosas y siempre que lo conoce lo mejor; este
tal está en ejercicio del acto más perfecto de conformidad
con la voluntad de Dios. (Conformidad 27)
En octubre de 1862 el padre Vilaseca escribe los versos sobre
el voto de hacer siempre lo mejor en tres partes: Explicación
del voto de hacer siempre lo que es mejor, Acción de gracias
- 11

por la permisión de este voto, Variaciones en el voto para que


lo haga una Hermana.2

i. Emite el voto

El 21 de octubre de 1862, emite el voto de hacer siempre y


en todo lo mejor, como lo dice él mismo en los versos:
Octubre3 el más amante,
y del sesenta y dos,4 mil ochocientos,
quiero, que en cada instante
y en todos los momentos,
multiplicados sean mis aumentos
... En el5 de Hilarión,
del santo penitente y confesor,
cantado he la canción,
con exceso de amor,
para hacer siempre y en todo lo mejor.
9. La fórmula del voto
Pues el voto que con tanto dulzor,
conduce a hacer siempre lo que es mejor,
y lo que más ya parece increíble,
hacerlo del mejor modo posible,

2
Los versos originales se encuentran en el manuscrito El beso y su
camino, tomo 10, f. 288-296. Los imprime por primera vez en 1870 al
publicar la Vida de la inmaculada y divina María, augusta Madre de
Dios (p. 446-449), en 1890 en el Tratado de la oración 111; en 1891
en las Reglas para el superior y también hace un folleto sin lugar ni
fecha.
3
En el espacio señalado se coloca el mes en que uno hiciere el voto.
4
En este otro espacio se pone el año.
5
Aquí puede nombrarse el santo al cual profesare más especial
devoción
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y lo que no tiene comparación
es obrarlo con mayor perfección,
es obrarlo, no por un día o dos,
sino por mientras el Dios será Dios,
es el voto que hago, ¡oh mi Bondad!,
ya que lo permite tu Caridad.

3. Discípulo de Jesús

4. Don para la Familia Josefina


- 13

2. F UEN TES

5. El libro El religioso perfecto de Antonio Arbiol


10. De octubre de 1860 a septiembre de 1861, encontramos al
padre Vilaseca en Saltillo, luego en Monterrey y más tarde
en México. En este tiempo dedica tiempo para estudiar los
caminos de la vida espiritual, para lo cual profundiza sobre
la ascética y la mística en varios autores, como Juan
Bautista Scaramelli, Antonio Arbiol y otros.
11. Una obra que estudia el padre Vilaseca y que dejará honda
huella en él es la publicada en 1723 por el franciscano,
Antonio ARBIOL (1651-1726),6 Mística fundamental de

6
Antonio Arbiol y Díez (n. Torrellas (Zaragoza) en 1651, m. Zaragoza
el 31 de enero de 1726) fue un religioso franciscano de España,
escritor sobre moral. Profesó en el Instituto de la Regular
Observancia de San Francisco, su trayectoria religiosa le llevó a ser
lector de teología, guardián del convento de Santa María de Jesús de
Zaragoza, custodio de su Provincia y ministro provincial de Aragón.
Posteriormente fue comisario visitador de Valencia y Burgos,
visitador apostólico del papa Inocencio II en las Canarias, calificador
de la Inquisición en Aragón, y examinador sinodal del arzobispado de
Zaragoza. En 1720 el rey Felipe V lo presentó para el obispado de
Ciudad Rodrigo, pero rehusó para dedicarse a la predicación. Algunas
obras: Manuale sacerdotum, 1693. Manual para que sacerdotes
aprendan a predicar. La Venerable y esclarecida Orden Tercera de
San Francisco, 1697, Historia de la orden de San Francisco, de la que
evalúa los "principios, leyes, Reglas, ejercicios y vidas de sus
principales santos." Desengaños místicos, 1706, Sobre los errores
cometidos durante la oración, esquema de teología, y errores en la
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Christo Señor nuestro, explicada por el glorioso y beato
padre san Juan de la Cruz, Doctor místico, primer descalzo
y compañero de la grande y santa Madre Teresa de Jesús
en la fundación de su reforma y El Religioso Perfecto,
conforme a los cien avisos y sentencias espirituales que el
mismo beato padre dejó escritas para religiosos y
religiosas.7
12. Arbiol fundamenta el título de su obra: Mística
fundamental de Cristo Señor nuestro, responde a tres
documentos: Niégate a ti mismo. Toma tu cruz. Sígueme.
El Religioso Perfecto, responde al pasaje: Si quieres ser
perfecto, vende todas tus cosas y dalas los pobres, y
después, ven y sígueme.
13. En la primera parte, Mística fundamental, el autor
presenta los Cien avisos y sentencias espirituales que
encaminan a un alma a la más perfecta unión con Dios en
transformación de amor, fruto de los primeros escritos de

espiritualidad. El cristiano reformado, 1714, Sobre los ejercicios y


devociones de la Tercera Orden. La familia regulada con doctrina de
la Sagrada Escritura, 1715. La religiosa instruída, 1717. Visita de
enfermos y exercicio santo de ayudar a bien morir, 1722. Estragos de
la lujuria y sus remedios conforme a las Divinas Escrituras, 1726.
7
El complemento del título es el siguiente: Se hacen oportunas
advertencias es sus propios lugares para que las almas se libren de
los muchos errores místicos que en estos últimos tiempos se ha
descubierto y la santa Iglesia los ha condenado. Aunque no se lean
las autoridades latinas, queda corriente la lición de este libro que
ofrece para el mayor bien de las almas, no sólo de religiosos y
religiosa sino también de los seglares, Fray Antonio Arbiol, de la
Regular Observancia de nuestro Seráfico Padre san Francisco, lector
dos veces jubilado, Visitador apostólico (que fue) de religiosos y
religiosas en la santa Provincia de Canarias, Calificador del Santo
Oficio, Examinador Sinodal del Arzobispado de Zaragoza, Padre de las
Provincias de Canarias, Valencia y Burgo y ex provincial (aunque
indigno) de la Santa Provincia de Aragón. Zaragoza, 1723.
- 15

San Juan de la Cruz (1542-1591), según la edición hecha en


Madrid en 1649 y dirigida por Fray Diego de Jesús,
carmelita descalzo.

Portada del libro de Antonio Arbiol,


Mística fundamental y el religioso perfecto, 1723
14. Las nuevas ediciones de san Juan de la Cruz hacen ver que
el santo tituló a estos primeros escritos: Dichos de luz y
amor, y que pertenecen a los años 1578-1580 cuando vivió
en El Calvario (Beas) y Baeza. Un manuscrito de la
parroquia de Santa María de Andújar presenta solamente
78 avisos. Otro manuscrito de Burgos presenta 82 avisos
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más. La edición de la BAC de 1972 presenta los dos
manuscritos.
15. Los carmelitas reconocen la profundidad y calidad del
trabajo de este franciscano: “Y aunque parece debía ser
este empleo propio de algún hijo de nuestro santo padre y
de nuestra sagrada Reforma, como ninguno lo ha tomado
a su cargo hasta ahora, lo ha tomado al suyo este
reverendo padre, por lo cual le damos repetidas gracias
todos los Carmelitas Descalzos”.
16. Arbiol recuerda que la doctrina espiritual de san Juan de la
Cruz se puede dividir en dos partes: La primera, el estado
activo de las almas, lo que pueden y deben hacer, asistidas
por la divina gracia, para ser perfectas. La segunda, el
estado pasivo, tanto en las purgaciones de sus potencias y
sentidos, como en las divinas comunicaciones y favores de
Dios en la divina unión, matrimonio espiritual y
transformación. Arbiol dice que la doctrina que expondrá
en su obra trata solamente de la primera parte:
a) Dar Reglas para la desnudez espiritual, que es el alma de
la doctrina mística de San Juan de la Cruz
b) Abstraer el corazón de todo lo criado para agradar a Dios
y cumplir nuestras obligaciones.
c) Purificar nuestro corazón de todos sus afectos para
dejarlo conforme con la voluntad de Dios.
d) Tomar la cruz que Dios da, es decir, armarse de paciencia
para recibir todos los trabajos como venidos de la mano
santísima de Dios.
e) Seguir o imitar a Cristo para ser perfecto.
17. Es preciso que las almas queden tan puramente
indiferentes y conformes con la divina voluntad que nada
de esto deseen y nada quieran sino lo que Dios quiere. A
esto se encaminan las diez Nadas que señala en la Subida
del monte Carmelo y que explica en estos Cien avisos y
sentencias espirituales.
18. El dibujo de la subida al monte Carmelo o monte de la
perfección, inspirado por san Juan de la Cruz, y que aparee
- 17

en la portada del libro de Arbiol, señala las 10 nadas que


hacen referencia a 5 bienes de la tierra: Descanso, ciencia,
honra, libertad, gusto; y a 5 bienes del cielo: saber,
consuelo, gozos, seguridad, gloria.
19. En la segunda parte de su obra, el religioso perfecto, Arbiol
presenta una semblanza biográfica de san Juan de la Cruz,
luego vienen 106 capítulos dedicados a la explicación de
los cien avisos de san Juan de la Cruz. Dedica un capítulo a
cada aviso, con excepción del aviso 3, al que dedica los
capítulos del 3 al 8.
20. Dice el aviso 3: Reine en tu alma siempre un estudio de
inclinarse no a lo fácil sino a lo más dificultoso; no a lo que
es más de gusto sino a lo desabrido; no a las cosas altas y
preciosas sino a las humildes y desechas; no a lo más sino a
lo que es menos: Procurando no apetecer lo que es algo,
queriendo en todo la Nada. Arbiol explica ampliamente las
nadas del cielo y de la tierra y da consejos para no
malinterpretar la doctrina de san Juan de la Cruz.
21. El capítulo 106 lo dedica a “las nueve cautelas principales
que nuestro beato Padre dejó a los religiosos para llega en
breve a mucha perfección”. Enseguida del número del
capítulo, dice el número del aviso que va a explicar y con
un título breve indica la materia del capítulo. Luego cita el
texto del aviso y pasa luego a su explicación.
22. El desprendimiento o desnudez espiritual tiene como meta
que el alma se conforme con la voluntad de Dios. San Juan
dice en el Aviso 2: Desnuda tu corazón de todo consuelo y
deleite que puede ocurrirte, mirando a Cristo, cuyos
deleites fueron hacer siempre y en todo la voluntad de su
Padre eterno. Y en el Aviso 100: Si en el tiempo de dar la
cuenta, es cierto, te has de arrepentir del tiempo que no
empleaste en el servicio de Dios, ¿por qué ahora no lo
ordenas con el modo que allí querrás haberlo gastado?
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6. El dibujo de la subida al Monte de la perfección

Subida al Monte de la perfección o Monte Carmelo


- 19

23. La portada del libro de Arbiol presenta el dibujo, inspirado


por san Juan de la Cruz, de la subida al Monte de la
perfección en el cual se presentan a los lados dos caminos
torcidos: el de los bienes del cielo y el de los bienes de la
tierra y el camino del centro o de las nadas que es la senda
para subir al Monte. Una vez en el monte se practican las
virtudes cardinales y teologales, se participa en los dones y
frutos del Espíritu y se llega al matrimonio espiritual.

a. La nada

24. Procura no apetecer lo que es algo, queriendo en todo la


Nada, como dice el aviso 3, es el punto central de la
teología mística de san Juan de la Cruz. La Nada es el modo
para venir al Todo, el modo de tener al Todo, el modo para
no impedir al Todo y el indicio de que se tiene al Todo.
25. En la subida al monte de la perfección hay tres caminos,
uno recto en medio y dos torcidos a los lados (camino
imperfecto y camino errado).

b. El camino imperfecto

26. Es el camino que se ve al lado izquierdo. Por este camino


algo se avanza, pero no se llega a la cumbre. Su entrada
son los bienes del cielo: saber, consuelos, gozos,
seguridad, gloria. De uno a otro dice: ni eso (apetezcas). A
los lados del camino se lee: Por haberlos procurado tuve
menos que tuviera si por la senda subiera. Tardé más y subí
menos porque no tomé la senda.

c. El camino errado

27. Es el camino torcido de la derecha. Este camino se sale del


monte. Su entrada son los bienes de la tierra: descanso,
ciencia, honra, libertad, gusto. De uno a otro: ni eso otro
(unidos los dos camino torcidos: ni apetezcas eso ni esto
otro). A los lados del camino se lee: Cuanto más los
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procuraba, con tanto menos me hallé. No pude subir al
monte por llevar camino errado.

d. La senda recta

28. A la entrada del camino recto se lee: Estrecho es el camino


de conduce a la vida (Mt 7, 14) Senda estrecha de la
perfección.
29. Esta senda comienza muy angosta pero conforme va
subiendo se va ensanchando hasta hacerse muy ancha y
espaciosa.
30. En esta senda recta se lee: Nada, nada, nada, nada, nada.
31. Las cinco nadas corresponden a cinco bienes del cielo:
saber, consuelos, gozos, seguridad, gloria (entre cada bien:
ni eso) y a cinco bienes de la tierra: descanso, ciencia,
honra, libertad, gusto (entre cada bien: ni eso otro), lo que
significa que de estos bienes Nada ha de apetecer con
desorden el alma que rectamente desea subir a lo más alto
del monte de la perfección cristiana y religiosa, no ha de
desviarse ni a la derecha ni a la izquierda.
32. Sobre ellos: Tanto más algo serás cuanto menos ser
quisieras (= si nada de estos bienes deseas, tanto más algo
serás)

e. En lo alto del monte

33. Al subir más alto por la senda recta de las nadas: Y en el


monte nada.
34. Sobre los bienes del cielo: Cuando con propio amor no lo
quise, dióseme todo sin irme tras de ello.
35. Sobre los bienes de la tierra: Después que me he puesto en
nada, hallo que nada me falta.
36. Un poco más alto: Ya por aquí no hay camino que para el
justo no hay ley.
- 21

f. Práctica de las virtudes

37. Virtudes cardinales: justicia, fortaleza, prudencia,


templanza.
38. Virtudes teologales: Seguridad, fe, esperanza, caridad.

g. Los dones y frutos del Espíritu

39. Los siete dones del Espíritu: Temor de Dios, piedad,


entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia y sabiduría.
40. Los doce frutos del Espíritu: Castidad, continencia,
modestia, fe, mansedumbre, benignidad, bondad,
paciencia, longanimidad, paz, gozo, caridad.

h. El matrimonio espiritual

41. Más arriba: divino silencio, divina sabiduría


42. En la parte superior: Matrimonio espiritual
43. Sobre el monte: Sólo mora en este monte la gloria y honra
de Dios
44. Significa que en lo más elevado del monte se ejercitan las
virtudes teologales y cardinales y se participa de los dones
y frutos del Espíritu Santo, se hace el matrimonio espiritual
entre Dios y el alma y se llega a la perfecta unión del alma
con Dios.
45. En el arco que rodea el monte: Os traje a la tierra del
CARMELO, para comer su fruto y su bien (Jer 2, 7)
46. Sobre el arco: ¡Monte de Dios, el monte de Basán! ¡Monte
escarpado, el monte de Basán! El monte que Dios escogió
por mansión (Sl 67, 16-17)

i. Versillos

47. Los versillos siguientes declaran el modo de subir por la


senda al Monte de perfección y dan aviso para no ir por los
dos caminos torcidos.
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48. Modo para venir al todo


49. Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes.
50. Para venir a lo que no gustas, has de ir por donde no
gustas.
51. Para venir a lo que no posees, has de ir por donde no
posees.
52. Para venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres.

53. Modo de tener al todo


54. Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada.
55. Para venir a gustarlo todo, no quieras gustar algo en nada.
56. Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en
nada.
57. Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada.

58. Modo para no impedir al todo


59. Cuando reparas en algo, dejas de arrojarte al todo.
60. Porque para venir de todo al todo, has de dejar del todo a
todo.
61. Y cuando lo vengas todo a tener, has de tenerlo sin nada
querer.
62. Porque si quieres tener algo en todo, no tienes puro en
Dios tu tesoro

63. Indicio de que se tiene todo


64. En esta desnudez halla el espíritu quietud y descanso,
porque como nada codicia, nada le impele hacia arriba y
nada le oprime hacia abajo, que está en el centro de su
humildad.
65. Que cuando algo codicia, en eso mismo se fatiga.
- 23

7. El Tratado de hacer siempre y en todo lo que es lo


mejor

Portada del manuscrito del padre José María Vilaseca,


Explicación del catecismo y de Hacer siempre y en todo
lo que es mejor
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66. El padre Vilaseca encuentra en el libro El Religioso Perfecto
una gran inspiración para su vida espiritual, ya que ilumina
su deseo de entender y hacer el voto de perfección o voto
del amor que señalara san Vicente de Paúl en sus Reglas:
aquel piadoso ejercicio, que consiste en hacer siempre y en
todas las cosas la voluntad de Dios (RCM 2, 3) y que
encuentra reafirmado en el segundo aviso de san Juan de
la Cruz al invitar a mirar a Cristo, cuyos deleites fueron
hacer siempre y en todo la voluntad de su Padre eterno. El
padre Vilaseca le dará su toque personal al expresarlo
como hacer siempre y en todo lo mejor.
67. Del estudio de esta obra surge de la pluma del padre
Vilaseca el manuscrito: Tratado de hacer siempre y en todo
lo que es lo mejor, escrito por el padre Vilaseca en Saltillo,
octubre a diciembre de 1860; Monterrey, marzo de 1861;
México, agosto y septiembre de 1861, y cuyo original se
encuentra en el tomo de manuscritos titulado: Explicación
del catecismo y de hacer siempre y en todo lo que es mejor,
México, marzo de 1863 (prólogo), tomo 05, 2-109.
68. En este contexto de estudio y de vivencia el padre Vilaseca
escribe en enero de 1862 los versos que sintetizan su
experiencia espiritual: Camino de la unión con Dios, que
comienza:
Es entre todas mi más amada
la que se llama la nada, nada;
y en octubre del mismo año escribe la Explicación del voto de
hacer siempre y en todo lo mejor, cuya primera estrofa dice:
De mi muerte en la hora tan dichosa,
¿qué quisiera haber hecho a mi Señor?
Yo no dudo que serán mis deseos
haber obrado lo que es lo mejor.
Los versos originales se encuentran en el manuscrito El beso y
su camino, tomo 10, cuyo prólogo firmó en septiembre de
1862.
- 25

69. El padre Vilaseca extrae las ideas centrales de la obra de


Arbiol. Analiza cada capítulo de la obra, hace su propia
síntesis con frases incompletas, la numeración de los
capítulos no coincide con los de Arbiol, sino que siguen
una numeración propia. Igualmente, el encabezado de los
capítulos algunas veces coincide, otras el título es propio.
El padre Vilaseca prepara los temas para luego dar pláticas
por lo cual comienza con un exordio en el que selecciona
algunos de los textos de la sagrada Escritura presentados
por Arbiol, y luego desglosa el capítulo con subtítulos
propios que presentan el tema a desarrollar.
70. Gran parte del material del Tratado de hacer siempre lo
mejor servirá al padre Vilaseca para explicar el camino de
las nadas en el Tratado sobre la humildad y el árbol de la
sencillez en el Tratado de la sencillez. Los versos de las
nadas y de hacer siempre lo mejor los imprimirá en
diversas ocasiones: en la Vida de la inmaculada María
(1870 y 1884) y en el Tratado de la oración (1890), en las
Reglas para el superior (1891) y en folletos aparte.
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3. E L CAMIN O DE UN IÓN CON D IOS O


V ERSOS DE LAS NADAS

El camino de unión con Dios8

1. Es entre todas
mi más amada
la que se llama
la nada, nada.

2. Y otro es su nombre,
de gran poder,
se denomina
el padecer.

3. De tierra, nada,
nada del cielo,
padecer mucho,
en alma y cuerpo.
Ved, mis carísimas,
lo que más quiero.

8
Tratado de la oración 111.
- 27

4. Nada de tierra,
descanso puro
y vana ciencia,
honra buscada,
libertad toda,9
de carne gusto,
no, no lo quiero,
mas sí deseo
su nada, nada.

5. Nada de tierra,
ni de mí mismo,
tan solo quiero
la purgación,
la del sentido,
la del espíritu,
como camino
que es de la unión.

6. Descanso puro,
que es tan buscado,
tan deseado,
yo no lo quiero;
y enfermedades,
dolores muchos,
crueles tormentos,
sí, los anhelo.

9
Llama: sus carísimas a las almas que anhelan la contemplación.
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7. Y vana ciencia,
mera ilusión,
siempre te cambio
por aflicción,
por puro llanto,
por cruel gemido,
por dura pena
sin remisión.

8. Honra buscada,
menos que andrajos,
sí, te desprecio,
por los trabajos
de cuerpo y alma
y de ilusión,
que pues adoro
cual galardón.

9. Libertad toda,
bien te comprendo,
pues te propongo
a gran tormento,
y al del espíritu
tan poderoso,
que yo venero
como dichoso.

10. De carne gusto,


cosas amenas,
son mis deseos
- 29

las penas, penas;


penas externas,
internas penas,
son mis deseos
las penas, penas.

11. Nada del cielo,


saber infuso,
dulces consuelos,
gozos querúbicos,
seguridad
y eterna gloria,
yo no lo quiero,
mas sí que anhelo
su nada, nada.

12. Nada del cielo


y de visiones,
de locuciones,
revelaciones,
la nada quiero,
mas sí deseo
el diabólico,
terrible cerco.

13. Saber infuso,


vista amorosa,
sueño divino,
ansias ardientes
y sed que abraza,
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cual mediodía,
yo sí lo trueco
por la agonía.

14. Dulces consuelos,


éxtasis bellos,
raptos completos,
uniones íntimas,
hechos perennes,
eterna hartura,
sí que os desprecio
por la amargura.

15. Gozos querúbicos,


dicha seráfica,
de unión mística,
de desposorio,
de matrimonio,
de vida eterna,
también lo cambio
por suma pena.

16. Seguridad
es ser feliz
tan sin desliz
y bienestar,
cual de amor fino
y puro amar,
que yo renuncio
por más penar.
- 31

17. Y eterna gloria,


gozo sin fin,
vida divina,
cual querubín,
aun dicha tanta,
también la dejo,
pues sólo quiero
padecimiento.

18. Con estas nadas


yo soy feliz,
todo lo tengo,
nada me falta,
y soy de cierto,
por corazón,
divino Todo,
divina unión.
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4. L OS VERSOS DE HACER SIEMPRE Y EN


TODO LO MEJOR

Explicación del voto de hacer siempre y en todo lo mejor10

I. Introducción.
De mi muerte en la hora dichosa,
¿qué quisiera haber hecho, oh Señor?
Yo no dudo serán mis deseos
haber hecho lo que es lo mejor.

Y en el juicio, hora la tan terrible,


estando ante mi Salvador,
sé de cierto, quisiera haber hecho
en todas cosas lo que es lo mejor

... Esto es, un voto


que, con clamor,
me diga siempre:
haz lo mejor.

Lo mejor con el alma y potencias,

10
Oración 112.
- 33

lo mejor con el cuerpo y sentidos,


lo mejor de corazón y afectos
y con toda fuerza aún lo mejor.

Tal es el voto
que, por amor,
haré, si quiere
mi director.

II. El cuerpo haciendo lo mejor.

Voto que ya torna el cuerpo humano,


íntegro el ser con todo primor,
cual de Adán y Eva en el paraíso,
que siempre harían lo que es mejor.

... Voto que encamina hasta los ojos,


que sólo sirvan al sumo Autor,
y, con mirar celeste y divino,
publiquen siempre lo que es mejor.

Voto que prepara a los oídos


a oír tan sólo divino amor,
con los consejos del Ser divino,
y así anhelen por lo mejor.

Voto que sugiere al gustar mismo


tanta pureza y tanto candor,
que cual si materia ya no fuese,
le facilita hacer lo mejor.
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Voto que al olfato embriaga


con la esencia del místico olor
que, deleitando con repugnancias,
le comunica hacer lo mejor.

Voto que al tacto a todo extendido,


tan le da siempre tanto loor,
tan le sujeta y tan de continuo,
que obra admirable lo que es mejor.

Tal es el voto
que, por amor,
haré, si quiere
mi director.

III. El alma haciendo lo mejor.

Voto que retorna a toda el alma,


completa imagen de su Hacedor
y semejanza del Ser divino,
ya que hace siempre lo que es mejor.

Voto que sujeta a fantasía


y a sus fantasmas con gran primor,
y que conduce aun a la loca
a que en todo haga lo que es mejor.

Voto que encamina a la memoria


por los silbidos del buen Pastor,
- 35

y con objetos que a él tocaren


opera siempre lo que es mejor.

Voto que hace al entendimiento


funcionar siempre como a señor,
como a celeste y casi divino,
haciendo en todo lo que es mejor.

Voto que inflama al querer amo,


que sólo obre por el puro amor,
cuanto ya el cielo de él exigiere,
que es hacer siempre lo que es mejor.

Tal es el voto
que, por amor,
haré, si quiere
mi director.

IV. El corazón haciendo lo mejor.

... Sede es del corazón,


inclinaciones, apetito, amor,
aun toda la pasión,
y sede del dulzor,
siempre que hiciere lo que es mejor.

A toda inclinación,
la mala, indiferente y del Señor,
la presento en unión,
la fuerzo por amor,
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a hacer siempre y en todo lo mejor.

... Apetitos son, ¡cielos!,


los deseos de la carne en fragor,
exigencias sin velos,
que obran con el furor
y que obran por voto lo que es mejor.

El amor todo lo es,


vida del corazón es el amor;
es espíritu, pues,
y todo el gran motor
con que el alma ejercita lo mejor.

¿Qué es toda la pasión?


Es un conjunto carnal del amor,
de toda inclinación,
de afectos con vigor,
y que lo consagro a hacer lo mejor.

Tal es el voto
que, por amor,
haré, si quiere
mi director.

V. El corazón haciendo lo mejor con todas sus fuerzas.

Y con la mayor fuerza


haré siempre y en todo lo mejor,
si, con toda fineza
- 37

y con todo el amor,


quiero que se haga siempre lo mejor.

... Si quiero e imitara


al purísimo amor de serafín,
y amara, sí, y amara,
mi hermoso, bello fin,
con ansias ardientes de querubín.

... Y si elevo mi quiero,


cual querer de la Virgen abrazado,
y ansío, tan de vero
y del todo endiosado,
querer bien y querer siempre a mi amado.

Tal es el voto
que, por amor,
haré, si quiere
mi director.

VI. Época del voto.

Octubre11 el más amante,


y del sesenta y dos,12 mil ochocientos,
quiero, que en cada instante
y en todos los momentos,
multiplicados sean mis aumentos

11
En el espacio señalado se coloca el mes en que uno hiciere el voto.
12
En este otro espacio se pone el año.
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... En el13 de Hilarión,


del santo penitente y confesor,
cantado he la canción,
con exceso de amor,
para hacer siempre y en todo lo mejor.

Tú, Hilarión glorioso,


tú, tú serás mi augusto protector,
y tú, el muy poderoso,
que harás que, con fervor,
cumpla hacer en todo lo mejor.

Tú, virgen capitana,14


Úrsula y tus eternas compañeras,
cuyo favor emana
por todas las esferas,
pedid a Dios por mí de mil maneras.

Pedid, pedid,
ángeles todos,
pedid por mí
de todos modos.

Pedid los santos,


la creatura
pida por mí,

13
Aquí puede nombrarse el santo al cual profesare más especial
devoción
14
Puede colocarse a la santa en cuya protección más confíe.
- 39

la gran ventura,
y todo pida con exactitud
que yo cumpla el voto con prontitud.

VII. Su fórmula.

Pues el voto que con tanto dulzor,


conduce a hacer siempre lo que es mejor,
y lo que más ya parece increíble,
hacerlo del mejor modo posible,
y lo que no tiene comparación
es obrarlo con mayor perfección,
es obrarlo, no por un día o dos,
sino por mientras el Dios será Dios,
es el voto que hago, ¡oh, mi Bondad!,
ya que lo permite tu Caridad.

VIII. Licencia del director.

Tal es el voto
que, por amor,
hago, pues quiere
mi director.

... Pues ya no dudo nada


que ésta es tu voluntad y fino amor,
voluntad expresada
con el bello primor
de tu representante el director.
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IX. Cómo obliga.

Voto perfecto y autorizado


por obras todas del que es amor
y aun por santos de primer orden,
que hicieron mucho lo que es mejor.

Voto celeste y más que humano,


obra maestra del Redentor,
voto que abraza a todos los tiempos,
obrando en todos lo que es mejor.

Voto excelente y sublimísimo,


que todo se extiende alrededor,
de pensamientos, palabras y obras,
que decir puedan lo que es mejor.

Voto difícil, casi divino,


y que supera por puro amor
a las virtudes y aún a los votos,
pues hace de ellos lo que es mejor.

Voto que obliga siempre y cuando


luces divinas diere el Señor,
que entre dos cosas buenas anuncien
cuál será de ellas lo que es mejor.

Así será la vida perfecta,


- 41

la perfectísima y de primor,15
como de voto de hacer en todo
lo mejor, lo mejor, lo mejor.

Tal es el voto
que, por amor,
hago, pues quiere
mi director.

X. Acción de gracias.

Cantemos victoriosos,
sí, cantemos al Señor, ¡oh alma mía!,
cantemos animosos,
cantemos, sí, a porfía,
cánticos que celebren nuestro día.

¡Tierra!, ¡tierra! y los cielos,


con vuestros habitantes, noche y día,
cantádmelos sin hielos
y con tanta alegría,

15
Además del texto se leen dos variantes que haríamos escrúpulo
privar de ellas a nuestros hijos. Dice la primera: "Del misionero que
es con fervor" y la segunda: "De tu escogida, oh mi Señor", cuyos
versos aplican dicho voto a ambas familias. No hemos podido aclarar
bien si el texto decía: "Oh gran Señor", o bien: "Oh mi Señor"; por
una parte parece que ha de ser: "Oh gran Señor", como que lo hace
correlativo de la gracia recibida; pero por otra parte, bien puede
decir: “mi Señor", y en este sentido nos recordaría el verso de
nuestra doctora: Y causa en mí tal dolor / ver en Dios mi prisionero /
que muero porque no muero. De ahí es que cada uno podrá leer lo
que mejor le pareciere.
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cual dulces cantores de eterno día.

Cantemos con los santos,


patriarcas, profetas, defensores,
tantos mártires, cuantos
los divinos cantores
y apóstoles, vírgenes, confesores.

Cantemos con los ángeles,


tronos, dominaciones, serafines,
príncipes, los arcángeles,
virtudes, altos fines
de los principados y querubines.

Cantemos, José amado,


y dignísimo esposo de María,
de Dios padre llamado,
y aun salud y guía
de cuantos os adoran a porfía.

Cantemos, Virgen Madre,


canta mejor tú, divina María,
y en la mística calle
de la eterna alegría
cantemos todos mi hermoso día.

... Con el Verbo encarnado


cante igualmente la tan bella flor
del más esbelto prado,
y le den el olor,
- 43

cual de eternas canciones en loor.

... ¿Qué día es éste,


tan sí dichoso,
tan bello, bello,
como hermoso?

... ¿Qué cantar nuevo,


tan sí subido
y armonioso
cómo extendido?

... ¿Qué flor es ésta


cuya fragancia
tan se derrama
en toda estancia?

... Él es un voto
que, por amor,
sabe hacer siempre
lo que es mejor.
... Voto que hago,
José dichoso,
para que seas
tú mi reposo.

... Voto que hago,


¡oh Virgen pura!
para vestirme
tu hermosura.
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... Voto que hago,


Jesús amado,
pues me socorres,
necesitado.

¡Oh voto sacrosanto!,


voto que en las luces es el primero,
voto que me harás santo,
voto de amor tan vero,
que hago hasta el momento postrero.
5. I TINERARIO DEL VOTO

8. Descripción en las Reglas y en el Tratado de la


oración
El padre Vilaseca vive y propone el voto de hacer siempre y en todo
lo mejor no como algo aislado, sino como fruto de un itinerario
espiritual a lo largo de la vida. Este itinerario lo describe
principalmente en tres lugares: en las Reglas de los Misioneros
josefinos, en las de las Hermanas Josefinas y en el Tratado de la
Oración. En las tres descripciones del itinerario hay varias
coincidencias y también algún aspecto que va a complementar lo que
se dice en los otros.

a. Itinerario según las Reglas de las Hermanas Josefinas

Los actos de esta virtud serán los siguientes: 1.


