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GRANDES FILÓSOFOS II

4. SANTO TOMÁS DE AQUINO

Todo lo que está en Dios, como conocido por Él, es su mismo vivir y su vida; y por
esta razón, como todo lo que ha sido hecho por Dios, está en Él mismo de esta
manera; dedúcese que todas las cosas son en Él su Vida Divina.

Biografía

Es muy difícil hacer una síntesis de quien es Tomás si conocemos que en 21 años
escribió 10530 artículos.
Es uno de los pilares del pensamiento medieval, es la figura que sobresale de las
dos corrientes espiritualistas de la edad media: San Francisco de Asís (1181-1226),
fundador de la orden de los franciscanos, y Santo Domingo de Guzmán (1170-1221)
de la orden de los dominicos.
Nació en la primera mitad del siglo XIII, en 1226, en una época de cambio de la
sociedad europea, entre la crisis de la sociedad feudal y el surgimiento de la Europa de
las ciudades, es decir, la sociedad urbana.
Tomás nace en el seno de una familia noble, el padre pertenecía a la dinastía de
los Aquino del sur de Italia, y la madre era de origen alemán.
Como costumbre de la época, a uno de los hijos se lo consagraba a la religión
colocándolo en una determinada abadía, con el propósito de realizar alianzas religiosas;
es así que Tomás, a la edad de cinco años, se lo manda a la abadía de Montecasino para
que se integrara con los monjes benedictinos en reemplazo de un hermano mayor que
había fracasado en su intento; el fin último era lograr de él un futuro abad. Ya de chico
se mostró muy piadoso, de carácter austero, silencioso e inclinado a la vida espiritual.
En Montecasino Tomás permaneció durante nueve años, en 1239 fue a la Universidad
de Nápoles para continuar sus estudios de filosofía, donde conoció algunos religiosos de
la orden de los predicadores mendicantes, fundada por Santo Domingo de Guzmán,
decidiendo entrar en ella pese a que su familia, que tenía la esperanza que hiciera
carrera en la jerarquía eclesiástica, no estaba de acuerdo con tal decisión. Su madre (su
padre había fallecido recientemente) se opone firmemente a su propósito, ya que no le
parecía digna esa orden por ser mendicante y donde debería hacer voto de pobreza.
Tomás, por el contrario, se sentía atraído por el nivel intelectual de la orden que
satisfacía plenamente su sed de conocimientos, y así logró su ingreso como novicio a
la edad de 18 años, permaneciendo en ella hasta su muerte.
Su madre no dispuesta a que Tomás renunciara a un destino prestigioso para la
familia, mandó a sus hermanos a que lo secuestraran y llevaran a la fortaleza de
Roccaseca, donde permaneció desde 1244 hasta fines de 1245; finalmente, Tomás, con
la complicidad de sus hermanas, logró huir deslizándose durante la noche desde la
ventana de su habitación, con una especie de cuerda hecha con sábanas y cortinas
anudadas. Con su director espiritual, fray Juan de San Julián, se dirigió a Nápoles.
Luego de completar su noviciado, Tomás fue enviado a Colonia para completar
sus estudios de Teología con el maestro San Alberto Magno (1206-1280), Alberto de
Bollstädt o de Colonia, desde 1248 a 1251 como discípulo y luego, una vez ordenado
sacerdote, como maestro hasta 1252.
Luego es enviado como profesor del bachillerato bíblico en la cátedra de
extranjeros, que los dominicos tenían en Paris. En ese tiempo, tenía 26 años y no lo
querían admitir por su escasa edad.

