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18/5/2019 Alejandra Costamagna: “Me da un poco de vértigo la palabra ‘consagrada’” | El Desconcierto

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© Gonzalo Donoso Mujer con dos meses de embarazo


murió en paradero de
Transantiago tras ser dada de alta
desde el Hospital Metropolitano
Alejandra Costamagna: “Me da un poco de vértigo la palabra (https://www.eldesconcierto.cl/2019
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‘consagrada’” murio-en-paradero-de-
transantiago-tras-ser-dada-de-
alta-desde-el-hospital-
Hace unas semanas la periodista y escritora con más de una decena de libros a su haber, lanzó su metropolitano/)
aclamada obra El sistema del tacto, nalista del Premio Herralde de Novela. De esta forma Alejandra
Costamagna (Santiago, 1970) pasa a integrar el catálogo de la editorial española Anagrama con un
libro en que se atreve a cruzar recuerdos familiares y un pasado histórico común a los migrantes. La
muerte de un ser querido es el punto de partida de una narrativa que se mueve tanto entre las

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18/5/2019 Alejandra Costamagna: “Me da un poco de vértigo la palabra ‘consagrada’” | El Desconcierto
fronteras físicas que dividen a Chile, Argentina e Italia; y las fronteras internas de cada uno de sus
El Desconcierto
personajes, puestas ahí para lidiar con el desarraigo de la experiencia migratoria. Esto es lo que 187.027 Me gusta
conversamos con la autora:

Por Belén Roca Urrutia (https://www.eldesconcierto.cl/author/belen-roca/) / 17.04.2019 - ;” | Te gusta Contactarnos

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—El sistema del tacto está construida a partir de distintos relatos que remiten a imágenes de
archivo, ejercicios de dactilografía, insertos de enciclopedias y novelas cticias. Este collage es un
formato poco explorado en la narrativa chilena lo que refuerza, en cuanto a la forma, el fondo de
El Desconcierto
tu obra, es decir, el extrañamiento y la alienación que vienen de la mano de no pertenecer, o hace 22 minutos
habitar un territorio extraño. ¿Qué nos puedes contar sobre la elección de este formato?
Marie-Emmanuelle Verhoeven
denunció ante el Comité de Derechos
—Inicialmente yo quería escribir un libro de corte documental: la historia de mis bisabuelos que, Humanos del organismo internacional
siguiendo la oleada de inmigración de nes del siglo XIX y comienzos del XX, vinieron de Europa a múltiples violaciones a sus derechos
cometidas por el Estado chileno a lo
América. Investigué, viajé y reuní bastante información, pero en algún momento empezaron a aparecer largo del proceso judicial que ha
otros materiales que hicieron tambalear los hallazgos. Y surgieron vacíos, contradicciones y zonas de enfrentado en India, tras ser
falsamente acusada de ser la
incertidumbre que modi caron por completo la idea original. El formato entonces fue surgiendo en la "comandante Ana".
medida en que deseché la idea de reconstitución del pasado y me incliné más por el trabajo con
residuos, restos e imágenes quebradas que sobreviven en el presente. En ese sentido, el
extrañamiento y la no pertenencia de los personajes están en sintonía con estas materialidades un poco
desarraigadas también, arbitrarias en su jerarquía, inestables. Lejos de ser fuentes o de ilustrar el texto,
diría que son piezas que permanecen como fantasmagorías y que van más allá de una memoria zanjada.
Estos retazos alimentan el vaivén entre la imaginación y el documento, pero también sacuden cualquier
asomo de última palabra y permiten no concluir, no dar por cerrado, no mirar el pasado como algo que
ya pasó. Porque la inestabilidad de la historia (el fondo) es también la inestabilidad genérica del libro (la
forma), que no encaja con la idea de un principio, un medios y n acabados.

—Entiendo que, para elaborar El sistema del tacto, tuviste que hacer una especie de arqueología de
ti misma, de tu familia y del recorrido que hicieron hasta llegar a Chile. ¿Cómo fue el proceso de
convertirse en escritor-saqueador de la propia memoria, si me permites esa palabra?