No pecar mortalmente, por ser esto lo más
contrario a la voluntad de Dios. 2. No pecar
voluntariamente, ni siquiera en cosas leves,
porque el pecado, aunque venial, siempre es
pecado. 3. No hacer faltas voluntarias contra la
santa Regla, porque Dios no quiere en nosotras
las imperfecciones. 4. No aferrarse al propio
parecer, no obstante las razones de la humana
prudencia. 5. Conformarse con la voluntad de
Dios en lo adverso, en lo que nos es contrario,
en lo que nos repugna, en lo que nos mortifica,
diciendo en estas ocasiones: no se haga mi
voluntad sino la tuya, Dios mío. 6. Conformarse
en las cosas agradables o que nos placen, nos
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honran o son conformes a nuestro modo de ver;
haciéndolas o dejándolas de hacer no porque
nos gustan o disgustan, sino por ser la voluntad
de Dios. 7. Hacerse todavía mucho más
perfectas, yendo a Dios por el camino heroico
de hacer siempre y en todo lo mejor. La que
practicare estos actos de conformidad con la
voluntad de Dios será, según su espíritu, una
hija verdadera de María del señor san José,
pues podrá decir prácticamente: Yo siempre
hago como Jesús, lo que place a mis divinos
padres María y José. (Reglas HJ 12, 3)

b. Itinerario según las Reglas de los Misioneros


Josefinos

Para que, a su debido tiempo, con seguridad,


con fruto y con la paz y tranquilidad propias de
un alma que se da del todo a Dios, podamos
hacer el voto de hacer siempre y en todo mejor,
los Hijos de María y que José seguirán en la
práctica el siguiente camino: 1°. Estar resueltos
a morir mil veces antes que cometer un pecado
mortal. 2°. Estar resueltos a morir mil veces
antes que hacerse reos de un pecado venial
hecho a sabiendas. 3°. Trabajar
empeñosamente para evitar las faltas contra
las santas Reglas. 4°. Cumplir con los santos
votos de castidad, pobreza y obediencia, educar
a la juventud y hacer misiones y ejercicios
espirituales. 5°. Cumplir con la perfección
propia de dichos votos hasta llegar al perfecto
desprendimiento de todo lo de la tierra y aun de
lo del cielo. 6°. Por medio de un acto de
confianza suma en Dios, comenzar de hecho a
hacer el voto de hacer siempre y en todo lo
- 47

mejor. 7°. Conducido por un guía


experimentado, no negará cosa alguna a los
suaves atractivos de las divinas exigencias del
divino amor. Divino, seguro y corto camino que
conduce al alma al cumplimiento de hacer
siempre y en todo lo mejor, y que es el
cumplimiento de la magnífica sentencia de san
Pablo que dice: Aspirad a los carismas
superiores (1Co 12, 31). (RMJ 9, 6)

c. Itinerario según el Tratado de la oración

Somos de parecer que para que una persona


haga con el debido provecho el voto de hacer
siempre y en todo lo mejor, le será utilísimo
poner antes en práctica los siguientes medios:
1º Que por algún tiempo haya vivido en la
práctica de no hacer ningún pecado a sabiendas
por venial o pequeño que sea en sí mismo. 2º
Que haya procurado por mucho tiempo el
verdadero desprendimiento de corazón,
trabajando en despegarlo de todo lo que no sea
Dios. 3º Que por mucho tiempo haya hecho
algunos actos heroicos de los que están
contenidos en los versos que llamamos: El
camino de la unión con Dios, pues es cierto que
estará tanto más dispuesta a hacer el voto
cuanto más los haya practicado. 4º Que tenga
la persona un buen conductor que lo entienda,
y, de común acuerdo con él, hacer el voto por
un día, por ocho, por un mes, por un año, etc.,
según la persona que lo hace infundiera más o
menos confianza. 5º Este voto para hacerse con
fruto, supone la generosidad de entre dos cosas
buenas hacer lo mejor, según nuestro modo de
entender, y cuando falta la luz que indica la
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perfección, ya no obliga el voto. 6º Este voto
supone en el alma que lo ha hecho en un estado
de verdadera paz, y desde el momento que
infundiera angustias, aflicciones o escrúpulos,
ya no obliga. 7º El objeto de este voto es
perfeccionarnos en este mundo con la mayor
perfección posible, yendo siempre adelante sin
volver atrás, de un modo semejante a Jesucristo
que tan sólo hacía siempre lo que gustaba a su
eterno Padre. 8º Este voto no obliga bajo
pecado mortal ni bajo pecado venial, pero
quebrantarlo siempre es una imperfección, así
como su cumplimiento es en gran manera grato
a Dios nuestro Señor. (Oración 112)

71. Podemos decir con verdad, hijos míos, que el Señor en su


bondad y misericordia infinita nos ha concedido tratar en
esta conferencia uno de los puntos más importantes
porque se trata nada menos que de la perfección que debe
tener un misionero. Y ciertamente. Dios nuestro Señor hizo
todas las cosas, y después de haberlas hecho, exclamó: Son
muy buenas (Gn 1, 10), están todas muy perfectas, tienen
en sumo grado la perfección, ya no puede otro alguno
añadirles más de perfección. Ésta es, pues, la voluntad de
Dios, con relación a nosotros, quiere que seamos
perfectos, quiere que seamos santos, quiere que no
tengamos ninguna mancha de pecado, y quiere, en fin, que
en todo le agrademos. No quiere que nos quedemos así
como estamos de imperfectos, sino que quiere que
seamos perfectos, y de esta manera cada uno pueda
claramente decir con san Pablo: Ésta es la voluntad de
Dios: vuestra santificación (1Ts 4, 3), que seamos santos,
que nos santifiquemos a nosotros mismos, para después ir
a santificar a los demás, y que seamos perfectos como
nuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48), dice san
Mateo. (Plática del 26 de octubre de 1888)
- 49

72. Por consiguiente, hijos míos, aquí no se trata de un


consejo, del cual podemos prescindir y del cual podemos
separar nuestra voluntad, o dar asentimiento o no, porque
o tenemos la perfección o no la tenemos; si tenemos la
perfección habrá cielo, pero si no la tenemos no hay cielo.
Pero, padre, qué, ¿así es? Así. Si no tenemos la perfección
no hay cielo, porque expresamente nos enseñó san Juan
diciendo: Allí no entrará nada manchado (Ap 21, 27).
(Plática del 26 de octubre de 1888)
73. No entrarán al reino de los cielos aquellos que estuvieren
manchados de pecado, y, por consiguiente, no entrarán al
reino de los cielos aquéllos que no tienen perfección. No
hay, pues, cielo para los que tengan la lepra del pecado,
para los imperfectos, para los manchados y para los que no
procuran alcanzar la perfección que Jesucristo quiere, con
especialidad en los sacerdotes y ministros suyos. De
suerte, hijos míos, que es una verdad de fe que en el reino
de los cielos no entrará nada manchado (Ap 21, 27).
(Plática del 26 de octubre de 1888)
74. Y aún más explican esto los santos Padres diciendo: si
cuando muramos, estamos exentos de pecados, no sólo
venial sino aun de la más pequeña falta, dicen, que al
morir veremos a Dios, tan santo, tan inmaculado, tan puro,
tan perfecto, tan bueno, tan amable, tan sabio y poderoso,
que si en aquel momento nos dijera: venid conmigo, no
iríamos, sino que nos avergonzaríamos de nuestras
manchas e imperfecciones, de nuestra ignorancia, de
nuestra debilidad, de nuestra hipocresía, de nuestro genio
tan endiablado que tenemos, de nuestra vanidad y de
nuestra impureza, y querríamos antes ir al purgatorio para
quedar limpios e inmaculados de aquellas faltas, pues
nuestra alma, así en este estado, pide y tiende
naturalmente hacia aquel lugar expiatorio. (Plática del 26
de octubre de 1888)
75. Colocada, pues, la perfección bajo este punto de vista,
todos habremos ya comprendido que se trata aquí de un
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mandamiento expreso de Dios nuestro Señor; se trata del
mayor de los preceptos, cual es la perfección propia; y se
trata de un precepto en el cual se fundan todos los
preceptos. (Plática del 26 de octubre de 1888)
76. Además, a esto podemos añadir, que se trata nada menos
que de afirmar más y más nuestra santa, santa vocación.
¡Oh hijos míos!, esto sí que es grande; esto sí que
directamente nos incumbe a nosotros mismos; esto sí que,
a mi modo de ver, es lo más grande que hay en la tierra,
pues Dios nuestro Señor nos ha traído a este lugar, no para
que vivamos según nuestra propia voluntad, sino que nos
ha traído nada menos que para formar este Instituto y así
cada uno debe considerarse como una piedra destinada a
formar este grande edificio, porque ¿qué serán los que
vendrán después de nosotros? No otra cosa que lo que
nosotros hayamos sido. Pues, hijos míos, animémonos,
animémonos, animémonos. En nuestra mano está formar
un magnífico palacio, pero para esto es necesario que
tengamos perfección, es necesario que seamos santos, y es
necesario que no estemos manchados con el pecado,
porque si no lo hacemos así, en vez de formar un
magnífico palacio, formaremos una triste cabaña, y aun
esta miserable cabaña, si somos imperfectos, por lo mismo
que tiene malos cimientos vendrá el aire y se la llevará, y
por lo mismo que la hemos edificado sobre arena, vendrá
el agua y arrastrará con ella. Y he aquí otro de los motivos
poderosos que hay para que nos fijemos más y más en
nuestra santa vocación a que hemos sido llamados. (Plática
del 26 de octubre de 1888)
77. Por tanto, para que en la perfección podamos dar algunos
pasos, procuremos: 1º Asegurar nuestra santa vocación.
Porque todo camino y todo medio, si no lleva consigo el
me muero pero atrás no vuelvo, es tiempo perdido. Y por
esto, ante todo, debemos asegurar nuestra santa, santa
vocación, y una vez hecho esto, lo primero que hemos de
hacer es no pecar mortalmente, porque el pecado es causa
- 51

de nuestra perdición eterna, y también no quebrantar en


nada los preceptos del Señor. 2º No sólo no pecar
mortalmente, pero ni venialmente. Porque todo, aún la
menor falta es pecado, es detrimento para nuestra
perfección y es una verdad de fe, que con el pecado no hay
cielo, porque dice el Señor que en su reino no entrará nada
manchado (Ap 21, 27). 3º Evitar no sólo los pecados
veniales voluntarios, sino que también aquellos pecados
hijos de la miseria. Porque una cosa es decir: quiero decir
una mentira, y otra cosa es que cuando uno siente ya se le
salió esta mentira; en el primer caso hay pecado venial
voluntario que debemos evitar lo mejor que podamos; y
en el segundo caso, hay un pecado hijo de nuestra miseria.
(Plática del 26 de octubre de 1888)
78. Fuera, pues, de nosotros los pecados mortales; fuera los
pecados veniales, y entonces podemos adquirir la
perfección y las virtudes. Mas, ¡cuánto hay que hacer para
adquirir una virtud!, ¡cuánto hay que trabajar y que sufrir
para adquirir una virtud!, ¡cuánto hay que hacer para
adquirir la fe, la esperanza y la caridad! y, en fin, ¡cuánto
hay que hacer para ser uno manso, sencillo, conforme y
perfecto! Comencemos, pues, a procurar poner en práctica
estos medios, y no queramos comenzar haciendo luego
grandes cosas, sino poco a poco, porque, supuesto que el
Señor nos ha llamado, nos hemos de considerar no como
útiles para todo, sino al contrario, inútiles e inservibles;
apliquemos estos medios y triunfaremos de todo en esta
vida. (Plática del 26 de octubre de 1888)
79. Además, la perfección de que nos habla la Regla requiere
un desprendimiento absoluto de todo lo terreno, y un
perfecto desapego de este mundo, pero para esto se
requiere poner en práctica los medios antes dichos y,
además, hijos míos, esto requiere mucho tiempo y una
verdadera paciencia. Y así, quien pueda entender, que
entienda. Esa perfección, pues, debe llenar nuestro
corazón de un santo júbilo porque hace que nos
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despojemos de todos nuestros defectos y nos revistamos
de sólo Dios. (Plática del 26 de octubre de 1888)
80. Vayan ustedes pensando cómo se han portado en todas las
cosas, de las veces que han dejado de buscar el reino de
Dios y se han fijado en la paga del mundo. ¡Oh hijas!, esto
es una cosa muy triste, porque en nosotros ya no basta
que seamos santos, pero una cosa es que una persona sea
santa y otra que adquiera la santidad. Para ser una
persona santa basta no tener pecado mortal; irá al
purgatorio a padecer un día, quince días, un mes, un año,
veinte años, según, pero después de este tiempo va al
cielo, pero, esto no basta. Hay además otra santidad más
perfecta, y ésta ustedes la pueden encontrar viviendo
según sus santos votos, viviendo según sus Reglas, según
su cuarto y último voto y, sobre todo, que llenas de fervor
puedan hacer una día el voto grande, el voto sublime de
hacer siempre y en todo lo mejor, entonces sí buscarán
primero el reino de Dios. Hagan oración muy fervorosa a
Dios nuestro Señor, el cual fue el que, lleno de caridad, les
dijo a sus apóstoles y discípulos: Buscad primero el reino de
Dios y su justicia (Mt 6, 33), para que de esta manera no
obren según la concupiscencia de la carne, la
concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. (Plática
del 23 de agosto de 1891)
81. Por nada del mundo hagas un pecado mortal. Por nada del
mundo hagas un pecado venial. Por nada del mundo hagas
una imperfección voluntaria. Luego que puedas entra en el
camino de hacer siempre y en todo lo mejor, según tu
santa Regla. A su debido tiempo procura hacer lo mejor
con tu alma y potencias, con tu cuerpo y sentidos, y con tu
corazón y afectos, como hacía siempre y en toda ocasión el
señor san José con María y con Jesús. (Método y Regla de
vida, abril 7-11)
82. Un misionero, aun en el retiro de su casa, tiene mucho qué
hacer para practicar convenientemente aquel: El fin
primero de su Instituto es su propia perfección. Porque es
- 53

como si dijéramos: Ha de observar los votos, los consejos


evangélicos, las virtudes que caracterizan nuestro espíritu,
todas las Reglas, tanto las comunes como las especiales de
los oficios, sin menospreciar las cosas pequeñas, y aun
aquella divina máxima de aspirar a la nada de la tierra y
aun a la nada del cielo y aspirar siempre a lo mejor, cuando
no se estuviera absolutamente obligado a quedar
satisfecho con el simple bien. (Oración 13)
83. Un misionero o una josefina puede ser libre de pecados
mortales, y esta libertad de espíritu la poseen
generalmente todos los de la Congregación; puede ser
libre de pecados veniales, y esta libertad que es un grado
superior, se encuentra en muchos, aunque no en tantos
como la otra; puede ser uno libre de faltas voluntarias,
libertad que supone muy grande santidad, y que se halla
ya en muchos menos; finalmente, hállase una libertad de
espíritu tan perfecta que no hace ninguna falta a
sabiendas, ni se permite alguna imperfección voluntaria, y
hace siempre lo bueno, y obra siempre lo mejor, y
conforme a la exhortación de la Regla a los que aspiran a la
más alta perfección. ¡Dichosos los santos que se obligan a
hacer siempre por amor y en todo lo mejor! (Espíritu
primitivo 52)

9. No pecar mortalmente
Estar resueltos a morir mil veces antes que
cometer un pecado mortal. (RMJ 6, 1º)
No pecar mortalmente, por ser esto lo más
contrario a la voluntad de Dios. (RHJ 12, 3,1º)

84. Sí, aquella alma que no tiene este fundamento jamás,


jamás se hace santa, por más que se mate, por más que
diga, por más que haga cosas que exteriormente parezcan
grandes. Ante todo han de decir ustedes: un pecado
mortal no lo cometo, primero me muero. (Plática del 26 de
julio de 1877)
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85. La vida en este mundo no es otra cosa que un simple paso
para la otra vida. Somos criados para vivir en este mundo
cierto número de tiempo con el fin que después se nos
salden las cuentas, y aquellos que han vivido mal reciban el
castigo por toda una eternidad, y aquellos que han vivido
bien reciban un premio para ser felices por toda una
eternidad. Dichoso aquel que tiene también presente
estos santos pensamientos y que se determina a obrar
según ellos haciendo en todo lo mejor. Acá en este mundo
han de venir la concupiscencia de la carne, la
concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, ambos
enemigos unas veces de un modo, otras de otro y otras de
otro, y todos vienen mancomunados y tienen todos por
objeto hacernos caer en el pecado. Dichoso aquel si
asienta bien en su corazón estas grandes verdades y se
resuelve a no cometer nunca jamás el pecado mortal, y
más dichoso todavía si lo lleva a cabo, porque, cogiéndole
la muerte sin pecado, de seguro que se salva; más dichoso
todavía aquel que no tan solo se resuelve a no cometer el
pecado mortal sino que ni siquiera el venial, esto es, a la
verdad, mucha, mucha perfección, esto es querer uno
seguir el camino de los grandes santos, es ir por el camino
que nos ha de hacer felices por toda una eternidad.
(Plática del 26 de junio de 1894)
86. Por consiguiente, aquellos que caen en pecado, caen
porque no oran; aquellos que se hacen soberbios y
orgullosos, caen porque no oran; aquellos que comienzan
a tener o a venirles deseo del dinero y con deseos además
de codicias, sucede porque no oran; aquellos que el diablo
hace padecer en algún tiempo en aquellos pensamientos y
aquella suerte de manifestaciones de que nos habla el
apóstol san Pablo, cuando nos dice: Orad sin intermisión
(1Tes 5, 17), caen porque no oran; y está claro que
aquellos que se hacen insufribles y que se dejan arrebatar
de la ira y perecen es porque el diablo los coge, porque no
oran; aquellos que poco a poco van dejando la práctica del
- 55

bien, se van haciendo perezosos, hasta que por fin llegan a


perecer, es porque no hacen la santa oración. Y así es todo
lo demás. Deme Dios a mí un individuo que haga la santa
oración conveniente del diario y yo se lo doy a la semana
siguiente sin pecado mortal; después que pasen unas
semanas, unos años sin pecado venial voluntario, y así,
vaya adelantado tanto, tanto en la perfección que siempre
venga él a hacer en todo y por tanto siempre lo mejor que
pueda hacer, hasta que por fin llegue al más elevado grado
de verdadera perfección cristiana, esto es lo que hacía
decir al apóstol san Pablo: Orad sin intermisión (1Tes 5,
17). Dichoso aquel que después de establecido para seguir
siempre haciendo la santa oración la pone en práctica. (2
de enero de 1895)
87. Considera que la Providencia divina, en el momento
mismo del pecado de nuestro primer padre, determinó la
muerte de Cristo para la salvación del género humano y
determinó salvar al hombre, no obstante el ser él el que
vilipendió a Dios con su pecado; el que se hizo reo
quebrantando un precepto muy fácil de guardar; el que lo
hizo por su propia malicia no obstante los auxilios de la
gracia. ¡Ah!, detesta el pecado original, que tanto ofendió
a Dios, y detesta más todavía tus propios pecados; y
determina obrar el bien, obrar lo mejor, obrarlo del mejor
modo posible y por mientras Dios sea Dios. (Meditaciones
HJ, marzo 22)
88. Así como entre la gente del mundo, la hay a veces que se
vuelven todos los días de mal en peor y acaban con ser
incrédulos y del todo impíos; y así como aun entre
religiosos, no obstante el espíritu de su Instituto y los
santos votos, en fuerza de las tentaciones diabólicas caen
en la tibieza, de la tibieza al pecado y del pecado caen a lo
más malo, más criminal y más horroroso; así, por igual
razón, hay personas que del pecado mortal purificadas
llegan a una gran santidad y hay muchas almas religiosas
que de paso en paso llegan al cúmulo de la santidad y
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perfección; y llegan no por sí mismas, sino mediante la
gracia de Dios. (Mis lecturas, agosto 6)
89. El alma religiosa y el pecado mortal son dos cosas que,
aunque parecen tan contrarias, una debería repeler a la
otra, como si ni siquiera pudiera concebirse que cuando
consagrada a los santos votos de pobreza, castidad y
obediencia, sin embargo, después de una vocación tan
excelente, de un recibimiento en el Instituto tan generoso,
de unas gracias durante el noviciado tan eficaces y de un
tiempo santo pasado en la práctica de la virtud; después
de todo esto y haber sido recibido para los santos votos, y
haberlos pronunciado con toda verdad y voluntad, y
haberlo hecho en presencia del cielo y de la tierra, parece
imposible, digo, que después de tantas luces del cielo, dé
el alma una caída tan monstruosa, que caiga en las
tinieblas horrorosas del pecado mortal. Pero
desgraciadamente así es, así nos lo enseña la experiencia,
así lo hemos visto en otros religiosos que en ciertos
momentos de la vida y ocasiones peligrosas han caído; y
quizá hemos tenido que llorarlo en nosotros mismos. ¡Ah!,
¡quién nunca hubiere pecado!, ¡quién después del pecado
tuviese la dicha de arrepentirse de corazón!, ¡quién se
arrepintiera tanto y tan bien que alcanzara el perdón de
todas sus faltas! Lloremos, lloremos, sí, nuestros pecados
con todo nuestro corazón. (Mis lecturas, septiembre 1)
90. Después del pecado, ¿qué ha de hacer el religioso? Lo
primero, determinarse a confesar sus pecados, examinar
bien su conciencia y procurar hacer actos de contrición por
las faltas cometidas; y hacer actos con firme propósito de
haber ofendido a Dios y decir los pecados al padre
confesor, y cumplir con la penitencia que le fuere
impuesta. Hecho esto, no volverse a acordar de los
pecados cometidos; resolver eficazmente jamás volver a
pecar y olvidar de tal suerte las acciones malas, que
huyamos hasta de las mismas ocasiones; y trabajando de
este modo, la culpa cometida la olvide Dios también, nos
- 57

portemos para con Dios como si nunca hubiésemos


pecado, nos introduzcamos hasta el centro de nuestra
alma, y allí detestemos tanto el pecado, cuanto mayor fue
la ofensa de haber tenido la desgracia de haber ofendido a
Dios, procurando como el santo profeta rey, detestar el
pecado sólo por ser Dios quien es, bondad infinita.
¡Dichosa el alma religiosa que lo lograre!, porque en fuerza
de su acto de contrición, Dios le daría el perdón de todos
sus pecados y le concedería la gracia de ir al cielo
inmediatamente después de su muerte. (Mis lecturas,
septiembre 1)

10. No pecar venialmente


Estar resueltos a morir mil veces antes que
hacerse reos de un pecado venial hecho a
sabiendas (RMJ 6, 2º)
No pecar voluntariamente, ni siquiera en cosas
leves, porque el pecado, aunque venial, siempre
es pecado. (RHJ 12, 3, 2º)
1º Que por algún tiempo haya vivido en la
práctica de no hacer ningún pecado a sabiendas
por venial o pequeño que sea en sí mismo.
(Oración 112, 1º)

91. Esto ya está dicho, ya indica mucha más perfección, ya


supone una alma santamente tocada del divino amor.
Pero, sin embargo, ese modo de obrar así es muy común
cuando se trata de personas consagradas a Dios. Un
pecado, por pequeño, por insignificante que sea, yo no lo
cometo. Y éste ha de ser vuestro dicho siempre, o mejor
diré, vuestra verdadera divisa. (Plática del 26 de julio de
1877)
92. En estos santos ejercicios Dios nuestro Señor las ha llenado
de sus gracias, porque ustedes ahora han conocido lo que
es el pecado mortal, han conocido qué cosa es el pecado
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venial y, por fin, se les ha hecho comprender toda la
malicia del pecado mediante las gracias que ustedes
recibieron cuando comulgaron, cuando recibieron a ese
buen Dios conocieron la hermosura de su alma y cuán feliz
era entonces y cuán feliz se encontraba el alma cuando
uno está verdaderamente preparado como se debe,
cuando uno se encuentra en gracia de Dios sin la más leve
mancha del pecado venial, sino que se encuentra de una
manera limpia delante de Dios, se puede decir con toda
verdad que su alma se encuentra muy hermosa y sin
ninguna imperfección, de un modo semejante como la
santísima Virgen que su alma era toda pura, toda hermosa.
(Plática del 3 de enero de 1892)
93. Considera que la envidia en una comunidad religiosa es
una peste capaz de dar la muerte a innumerables almas;
ella hace que una se entristezca, de que una compañera
suya haga las cosas mejor; de que sea respetada por la
gente de fuera; de que sus alumnas adelanten; de que en
sus exámenes queden bien; de que en la distribución de
premios sea honoríficamente alabada; de que los pobres la
soliciten; de que las niñas pidan que no se las quiten y de
que hasta superiores eclesiásticos las distingan con su
aprecio. ¡Tan feo, tan terrible, tan monstruoso, tan negro
es el vicio de la envidia! En adelante procura hacer lo
bueno, hacer lo mejor, y aun hacerlo en toda ocasión.
(Meditaciones HJ, septiembre 5)
94. Aunque el pecado mortal, entre almas consagradas a Dios,
es siempre una corona común y en determinadas almas es
una cosa muy rara, porque pasan su vida sin haber
ofendido gravemente a Dios; y desgraciadamente en vista
de una tentación en gran manera terrible, o de una de
aquellas ocasiones que al enemigo infernal de las almas
casi nunca le faltan; sin embargo, aun en este caso se
verifica lo que dice san Bernardo, a saber: Que cae más
tarde, que se levanta más presto, que se arrepiente con
más contrición y que de su misma caída recibe nuevas
- 59

gracias para no caer. Pero no sucede lo propio tratándose


del pecado venial, y casi así les sucede por la idea que
vienen formándose de Dios, engañándose
miserablemente; pues creyendo un Dios tan infinitamente
misericordioso, que no se acuerdan de su justicia, yerran, y
en gran manera yerran semejantes almas, no obstante de
ser religiosas. ¡Qué el santísimo José nos conceda una
verdadera idea de la justicia divina! (Mis lecturas,
septiembre 2)
95. El pecado venial, por pequeño que sea y por más que se le
suponga lo más pequeño, siempre es pecado; y como tal
siempre es una ofensa real y verdadera hecha a Dios: y si
no mata al alma quitándole la vida de la gracia, por la
menos la enferma en sus pensamientos, palabras y obras,
y, sobre todo, en sus divinas relaciones que tener debiera
con su Dios y Señor. Por tanto, aunque es cosa necesaria el
deber de arrepentirse de los pecados mortales, es
igualmente un deber vehementísimo de arrepentirse de
los pecados veniales en un religioso; y cuando esto no lo
hacemos por no detestarlos como se debe, creyendo
falsamente que todas nuestras faltas quedan sumergidas
en el abismo insondable de la misericordia de Dios: y así
sucede ciertamente si llenos de un santo temor
detestamos todo lo malo que hubiéremos hecho. Dichoso
el que honra y adora a un Dios infinitamente justo e
infinitamente misericordioso; porque temeroso de su
justicia se arrepiente de su pecado y no lo vuelve a
cometer, y amante de su misericordia se entrega a sus
divinas complacencias esperándolo todo de su divina
bondad. Por esto es que el Señor ama su justicia y su
misericordia. (Mis lecturas, septiembre 2)
96. El alma religiosa que quiere salvarse, y salvarse de modo
que alcance con toda verdad la perfección propia de su
estado, ha de ordenar su vida abrazando y besando los dos
pies del Salvador, que son su misericordia infinita y su
infinita justicia: debe confiar del todo en la misericordia de
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Dios, pero confiar de modo que llore los pecados
cometidos y se abstenga de cometer otros en lo sucesivo;
y debe confiar también en la justicia de Dios que
emprenda una vida buena, fervorosa, devota; pero tan
buena, tan fervorosa y tan devota que huya del pecado
venial voluntario; y huya del pecado venial hijo de nuestra
miseria; y huya de las tibiezas, de las imperfecciones y de
las faltas contra la Regla, acordándose que, según
sentencia del mismo Juez, ha de darle cuenta de todas las
faltas y aun de las tibiezas, y aun de las imperfecciones;
porque el Señor ha de pedirnos cuenta hasta de una
palabra ociosa. Temamos, porque no habrá cielo sino
hasta estar completamente limpios; temamos, porque un
gusto no necesario, aunque inofensivo, puede sernos
castigado con el purgatorio, como sucedió a la hermana de
los santos Cosme y Damián; temamos por la poca devoción
en el rezo, por los gustos no necesarios, porque no habrá
cielo sin haberse purificado de estas y otras faltas. (Mis
lecturas, septiembre 2)
97. El buen religioso, para que se le facilite el dolor de sus
faltas cuotidianas, fíjese en la admirable conducta de Dios
en fuerza de su bondad y misericordia. ¿Caímos? Pues si
en el instante de una caída nos levantamos, en aquel
mismo momento Dios nos ayuda a levantarnos, nos facilita
salir de la falta, nos ilumina el entendimiento para que
veamos la hermosura de la gracia y la fealdad de la culpa,
y, echada a un lado nuestra malicia e ingratitud, de nuevo
nos recibe, aunque en su Providencia, vea de nuevo todas
nuestras caídas. ¡Ah!, ¡cuán bueno es Dios!, ¡cuán digno de
ser amado!, ¡cuánto nos conviene trabajar para que no
tengamos ni por un momento en nuestro corazón el
maldito pecado que desagrada a Dios! ¿Volvemos de
nuevo a caer? ¿Después de las nuevas resoluciones hechas
con el mayor cuidado y solicitud, parece que caemos más
hondamente? ¿Después de la confesión hemos caído aun
mayor número de veces? Humillémonos, y llenos de la más
- 61

humilde resignación, confiemos con mayor confianza en la


bondad de Dios, y trabajemos para revestirnos del espíritu
de penitencia que animaba al Bautista. (Mis lecturas, lulio
22)
98. Dios, en su infinita sabiduría, todo lo tiene preparado y
dispuesto para su gloria; y vemos que los nuevos
convertidos, a pesar de sus excelentes disposiciones,
siempre les deja algo para que se humillen; y esto mismo
hace con ciertas personas que tienen muchos actos de
virtud verdaderamente heroica; y, sin embargo, unos y
otros se hacen a veces insufribles por su genio,
insoportables por su precipitación, como inútiles por su
modo de ver las cosas, y Dios lo permite para que unos y
otros se humillen, y tanto se humillen, que reconozcan con
toda verdad que nada son, que dependen del todo de
Dios, que si la gracia los abandona vuelven a caer en los
pecados más horribles; y entonces, ya contritos y
humillados, comienzan a ser útiles a los hombres y a
glorificar a Dios. Oremos, oremos a Dios que nos cure
según su gran misericordia, oremos a Jesús que nos
comunique una fortaleza que la experiencia nos enseña
que no tenemos y oremos a María y a José para que nos
hagan sentir que no somos otra cosa que polvo y ceniza y
que no somos buenos sino para echarlo todo a perder.
¡Dichoso el que así conoce a Dios y así se conoce a sí
mismo! (Mis lecturas, lulio 22)
99. Dios solo es el ser único santísimo y del todo perfecto,
teniendo una perfección infinita; pero todas las criaturas
llevamos nuestro saco más o menos lleno de
imperfecciones; y Dios es el médico peritísimo de las
almas. Obra de un modo tan admirable que, a grandes
siervos suyos les permite no pocas caídas, y caídas que, al
fin y al cabo, se trasforman en su propio bien. De ahí
resulta que si no puedes ser perfecto como lo deseas,
humíllate a ti mismo, resígnate viendo lo mucho que te
falta, alégrate de corazón en la perfección que observas en
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los otros, glorifica a Dios que así se comunica a sus
criaturas, y dale gracias por tantos santos como se
levantan aún en nuestros días, no obstante de vivir entre
esa generación de malvados. Observa tus enfermedades y
humíllate según la medida de tus imperfecciones, y venera
a José el hombre santísimo en todos sus pensamientos,
palabras y obras. (Mis lecturas, abril 23)
100. Para que te animes aún en medio de las
imperfecciones que se levantan en ti mismo, piensa que el
Señor acostumbra permitir en muchos de sus más fieles
servidores, que les queden cierto número de faltas, de
imperfecciones y miserias que parece que no obstante
todo su cuidado y solicitud, sin embargo, como abrojos y
espinas, todos los días nacen y crecen y multiplican para
que, pensando en lo que les pasa, viendo las miserias que
tienen, de este modo estén más y más lejos de la soberbia
y del orgullo; y todos los días con actos continuados de
humildad, crezcan en merecimientos tanto más cuanto
mayores sean sus pequeños defectos y más profundos los
actos admirables de su humildad y confusión. ¡Siempre
conviene que nos humillemos tanto más, cuanto mayores
sean nuestros sufrimientos! ¡José fue el humildísimo! (Mis
lecturas, abril 23)

11. No faltar a las Reglas


Trabajar empeñosamente para evitar las faltas
contra las santas Reglas (RMJ 6, 3º)
No hacer faltas voluntarias contra la santa
Regla, porque Dios no quiere en nosotras las
imperfecciones. (RHJ 12, 3, 3º)

