Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
P r fe
P á g i n a |2
LA LLORONA
“El carro apareció de la nada, iba a toda velocidad y se pasó el semáforo que
estaba en rojo”. “Se fue derechito hacia donde estaba la joven embarazada”.
“¡Pobrecita! La hizo volar por los aires. Qué habrá pasado con su bebito?”. Los
testigos del accidente sospechaban que el conductor del automóvil estaba ebrio,
“borrachísimo, diría yo”, y la prueba de alcoholemia lo confirmó.
La atropellada no tuvo tanta suerte. Los fuertes golpes, el estrés y las múltiples
lesiones que sufrió la dejaron al borde de la muerte, y pudo haber fallecido en la sala
de operaciones de no ser por el empeño de los médicos en salvarla.
Lamentablemente, la criatura que llevaba en el vientre no sobrevivió.
II
hévere
P r fe C
P á g i n a |3
padres, que los consideraban demasiado jóvenes para todo eso. Ellos eran felices.
Magdalena horneaba, atendía a los clientes y cantaba; Samuel pescaba, cocinaba y
componía las canciones para ella.
Mas la diosa Fortuna es una criatura de malos hábitos y terrible humor negro. Una
mañana de primavera, cuando el sol despuntaba alegremente, Samuel no regresó con
la pesca. Magdalena esperó por él en la ventana, vio correr las horas sobre la marea
y lo buscó con la mirada hasta que la oscuridad se apoderó de la playa. Al amanecer,
los vecinos encontraron su bote flotando en la caleta.
Magdalena dejó de cantar y paseaba por la playa de la mañana a la tarde. Las cosas
de las que antes disfrutaba habían perdido su encanto, se sentía agotada todo el
tiempo y solo deseaba ver el mar y dormir. Incluso comer se le hizo difícil, sentía que
la comida se le agriaba en la boca, le producía asco y ganas de vomitar.
Ese día, la futura mamá esbozó una sonrisa y sintió deseos de pescar. Soltó el bote
que seguía atado a la caleta y se hizo a la mar. Regresó con algunos pescados, mejor
semblante y mucha energía para cocinar. Esa noche volvió a cantar en el café y no
dejó de hacerlo durante los siete meses que siguieron.
Cuando Magdalena despertó en el hospital, casi dos semanas después del accidente,
parecía no recordar nada, ni siquiera su nombre, tan solo miraba a su alrededor con
expresión vacía y los ojos húmedos por un silencioso llanto.
hévere
P r fe C
P á g i n a |4
por la pérdida del hombre que amaba al saber que traería al mundo a su bebé. Esta
vez, el sueño de esa vida a punto de nacer había sido destruido, por lo que toda huella
de esperanza se había marchitado en el corazón de la frustrada madre.
III
Pese a la insistencia de su hermana para que se mudara con ella por un tiempo,
Magdalena volvió a su casa junto al mar al salir del hospital. Allí, entre paseos por la
playa y tardes amasando panecillos que nunca llegaba a hornear, pretendió vivir
ignorando el pasado aunque cada noche lloraba hasta quedarse dormida.
hévere
P r fe C
P á g i n a |5
costumbre. Solo por eso, la gente creyó que la alegría estaba volviendo a insinuarse
en el espíritu de la joven vecina.
Luego de varias horas, Magdalena había regresado a su casa sin panecillos pero con
un bebé recién nacido cubierto con las mantas que aún conservaban el olor dulzón
de masa horneada. El crío temblaba de frío y lloraba de hambre lejos del pecho de su
madre, pero ella lo acunó en sus brazos, lo estrechó contra su cuerpo, lo cubrió de
besos maternales; sin embargo, ni las manos heladas, ni los pechos secos, ni las
caricias de la captora calmaban los chillidos del pequeño.
La medianoche había pasado de largo y el instante más oscuro, aquel que precede al
amanecer, se alzaba como escondrijo de demonios, cuando Magdalena volvió a
entonar su melancólico estribillo, «llora, llora, desdichada, llora, llora tu pesar, que
yo vendré a cubrir tu alma y calmar ese dolor». En ese momento, un último y
angustiado gemido precedió el silencio absoluto; la quietud que se extendió por los
rincones de la casa.