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Los dominicos disponían de dos cátedras y los franciscanos una, el resto de las
cátedras eran impartidas por profesores seglares, que cada vez hacían más resistencia a
los mendicantes, primero por que consideraban humillante que los maestros salieran a
mendigar, y por otro lado recelan, ya que sus cátedras eran las más concurridas; los
disturbios llegaron a ser muy violentos y el papa se vio obligado a intervenir; Tomás fue
designado para defender a su orden. Mientras tanto encontró tiempo para escribir varias
obras, entre ellas la primera parte de “Summa contra gentiles”, que comenzó a redactar
en 1252. Fue encargada por un dominico amigo de él, Raimondo de Peñafort, luego
santo, preocupado por los moros de España. La Summa no tenía un fin académico para
sus alumnos, sino que su propósito era de discusión, charla, diálogo respecto de las
verdades de la fe, característica que diferiría con su obra monumental, la “Summa
Teológica”, la más difundida y conocida.
En 1259 fue llamado a la corte pontificia siendo nombrado Predicador General,
en esa función recorrió varias ciudades italianas; también asesor en teología del papa y
en esos años completó su “Summa contra gentiles”, así como otros textos. En 1269
regresa a Paris para hacerse cargo de la cátedra para extranjeros. En 1272 profesó en la
Universidad de Nápoles, pero en mayo del año siguiente sufrió un éxtasis prolongado y
uno más profundo en diciembre del mismo año; a raíz de ello, abandona toda escritura,
limpia su escritorio, guarda sus libros y dice que todo lo que ha escrito es paja, luego de
lo que se le ha revelado en el día de San Nicolás.
Durante todo ese año está cada vez más enfermo y muere el 7 de marzo de 1274.
Había sido invitado a participar de un concilio en la ciudad francesa de Lión y hay quien
habla de un accidente, otros de una enfermedad inexplicable para esa época como la
causa de su fallecimiento.
La fecha de su muerte, el 7 de marzo, fue instituida como el día de Santo Tomás,
y en el concilio Vaticano II, que instituyó cambios litúrgicos, se trasladó el festejo al 28
de enero, ya que la fecha original a veces coincidía con la época de Cuaresma.

Pensamiento y obra

La “Summa contra gentiles” tenía un fundamento filosófico y era dirigido a un


público no creyente, pagano, siendo su discurso más racional. En 1267 comenzó a
escribir una obra que sirviera como libro de texto para los estudiantes de teología, era la
“Summa teológica”, constituida en 16 tomos y dividida en tres partes; la primera está
referida a Dios, la segunda al hombre y la tercera, la parte propiamente teológica, al
Dios encarnado. La “Summa” pretende movilizar las riquezas de la razón humana.
Cuando en 1269 fue enviado por el general de su orden a hacerse cargo de la
cátedra para extranjeros en la Universidad de Paris, la situación era crítica, ya que por
un lado los maestros seculares habían recrudecido en sus actitudes contra los
mendicantes y por otro lado, la presencia de los averroístas latinos (llamados así por
derivar su conocimiento de Aristóteles del comentarista musulmán Averroes (1126-
1198) cf. p.23), presentaban un aristotelismo demasiado radical, lo que llevó a que
algunos autores se hubieran convertido a dicha versión mahometana de Aristóteles, a
pesar de incurrir en doctrinas que no parecían compatibles con la fe cristiana; esto ponía
el riesgo de que el aristotelismo fuera condenado por la Iglesia como contraria a la fe.
En las tesis aristotélicas nada se decía de un fin sobrenatural, ni de la condición de
pecadores de los hombres que hace necesitar de la ayuda divina para no caer en las
tentaciones que los amenazan.
El pensamiento griego tiene la sistematicidad innegable de un Platón, un
Aristóteles, incluso la vitalidad que aporta la tragedia griega, la verdad del mundo