101. Esto ya es más difícil todavía, se trata nada menos que


de evitar, por amor a Dios, no sólo el pecado mortal, no
sólo el pecado venial, no sólo faltas que nos eviten el llegar
a la perfección, sí que también la más ligerita falta contra
nuestras santas Reglas. (Plática del 26 de julio de 1877)
- 63

102. Y, ¿de qué modo hemos de ser perfectos? En las Reglas


encontramos este modo, pues en ellas se encuentra como
el oráculo más perfecto que podamos tener; ellas son el
faro que nos ilumina en nuestras tinieblas; son la navecilla
segura que nos conduce con toda felicidad al puerto de
nuestra eterna salvación; son el áncora que nos guía con la
rectitud necesaria a nuestro estado; y son, en fin, el
conjunto de todo lo que tenemos que hacer en este estado
en que nos encontramos; luego, poniendo en práctica todo
lo que las santas Reglas nos dicen, seremos perfectos.
Pidamos a Dios que nos haga entender todo lo que
contienen estas sus Reglas, porque leer alguna cosa es
muy fácil, pero lo que quiere decir, es muy difícil
entenderlo. Después, entender algo es muy fácil, pero
entender algo a fondo es cosa muy difícil. No obstante
esto, ayudados de la divina gracia, nada nos faltará y todo
lo podremos comprender, y esta gracia siempre debemos
pedirla a Dios pues no nos la negará jamás, porque él
mismo ha dicho: Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis;
llamad y se os abrirá (Mt 7, 7). (Plática del 26 de octubre
de 1888)
103. Y así, en medio de nuestras faltas, de nuestras miserias
y de nuestros extravíos, el Señor nos ha llamado, porque
quiere que seamos santos, quiere que seamos perfectos, y
para esto se requiere que pongamos en práctica todo lo
que nuestras santas Reglas nos dicen. Ahora bien, nuestras
santas Reglas no contienen penitencias tan austeras, como
vemos que contienen las Reglas de los Franciscanos, las de
los Carmelitas, las de los Dominicos, las de los Agustinos y
las de otras muchas religiones. Nuestras Reglas, contienen,
sí, mucho trabajo interior. Me acuerdo que una vez que leí
las primitivas Reglas de los religiosos de san Benito, de los
Benedictinos, me quedé admirado de ver tanto que
contenían acerca de la mortificación, tantos sufrimientos,
tantas penitencias y tantas austeridades. Nuestras santas
Reglas, no, no contienen ni exigen todo esto, sino que en
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ellas sólo se encuentra trabajo intelectual, trabajo de
corazón y trabajo del alma. Muchas veces he pensado,
hijos míos, que aquí puedo decirles acerca de las Reglas lo
que nuestro Señor Jesucristo decía a aquellos pueblos
obstinados en el pecado: El que pueda entender, que
entienda (Mt 19, 12), el que tenga oídos que oiga y el que
tenga ojos que vea. Llenémonos, pues, de ánimo, hijos
míos, llenémonos de ánimo. (Plática del 26 de octubre de
1888)
104. Y un hombre que ponga en práctica las Reglas que
tienen por objeto nuestra propia santidad, ese será un
perfecto misionero y cumplirá perfectamente los deberes
que tienen relación con el prójimo; por el contrario, si no
guarda la santa Regla y las Reglas internas, las que son
propias de cada uno, en vano se dedicará a hacer el bien al
prójimo, jamás lo podrá hacer como conviene, y, si alguna
vez intenta hacerlo, más bien movido por su propio
orgullo, nada hará ciertamente ni en la instrucción
primaria ni en la secundaria, nada hará en las misiones, ni
en los ejercicios espirituales, ni en la dirección de las
almas. Hasta este punto es necesario, hijos míos, la
observancia de la Regla. Conviene que cada uno tome la
Regla y la lea, pero de modo que la entienda, de modo que
se la aplique , aplicándose, la guarde. Pidámosle a Dios que
nos bendiga desde el cielo por los merecimientos de
nuestro gran padre, el señor san José, y emprendamos
sobre todo la observancia de las Reglas. (Plática del 9 de
octubre de 1891)
105. ¡Oh hijas mías!, haciendo estos santos ejercicios en los
cuales, haciéndoles bien, saldrán transformadas en otras
almas como varias personas que de unos santos ejercicios
que han hecho bien han adelantado de una manera
extraordinaria en la virtud, sus corazones, por decirlo así,
se han convertido en otros muy distintos, han llegado
hasta la heroicidad de la virtud, y personas, en fin, que
odian de una manera admirable todo pecado por leve que
- 65

sea. Procuren ustedes en estos santos ejercicios tener muy


vehementes deseos de correr por el camino de la santidad
hasta verse consagradas a Dios con el voto de hacer
siempre y en todo lo mejor. (Plática del 3 de enero de
1892)
106. No me basta estar sin pecado, no me basta estar sin
imperfecciones, es necesario quitar de raíz el pecado,
quitar las imperfecciones y todo aquello que pueda
hacerme delante de nuestro Señor en algún modo culpable
y emprender una vida santa, una vida perfecta. (Plática del
14 de marzo de 1906)
107. La práctica de las Reglas produce la carencia de vicios,
la adquisición de toda virtud y el ejercicio de lo más
perfecto, conduciendo al misionero y a la josefina a la feliz
práctica de hacer siempre y en todo lo mejor. (Observancia
6)
108. Asegurando con las Reglas que, si bien es verdad que
hablamos en su observancia sobre la fuga del vicio y la
adquisición de la virtud, pero no lo es menos que las más
sublimes y elevadas virtudes pueden adquirirse como ella
hasta la heroicidad y esto quiere decir que hay en las
Reglas aun la práctica de los consejos evangélicos, ya que
supone a cada uno con el: Aspirará cada uno al voto de
hacer siempre y en todo lo mejor (Observancia 68)
109. Considera que en este día quiso el divino Maestro
enseñar a las turbas la perfección cristiana, y les dijo así: Si
vuestra virtud no fuese mayor que la de los escribas y
fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, a ti
no te basta la corteza de la observancia, sino que debes
observar la ley positivamente, no te basta lo externo sino
que a las acciones externas debes añadir la perfecta obra
del corazón; no te basta cumplir con la ley de Dios, sino
que a ésta debes juntar los consejos evangélicos, tales
como los profesaste en tus santas Reglas. Entra desde este
día en deseos de perfección santa que de vez en cuando
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procures hacer todo lo mejor con tu alma y tu cuerpo.
(Meditaciones HJ, domingo 5º pentecostés)
110. Considera las obras que por necesidad, utilidad o
caridad fraterna, debes exteriorizar. Debes hacerlo con
intención tan pura de corazón que solo intentes agradar a
Dios, a fin de que, reconocido Dios por autor de todo bien,
sea glorificado como Padre nuestro que está en los cielos.
¿Es así como has promovido la gloria de Dios?, ¿ha sido
con verdad glorificado por esas manifestaciones tuyas?
Examina tu intención en lo que aprendes, en lo que
enseñas, en lo que dices y en cuanto haces, y enmienda lo
torcido que hubiere, enmienda lo que puede ser mal
interpretado y práctica lo bueno, lo perfecto y aun lo
mejor. (Meditaciones HJ, septiembre 19)
111. A unos les mueve más el entendimiento, y éstos se
encuentran con mucha luz para conocer lo verdadero, para
ver lo bueno y aun distinguir de él lo perfecto, y llegan
algunos a saber apreciar debidamente lo que es lo mejor,
pero de ordinario falta a su voluntad un afecto fuerte hacia
la cosa que conviene y que los induzca e impela a la
ejecución. Estos sacan grande provecho en su estado, por
la abundancia de luz que les hace notar lo mucho que
podrían hacer y lo poco que hacen, por faltarles el vigor a
su voluntad; ven sus faltas con harta exactitud y de ahí una
buena fuente de verdadera humildad. (Espíritu primitivo
70)
112. La admirable Sagrada Familia de Jesús, María y José,
llena de infinito amor para con todos los redimidos, a
nosotros que nos hemos consagrado de un modo muy
especial a honrar, ensalzar y glorificar al señor san José,
jefe de la Sagrada Familia, tenemos motivos especiales
para esperar de las tres sagradas personas gracias muy
especiales que nos sirvan para quitar nuestras
imperfecciones e ir quitando poco a poco las nuevas
imperfecciones que nos asalten. Jesús nos asistirá de un
modo muy especial, porque nos ve del todo consagrados a
- 67

su padre virginal, y a quien le debe su sagrada humanidad.


María nos asistirá. de un modo especialísimo, como
destinados a dar a conocer a su divino esposo el señor san
José, y hacer que todos los pueblos lo veneren como se lo
merece; y José nos asiste tanto y con tanta predilección,
cuanto que nos ve ocupadísimos para darlo a conocer
concebido sin pecado. ¡Que nosotros siempre cumplamos
con nuestro deber! (Mis lecturas, abril 23)
113. El espíritu que nos inspira, nos facilita, nos conduce y
nos acompaña en todo tiempo, lugar y ocasión, a obrar de
tal suerte que seamos con toda verdad fieles en la
observancia de la Regla, semejante espíritu es un espíritu
muy bueno, espíritu de grandes operaciones en el tiempo
y espíritu que nos proporcionará magnífica recompensa
allá en el cielo; al paso que su contrario es espíritu malo,
espíritu de mal estar, espíritu de persecuciones, espíritu de
echar a perder aun las cosas más bien puestas y las obras
mejor establecidas, y las comunidades teórica y
prácticamente más bien recibidas, y los mismos Institutos
religiosos son todas las cosas mediante la fidelidad a la
Regla, y desaparecen del lugar, del reino y aun de todo el
mundo a medida que falta la fidelidad a la Regla que
profesaron. (Mis lecturas, diciembre 16)
114. La Regla, es verdaderamente Regla que obliga; y Regla
que obliga más o menos según el punto de que se trata; la
Regla obliga, y en un religioso puede decirse que le obliga
tan bien como le obliga la ley de Dios al cristiano; y así
como al católico se le dice con palabras de Jesucristo que si
alguno quiere ir al cielo debe guardar los mandamientos,
porque éste es mandamiento de Dios, así, cuando se trata
de un religioso, a la práctica de los preceptos de Dios y de
la Iglesia, debe unir a ellas las obligaciones propias de su
estado; y como él ha hecho profesión de los consejos
evangélicos que nos enseñó directamente nuestro divino
Salvador; y consejos evangélicos que están en las Reglas,
de modo que todo lo que ellas contienen es lo que nuestro
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divino Maestro nos había enseñado; por tanto para los
religiosos no hay cielo sino en cuanto se guardan las
Reglas; y no hay perfección, ni menos la perfección de la
santidad que debe acompañar al buen religioso sino en
cuanto tiene en la práctica la fidelidad en la observancia de
la Regla que se ha profesado. (Mis lecturas, diciembre 16)
115. Contra el espíritu de fidelidad a la observancia de la
Regla, hay su contrario que es el espíritu de infidelidad a la
observancia religiosa; espíritu malo, perverso, fatal y que
causa innumerables males a Dios, al prójimo y a nosotros
mismos. A Dios, porque aunque directamente nada se le
puede hacer; con todo, lleva consigo el quitarle la gloria
accidental que habría recibido mediante la fiel observancia
de la Regla; tan malo es dicho espíritu, que trata como de
habérselas con Dios mismo. Este maligno espíritu daña al
prójimo, y lo daña tanto, que no se salvan los que podrían
salvarse y ni la mitad siquiera de ellos; y no se salvan, ni
salen de la tibieza, ni continúan con su vida fervorosa y
devota por la falta de fidelidad a la observancia de la
Regla. Finalmente, el misionero que es infiel a la Regla de
día en día va perdiendo su propio espíritu y pronto caerá
en el espíritu de tibieza y aun del pecado mortal. ¡Líbrenos
Dios de esta peste! (Mis lecturas, diciembre 16)

12. Cumplir con los votos y las obras del Instituto


Cumplir con los santos votos de castidad,
pobreza y obediencia, educar a la juventud y
hacer misiones y ejercicios espirituales (RMJ 6,
4º)

116. Una vez que ya uno no comete pecados mortales, ni


pecados veniales, ni faltas, por decirlo así, entonces es
llegado el tiempo de poner en práctica las más grandes y
heroicas virtudes. Estén ustedes seguros de alcanzar tanta
santidad si perseveran en el cumplimiento de los votos y
- 69

de lo demás que se expresa en las Reglas. (Plática del 26 de


julio de 1877)
117. No pueden ustedes pensar cuánto, cuánto conviene
que ustedes obren según el espíritu de sencillez, de
humildad, de mansedumbre, de paciencia y de celo por la
salud de las almas, que trabajemos según el espíritu de los
santos votos de pobreza, castidad y obediencia; hemos de
trabajar a fin de comenzar a practicar la nada del cielo y la
nada de la tierra, para que obremos después según el voto
especialísimo de hacer siempre y en todo lo mejor, como
lo hizo santa Teresa de Jesús, y así, nuestra vocación
producirá el ciento por uno, porque, hijas mías, nos vamos
acabando, viene la muerte cuando menos lo pensemos y
nos encontraremos con las manos vacías. Y así, cada una
de ustedes ha de ver y decirse: ¿qué puedo yo hacer para
que mi vocación me produzca el treinta, el sesenta y aun el
ciento por uno?, y así, todas se dediquen a trabajar de la
manera más cabal y más completa. (Plática del 9 de
febrero de 1890)
118. Vean ustedes, tenemos necesidad grandísima de
humillarnos. En medio de nuestras miserias, en medio de
todo esto tenemos almas tan amantes del santo Instituto,
de los santos votos de pobreza, castidad y obediencia,
almas destinadas a llevar a cabo la grande obra de Dios,
tenemos almas que, semejantes a santa Teresa, no se
contentan con hacer el bien sino que desean hacer lo
mejor, pero como que el que va a aprobar el todo, de ahí
que todos nosotros en general y cada uno en particular
debe de irlo pensando muy bien, porque es una verdad y
se ha dicho, y muy bien: Dios humilla a los soberbios y da
su gracia a los humildes (St 4, 6). (Plática del 13 de octubre
de 1893)
119. El josefino no profeso ha de procurar alcanzar la
perfección propia, para que, a su debido tiempo, pueda
profesar y tener la seguridad santa de que cumplirá los
votos santos que va a hacer; y hechos los santos votos, por
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más que le parezca que adelanta en virtud y méritos,
nunca debe quitar de sí el deseo de aprovechar más y más
y hacerse más santo; porque así como por más que en este
mundo subamos en los lugares más altos, y aun en los
pináculos de los montes, siempre es mucho lo que nos
falta para llegar al cielo; así para llegar a la perfección de
nuestro estado, siempre hay grandes y dilatados caminos
que seguir; porque mientras vivimos en este mundo, no
hay persona que adelante tanto en la perfección y que
hasta se haya unido con Dios, que haya llegado al fin sino
que, al contrario, todo es como principios, como
comienzos de aquella perfección absoluta que allá en el
cielo tendremos todos. Por tanto, humillarse, humillarse
profundamente, que reconozca cada uno en su interior lo
mucho que le falta todavía, y esto aunque al parecer
hubiese dominado la concupiscencia de la carne, la
concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida. Sólo José
tuvo siempre la mayor perfección que convenía a la gracia
recibida. (Mis lecturas, julio 25)

13. Conformarse con la voluntad de Dios


No aferrarse al propio parecer, no obstante las
razones de la humana prudencia. (RHJ 12, 3, 4º)
Conformarse con la voluntad de Dios en lo
adverso, en lo que nos es contrario, en lo que
nos repugna, en lo que nos mortifica, diciendo
en estas ocasiones: no se haga mi voluntad sino
la tuya, Dios mío. (RHJ 12, 3, 5º)
Conformarse en las cosas agradables o que nos
placen, nos honran o son conformes a nuestro
modo de ver; haciéndolas o dejándolas de hacer
no porque nos gustan o disgustan, sino por ser
la voluntad de Dios. (RHJ 12, 3, 6º)

120. La conformidad con la voluntad de Dios nos hace


agradar en todo a Dios; y obrando de este modo imitamos
- 71

a Cristo Señor nuestro en cuanto lo permita nuestra


miseria; porque Él siempre, en toda ocasión y en toda
circunstancia siempre lo cumplió, por esto dijo con toda
verdad: Yo siempre hago lo que agrada a mi Padre
celestial. (Conformidad 11)
121. Un acto de conformidad con la voluntad divina es con
mucha frecuencia un acto de fe en su mayor pureza, un
acto de esperanza en su mayor extensión y un acto de
caridad tan perfecto que apenas se le concibe mayor; es la
práctica de la celestial y divina prudencia, de la eterna y
sagrada justicia y de la fortaleza y templanza; es el
ejercicio de la admirable sencillez, de la humildad
profundísima, de la amabilísima mansedumbre, de la muy
necesaria mortificación, del infatigable celo de la propia
perfección y de la salud de las almas; y es la observancia de
la pobreza, castidad y obediencia, y lo es de todas las
Reglas que hemos profesado, principalmente del voto
admirable de hacer siempre y en todo lo mejor.
(Conformidad 21)
122. ¿Cuál es si no la voluntad de Dios para con nosotros?
Es que seamos santos como él: Seréis santos, porque santo
soy yo, es que seamos perfectos como nuestro Padre
celestial es perfecto: Vosotros, pues, sed perfectos como es
perfecto vuestro Padre celestial; es que hagamos en un
todo lo que hizo Jesucristo: Os he dado ejemplo, para que
también vosotros hagáis como yo he hecho. (Conformidad
27)
123. El que posee la conformidad con la voluntad de Dios
ama a Dios, pero tanto que ni a sí mismo se ama sino por
Dios; ni ama a los demás sino por Dios; ni ama a criatura
alguna sino por Dios; ni ama afecto alguno sino por Dios; ni
cosa alguna criada puede ser amada de su corazón, sino en
cuanto así lo pide la ley del amor a Dios; pues la práctica
de todo esto no son más que consecuencias de la perfecta
conformidad. (Conformidad 27)
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124. La conformidad con la voluntad de Dios consiste en
hacer siempre y en todas las cosas la voluntad de Dios,
cada uno hará todo lo posible para hacérselo familiar.
(Conformidad 27)

14. Aprender los versos de las nadas


Procurarán también con toda solicitud, después
de algún tiempo de hechos los cuatro votos del
Instituto, trabajar para hacerse más perfectas,
para cuyo fin les será entregado el cuadernito
que explica la nada de la tierra y la nada del
cielo (RHJ 1, 5)
Para lograr tanta dicha, cada una, luego que
haya profesado, aprenderá los versos de la
nada, hará que sean el objeto de sus frecuentes
meditaciones, y no dejará este camino hasta
que, desprendida de todo lo de la tierra y aun
de lo del cielo, en cuanto es posible, ame, imite
y adore en la práctica a Jesús, María y José.
(RHJ 2, 5)
Todas procurarán aprender los versos de la
nada que les serán entregados en el día, para
que a su tiempo puedan entrar en el ejercicio
del desprendimiento, que según su Regla,
entraña una perfección heroica y conduce a la
práctica del voto de hacer siempre y en todo lo
mejor. (Reglas HJ 12, 7)
Para alcanzar el desprendimiento, meditarán
con frecuencia en los Versos de la nada (RMJ 9,
5)

125. Para vuestro consuelo, hijas mías, os diré que, si


durante tres o cuatro años trabajáis en adquirir la
humildad y os aprovecháis de su práctica, bien puede
asegurarse que estaréis en disposición de aprender los
- 73

Versos de la nada y algo aprenderéis de lo que ellos


contienen. ¡Qué dicha adquirir una ciencia tan subida!
¡Qué gloria comenzar a practicarla! Es una dicha
inapreciable porque entonces serán ellos el acto glorioso
de sus meditaciones y comprenderán en fuerza de ella que
ellos tienen por objeto el desprenderse de la tierra para
unirlas a Jesús. Una de ustedes por ejemplo amará
desordenadamente a sus padres, otra a sus parientes y
conocidos y quizá muchas amarán una pieza de ropa, la
clase, el oficio y aun la casa donde están; pues, hijas mías,
en los Versos de la nada se encuentra que a cosa alguna no
se han de quedar apegadas. Lo mismo se entiende de la
nada del cielo, pues en la patria del cielo hay cosas que no
son Dios, y según dichos versos no se debe desear otra
cosa que poseerlo a él. ¡Qué dicha, hijas mías, y qué gloria
la suya! Sí, hijas mías, con la práctica de los Versos de la
nada llegarán a la unión perfectísima de Dios. (Plática del
25 de junio de 1877)
126. Y hablando ahora a los josefinos y a las josefinas les
diremos que lean dichos versos, que los aprendan, que los
mediten bien y que no paren en este trabajo sino hasta
practicar con toda sencillez de corazón y de alma y con
todo el espíritu lo que ellos dicen. Si lo logran, estarán en
el camino recto de la verdadera perfección y pasarán sus
días de virtud en virtud hasta hacerse de hecho más y más
santos. (Oración 111, nota)
127. Haced, hijas mías, por llegar a esta conformidad con la
práctica de la nada. Yo no sé sí todas tendrán estos versos,
recuerdo que hice la impresión expresamente para
repartírselos. Mas las que no los tengan pueden verlos en
la Vida de la santísima Virgen, en las virtudes que practicó
en el templo. Bueno, procuren aprenderlos de memoria.
Ellos les servirán admirablemente para hacer la oración, y
así nunca se les meterá el diablo, así se defenderán y
comenzarán a adquirir las virtudes del Instituto. (Plática
del 11 de marzo de 1906)
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a. La nada y el padecer

1. Es entre todas mi más amada la que se llama


la nada, nada.
Y otro es su nombre, de gran poder, se
denomina el padecer.
De tierra, nada, nada del cielo, padecer
mucho, en alma y cuerpo.
Ved, mis carísimas, lo que más quiero.
128. Ustedes no están encerradas como las monjas en sus
conventos, están en el mundo y tienen que tratar con las
gentes de la calle, con toda clase de personas. Deben
aspirar a una vida más y más santa, como superioras han
de ser santas, grandes santas. Pero, padre, y, para
hacerme santa, ¿qué camino he de seguir? (Plática del 11
de marzo de 1906)
129. Ya ven, ya ven, santa Teresa fue elevada de una
manera semejante a san Pablo al tercer cielo porque ella
aspiró siempre a la vida santa a la cual estaba llamada por
la Regla del desprendimiento. Aquí hay mucho qué pensar,
mucho qué trabajar y mucho qué entrar dentro de sí
mismas, entre todas las virtudes la más excelente es la que
nos enseña la práctica de la nada: Es entre todas mi más
amada, la que se llama, la nada, nada. Otro es su nombre
de gran poder, se denomina el padecer. Nada de tierra,
nada de cielo, padecer mucho en alma y cuerpo, es mi
camino de dulce unión. (Plática del 11 de marzo de 1906)
130. Pero, padre, ¿quién llegará allá? Hijas mías, aquellas
que tengan largos pies para andar, no dejen que el diablo
se les meta haciéndoles creer que si hubieran seguido la
vida del claustro se habrían hecho más santas. No se dejen
engañar y díganle: Vete de ahí Satanás, ya te conozco. No
hay vida más santa que esta vida de desprendimiento;
dichosas de ustedes si pudieran exclamar: Yo he hecho mi
oración, he meditado en los oficios que tengo que
- 75

desempeñar, en mi conducta respecto de mis compañeras,


en mis relaciones con las gentes de fuera, con los señores
sacerdotes, con los señores obispos y aun con los
superiores. Seriáis verdaderamente santas si después de
esto pudieras decir: Es entre todas mi más amada, etc.
Entonces, ¿qué he de querer yo, padre? La nada, nada, y si
algo quieres que sea padecer como lo tienen establecido
en la doctrina de Jesús crucificado: Sufre, pues por ti sufrí,
etc. Y ¿saben por qué pierden su paz y tranquilidad?
Porque quieren las cosas que Dios no quiere y, por
consiguiente, no pueden decir: Es entre todas mi más
amada la que se llama la nada, nada, puesto que quieren
tal oficio, tal compañera y cualquiera otra cosa, y esto les
hace perder su paz y tranquilidad. (Plática del 11 de marzo
de 1906)
131. Miren, hijas mías, desengáñense, el camino del cielo es
el padecer y la práctica de las virtudes contrarias a la
concupiscencia de la carne, a la concupiscencia de los ojos
y a la soberbia de la vida, y sólo así es como uno poco a
poco se va uno poniendo en estado de verdadera santidad.
Cuando uno llega a vislumbrar un poco lo que es esta nada
ni todas las cosas que pasan pueden hacerles ningún mal.
Una vez preguntaron a san Alfonso María de Ligorio, que
entre todas las virtudes cuál le parecía la mejor y más
elevada, y el santo contestó que él pensaba que la
conformidad plena y absoluta con la voluntad de Dios. Éste
es el estado perfectísimo de la nada. Padre, si estoy
enferma, ¿no puedo desear la salud? Sí, pero siempre
resignada a la voluntad de Dios. Mire usted, padre, yo a
veces pienso que tal médico o tal medicina me aliviaría.
¡Oh hijas mías!, esto es querer su miserable cuerpo. Pero,
padre, la hermana que me cuida no lo hace bien, no me da
las píldoras y no me da tal cosa, no me da tal otra. ¡Oh
hijas mías!, esto no es tener plena conformidad con la
voluntad de Dios. Ya les he dicho a qué grado de santidad
deben aspirar, piensen mucho en el primer verso de la
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nada: Es entre todas mi más amada, etc., y acostúmbrense
a sufrir mucho en el centro de su corazón. Otro es su
nombre de gran poder, se denomina el padecer. Yo no digo
que han de ir en pos de los padecimientos como se lee de
nuestro Señor Jesucristo, de la santísima Virgen y de san
José, pero sí deben sufrir con mucha resignación todas
aquellas cosas que vienen, ya sean enfermedades o ya
sean persecuciones, Dios nuestro Señor manda todos estos
trabajos y aflicciones de espíritu. En estas cosas, hijas mías,
les sirve aquella gran sentencia del santo Job: El Señor me
lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del
Señor (Jb 1, 21). (Plática del 11 de marzo de 1906)
132. Dios quiere que se hagan santas, y para adquirir la
santidad no hay mejor camino que el de la nada. Esas
imágenes tan hermosas que tenemos en un principio no
eran sino un tronco, pero vino el que las había de fabricar
y con una hacha y un formón les quitó a golpes todo lo que
les sobraba hasta dejarlas hermosísimas. Y, ¿esto qué
significa? Que el camino de la nada no es como dicen las
gentes del mundo: soplar y hacer botellas. Pasarán años, y
nuestro corazón, pegado a las cosas y a las criaturas,
porque el corazón humano es de lo más pegajoso que hay
y a todos se ha de andar pegando, se apega a la familia, a
las compañeras y si no se apega a las demás, se apega a sí
mismo, éste es el pecado horroroso de la soberbia, y
cuando las llama la superiora para decirles: Usted ha
hecho tal cosa, ellas nunca tienen la culpa, siempre fulana
o zutana. ¡Oh hijas mías!, es necesario recordar la práctica
de la humildad y decir: Dios mío, yo he hecho tal cosa,
pero lo voy a remediar. Si no quieres la enfermedad es que
amas demasiado tu cuerpo. Pero, padre, si yo no me
quiero enfermar, es porque enferma no sirvo de nada.
Dios no te quiere para maldita la cosa, Dios sólo quiere que
te hagas santa. Pídanle a Dios, hijas mías, emprender el
camino de la nada, porque pasarán años para que logren
practicarla perfectamente, ya ven lo que dicen que las
- 77

monjas son santas, cierto, las hay muy santas, pero hay
otras que no lo son porque tienen su corazón pegado a las
cosas de la tierra. Pídanselo a Dios, y repitan este primer
verso de la nada, y con su práctica andarán siempre tan
contentas que nadie se les podrá meter. San José nunca
quiso nada y siempre estuvo sujeto en un todo a la
voluntad de Dios, y así llegó a la santidad conveniente para
ser padre de Dios. (Plática del 11 de marzo de 1906)

b. Nada de los bienes de la tierra

4. Nada de tierra, descanso puro y vana ciencia,


honra buscada, libertad toda, de carne gusto,
no, no lo quiero, mas sí deseo su nada, nada.

133. Por nada de los bienes de la tierra queremos decir que


de cuantas cosas hay en la tierra no hemos de querer ni
siquiera una, sino que hemos de querer la nada de todas
ellas. Confesamos que este desprendimiento tan universal
y tan completo es de muy elevada perfección, de donde se
sigue que no es una obligación que obliga a los misioneros
so pena de no salvarse, pero sí obliga a todos cuantos
quieren hacerse santos, como el apóstol san Pablo.
(Humildad 104)
134. Nada de tierra, expresión feliz como las palabras del
apóstol, se desprende de todo. Mas no contento con el
desprendimiento general, pasa a particularizar cada uno
de los principales bienes, comenzando por el descanso.
(Sencillez 157)

c. Nada de descanso

6. Descanso puro, que es tan buscado, tan


deseado, yo no lo quiero; y enfermedades,
dolores muchos, crueles tormentos, sí, los
anhelo.
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135. ¿Qué es no querer nada de descanso? Nuestro cuerpo
eso es lo que nos pide, descanso; y descanso piden
nuestras manos y nuestros pies, nuestros ojos y nuestros
oídos, nuestro gusto y nuestro olfato, y todo cuanto hay en
nuestro cuerpo. Pues en fuerza de esta operación de la
gracia, el ferviente misionero se priva de todo descanso,
nunca cree que ha trabajado bastante, siempre cree que
nada ha hecho, siempre tiene por cierto que es mucho lo
que le falta por hacer y determina aprovechar todos los
momentos, darse a un continuo trabajo y tomar el trabajo
por descanso. Así se explica por qué san Agustín escribió
tantos volúmenes en folio, por qué san Bernardo hizo
tantas fundaciones y trabajó por la gloria de Dios y por qué
san Alfonso María de Ligorio hizo el voto de no perder un
momento de tiempo, y así explicaremos prácticamente la
Regla que nos prohíbe todo descanso que no esté
autorizado por nuestras Reglas: El espíritu de acedia se
insinúa poco a poco en el alma y nos lleva a buscar la
comodidad corporal y a evitar el esfuerzo que exige la
virtud con la excusa de que hay que mirar discretamente
por la conveniente conservación del cuerpo... El celo
exagerado nos empuja a emprender trabajos que superan
nuestras fuerzas o van contra la obediencia... Nos
empeñaremos, con todas nuestras fuerzas, en evitar estos
dos excesos y caminar por el medio, lo que, sin duda,
conseguiremos con el exacto cumplimiento de nuestras
Reglas o Constituciones.16 Por tanto, nunca amemos un
descanso no autorizado por las Reglas, y sea nuestro
descanso una ocupación distinta, ya que nuestra alma
jamás se cansa… ¿Trabajamos? ¿Trabajamos cuanto
podemos? ¿Tratamos a nuestro cuerpo según el rigor de la
Regla? ¿Le permitimos lo que nunca debiéramos?
Examinémoslo. (Humildad 104)

16
RCM 12, 11
- 79

136. Nada de descanso, trabajemos cuanto nos sea dable,


esperemos morir de cansancio a los pies de una encina
como han deseado innumerables religiosos y no nos
fijemos en otro descanso que en la gloria. (Humildad 112)
137. Descanso puro: como si dijera, el descanso que en este
mundo es tan buscado y tan deseado, yo no lo quiero, no
sólo porque el que descansa en este mundo será fatigado
en el otro, sino principalmente para corresponder a los
dulces atractivos de Dios. Y si Adán, aun en el estado de
inocencia, fue colocado en el paraíso para que allí
trabajara, ¿cuánto más no hemos de trabajar nosotros
pecadores que estamos condenados al trabajo en fuerza
de la sentencia del Señor?17 En vida estas almas trabajan
hasta morir, todo lo emprenden, nada les hace mella, y, en
su continuo y fatigoso trabajo, no pierden la amorosa
atención a Dios: éstos son los felices que en la hora de la
muerte oirán: Descansen en paz. Estos son los infatigables
que ayudan a sus hermanos y se abrazan con lo más difícil
y trabajoso, y son los que oirán igualmente: Venid a mí
todos los que estáis fatigados.7 (Sencillez 157)

d. Nada de ciencia

7. Y vana ciencia, mera ilusión, siempre te


cambio por aflicción, por puro llanto, por cruel
gemido, por dura pena sin remisión.

