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I
EL INCIDENTE DEL CALLEJÓN
II
EL CASO DE MR. HELSON
Alcurnio Phoen tenía familiares allegados a partir de su madre, cuya respectiva residencia
se encontraba en la ciudad de Londres. Una familia de gran reputación, los respetados
miembros de la familia Orson, propietarios de diversas fábricas en aquellas conocidas
zonas industriales de Londres. Entre sus miembros, destacaba la inteligencia y cualidades
del joven Orlando, un brillante estudiante de leyes y en su contraparte gran apasionado
de las ciencias naturales, su disciplina generaba elogios. Su madre, una cantante de ópera,
cuyo nombre era Bagel Therwick deslumbraba con su voz al gran teatro de la ciudad. De
muy joven se dedicó a cantar en reuniones aristocráticas, muchas veces promovidas por
su propia familia; entre tantas de estas reuniones llegó a conocer a Benjamin Orson, un
importante miembro del parlamento inglés y primo directo de Phoen, se conocieron
prontamente, pasados los días paseaban por los parques y jardines de la gris ciudad,
conversaban de intrincados temas que les generaba debates placenteros, que para
entonces, cubrían sus extensos diálogos.
Pasaron los años, se enamoraron y se intensificó sus sentimientos, se casaron al poco
tiempo y de esa unión nació Orlando; desde muy pequeño mostró ser muy hiperactivo,
sociable y enamoradizo. En los primeros años de su infancia mostró cierto desapego por
los estudios, pero que cambió por el continuo control y la presión de sus padres, se adaptó
a esta nueva situación y obtuvo los resultados que satisfacía a su familia.
Cumplido los 15 años adquirió una inquietante conciencia social, observó la desigualdad
de condiciones socioeconómicas en Londres, la presencia casi interminable de mendigos
y como junto a ellos pasaban por las calles aristócratas finamente vestidos y perfumados.
Este contexto motivó su pasión por investigar las leyes que regían en su país, ser capaz
de modificarlas y proponer unas más equitativas y justas.
Todo ello eran aún pensamientos superficiales, típicos de un jovenzuelo reflexivo.
Aquella controversia interna tenía una complejidad que necesitaría respuestas y la debida
orientación. Luego de unos años, llegado a la universidad comprendió y analizó estos
temas controversiales, concluyó que la sociedad necesitaría de un enfoque distinto.
Un día fue a visitarlo a su casa, su colega de universidad Harold, a conversar mientras
tomaban el té; sus padres lo aprobaban, era un joven culto y de magníficos modales.
Luego de estar sentados, ambos colegas en la sala iniciaron pronto un tema de
conversación.
-Mi querido amigo Orlando –decía Harold-. Nuestra profesión puede ayudar a resolver
los más intrincados casos. Como es el caso del tráfico de animales silvestres, cuyo mayor
sospechoso es Mr. Helson, es dueño de un negocio, un poco desconocido, de Liverpool.
Todos los comerciantes de estos animales mencionan su nombre.
-Un interesante caso –dijo Orlando-. ¿Cómo es que te has enterado de esto? –preguntó.
-Hace pocos días, el profesor de jurisprudencia penal me lo comentó, ciertas veces hace
de inspector y empezó a observar una mayor presencia de estos animales, muy superior a
años anteriores, en los barrios periféricos de la ciudad –respondió Harold y continuó.
Investigó en el puerto, encubierto como policía y descubrió que los barcos de Mr. Helson
proveniente de Liverpool, que rápidamente identificó, no eran registrados, tras recibir el
jefe de controles un sobre lacrado.
-¿Se sabe el contenido del sobre? –preguntó con curiosidad Orlando.
-Es todavía un misterio –respondió Harold.
III
EL INGENIO DEL JOVEN ORSON
El caso de Mr. Helson, generó muchas intrigas a tal punto que Orlando se comprometió
a participar en la investigación, lo haría junto con Harold y el profesor que también como
sabemos era inspector. Los tres se reunieron en la cafetería de la universidad para plantear
las póstumas acciones que seguirían; el inspector lideraría, por su experiencia, el grupo.