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griego, la cultura presocrática, pero la Judea-cristiana aporta el aire fresco que es para el
hombre el poder liberar la mirada hacia el cielo como lugar de Dios y además a un Dios
que entre en la historia en un Dios encarnado, que es Jesús. La tarea ingente de Santo
Tomás, es recoger esas dos tradiciones y darle forma en el pensamiento.
Para recuperar el sentido original de la filosofía aristotélica y depurarla de las
interpretaciones musulmanas, Tomás encargó al dominico Guillermo de Marbeque,
importante helenista, que tradujera del griego los libros de Aristóteles. Tuvo la
precaución de trabajar sobre estas versiones directas y no las de Averroes, así le fue más
fácil conciliar la filosofía griega con el pensamiento cristiano.
Nosotros accedemos al conocimiento a través de imágenes, imágenes que
traemos de los objetos y que son empíricas y transformadas por el intelecto en
conceptos metafísicos; Tomás en esto sigue la tradición aristotélica, y no sabemos si
enriqueció o cambió en algo esta concepción gnoseológica de Aristóteles, lo importante
es que la concepción del conocimiento de Tomás, está enraizada en esta tradición que
sostiene que para que haya conocimiento en el orden humano, es necesario que ese
conocimiento se inicie en la percepción sensible.
Lo más importante de rescatar en la teoría del conocimiento, es la antropología
que está detrás, es la visión del hombre. Es esa imagen del hombre donde el alma
espiritual, donde el espíritu encarna, hecha raíces en el cuerpo. Con el supuesto de un
hombre concebido en lo que técnicamente se llama como una unidad substancial, pero
quiere decir en un lenguaje más llano que el alma que anima al hombre, el espíritu que
mora en el hombre, ha echado raíces en él.
Resumiendo, para Tomás siguiendo a Aristóteles, el hombre es una unidad
substancial, no es un alma que se une al cuerpo y está encarcelado en él (como en
Platón), si no que es una unidad, constituyendo un punto concreto relacional entre
aristotelismo y cristianismo.
No faltaba quienes consideraban a Aristóteles como un pagano, incluso peligroso
para la fe y la doctrina cristiana; esta fue la misión de Tomás, quien “cristianizó” a
Aristóteles, en la misma forma que San Agustín lo había hecho con Platón.
Con su asimilación del aristotelismo, Tomás cambió el modo de hacer filosofía
en el mundo cristiano de su época, modificó para siempre la manera en que el
cristianismo se pensaba a si mismo.
A Tomás le fascinaba el método científico en la obra aristotélica y el modo en
que en el “Corpus” todo se relacionaba con todo. En Tomás la existencia de Dios está
probada en las relaciones de causalidad. Tomás establece cinco pruebas en la existencia
de Dios que hacen, digamos, caminos ascendentes desde las cosas que conozco por los
sentidos, hasta la trascendencia de la divinidad; esas cinco vías nos dicen que pensamos
a Dios como el primer motor, el motor inmóvil, primera causa incausada, sumo bien, ser
necesario y causa fina.
En la primera prueba, la prueba de la existencia a través del movimiento, dice
que todo lo que se mueve, se mueve movido por otro, remontándose así más allá de la
experiencia hasta los entes trascendentales, cuya culminación es Dios.
Hacia 1272 había ya concluido con la primera y segunda parte de la “Summa
teológica” y fue entonces cuando se desplazó a Nápoles, donde comenzó a escribir la
tercera parte de esa obra, pero a consecuencia de los episodios antes relatados,
abandonó su escritura, así, la “Summa” quedó inconclusa en la cuestión 90 de la tercera
parte y fue concluida, en base a apuntes por él dejados, por su secretario fray Reginaldo
de Piperno.
Hoy podemos decir que es un monumento ineludible de la historia universal; de
hecho ha sido declarada su filosofía como la oficial de la Iglesia, no solo eso, sino que

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en el siglo siguiente a su muerte fue declarado Santo por el papa Juan XXII, quien ante
la necesidad de mostrar milagros para su canonización manifestó: “qué más milagro
que cada artículo de la Summa Teológica”.
Santo Tomás de Aquino es la cumbre del pensamiento medieval y su obra, la
Summa, la expresión objetiva de esa forma de pensar.

Tanto el Ser como la unidad se reciben de un mismo principio, porque “unidad” y


“ser” son inseparables. Y como todas las cosas reciben el ser por su forma, síguese
que la unidad de una cosa es el resultado de la unidad de forma. Es imposible que
diversos individuos tengan una sola forma, porque la forma de este hombre es su
alma intelectiva. Luego es imposible que haya un solo entendimiento para todos
los hombres.
Aunque se dijera que el alma sensitiva de este hombre es distinta del alma
sensitiva de aquél, y, por lo tanto, no es un solo hombre, aunque el entendimiento
sea uno para ambos, tampoco sería sostenible. Porque la operación propia de
cualquier cosa deriva de su especie y la acusa. Y así como la operación propia del
animal es sentir, así también la operación propia del hombre es el entender, como
dice Aristóteles en el I de los “Éticos”. Luego es necesario que, así como este
individuo es animal porque siente, según Aristóteles en el II “Sobre el alma”, así
también sea hombre porque entiende.
Santo Tomás de Aquino
“Summa contra gentiles”, II, 73

5. GUILLERMO DE OCKHAM

Ningún Universal es algo existente fuera de la mente, de uno u otro modo; sino
que todo aquello que es predicable de muchas cosas está por su misma naturaleza
en la mente, sea subjetiva u objetivamente y ningún universal pertenece a la
esencia de ninguna sustancia.
Guillermo de Ockham

Biografía

Guillermo de Ockham nació en Gran Bretaña, en Ockham u Occam, que es una


villa del condado de Surrey, al sur de Londres, en aproximadamente 1298 y murió
víctima de la peste negra, en el año 1350 en Munich.
Siendo muy joven, entra en la orden franciscana de los frailes menores e ingresa
en Oxford a estudiar, entre los años 1312 a 1318, donde se recibe y luego enseña.

