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LA RUNAMULA
UNO
Cuando levanté la cabeza, una oscura figura se elevó sobre mí. Caracoleaba.
Bufaba. La noche era oscura y, sin embargo, la figura que se agitaba agresiva era
más negra aun.
sombra, más oscura que la misma noche, se levantaba sobre mí, tan cerca que podía
tocarme.
Caí a tierra, sorprendido.
Levanté la cabeza y volví a ver la figura oscura que caracoleaba, como un
caballo misterioso que fuese parte de la misma noche.
Giré sobre la hierba y bajé a saltos y caídas. Me alejé como pude. Y cuando ya
estaba bastante lejos, volví la mirada. El caballo oscuro seguía caracoleando en el
mismo lugar y parecía, más bien, atado a un círculo del que no podía salir. Fue
entonces cuando ocurrió. Comencé a temblar de pies a cabeza. En medio de
la tibieza de la noche, empecé a tiritar. El miedo es una cosa seria. Nos
entorpece por completo. Y yo no podía pronunciar una sola palabra. Ni moverme.
El caballo, que ahora parecía un burro, dio un soplido ruidoso, como si una
voz cavernosa buscase liberarse, y por sus fauces agitadas surgió una llama
rojiza, tan profundamente roja que debía ser una llama viva de las mismas
profundidades del averno.
Esa fue la primera vez que me encontré con la runamula.
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recobrar la razón. Debo añadir que nunca más fue la misma. Siempre andaba
un poco extraviada en este mundo. Y en cuanto al brujo Churumpi, desapareció
de Lamas. Nunca más se le volvió a ver.
Esa fue la historia que mis alumnos me hicieron recordar en el salón de
clases.
Querían que yo interviniera en un asunto parecido.
Esta vez se trataba de mi alumno de quinto de secundaria Ubertino Bartra,
mi mejor alumno de letras y que solía escribir poemas cínicos para enamorar a
las chicas.
Pero él no estaba en clases en ese momento.
-Ha faltado porque está muy mal del espíritu —dijo una alumna,
probablemente una de sus admiradoras—. Es un problema muy serio con su
mamá.
Levanté las cejas en señal de interrogación.
—La mamá es una señora todavía joven y bonita —dijo otra alumna—
. Pero según dicen, tiene una aventura.
Bufé enojado. No iba a meterme en asuntos familiares.
—Lo que pasa —dijo un alumno— es que la mamá del Ubertino parece que
está con otro hombre, pero no con cualquiera, sino con alguien maloso que
por las noches la convierte en runamula.
Aspiré hondo. Hacía poco tiempo que me había encontrado con algo en
lo que no creía.
Ella o él, nadie sabe quién es la runamula. Pero ya han visto a ese demonio
botando candela por el hocico varias veces, sobre todo en la parte baja de El
Huayco —dije.
— Pero ¿qué vas a estar creyendo en eso, profe Ricardo? Si tú eres ateo, ¿di?
Volví a respirar hondo.
— Por eso el Ubertino necesita ayuda, profe.
— Si usted averigua quién es el responsable, se arregla todo, profe.
— Ayúdelo.
—Por favor.
Levanté la mano para calmar las voces que se habían multiplicado sin orden.
— Voy a ayudarlo —dije, y los alumnos aplaudieron a rabiar.
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TRES
—Pero todo queda entre nosotros —añadí—. Ni una palabra a nadie; si
no, esto se termina. Los muchachos asintieron.
—Bueno, vamos a hacer la clase de hoy. Literatura regional. Vamos a hablar
de dos autores que nacieron en Lamas y que son importantes para la literatura
amazónica. Uno, Ulises Reátegui, médico y poeta, recopilador de tradiciones
orales y un gran humanista. Como médico, ayudó a mucha gente humilde en
Pucallpa, donde vivió buena parte de su vida. Como escritor, escribió
taquinas, cuentos y novelas, como «Invasores», que narra la formación del
distrito de Comas, en Lima. Todos van a leer ese libro. Y el segundo autor es...
—Profe Ricardo, una inquietud —dijo un alumno. Le hice señas de que
hablara— Qué tal si en esta clase, para no salirnos del tema, nos habla de los
mitos y leyendas de la selva, pero con su explicación, profe; como usted es
ateo, tendrá otra explicación de los tunches y los chullachaquis. ¿Y si nos
habla de la runamula, profe?
Suspiré. Los alumnos sabían tocarme en mis puntos débiles. Eso de que
a cada rato me dijeran que era ateo era una crítica sutil a mis opiniones, o quizá el
deseo de querer acercarse a ideas distintas de las creencias católicas o evangélicas
de sus familias.
—Me parece buena idea —dije, cerrando mi cuaderno de apuntes y mis
libros—. Hablemos de los monstruos y duendes y sirenas y bufeos y ayapullitos.
—De la runamula nomás, profe —oí una voz femenina.
Entonces capté el fondo del asunto. Estaban preocupados por su compañero,
y cualquiera que fuese mi idea de los seres fantásticos de la selva, igual nos llevaría
a hacer algo concreto. Entonces, lo mejor era estar preparados con la teoría.
—La runamula es un ser que surge cuando un hombre y una mujer se van a
la cama sin ser esposos; o cuando engañan a sus parejas y se van con otros.