El primer paso consistió en que Orlando debía averiguar los movimientos de Mr. Helson,
la policía lo había investigado pero fue absuelto, pero el inspector aún tenía dudas, así
que había que proceder secretamente. Al día siguiente por la mañana Mr. Helson salía de
su casa y partió en su automóvil, de las pocas que había en Londres por su estilo y
fabricación; Orlando lo siguió hasta que Mr. Helson se detuvo en el Banco Real,
seguramente debía hacer un retiro o quizá un depósito. Cuando salió del establecimiento
tenía un sobre en la mano, le quitó la etiqueta y la arrojó al suelo, inmediatamente se
incorporó en el automóvil y se retiró. Apenas se fue, Orlando se acercó al Banco y recogió
la etiqueta que arrojó Mr. Helson, ésta tenía grabada el nombre de la ciudad de Viena,
probablemente debía tener negocios allí. Pero tenía otra duda, ¿por qué el sospechoso
actuó de forma imprudente y arrojó una etiqueta con cierta información?
En otro lugar, Harold se infiltró como un simple trabajador del puerto, cerca de las
mercancías que supuestamente correspondían a Mr. Helson; el jefe de operaciones de
aquella unidad le dijo:
-Llévale este sobre al capitán Watson, él se encuentra en el barco azul de enfrente –decía
con voz baja-. Apresúrate, trata de ocultarlo, no hagas preguntas, solo obedece.
Supuestamente Harold debía pasar como un trabajador novato, que siempre obedece
órdenes y es fiel a sus superiores, buscando además aparentar ser muy eficiente. Debida
a la aparente ingenuidad de Harold, el jefe de operaciones lo consideró tan ingenuo, que
no sospecharía de nada.
-Debo revisar qué es –se preguntaba Harold –después debo enviarlo al capitán Watson
para evitar algún tipo de sospecha.
-Antes debo observar su contenido y copiarlo –seguía pensando.
Se dirigió a un cuarto abandonado del puerto donde había una mesa polvorienta, sin
ningún asiento cerca, tomó un trapo de su bolsillo y limpió la mesa. Colocó el sobre en la
mesa, y con un fino cuchillo iba quitando el pegamento que sellaba el sobre, finalmente
lo abrió, dentro estaba una hoja; sacó del bolsillo de su camisa una hoja blanca con papel
carbón, manchada de negro en una sola cara, colocó la hoja original y debajo de ella el
papel carbón con la cara machada mirando hacia abajo y debajo colocó el papel en blanco.
Sonó el estruendo típico de los barcos del puerto, se percató de que se trataba del barco
azul, según calculó partía en siete minutos, se apresuró a pasar con un pluma sin tinta
cada palabra impresa del original, estaba calcando y rápidamente terminó su trabajo,
metió el original al sobre, sacó un tubito con goma de su pantalón y cerró el sobre, partió
a toda prisa al encuentro del capitán Watson y le entregó el sobre.
Regresó para confirmar la entrega del sobre que le había sido encargado, el jefe saludó el
gesto y Harold se marchó.
El inspector se había infiltrado en el barco azul, que según averiguó tras preguntar a los
tripulantes, se dirigía en una travesía de Sevilla – Barcelona – Sicilia y regresarían en un
mes al puerto de Londres. En un mes el inspector debía averiguar la ruta del negocio de
Mr. Helson.
Anteriormente los tres agentes se habían reunido el último de clases de la universidad de
aquel año y tendrían vacaciones de dos meses, todo ello explicaba que se atrevieran a
invertir su tiempo en esta investigación.
En medio de la travesía del barco azul, el inspector inició un diálogo con uno de los
tripulantes.
-Dígame buen hombre –decía el inspector –disculpe soy nuevo aquí y acabo de
integrarme, ¿de qué se trata el negocio?
-Ja, ja, ja –se reía el hombre-. Usted se ve de mucha edad, es un errante por lo que veo,
no se preocupe, nuestro negocio es arriesgado –continuaba el hombre-. Pasamos por
varios puertos, pero nuestra mayor venta se encuentra en Italia, desde allí se distribuye
por el resto del continente hasta la ciudad de Viena, yo llegaba hasta allí, pero desde hace
poco solo me tienen en altamar.
-¿Por qué es arriesgado? –preguntó contrariado el inspector, que aparentaba ser un simple
trabajador.