Pensamiento y obra

Su primera obra fue comentar la famosa “Sentencia” de Pedro Lombardo


(1100-1160), que era una especie de compendio de todo el saber teológico, y que
formaba parte del libro de Pedro Lombardo llamado “Liber Setenciarum”, o sea Libro
de las sentencias o de las tesis. Se había dispuesto como trabajo intelectual teniendo un
bienio para el comentario. En el primer año, era pertinente la consideración del tema de

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Dios, Dios uno y trino; se consideraba, además, el tema de la creación, los ángeles, el
hombre, el mundo en general etc.; en un segundo año se trataban ya la Encarnación y
los Sacramentos. Ockham realiza este estudio, comenta las “Sentencias”, comenzándose
ya a sentir cierta tendencia hostil hacia él; el ambiente de Oxford estaba influenciado
por el realismo de otro teólogo franciscano Juan Duns Escoto (1266-1308), que
enseñaba de acuerdo con la tradicional interpretación cristiana de la doctrina platónica,
la realidad de los “universales” entendida como modelos o ideas en la mente de Dios.
Ockham no aceptaba este planteo; en el comentario a las Sentencias, afirmaba
que los “universales” no tenían existencia alguna fuera de nuestras mentes y que no
corresponden a ideas divinas. Lo único real son los individuos particulares.
Su temática principal, para diferenciarlo de toda la metafísica medieval, es una
afirmación radicalizada del individuo y del singular, de la persona singular y real;
mientras que en la filosofía de la época, era un concepto más universal donde el hombre
era una criatura divina, integrada en la naturaleza. Así la filosofía de Ockham va a abrir
en política el camino hacia el liberalismo individualista, donde el hombre estaba aislado,
solo.
En ruptura con toda la metafísica llena de principios generales, de géneros y
especies, afirma un empirismo radical de la experiencia inmediata, de lo que se puede
obtener del hecho de la percepción. Los “términos” de nuestras proposiciones lo único
que significan son “conceptos” de nuestra mente, por eso el único lugar donde existen
los universales son en el ánima, en nuestra mente. Los géneros y especies, hombre y
animal, si algún tipo de existencia tienen es en nuestra alma, o sea, son puros conceptos
mentales; de ahí que fuera llamado “Venerabilis Inceptor invictissimae scholae
nominalium” (el venerable fundador de la nunca derrotada escuela nominalista). Otros
indican que no fue, propiamente hablando, nominalista, ni tuvo nada que ver con el
movimiento de los “moderni”, siendo más bien su aspiración la de depurar el
aristotelismo de elementos agustinianos.
Este tema de los “universales”, forma parte de un “totum” que constituyen los
tres principios fundamentales de su pensamiento:

Primer principio: principio de individualidad de todo lo real


Segundo principio: principio de la omnipotencia de Dios
Tercer principio: principio de economía (la navaja de Ockham)

Primer principio: En la realidad todas las cosas son individuales, no hay realidades
universales. Es incuestionable el individuo, dice Ockham, tan incuestionable es, que
querer objetarlo sería algo semejante a querer observar la luz del sol y para ello prender
una candela: a lo único que puede llevarnos este acto es a una ofuscación de la vista.
Negar al individuo es negar una evidencia inmediata, pero al mismo tiempo, si tratamos
de hacer una ciencia, tenemos que hacer una ciencia universal, ¿y cómo podemos hacer
una ciencia universal si estamos partiendo de los singulares? Este es el gran desafío de
Ockham, tratar de elaborar una nueva epistemología sobre una fundamentación distinta.

Si solo el individuo es real, no hay un orden esencial que el estudioso deba


desentrañar, sino que todo orden es impuesto a la realidad por el mismo estudioso
en su acto de organizar conceptualmente los múltiples entes individuales.

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Los entes no van a estar organizados y clasificados según una previa atribución
dada por la naturaleza con un carácter definitivo, sino por una clasificación y una
categorización que el mismo científico va a imponer a su hipótesis de trabajo.
Así el realismo metafísico de los géneros y las especies queda cortado con esta
vuelta a los singulares, lo individual, y la clasificación serial de los individuos se hará
de acuerdo a como al científico le interese agrupar a los entes para una determinada
investigación.
Ockham pretende elaborar una ciencia que esté basada en una perspectiva
distinta, que esté basada en el individuo, y esa ciencia es un modo de reaccionar, su
defensa ante la omnipotencia divina.
Esta posición de Ockham, a mi se me asemeja a la cuestión de la Alopatía (la
medicina tradicional) y la Homeopatía. La primera cura en base al principio del
universal: si hay una epidemia de resfrío a todos se les da igual tratamiento (reposo,
descongestivos etc.), en cambio la Homeopatía dice que la enfermedad es individual, es
personal, es “propiedad” exclusiva de cada uno, y por lo tanto, a cada individuo se le da
una medicación distinta, que es propia y exclusiva.