138. Al decir que el humilde en fuerza de su humildad llega


a adquirir la nada de la ciencia, claro está que no
queremos decir que descuide lo que debe saber como
cristiano, como sacerdote y como misionero, y se haría en
gran manera culpable si, cubierto con el velo de la santa
humildad, descuidara la adquisición de la ciencia, ya que
nos asegura el Espíritu Santo que: En los labios del

17
Cf. Gn 3, 19.
7. Mt 11, 28.
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sacerdote ha de estar el depósito de la ciencia.18 Pero sí
queremos decir que prescinda de toda otra ciencia; y, por
tanto, nada de ciencias humanas, de mundo, de política,
de periódicos; y nada de aquella barahúnda de instrucción
que, hablando en lenguaje rústico, no son otra cosa que
cumplimientos. El perfecto religioso no se entretiene en
semejantes tonterías, porque cree que habiendo de dar
cuenta a Dios hasta de una palabra ociosa, mucho más se
le ha de pedir de una ocupación no conforme con su
estado y de una ciencia no eclesiástica… ¿Cuál es nuestra
conducta sobre la ciencia? Hemos olvidado sobre la ciencia
el la curiosidad le hace a uno reo, que no experto; el la
ciencia hincha; el no saber más de lo que conviene, sino
saber con sobriedad y el aprender la ciencia de los santos.
19
¿Son, quizá, los periódicos, las gacetas, los diarios y
demás lecturas frívolas que nada nos dan de utilidad?
Examínalo (Humildad 104)
139. Nada de ciencia, nos abrazaremos con el estudio de lo
que debemos saber cumplir con el ministerio; mas fuera
de esto, no queramos saber nada de lo que no nos importa
y que muchas veces ni siquiera conviene, porque nunca es
cosa conveniente meter la hoz en mies ajena. (Humildad
112)
140. Vana ciencia, mera ilusión. Así debe ser considerada la
ciencia del mundo, como una ciencia vana que no es otra
cosa que una mera ilusión; conviene, pues, que nos
desnudemos de ella y Dios nos dará la celestial; hemos de
vivir lejanos de las locas vanidades del mundo y abrazar la
ciencia práctica de los santos. Así tendremos la verdadera
sabiduría. ¡Oh, cuán delicada y sabrosísima es la ciencia de
los santos! ¡Oh, quién nos viera a todos divinamente
ignorantes! Mas nadie crea que esta nada está en
oposición con la ciencia que debe brillar en un misionero;

18
Ml 2, 7
19
RCM 12, 8; 1Co 8, 1; Rm 12, 3
- 81

al contrario, ella la supone de tal suerte que creemos un


deber nuestro recordar a nuestros hijos la máxima
siguiente: Pero no dejarán por ello de dedicarse a los
estudios necesarios para desempeñar bien las actividades
del misionero, siempre que su principal preocupación sea
aprender la ciencia de los santos que se enseña en la
escuela de la cruz.8 (Sencillez 157)

e. Nada de honra

8. Honra buscada, menos que andrajos, sí, te


desprecio, por los trabajos de cuerpo y alma y
de ilusión, que pues adoro cual galardón.

141. Es la honra lo que el mundo más ama, y, por alcanzarla


y no perderla, se hacen los mayores sacrificios y se
cometen los más horribles crímenes. Pues la perfección de
que estamos hablando consiste en tener en nada esta
honra de mundo, en colocarla bajo nuestros mismos pies y
hacerlo de modo que consideremos las calumnias como el
medio que más nos asegura la salvación y aun el que más
nos perfecciona… ¿Qué sentimos sobre nuestra honra? No
digo cuando nos levantan gravísimos falsos, hablo, sí, de
una palabrita, de una pequeña murmuración, de una
insignificante calumnia. ¿Nos quedaríamos conformes si
fuésemos deshonrados? Sin embargo, esto siente el
humilde; y no sentirlo es ser soberbio. Y con tanto orgullo
y presunción el soberbio quiere ser honrado; al paso que
Cristo Señor nuestro fue tan espantosamente deshonrado
que murió en el madero de la cruz. (Humildad 104)
142. Nada de honra hasta que pongamos nuestro gusto en
ser deshonrados por Cristo Jesús. (Humildad 112)
143. Honra buscada, menos que andrajos; sí, te desprecio.
Para ser perfectos es preciso haber perdido la honra del
mundo, porque es preciso caminar en la perfección: en
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calumnia y en buena fama.9 Por otra parte, está escrito que
la sencillez del justo debe ser despreciada y por amor de
Dios hemos de amar los desprecios y que hemos de tener
el mismo contento en la honra, como en la deshonra. El
alma que tiene el buen nombre bajo sus pies, ¿cómo
tendrá las riquezas y las posesiones? Con todo, ese nada
de honra en el mundo no excluye la honra divina en fuerza
de la que pone uno su honra en ir siempre adelante en la
perfección, en no volver atrás ni por un solo día, en no
hacer cosas indignas de nuestra santidad, en sufrir las
reprensiones, en no hacer caso de los respetos mundanos;
en una palabra, pone uno su honra en ser todo de Dios.
(Sencillez 157)

f. Nada de libertad

9. Libertad toda, bien te comprendo, pues te


pospongo a gran tormento, y al del espíritu tan
poderoso, que yo venero como dichoso.

144. Por nada de libertad no intentamos prohibir en


nosotros los efectos de la libertad viciosa que consiste en
la satisfacción brutal de todas las pasiones, pero sí de esta
libertad que, sin ofender a Dios y sin escandalizar,
podemos satisfacer. La vista quiere libremente ver tales
objetos que se imagina y recorre... los oídos desean oír el
canto, la música, la voz, el ruido... el olfato se recrea en las
esencias de flores y en los ungüentos aromáticos y huye de
todos los miasmas... el tacto más sensible y exquisito
parece que quiere solazarse en...; pues nada de esto
quiere el perfecto religioso, pues en su humildad aprendió
a tener sus recreos fijando sus ojos en un pequeño
Crucifijo y a él oye, a él olfatea y a él toca. La imaginación
nos representa un porvenir lisonjero, la fantasía se lo dora
de mil maneras, la memoria se regocija con ciertos

9. 2Co 6, 8.
- 83

momentos de felicidad, el entendimiento facilita su


ejecución, la voluntad los quiere y el corazón los abraza y
se regodea, pues nada de esta libertad quiere el perfecto
religioso, pues sólo quiere a Jesús, y a Jesús crucificado.20
Examinémonos en nuestra alma y en nuestro cuerpo y
veamos si nuestra vida nos declara carnales o
eminentemente libres y al modo de ángeles. (Humildad
105)
145. Nada de libertad a nosotros mismos, abrazándonos
con lo más estrecho que conozcamos. (Humildad 112)
146. Libertad toda - Bien te comprendo - Pues te
pospongo. La propia libertad es la raíz de todos nuestros
males y, en fuerza de esta nada, queda completamente
abatida. La libertad es una cosa tan peligrosa, que ni Cristo
quiso hacerla por un momento, sino que, sujetándola, hizo
siempre el querer de su Padre.21 ¿Cuánto menos hemos de
hacerla nosotros? Convengo que hay una libertad santa,
pero es la que tienes de ser misionero, de perseverar en el
Instituto josefino, de dedicarte a la instrucción y educación
de la juventud, de observar los santos votos, de vivir según
el espíritu propio, y de este modo siempre mortificarte,
reformarte, perfeccionarte, endiosarte, divinizarte;
libertad verdadera que es aquella bellísima libertad que
reside en donde se encuentra el espíritu de Dios: Donde
está el Espíritu del Señor, allí está la libertad.22 Mas la
libertad que nos pierde es la nuestra; ésta es la libertad de
los mundanos, la que forma el estandarte de la revolución,
la que pierde a los más perfectos y la que transforma a los
ángeles en demonios. (Sencillez 157)

20
1Co 2, 2
21
Cf. Jn 6, 38. Identifica libertad con voluntad; cuando de hecho la
voluntad es una facultad; en cambio, la libertad es una propiedad de
la voluntad
22
2 Co 3, 17.
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g. Nada de gusto

10. De carne gusto, cosas amenas, son mis


deseos las penas, penas; penas externas,
internas penas, son mis deseos las penas,
penas.

147. Darnos gusto es la más universal de nuestras


inclinaciones, porque es el cebo más poderoso de nuestros
apetitos; y notémoslo que no queremos hablar de los
groseros de la carne y deleites animales, porque jamás
hemos creído que puedan formar el gusto de un perfecto
religioso, sino que entendemos otros gustos no menos
carnales, aunque más delicados, y es el gusto que se
experimenta en la satisfacción de nuestros sentidos y
potencias, en ver tales objetos, en oír tal alabanza, en
gustar este manjar, en buscar sazón, en procurar que tales
circunstancias nos acompañen, en desempeñar tales
funciones, en ocupar este puesto y no otro, este cuarto y
no aquél, estos muebles y no los otros, en una palabra, en
mil y mil gustos que en cada momento se nos presentan.
Examinémonos, porque somos carnales si los admitimos;
lo somos más o menos, al paso que somos espirituales si
completamente los rechazamos. ¿Qué idea, pues, la que
nos formamos de un misionero humilde? Desea, ama y
quiere con todo su corazón la nada de descanso, de
ciencia, de honra, de libertad y de gusto; o lo que es lo
mismo, tiene la perfección de aquel que su descanso es el
trabajo; su ciencia, la ignorancia; su honra, la ignominia; su
libertad, la esclavitud, y su gusto, el total disgusto.
(Humildad 105)
148. Nada de gusto, no concediéndonoslo sino en cuanto
así lo exija la necesidad; nada de gustar aun de lo lícito,
porque me gusta, o me agrada, o me inclina, sino tomar lo
que sea más contrario a nuestra concupiscencia, de tal
conducta brotará la total desconfianza de nosotros mismos
y, por tanto, grandes torrentes de humildad. ¡Ah, qué
- 85

conducta tan divina es la conducta de la humillación!


(Humildad 112)
149. De carne gusto. Como si dijera: Nada de gusto, cosas
amenas, son mis deseos las penas, penas. ¡Qué bien
expresa la idea de lo que es el gusto! Es y será siempre un
gusto de carne, y tan contrario al espíritu como las
tinieblas a la luz; sólo con esta separación llegará a ser
perfecto; y si queremos tener gusto, es preciso ponerlo en
lo que hemos prometido a Dios: en hacer muchas obras
buenas y en hacerlas con la mayor sencillez. (Sencillez 157)

h. Deseos de padecer

5. Nada de tierra, ni de mí mismo, tan solo


quiero la purgación, la del sentido, la del
espíritu, como camino que es de la unión.

150. A la manera que nuestros ojos no pueden estar sin ver,


del mismo modo nuestro corazón no puede estar sin amar,
pues no amando ya nada de la tierra, ni del cielo por el
completo desprendimiento de que tratamos, ¿qué es lo
que amará? DESEOS DE PADECER Ama el padecer.
Oigamos cómo la canta en un verso: Y otro es su nombre, y
de gran poder, y se denomina el padecer. Esto es lo único
que ama. Ved, mis carísimos, lo que más quiero, quiero el
padecer; pero con una perfección que por desgracia ni
siquiera sabemos apreciar, ni después de haber dicho que
nada quería ni de la tierra ni de sí mismo, añade: Tan sólo
quiero la purgación: la del sentido, la del espíritu. (Sencillez
160)
151. ¡Qué valor!, valor indecible y que sólo puede inspirarlo
aquel de quien decía san Pablo: me amó y se entregó a sí
mismo por mí.23 Porque al modo que nuestro Señor por el
amor que le tiene, la ama, le proporciona todos los medios
de una vida santa y por ella se abraza con las penas,

23
Ga 2, 20.
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enseña a los ignorantes, sufre la rusticidad de los unos, se
alienta la altivez de otros y se abraza con los pesares y con
la misma cruz, así esa alma feliz, por amor al mismo, se
abraza con mayores trabajos que se pueden sufrir en este
mundo, los ama y los quiere sobre todo bien y, después de
haber padecido hasta morir, cree que aún no ha hecho
algo para dar gusto al que murió por él. (Sencillez 160)
152. ¡Qué valor!, ¡tener deseos de padecer la purgación del
sentido y la del espíritu! Es como si dijera: yo me abrazo
con la enfermedad más universal, con el dolor más intenso
y con el tormento más cruel, y lo hago con grande anhelo.
Así expresó nuestro pensamiento: Y enfermedades, dolores
muchos, crueles tormentos, sí, los anhelo. (Sencillez 160)
153. ¡Qué valor!, porque es como si dijera: yo me abrazo
con las aflicciones y el llanto y el gemido y la pena, que
iguala casi a los padecimientos del infierno: Siempre te
cambio por aflicción, por puro llanto, por cruel gemido, por
dura pena y sin remisión, decía en su fervor. ¡Qué valor!,
porque es como si dijera: yo me abrazo con todos los
trabajos de cuerpo y alma e ilusión, y lo considero como el
premio merecido; y esto nos quiso decir cuando,
despreciando al mundo, cantó: Sí, te desprecio por los
trabajos de cuerpo y alma, y de ilusión, que yo adoro cual
galardón. (Sencillez 160)
154. ¡Qué valor!, porque es como si hubiese dicho: yo me
abrazo con los tormentos más intensos del espíritu y,
padeciéndolos, me considero muy dichoso, porque,
dejando el mundo, le dijo: Bien te comprendo, pues te
pospongo, a gran tormento; y al del espíritu tan poderoso,
que yo adoro como dichoso. (Sencillez 160)
155. ¡Qué valor!, en fin, porque odiando ya a todo lo que
podía darle algún gusto, declara que sus deseos son el
padecer toda pena: Son mis deseos las crueles penas,
penas externas, internas penas. Son mis deseos las penas,
penas. (Sencillez 160)
- 87

156. ¿Qué más puede desearse en esta materia? ¿No es


esto proclamar, a la luz del universo, que de penas y
trabajos cuantos más mejor? ¿No es esto reducir a la
práctica el o padecer o morir y el no morir sino padecer,
como se gloriaban de hacerlo así Teresa de Jesús y Juan de
la Cruz? Todo esto es porque renunciaban las cosas del
cielo: Mas sí deseo el diabólico, terrible cerco, y dice: Mas
no te trueco por la agonía, y añade: Yo os desprecio por la
amargura, luego también os cambio por suma pena. Que
yo la renuncio por siempre penar. Y para que, en fin,
quedara completamente establecido concluye así: Aún
dicha tanta también la dejo, pues solo quiero
padecimientos. (Sencillez 160)
157. ¡Ah!, humillémonos de tanta perfección a la cual llama
Dios a todos los misioneros y a todas las josefinas y
humillémonos profundamente considerando cuán lejos
estamos de ella. Humillémonos, y, desde el centro de
nuestra humillación, creamos que oímos a nuestro
Redentor que desde el árbol de cruz nos dice: Y tú que me
tienes aquí, ¿qué haces por mí? (Sencillez 160)
158. Ea, pues, venga el más completo y cabal
desprendimiento: queremos únicamente el padecer ya que
vivimos en un valle de lágrimas; entreguémonos a
Jesucristo por medio de la cruz que nos pusiere;
deseémosla aún más pesada; y no queremos otra
recompensa que la que expresó el apóstol al decir: Me
amó y se entregó a sí mismo por mí.24 (Sencillez 160)

i. Nada de los bienes del cielo

11. Nada del cielo, saber infuso, dulces


consuelos, gozos querúbicos, seguridad y eterna
gloria, yo no lo quiero, mas sí que anhelo su
nada, nada.

24
Ib.
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12. Nada del cielo y de visiones, de locuciones,
revelaciones, la nada quiero, mas sí deseo el
diabólico, terrible cerco.

159. Pocos santos han sido tan privilegiados como el


apóstol para ver las cosas del cielo y gustarlas; él vio a
Jesucristo no por medio de enigmas sino de un modo
semejante como lo ven los bienaventurados en el cielo,
porque no vio a una imagen suya o a algún ángel que lo
representase, sino que vio al mismo Jesucristo. De repente
lo rodeó una luz venida del cielo, cayó en tierra y oyó una
voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" El
respondió: "¿Quién eres, Señor?" Y el Señor le dijo: "Yo soy
Jesús a quien tú persigues".25 Fue arrebatado al paraíso
donde vio y le fue comunicado cuanto es capaz de recibir
humana criatura. Al menos no se señala de ningún santo a
quien el Señor haya privilegiado tanto. Haré mención de
las visiones y revelaciones del Señor. Yo conozco a un
hombre en Cristo, que hace catorce años fue arrebatado
hasta el tercer cielo. Y sé que el mismo hombre fue
arrebatado al paraíso donde oyó palabras inefables, que
no es lícito o posible a un hombre proferirlas... Y para que
la grandeza de las revelaciones no me desvanezca.26 Y,
¿qué hace el apóstol a vista de todos estos bienes
celestiales?, ¿cómo se porta en su conducta?, ¿se gloría de
haberlos recibido? Oigamos sus mismas palabras: Con
gusto me gloriaré de mis flaquezas... de mis
enfermedades, de las injurias, de las necesidades, de las
persecuciones y las angustias. 27 Hasta este punto se había
abrazado con la nada de los bienes del cielo. (Humildad
106)

25
Hch 9, 3-5
26
2Co 12, 1-7
27
2Co 12, 9-10
- 89

160. A un perfecto religioso no le basta la nada de los


bienes de la tierra, sino que es preciso extenderla a los
bienes del cielo, ya que esta doctrina es la del apóstol, la
de muchos santos y casi la de todos los que veneramos en
los altares. Esta doctrina es la consecuencia de una
sentencia de un gran santo que decía: Quered en todo la
nada. La nada de todos los bienes que hay en la tierra y
con los que nos puede brindar el mundo, porque así lo
pide nuestra santificación; y, ¡cosa rara!, porque no
amándolos con amor propio, amándolos sólo con aquel
amor con que debe amarse a las criaturas, así se llega a la
posesión de todo, de manera que nada es capaz de
quitarnos la menor cosa. Mas, esto no basta, es preciso
darnos de tal modo a Dios que nada queramos también del
cielo, es decir, hemos de entregarnos de tal modo a Jesús
que poseamos la nada de saber, de consuelo, de gozos, de
seguridad y de gloria. (Humildad 106)
161. Nada del cielo: Esta conducta santísima es la conducta
admirable de un alma humilde; y si a ella se junta el no
querer nada del cielo, nada de saber infuso, nada de los
dulces consuelos, nada de los gozos querúbicos y aun nada
de seguridad y eterna gloria, tendremos la humillación más
profunda, el mayor abatimiento, la imagen más perfecta
del se anonadó a sí mismo,28 que conducir puede al
religioso a la práctica del voto de hacer siempre y en todo
lo mejor. (Humildad 112)
162. Nada del cielo. ¡Oh Dios!, y qué dicha si ya fuese
nuestra perfección, ¡qué santos seríamos! Ya nos
encontraríamos libres de los lazos de la tierra y, siguiendo
el vuelo del espíritu, habríamos podido decirle a Dios: que
nada queríamos ni aún del cielo y nada de locuciones, de
visiones y revelaciones; no porque estas cosas sean malas,
sino porque son peligrosas; y el demonio,

28
Flp 2, 8
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transformándose en ángel de luz,29 nos puede engañar.
(Sencillez 158)

j. Nada de saber

13. Saber infuso, vista amorosa, sueño divino,


ansias ardientes y sed que abraza, cual
mediodía, yo sí lo trueco por la agonía.

163. No quiere decir no saber aquello que los misioneros


deben, como las ciencias que miran a Dios, a las
costumbres y a las ceremonias de la Iglesia; de lo
contrario, ofenderían gravemente a Dios y no cumplirían
con la Regla que nos dice: Pero no dejarán por ello de
dedicarse a los estudios necesarios para desempeñar bien
las actividades del misionero.30 (Humildad 107)
164. Pero esto mismo puede saberse ordinaria y
extraordinariamente. De un modo ordinario, cuando lo
aprende por medio del estudio; y de una manera
extraordinaria, cuando uno lo recibe directamente de Dios
que se lo infunde. Pues el perfecto misionero, en igualdad
de circunstancias y supuesta la gloria de Dios, prefiere
saberlo por la aplicación de los medios comunes, aunque
lo aprenda más en la oración y a los pies del crucifijo que
en los mismos libros. Hay otros modos de saber que son
como resultados del don de ciencia que Dios comunica a
quien quiere y como quiere; semejantes personas saben
los dogmas y la moral, explican los misterios y los
entienden mejor que los más profundos teólogos, explican
los pasajes más intrincados de las Escrituras y saben
responder victoriosamente a todos los argumentos de la
impiedad. Todo esto lo quieren y lo desean y lo piden a
Dios en cuanto es necesario para su gloria y así lo exigen
las grandes obligaciones que deben desempeñar. Pero

29
Qo 9, 1.
30
RCM 12, 8
- 91

fuera de esto quieren mejor la nada de este saber.


(Humildad 107)
165. Estas almas que tienen la ciencia infusa poseen el don
de consejo, con lo cual acompañan casi todos sus actos con
una especie de previsión de bueno o mal resultado que
tendrán, de modo que casi se les confunde con el don de
profecía. Este saber infuso entraña los efectos del don de
ciencia con lo cual conoce perfectamente todo lo que han
dicho los autores sobre las verdades de nuestra religión,
comprende todas las razones en que se fundan, hace trizas
todos los argumentos y explica el dogma según el sentido
católico. Con el don de entendimiento recibe unas luces
especiales que le descubren lo que todos los teólogos no
ven, le acerca más y más esas verdades, adelgaza el velo
que las cubre, aumenta la claridad que las rodea y queda
tan altamente admirado, que no pocas veces esta simple
vista ocasiona el éxtasis. Con el don de sabiduría no sólo
comprende, cuanto es dable, estos misterios, sino que al
mismo tiempo anda acompañado de consuelo y se ve
rodeado de él, como un ave del aire durante su vuelo.
Estas cosas por el mismo hecho de ser tan nobilísimas y
excelentísimas, resulta que los espíritus que las han
gustado es harto difícil que se desprendan del todo de
ellas; con todo, esto hace el alma perfectamente humilde,
porque su humildad le hace no querer más de nada del
saber infuso, no pega su corazón a él, porque sólo Jesús es
su divino todo. Y nada más razonable; pero el alma
humilde lo ejecuta sólo por el deseo de amar a Dios y darle
gusto. (Humildad 107)
166. Saber infuso. Como si dijera: saber por medios
extraordinarios, como hablas interiores y noticias sublimes
y por medio del don de ciencia; el deseo de lo dicho en sí
no es malo, pero el peligro que entraña, si no hay una
inspiración particular que lo justifique, será siempre un
deseo imperfecto. Y que los grados de oración que se
apellidan: Vista amorosa, sueño divino, ansias ardientes y
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sed que abrasa, aun éstos no deben quererse por lo que
ellos son en sí, sino en cuanto Dios los concede, y como
una consecuencia de la fidelidad anterior. (Sencillez 158)

k. Nada de consuelos

14. Dulces consuelos, éxtasis bellos, raptos


completos, uniones íntimas, hechos perennes,
eterna hartura, sí que os desprecio por la
amargura.

167. Hay dos especies de consuelos: unos que brotan del


sujeto y los disfruta el alma después que se ha violentado
en hacer alguna acción buena por Dios; y hay otros que
penden únicamente de la voluntad de Dios. Entre éstos,
unos residen en el cuerpo, y es cuando el Señor permite
que una parte de sus divinas consolaciones embistan a
nuestros apetitos; otros residen sólo en el alma y se
mantienen de muy finos quilates; y otros que, después de
haber llenado el espíritu, una parte de lo que sobra como
que se apoderan del cuerpo. Pues de todos estos
consuelos el alma humilde sólo quiere la nada. ¡Qué
ganancia tan grande con esta admirable resolución! Cierra
con ella la puerta al enemigo que no tiene por donde
entrar, lo combate poderosamente, lo sigue hasta en sus
últimos atrincheramientos y alcanza de él la más completa
victoria. ¡Qué ganancia la de este misionero! Queda
semejante al de una virgen que, abrazada con Jesús, nada
tiene, suspira por morir, desprecia todos los peligros e
insulta a los más crueles tiranos, se ríe de los tormentos, se
hace superior a los temores, se burla de las amenazas y,
sosteniéndose con la fortaleza de un héroe en los más
atroces suplicios, queda fabricada virgen y mártir. Tal es el
venturoso resultado de no querer nada de los consuelos.
¡Oh queridísima nada!, tú me introducirás en la posesión
de ese conjunto de actos heroicos y me permitirás decir
como Pablo: Somos tratados hasta el presente como la
- 93

basura del mundo, como la escoria de todos. 31 (Humildad


108)
168. Dulces consuelos. Los consuelos del cielo siempre
dulces y tan dulcísimos que una gotita de ellos supera a
todos los gustos de la tierra. En sí son buenos, porque son
dádivas de Dios, pero el desearlos tiene un no sé qué de
gula espiritual; es preciso, pues, desnudarse de esos gozos
accidentales para tener a su tiempo el gozo substancial de
la posesión de Dios. De lo cual se concluye que los grados
de la oración que aquella alma denominaba: Dulces
consuelos, éxtasis bellos, raptos completos, uniones
íntimas, hechos perennes, eterna hartura, aunque es
verdad que animan mucho, pero siempre su deseo
desordenado será una imperfección. Si Dios te los da,
enhorabuena, recíbelos y guárdalos, pero usa de ellos con
total desprendimiento porque, si es cierto que son gracias
y favores de Dios, también lo es que no son el mismo Dios.
Por esto nuestra heroína concluía su verso diciendo: Yo os
desprecio por la amargura. (Sencillez 158)

l. Nada de gozos

15. Gozos querúbicos, dicha seráfica, de unión


mística, de desposorio, de matrimonio, de vida
eterna, también lo cambio por suma pena.

169. El humilde no para hasta adquirir la nada de los


consuelos en su mayor escala, porque esto es el gozo de
que hablamos. Porque una cosa es tener agua hasta el
tobillo, otra tenerla hasta la cintura, otra que ella llegue
hasta la garganta y otra estar en medio del océano durante
el diluvio de los cuarenta días con sus noches. Porque los
consuelos del cuerpo representan el agua hasta el tobillo;
los consuelos del alma figuran el agua hasta la cintura; los
del alma y cuerpo figuran al que tiene el agua hasta la

31
1Co 4, 13
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garganta; mas cuando los consuelos se aumentan, crecen
en intensidad y se multiplican, en este caso se apellidan
gozo y representan al que hubiese estado en medio del
océano durante el diluvio. En este estado nada hay
imposible; y ahí es donde dice con toda verdad el todo lo
puedo en Aquél que me conforta.32 Pues, el feliz humilde
rebosando tan excelentísimos dones y conociéndolos en
todo su precio, sin embargo, de todo se desprende para
decirle a Jesús: Lo que yo quiero es la nada de gozos.
(Humildad 108)
170. Gozos querúbicos. Son esos mismos consuelos
sumamente aumentados con los dones de entendimiento
y de sabiduría. Se llaman gozos querúbicos, como si dijeran
los gozos que disfrutan los más encumbrados querubines;
pues esa alma también los desprecia, porque, si son
preciosos y hermosísimos como creados, es sumamente
superior la preciosidad y la hermosura del Creador de
ellos. Por tanto, en fuerza del desprendimiento de que
hablamos, no pueden desearse desordenadamente los
grados de oración que podían llamarse: Gozos querúbicos,
dicha seráfica, de unión mística, de desposorio, de
matrimonio, de vida eterna, pero sí pueden desearse en
cuanto es la voluntad de Dios el dárnoslos; mas obraremos
con mayor perfección, según las luces del
desprendimiento, si como nuestra alma dijéramos:
También os cambio por dura pena. (Sencillez 158)

m. Nada de seguridad

16. Seguridad es ser feliz tan sin desliz y


bienestar, cual de amor fino y puro amar, que
yo renuncio por más penar.

171. El natural efecto de una vida santa pasada en dar a


Dios mil pruebas de ardentísimo amor, debiera, sin duda,

32
Flp 4, 13
- 95

tener por recompensa la mayor seguridad; y así sería si no


fuese el amor extraordinario con que Jesucristo las quiere.
Pero, por razones las más dignas de su bondad y de su
amor, les quita la seguridad, les disminuye la luz con que
veían sus obras con claridad, y se ven rodeadas de tinieblas
que por todas partes presentan terribles espectros y
espantosas tinieblas. No hay seguridad, hay la mayor
inseguridad, hay un ver el infierno abierto y más que todo
ver a la amabilidad de nuestro buen Jesús trocada en el
mayor tirano. Es el mayor de los castigos, y no puede
compararse con el martirio mismo, ni con el verse
descubierto entre una plebe impúdica, ni al peligro de
perder la cándida azucena virginal, ni a los innumerables y
fieros azotes de cien verdugos, ni el permanecer tendido
en el potro por largas horas, ni el contemplarse desgarrado
con acerados garfios, ni el ser arrojado a las llamas y ni aun
el verse decapitado, porque estos dolores dan a luz al gozo
de padecer por Jesús, que es su amado, y en la falta de
seguridad este mismo Jesús es el motivo de su dolor, pues
con esta pena, sobre toda otra pena, se abraza el humilde
cuando afirma que lo que él quiere es la nada de
seguridad. (Humildad 109)
172. Seguridad toda. Ninguno sabe, de providencia
ordinaria, si es digno de amor o de odio,33 y ninguno puede
saberlo sin una revelación especial de Dios. Pues este
deseo de saber sobrenaturalmente de nuestra conciencia
no está conforme con el desprendimiento, sino que nos
obliga a portarnos con Dios con más liberalidad, a
complacernos en la misma seguridad, ya para que siempre
nos hagamos más y más perfectos. Nuestra heroína
expresaba esos sentimientos así: En seguridad toda,
felicidad llena de dicha y pleno bienestar es pura dulzura
sin debilidad, que yo la renuncio por siempre penar.
Poquísimas son las almas que llegan a tanto

33
Qo Ecles 9, 1.
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desprendimiento y poquísimas las que en estas pruebas se
portan con alegría. (Sencillez 158)

n. Nada de gloria

17. Y eterna gloria, gozo sin fin, vida divina, cual


querubín, aun dicha tanta, también la dejo,
pues sólo quiero padecimiento.

173. En fin, la virtud del humilde se extiende a decir: Yo


quiero aun la nada de la gloria. ¡Ah!, ver la gloria, recordar
ese premio que les es prometido, notar que todas las cosas
son vilísimas en su comparación, saber de antemano algo
de aquellos gozos, asistir en espíritu a tan gloriosos coros,
contemplar las inteligencias cómo gozan a Dios, verse
rodeado de tanta gloria, ver al mismo Dios, sentirse
arrebatado de Dios y, sobre todo, sentir lo que es Dios, de
modo que haga decir: Muero porque no muero, y
desnudarse así de tanta felicidad y dicha tanta por agradar
a Dios, es, decimos como nos parece, el acto mayor de
perfección y acto más eminente, heroico, que puede
hacerse. Con todo, a esto llega el humilde siguiendo el
hermoso camino de las nadas. Ea, pues, humildad,
humildad; seamos humildes como nos dice la Regla y
podremos alcanzar el mayor desprendimiento, la mayor
perfección que hay en la tierra, la más perfecta imitación
de Jesucristo. Ea, pues, seamos generosos, abracémonos
con esas nadas, y Dios no se dejará vencer de nuestra
generosidad. Queramos la nada de todo lo de la tierra y
del cielo, y el todo infinito, Cristo Señor nuestro, entrará
en nuestro poder; es camino estrecho a la vista; pero se
hace más y más espacioso a medida que uno lo anda. Ea,
abracémonos con la santa humildad, nunca hagamos a
sabiendas un acto contrario a esta virtud y no paremos
hasta llegar a la práctica de las nadas, y no descansemos
hasta practicar el voto de hacer siempre y en todo lo
mejor, porque en este grado de perfección se encuentran
- 97

las virtudes más robustas, los grados más heroicos, los


frutos y los dones del Espíritu Santo y la recompensa
completa e infinita, debida justicia al que sólo tuvo la nada
de la más profunda humildad. (Humildad 109)
174. Y eterna gloria. En suma, el desprendimiento, tal
como lo hemos expuesto, exige de nosotros aún el
desprendernos de la gloria, es siempre bueno y muy
bueno; pero es evidentemente claro que es mucho más
perfecto el servir a Dios no por la gloria que nos dará sino
sólo por ser Él quien es, bondad infinita e infinito e
inmenso amor. ¡Oh!, quién supiera decir: Y eterna gloria,
gozo sin fin, vida divina, cual serafín; aun dicha tanta
también la dejo, pues sólo quiero padecimiento. (Sencillez
158)

o. Perfección de estas nadas

18. Con estas nadas yo soy feliz, todo lo tengo,


nada me falta, y soy de cierto, por corazón,
divino Todo, divina unión.