-Bueno, veo que usted es de confianza –hablaba con voz baja el hombre-. Nos dedicamos
al comercio de animales silvestres, ciertamente a pesar que pasamos por distintos puertos,
no pagamos aranceles, así que nuestra venta tiene ganancias mayores, tenemos aliados en
todos los lugares, dicen que alguien desde Londres se encarga de contratar sus servicios,
no sé quién es, pero debe pagarles muy bien.
Orlando y Harold toman un café en el centro de Londres, habían pasado ya casi 20 días
desde que el inspector partió, Harold sacó copias mediante el calque de muchos otros
documentos dirigidos a barcos relacionados a Mr. Helson. Y Orlando hizo un seguimiento
continuado y con poco descanso a Mr. Helson, ambos discutían del tema teniendo en
cuenta lo que tenían disponible a su alcance.
Analizaron, en primer lugar, la información obtenida por Harold, entre sus decenas de
documentos observaron un patrón, eran comunicados dirigidos a la ciudad de Viena, con
el objetivo de dar a conocer que los animales silvestres se camuflarían entre otras
mercancías. Además tenían una autorización falsa que le permitía evadir aranceles que
agentes de varios puertos recibían.
-Mr. Helson se dirigirá a Viena, estoy seguro –afirmó Orlando-. Esta mañana –continuaba
el joven Orson –lo vi subiendo muchos equipajes a un carruaje. Pero antes de ello, entró
a un restaurant de origen francés, parece que irá disfrazado a Francia, debido a que tiene
orden de captura en ese país según nos dijo el inspector; y desde allí partirá a Viena.
Parece que odia viajar por mar, mientras caminaba por la calle vi como despreciaba
cuando veía pasar junto a él a un grupo de marineros, al parecer no tolera su presencia.
-Entonces viajará por tierra hacia Viena –concluyó Harold- pero, ¿cómo sabes que irá
exactamente a Viena?
-Cuando arrojó la etiqueta en la salida del Banco –respondió Orlando, lo seguí y entró a
la agencia del transporte del Canal de la Mancha, al hacerlo inmediatamente después de
ver el destino como Viena en aquella etiqueta que arrojó, lo deduje. Seguramente en 10
días, tendremos noticias del inspector.
IV
UNA VISITA A ALCURNIO PHOEN
Apenas llegó el barco azul a Sicilia, el inspector decidió quedarse allí, le entregó una carta
a su compañero de travesía de mayor confianza y le dijo:
-Cuando lleguen de vuelta a Londres, quiero que le hagas entrega de esta carta o bien a
Orlando Orson o a Harold Green que ahora te los describiré, eso es todo, estaré muy
agradecido.
-Dalo por hecho, cumpliré este pequeño encargo –dijo el hombre.
Tal como estuvo planeado los jóvenes debían esperar al inspector en el puerto, eran las
9:00 am. Se les acercó de pronto un hombre pobremente vestido, robusto pero con buenos
modales.
-Buen día, caballeros –se presentó el hombre –según la descripción de Max, deben ser
ustedes Orlando y Harold.
Orlando y Harold reconocieron el nombre en clave del inspector, Max, así que debía tener
este hombre alguna información de interés.
-Aquí les traigo una carta de Max –continuó el hombre –me dijo que le entregara
exclusivamente a cualquiera de ustedes, aquí tienen.
Pronto se marchó el hombre, los jóvenes no abrieron el sobre hasta que llegaron a la
ciudad, fueron a la casa de Orlando y descubrieron el contenido de la carta, previamente
sabían que tendría que haber dos casos; o bien recibían al inspector o simplemente un
mensaje de él, con este motivo lo leyeron a continuación:
“Queridos Orlando y Harold, encargué esta carta a un tripulante del barco azul,
les aviso que me quedaré en Sicilia, para partir de allí hacia Viena y descubrir la
ruta de mercancías de Helson, necesitaré la ayuda de ustedes, llegaré a Viena
según me dicen por tierra en 12 días, deberán darme encuentro allá, la clave es:
ES UNA BELLA PRIMAVERA, en la plaza principal, díganles a sus padres que
tomarán vacaciones con algún familiar que tengan.”