Segundo principio: Es el “Principio de la Omnipotencia divina” que decía algo así


como “Dios puede hacer en la realidad todo lo que no signifique contradicción”. Esto
significa que el mundo es como es, no por un “intelecto divino”, sino por voluntad de
Dios, las cosas son como son porque así lo quiso Dios, si lo hubiera querido podría
haber sido distinto; es un mundo fáctico, puramente factual.
Ockham se opone a los teólogos que han insistido demasiado en un mundo de
ideas o esencias existentes en el seno de Dios. Hablar de un mundo inteligible en la
realidad divina es para Ockham limitar esa realidad. Mientras San Anselmo (1035-
1109) y los “realistas” tienden a considerar las ideas o esencias (o “universales”) como
estando primariamente en la mente divina, y Santo Tomás estima que constituyen la
estructura inteligible que el alma aprehende por medio de la abstracción, Ockham
prescinde totalmente de la realidad – metafísica o hasta meramente conceptual – de las
ideas o esencias.
Todo orden contingente depende de la absoluta voluntad de Dios, con Ockham
tenemos que el Dios de las ideas divinas que recorre de algún modo todo el medioevo,
cede su lugar a un Dios del poder, a un Dios todopoderoso, y todo el universo físico está
en relación con esta omnipotencia divina; no hay así en lo natural un orden más allá de
lo querido por Dios. “Dios no puede estar limitado por nada y las ideas o esencias,
cualquiera que sea el modo como se conciban, representan una limitación” (José
Ferrater Mora: “Diccionario de Filosofía”).

Tercer principio: Es el “Principio de la Economía”, según el cual para explicar la


realidad no hay que recurrir a la creación (hipostización) de otros principios que
expliquen la realidad, o sea, que para explicar la realidad hay que recurrir a la menor
cantidad posible de principios o de realidades posibles; no debemos crear entes para
explicar otros entes. Este principio es conocido con el nombre de “la navaja de
Ockham”: “no deben multiplicarse los entes sin necesidad”. Plantea un nuevo horizonte
de comprensión, “roer la barba de Platón con la navaja de Ockham”. Es un instrumento de
elaboración de su propia ciencia y está acotando al orden de fabricación de teorías por
parte del hombre. De ninguna manera se contrapone con el Principio de omnipotencia
divina. Dios puede elegir el modo más complicado de obrar, pero sin embargo el
hombre va a elegir el modo menos complicado de elaborar una teoría sobre lo real. De
lo dicho acerca de la concepción ockhamiana de la realidad divina se desprende un

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modo de pensar que penetra toda la lógica y la teoría del conocimiento de nuestro autor.
Es el modo de pensar expresado en el principio de la economía y que ha dado origen a
la expresión – Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem – En efecto, Ockham
ha procedido a prescindir de “entidades”, entes, entre Dios y Su creación.
Congruentemente, Ockham prescinde de toda “entidad” entre los términos concebidos o
aprehendidos y las realidades a que se refieren. Usamos indistintamente las expresiones
término y concepto, pero aclaramos, que por la terminología aplicada, es claro que
Ockham, aunque puede ser considerado como un nominalista, no lo es en el sentido en
que los términos o conceptos sean meras expresiones habladas o escritas (flatus vocis).
La supresión de “intermediarios” entre los términos y las cosas es paralela a la supresión
de intermediarios entre la mente y lo aprehendido por ella.

