Vous êtes sur la page 1sur 3

El Ojo Breve / En el lejano norte

Por

Cuauhtémoc Medina

(10-Oct-2001).-

ARS 01, Museo Kiasma de Arte contemporáneo, Helsinki, Finlandia.

30 de septiembre al 20 de enero del 2002.

Alta, rubia y delgada, Milica Tomic aparece en un video vestida de


blanco. Sonriente, se dirige al público en una veintena de lenguas
para decir una frase intercambiable: "Soy Milica Tomic, soy
española", "Sono Milica, io sono italiana", "I am Milica Tomic, I am
American", etcétera.

A medida que Tomic adopta la identidad de esa variedad de


naciones, su vestido va empapándose de sangre. El líquido rojo es
obviamente artificial: una parodia del lenguaje gore de Hollywood.
Pero aún más artificial es la sonrisa de la artista, que se va
haciendo más exagerada a medida que brota la sangre. Para
Tomic, ésa es la sonrisa de complicidad sádica que la gente siente
cuando "cree incondicionalmente ser igual a aquello con lo que se
identifica". Es la mueca del fervor nacional, que se complace y
afirma a medida que explora su inagotable intolerancia.

Milica Tomic vive en Belgrado. Como yugoslava, sufre el estigma


de la violencia que durante los 90 promovieron las camarillas que
lideraron las facciones étnicas de su país. Lo notable del video
(Minä olen Milica Tomic, 1998) es cómo la perturbadora sonrisa de
la artista ahoga el espacio de complacencia política del espectador.
En lugar de evadir el espacio aparentemente imposible de hacer
arte como yugoslava, nos obliga a contemplar que el caso serbio
no es el producto de una excepción cultural.

Parte de ARS 01, la exposición global que el Museo Kiasma


presenta actualmente en Helsinki, la obra de Tomic ejemplifica el
estado éticamente complejo y estéticamente incómodo del arte
que interviene la escena global. Más allá del extraordinario
cuidado curatorial de la exposición y el despliegue asombroso de
recursos que la hizo posible, la muestra es un intento
relativamente tardío por integrar a Finlandia en el debate de la
multiplicidad cultural y el predicamento de las identidades que ha
venido explorando en las últimas décadas el arte contemporáneo.
Localizada en una periferia geográfica y política de la que poco se
habla (el "lejano norte" de los países escandinavos, con sus
economías de beneficio social y su relativa uniformidad racial),
ARS 01 desplegó un panorama pluralista de la producción
contemporánea, con más de 70 artistas de los cinco continentes.

Para Maareta Jakuri, curadora de la exposición, ARS 01 debía


cumplir la función de mostrar al público que el mundo exterior
(tan aparentemente caótico y amenazante desde la perspectiva
finlandesa) es humana y emocionalmente diverso. Ese propósito le
permitió generar un relato multifocal y volátil: mucho menos
sujeto a las presiones institucionales y políticas de la mayoría de
los eventos y bienales internacionales, su selección tendía a crear
un concierto de voces superpuestas que Cildo Meireles, el artista
brasileño, trató de resumir en una torre de Babel de varios metros
de alto hecha de radios de todas clases y épocas.

En ese sentido, ARS 01 es parte de un fenómeno curatorial que


prefiere crear ensambles delicados entre obras y proyectos en
lugar de una exposición tesis o una selección temática. Hasta qué
punto esa clase de modelo puede aplicarse en terrenos culturales
mucho más conflictivos que Helsinki es una cuestión que prefiero
dejar abierta.

Este espacio dialógico daba cabida lo mismo a los juegos


pictórico/filosóficos de artistas como Yishai Jusidman, los
muebles/monumento de Doris Salcedo, las visionarias maquetas
de ciudades de Bodys Isek Kingelez y los dibujos sobre la pared
hechos de ojos de vidrio de la artista Anita Dube, de la India. Aún
así era posible detectar algunas líneas que emparentaban
sutilmente algunos de los objetos, videos e intervenciones.

La preocupación escandinava por el diseño y la amplitud de


tradiciones artesanales del mundo explicaba que buena parte de
las obras hacían énfasis en la invención manual: desde los cuadros
bordados del chileno/mexicano Carlos Arias hasta la fabulosa
serie de máscaras ceremoniales en que Brian Jungen ha venido
mezclando las formas del arte de las primeras naciones indígenas
del Canadá y los materiales y estética de los tenis Nike. Varias
piezas suponían la reelaboración lúdica del estado de inestabilidad
social de la globalización, como en el caso del video 3 intentos
para sobrevivir (2000), de la artista rusa Anna Jermolaewa, donde
una serie de muñecas de plástico son agitadas sobre una
superficie hasta ir cayendo una a una al modo que las poblaciones
sufren los sismos económicos de las nuevas crisis globales. Y
finalmente, la exposición delataba cierta preocupación por
documentar el modo en que la escultura contemporánea se ocupa
de la sensación de fluidez entre cuerpo, objeto y ambiente:
territorio donde caben desde las formas organicistas de Siobhan
Hapaska, las instalaciones de nylon blanco de Ernesto Neto, hasta
el muy notable diseño de los espacios de exhibición a base de
formas paraboloides que llevó a cabo la diseñadora finlandesa Kivi
Sotamaa, del colectivo OCEAN north.

Signo de la calma social de Finlandia fue el destino de la obra que


Santiago Sierra preparó para la muestra: Persona en un hueco
(2001). Sierra hizo cavar una trinchera cuadrada localizada entre el
museo y el edificio del parlamento. Parte de la serie de acciones
remuneradas que han hecho famoso a este artista
español/mexicano, la obra consistía en pagar a un desposeído
para que permaneciera cuatro horas al día en ese hoyo a fin de
hacer visible la condición de los "sin techo" de Helsinki. Por
primera vez desde que Sierra inició su serie, durante dos días no
fue posible encontrar una persona que quisiera recibir un salario
para exponerse como parte de la acción. Finalmente, al tercer día,
un vagabundo accedió a participar: descendió al hueco y se puso
de inmediato a hablar por su celular. Valga la imagen como un
indicador de la relatividad de la marginación y la pobreza en un
mundo cada vez más paradójico.

Comentarios: cmedin@yahoo.com

Vous aimerez peut-être aussi