Con el cuerpecito inerte apretado entre sus brazos, la muchacha salió con dirección
al mar. Avanzó unos pasos más entre las olas, aquietó la superficie del agua con la
mano, como quien alisa las sábanas de una cuna, y colocó allí al bebé. Lo vio flotar
por un momento, luego, sin decir una palabra le dio la espalda y regresó a su casa, a
su habitación, a su cama y durmió hasta que el sol de la mañana entró por su ventana.
IV
Al llegar al lugar, los agentes constataron que la mujer había muerto al caer por un
tragaluz, desde el quinto piso del edificio. En el departamento no se encontraron
hévere
P r fe C
P á g i n a |6
La víctima era asistente de oficina, pero llevaba algunas semanas con descanso pos-
natal, y el esposo trabajaba en una fábrica de conservas de pescado. Según el marido,
formaban una pareja estable y muy unida que había esperado con entusiasmo la
llegada del bebé, que ahora estaba desaparecido.
Según los vecinos del edificio, la verdad era otra. Estaban convencidos de que él tenía
otra familia por alguna parte; aseguraban que la muchacha pasaba la mayor parte del
tiempo sola, que el marido se ausentaba varios días y que cuando regresaba por lo
general estaba borracho y la acusaba de ser infiel. Esa desdichada noche, los vecinos
lo habían escuchado azotar la puerta al entrar, como lo hacía habitualmente, y
aseguraron que era ya muy cerca del amanecer.
Ese último detalle favoreció al marido, pues los exámenes determinaron que la hora
de la muerte rondaba la medianoche, sin embargo, no dejaba de ser sospechoso por
la desaparición de la criatura.
hévere
P r fe C
P á g i n a |7
VI
Las notas informaban que debido a la siniestra repetición de las características de los
casos, la policía habría comenzado a evaluar la posibilidad de que fuera un asesino
hévere
P r fe C
P á g i n a |8
De pronto, uno de los vecinos de la víctima más reciente, la madre de una pareja de
mellizos, recordó que poco antes del aparente suicidio de la mujer había escuchado
un suave sollozo, como si alguien estuviera llorando a lo lejos. El instante fue
revelador, todos los demás testigos aseguraron haber oído el mismo llanto, y un
nuevo apelativo ocupó los titulares: La Llorona aterra Lima.
Quedaba por descubrir si la culpable era una asesina desquiciada que llevaba al
suicidio a las madres para poder robarles sus bebés o, como decían las pitonisas más
mediáticas, se trataba de un antiguo espíritu atormentado, el alma de una mujer que
al saberse traicionada por el esposo había matado a sus hijos y luego se había
suicidado agobiada por la culpa.
hévere
P r fe C
P á g i n a |9
VII
En ese tiempo, cualquier calle de Lima se convertía por las noches en el escenario
perfecto para los más extraños sucesos. Aunque, a veces, el misterio no pasaba de ser
una broma pesada con la que desalmados chiquillos se divertían a expensas de los
demás.
Ese fue el caso de la quinta embrujada. Durante una semana, al dar las doce de la
noche, los vecinos de una quinta en la avenida Salaverry escuchaban el llanto
desconsolado y escalofriante de una mujer. Aseguraban que se paseaba de puerta en
puerta dando gemidos lastimeros que helaban la sangre. Nadie se atrevía a asomar
las narices a la ventana, por miedo a toparse con la macabra imagen; pero una noche,
cansados de tanto lloriqueo, decidieron dar caza al molesto espanto, y lo que hallaron
oculto entre los arbustos fue a tres pilluelos, que armados con parlantes y grabadoras
reían a sus costillas.
La reprimenda pública que les cayó debió quitarles las ganas de hacer bromas pesadas
(o, al menos, les enseñó a estar más alertas para no ser descubiertos).
Pero hubo casos que no tuvieron nada de divertidos, como el que contó un conductor
que llegó temblando al puesto de vigilancia de la carretera. Según narró, había salido
de Ica a media tarde y pasadas las once de la noche estaba ya muy cerca de Lima.