—Así como en el proceso de investigación surgieron materiales que podían desdecir o contradecir las
ideas iniciales, al trabajar sobre mi memoria fui encontrando vacíos, recuerdos de recuerdos o
directamente recuerdos inventados, que me obligaron a extremar la idea de que todo es cción y todo es
real al mismo tiempo. Trabajar sobre ese límite ambiguo, sobre las máscaras del yo y las distintas “poses
autobiográ cas”, como diría Lorena Amaro, fue asumir la rigurosidad de una historia anclada en
acontecimientos veri cables, pero al mismo tiempo la libertad de abordarla desde una zona amplia, que
va desde la imaginación al delirio. La base fue la historia familiar, los desplazamientos en distintos
tiempos y espacios: a comienzos, a mediados y en los años setenta del siglo XX, y tanto de un lado a otro
del charco como de la cordillera. Lo común ahí fue la fractura en las identidades, la necesidad de
convertirse en otros en el lugar de destino, la dimensión de la pérdida. Pero una vez liberado de la
amarra documental, todo ese cuerpo “memorioso” se transformó en soporte para una construcción
artística. Y ahí el ejercicio saqueador, si es que vale el término, cobra otro sentido porque es el acto a
través de cual vamos armando una historia posible, no una historia real. Lo importante ahí, me parece,
es el lugar donde se sitúa la mirada, el lugar desde donde se escribe. La cción, entonces, como una
construcción, repito. No como una invención absoluta ni tampoco como una confesión.

—Se pregunta Lorena Amaro, sobre las poses autobiográ cas, “si, en este contexto, no serán las
auto cciones, con sus componentes de verdad y cción, de deliberada pérdida de la inocencia,
una reacción necesaria, en este otro momento de la historia y de la memoria, que busca concebir
otros modos de exploración del recuerdo y la capacidad del lenguaje para abarcarlo”, vinculando
el concepto a la denominada literatura de los hijos en Chile.  En tu libro hay una descripción sobre
el sistema del tacto que, entre las ventajas que enumera, apunta a la posibilidad de “escribir sin
mirar en absoluto el teclado”. Me parece que existe un nexo entre ambos enunciados.

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18/5/2019 Alejandra Costamagna: “Me da un poco de vértigo la palabra ‘consagrada’” | El Desconcierto

—Eso de mirar al pasado sin mirarlo directamente me hace pensar en la mención de Walter Benjamin al
ángel del cuadro de Klee. Ese ángel de la historia que mira hacia atrás, hacia el pasado, y parece estar a
punto de alejarse de algo que lo aterroriza. “Donde a nosotros se nos aparece una cadena de
acontecimientos él ve una única catástrofe que constantemente amontona ruinas sobre ruinas,
arrojándolas a sus pies”, se lamenta Benjamin. Creo que las formas de hacer memoria y acercarse al
pasado necesariamente van cambiando. Y que el desafío está en dar nueva resonancia a aquellos ecos
de nuestras historias traumáticas. En el fondo, la pregunta es cómo mantener vivo, desde la literatura, un
pasado en discordia. Cómo abordar un paisaje arrasado sin ser arrasados por el mismo paisaje. Cómo
volver a hablar del trauma sin ser ahogados por el eco de la memoria monumental. Yo pienso en
la memoria como un lugar de lo inconcluso, cargado de energías latentes. No como la repetición
de los hechos del pasado, sino como su rearticulación desde el presente. Como la voz del eco, que
vuelve convertida en un sonido que rememora y al mismo tiempo origina su propio rumor. Tal vez
podríamos pensar que, simbólicamente, esa escritura sin mirar el teclado que propone el sistema del
tacto apunta a la búsqueda de un lenguaje genuino, un lenguaje propio que se amolde a las búsquedas
de otras estrategias para ensayar espacios de disenso.

—El tema de la migración y la discriminación aparejada al primer fenómeno es algo de lo que


estamos tomando conciencia recientemente en Chile. Sin embargo, no es un fenómeno nuevo. En
los relatos hegemónicos, se habla del migrante con cierta condescendencia que, si bien
estratégica en tanto tiene como objetivo lograr mayores derechos para ellas y ellos, les resta
humanidad. Como si no sintieran odio, rabia, vergüenza y/u otras emociones. En El sistema del tacto,
logras dotar de humanidad a Ania, con todas sus contradicciones.