175. No podemos concebir hasta qué punto desea Dios que


nos fundemos en la nada de todo lo de la tierra y aun de
todo lo del cielo, y cómo aun por un grande deseo anhela
que lleguemos a la posesión perfecta de las nadas. Ya se
sirve de Isaías para decirnos que de la nada ha de salir el
todo;34 ya nos presenta en el Génesis la nada informe
trocándose por virtud omnipotente en el universo mundo;
ya llama a las puertas del corazón y con aldabadas
delicadísimas nos dice que no admitamos más que nada; y
hace que la propia experiencia nos diga que de hecho sólo
somos nada.
176. Felices los religiosos que se aprovechan de esta
lección, porque levantarán el edificio de su santidad hasta
lo más elevado y de un modo el más sólido; felices, porque

34
Cf. Is 40, 17-31
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todas las cosas se las comunicará el Señor, como todo lo
dio el Padre a Jesucristo: Yo te bendigo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los
sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños...
Todas las cosas las ha puesto mi Padre en mis manos. 35
177. Felices, porque serán la venturosa nada que sirve para
todo, según dice san Pablo: Considerad si no, hermanos,
quiénes son los que han sido llamados de entre vosotros,
cómo no sois muchos los sabios según la carne, ni muchos
los poderosos, ni muchos los nobles; sino que Dios ha
escogido a los necios según el mundo, para confundir a los
sabios; y Dios ha escogido a los débiles del mundo, para
confundir a los fuertes; y las cosas viles y despreciables del
mundo, y a aquéllos que eran nada, para destruir a los que
son. 36
178. Tales son las bellas y dulces consecuencias de la nada;
porque los religiosos que la poseen son escogidos del
Señor y los trata como amigos. Él les revela lo que ha
ocultado a los otros, se les comunica de un modo
semejante a su Hijo, y. como que son la nada, están
destinados a producir todos los frutos.
179. La Regla quiere que poseamos esa nada con una
perfección tal que nada se haga en nosotros, como de
nosotros mismos, sino que todo lo hagamos como
completamente de Dios; por esto quiere que no obremos
nosotros, sino que el espíritu de Cristo obre del todo en
nosotros. Y a la manera que Jesucristo nuestro Señor, no
obstante de haber en él las dos naturalezas, divina y
humana, eran todas sus operaciones hijas de la persona
divina; así en el religioso que se compone de lo propio que
le pertenece y del espíritu de Jesucristo, deben todas sus
obras ser operaciones de este divino espíritu.

35
Mt 11, 25-27
36
1Co 1, 26-28
- 99

180. Es menester que la Congregación trate con todas sus


fuerzas de revestirse del espíritu de Cristo, espíritu que
brilla sobre todo en la enseñanza evangélica; en su
pobreza, castidad y obediencia; en el amor hacia los
enfermos; en su modestia; en el estilo de vivir y de actuar
que enseñó a sus discípulos; en el trato diario; en las
prácticas diarias de piedad; en las misiones y otras
actividades que tuvo con la gente. 37 ¡Así obra un alma que
posee con perfección las nadas! (Humildad 110)
181. Los vestidos de los que nos hemos de desnudar son
diez: cinco de la tierra y otros cinco del cielo, cada uno de
ellos exige tal vez muchos años de trabajo. Ea, pues,
tengamos buen ánimo. Ya que es dificultoso, no perdamos
ni un momento, y ya que es mucho lo que hemos de
andar, comencemos a correr desde ahora. ¿Y cómo
quedaría un misionero así perfecto? ¡Ah!, no puedo
explicarlo, el lenguaje me traiciona y me falta la mente
para concebirlo; solamente diré que Dios es liberalísimo y
que uno le da a Dios todo cuanto le puede dar; Dios nada
desea tanto como vernos del todo desprendidos y no
puede encontrarse alma tan vaciada que la que posea las
nadas que hemos referido. (Sencillez 158)

15. Emprender el camino de la nada


Reine en tu alma siempre un estudio de
inclinarte no a lo fácil sino a lo más dificultoso;
no a lo que es más de gusto, sino a lo
desabrido; no a las cosas altas y preciosas, sino
a las humildes y desechas; no a lo más, sino a lo
que es menos. Procurando no apetecer lo que
es algo, queriendo en todo la nada. (San Juan
de la Cruz, Aviso 3).
Como tercer efecto del celo, entrarán con
grande ánimo en el camino de la nada,

37
RCM 1, 3
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procurando cumplir lo que contienen dichos
versos, ya que la práctica de ellos es la más
propia y exacta preparación para hacer a su
debido tiempo el voto de hacer siempre y en
todo lo mejor, voto que nadie hará sin las
respectivas licencias y voto que de sí mismo no
obliga ni siquiera a pecado venial, por ser por
antonomasia el voto del amor. (Reglas HJ 11, 5)
Cumplir con la perfección propia de dichos
votos hasta llegar al perfecto desprendimiento
de todo lo de la tierra y aun de lo del cielo (RMJ
6, 5º)
Desde su entrada noviciado, los Hijos de María
y de José procurarán la práctica del más
perfecto desprendimiento, considerando éste
como uno de los medios más eficaces para
hacer a su tiempo los santos votos y cumplirlos.
(RMJ 9, 1)
Después de haberse consagrado a Dios, con
hacer los votos, que será un día después de los
siete años de vocación, todos procurarán la
perfección, que en gran parte consiste en el
desprendimiento, no deteniéndose en tan santo
ejercicio sino hasta poder decir en verdad con
santa Teresa y san Juan de la Cruz: Es entre
todas, mi más amada, la que se llama la nada,
nada. De tierra nada, nada de cielo; padecer
mucho el alma y cuerpo; ve, alma mía, lo que
más quiero. (RMJ 9, 2)
2º Que haya procurado por mucho tiempo el
verdadero desprendimiento de corazón,
trabajando en despegarlo de todo lo que no sea
Dios. (Oración 112, 2º)
- 101

3º Que por mucho tiempo haya hecho algunos


actos heroicos de los que están contenidos en
los versos que llamamos: El camino de la unión
con Dios, pues es cierto que estará tanto más
dispuesta a hacer el voto cuanto más los haya
practicado. (Oración 112, 3º)

182. Éste es el sumo grado de la santidad cristiana a la que,


por la infinita misericordia de nuestro buen Dios, somos
también llamados, que consiste en tener tal conocimiento
de Dios, que no sólo despreciemos por él lo terreno, sino
aun tengamos un santo desprendimiento de lo del cielo.
(Plática del 26 de julio de 1877)
183. Éste ha de ser uno de nuestros principales fines, ya
desde el principio, el desprendimiento total del corazón a
todas las cosas, rechazándolas y no admitiendo en él sino
puramente aquello que es Dios. Así como para hacer una
hermosa imagen el escultor tiene necesidad de andar
desbastando el tronco hasta que poco a poco le va
comunicando la idea verdadera y exacta de la imagen que
desea representar; lo mismo acontece en nosotros, así que
entramos al noviciado somos los troncos y hay necesidad
de desbastar allá en el interior y en el exterior mediante el
desprendimiento de que hablamos, para de este modo
salir, en lo que cabe, perfectas copias de nuestro artífice
divino, Jesús. (Plática del 26 de julio de 1877)
184. Otra forma de practicar la virtud es: penas y trabajos, y
ésta es además una verdadera perfección. Es difícil al
principio para aquellas personas que de todo se quejan y
que por eso debían de llamarse: los quejones. No, es
necesario mucho ánimo en el espíritu, y en todo decir:
penas y trabajos. Esto en el mundo es una paradoja, pero
para un alma toda dada a Dios y para un anciano todo su
contento es decir: penas y trabajos; y cuanto más padece,
más gana. Pero, señor, si todo eso me lo causa fulano. Eso
lo dirá un novicio, pero no un sacerdote. Dios lo arregla
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todo, y a cada uno le da tentación según sus fuerzas. Por
consiguiente, procuremos fijarnos en que lo mejor ante
Dios son penas y trabajos. Y si no tenemos virtudes,
seamos como esos pobres mendigos que reciben cuanto
les dan. En fin, hay todavía mucho que decir sobre esto, lo
cual harán muy bien en aprender en el Tratado de la
oración, porque allí encontrarán la realidad. Animémonos,
pues, y fijémonos en María y pidámosle luz para sentir
todo esto allá en lo más íntimo de nuestro corazón. (25 de
abril de 1890)
185. Pídanselo, pues, a Dios, hermanas mías, que en estos
santos ejercicios les haga comprender la tranquilidad de
las almas que emprenden el camino de la nada del cielo y
de la nada de la tierra. Desde el momento que una alma
entra en ese camino, y dice: no quiero más padre, ni
madre, ni amigos, ni hermanos, ni parientes, ni conocidos,
nada quiero de la tierra, nada del cielo, semejante persona
comienza una vida buena, una vida santa, una vida
fervorosa, una vida que la conduce a hacer grandes
virtudes, todos se complacen en ella, los ángeles del cielo
se complacen en esa alma, pero para esto, hermanas mías,
se necesita no tener más voluntad que la de Dios, no tener
más voluntad que la voluntad de los superiores que son los
representantes de Dios, no tener más voluntad que la de
las hermanas que están al frente del oficio, no tener otra
voluntad que la de los enfermos, de las niñas, de los
pobres. Así han de hacer todo, porque así lo quiere Dios;
porque, han de saber ustedes, que todo aquello que hagan
por su propia voluntad no tiene ningún mérito para el
cielo. (Plática del 10 de agosto de 1891)
186. Con esto tu corazón se encenderá en vivos deseos de
ser transformado y conocerás cuán necesarios y útiles son
los santos ejercicios, que para cuantas josefinas los hagan
bien, ellos le serán en un principio de gran santidad, pues
por ellos unas pasarán de la vida tibia a la de fervor, otras
se resolverán a hacer los propósitos, otras a darse todas a
- 103

Jesús, María y José, haciendo los santos votos, otras


renovándolos con positivos deseos de trabajar para
hacerse perfectas, otras preparándose para hacer el voto
de hacer siempre y en todo lo mejor, y todas
emprendiendo una vida que les haga estar siempre
útilmente ocupadas. (Meditaciones HJ, Consideraciones en
forma de examen 1ª)
187. Es necesario que estos días de retiro repares las faltas
de todos los pasados y entres en el camino de la
perfección, porque Dios mismo es el que te ha concedido
este retiro y quiere servirte de guía, y quiere también que
como Jesucristo, que es el Santo de los santos, seas llevada
por el Espíritu divino al desierto dulce y ameno de la
práctica de la virtud, de la observancia de los votos, de una
vida del todo conforme con el espíritu de la Comunidad,
del admirable ejercicio de la nada, y aun quiere que te
pongas en la siempre admirable disposición de hacer a su
debido tiempo el voto de hacer siempre y en todo lo
mejor. Por de pronto toma la importante resolución de
estar siempre útilmente ocupada, siendo muy amante del
estudio y, concluido éste, ama los quehaceres domésticos,
porque debes enseñarlo todo a la juventud. (Meditaciones
HJ, Consideraciones en forma de examen 2ª)
188. Gustemos, pues, la sencillez que nos endiosará;
gustemos la mansedumbre que nos hará entrar en la
posesión del reino de los corazones; gustemos de la
mortificación que nos fabricará en idóneos trabajadores
del padre de familias; gustemos del celo que nos hará
ampliar el reino de Jesucristo; gustemos el ayuno que será
nuestra fortaleza en la más espantosa lid; gustemos el
cilicio que nos recordará nuestra corrupción; gustemos la
disciplina que aguijoneará nuestro cuerpo y gustemos todo
lo amargo que nos endulzará la vida. En esto consiste el
gustar la nada del mundo porque es gustar la nada divina;
es gustar la estulticia para hacerse el sabio del apóstol; es,
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en suma, el comienzo de hacer siempre y en todo lo mejor
y lo más perfecto. (Humildad 25)
189. No sólo somos cristianos, sino que, separados del
mundo, tenemos unos mandamientos especiales que
cumplir, que se apellidan santas Reglas, y hemos de
cumplirlas con perfección, obrando no lo que es conforme
al gusto, sino lo que nos disgusta; no aquello que nos
place, sino lo que encontramos más desabrido; no lo que
podríamos, colocándonos en lugar distinguido, sino lo que
nos conduce a lo más humilde y abyecto; no hemos de
amar lo más precioso, sino aplicarnos lo que es el desecho
de los demás, eligiendo, en suma, no lo que es conforme a
nuestra naturaleza, sino aquello que le repugna. (Humildad
78)
190. El humilde se inclina no a lo más fácil, sino a lo más
dificultoso; es decir, que se abraza no con la práctica de lo
que le gusta, sino que obra lo que más le cuesta.
Elegiremos más bien lo que nos desagrada que lo que nos
place. Y obligación a cuyo cumplimiento nos exhorta san
Pablo cuando dice: Aspirad a los carismas mejores.
(Humildad 78)
191. Al que posea la humildad, le vendrán todos los bienes
junto con ella. 38 Como si dijera: poseerá el religioso, en
fuerza de la práctica de la humildad, el inclinarse en
materia de perfección, no en hacer lo más fácil, sino en
emprender lo más difícil y desempeñarlo del modo más
costoso; poseerá el irse desnudando de todos los apetitos
que le excita una carne siempre rebelde, un demonio,
nuestro capital enemigo, y un mundo falaz y engañador;
poseerá el ir siempre a Dios como cada cuerpo a su
respectivo centro, el no cuidar de los demás a no ser que
así lo obligare la necesidad o la caridad, el abrazarse con
las adversidades de manera que al modo de Pablo se
enclave en la cruz del Salvador: Estoy clavado en la cruz

38
Ib.
- 105

juntamente con Cristo. 39 El trabajar para hacerse siempre


y en todos los instantes más y más perfecto. (Humildad
102)
192. El humilde llega a tener en nada los bienes de la tierra,
en nada los bienes del cielo, llega a obrar según la
perfección de esas nadas, adquirir la verdadera piedad,
tener el purísimo amor de Dios y hacer sus obras del modo
más perfecto que es dable a humana creatura. Tal era la
virtud de san Pablo cuando a los fieles de Corinto les decía:
Somos tratados hasta el presente como la basura del
mundo, como la escoria de todos. 40 Notemos bien porque
es el apóstol san Pablo el que nos enseña teórica y
prácticamente la doctrina, y doctrina que él mismo ha
practicado. (Humildad 102)
193. Es san Pablo el primero entre los apóstoles, el único
vaso de elección a llevar a los gentiles el nombre de Dios,41
y el solo arrebatado hasta el tercer cielo, donde le fue
dado ver lo que el ojo no ha visto jamás, ni la oreja oído, ni
la lengua hablado, ni la fantasía imaginado, ni la memoria
recordado, ni el entendimiento discurrido, ni la voluntad
deseado, ni el corazón querido y amado;42 pues este
hombre practica la humildad hasta tenerse por nada. Dice
que es el espectáculo del mundo, de los ángeles y de los
hombres,43 como si fuese tan poca cosa que todos
tuviesen derecho a burlarlo, y sigue así: Nosotros somos
considerados necios, débiles, plebeyos; pasamos hambre,
sed, desnudez, somos abofeteados y andamos errantes;
nos afanamos trabajando con nuestras propias manos; nos
maldicen; nos persiguen; nos ultrajan; somos, en fin,
tratados, hasta el presente, como la basura del mundo,

39
Ga 2, 19
40
1Co 4, 13
41
Cf. Hch 13, 47
42
Cf. 2Co 12, 12
43
Cf. 1Co 4, 9
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como la escoria de todos.44 ¡Feliz apóstol!, porque con su
grande humildad llegó a poseer una perfección tan sin
segunda. Feliz el religioso que lo imite por medio de la
práctica de las nadas. (Humildad 102)
194. Ea, pues, purifiquémonos; entremos por el camino de
la purgación del sentido y del espíritu; emprendamos
contra nosotros mismos la guerra más sangrienta; no
concedamos la menor tregua a nuestros apetitos como
encarnizados enemigos que son; aborrezcamos poderosa y
eficazmente toda imperfección; hagamos siempre lo
mejor; hagámoslo del mejor modo que nos sea dable, y
aún pidámosle la gracia de que el mismo Señor nos ayude
a purificarnos. (Sencillez 91)
195. No sigamos lo ancho, ni lo que nos acomoda, ni lo
peligroso, ni lo que puede arrebatarnos el fervor; y si esta
máxima no nos obliga a hacer siempre y en todo lo mejor,
es cierto que nos conduce a ello, lo cual no es otra cosa
que la sencillez en su mayor grado. No sigas la doctrina
ancha, porque nuestro Instituto josefino tiene por fin el
seguir lo más rígido del haced penitencia de nuestro Señor
Jesucristo y principalmente ahora que ya somos aprobados
(Sencillez 136)
196. Es así que aquel será más santo y más perfecto y hará
mejor lo que hizo Jesucristo el que estuviera más vacío de
sí mismo, de todo lo de la tierra y de todo lo del cielo, e
hiciere siempre y en todo lo mejor que conociese; luego, el
que esto obrare es el más santo, el más perfecto y el que
mejor imita a Jesucristo, y por tanto está prácticamente en
el acto más perfecto de conformidad. (Conformidad 27)
197. No digamos que son los estudios que hicimos, ni los
libros que consultamos, ni los maestros que nos dirigen, ni
mucho menos nuestro natural, sólo Dios es la causa por
habernos concedido en su misericordia la luz referida, y

44
1Co 4, 10-13
- 107

esta confesión es el primer acto de conformidad. ¡Oh!, ¿de


qué virtudes no es capaz un alma semejante? Ella es toda
de Dios, sólo obra para Dios, todo lo atribuye a Dios, todo
lo espera de Dios, comunica a sus obras una perfección
admirable, por amor a su buen Dios y es el origen del más
cabal desprendimiento y aun de hacer siempre y en todo
lo mejor. (Conformidad 72)
198. Hijas mías, háganlo así, primero quitar de sí mismas los
propios deseos. Primero uno ha de quitar de sí la propia
voluntad, los propios deseos, para progresar en el camino
de la nada, emprender el camino de la nada y emprender
el camino del todo, camino en fuerza del cual comienza
uno a ingresar en el camino admirable que siguieron santa
Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, santa Magdalena de
Pazzis y tantos otros santos. Tomen la resolución firme no
sólo de no hacer lo malo, si que también de hacer lo bueno
y perfecto en todo aquello que están obligados a hacer lo
más perfecto, pero sí, por amor a Dios debemos hacerla,
esto es lo que significa el voto de hacer siempre y en todo
lo mejor y esto es lo que quiere Dios de ustedes, hijas
mías, a esto las ha llamado y quiere que seáis santas,
perfectas. Pídanle su gracia para que vayáis entrando por
este camino tan admirable. (Plática del 14 de marzo de
1906)
199. El perfecto desprendimiento de sí mismo, de las cosas
de la tierra y aun de las cosas del cielo, he aquí el grande
medio para unirse con Dios, y por tanto para estar
completamente separado del pecado. ¡Cuán heroico es el
camino del desprendimiento! Es de hecho el camino de la
unión con Dios. (Meditaciones HJ, Meditación 3ª Sobre la
vocación)

16. Aprender los versos de hacer siempre lo mejor


Hechos ya los santos votos de pobreza, castidad
y obediencia, y suficientemente instruidas por
haber hecho ya el cuarto voto, procurarán
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enterarse del voto de hacer siempre lo mejor,
aprenderán los versos que lo contienen, harán
que ellos sean con frecuencia el objeto de sus
meditaciones, principalmente en la oración de
la tarde, procurarán entenderlos poco a poco
(RHJ 2, 6)
Todas procurarán aprender los versos de hacer
siempre y en todo lo mejor, cuya explicación de
dicho voto les será entregada cuando hayan
hecho sus cuatro votos de educar a la juventud
conforme las Reglas de nuestro Instituto y
procurarán entrar en deseos de tal perfección
que poco a poco pueden hacer dicho voto
(Reglas HJ 12, 8)
A su debido tiempo, se harán cargo de los
versos que contiene la Instrucción del voto de
hacer siempre lo mejor, procurando, a ejemplo
de los más grandes santos que veneramos en
nuestros altares, no detenerse en tan celestial
camino sino hasta poder decir prácticamente lo
que está encerrado en los siguientes versos: Lo
mejor con mi alma y potencias, lo mejor con mi
cuerpo y sentidos, lo mejor de corazón y afectos
y en todos mis cosas lo mejor. (RMJ 9, 5)
Hacer suyos en el Señor los diversos estados del
prójimo, para que se verifique, en cuanto sea
posible, el: Llorad con los que lloran, alegraos
con los que se alegran (Rm 12, 15), del apóstol
san Pablo. Con la práctica así de la caridad
fraterna podemos esperar en el Señor que
poseeremos la verdadera caridad que, como
dice el mismo apóstol: Es vínculo de perfección
(Col 3, 14) y, por tanto, podemos esperar que
cuantos así la practicaren serán introducidos a
- 109

su tiempo en el celestial camino de hacer


siempre y en todo lo mejor. (RMJ 9, 7, 6º)

200. En fin, hijas mías, hechos ya los votos de pobreza,


castidad y obediencia, aprenderán los Versos de hacer
siempre y en todo lo mejor. Este voto lo harán primero por
un día, luego por una semana, luego por un mes y raras
veces por un año; y después de sus tres votos, harán el
cuarto, que es el de dedicarse a la instrucción de la
juventud. ¡Oh hijas mías!, cuánto amor deben tener a su
santa vocación, ámenla de corazón, hijas mías, y hagan por
conservarla toda especie de sacrificios. (Plática del 25 de
junio de 1877)
201. Hay mucho qué hablar, pero mucho, mucho, mucho,
cuando se trata de una tan altísima perfección. Siendo
nosotros miserables como somos, sin embargo el Señor en
su bondad y en su misericordia se ha dignado poner los
ojos en nosotros para llamarnos a una perfección tan
elevada que nos hará verdaderamente útiles en la Iglesia
de Dios. A ti, ¡oh Dios mío!, te pedimos nos concedas esta
gracia. (Plática del 26 de julio de 1877)
202. A vista de estos pasajes ya vemos que no es cosa
nueva la sencillez de corazón, que ella es en Dios como la
mayor garantía que puede dar a sus creaturas y que es en
el hombre como lo más perfecto, aun de aquel voto en
fuerza del cual uno se obliga a hacer lo mejor con el alma y
potencias, lo mejor con el cuerpo y sentidos, lo mejor con el
corazón y afectos y con toda la fuerza también lo mejor.
(Sencillez 71)
203. Así, si yo no fuera tan miserable, ahora mismo que
discurro sobre esa unión con Dios, en medio de las
ocupaciones con las criaturas, al paso que con mi memoria
recuerdo, con mi entendimiento discurro, con mi voluntad
quiero, con mi mano trabajo, con mi mano escribo, con mi
ojo veo, con mi mente todo lo dirijo, al mismo tiempo
estaría, digo, si no fuesen mis miserias, haciendo actos de
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ardentísimo amor y aun consagrándome a Dios, repitiendo
que sólo deseo hacer: Lo mejor con mi alma y potencias, lo
mejor con mi cuerpo y sentidos, lo mejor con mi corazón y
afectos y con todas mis fuerzas también lo mejor. (Sencillez
104)
204. Nosotros hemos de estar temerosos de nosotros
mismos y de nuestras mismas obras; hemos de obrar con
un cuidado más solícito; hemos de ser fidelísimos
observantes de nuestros deberes; hemos de tener un tino
inimitable de agradar a Dios; hemos de procurar hacer
siempre lo mejor y hacerlo del mejor modo que nos sea
dable, porque no es el hombre de probada virtud el que a
sí mismo se acredita, sino aquel a quien Dios acredita.
(Sencillez 95)
205. Seamos sencillos y seamos amantes de Dios y amantes
con el amor de obras, con la práctica de la ley de Dios, de
los consejos evangélicos, de todas nuestras Reglas hasta
hacer lo mejor y hacerlo siempre, y hacerlo con la mejor
perfección porque a esto conduce el: Pues por ti sufro el
insulto, y no sólo sentiremos de Dios grandes cosas, sino
también muy grandes cosas obraremos por Dios, mediante
la gracia que nos comunica nuestro padre señor san José.
(Sencillez 100)
206. ¡Oh!, ¡qué alma!, ¡qué santidad!, ¡qué virtud!, ¡qué
perfección!, alma celestial enriquecida con adornos
divinos, ¡santidad eminente que procura hacerse a diario
más y más santa!, ¡virtud indescriptible que raya en la
heroicidad! y ¡qué perfección tan sobre otra perfección
que anhela para hacer en todas las cosas lo mejor y lo más
perfecto! Esto sí que es obrar conforme el: Yo hago
siempre lo que le agrada a mi Padre, es obrar como alma
eminentemente sencilla que posee hasta el duodécimo
fruto; y es quedar armado defensiva, ofensiva y
poderosamente contra el mundo, demonio y carne.
(Sencillez 129)
- 111

17. Hacer el voto


Hacerse todavía mucho más perfectas, yendo a
Dios por el camino heroico de hacer siempre y
en todo lo mejor. (RHJ 12, 3, 7º)
Cuando tan santo desprendimiento se haya
felizmente apoderado de un Hijo de María y de
José, obtendrá por resultado el vivo deseo de su
mayor perfección; por esto, desde esta
venturosa época de su vida aspirará cada uno al
voto de hacer siempre y en todo lo mejor (RMJ
9, 3)
6°. Por medio de un acto de confianza suma en
Dios, comenzar de hecho a hacer el voto de
hacer siempre y en todo lo mejor. (RMJ 9, 6, 6º)

207. Procuremos en la santa oración pensar en esas cosas


tan importantes que hoy hemos leído; primeramente, en
esa gran perfección a que Dios nos llama; después, en esa
gran perfección, todavía mayor, a la que Dios nos llama
mediante el voto de hacer siempre y en todo lo mejor;
luego, pasemos con mucho ánimo a pensar en las grandes
virtudes que han de formar nuestro espíritu, procurando
desde luego que todos nuestros pensamientos, palabras y
obras vayan siempre acompañadas de la sencillez,
humildad y celo de la salvación de las almas para que, de
esta manera, logrando de hecho ser santos, después de
haber dado mucha gloria a Dios nuestro Señor, alcancemos
por tales medios el ir a gozar de su divina presencia por
toda una eternidad, que es lo que a todos deseo. (Plática
del 26 de julio de 1877)
208. Esto, a su debido tiempo, después de haber observado
uno ya los santos votos y la Regla y, por consiguiente,
haber avanzado muchísimo en el camino de la perfección,
resta únicamente poner una gran confianza en Dios,
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emprendiendo la práctica del gran voto: Hacer siempre y
en todo lo mejor. (Plática del 26 de julio de 1877)
209. Pues bien, ¿qué es lo que se ha quitado de las santas
Reglas? Primero, todos los pasajes escriturarios que se
decían, por decirlo así, como testimonio más de lo que
decíamos, y la Santa Sede no dejó esas cosas, no la
aprueba la Santa Sede, sólo son pasajes escriturarios y, por
consiguiente, (quítense), todo se ha quitado; también lo
que era objeto de poder llegar uno más a la perfección de
lo que puede llegar un hombre mientras esté en este
mundo, y perfección a la que pudo llegar la inmaculada
concepción de nuestros primeros padres, la santísima
Virgen María y el señor san José, es decir, el voto de hacer
en un todo lo mejor. Esto es muy santo y muy bueno y
muy perfecto, pero que no conviene a todos nosotros.
Todos tienen aquella ligereza de espíritu con la cual su fe y
aun con su amor algunos se fijan en Dios y se fijan siempre
en hacer en todo y por todo lo mejor, y en momentos
dados lo hacen. Por consiguiente, eso es propio de
hacerles un tratado especial para aquellos que se sientan
llamados a imitar más y más a la santísima Virgen María y
al señor san José, así como algunos misioneros que, llenos
de ánimo, lo imitan también. (Plática del 22 de julio de
1894)
210. Por consiguiente, dichoso aquel que al dirigirse a Dios
le pide, porque Dios es tan bueno que no se deja vencer
por nada, y esto es una cosa sublime hacer como voto.
Bueno es, pues, que cada uno se anime bien, y, en los
grandes momentos de fervor, que tome grandes
resoluciones, resoluciones generosas, resoluciones firmes,
y, como decía, y muy bien, y con mucha gracia, el padre
Rodríguez: Están todas sus miras por llegar pronto a
saciarse de aquello. Procuremos, pues, por lo menos
cumplir bien nosotros lo que nos hemos determinado y de
esta manera logremos la eterna gloria. (Plática del 26 de
junio de 1894)
- 113

211. El voto de hacer siempre y en todo lo mejor supone


mucha santidad, supone muchos años de estar trabajando
en quitar todas las imperfecciones, todos los defectos, así
como el que hace una imagen procura quitar primero todo
lo que sobra del árbol que va a labrar y sólo después
comienza a poner en él todo lo más excelente del arte, así
sucede con nosotros, hijas mías, estamos cargados de
pecados y defectos, nos subyugan las tres concupiscencias,
la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos
y la soberbia de la vida y cada una de estas tres
concupiscencias trabajan poderosamente para hacerse
dueñas de nuestro corazón. (Plática del 14 de marzo de
1906)
212. Que una cosa es pecado mortal, y esto mata el alma,
quitándole la vida de la gracia; que otra es pecado venial,
que entibia nuestra correspondencia con Dios; que otra es
una imperfección, que frecuentemente ni es falta; en
suma, que bueno y muy óptimo es hacer lo mejor, pero
que cuando no se hace no es hacer un pecado; y, en fin,
que una cosa es ser santo ya en este mundo y otra es tener
tan sólo la gracia necesaria para salvarse. (Sencillez 74)
213. Un buen josefino se ha de fijar con verdad en todas las
cosas, pero sobre todo en materia de perfección; porque
una cosa son los mandamientos de Dios, los de la Iglesia y
las obligaciones propias del estado de cada uno; del mismo
modo que otra cosa son los consejos evangélicos que nos
ha enseñado Jesucristo nuestro divino Maestro; del mismo
modo que una cosa son las santas Reglas que profesamos
mediante los votos de pobreza, castidad y obediencia; y
otra es la profesión de esas mismas Reglas y de esos
mismos votos; porque una cosa es no cometer una alma el
pecado mortal, otra es no cometer ni siquiera el venial,
otra abstenerse aun de las imperfecciones por amor de
Dios y otra, en fin, llegar en momentos dados hasta el
pináculo del divino amor, mediante el dulcísimo voto de
hacer siempre y en todo lo mejor y obrar según toda la
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perfección de este voto, y obrar así siempre y con la mayor
perfección, que fue siempre la vida de san José. (Mis
lecturas, julio 25)
214. El medio de los medios es vivir como conviene a una
Hija de María y de José, vivir como una esposa de
Jesucristo, vivir según mis santos votos, vivir con el
desprendimiento que conduce a la unión con Dios y vivir
con la perfección del voto de hacer siempre y en todo lo
mejor. ¡Tan perfecta puedo yo presentarme ante Dios!
¡Ojalá que así sea! Amén, Jesús, María y José.
(Meditaciones HJ, Meditación 2ª sobre el juicio).
215. ¡Oh, felices los misioneros humildes!, porque fundados
en el amor de la humildad, hallan en ella un tesoro infinito
de recursos para las ocasiones aun las más críticas; sienten
en sí una gracia poderosa para practicar lo bueno, lo santo
y aun lo mejor y adquieren grandes comunicaciones de
aquella amistad divina que es la bondad misma y el mismo
amor. (Humildad 32)
216. El misionero no debe contentarse con obrar ni con
hacer cosas buenas, sino que ha de procurar hacer lo
mejor por Dios, que es de ordinario lo que más cuesta a la
naturaleza. (Humildad 78)
217. ¿Qué premio estará disponiendo en favor de los
humildes cuya humildad los ha introducido a hacer lo
mejor? En la casa de mi Padre, decía Jesucristo, hay
muchas mansiones; unas, destinadas a los casados; otras,
que convienen a los célibes; otras, que serán entregadas a
los vírgenes; otras, que esperan a los sacerdotes; otras,
que se llenan de misioneros; pero hay además unos
privilegios tan escogidos, unas gracias tan sin segundas y
unas comunicaciones tan intensas que tan sólo convienen
a los que hayan hecho lo más perfecto. (Humildad 80)
218. Una cosa es ser josefino y otra cosa es ser perfecto
josefino, del mismo modo que una cosa es observar las
Reglas y otra observarlas con toda la perfección que ellas
- 115

exigen; así como una cosa es hacer lo bueno y otra hacer lo


mejor. Según este documento: El perfecto misionero
tendrá por máxima constante e inviolable el aspirar
siempre a lo mejor, cuando no estuviese absolutamente
obligado a quedar satisfecho con el simple bien. Como si
dijéramos: Será máxima suya no sólo hacer lo bueno, si
que también hacer lo mejor con el alma y potencias, y con
el cuerpo y sentidos, y con el corazón y sus afectos, y con
toda la fuerza hacerlo también. Y hacerlo del mejor modo
posible y con la mayor perfección, y no por uno o dos días
sino por mientras Dios sea Dios, y hacerlo por medio de un
voto. (Oración 107)
219. Pluguiera al cielo que supiésemos entenderlo y mejor
el practicarlo, porque en verdad, en verdad decimos,
según así nos lo parece, que contiene dicho cántico lo
mejor, lo más perfecto, lo más excelente y aun lo más
sublime de la perfección cristiana. Humillémonos, pues,
porque sólo humillándonos de corazón, algo alcanzaremos
a vislumbrar de tanta perfección y grandeza. (Oración 111)
220. Y por decirlo con la Regla: Hacerse todavía mucho más
perfectas, yendo a Dios por el camino heroico de hacer
siempre y en todo lo mejor. ¡Ved el motivo de las almas
grandes!, y motivo que apenas es conocido en el mundo.
Obrar puramente por Dios es el grande medio que nos da
el ser religioso, y nada más justo que, habiéndonos
enseñado lo que habíamos de hacer, nos promulgará el
modo perfectísimo de hacerlo. (Conformidad 11)