Fue entonces que decidió tomar el desvío hacia el camino viejo para evitar el tráfico
de camiones de esa hora.
hévere
P r fe C
P á g i n a | 10
Había avanzado unos diez minutos cuando a lo lejos vio a una mujer vestida de
blanco que caminaba por el borde de la calzada. Lo primero que pensó fue en el
riesgo que corría una persona andando sola por esa vía oscura, por eso, cuando notó
que levantaba el brazo pidiendo que la llevara, no dudó en detenerse.
Al verla subir, el chofer notó que llevaba un bebé envuelto en sábanas blancas y le
sorprendió que estuviera tan quieto a pesar del frío. Pero se distrajo con el olor dulzón
que invadió la cabina del automóvil y ya no pensó en nada más. La mujer era
bastante joven y bonita, pero su rostro expresaba una terrible pena y sus ojos negros
brillaban llorosos en el tenue resplandor de los faros del vehículo.
hévere
P r fe C
P á g i n a | 11
VIII
Guiado por el propio comerciante, el patrullero enrumbó veloz hacia la curva. Pero
la noche era todavía muy oscura y fue poco lo que lograron encontrar. No se veían
huellas ni mucho menos rastro alguno de que alguien hubiera caído desde un
vehículo en movimiento.
La curva estaba sobre un terreno descampado y sin más retos que uno u otro arbusto,
sin viviendas alrededor, aunque había una caleta de pescadores a poco menos de lo
minutos caminando rumbo al mar.
Durante algunos días, la calmada vida en la caleta fue alterada por la llegada de los
investigadores y reporteros con incansables preguntas, así como por el aumento del
comercio local y el repentino interés por la belleza paisajística de la zona. En cada
rincón había personas que querían fotografiarlo todo.
hévere
P r fe C
P á g i n a | 12
carretera vieja, a pocos kilómetros de la caleta. El hombre juró que estaba por
detenerse cuando se dio cuenta de que la mujer flotaba sobre la calzada. Sin dudarlo
un instante, aceleró la marcha dispuesto a alejarse lo más rápido posible del lugar,
pero, inexplicablemente, la velocidad se redujo y la puerta del copiloto se abrió al
pasar al lado de la mujer. En ese momento, un viento helado invadió la cabina.
IX
Le dijo que siempre había querido ser padre, que la idea de dar vida lo emocionaba,
y que eso lo había empujado a tomar la decisión de marcharse. Magdalena levantó
la cabeza y lo miró con expresión vacía. ¿En realidad lo veía o acaso ella estaba
perdida en sus propios pensamientos? Samuel no supo qué responderle y siguió
narrando su historia reciente.
Le comentó que ahora trabajaba en una fábrica de conservas de pescado, pero que
extrañaba mucho hacerse a la mar con sus aparejos de pesca. Admitió que vivía no
muy lejos de allí, y, con honesta tristeza en la voz, le confesó que desde hacía algunas
semanas su mundo había cambiado, una vez más, de manera repentina. La que había
sido su mujer durante el último año estaba muerta, se había suicidado sin un motivo
aparente, y su hijo recién nacido, que había estado secuestrado unos días, acababa
de aparecer ahogado.
hévere
P r fe C
P á g i n a | 13
Al volver a la caleta, Samuel no sabía qué reacción tendría Magdalena. Esperaba que
lo recibiera con sorpresa, incredulidad, enojo, hasta reproche, pero cuando ella lo
miró, finalmente, parecía otra persona. Sus dulces Ojos negros ardían convertidos en
dos bolas de fuego, y su rostro pálido y melancólico tenía una expresión feroz. Una
sonrisa macabra se dibujó en sus labios al pronunciar las dos únicas palabras que
guardaba para él: «Fui yo».
Lucharon por rescatar al hombre que estaba adentro, pero fue imposible acercarse a
él. Mientras las lenguas de fuego lo envolvían, el cuerpo aquel permanecía inmóvil
como atado a la silla con cuerdas invisibles.