Me despido
Max
Orlando y Harold se miraron, el caso estaba llegando muy lejos, pero debían llegar hasta
el final.
De pronto se abrió la puerta, era Benjamin Orson, llegaba de una larga reunión que
empezó desde la madrugada en el despacho del ministro.
-Hola muchachos –dijo el Sr. Orson –qué gusto verte por aquí Harold. Se despidió y se
dirigió a su recámara.
Orlando recordó de pronto que tenía un tío que vivía en Viena laborando como químico
y que además no veía desde hacía mucho tiempo. Consideró entonces que viajar al lugar
donde vivía su tío sería una buena estrategia para los propósitos que perseguían, por lo
tanto representaba la excusa perfecta para dar alcance al inspector en Viena.
¡Es una excelente idea! –exclamó Harold. Inmediatamente informaré a mi familia del
viaje, me despido, estaremos en contacto.
Durante el almuerzo de la familia Orson, Orlando tocó el tema de un viaje de vacaciones,
dirigiéndose a su padre.
-Considero padre que visitar a mi tío Alcurnio en Viena sería una buena forma de
aprovechar mis vacaciones, además me enterado de que es una persona honorable y de
gran prestigio en esa ciudad –decía Orlando. A lo que respondió el Sr. Orson, pensándolo
por unos minutos y luego de hablar en voz baja con su esposa Bagel:
-Estoy de acuerdo y tu madre también, así que dinos el día que partirás para iniciar todos
los preparativos. Le comunicaré a Alcurnio que irás para allá, ¿irás solo? O ¿prefieres que
alguien te acompañe?
-Justamente iba a decirte que pensaba ir con mi buen amigo Harold –contestó Orlando.
-Qué bien, el joven Green que es un buen muchacho, estarán bien los dos –decía el Sr.
Orson.
Aprobada la excursión, los planes de la investigación continuaban su curso. Mientras
tanto, el inspector se adentraba en la Italia continental.
V
LAS PERIPECIAS DEL INSPECTOR
Desde que el inspector se embarcó en su búsqueda eran ya varios días, según los cálculos
de Orson, el inspector llegaría en tres días a Viena. Por tanto inició los preparativos de su
viaje al lado, como siempre, de su buen amigo Harold Green. Se encontraría con su tío el
Dr. Alcurnio Phoen, quien ya tenía noticias de su visita.
El joven Orlando planeaba estar con su tío por espacio de una semana, preparó su equipaje
listo para una posible aventura aunque no exento de peligros; por fin llegado el día partió
de su casa con Green rumbo al puerto de Liverpool, donde estaría una embarcación que
cruzaría el Canal de la Mancha. Arribaron a Liverpool y se despidió nostálgico de su
padre Benjamin y de su muy angustiada madre Bagel; mientras el joven Harold hacía lo
propio con su familia.
Instalados en la embarcación, éste dio inicio a su travesía, ambos decidieron descansar
antes de arribar a su destino. Pasado el tiempo, con el estridente sonido de la sirena se dio
el anuncio de la llegada a tierra firme, habían llegado a un pequeño puerto del norte de
Francia. Debían tomar ahora el expreso Du Petit con destino a París, instalados en esta
nueva movilidad, Orson pensaba en lo mágico de los paisajes pues era Francia su país
favorito, para él era una diadema de cultura y la ciudad luz, un tesoro invaluable.
Cuando se encontraba enfrascado en estos pensamientos, Harold le interrumpe e inicia
una conversación:
-Qué te parece Orlando si nos damos un breve paseo en París, puede ser una oportunidad
única.
-Debemos pensarlo, Harold –respondió Orson-. No tenemos mucho tiempo, aunque creo
que disfrutar del arte no es, de ninguna forma, una pérdida de tiempo.
-Se dice hace bastante tiempo –continuaba Harold, cambiando de asunto- que en la casi
totalidad del continente se percibe una tensión que puede llegar a ser inestable.
-Así es –afirma Orson-. Desde el Parlamento, mi padre cree que un conflicto tenebroso
puede avecinarse y que Austria-Hungría es una amenaza creciente para los ingleses, pero
ahora solo tenemos a Helson como preocupación principal.
-Tengo entendido Orlando, que tu padre investigó a Helson por evasiones de impuestos
y delitos de estafa –agregó Green.