Este modo de pensar de Ockham, apartándose de las teorías escolásticas y su


doctrina revolucionaria, inquietó a sus pares y superiores de Oxford. Hay una
advertencia de John Lutterel, el canciller de su universidad, que logra que sea citado a
Aviñón, sede del papado en 1324.
Durante cuatro años permanece en la sede papal aguardando que se decida si sus
teorías son o no heréticas. Las mayores dificultades se centraban en las opiniones del
joven filósofo sobre las relaciones entre fe y razón y su impugnación de las pruebas
sobre la existencia de Dios.
Ockham plantea por primera vez la división entre el plano de la fe, y la razón –la
claridad lógica – por el otro.
Para Ockham no existen vínculos reales entre los entes de la realidad, tampoco
existe la posibilidad de vincular a esos entes por medio de la ley de la causalidad. Como
consecuencia, tampoco es posible por medio de una cadena de relaciones llegar hasta el
ente primero que es Dios, por eso la existencia de Dios está reservada a la Teología y no
puede ser formulada por la razón filosófica.
La comisión nombrada por Juan XXII se demoraba en la resolución sobre las
opiniones de Ockham, y éste aprovechó para redactar por segunda vez su comentario de
las “Sentencias” y retocar otros textos; también escribió una “Suma lógica” completa,
desarrollando ideas que ya había apuntado en un tratado escrito en Oxford.
Según Ockham, el hombre no es un individuo aislado de todo contacto
metafísico, sino que está puesto él mismo frente a la realidad inmediata, contingente y
empírica. Sin embargo, ese hombre tiene una capacidad de conceptualizar sus
sentimientos; entonces habría una conceptualización de pulsiones* profundas de la vida,
el amor, el goce, la alegría, la queja, todo lo que sean pulsiones elementales de la vida,
que son como ese lenguaje que, dice San Agustín, es anterior a todo idioma, que es
neutro, que hay que nombrarlo, pero que al nombrarlo se produce esa arbitrariedad.

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Política

En 1328 se encuentra con el general de su orden, Miguel de Cesena, el que


había sido llamado por el papa para que explicara su teoría sobre la pobreza. También
conoció al emperador Luís de Baviera; Cesena había sostenido la teoría que la
perfección evangélica, es decir la perfección del cristiano, se logra a partir de la

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renuncia a la propiedad, en la condición de pobreza. Claro, esa teoría para un papado


con aspiraciones de poder era conflictiva, e importaba limitar tal tipo de teoría adversa a
sus ambiciones, por ello es convocado. Ockham hace causa común con Cesena, junto
con Luís de Baviera se establece una suerte de alianza para luchar contra la tiranía del
papa.
Cesena, Ockham y otros frailes menores huyen de Aviñón, y luego de participar
de un congreso general de la orden en Bologna donde se discutió la pobreza evangélica,
la caridad cristiana, el poder del papa y la fiabilidad papal, siguieron viaje a Baviera,
donde solicitaron amparo al emperador; para entonces, ya habían sido excomulgados.
De aquí en adelante Ockham se dedica a dar apoyo a Luís de Baviera, desarrollando en
su corte en Munich, una intensa actividad polémica en asuntos eclesiásticos y políticos y
disputando con los papas Juan XXII, Benedicto XII y Clemente VI.
Indudablemente, el mismo ideal de Ockham animaba a la orden franciscana en
su lucha contra el Papado de Aviñón. La tesis de la pobreza de Cristo y de los apóstoles
fue el arma ideal de que se sirvió la orden franciscana para defender este ideal. No sólo
Cristo y los apóstoles no quisieron fundar un reino o dominio temporal, sino que ni
siquiera quisieron tener ninguna propiedad. Quisieron fundar una comunidad que, no
teniendo por mira más que la salvación espiritual de sus miembros, renunciase a
cualquier preocupación mundana y a cualquier instrumento de dominio material. Tal es
también la preocupación polémica de Ockham.
A la muerte de Luís de Baviera, en 1347, Guillermo de Ockham trató de
reconciliarse con la autoridad papal, en esa situación, el papa Clemente VI le había
propuesto a Ockham una retractación de las “Contumacias”, que había escrito contra el
papado, a cambio de un levantamiento a la excomunión, pero fallece en Munich
víctima, como se dijo en su “biografía”, de la peste negra y sin noticias del resultado de
esos postreros esfuerzos de reconciliación, siendo otro tema de discusión si Ockham
falleció reconciliado o no con la Iglesia.

Con Guillermo de Ockham comienza a desarrollarse en la filosofía europea, el


espíritu crítico que tan importante papel tendría en los siglos siguientes en el
pensamiento científico y filosófico; la influencia del nominalismo y el individualismo
okhamista, se refleja en el ámbito del saber, en la concepción antropológica que implica,
y en la importancia dada al lenguaje: “El hombre solo tiene posibilidad de reconocerse
en el lenguaje y en la palabra”.
Ockham es un defensor del individuo y de su derecho. Su influjo se reconoce en
los movimientos políticos y religiosos inmediatamente posteriores, en el postulado de
separación de iglesia y estado, en el respeto por los derechos del individuo, en la
defensa de la libertad de conciencia y en la repulsa de cualquier imposición dogmática;
fue, quizás, el último medieval y a la vez el primer moderno, el primer filósofo crítico.

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