Entonces, como castigo, se convierten en mitad humano y mitad mula, y andan por
las afueras del pueblo botando fuego por el hocico. Algunos, para marcarlos, les
arrojan huito o pinturas, y al día siguiente la mujer o el hombre infiel amanece
pintado y es la burla del pueblo. Pero no es una historia solamente amazónica.
También es andina. En la sierra lo llaman ninamula, es decir, mula de fuego,
y tiene las mismas características. Esta historia proviene de cuando los curas de la
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Si ese cura no era un pedófilo, entonces yo era un extraterrestre. Y los tratos entre
un brujo abusivo y un pedófilo ya estaban bastante claros.
¡Brujo Churumpi, desgraciado! —grité. Y de un salto caí sobre él.
CINCO
Ubertino tuvo la suficiente fortaleza de ánimo para forcejear, patear hacia atrás
y liberarse de su captor. Enseguida corrió hacia su madre, protegiéndola.
—¡Profe, cuidado! —dijo el muchacho, justo cuando el brujo Churumpi me
asestaba una patada en la boca del estómago.
Caí de espaldas y me hice un ovillo. En esos momentos, cuando falta el aire
y es difícil respirar, uno queda expuesto al enemigo. El brujo aprovechó para
patearme nuevamente, esta vez en la espalda. Yo solo atiné a cubrirme la cabeza
con los brazos.
Pero no estaba todo perdido. Diana se abalanzó enfurecida contra el brujo
y lo arrastró de los pelos. El brujo cayó al suelo, pero no dejaba de mirarme. No
quería perder a su presa. Sin embargo, esos segundos de distracción fueron
suficientes para recobrar el aliento. Me puse de pie de un salto. El brujo
retrocedió. Me abalancé contra él y lo molí a puñetazos.
—¡No me pegue, por favor, no me pegue! —repetía.
Recordé al cura, y me volví. Pero no estaba.
¿Dónde está el cura? —dije.
—Desapareció —dijo Diana, mirando de un lado a otro.
—Estaba aquí hace un rato —murmuró Ubertino.
Entonces volvió nuevamente la figura que hubiera querido olvidar. Esa
especie de caballo demoníaco, negro, tan negro como aquello que nuestros ojos no
pueden ver.
El salvaje animal se lanzó contra nosotros, levantando sus patas delanteras
y relinchando, y nos echamos hacia atrás. Volvió a atacarnos. Sus Ojos parecían
pedazos de carbones encendidos al rojo vivo, y miraban con odio, con infinito odio.
Corrimos de una pared a otra. El brujo Churumpi, que se encontraba
agazapado en un rincón, se arrastró rápidamente y ganó la salida.
-¡Se escapa el brujo, profe! —gritó Ubertino.
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ataque. Dio vueltas en medio del círculo de sal donde también estaba atrapada y
lanzó su relincho macabro. Nos cubrimos los oídos. Era un chillido espantoso,
insoportable, que inmovilizaba.
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VOCABULARIO
Ancas: muslos. En animales, patas traseras.
-Ateo: que no cree en la existencia de un dios.
Averno: infierno.
-Ayapullito: ave agorera, cuyo canto es interpretado por los shamanes y curanderos, pues
se cree que predice el futuro.
-Balbucear: hablar pronunciando con dificultad, de forma entrecortada.
-Bravuconear: amenazar con actitud arrogante, para intimidar.
-Bufar: resoplar con ira y enojo.
Bufeo: también llamado delfín rosado, habita las aguas del Amazonas. Es el delfín de
río más grande que existe.
-Caracolear: dar vueltas cerradas, particularmente un caballo.
-Chullachaqui: maligno duende que habita la selva amazónica.
-Coz: golpe que dan algunos animales con sus patas.
-Detractor: adversario, que se opone o no está de acuerdo con alguien o algo y lo critica.
-Encabritarse: de un caballo, que se alza sobre sus patas traseras.
Espabilar: avivarse, salir del aturdimiento.
-Fauces: parte interna posterior de la boca de los mamíferos, desde el paladar hasta el esófago.
-Fulgurante: que despide rayos de luz, brillante, resplandeciente.
Gangoso: de sonido nasal.
-Hacerse un ovillo: encogerse, contraerse.
Huito: árbol selvático nativo de Sudamérica cuyo fruto, que lleva el mismo nombre, tiñe
fuertemente de negro.
Lamisco: natural de la provincia de Lamas, ubicada en el departamento de San Martín, en
Perú.
-Luciérnaga: insecto bioluminescente, capaz de emitir luz.
Macabro: relacionado con la muerte y el horror, por lo que genera rechazo.
-Malero: se dice de aquellos brujos que realizan hechizos dañinos, destinados a perjudicar a
otras personas.
-Pavor: espanto, miedo intenso.
-Pedófilo: persona adulta que siente atracción sexual hacia niños o adolescentes.
-Repantigarse: acomodarse en un asiento, apoltronarse.
Solar: terreno vacío donde se edificará una construcción.
-Trastabillar: tropezar.
-Trocha: camino de tierra abierto entre la maleza.
Tunche: terrible ser maligno que habita las profundidades de la selva amazónica.
-Tupido: que sus componentes están muy juntos y apretados.
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