-Efectivamente, no se logró comprobar su culpabilidad, y desde entonces camina en
negocios furtivos fuera de Inglaterra, no se sabía nada, hasta que el inspector despertó la
curiosidad y por ahora considero prudente no informárselo a mi padre y ser cautelosos-
contestó Orlando.
Dejaron pronto el intrincado tema atrás y discutieron sobre los trabajos pendientes de cara
al reinicio de las labores en la universidad, y tras tomar el tradicional té, entre comentarios
y risas, llegaron a la ciudad parisina.
París deslumbraba a muchos visitantes y Orlando no sería la excepción, a la vez que Green
alborozado se acercó hacia un bello jardín de casonas adornadas, con el imponente estilo
barroco. Al ser la capital cultural de Europa, abrías las puertas a la imaginación de Orson,
que escribía en sus memorias como lo afectaban sus sentimientos encontrados; Green
aprovechó y se dejó pintar un retrato con los artistas que se desplegaban por las calles.
En esos momentos fue cuando Orson se quedó admirado por la belleza de una mujer a la
que hacían también un retrato, era una mujer de aspecto refinado, de mirada firme, cabello
suelto y hermosamente cuidados, llevaba un vestido rojo vivo, las manos cubiertas con
guantes brillantes, a su lado su sombrero florido y su rostro de ángel mostraba a alguien
con juventud plena, modelaba con estilo de madame, una doncella de linaje y modales
que la definían. Prácticamente Orlando Orson olvidó el verdadero objetivo de su viaje
con aquel hechizo, pues no parecía adecuada otra definición; cuando el pintor terminó su
trabajo y la bella dama se retiró, Orlando preguntó acerca de su nombre, era Madame
Grenoble, mejor dicho Ana María Grenoble. Green se aproximó y Orlando pronto volvió
en sí; marcharon a la agencia del Expreso Parnasian rumbo a Austria.
En el camino a bordo, Orlando recordaba a Madame Grenoble, suspiraba plácidamente
con una sonrisa en el rostro y por supuesto con los ojos cerrados como soñando; mientras
Green admiraba su autorretrato, observando cada detalle de la pieza pictórica. Entonces
ambos se encontraban en mundos distintos, sus mentes viajaban a lugares recónditos y
apartados; sonó de pronto el llamado de uno de los mozos del expreso que, claro está,
regresó a la cruda realidad a ambos viajeros.
-Caballeros –decía el mozo-. Permítanme ofrecerles un champagne y quizá algún
aperitivo.
Aquella amabilidad alegró a Green que inmediatamente aceptó y ambos degustaron el
pequeño cóctel, pasaron a descansar en las siguientes horas.
Orlando se encontraba en un profundo sueño…
El joven Orlando se había extraviado en una ciudad fantasma, no había ningún otro ser
humano rondando, de pronto apareció la figura de un hombre misterioso con un sombrero
oscuro que prácticamente ocultaba sus ojos, cubierto casi totalmente por una túnica negra.
Se le acerca, y Orlando temeroso retrocede, se tropieza y aparece detrás de él una gran
jaula que se abría esperándolo; el hombre le da la mano y lo ayuda a levantarse y le dice:
-Debes confiar en mí, por poco y terminas por siempre prisionero.
-¿Quién eres tú? –preguntaba Orlando. ¿Por qué quedaría prisionero?
-Tienes un destino lúgubre, marcha con cuidado, tu viaje lo cambiará todo.
Súbitamente un grupo de cuervos atacan a Orlando, pero el hombre misterioso lo protege,
luego finalmente se desvanece.
Despierta el joven Orson asustado e intrigado, era ya de noche y llevaba siete horas de
viaje. Green se encontraba apaciblemente durmiendo. Orson pensaba en los días
posteriores y quizá en los peligros próximos, meditaría el resto del viaje.
Se anuncia de forma bulliciosa la llegada a la capital austriaca, Green se despierta
atolondrado mientras Orlando mira con fijeza los edificios de la ciudad.
-Orlando, ¿te encuentras bien? –pregunta Green.
-Sí amigo, estoy pensando que nos deparará nuestra estadía aquí.
-Tranquilo –conciliador Green- atraparemos a Mr. Helson, será grandioso.
