La V radiografía del Posmodernismo Hay quien piensa que hoy se vive sin valores. La situación mundial, y también española, parece demostrar que el mundo va a la deriva y que cada uno tira por donde puede, sin norte; ya decía Heidegger que vamos por "sendas perdidas". Pero, si bien se piensa, esto no es completamente así. El psicólogo y pedagogo Alfred Adler demostró, con sus agudas observaciones llenas de realismo, que todo el mundo tiene unos valores que le dirigen, un "estilo de vida" consciente o inconsciente.Los seres humanos tenemos nuestra pequeña filosofía, buena o mala, pero la tenemos, dándonos o no cuenta de ella. Por eso lo que es preciso averiguar es qué valores vivimos: si son positivos o negativos. Porque los valores que viven los occidentales, y en particular los españoles, no son los mejores, ni mucho menos. Y habría que preguntarse por qué ocurre esto entre nosotros. Al enfrentar diversos cambios que ha tenido la violencia a lo largo de la de la vida, se puede observar que sigue siendo una parte que no cobra ninguna importancia en la formación del ser humano, más bien crea un impacto negativo ya que en la actualidad vivimos una época en la cual la información que circula por los diferentes medios de comunicación está recargada de palabras e imágenes violentas que no contribuyen al desarrollo personal y social de los individuos más bien perjudica. Este tipo de información se visualiza en los diarios, en la televisión, el cine, la Internet, los videojuegos o en las pantallas de vídeo este es un claro ejemplo de violencia es la representación más real o ficticio que observamos cada persona. A cada momento nos impacta enterarnos de diferentes situaciones violentas que ocurren a diario en el mundo. El análisis acerca de la violencia lo explicare a lo largo del ensayo. En la actualidad, se vive un desapego e insensibilidad casi total ante la práctica de valores, creando esta nueva cultura de aislamiento y egocentrismo desmedido que se está formando actualmente, en la cual se promueve esta cultura de competencia y perfección en los individuos, quienes buscan resaltar y encajar a toda costa en los mejores puestos o posiciones, sin importar las acciones que deban realizar y como estas puedan repercutir en el resto de personas. Lo único que se busca como principal objetivo es ser él o la mejor en todo, sin importar lo demás; se está olvidando por completo el sentido de compasión y amor por el prójimo que nos vuelve seres altruistas y nos diferencia de los animales. La nueva era tecnológica se ha convertido en un pilar fundamental para las relaciones sociales, y en el escenario perfecto para expresar la forma de ser de cada individuo, exponiendo su día a día, sus creencias, preferencias y pensamientos, sin el más mínimo signo de discreción. Se comparte la idea de una libertad de expresión, donde cada uno es dueño de su propia realidad, y puede reflejarla como mejor le parezca, con el único objetivo de ganar admiración o acrecentar su egocentrismo de manera negativa, dejando de lado lo realmente importante o valioso del ser humano. Es importante recalcar lo contraproducente que puede llegar a ser esta vida ficticia que la gente busca aparentar como sinónimo de vida plena y feliz, la cual, se puede compartir con los miles de usuarios existentes alrededor del mundo, mostrando por ejemplo, las experiencias vividas en un paseo familiar, o alguna actividad cotidiana a través de imágenes y videos, pero a la vez creando esta insensibilidad o desapego de disfrutar estas experiencias de manera real, para enfocarse solamente en capturar el momento “perfecto” en alguna foto o video, para luego publicarlo en alguna red social, y poder así sentir que se disfrutó de la experiencia, dejando de lado las relaciones interpersonales que se pudieron haber creado con las personas en ese momento, o con el lugar y los distintos factores que en ese instante se encontraban presentes en ese sitio o tiempo. Esto encierra un problema mayor, que es la inconformidad o infelicidad que atraviesan las personas que miran este tipo de contenido en las distintas redes existentes, creando un sentimiento de frustración y tristeza al no conseguir vivir esa “vida perfecta” que otras personas proyectan o aparentan a través de los medios digitales, sin tener en cuenta que talvez todas estas historias que se nos presentan a través de la pantalla no son más que una realidad ficticia inventada por otras personas, para encajar y obtener la aprobación del resto de usuarios que siguen esta tendencia o manera de vivir, todo sin un propósito verdadero. Actualmente, podemos notar este fenómeno de aislamiento en los jóvenes, quienes al sentirse “incomprendidos” por la sociedad, se refugian en realidades virtuales, o crean sus propias realidades, acorde a lo que les interesa vivir, y se vuelven antisociales de la vida real, para ser los más conocidos o populares de redes o sitios virtuales, donde tienen la libertad de expresarse y compartir opiniones con otros jóvenes, que se sienten identificados con los mismos problemas, logrando la aceptación de personas que pueden estar a miles de kilómetros de ellos, pero que los consideran más cercanos que a sus propios progenitores o amigos. Al final del día, toda esta saturación de imágenes y sensaciones que nos transmite la web, a través de sus distintas plataformas, lo que nos deja es una sensación de cansancio o inconformidad con nuestro estilo de vida, o nuestro aspecto físico y personal, creando esta sensación de insuficiencia o vacío, que nos hace sentir infelices y deprimidos, porque no sabemos valorar lo que poseemos y lo que realmente importa, todo por el simple hecho de anhelar una vida que no es del todo linda como se hace creer, con todos sus lujos, viajes, y fotos perfectas, que no son nada más que ilusiones, que opacan el verdadero sentido y valor de la vida, las cosas, y personas con las que podemos contar a nuestro alrededor. Creo que las personas actualmente deben realizar un análisis más profundo de lo que ven a través de sus pantallas, y preguntarse a que costo están dispuestos a dejar todo lo que tienen, lo cual es real y hasta cierto punto necesario, por una “felicidad” efímera, que al final del día no es ni la mitad de fantástica ni perfecta de lo que parece.