—Los del libro son personajes llenos de contradicciones, sin duda. Y son contradicciones que tienen que
ver, justamente, con las identidades quebradas y con el peso de ser “otros”. Yo diría que Nélida es quien
encarna las consecuencias del desarraigo de manera más evidente. Alguien que al principio se entrega a
la situación y trata de cumplir con todas las normas de rectitud. Pero luego se ve desbordada y todo se
va al carajo, partiendo por su cabeza. Con Agustín y Ania la sensación de no pertenecer es exacerbada
por otras condiciones. En ellos está la pulsión por romper con el “deber ser” que se les impone en el
plano familiar, profesional, social y de comportamiento. Yo diría que buscan, cada uno a su modo y con
las coordenadas que les corresponden, sus propios manuales de conducta. O ni siquiera: lo que buscan
es no tener manual. Con Ania, además, está el efecto del patriotismo desatado: ella es la intrusa, la
enemiga en territorio ajeno. Y eso desata en ella y en los demás contradicciones y tensiones en muchos
planos. En todo caso, tanto el patriotismo como la migración y las consecuentes discriminaciones son
temas de una actualidad pavorosa. Vemos hoy el surgimiento de los nuevos fascismos o, aquí mismo, las
políticas de corte xenófobo y la negación a sumarse a pactos multilaterales de migración y es para
pensar que no hemos aprendido nada de nada.  

—Ya eres una escritora consagrada. Esta novela fue nalista del premio Jorge Herralde. No
obstante, me da la impresión –y lo mismo pienso acerca de Lina Meruane– que son
reconocimientos tardíos que, en el caso de los hombres, no demoran tanto en aparecer. ¿Crees
que hay un sesgo en el panorama literario iberoamericano en tanto sospechar de las buenas
narrativas hechas por mujeres?

—Me da un poco de vértigo la palabra “consagrada”. La novela fue nalista del Herralde y es un
reconocimiento que valoro muchísimo, por supuesto. Pero apunto al peso de la palabra consagración.
¿Qué pasa si mañana no me dan ganas de escribir más, por ejemplo? Ese tener que estar a la altura de
una expectativa es problemático. Pero entiendo el punto de lo que dices y estoy de acuerdo con que los
reconocimientos públicos suelen operar con velocidades muy distintas si se trata de una mujer o de un
hombre. Y creo, o quiero creer, que eso está cambiando. Que cada vez se reconoce y se visibiliza un
poco más a las narradoras, poetas, dramaturgas y escritoras en general. No es que antes no
hubiera mujeres escribiendo, sino que no se las consideraba en ningún tipo de canon. O se las
distorsionaba. Mira tú a Marta Brunet, de quien los críticos decían como un halago que escribía
como hombre. “Este es un escritor; no una escritora, aunque sea una dama”, decía Carlos Silva Vildósola.
O a Gabriela Mistral, que se la reducía a la inofensiva señora con traje de dos piezas, autora de rondas y

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18/5/2019 Alejandra Costamagna: “Me da un poco de vértigo la palabra ‘consagrada’” | El Desconcierto

poemas infantiles, anulando el enorme peso crítico de su escritura y de su vida. Pero volviendo a la
actualidad, tendría también cuidado con los reduccionismos y los encasillamientos esencialistas de la
literatura femenina. Para empezar, no diría “femenina” sino escrita por mujeres. Y pensaría entonces en
la gran heterogeneidad que eso implica.

El sistema del tacto


Alejandra Costamagna
Editorial Anagrama

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18/5/2019 Alejandra Costamagna: “Me da un poco de vértigo la palabra ‘consagrada’” | El Desconcierto

192 páginas
Precio de referencia: $17.000

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anagrama (https://www.eldesconcierto.cl/tag/anagrama/)

premio herralde (https://www.eldesconcierto.cl/tag/premio-herralde/)

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