Por otra parte, Alcurnio Phoen fue notificado hace unos días de la visita de su sobrino
Orlando, así que llegaría a la Estación a su encuentro, y no está demás decir que preparó
un banquete de bienvenida. Después de un emotivo saludo, partieron a la casa del buen
tío.
Ya en la casa de Phoen, éste pronto inicia una conversación:
-Sabes mi querido Orlando, te vi tan pequeño cuando visité Londres y ahora eres todo un
hombre.
-Es magnífico estimado tío –respondió alegremente Orlando-. Estuve ansioso de
conocerte más, es la primera vez que visito esta bella ciudad.
Casi unos minutos después empezaron a abordar temas sociales y hasta científicos. Pero
aún Helson no era tema de conversación.
Phoen prontamente propone un brindis celebrando la grata llegada de un sobrino lejano:
-Me encuentro ciertamente dichoso, contento, me causa una gran felicidad ver a un
miembro de mi familia volverse un hombre íntegro y definitivamente tengo el privilegio
de volver a verlo. ¡Salud!
Terminado el banquete, el Dr. Alcurnio instaló al joven Orson y a su compañero Harold
en sus habitaciones.
VII
LA REVELACIÓN DE SECRETOS
El inspector había cruzado los Alpes, pronto se visualizaba territorio austriaco, cansado
y agotado por su larga travesía se mostró desganado a la hora de descender todos los
equipajes y “mercaderías”. Habiéndose descargado todo, se utilizó la movilidad mediante
caballos rumbo a los depósitos en el barrio Hister en la periferia de Viena.
Los animales silvestres tenían un ambiente especial, las restricciones eran menores en
Viena respecto a su comercialización. Todo quedó instalado, pronto el inspector se
despidió cálidamente de Giuseppe y entró a las oficinas con cierta cautela.
Giuseppe preocupado por su paga también se dirigió a las oficinas y prontamente escucha
una conversación entre el representante de la compañía y el inspector.
-Sabes, yo creo que el niño Orson puede sospechar –decía el representante.
-Actuaremos de forma sutil, tranquilízate –respondió el inspector.
-Aunque debo reconocer –continúa el representante- que atraerlo con esa estratagema fue
brillante amigo Helson, aunque darte esa travesía por Europa no sé si era necesaria.
-Bueno camarada, debía observar a plenitud los riesgos del negocio y por supuesto darle
más realismo al plan, más bien iniciemos contacto –decía el inspector-. Ya deben haber
llegado a Viena.
Giuseppe sorprendido con lo que había escuchado, empujó la puerta y dirigiéndose al
inspector:
-¿Qué planes tienes en mente? ¿Eres Mr. Helson? Llevo un buen tiempo haciendo
negocios con él, pero nunca lo vi directamente.
El inspector le responde contrariado:
-Amigo Giuseppe, ven siéntate, veo que has escuchado una conversación privada,
tomémoslo con calma.
-¡Responde! –exaltado Giuseppe.
-Amigo Giuseppe, soy Mr. Helson y él es mi querido amigo Walter mi asesor personal.
-¿Pero por qué? –pregunta Giuseppe.
-Acabo de conocerte hace unos días, por qué habría de contarte mis secretos –responde
Helson.
-Creí que éramos amigos y simplemente te despediste de mí sin más, confía en mí, te
ayudaré dame el trabajo –manifestó Giuseppe.
-Bueno, está bien –acepta Helson- pero si comentas algo inapropiado sabrás que ya no
habrá consideraciones.
-Seré de mucha ayuda, dime qué tengo que hacer- pregunta Giuseppe.
Mr. Helson le cuenta el plan a Giuseppe, le brindó todas las indicaciones y acto seguido
debían averiguar dónde se encontraba residiendo Orlando Orson.
Un contacto en la estación ferroviaria del Parnasian informó haber visto a dos jóvenes
acompañados por un adulto ya mayor y otro que movía los equipajes. Evidentemente este
contacto no pertenecía a la ciudad por lo que no reconoció al famoso científico vienés.
En esos momentos de búsqueda, de pronto Mr. Helson abrió un interrogatorio con
Giuseppe:
-¿Por qué mostraste tanto interés en trabajar conmigo, qué pasará con tus negocios?