Dicen que en tiempos muy antiguos, cuando los europeos y los americanos recién
comenzaban a conocerse, sucedió que la hija más joven del jefe del pueblo se
enamoró de un recién llegado y él correspondió a su amor. Pero el destino de la
muchacha era otro, su padre ya la había prometido como esposa al gobernante de las
tierras vecinas y se negó a incumplir su palabra.
Los enamorados huyeron para vivir su amor al pie de una cascada, pero al ser
descubiertos por el furioso padre de la muchacha, la dicha terminó. El padre desafió
a muerte al amante, mientras un fiel lacayo ahogaba al hijo recién nacido de la pareja.
hévere
P r fe C
P á g i n a | 14
XI
Los agentes no encontraban relación entre el incendio y los extraños casos de suicidio
y muerte de niños, y preferían una versión menos infernal que les permitiera llegar a
alguna conclusión, por lo que buscaron a la muchacha para hacerle algunas
preguntas, pero nadie parecía haberla visto.
Los hechiceros que fueron llegando, alertados por las historias infernales, se armaban
de rituales y conjuros, con los cuales aseguraban podían liberar el alma de la joven
panadera del control de la Llorona.
hévere
P r fe C
P á g i n a | 15
En medio del alboroto, se escuchó un aterrador gemido que heló la sangre y silenció
las voces de los que estaban en la caleta. Nada más se escuchó. Las misteriosas
sombras se desvanecieron tan repentinamente como llegaron y una fina lluvia
comenzó a caer sobre las cabezas, como tratando de aquietar los pensamientos.
Los brujos aseguran que han atado el espíritu de la Llorona en el infierno y que ya
no volverá. Pero, por las dudas, mis queridos amigos, les recomiendo calmar las
penas de amor con amor y olvidarse de estribillos lastimeros que alboroten los
demonios del averno.
hévere
P r fe C
P á g i n a | 16
VOCABULARIO
-Agónico: próximo de la muerte o con una pena intensa.
-Alcoholemia: presencia de alcohol en la sangre.
-Analgésico: que tiene el efecto de suprimir la sensación de dolor.
-Aparejo: instrumento u objeto necesario para un oficio o maniobra.
-Averno: infierno.
-Caleta: pequeña ensenada, parte de mar que entra en la tierra.
-Carcelera: lugar donde se detiene a los sospechosos, acusados o delincuentes de
forma temporal, antes de ser procesados.
-Crío: niño.
-Deambular: caminar sin dirección determinada.
-Descampado: se dice de un terreno libre, sin habitar, llano y sin maleza.
-Despuntar: empezar a amanecer.
-Desquiciado: fuera de quicio, perturbado, enloquecido.
-Escondrijo: escondite, lugar para esconderse o esconder algo.
-Estribillo: en las canciones, el coro que se repite después de cada estrofa.
-Fortuna: en la mitología romana, la diosa de la suerte, buena o mala. Se le
consideraba la diosa más caprichosa del Olimpo.
-Galonera: recipiente en el que cabe un galón de líquido.
-Hipótesis: teoría que se establece provisionalmente y puede probarse o refutarse
como resultado de una investigación que la toma como punto de partida.
-Indumentaria: vestimenta.
-Inerte: inmóvil, sin vida.
-Insomne: que no duerme, desvelado.
-Lacayo: sirviente, criado.
-Macabro: relacionado con la muerte y el horror, por lo que genera rechazo.
-Mantilla: prenda de seda, tul o encaje que usan las mujeres para cubrirse la cabeza
en situaciones solemnes.
-Mediático: relativo a los medios de comunicación, que aparece en ellos.
-Ovillado: encogido, contraído.
-Pandemonio: lugar en el que hay mucho ruido y confusión.
-Pitonisa: adivina, hechicera.
-Posnatal: posterior al parto.
-Primicia: hecho o noticia que se da a conocer por primera vez.
-Reír a sus costillas: reír mucho a costa del desconcierto o susto de otros.
-Shock postraumático: trastorno psicológico producido por un fuerte choque
emocional.
-Tragaluz: ventana en el techo o la parte superior de una pared, que tiene el
propósito de permitir el ingreso de la luz natural.
-Trasnochar: pasar la noche en vela, sin dormir.
-Truculento: excesivamente cruel o atroz.
hévere
P r fe C