18. Disposiciones en la persona

a. Nada debe detenernos tratándose de Dios

221. Esta verdad es tan clara, que ciertamente no necesita


otras pruebas que haberla oído; porque, a la manera que
cuando hay la luz del sol, están por demás todas las otras
luces, así, oída esta verdad, son de sobra todas las pruebas
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que se presentan en su favor. Nada debe detenernos
tratándose de Dios, porque Dios es el Creador de todo, y
todo lo demás no son otra cosa que miserables hechuras
de sus manos; luego hacemos a Dios una injusticia cuando
lo dejamos por un respeto humano, por un maldito qué
dirán, por no sufrir un pequeño cansancio, por no
mortificarse en aquella ocasión, por no privarse de un
miserable placer, por un apetito que desea solazarse y aun
por un me parece, y un yo lo quiero. ¡Oh Dios, y cuánta es
nuestra miseria! (Humildad 111)
222. Fijémonos bien en la conducta de Abraham. Dios lo
llama, le manda salir de su país y abandonar su
parentela,45 le da una esposa estéril por muchos años y en
el único hijo suyo le funda sus promesas;46 los dos
consortes pasan de setenta años y entonces le promete
que aquel hijo ha de serlo de bendición; le promete
hacerle dueño de grandes tierras, y él se ve obligado a vivir
bajo tiendas; le dice que su descendencia será como las
estrellas del firmamento y como las arenas del mar; y
manda que le ofrezca en holocausto al hijo de las
promesas. 47 ¡Qué virtud tan sobrehumana la de Abraham!
¡Qué confianza tan completa en Dios! ¡Cómo cooperaba
contra la misma esperanza! Con razón se apellida el padre
de los creyentes. 48 Nunca se nos manda de este modo a
nosotros; jamás se nos exigen tamaños sacrificios; nunca
obedecemos con tanta carencia de luz; sin embargo, tal es
el modelo perfecto que hemos de copiar; y obrando así es
como uno en nada se detiene, tratándose de los intereses
de Dios. (Humildad 111)
223. Reflexionemos sobre la Magdalena y las otras Marías, y
hallaremos otro modelo digno de imitación. Ellas se

45
Cf. Gn 12 1-9
46
Cf. Gn 15, 1-6; 22, 1-7
47
Cf. Gn 15, 22; 22
48
Cf. Rm 4, 11
- 117

determinan honrar la memoria de su Señor según las


costumbres de su pueblo y, reunidos los aromas
necesarios, parten hacia el sepulcro. ¡Cuántos obstáculos!
Y todo lo vencen, porque se trata del servicio de Dios.
Tienen noticia que los soldados custodian el sepulcro, y sin
embargo de que son mujeres parten, y muy de mañana;
saben que una piedra muy enorme lo cubre, y con todo, no
retroceden; saben que además el sepulcro está sellado, y a
pesar de esto no huyen cobardes; adelantan, sí; se
disponen para practicar sus deberes piadosos, y su valor es
premiado, porque el Señor se lo aprueba; ven los ángeles,
conversan con ellos, son las primeras que saben la
resurrección, la anuncian a los apóstoles; y aun vieron a
Jesucristo resucitado. 49 Así premia Dios a los que son tan
fieles que nada les detiene cuando se trata de servirlo.
¡Qué! ¿Y sería ésta la conducta de un alma débil? ¿Es así
como habríamos obrado nosotros miserables? ¡Oh
vergüenza, oh confusión! No, no somos lo que debiéramos
ser, porque no somos humildes, porque confiamos en
nosotros mismos más que en Dios; por esto no llegamos a
decir con verdad: Todo lo puedo en Aquél que me conforta.
50
(Humildad 111)
224. Muchas son de hecho las cosas que nos detienen
cuando se trata de servir a Dios santa y poderosamente,
pero de un modo especial lo impiden nuestra debilidad y la
poca fe. Por esto vemos con ojos humanos lo que debiera
mirarse con las luces divinas, y por esto en vez de obrar
como los primeros santos, obran no pocos como unos
perfectos miserables. Conviene, pues, revestirse de valor y
conviene no volver atrás, cueste lo que costare, porque los
ánimos temerosos y apocados pierden mucho y serán
siempre como el trigo que nunca llega a sazón; y detenidos

49
Cf. Mt 28, 1-10
50
Flp 4, 13
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por obstáculos impertinentes acabaron con perderlo todo.
(Humildad 111)
225. Fue Jacob el tercero de los patriarcas, y vemos en él la
debilidad y la fortaleza; ya es escogido patriarca, y es la
misma debilidad; porque casi lampiño parte de su casa, se
encuentra con un tío tres veces cruelmente despiadado, lo
sirve catorce años sin ningún precio; trabaja para sí mismo
con la bendición de su Dios, y en el día señalado regresa a
su patria. 51 ¡Qué contraste tan perfecto! Era entonces
débil, y ahora es tan fuerte, que desde este punto
comenzó su vida a ser de tal modo un tejido de trabajos,
que es el patriarca de la paciencia y del sufrimiento. Y no
sólo sale vencedor de los combates que le presentan, de
dificultades, sino que también lucha a brazo partido con el
ángel, lo asegura y le promete que no ha de dejarlo hasta
que le dé su bendición. 52 Así mereció ser el padre de los
doce patriarcas, así previó el fin futuro de cada una de sus
tribus, así vio al Mesías que nacería de su linaje, y así fue
quizás el hombre más privilegiado, porque sin duda alguna
fue el más animoso. ¿Y ha sido esta nuestra conducta? ¿Es
así como hemos obrado? Cuando se trata de los intereses
de Dios, ¿somos invencibles?, ¿somos por ventura unos
miserables cobardes?, ¿damos a nuestras pasiones todo y
a Dios nada?, ¿todo para satisfacer a nuestros apetitos y a
Dios nada? Pues, ¿qué es lo que somos?, ¿dónde está
nuestro ánimo que nos reclaman los intereses de Dios? No
quiero decir que temerariamente emprendamos lo que no
debiéramos, pero sí que seamos constantes en lo que
hemos consultado, que, una vez tomada la resolución,
jamás dejemos de llevarla a cabo. (Humildad 111)
226. ¡Dichoso el religioso que en los intereses de Dios así
obrare!, porque será como aquella gente animosa para
hacerse santa que han formado las delicias de Dios y será

51
Cf. Gn 31, 36-42
52
Cf. Gn 32, 23-33
- 119

como aquellos valientes que, a trueque de vencer y


vencerse, arrebatan el reino de los cielos. (Humildad 111)
227. Si alguna de esas Reglas repugna a nuestro
entendimiento o a nuestra sensibilidad, nos esforzaremos
sin descanso por superar y vencer nuestro gusto natural.
Recordemos que, según las palabras de Cristo, el reino de
los cielos exige violencia, y sólo lo consigue quien se la
infringe a sí mismo. 53 (Humildad 111)
228. Pero, ¡ah!, ¿no obramos de una manera
diametralmente opuesta?, ¿no es la inconstancia la que
forma nuestro carácter? ¿Cómo no hemos prescindido de
nosotros mismos? ¿Cómo es que aún estamos pegados a
lo temporal? ¿Cómo es que nos hemos quedado con no
poca honrilla? ¿Cómo es que aún alimentamos tanto amor
propio? ¡Infelices de nosotros si perseveramos así, porque
al modo que el infeliz Ananías pereció,54 así perecemos
nosotros en la vida perfecta que habríamos de llevar!
(Humildad 111)
229. ¡Oh Salvador mío!, yo quiero hacerme un perfecto
santo, quiero desnudarme completamente de mí mismo,
de todo lo de la tierra y de todo lo del cielo, quiero
considerarme como lo más vil y digno de ser despreciado y
quiero confiar enteramente en Dios. ¡Oh privilegios de la
santa humildad! ¡Oh, quién fuera profundamente humilde!
(Humildad 111)
230. Con los admirables efectos que vemos en un alma
humilde ya podemos concluir bien en qué consiste su
perfección. ¡Oh, si el Señor nos concediera la gracia de que
nos animáramos! Ea, admitamos primero los deseos ya
que son los más deseables que podemos tener; y luego,
ayudados de la gracia, que nunca falta, despojémonos de
nosotros mismos y esto ha de ser el primer paso que
hemos de dar; y por tanto, de este torrente de deseos, de

53
RCM 12, 13; Mt 11, 12
54
Cf. Hch 5, 1-5
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pasiones, de apetitos y de cuanta concupiscencia se
levanta sobre nosotros mismos. (Humildad 112)

b. Generosidad y paz en el alma

5º Este voto para hacerse con fruto, supone la


generosidad de entre dos cosas buenas hacer lo
mejor, según nuestro modo de entender, y
cuando falta la luz que indica la perfección, ya
no obliga el voto. (Oración 112, 5º)
Para que, a su debido tiempo, con seguridad,
con fruto y con la paz y tranquilidad propias de
un alma que se da del todo a Dios, podamos
hacer el voto de hacer siempre y en todo mejor
(RMJ 9, 6)
No negará cosa alguna a los suaves atractivos
de las divinas exigencias del divino amor. (RMJ
9, 6, 7º)
6º Este voto supone en el alma que lo ha hecho
en un estado de verdadera paz, y desde el
momento que infundiera angustias, aflicciones
o escrúpulos, ya no obliga. (Oración 112, 6º)

231. Considera que Jesús dijo a Pedro: ¿Qué te parece,


Simón, lo que nos dicen? Los reyes de la tierra reciben el
tributo de los extraños, ¿cómo me lo piden a mí que soy el
verdadero Dios?, ¿cómo lo piden a ti que formas mi
familia? ¡Ay de nosotros, si Jesús sólo hiciere aquello a que
está obligado, porque hace años que estaríamos en el
fondo de los infiernos! Aprende de Jesús a ser generosa;
generosa en la comunidad, generosa con tus hermanas de
hábito, generosa con las niñas que educas, generosa con
los pobres que sirves, y lleva por todas partes la heroica
generosidad, para que obres lo bueno, lo perfecto, y aun lo
mejor, y obres de esta manera con toda bondad y dulzura,
- 121

y por todos los días de tu vida. (Meditaciones HJ, octubre


29)
232. I. El alma consagrada a Dios ha de considerar que la
paz y la tranquilidad de espíritu es uno de los más gloriosos
resultados de la buena confesión; porque entonces se
ahuyenta del alma el aguijón de la culpa y comienza a
entregarse al servicio de Dios. Bienaventurado es ya en
este mundo el que disfruta del glorioso privilegio de la paz;
bienaventurado, porque haciendo a un lado lo transitorio,
sólo se fija en la posesión de lo eterno; y es
bienaventurado, porque, prescindiendo de sí mismo, se fija
con gran perfección en procurar la posesión de su Dios y
Señor. Ama la paz del alma, pídela al felicísimo señor san
José que te la conceda, ya que él supo lo terrible de la
duda y de los trabajos, y ama la paz sin perder ni por un
solo instante la verdadera paz del corazón, y ama
adquirirla por medio de la fidelidad en confesarte en los
días señalados. (Mis lecturas, enero 18)
233. II. La paz verdadera no es de este mundo, ni de los
sentidos, ni de los bienes de la tierra, ni de la satisfacción
del corazón, ni del gozo que experimenta el amor propio
cuando queda saciado. La paz verdadera debe ser la paz
del alma; la verdadera tranquilidad del espíritu; la paz que
supera a todo sentido; y la paz que, aún en medio de los
pesares de la vida, llena al alma del torrente suavísimo de
la unión con Dios; ámalo en medio de los trabajos de esta
miserable vida. Confiésate, con frecuencia confiésate con
perfección y te abres naturalmente el camino para
dormirte en la gloriosa victoria de la verdadera paz del
corazón. (Mis lecturas, enero 18)
234. III. Los admirables privilegios de la paz del alma, te han
de hacer exclamar lleno del más santo alboroto: ¡Te amo,
paz deseable, porque superando todo sentido, consuelas al
entendimiento! ¡Te amo con todo mi corazón, paz
queridísima, que del cuerpo trasciendes al espíritu y,
olvidada de lo eterno, de corazón te unes a Dios! ¡Te amo
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con todo mi corazón y con toda mi alma por la cual no
pocas veces el espíritu rebosa en tantas delicias de eterna
gloria, que es ya su Dios y Señor! ¡Te amo con todo mi
corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, paz
divina, que aún en esta vida inundas al alma en el mar
inmenso del divino amor! Que el señor san José te libre de
la falta de la paz del alma, pues nadie como él sufrió los
fatales resultados de las tinieblas del espíritu, aunque sin
perder por un instante la paz verdadera que residía en esas
circunstancias en la parte más íntima de su espíritu. (Mis
lecturas, enero 18)
235. El alma consagrada a Dios que desea alcanzar la paz,
cumple siempre en todos sus diversos estados con la
mayor exactitud. Ocupada únicamente en hacer la
voluntad de Dios, nada le cuesta trabajar, los empleos más
obscuros nada tienen para ella de despreciable, antes bien
los acepta con resignación, con placer y sin murmurar,
porque se dice a sí misma: Dios es quien quiere que yo lo
haga, no murmuraré contra él, pues sabe mejor que yo lo
que me conviene; no examinaré lo que yo tal vez pudiera
hacer ni de lo que se pensarán de mí mis conocidos,
porque he dejado ya el mundo y olvidado sus máximas y
sentimientos; sólo pensaré en mi estado actual y en las
obligaciones que debo cumplir, con el fin de agradar a
Dios. Obrar de esta manera después de haberse confesado
bien, es una grande obra, es la mayor felicidad, es la
completa paz del alma y es imitar con mucha perfección a
la venerable fundadora de nuestras Hermanas Josefinas.55
Amén, Jesús, María y José. (Mis lecturas, enero 18)
236. II. Espíritu de paz es espíritu bueno, espíritu de los
siervos de Dios, espíritu de los santos canonizados y
espíritu de todos los santos que ha habido; y es, además, el
espíritu del mismo Dios; porque el buen Dios a quien
servimos es un Dios de paz y así como él tiene

55
PLACIARD, 67
- 123

eternamente la paz, así quiere también la paz para todas


sus criaturas, la paz de un modo especial para sus
servidores, y aun la quiere para todos los hombres y
mujeres, para los jóvenes y los viejos, los ricos y los pobres
de buena voluntad. Dios quiere la paz; quiere la paz para
todos; se complace en ver a sus servidores en el goce de la
paz; y él mismo al saludar a sus apóstoles y darles lo más
importante de todos los bienes, después de triunfante
resurrección, les da la paz; y junto con la paz los llena de
todos los bienes del cielo, les comunica la facultad de
perdonar los pecados y aun de decir la santa misa. ¡Ah!,
dichoso, feliz y felicísimo en gran manera el religioso que
en medio del cumplimiento de sus deberes puede hacer
una santa ostentación de poseer la paz. (Mis lecturas,
diciembre 2)
237. ¡Qué espíritu tan bueno y tan santo el espíritu de paz!,
él supone en vencimiento grande de todas las pasiones, un
grande dejo de las cosas del mundo, un desprendimiento
completo de cuanto se le presenta; él supone que en su
mente reside la divina luz, que opera según los
resplandores de la fe, que está acostumbrado a actos muy
heroicos de esperanza, y que, como hermosísimo
resplandor de exquisitos actos de virtud, su corazón nada
en la paz. (Espíritu primitivo 50)
238. ¿Qué será, pues, esta paz? Basta decir que la paz de
Dios es como un destello de la divina quietud, es la grande
dádiva que sella todos los dones de nuestros Señor: La paz
os dejo, mi paz os doy56. Concluyamos que un tan útil y
santísimo y divino espíritu es de tal suerte el nuestro, que
podemos afirmar que todas las operaciones de un
misionero, bañadas con esa paz celestial, son hijas del
primitivo espíritu. (Espíritu primitivo 50)
239. Tal es el conjunto de las operaciones del buen espíritu
para con un alma buena introducida en su corazón con

56
Jn 14, 27.
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paz: llenarla de quietud y establecerla en una verdadera
tranquilidad. Y a la manera que una gota de agua se
introduce sin rumor alguno en cuerpo esponjado, así, de
un modo semejante y sin estrépito alguno, se entra Dios
en las almas que lo aman y tanto es así que obliga a
exclamar: ¡Cuán bondadoso es Dios para los rectos de
corazón!57 (Espíritu primitivo 72)
240. De lo contrario, ¿cómo se explica esa alegría angélica,
ese vivir de antemano como una especie de dulzura de
bienaventurado, esa pasar muchos años en la paz más
completa? Todo esto no es otra cosa que efecto de la
comunicación de Dios: porque el alma que es fiel en medio
de las penas y de los trabajos no pierde la santa paz.
(Espíritu primitivo 72)

c. Grado de oración que implica

241. Si por nuestra miseria no sabemos explicar como


debiéramos ese camino de amar a Dios, esperamos que el
señor san José suplirá con su bondad algo de lo mucho que
a ellas les falta, y, por tanto, que vosotras,
aprovechándoos de los días de retiro de cada mes, y libres
del pecado mortal y purificadas por la meditación,
entraréis en la oración de jaculatorias y después de
muchos años, quizás alguna de vosotras entrará también
en la oración de la unión con Dios, comenzará a practicar
los muy preciosos Versos de la nada, y siendo fieles a la
práctica santa del desprendimiento de la tierra, y lo que es
más perfecto, aun de las del cielo, estará dispuesta para
entrar en la perfección elevadísima de practicar el voto de
hacer siempre y en todo lo mejor. (Meditaciones
especialísimas HJ, carta del 21 de abril de 1883 a Cesárea
Esparza)

57
Sl 72, 1.
- 125

242. Tan pronto, como por medio de la oración, de algún


aviso especial o por una inspiración de la gracia, conozcas
que en tus cosas, en lo que dices y en lo que piensas, en
algo te buscas a ti mismo, recházalo inmediatamente y
arroja de ti tan dañada intención, porque el buscarse uno a
sí mismo, el hacer las cosas porque uno quiere o no
hacerlas porque a uno no le place, es un mal tan grande
que ese desorden de la voluntad propia, es un robo que se
hace a Dios, es trabajar por las miserables criaturas, y es
hacer que una acción en sí buena, o por lo menos
indiferente, pase a ser mala por la voluntad propia con que
obras. ¿Vives en el Instituto? Examina por qué obras, por
qué no obras, o por qué no obras a tiempo, y toma la
resolución de imitar en esta materia al señor san José que
siempre hacía en todas las cosas lo mejor, lo más perfecto
y lo más heroico. (Mis lecturas, abril 13)
243. Considera que el feliz resultado del santo ejercicio de
la oración de jaculatorias ha de ser producir en ti el amor a
Dios, mas no solo un amor tierno y de afecto, sino
principalmente un amor eficiente, práctico y obediente, un
amor que te engendre la verdadera y sólida devoción, el
huir de toda falta voluntaria, el revestirte de las más
exquisitas y heroicas virtudes, el emprender por Jesús lo
más dificultoso para ti, lo más glorioso para Él, hasta llegar
directamente a la práctica del voto de hacer siempre y en
todo lo mejor, tal es la más sublime y la más sólida
contemplación. (Meditaciones especialísimas HJ 14)
244. ¿Cuánta es la oración que se necesita para poder
practicar la nada de la tierra, la nada del cielo y
principalmente procurar la práctica de aquello que es lo
mejor? Y, ¿cómo practicar lo dicho sin oración? Primero el
cielo tocará la tierra antes que esto se verifique; es
imposible, es sumamente imposible, es una de aquellas
imposibilidades que ni Dios mismo de providencia
ordinaria quiere realizar. Tan necesaria es la oración a un
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simple misionero y a una simple hija de María josefina.
(Oración 13)
245. Atención a Dios: Atiende a las palabras con su memoria
o con su vista, atiende a su significado con su mente y
atiende a Dios a quien ama y adora con su voluntad y con
los afectos de su corazón. Esto es lo más perfecto de la
atención, y es lo que todos hemos de procurar si queremos
que se diga de nosotros que en materia de oración es
nuestra máxima constante e inviolable, aspirar siempre a
lo mejor, supuesto que no estamos absolutamente
obligados a quedar satisfechos con el simple bien. (Oración
45)
246. La oración mental es un conjunto de gracias especiales
y un efecto de nuestra vocación, que de ella salen las
fuerzas capaces de hacernos santos y aun desear aquella
perfección que a su debido tiempo debe hacernos aspirar
a hacer siempre lo mejor. (Oración mental 49)
247. En la oración de ruegos se torna el celo como una
llama ardiente y, no contento con orar por sí mismo,
extiende sus ruegos por el bien del prójimo. ¡Oh, qué
ejercicio de tanta caridad! Con su práctica recibe el que la
tiene un nuevo lustre, un resplandor más brillante y todas
sus obras se revisten de un precio singular. ¡Oh, qué
ejercicio! ¿Quién nos diera verlo extendido en todos
nuestros hijos? ¿Por qué algunos parece que resucitan a
una nueva vida?, ¿por qué otros abandonando cierta
dejadez se animan a cumplir sus deberes?, ¿por qué éstos
se hacen más observantes?, ¿por qué aquellos tratan ya de
perfección? y ¿por qué no falta entre nosotros quienes
intentan practicar aquella constante e inviolable máxima
de aspirar siempre a lo mejor cuando no se está
absolutamente obligado a quedar satisfecho con el simple
bien? No hay otro porqué, que los efectos de esta oración.
(Oración 77)
248. Ahora, preguntamos nosotros, ¿quién puede hacer
este voto de hacer siempre lo mejor? Y, aun quitando el
- 127

voto, ¿quién puede practicar con alguna constancia la


máxima de hacer siempre lo más perfecto? No el que sólo
tiene un talento de oración, porque con la oración vocal se
le pide a Dios lo que necesitamos, no lo más perfecto; no
con la oración mental, porque es propio de ella estar
limpiando el corazón de los pecados mortales y veniales;
no con la oración de actos de virtud, porque con ella
aunque se practiquen virtudes, no hay bastante luz para
practicarlas con la perfección que nos ocupa. (Oración 107)
249. Pues ¿de qué oración será el objeto? A no dudarlo del
cuarto talento y principalmente del quinto, porque en
ellos, como hay la verdadera contemplación, hay la
suficiente luz infusa, no sólo para hacer lo bueno, sí que
también para hacer lo mejor. Todo lo cual nos da derecho
a concluir que la contemplación no es una cosa necesaria
para ser misionero, pero sí que lo es para que llegue a ser
perfecto misionero practicando la perfección de las Reglas.
Lo que decimos del misionero, lo decimos también de
nuestras Hijas de María josefinas. (Oración 107)

d. Voto que han hecho algunos santos

A su debido tiempo, se harán cargo de los


versos que contiene la Instrucción del voto de
hacer siempre lo mejor, procurando, a ejemplo
de los más grandes santos que veneramos en
nuestros altares, (RHJ 9, 5)

250. Hay en sus Constituciones o sus Reglas, un voto que es


el de hacer en todo lo mejor, pero hasta ahora ninguna de
ustedes ha hecho los votos, ni los harán hasta que Dios nos
lo inspire, cuando ya los hayan hecho, harán el voto de
hacer en todo lo mejor, a su debido tiempo como dice su
Regla. Este voto lo hicieron santa Teresa, santa Magdalena
de Pazzis, san Pablo y, en fin, lo han hecho todos los santos
más grandes y con el cual han llegado a ser santos
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perfectos. ¡Oh!, ¿quién me diera que fueran lo que deben
ser? (Plática del 14 de noviembre de 1875)
251. Éste es aquel gran voto que han hecho algunos santos,
como santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, san
Ignacio de Loyola y otros grandes santos que no se
contentaban con ser santos sino que querían ser grandes
santos, como de hecho lo fueron. Y verdaderamente este
hacer las cosas lo mejor, entraña la más eminente
santidad. He aquí, pues, el motivo de la grande perfección
de esos santos, pero por ahora contentémonos no más con
vislumbrarlos como de lejos hasta que por una gracia
especial de Dios se vaya poco a poco introduciendo en el
corazón el deseo de hacernos grandes santos, y de hecho
seremos pero muy grandes santos si observamos las
santas Reglas. (Plática del 26 de julio de 1877)
252. ¡Oh!, quién pudiera ser como santa Teresa de Jesús y
como el extático san Juan de la Cruz, que hacían siempre y
en un todo lo mejor. ¡Madre mía!, ¡queridísima Madre
mía!, haz que ponga en práctica cuanto está encerrado en
estos pensamientos: Lo mejor con el alma y potencias, lo
mejor con el cuerpo y sentidos, lo mejor de corazón y
afectos y con toda fuerza aun lo mejor. (Vida de la
inmaculada 199)
253. Seguir con fidelidad las inspiraciones de la gracia y
procurar ir adelante hasta obrar como aquellos grandes
santos que han hecho voto de hacer siempre y en todo lo
mejor. ¡Oh, qué bien lo hizo santa Teresa de Jesús!, ¡cómo
se lo premió su divino esposo! Qué mucho que
divinamente amorosa exclamará: Muero porque no muero.
Lloremos nuestra desdicha, nuestra poca perfección,
reconozcamos lo lejos que estamos de tan grande virtud,
humillémonos de nuestra miseria y saquemos de la
humillación un acto de confianza en Dios para comenzar
desde hoy mismo el camino de la nada. Amén, Jesús, María
y José. (Meditaciones HJ, Marzo, 4ª)
- 129

254. Considera que a Teresa, atravesándole un ángel su


corazón con un dardo del divino amor, quedó de un modo
especialísimo toda de Jesús. Jesús hacía los negocios de
Teresa y Teresa los de Jesús; hizo el voto de hacer siempre
y en todo lo mejor, escribió muchos libros de mística
teología que le valieron el nombre de Doctora, así como
innumerables cartas en gran manera piadosas e
instructivas. Finalmente, después de muchas penitencias,
de una prudencia celestial en el gobierno y de una
fortaleza a toda prueba, de amor más bien a Jesús que de
enfermedad, murió a los sesenta y siete años de edad.
Ilustre por sus milagros antes y después de su muerte, fue
inscrita en el catálogo de los santos por Gregorio X. Y a ti,
¿quién te canonizará? Eres sumamente feliz si ahora tus
obras te canonizan. (Meditaciones HJ, octubre 2)
255. Una Hija de María y de José debe aspirar a hacerse una
gran santa como una Teresa de Jesús, Magdalena de
Pazzis, María Magdalena y otras innumerables mujeres,
sirviéndose de los medios que le dan las santas Reglas y
particularmente por medio del voto de hacer siempre y en
todo lo mejor, y todo esto es sin tener clausura, pues su
modestia y su fervor han de causarle los efectos de la
clausura, en una palabra ha de trabajar con un santo
empeño para hacerse santa, empleando para sí misma,
todo el tiempo que le quedare libre. (Meditaciones HJ,
Meditación 3ª Sobre la vocación)
256. La obediencia ha de ser tal que, como nuestro Señor,
seamos obedientes en todo hasta la muerte y muerte de
cruz. Y nuestros últimos votos, que entrañan lo que hemos
llamado el cuarto voto, son los que comunican a nuestras
acciones la más admirable solidez. Y el voto de hacer
siempre y en todo lo mejor nos hace como los Franciscos,
los Vicentes, los Antonios y los Domingos. (Dignidad 106)
257. Si eres una alma consagrada a Dios, acuérdate de la
conducta de los mayores santos, y principalmente de santa
Teresa de Jesús, de san Juan de la Cruz, de san Ignacio de
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Loyola, de san Francisco de Sales, de san Vicente de Paúl,
de san Ligorio y de otros muchos, los cuales no se
contentaban con practicar la virtud, sino que procuraban
practicarla heroicamente, mediante el voto de hacer
siempre y en todo lo mejor. (Vida de la inmaculada 276)
258. Una gran parte de las Reglas tiene por fin nuestra
propia santidad, y es tan grande esta santidad que nos
conduce a la misma santidad sacerdotal; y en fuerza de
nuestra santa Regla hemos de llegar al mismo grado de
santidad a que llegaron santa Teresa de Jesús, san Juan de
la Cruz, san Ignacio de Loyola y san Carlos Borromeo,
porque estos santos no sólo guardaban la Ley de Dios sino
que siempre aspiraban a poseer la perfección de esa ley y
para esto se proponían hacer en todo lo mejor; a esto nos
llama Dios. (Plática del 9 de octubre de 1891)
259. Al alma, a medida que se dedica a practicar la virtud,
Dios nuestro Señor se le comunica y le abre, por decirlo
así, una que otra vez las más cercanas ventanas del cielo,
para hacerle conocer todas aquellas grandes verdades de
Dios nuestro Señor, y de ahí es que no se contenta con no
pecar sino que procura la práctica de la virtud, con tanta
perfección se dedica a esta virtud que trata siempre de
hacer en todo lo mejor. A este grado de virtud llegó san
Ignacio de Loyola cuando estableció el sublime y bien
ponderado: A la mayor gloria de Dios, no sólo para
glorificar a Dios nuestro Señor sino que estando a la mayor
honra y gloria a Dios, y para esto se había propuesto dos
cosas: la primera, a glorificar a Dios, y otra, a honrar más y
más a Dios, y entonces dejaba aquella primera y se cogía
de la segunda, y esto a pesar de las mayores dificultades
que tenía, a pesar de las grandes aflicciones, a pesar de los
grandes trabajos, a pesar de las tentaciones, a pesar de
aquella humana naturaleza; y el mismo camino siguieron
precisamente san Francisco de Sales, san Vicente de Paúl,
san Agustín, san Felipe de Jesús y santa Teresa de Jesús,
etc. (Plática del 26 de junio de 1894)
- 131

e. Tener un guía experimentado

7°. Conducido por un guía experimentado (RMJ


9, 6, 7º)
A su debido tiempo, harán dicho voto con
licencia de su confesor y de la superiora. (RHJ 2,
6)
Procurarán obrar con tal perfección, que
puedan comenzar desde luego a hacer el voto
de hacer siempre y en todo lo mejor, teniendo
cuidado de manifestar tan santos deseos, tanto
a nuestra madre Superiora como al director.
(Reglas HJ 4, 9)
Aspirará cada uno al voto de hacer siempre y en
todo lo mejor, voto que, con el dictamen de su
director y de su superior, hará por algunos días,
después por algunas semanas, rara vez por
algunos meses y casi nunca por más de un año.
(RMJ 9, 3)
4º Que tenga la persona un buen conductor que
lo entienda, y, de común acuerdo con él
(Oración 112, 4º)

260. ¡Oh felices misioneros!, porque en esta misma


humildad hallan para la práctica un director celosísimo y
discretísimo que nunca los abandona, nunca los engaña y
ni siquiera les retarda sus consejos; y no es extraño,
porque este director es el espíritu de Dios, espíritu de
inteligencia que les enseña el modo de distinguir lo cierto y
lo dudoso, lo malo, lo bueno y lo mejor; Espíritu Santo,
para santificar con su contacto cuanto hacen y dejan de
hacer; espíritu único, porque Dios y sólo Dios puede ser el
autor de todo bien; espíritu múltiple en recursos, que no
se acobarda en vista de los mayores obstáculos que hayan
de superarse; espíritu eminentemente sutil, que sabe
descubrir los engaños de Satanás; espíritu cierto, porque
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se funda en las brillantes luces de la fe y espíritu
bienhechor, porque la caridad lo dirige y lo gobierna.
(Humildad 32)
261. De ordinario guardarán esta Regla de dirección:
primero, que no cometan pecado mortal; segundo, que no
cometan pecados veniales, y que aún los cometidos por
inadvertencia o miseria sean lo menos posibles; cuarto, la
observancia de las Reglas con toda fidelidad y exactitud;
quinto, hacer las cosas, decirlas y pensarlas según el propio
espíritu del Instituto que es de sencillez, de humildad y de
celo de la salud de las almas; sexto, guardar los santos
votos con la mayor exactitud y fervor; séptimo, introducir
a su penitente por el camino del voto de hacer siempre y
en todo lo mejor como se indica en las Reglas comunes y
de los oficios. (Dignidad 58)
262. Para el desprendimiento de las cosas de la tierra y aun
de las del cielo, así como para hacer el voto de hacer
siempre y en todo lo mejor, se pondrá cada uno de
acuerdo con su director, para que con toda fidelidad entre,
a su debido tiempo, por esta vía de tanta perfección y
santidad. Obrando de esta manera cada uno de los
miembros, podemos esperar en el Señor que el Instituto
de los Misioneros Josefinos será en la Iglesia de Dios un
objeto en algún modo digno de su honor y gloria.
(Máximas, 17, 5)
263. Será el superior tan cuidadoso del progreso espiritual
de sus súbditos que, por sí mismo y por medio del director
de los novicios, procurará que todos vayan entrando por el
camino del desprendimiento, para que practiquen poco a
poco las grandes máximas de san Juan de la Cruz, de santa
Teresa de Jesús y muchos otros santos que encerramos en
los versos de la nada, y para que, concluido el séptimo año
de vocación, cada uno comience a tratar el modo de hacer
algo del voto de hacer siempre y en todo lo mejor. (Reglas
para el superior 9)
- 133

264. Hállanse frecuentemente misioneros y josefinas que


no les falta voluntad para obrar; están dispuestos a abrazar
el bien y aun lo mejor; hállanse llenos de la verdadera
devoción y aun se ven respirar ciertos ardores del purismo
amor; pero ignoran los medios de llevar a cabo su
ejecución. Este estado conviene a los principiantes durante
su noviciado, y aun después; y Dios, que todo lo hace
según su sabiduría infinita, comienza por reformar su
voluntad; los hace dependientes del director que les ha
dado el Instituto Josefino, a fin de que se vean obligados a
servirse de luces ajenas, a descubrirse bien por medio de la
comunicación interior, y con este modo de manifestarse
los hace Dios sencillos, y que anden por la senda de la
humildad. (Espíritu primitivo 70)
265. Tal era el estado de N.... (Vilaseca?) que siendo aún
novicio quería consagrarse a Dios con el voto de hacer
siempre y en todo lo mejor; lo deseaba, lo quería; pero por
no saber el modo de hacerlo se veía obligado a estar
pendiente de su Director, y así obraba perfectamente bien.
(Espíritu primitivo 70)
266. Hemos de pedir a Dios ese doble don: el de conocer
bien las cosas, para que ansiemos siempre hacia lo más
perfecto; y el de ejecutar lo mismo que conocemos.
(Espíritu primitivo 70)

f. Tiempo del voto

Advertiremos que primero podrán hacerlo por


un día, después, de comunión en comunión, de
semana en semana, por un mes, y raras veces
por un año. (RHJ 2, 6)
Voto que, … hará por algunos días, después por
algunas semanas, rara vez por algunos meses y
casi nunca por más de un año. (RMJ 9, 3)
Hacer el voto por un día, por ocho, por un mes,
por un año, etc., según la persona que lo hace
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infundiera más o menos confianza. (Oración
112, 4º)
- 135

6. O BJETO DEL VOTO

19. Centralidad de Jesús

20. Imitar a Jesús, María y José


Este voto tiene por objeto imitar en algún modo
la perfectísima conducta de José, la de María y
aun la de Jesús, en cuanto lo permita la miseria
humana (RMJ 9, 4)

267. Considera a Jesús obedeciendo a sí mismo y considera


a la sagrada humildad de Jesús no teniendo otra cosa que
el acto divino de obedecer, porque en Jesús el hombre es
Dios, y Dios es el hombre. Considera a José obedeciendo
en un todo a sí mismo, porque concebido con toda la
gracia que es propia de padre de Jesús, todo estaba en él
tan unido con la gracia que formaba una sola cosa, y esta
misma unión en sí mismo era más y más fija y era más y
más absoluta por la continuada presencia de Jesús y de
María; y sus actos todos eran el acto más completo de
conformidad con la voluntad de Dios. Y nosotros, ¿qué
somos? Oremos para que abatamos de una vez todo lo
que tienen relación con el mundo, demonio y carne y
comencemos a obrar de la manera más perfecta conforme
los santos votos de pobreza, castidad y obediencia. ¡Ojalá
que supiéramos hacer siempre y en todo lo mejor!
(Instrucciones ascéticas sobre san José, 6 de junio)
268. Considera cuán distintos son los juicios de Dios de los
de los hombres. Jesús escoge para sí lo peor, y José, no
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obstante de que discurre en sus venas la sangre de cien
reyes, y hace siempre lo mejor para Jesús y María, con
todo, necesita de la más perfecta paciencia, porque
después de sus trabajos y dolores, sólo alcanza lo peor.
¡Oh, cuánta es la misericordia de Dios! ¡Cuán distintos los
juicios de Dios de los de los hombres! Anímate, alma mía,
anímate como verdadera alma consagrada a Dios,
anímate, a fuer de verdadera josefina, y bien animada
establece en tu corazón la paciencia, trabaja de tu parte lo
más que puedas como si Dios nada hubiese de hacer en tu
favor y después de tanta perfección en el obrar haz el acto
de heroica obediencia del santo Job exclamando: El Señor
me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del
Señor. (Instrucciones ascéticas sobre san José, 7 de junio)
269. Considera que, como nos refiere san Marcos, habiendo
visto nuestro Señor a muchas turbas que lo seguían y no
tenían que comer, dijo a sus discípulos: Me compadezco de
esas turbas. Admira tanta bondad de Jesús en atraerlas
hacia él; en atraer tanta multitud, en atraerla con tantos
deseos de aprender las cosas del cielo, en atraerla de
modo que se olvidaba de satisfacer las necesidades
corporales y en atraerla haciendo que lo siguieran sin
murmurar y con toda paciencia, no obstante de que no
tenían qué comer. ¿Cuándo seguirás tú del todo a Jesús?
¿Cuándo lo seguirás de modo que lo imites en la práctica
de la virtud? Ama a Jesús, y este amor santo lo hará todo,
si te dispusieras a hacer lo mejor con tu alma y con todas
tus potencias. (Meditaciones HJ, domingo 6º pentecostés)
270. Considera que Jesús lleno de compasión para con las
turbas, dijo a sus apóstoles: si los envío en ayunas, tengo
miedo de que desfallezcan por el camino. ¡Cuánta es la
solicitud de Jesús para contigo! ¡Cómo desde el cielo te
está cuidando de la manera que si fueras niña de sus ojos!
¡Cómo te vigila, te guarda y te protege con una providencia
especialísima! ¡Cómo ha puesto a tus superiores para que
como representantes de él te dirijan en un todo! Confía en
- 137

Dios, espera en su providencia, déjate dirigir de su amor y


resuelve el jamás, jamás separarte de Jesús y unirte con él,
de modo que hagas lo mejor con el cuerpo y tus sentidos.
(Meditaciones HJ, domingo 6º pentecostés)
271. Considera que nuestro buen Jesús, movido a
compasión, se acercó a la madre del difunto, y
consolándola le dijo: No llores. Tal es Jesús, tal es Jesús
principalmente a favor de las que, dejado el mundo, se le
han consagrado. ¿Por qué estás triste? ¿Por qué la tristeza
te arranca gemidos? ¿Por qué tras los gemidos vienen
gruesas lágrimas que ruedan por tus mejillas? Es porque
lloras perdido lo que amabas poseyéndolo. En adelante
sea Jesús el único objeto de tu corazón, y ámalo porque él
te ama infinitamente más que tú, y ámalo porque es
eterno, y no puedes perderlo; y ámalo de modo que no
solo hagas lo bueno, sino que hagas por él lo mejor y lo
más perfecto. (Meditaciones HJ, domingo 15º pentecostés)
272. ¿Y por qué José y María nunca cayeron en la más leve
imperfección y aun hicieron siempre lo mejor, lo más
perfecto y con la perfección más semejante a la perfección
de las operaciones de Jesús? Porque fueron humildísimos.
(Humildad 14)
273. Considera que sacarás muchos bienes de María y de
José, si sabes decirles de corazón: Amadísimos padres
míos, mis protectores y mis modelos, colocad en mi
corazón una gracia eficaz, pero que obre tan
poderosamente sobre mí misma, que me impida el pecado
mortal, que aparte de mí los pecados veniales voluntarios,
las transgresiones a sabiendas de las Reglas y, que obre tan
eficazmente, que sea de vosotros la copia exacta de tanta
virtud. ¡Oh!, si desde hoy siguiera el camino de la nada;
¡oh!, si hiciera y cumpliese el voto de hacer siempre y en
todo lo mejor. Sí, que así sea por siempre, para siempre y
por la infinita infinidad de los siglos de los siglos. Amén,
Jesús, María y José (Meditaciones especialísimas HJ 26)
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274. ¡Oh María!, no permitas que me separe de ti ni por un
momento, haz que yo ame a tu Hijo, haz que de corazón lo
ame; que le manifieste mi amor con nuevos progresos en
la virtud, haz que llegue a consagrarme a él con los santos
votos de pobreza, castidad y obediencia y haz que los
cumpla de modo que haga siempre y en un todo lo mejor.
(Vida de la inmaculada 199)
275. Ve en María a la prodigiosa criatura que experimentó
lo sumo del gozo así como lo sumo del dolor; y debes
persuadirte que si su vida fue la más apacible y llena de
calma, fue al mismo tiempo la más combatida; y vida de
martirio y padecimientos sin comparación. ¡Santa Madre
de Dios! ¡Madre del dolor y de la aflicción! ¡Madre mía
dolorosísima!, sé testigo de mi resolución, nunca, nunca
jamás, dejar de ser hijo tuyo; yo quiero estar sin pecado,
quiero vivir en gracia, quiero hacer lo mejor, quiero
padecer dolores y penas, y te suplico que coloques en mi
corazón una gotita de la inmensidad de tus angustias.
(Vida de la inmaculada 246)
276. María tuvo la fortaleza en perfectísimo grado,
insistiendo perseverante en las cosas fuertes, y coronando
divinamente todas las cosas que hizo. Su fortaleza hizo que
perseverara en lo bueno y en lo más perfecto hasta el fin,
sin tener su voluntad en algún modo mudable, ni siquiera
por una sola vez; y sin que ni por un instante hubiese
dejado de ser continuo su ejercicio en hacer siempre y en
todo lo mejor y lo más perfecto. (Vida de la inmaculada
286)
277. La vida de María santísima es absolutamente distinta
de la de los santos; porque estos, aun los más
privilegiados, tuvieron su asiento en el pecado, no fueron
predestinados ante toda criatura, ni fueron llenos de gracia
ni siquiera una vez, ni tuvieron consigo al Señor, ni fueron
los benditos entre todos los demás; porque todo esto es
un privilegio de la Madre de Dios, con cuya
correspondencia no sólo hacía en todas las cosas y en
- 139

todas ocasiones lo bueno, lo santo y lo perfecto, sino que,


siempre y bajo todos los puntos de vista, hacía lo mejor, y
lo hacía siempre según toda la gracia recibida; y lo hacía de
modo, que así como en cada momento de su vida
aumentaba su gracia y aun la multiplicaba, así también en
cada momento de su vida todos sus pensamientos, sus
palabras y sus obras, cuanto hacía y cuanto dejaba de
hacer, lo que obraba en la vigilia y cuanto obraba en el
sueño, todo, absolutamente todo, bajo todos los puntos
de vista, era siempre lo mejor, lo más perfecto, lo más
santo y aun lo más adecuado a las operaciones divinas del
Hijo de Dios. (Vida de la inmaculada 295)
278. San José amó a Dios de una manera superior a todos
los demás santos y aun superior a todos los ángeles del
cielo; y él mismo amó más a Dios que todas las criaturas
juntas, y esto ya desde el primer acto de su concepción
inmaculada. Él desde el primer momento tuvo el uso de la
razón, y ésta se halló ilustrada con tantas gracias y luces
divinas, que de un modo el más semejante a su divina
esposa siempre hizo en todo lo mejor, y lo hizo de la
manera más completa y más absoluta y más perfecta;
porque en todos sus actos ni hubo, ni pudo haber la más
insignificante imperfección; por esto su primer acto tuvo
toda la perfección de padre de Dios; y así continuó y así
siguió todos los días de su vida, multiplicando sus
merecimientos, según la medida de sus gracias; y si María
a pesar de su fidelidad jamás fue igual a Jesús, sino solo su
semejante, así José jamás fue igual a María, sino tan solo
su semejante. (Mis lecturas, agosto 26)
279. San José debió de tal modo ser confirmado en gracia,
que nunca pecó mortalmente, nunca pecó venialmente,
nunca manchó su santísima alma con la mínima
imperfección y siempre y por siempre obró en la práctica
no sólo lo bueno, sino lo mejor. Y así debió obrar en todos
los días de su vida, y en todas sus obras, deseos y actos
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tanto de la mente como del cuerpo y del alma (Oficio
josefino 384)
280. María y José fueron de tal manera confirmados en
gracia para que fueran impecables, para que nunca
pudieran pecar y siempre y en todos los días de su vida
obraran no sólo lo bueno, sino lo mejor. (Oficio josefino
390)
281. San José estuvo siempre sin ninguna mancha de
pecado, aún de la más insignificante; que hizo todas las
cosas bien; que fue impecable por gracia y privilegio; que
obró siempre lo mejor y lo más heroico y que todo lo hizo
del modo más semejante a la manera con que obraba la
santísima Virgen su divina esposa (Oficio josefino 180)

21. La santidad
7º El objeto de este voto es perfeccionarnos en
este mundo con la mayor perfección posible,
yendo siempre adelante sin volver atrás, de un
modo semejante a Jesucristo que tan sólo hacía
siempre lo que gustaba a su eterno Padre.
(Oración 112, 7º)
Procurarán también con toda solicitud, después
de algún tiempo de hechos los cuatro votos del
Instituto, trabajar para hacerse más perfectas
(RHJ 1, 5)
7. Hacerse todavía mucho más perfectas, yendo
a Dios por el camino heroico de hacer siempre y
en todo lo mejor. La que practicare estos actos
de conformidad con la voluntad de Dios será,
según su espíritu, una hija verdadera de María
del señor san José, pues podrá decir
prácticamente: Yo siempre hago como Jesús, lo
que place a mis divinos padres María y José.
(Reglas HJ 12, 3)
- 141

Divino, seguro y corto camino que conduce al


alma al cumplimiento de hacer siempre y en
todo lo mejor, y que es el cumplimiento de la
magnífica sentencia de san Pablo que dice:
Aspirad a los carismas superiores (1Co 12, 31)
(RMJ 6, 7º)

282. Sí, san Pablo nos exhorta de una manera muy especial
a esa perfección tan grande, tan elevada, porque, por
mucho que andemos en el camino de la virtud, siempre,
siempre muchísimo más es lo que nos resta. Pues nada
más justo que desde el principio entreveamos, por decirlo
así, el gran camino, la gran perfección a la que nos llama
Dios nuestro Señor. (Plática del 26 de julio de 1877)
283. En cierto modo dirán ustedes que todavía no nos toca
esto, pero sí nos tocará, a medida que vayamos entrando
más y más en la santa vocación, porque como ustedes
verán, y esto a su debido tiempo, cómo en este capítulo
está empeñada la perfección de una santa Teresa de Jesús
y un san Juan de la Cruz quienes decían: Si queremos ser
útiles a la Iglesia de Dios tenemos la necesidad de
hacernos santos; todo lo demás es vanidad de vanidades,
todo es vanidad (Ecles 1, 2) (Plática del 26 de julio de 1877)
284. Algunas veces me ha llamado la atención por qué
santa Teresa de Jesús, una miserable mujer sin intereses,
llegó a la perfección que llegó e hizo unas obras tan
extraordinarias como hizo. Y todo, ¿por qué? Porque fue
una gran santa, fue una de aquellas santas de primer
orden, lo mismo que san Juan de la Cruz, quienes,
iluminados y notablemente ayudados por la gracia del
Espíritu Santo, llevaron a cabo tan grandes y tan
eminentes obras. Pues, de un modo semejante, debemos
obrar nosotros como Misioneros Josefinos a su debido
tiempo. (Plática del 26 de julio de 1877)
285. A un josefino que cumple con sus Reglas, que vive
según el espíritu propio de su vocación, que guarda los
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votos de pobreza, castidad y obediencia, que procura
entrar en deseos de mayor perfección, que de vez en
cuando se fija en el voto de hacer siempre y en todo lo
mejor, naturalmente el mundo no le gusta, se cansa de él,
y tanto es lo que le fastidia, que procura pensar en el cielo
y trabaja de corazón y de alma para entrar en grandes
deseos de ir al cielo. ¡Oh!, ¡cuánta es la felicidad de los
buenos josefinos!, ¡cuán felices son todos y cada uno de
sus días!, ¡qué contento en su espíritu, qué satisfacción en
su alma! Cómo introducen en la práctica un no sé qué de
vida tan celestial, que, como si no fueran del mundo, sólo
aspiran a Dios. (Mis lecturas, agosto 4)
286. Considera que, habiendo cesado Jesús de hablar a las
turbas, le dijo a Simón: Sube más arriba, ¡Ah!, ¡cuánto te
ama Jesús!, ¡qué bien que se conoce que te tiene en el
Instituto de su amantísimo padre José!, ¡cómo se ve que
quiere que te dediques en llevar a cabo tan santas obras!
Sube más arriba, te dice, hazte más perfecta, sepárate de
los pensamientos terrenos, huye de las vanidades de este
siglo, huye de los viles placeres de la carne y sigue
adelante en tu vocación, adelante en la observancia,
adelante en los santos votos y adelante hasta obrar solo
por Jesús, y obrar por Jesús siempre y en toda ocasión lo
mejor. (Meditaciones HJ, domingo 4º pentecostés)
287. Considera que Jesucristo acabó de expresar su
intención, diciendo así: Sed perfectos vosotros, como mi
padre celestial es perfecto. Dios es de tal suerte perfecto
que hay en Él toda perfección, de suerte que no se
encuentra en Él imperfección alguna; por consiguiente,
trabajando en el Instituto, para quitar tus imperfecciones,
trabajas en hacerte perfecta. Ama a Jesús, en quien existe
esencialmente toda perfección, ama a Dios de modo que
no peques, ama a Dios, de manera que no le disgustes con
tus tibiezas, ama a Dios haciendo lo que debes con
perfección, y ámalo tanto, que en cuanto hagas, digas y
pienses, solo intentes agradar a Jesús, y agradarlo
- 143

haciendo lo mejor de corazón y con todos sus afectos.


¡Oh!, cuán dichosa fueras, si como santa Teresa de Jesús
pudieses hacer un día tan santo voto. (Meditaciones HJ,
domingo 5º pentecostés)
288. La sencillez aún tiene otra cosa: es el todo de las demás
virtudes; y así podemos decir que la humildad recibe de la
sencillez su principio, su continuación y su fin; y aun lo más
perfecto de la más profunda humildad, no es otra cosa que
un rasgo de la divina sencillez; y lo es también de la
mortificación, de la mansedumbre y del celo. Concluyamos
que la santa simplicidad no sólo es el todo y lo más
perfecto y excelente y meritorio de la fe, de la esperanza y
de la caridad, sino también lo es de la humildad,
mansedumbre, mortificación y celo y no lo extrañemos,
porque la sencillez en sí misma está con Dios, y la sencillez
en la criatura es por medio de sus operaciones lo más
perfecto y aun lo mejor. (Sencillez 34)
289. Por la sencillez de corazón se significa el modo más
perfecto de obrar, que es hacer uno sus operaciones según
el modo como obró nuestro Señor, como lo vemos en el
apóstol que, escribiendo a los efesios, les decía: Obedeced
a vuestros amos de este mundo con respeto y temor, con
sencillez de corazón, como a Cristo, no por ser vistos, como
quien busca agradar a los hombres, sino como esclavos de
Cristo que cumplen de corazón la voluntad de Dios.
(Sencillez 71)
290. La humildad de las Reglas, dignísimamente sabia, supo
expresar los sentimientos de nuestra humildad que hemos
de practicar; y al paso que indican nuestro fin y nuestro
deber primordial, desprende también cierto temor de la
pequeñez que es propia a una cosa que comienza; sin
embargo, nos funda en la gracia que ha de ser nuestro
motor queriendo que, como Pablo, digamos también: Todo
lo puedo en aquel que me conforta; nos funda en las
propias fuerzas que van siempre en aumento en un alma
verdaderamente humilde; y aun nos anuncia, con toda la
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fuerza de su significación, que en el camino de la santidad
nunca podemos decir: basta, porque tenemos por
fundamento tender de tal suerte a la mayor perfección,
que somos llamados a hacer el voto de hacer lo mejor
fundados en: El justo, justifíquese más y más. (Dignidad 12)
291. Todos conocemos que una cosa es la santidad de un
misionero, que consiste en la observancia fiel y exacta de
la Regla, y otra cosa es la perfección de esta misma
santidad, que consiste no sólo en hacer lo bueno, sino en
hacer lo mejor, en hacerlo siempre, en hacerlo en todas las
cosas y obrando todo por medio del santo voto de hacer
siempre y en todo lo mejor y lo más perfecto, divino voto
que nos ha enseñado la santa Regla y que con su grande
espíritu exhortó a hacerlo a todos sus hijos de alma grande
y espíritu generoso. (Dignidad 63)
292. Ahora preguntamos, ¿qué será un misionero así pobre,
casto y obediente hasta el fin de sus días?, ¿qué será
entregado al servicio de Dios haciendo en todo y por todo
lo mejor? A no dudarlo que será un santo. Démonos, pues,
a Dios, por medio de su práctica, y tomemos los santos
votos como grandes medios que nos da la Regla para que
lleguemos a la santidad que con tanta verdad y solemnidad
profesamos. (Dignidad 106)
293. Este retiro -para que tanto los Misioneros como las
josefinas puedan entrar en una posesión más abundante y
perfecta del primitivo espíritu- deseamos que no sea un
consejo, sino un verdadero precepto que creemos
debemos adoptar todos para extendernos en la práctica de
las virtudes y sencillos, humildes y celosos de las almas, y
especialmente de la nuestra, para que procuremos entrar
por el camino del verdadero desprendimiento y del voto
de hacer siempre y en todo lo mejor. (Espíritu primitivo 86)
294. Pues ésta es la perfección propia de un misionero y de
una josefina, y es la que se deriva de nuestras Reglas del
mismo modo que el agua brota de su manantial. Esta
verdad nos hace dirigirnos a todos nuestros hijos
- 145

presentes y futuros y decirles: Si alguno hay entre vosotros


que sienta en sí este deseo, ¡enhorabuena!, abra su
corazón a este noble sentimiento y tienda siempre a lo alto
y a lo sublime de la perfección. (Oración 107)
295. Si alguno hay entre nosotros que sienta el deseo de
hacer siempre lo más perfecto, enhorabuena, hermano,
abrid vuestro corazón a esta inspiración divina y a este
noble movimiento que tiende siempre a lo más alto y a lo
más sublime. (Humildad 79)
296. Los misioneros que no cumplen con la perfección de la
Regla, los cuales no tienen la alegría divina y tienen la
tristeza que corresponde al número de sus infidelidades.
Podrán hacer lo necesario para la salvación, es verdad,
pero jamás llegarán a la santidad a que son llamados; irán
al cielo, pero no serán perfectos. (Humildad 80)
297. El santo Evangelio nos atestigua que la tristeza es
como la recompensa de los imperfectos, en aquel joven
que dijo: Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida
eterna? Guarda los mandamientos. Feliz joven que nadaba
de gozo porque los guardaba. Mas he ahí que el Señor lo
llama a una vida más perfecta: Si quieres ser perfecto,
anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás
un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme. Nota el
evangelista que no quiso seguirlo, ni vender lo que tenía,
ni darlo a los pobres, ni ser perfecto, y que
inmediatamente se puso triste (Humildad 80)
298. Así somos los misioneros, somos unas estatuas, no
fabricadas de plata ni de oro, sino que deben componerse
de las bellas creaturas de la gracia y de la libertad; los
moldes son los santos, puestos a nuestra imitación, y
principalmente Jesucristo y su divina Madre; y los
instrumentos son todas las Reglas y los Superiores que
tienen a su cargo el fabricarnos (Humildad 81).
299. Dios quiere que adelantemos, de modo que nos
hagamos más santos; y san Pablo en el mismo sentido nos
manda: Aspirad a los mejores carismas. No se contenta
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con que practiquemos lo indiferente, sino que quiere que
hagamos lo bueno; no le basta el que hagamos lo bueno,
sino que espera de nosotros lo mejor y lo más perfecto, de
modo que todo lo hagamos con la mayor perfección de
que somos capaces y esto para siempre. (Humildad 120)
300. Un platero, primeramente se forma la idea de la
imagen del santo que quiere hacer, luego consigue la plata
que necesita para dicho fin, inmediatamente procura los
moldes en que debe vaciarlo, después arRegla todos sus
instrumentos, y cuando ya todo lo tiene arReglado, destina
un día para la fundición. Lo funde de hecho, déjalo enfriar,
y, bien pronto, con cincel en mano, comienza su mayor
trabajo. Admiremos su paciencia e industria, cómo se
cerciora si le ha salido alguna parte falsa, cómo va sacando
el lodo que se le ha quedado, cómo recorre con el cincel
cada una de sus partes, cómo abulta cada uno de sus
perfiles, cómo le da todo el brillo que exige su obra, hasta
que por fin queda perfecta. (Humildad 81)
301. Pero, ¿en qué consiste la perfección? En esto cada uno
piensa a su modo y no están conformes todos los autores.
(Plática del 26 de octubre de 1888)
302. Unos dicen que la perfección consiste en la
conformidad con la voluntad de Dios, y se fundan en las
palabras del mismo Jesucristo que dice: Yo hago siempre lo
que es el agrado de mi Padre (Jn 8, 29), y dicen que será
perfecto aquel que en todo está conforme con la voluntad
de Dios; conformémonos, pues es necesario que la
conformidad esté en nuestro corazón, y que todo lo que
hagamos, lo hagamos porque así es la voluntad de Dios.
San Alfonso María de Ligorio, doctor ascético por
antonomasia, dice que el enfermo al morir no puede tener
preparación más feliz y meritoria que la conformidad en
todo con la voluntad de Dios. (Plática del 26 de octubre de
1888)
303. Otros ponen la perfección en la sencillez, fundados en
las palabras de Jesucristo que dice: Sed sencillos como la
- 147

paloma y prudentes como la serpiente (Mt 10, 16). De


manera, hijos míos, que será perfecto aquel que sea
sencillo en sus costumbres, sencillo en sus palabras,
sencillo en sus obras, sencillo en sus pensamientos y
sencillo en todas sus operaciones de la vida; seamos, pues,
sencillos y seremos perfectos. (Plática del 26 de octubre de
1888)
304. Otros hacen consistir la perfección en la humildad. Y
todos dan sus razones más o menos, pero aunque todos
discrepen en cuanto a las palabras, sin embargo, todos
convienen en cuanto a la sustancia de la perfección.
(Plática del 26 de octubre de 1888)
305. Y así hemos de decir con muchos doctores ascéticos
que la perfección consiste en la caridad, y por eso san
Pablo dice: la mayor de todas las virtudes es la caridad
(1Co 13, 13), pues en ella está basada la caridad para con
Dios y para con el prójimo. Démonos, pues, a Dios, hijos
míos, démonos a Dios de corazón, y fijémonos bien que
nuestra perfección consiste en la caridad o amor de Dios y
por lo mismo en la caridad o amor del prójimo, pues quien
ama a Dios ama a su prójimo por amor de Dios; y el que
ama a su prójimo también se ama a sí mismo, de manera
que aquél que tenga mayor caridad, ese será el más santo,
ese será el más perfecto y ese será el que se salvará, y aun
más, el que será mayor en el reino de los cielos. Y, ¿saben
por qué? Porque una virtud no puede adquirirse
independientemente de las demás; de manera, que la
conformidad, la sencillez y la humildad, es necesario que
vayan unidas a la caridad y ésta, a su vez, a las demás
virtudes, pues es imposible que tengamos, por una parte,
virtudes en un grado heroico, y por otra, estemos llenos de
defectos. Fijémonos, pues, en las palabras de san Pablo y
repitámoslas siempre. (Plática del 26 de octubre de 1888)
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22. Voto del amor
Este voto no obliga bajo pecado, por ser el voto
del amor. (RHJ 2, 6)
Voto que de sí mismo no obliga ni siquiera a
pecado venial por ser, por antonomasia, el voto
del amor. (Reglas HJ 11, 5)
Si por una parte no queremos que obligue bajo
ninguna especie de pecado, sin embargo,
queremos que todas las Hijas de María del
Señor San José, se sirvan de él para crecer en el
amor de Dios, porque dicho voto puede con
razón llamarse el voto del amor. (Reglas HJ 12,
8)
Este voto… como es principalmente el voto del
amor, que no se puede ordenar, no es nuestro
ánimo que obligue ni siquiera bajo pecado
venial, sino como una falta de correspondencia
a los divinos atractivos del purísimo amor de
Dios y de la Sagrada Familia. (RMJ 9, 4)
8º Este voto no obliga bajo pecado mortal ni
bajo pecado venial, pero quebrantarlo siempre
es una imperfección, así como su cumplimiento
es en gran manera grato a Dios nuestro Señor.
(Oración 112, 8º)

306. Pues lo mismo sucederá entre nosotros con el voto de


hacer siempre y en todo lo mejor. Lo hemos de hacer no
con el objeto de aumentar pecados, sino de hacernos
santos; y como por otra parte nuestra miseria es muy
grande, por tal razón este voto no nos obligará como
pecado, sino como una falta de perfección, no más. Pero
siempre, cuando se trata de unas personas como nosotros,
que deseamos de veras consagrarnos al servicio divino,
hemos de sentir muchísimo el faltar a este voto, ya no
porque deje de obligar bajo pecado, sino porque en verdad
- 149

desagradaríamos mucho a Dios que con tanta fineza nos


está bendiciendo. (Plática del 26 de julio de 1877)
307. ¿Amas a Dios con todo tu corazón? ¿Amas a Dios con
toda tu alma? ¿Amas a Dios con todas tus fuerzas? Ama a
Dios con toda tu memoria, entendimiento y voluntad. Ama
a Dios de suerte que hagas siempre y en todo lo mejor.
(Método y Regla de vida, octubre 25-29)
308. Hacer siempre lo mejor no es un precepto, sino un
consejo; no es una obligación sin cuyo cumplimiento no
podamos ir al cielo, es, al contrario, de muy pocos; pero es
de los santos, entre los cuales tomaron algunos tan a
pecho esta perfección que hicieron voto de ella. (Humildad
79)
309. Acordémonos que así lo aconseja la Regla y así nos lo
exige la promesa que hicimos al Señor; acordémonos que
muchos misioneros lo hicieron, que nuestro santo padre lo
cumplió y que ésta es la voluntad de Dios, porque quiere
que digamos: Yo hago siempre lo que es del agrado de mi
Padre. (Humildad 79)
310. Salvador mío, tanta es mi miseria, que no puedo
amarte como quiero y ni siquiera sé el modo de ejecutarlo.
Pero dame en este momento tu gracia, derrámala sobre mí
de un modo eficaz y poderoso y haz que de corazón y de
alma, de potencias y sentidos y con todas las fuerzas de
que soy capaz te diga: Para amarte, y sólo por puro amor,
quiero en adelante y desde este momento hacer lo mejor
con mi alma y potencias, con mi cuerpo y sentidos, con mi
corazón y afectos, y con todas mis fuerzas quiero hacer lo
mejor. (Humildad 118)
311. Un misionero que hubiere hecho el voto que enseñan
las Reglas de hacer siempre y en todo lo mejor, todas las
veces que quebranta una Regla cualquiera que sea, hace
una falta contra el voto, y sólo excusa de pecado la
necesidad, la caridad, la piedad y la inadvertencia.
(Observancia 58)
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312. Este voto que no obligará bajo pecado ni siquiera
venial, por ser por antonomasia el voto del divino amor,
tanto por sí mismo, como por medio del director de los
novicios observará de ordinario las Reglas siguientes: 1ª A
nadie se permitirá hacerlo sino después de concluidos los
siete años de vocación. 2ª No permitirá hacerlo, sino a los
muy observantes. 3ª Primero lo harán por un día,
haciéndolo en la oración o después de la sagrada
comunión; después lo harán por ocho días; luego por un
mes; a los muy observantes medio año; y casi nunca lo
permitirá hacer por más de un año. Para que tenga alguna
luz tanto sobre el perfecto desprendimiento, como sobre
el voto de hacer siempre y en todo lo mejor, procurará
entender los siguientes versos y sobre todo procurará
entenderlos prácticamente para que de este modo pueda
enseñarlos a los demás con la debida utilidad. (Reglas para
el superior 9)
- 151

7. L A M ADRE C ESARITA RECORRIÓ EST E


ITINERARIO ESPIRITUA L

23. Emprende el camino de las nadas


313. Hace muchos días que deseo hacer una conferencia
sobre el árbol seco, contarle otra sobre la vida interior, que
la conozcamos para amarla, este conocimiento servirá
para poner en práctica los versos de la nada, el verdadero
camino de la unión con Dios (a lo que yo no llegaré), ya
pedí la licencia a nuestro buen Director [P. Domingo Ortiz
de la Congregación de la Misión], creo que no podrá ahora
hacernos esa caridad porque está muy ocupado con los
exámenes de los niños. (Carta de Cesárea Esparza a José
María Vilaseca, 12 de julio de 1874)
314. Con la gracia de Dios guardaré el silencio de que usted
me habla, estoy meditando los versos de la nada y viendo
lo distante que estoy del camino a que conduce. (Carta de
Cesárea Esparza a José María Vilaseca, 2 de junio de 1875)
315. Mucho consuelo tengo con sus oraciones y sus
consejos, apenas comienza la paz a asomarse, ya le ofrecí a
mi Santo padre abrazarme de la cruz que me tiene
preparada, porque esto no tiene remedio. Ruegue usted a
Dios que sea un medio para que yo entre en el camino de
la nada. (Carta de Cesárea Esparza a José María Vilaseca,
20 de marzo de 1877)
316. Mucho encargué que a las Hijas de José que se
recibieran se les dieran sus dos medallas, los versos de la
nada, las comuniones espirituales y una estampa, a Rosalía
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le expliqué dónde estaban, deseo saber si se los dieron.
(Carta de Cesárea Esparza a José María Vilaseca, 20 de
marzo de 1877)
317. Mi amargura es amarguísima, puedo asegurar que vivo
en esta aflicción solo porque Dios me sostiene, pues bien
preveo todo lo que va a pasar, no porque yo crea que yo
sostengo esa obra, no, padre mío, yo considero que soy
destructora, que sierva soy sin provecho, usted bien sabe
que nada fui, nada soy, nada valgo, nada puedo, nada
bueno tengo en mí, en todo me hallo vacía y camino
siempre a la nada. (Carta de Cesárea Esparza a José María
Vilaseca, 10 de junio de 1877)
318. Me dice usted que Dios me quiere gran santa, juzgo
muy difícil serlo, a ver qué hacen Jesús, María y José con su
criminal hija. Hace días tengo el deseo de emprender el
camino de la nada, pero me da vergüenza, me parece que
en mi falta de virtud es soberbia querer entrar en un
camino tan perfecto; algunos días me he ocupado de
pensar en esto, yo veo que nunca me había dado Dios
nuestro Señor tantos medios para trabajar en este camino
como hoy, y creo seré muy responsable si me resisto,
porque aunque no tengo virtud, pero si mi Dios me da su
gracia, todo lo podré en Aquél que me conforta; si por
intercesión de Jesús, María y José, llego a entrar en este
camino estoy segura que en el Trono de la Misericordia de
Dios brillará más esto que cuantas obras de misericordia
ha hecho nuestro Buen Dios desde que crió a nuestro
Padre Adán. Es su Divina Majestad tan bondadoso
conmigo, que ayer, sin saber el señor Covarrubias mis
deseos y sin saber (según me parece) el contenido de la
nada, con mucha caridad, deseoso de mi bien, me mandó
por fruto de la confesión que meditara todos los días por la
mañana y por la tarde sobre la conformidad con la
voluntad de Dios y el desprendimiento de las criaturas y de
todo, hasta de las cosas espirituales. ¿Padre mío, no le
parece a usted en esto manifiesta la voluntad de Dios?
- 153

Ruegue usted a Dios por mí, que con el Librito de oro y los
versos de la nada, me haga santa como mi Santo padre
desea y que de aquí pase a hacer el voto de hacer siempre
y en todo lo mejor (lo que juzgo muy difícil), nada más
justo que su primogénita hija la más indigna, la más
miserable, la que sólo sirve para echarlo todo a perder, sea
la primera en aprovecharse de las inspiraciones que Dios
nuestro Señor ha comunicado a usted en esta Santa obra y
que de no ser esto, que me quite cuanto antes la
existencia. ¿Para qué vivir si no he de ser toda de Jesús,
María y José? ¿Para qué existencia despreciando gracias?
¿Para qué una vida criminal? Ruegue usted a Dios que yo
me desprenda primero de mí misma, de mi amor propio,
de mi gran soberbia, de los Sobrinos, del amor a las casas,
a las hijas, a mi Santo padre, a la obra querida (que ha
desgarrado mi corazón). Es cuanto puedo decir porque
esto es sobre todas las cosas. Desprendida de esto,
seguiremos con otras cosas espirituales que yo escribiré a
usted, comenzaremos poco a poco con lo más preciso,
porque de un paso no he de llegar al término deseado, me
ha de dar mucho trabajo porque grande es mi miseria, he
de dar muchas caídas. Si sólo los deseos fueran suficientes,
yo sería una gran santa y estaría del todo unida a Dios.
(Carta de Cesárea Esparza a José María Vilaseca, 19 de
agosto de 1877)
319. El día 27 en el santo sacrificio de la misa me hace usted
la caridad de ofrecer todo lo que usted haga y todo lo que
hagan mis inocentes hijas, por su criminal madre, rogando
a Dios dos cosas: primera, el perdón de mis graves pecados
con una contrición sobrenatural. Segunda, que yo entre en
el camino de la nada, porque sólo así seré feliz o que
cuanto antes me muera con una muy buena disposición.
(Carta de Cesárea Esparza a José María Vilaseca, 19 de
agosto de 1877)
320. Me dio sentimiento que usted no me hubiese
mandado el libro, pero reflexioné que los afectos que Dios
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me hubiese comunicado con la meditación de ese precioso
libro, me los comunicaría por otro canal, sin saber yo
cómo, sin embargo, puse esto en el depósito, a la hora de
la Sagrada Comunión, por manos de mi madre y de mi
padre S. S. José, deposito en el Sagrado Corazón de Jesús
todo lo que me pasa y le digo aquí te traigo esta piedrita;
mi padre las verá el día del juicio, todas juntitas, en el
Sagrado Corazón, con la nada; ya no quiero libro y con esta
Nada voy a juntar muchas piedritas. (Carta de Cesárea
Esparza a José María Vilaseca, 19 de agosto de 1877)
321. Me dice usted que me deje conducir, padre mío, con la
gracia de Dios prometo a usted hacer todo lo que me
mande, sea lo que fuere, éste es el principal medio para
entrar a el camino de la nada, teniendo mi corazón
desprendido de todo, no teniendo más querer que el de
Dios manifiesto por usted. Comprendiendo bien el sentido
de los versos de la nada, veo que mis padecimientos son
absolutamente nada, ni sombra. (Carta de Cesárea Esparza
a José María Vilaseca, 27 de agosto de 1877)

24. Reflexiona sobre las nadas


322. Resoluciones tomadas para entrar en el camino de la
nada y unir mi corazón con Dios
323. Nada de Tierra. 1.- Para desprender mi corazón del
afecto a los sobrinos, a las hijas de José y a nuestro Padre,
no pensar en esas personas ni nombrarlas. 2.- Desprender
mi corazón del afecto a las cosas, no considerarlas como lo
hacía, como cosa propia o que me pertenecía,
considerarlas como cosa de Dios. Cuando tenga que dar
una disposición, que sea guiada por la obediencia, y no con
afecto, y menos por mi propia voluntad. 3.- No aspirar a
estar en ésta, o en la otra casa, ni en éste o aquel oficio, ni
ocupar el primer o último lugar, que todo me sea
indiferente. No teniendo más querer que el de Dios
manifiesto por mi santo padre. 4.- No procurar para mí
nada, ni de vestido ni de alimento. 5.- No buscar ni honra,
- 155

ni aprecio de las personas, a las de la casa decirles que no


se dirijan a mí, que hagan cuenta que no estoy.
324. Libertad toda. Bien te comprendo. 6.- No tener propia
voluntad, ni en cosas espirituales aun que me parezcan
pequeñas. 7.- Cuando tenga necesidad o deseos, de hacer
más oración, pedir permiso. 8.- Los pensamientos, que
Dios por su misericordia me comunique, sobre el modo de
dirigir o formar el espíritu de mis hijas, comunicárselos a
nuestro Padre, y nada hacer sin su consentimiento. Pedirle
permiso de hacer por nueve días una hora de oración
sobre esto. 9.- Las instrucciones que cada ocho días doy a
mis hijas y el punto de meditación, el día de repetición de
la oración, que sea de acuerdo con mi santo padre.
325. Nada de cielo. 10.- No apegarme a los consuelos
espirituales; cuando comience la oración hacer un positivo
acto de conformidad y no elegir punto a mi propia
voluntad. 11.- No desear salir del camino sencillo por
donde Dios me lleva en la oración. 12.- Dar cuenta a mi
padre sobre la presencia de Dios para hacer lo que me
mande. Padecer mucho en el alma y cuerpo. 13.- Pedir
mucho a mi Dios me dé amor a los padecimientos, porque
soy muy miserable y que yo sufra de un modo agradable a
su Divina Majestad. 14.- No decir ni una palabra de lo que
sufra. 15.- Depositar en el Sagrado Corazón de Jesús, mis
padecimientos, avergonzándome de que no padezco como
merezco. 16.- Siempre que sufra alguna cosa, besar el
suelo, decir con un santo gozo: Hágase tu voluntad, y
bendecir a mi Dios 33 veces. 17.- Tener por perdido el día
que no padezca.
326. Medios para poner en práctica estas resoluciones: 1.
Poner especial cuidado en poner en práctica, todos los
días, un consejo del Librito de Oro. 2. Guardar un profundo
silencio, hablar con todas las personas lo muy preciso. 3.
Tener presente que mis días, son ya muy pocos, y que es
preciso restaurar el tiempo perdido.
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327. Para nacer a nueva vida: Si mi santo padre lo permite,
hacer hoy la renovación de los santos votos. Comenzar a
trabajar para prepararme a hacer el voto de hacer siempre
lo mejor. Para esto, poner en práctica las resoluciones
anteriores y poner, con la gracia de Dios, especial cuidado
de evitar todo pecado venial. (Cesárea Esparza,
resoluciones, 27 de agosto de 1877)

25. Ora a san José


328. El Señor San José a sus Hijas: Aquellas que me busquen
con una piadosa actividad, me encontrarán, y aquellas que
me amen yo las amaré, les manifestaré a ellas una parte de
mis privilegios y las enriqueceré con nuevas gracias que les
santifiquen más y más hasta el grado de que sean
desprendidas de las cosas de la tierra y aun de las del cielo,
para que puedan a su tiempo hacer siempre y en todo lo
mejor. (Cesárea Esparza, Oficio del corazón de san José, 26
de diciembre de 1876)
329. Súplicas al Señor San José: Oh castísimo José,
encended en el corazón de vuestras hijas ese fuego
poderoso en que os abrasáis; concedednos que un celo
vivo y ardiente encienda nuestros espíritus, y que el mismo
amor que animó vuestras obras, dirija también las
nuestras, que nuestras almas, ocultas en el retiro de
vuestro corazón vivan y mueran a sí mismas, y que
olvidando los goces del mundo se unan a vos para amar a
Jesús y a María, con la admirable perfección que entraña el
voto heroico de hacer siempre y en todo lo mejor, según
nuestras Reglas. (Cesárea Esparza, Oficio del corazón de
san José, 26 de diciembre de 1876)
330. La otra gracia que tengo el atrevimiento de solicitar sin
merecerlo es que usted me permita poner en práctica lo
que se debe hacer para hacer el voto de hacer siempre y
en todo lo mejor, no pido la gracia de hacer el voto, lo que
solicito es que usted me permita trabajar para adquirir las
virtudes que para esto se necesita, lo que deseo hace más
- 157

de seis meses, pero no he visto en usted voluntad, bien


conozco que tiene mucha razón, también veo que nada se
pierde con que yo trate de disponerme y solicite una gracia
que aunque no llegue a conseguirla, vendrán muchos
bienes a mi alma. (Carta de Cesárea Esparza a José María
Vilaseca, 11 de agosto de 1878)
331. Padre mío, como ayer fue jueves, hice noche de gracia,
pedí con viva fe a mi padre señor san José, que pues hacía
tantos milagros, que hiciera el mayor de todos, que
transformara mi corazón, que me alcance el perdón de mi
soberbia, que me hiciera humilde, obediente, que pusiera
en práctica la nada como usted me explicó; ya no hago
aprecio de lo que dicen, ya me voy a abrazar con la
preciosa cruz de la humillación con que Dios me ha
regalado; no se aflija, padre mío, voy a ser otra, ya trabajé
por Dios, su Divina Majestad vio mis deseos de agradarlo,
si obré bien o mal, Dios lo sabe; ya no hago aprecio del
juicio de las criaturas, sierva soy sin provecho. (Carta de
Cesárea Esparza a José María Vilaseca, 28 de septiembre
de 1878)
332. Dirijo a usted ésta en la presencia de Dios, haciendo
antes la invocación del Espíritu Santo, y humillándome con
el conocimiento de mi miseria y que no merezco la gracia
que solicito; me atrevo a suplicar a usted me conceda la
gracia de trabajar para comenzar a entrar a el camino de la
unión con Dios, tengo mucha necesidad por motivos que
yo explicaré a usted y como medio para prepararme a
hacer el voto de hacer siempre y en todo lo mejor; deseo
que usted me permita esta gracia el día 27 de Agosto.
(Carta de Cesárea Esparza a José María Vilaseca, 12 de julio
de 1882)

26. Medios para hacer el voto


333. Hace diez años tuvimos la primera conferencia sobre la
fundación. Lo haré los días que usted lo tenga a bien; yo
espero que mi padre señor San José tome este negocio de
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su cuenta, y que por milagro transformará mi corazón y me
dará la gracia que necesito para poner en práctica los ocho
medios que para cumplir con el voto se necesitan.
334. Nuestro padre señor san José ha hecho muchos
milagros a sus devotos, ¿por qué no ha de conceder éste a
su primogénita hija?, ¿qué han puesto por su parte las
personas a quien les ha hecho milagros? Una fe y
confianza muy grande, ésta yo la tengo, a más le tengo un
amor especial y estoy bien convencida que soy muy
indigna de sus gracias.
335. Si usted me concede esta gracia, me permitirá que
cambie las resoluciones tomadas como fruto de la
confesión, de la sagrada Comunión, de la oración y de la
virtud práctica.
336. Ocho son los medios que se deben tomar para hacer
con el debido provecho el voto de hacer siempre y en todo
lo mejor: 1º. No cometer falta, ni la más leve, con
advertencia o voluntad deliberada (éste será el fruto de la
confesión). 2º. Desprendimiento de las criaturas (fruto de
la Sagrada Comunión). Aquí tengo mucho qué trabajar. 3.
Entrar en el camino de la unión con Dios (virtud práctica).
Aquí tengo, padre mío, un campo muy extenso, ni se
puede explicar, necesito toda la gracia de Dios, todo el
poder de la intercesión de mi padre señor san José. 4. Que
tenga la persona un buen conductor que la entienda; por
beneficio de Dios tengo a mi santo padre, que comprende
muy bien este voto, y cuando se separe me dejará
encargada con el Sacerdote que tenga a bien. 5. Cuando yo
dude qué cosa es mejor, consultaré. 6. Para hacer este
voto se necesita tranquilidad, gracias a Dios la tengo y para
no perderla deseo hacerlo. 7. Tener presente que el objeto
de este voto es perfeccionarse en este mundo con la
mayor perfección. 8. No olvidar que aunque este voto no
obliga bajo de pecado, pero quebrantarlo es una
imperfección, así como su cumplimiento es en gran
manera grato a Dios. 9. Si usted lo tiene a bien,
- 159

aumentaremos uno para que sean nueve. Como fruto de


los santos Ejercicios, que, Dios mediante, haremos el mes
que entra, la observancia de las santas Reglas en mí y en
mis hijas. (Carta de Cesárea Esparza a José María Vilaseca,
12 de julio de 1882)
337. Espero encontrar en Roma su primera carta en la que
me dé cuenta de los negocios, de sus hijas, y sobre todo de
su espíritu, porque si los padres no somos santos, esté
segura que no comunicaremos a nuestros hijos la santidad
que les es debida. Nada me diga sobre su espíritu de
mortificación, pues lo conozco bien; pero sí sobre su
vigilancia, la visita a las clases, a las casas, a las niñas y a las
josefinas, principalmente cuando alguna de ellas sufra
alguna tribulación. También me escribe sobre sus trabajos
acerca de la nada, porque sin este cabal desprendimiento
nunca haremos gran cosa; y sobre todo me escribe sobre
el voto de hacer siempre y en todo lo mejor. (Carta de José
María Vilaseca a Cesárea Esparza, 25 de noviembre de
1882)
338. Sobre su enfermedad, celebro que ya esté aliviada,
pero es necesario quitar la causa de su intranquilidad y su
pesadumbre por lo que imaginó había de suceder; mas
todo esto con un poco más de deseo de hacer siempre y
en todo lo mejor se quita de un modo tan absoluto que
esos golpes de Satanás no llegan al cuerpo como a usted le
ha sucedido. Si desea hacer siempre y en todo lo mejor,
deseará hacer la voluntad de Dios, que es siempre buena,
siempre santa y siempre perfecta; y no querrá hacer su
propia voluntad que es siempre mala, siempre pecadora y
siempre llena de imperfecciones. Pero en vez de hacerlo se
dejó llevar de la imaginación, y el diablo logró enfermarla y
hacerla inútil para sí y para sus hijas una gran parte del
tiempo. (Carta de José María Vilaseca a Cesárea Esparza,
13 de enero de 1883)
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27. Cesarita hace el voto
339. ¿Me pregunta usted, padre mío, cómo están los
trabajos en el camino de la nada y del voto de hacer
siempre y en todo lo mejor? Con la confianza de una hija
para con su padre, digo a usted que como una débil
barquilla, que con una pequeña borrasca viene a fondo del
mar, y todo perece, así pasó conmigo. Todas las
resoluciones formadas en los días de ejercicios, en los días
que usted me permitió hacer el Santo voto, que fueron el
15 y 27 de Agosto y pocos días antes de irse usted, y
algunos días después que se fue, con las frecuentes
meditaciones de los versos de la nada y del voto, todas
esas resoluciones vinieron en un momento a quedar en
nada. Me preocupé mucho en una multitud de
pensamientos que ya escribí a usted hace un mes y espero
que cuando ésta llegue, usted ya tendría el desconsuelo de
haber visto en las otras los pasos que para atrás da su
miserable hija. Con tanto pensamiento abatí mi espíritu y
contraje una enfermedad de la que gracias a Dios ya estoy
casi buena. Con la gracia de Dios, hoy mismo voy a
comenzar a trabajar para poner en práctica los versos,
comenzaré por llorar el tiempo perdido y por humillarme
en la presencia de Dios, después seguiré con otros actos y
daré a usted cuenta. (Carta de Cesárea Esparza a José
María Vilaseca, 14 de enero de 1883)

28. Camino a la contemplación


340. Hoy, 21 de abril de 1883, a bordo del vapor Ville de
Bordeaux, damos principio, a favor de vosotras, carísimas
hijas, a un conjunto de Meditaciones que, tarde o
temprano, tendrán para vosotras el feliz medio de ser un
venturoso camino que os conduzca a la contemplación y a
la dulcísima oración de la unión con Dios, pero sin dejar la
vida activa, conforme la admirable vocación a la que os ha
llamado el señor san José, por medio de la práctica de las
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santas Reglas. Si por nuestra miseria, no sabemos explicar


como debiéramos ese camino de amar a Dios, esperamos
que el señor san José suplirá con su bondad algo de lo
mucho que a ellas les falta; y por tanto, que vosotras,
aprovechándoos de los días de retiro de cada mes y libres
del pecado mortal y purificadas por la meditación,
entraréis en la oración de jaculatorias y, después de
muchos años, quizás alguna de vosotras entrará también
en la oración de la unión con Dios, comenzará a practicar
los muy preciosos versos de la nada y, siendo fieles a la
práctica santa del desprendimiento de la tierra y, lo que es
más perfecto, aun de las del cielo, estará dispuesta para
entrar en la perfección elevadísima de practicar el voto de
hacer siempre y en todo lo mejor. (Carta de José María
Vilaseca a Cesárea Esparza y a las Josefinas, 21 de abril de
1883)

29. La práctica del voto


341. ¿Qué os diré de la pureza de su cuerpo y de su alma?
Basta que sepáis que desde muy pequeña quiso ser toda
de Dios; y apenas supo lo que es ser virgen, cuando sus
labios se abrieron para pronunciar el voto de virginidad,
voto que después de algún tiempo unió a los de pobreza y
obediencia; y al frente del Instituto de las Hijas de María y
de José, hechos ya sus últimos votos, uniéndolos todos con
el voto mucho muy arduo de hacer siempre y en todo lo
mejor, después, empero de haberse ejercitado por mucho
tiempo con la difícil práctica de nada del cielo y nada de la
tierra. (Oración fúnebre del 24 de abril de 1884)
342. Basta, hemos dicho, aunque es mucho, muchísimo lo
que nos falta, sobre todo si algo quisiéramos sondear de la
práctica de su heroico voto de hacer siempre y en todo lo
mejor. Haced una oración a Dios para que os dé su espíritu
y para que en todos los días de vuestra vida trabajéis como
ella trabajó para la mayor honra y gloria de Dios y
glorifiquéis como es debido a Jesús, María y José, por
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medio de este pequeño Instituto que con tantas y tantas
fatigas ha levantado vuestra ya difunta y venerable Madre.
(Oración fúnebre del 24 de abril de 1884)
343. La noche de Navidad la pasaba en oración y en la
mayor soledad posible, a fin de lograr por este medio que
el divino Infantillo naciera espiritualmente en su corazón y
que se verificara más pronto el ser ella toda de Jesús. ¡Oh!,
¡con cuánta ternura meditaba en los grandes misterios de
todo un Dios anonadado por nosotros por el grande amor
que nos tiene!, ¡qué fidelidad tan exacta en todos sus
actos!, ¡qué promesas tan afectuosas y tan fielmente
cumplidas! ¡Ah!, desde esta época era su contemplación
muy subida, deseando que así como Jesús era de Cesarita,
así también fuese Cesarita todos los días más y más de su
ya dulcísimo Jesús; entonces comenzaría a entrever el
camino de la nada del cielo y nada de la tierra, para
consagrarse a su tiempo a hacer un día el perfectísimo
voto de hacer siempre y en todo lo mejor. (Vida de sor
Cesárea Esparza, c.4)
344. Luego de recibida la sagrada extremaunción, comenzó
a prepararse a morir con la más continua y fervorosa
oración, con la renovación de los santos votos, con el
desprendimiento más perfecto de las cosas de la tierra y
aun de las del cielo, para poder ser más perfectamente de
Jesús; renovando con fervor inexplicable el voto de hacer
siempre lo mejor, porque ya lo tenía hecho hacía algunos
años. Sí, que lo sepan todas sus hijas, que el voto heroico
de hacer siempre y en todo lo mejor, en sus últimos
momentos lo renovaba frecuentemente con la queridísima
jaculatoria de Jesús, María y José, preparándose
ardientemente para morir haciendo en un todo la
santísima voluntad de Dios, y tener la inefable dicha de
morir en cumplimiento de su voto, como que ella ya sabía
que había de morir de aquella enfermedad. (Vida de sor
Cesárea Esparza, c.15)
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345. Así murió la primera Superiora General, fundadora de


las Hijas de María Josefinas... así murió con la muerte de
los justos, la que nunca perdía de vista su última hora, así
murió acabando su vida como una lámpara cuando se le
acaba el aceite, y murió en los brazos de su divino esposo
Jesús, la que, en medio de las miserias que acompaña
nuestra fragilidad entre sus jaculatorias más fervorosas,
devotas y continuas, conservaba la de hacer siempre y en
todo lo mejor, en cuanto es posible a nuestra humana
fragilidad; así murió la que bien podemos decir que murió
con olor de santidad, porque sus obras fueron buenas,
santas, edificantes; y sus obras eran tan conformes con la
ley de Dios, con los preceptos de la iglesia, con las santas
Reglas que había profesado, con los santos votos que
había hecho, que apenas hay más que desear, y así murió
aquella venturosa, que por lo menos en medio de sus
fervores era su vida conforme con el voto heroico de hacer
siempre y en todo lo mejor, después de haber practicado
de una manera admirable los versos perfectísimos de la
nada. (Vida de sor Cesárea Esparza, c.15)
346. Las virtudes que más resplandecieron en la venerable
Madre fueron el amor a Dios, porque se quedaba de
repente como absorta y con el rostro muy animado,
pronunciaba con mucha devoción y por varias veces, los
dulces nombre de Jesús, María y José mediante una
práctica de mucha perfección que tenía establecida; y que
según noticias hacía un acto de amor a Dios, deseando de
su parte que fuese el más acendrado acto de hacer
siempre y en todo lo mejor (Vida de sor Cesárea Esparza,
c.16)
347. También hay otro voto, y se llama el voto de hacer en
todo lo mejor, pero todavía no podrán hacerlo, sólo
nuestra venerable madre lo hizo, pero ustedes no tienen
los tamaños para hacerlo. Fíjense en la vida de vuestra
venerable madre y vean cuál fue su conformidad con la
voluntad de Dios. Y así, por ahora, cumplirán con los votos
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de castidad, pobreza y obediencia y digan: si falto a alguno
de ellos, peco, y no sólo hago un pecado sino un sacrilegio.
(Plática del 2 de enero de 1891)
348. Nuestra venerable madre comprendía muy bien los
grandes castigos que caen sobre aquellas que quieren
gobernarse por su propio querer, por su propia voluntad, y
decía que eso no sirvió más que para el diablo. Escojan,
¿quieren que el diablo os gane? Gobernaos por su propio
querer, por su propia voluntad, pero yo, hermanas mías,
hasta me parece increíble que una persona que conoce los
graves males que resultan, hasta parece increíble que
quieran gobernarse por su propia voluntad. La persona
que se deja gobernar por lo que Dios quiere, ella misma
introduce en su corazón esa paz, esa tranquilidad, esa
alegría que infunde el Espíritu Santo. (Plática del 10 de
agosto de 1891)
349. Quinto, las cosas que hacen con verdadera
conformidad con la voluntad de Dios. De esto nos dio muy
buen ejemplo nuestra venerable madre, que de un modo
especial se distinguió en esto, todas sus acciones las hacía
conformándose con la voluntad de Dios. Sólo Dios sabe los
grandes padecimientos que ella tuvo, principalmente en
las dos veces que yo estuve fuera, pero lo que formaba su
consuelo era su conformidad con la voluntad de Dios, ella
hacía oración, oración muy fervorosa a Dios, y por medio
de su oración conseguía lo que deseaba. (Plática del 10 de
agosto de 1891)
350. En otras religiones que practican mucha austeridad, así
los cartujos están obligados a ayunar la mayor parte del
año, los franciscanos tienen una aspereza tan grande y se
ven obligados a practicarla en fuerza de su cuarto voto.
Pues bien, hermanas mías, ustedes, por razón de que son
muchas, por razón de que hemos de tener muchas
vocaciones y por los trabajos a que están destinadas, claro
está que ustedes no pueden guardar esas austeridades,
pero tienen, hermanas mías, un voto que, aunque no
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obliga bajo pecado, pero que a mi modo de ver encierra


tanta perfección como puede tener una monja, tienen
además el voto de hacer lo mejor, y a mí me parece que
entre dos cosas buenas la que tiene más mérito ante Dios
es la que se hace mejor. Y así, este voto lo hizo santa
Teresa de Jesús, y por esto fue que se hizo tan santa, y lo
cumplía siempre con mucha perfección; éste lo hizo
también nuestra venerable madre, y lo cumplió
perfectamente, que en fuerza de este voto llegó a la
santidad a que llegó. Por consiguiente, hermanas mías, ya
ven ustedes la perfección a que están llamadas a llegar, a
una gran santidad. ¿Quién me diera, hermanas mías, verlas
también a todas tan santas? (Plática del 12 de agosto de
1891)
351. Estoy por decirles que a la venerable madre su
fundadora la hemos hecho a un lado, y, si Dios quiere, les
diré algo de ella, por qué practicó las nadas. Amen, hijas
mías, el camino de la nada. Ella se vio en grandes trabajos
y sin recursos. Un día me dijo: Padre, hemos amanecido
hoy sin blanca, es decir, sin dinero para el gasto. Y le
pregunté cuánto necesitaba y le di $2.00 para comenzar
con lo más necesario, ved ahí, las nadas. Su confianza en
Dios era grande, por lo mismo que no tenía nada, todo lo
esperaba de Dios. Verdaderamente ustedes existen por
milagro. Persecuciones por todas partes, desprecios por
otras. A mí me decían: ¿Qué va usted a hacer con los
mexicanos que no tienen carácter? Y así, hijas mías, las
extranjeras son emprendedoras llevando a cabo sus obras
por su propio carácter, ustedes por virtud; si ellas por
inclinaciones, ustedes, con más mérito para el cielo. Me da
gusto ver cómo practican por virtud, llevando a cabo sus
obras, imiten a su venerable madre en el camino de hacer
siempre lo mejor. (Plática del 14 de marzo de 1906)
352. Veamos lo que hizo la venerable fundadora. La
pobrecita emprendió la formación de sus hijas, pero con
qué trabajos, pero ella emprendió el camino de la
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perfección, emprendió el camino que siguieron los santos
y comenzó poco a poco a emprender la santa vida de santa
Teresa de Jesús, la vida de santa Margarita, la vida de
santa María Magdalena de Pazzis, la vida, en fin, de tantas
mujeres que consagradas a Dios se hicieron santas. (Plática
del 14 de marzo de 1906)
353. Verdad que en ella no hubo esas comunicaciones
extraordinarias que tienen cierta publicidad, así como no
han de buscar en ella revelaciones como las que han
tenido otras santas. Ella se dedicó del todo al servicio del
prójimo. Hay muchos modos para que Dios se comunique
con las almas, a una de esas almas religiosas encerradas en
sus conventos se comunica de un modo especial. Dios
puede manifestarle y comunicarle sus deseos. Y así,
consecutivamente obra con ella, pero esto, hijas mías, no
es necesario. Véanlo si no prácticamente en nuestro gran
padre el señor san José. Dios nuestro Señor quería salvar a
su Hijo divino, y, ¿qué hace? Se le presenta un ángel al
señor san José y le dice: José, levántate, toma al niño y a su
madre, y huye a Egipto (Mt 2, 13). Así hace Dios, muchas
veces no es necesario estar en altas revelaciones y que
sientan en sí los actos de la revelación. (Plática del 14 de
marzo de 1906)
354. La venerable fundadora conocía de un modo especial,
sentía en el centro de su corazón cuál era la voluntad de
Dios, aquello le bastaba para ponerla en práctica. Y así se
santificó de una manera especial llevando a cabo la obra
de Dios. Su vida fue llena de trabajos andando de una
parte a otra, murmurada de unos, calumniada de otros,
pero a ella le bastaba echar una mirada a Dios y otra a sí
misma para conservar la paz del alma. (Plática del 14 de
marzo de 1906)
355. La venerable madre después de algunos años de
haberse fijado bien en el camino de la nada, después de
haber, por decirlo así, quitado esa multitud de miserias
que acompañan a nuestro corazón, entró en el camino del
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voto de hacer siempre y en todo lo mejor, y no una que


otra vez sino con mucha frecuencia. En medio de sus
tribulaciones, rodeada de trabajos bastábale fijarse en Dios
para quedar tranquila. (Plática del 14 de marzo de 1906)
356. La venerable fundadora tenía establecido un conjunto
de jaculatorias por medio de las cuales repetía
constantemente el voto de hacer siempre y en todo lo
mejor, y, en fuerza de él, si no fuese por nuestra miseria y
las tentaciones de Satanás, aun estas cosas tan
indiferentes las haría santas. Y, ¿por qué? Porque este
voto comunica al alma mucha luz, voto que obliga siempre
y cuando luces divinas diere el Señor que entre dos cosas
ya nos indica cuál de entre ellas es la mejor. Ésta es la vida
de la venerable madre, trabajar sin cesar para la mayor
gloria de su divina Majestad, dar gusto en todo a Dios.
(Plática del 14 de marzo de 1906)
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8. U N DON PARA LA F AMILIA J OSEF INA

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