-Bueno, mi querido amigo Helson –responde Giuseppe-. He considerado la posibilidad
de salvar mis negocios.
-¿Y cómo es que me involucra a mí? –pregunta Helson.
-La familia Orson es una importante familia y principalmente allegados a una persona
que conozco desde hace buen tiempo –explicaba Giuseppe-. Se trata de aquel químico
que te mencioné, el Dr. Phoen, por su intervención mis negocios se vieron mermados,
tras enterarse del transporte que hacía de animales silvestres, se retiró impidiendo que
pueda contactarme con los fabricantes de Francia y Alemania que proporcionaban
insumos químicos a los laboratorios de Austria, la ruptura fue total cono los fabricantes
franceses, los Grenoble cerraron cualquier relación.
-Entonces pretendes ajustar cuentas con el tal Phoen aprovechando la estadía de un
familiar suyo, el joven Orson. Sabrás dónde encontrarlo cuando al fin encuentre a Orson
–mencionaba Helson.
-Es necesario, pues como sabes el Dr. Phoen también está en contra de negocios como el
tuyo –decía Giuseppe.
-Entiendo, no tomé en cuenta a este señor. Entonces pongámonos en marcha –culmina
Helson.
Mr. Helson hace varios días e incluso semanas había enviado una carta tanto a Orson
como a Green citándolos en la plaza de Viena y justamente se encontraban en la fecha
mencionada, con la identidad de un inspector claro está.
Mr. Helson con un disfraz propio de un inspector llegó a la plaza principal y merodeaba
sutilmente, debía dar encuentro a los jóvenes, era de mañana.
La noche anterior, Orlando y Harold discutían en su habitación, en la casa de Phoen, lo
que debían hacer y si era conveniente informar a Alcurnio Phoen de su problemática.
Decidieron finalmente involucrarlo, era necesario según ellos porque un criterio adulto
los podría guiar mejor en una situación tan riesgosa.
Orlando y Harold fueron al encuentro del tío Alcurnio, tras una conversación larga de
toda la noche, el tío Alcurnio aceptó participar, pero consideró que era primero necesario
probar la fiabilidad del inspector.
Inmediatamente Green intervino:
-Dr. Alcurnio, el inspector es nuestro profesor de universidad, es de confianza.
-¿Así? Y desde cuándo lo conocen –preguntó Phoen.
-Bueno –continuaba Green- se incorporó a la cátedra hace seis meses y prontamente se
desarrolló una amistad.
-Pues, ahí está el detalle –decía Phoen-. Apenas conocemos referencias de él, una amistad
tan pronta promueve ciertas sospechas y más aún si los fuerza a salir de su país, alejados
de la protección legal de Inglaterra.
-Quizá, busca atrapar a Helson bajo la influencia de mi padre –intervino Orlando.
-Lo averiguaremos mi querido Orlando –finalizó Phoen.
Se plantearon una estrategia para determinar las verdaderas intenciones del inspector.
Acudirían a la cita al día siguiente.
Eran ya las nueve de la mañana cuando Mr. Helson rondaba la plaza principal, de pronto
se le acerca un niño dándole un pequeño papel e inmediatamente zarpó a correr. El papel
decía: “ES UNA BELLA PRIMAVERA”, Helson entendió el mensaje y siguió leyendo:
Hay una capilla al lado este de la plaza, le daré encuentro allí…
Mr. Helson sospecha de algo turbio y se da encuentro con Giuseppe que camina sigiloso
como cualquier transeúnte.
VIII
LA CAPTURA DE HELSON
Finalmente Mr. Helson fue desterrado a Inglaterra y llevado a la justicia donde fue
condenado por quince años, igualmente los negocios de Giuseppe desaparecieron tras ser
adquiridas por el Estado Imperial de Austria-Hungría y que comunicaría a este país con
el resto de Europa; Giuseppe por su parte quedó absuelto pero viajó a África a hacer una
nueva vida.
Al cabo de unos años, Ana María y Orlando se conocieron mejor y entablaron una bella
relación casándose a los pocos meses, con este matrimonio las dos grandes familias
promovieron un acercamiento entre Francia e Inglaterra.
Con el paso de los años Alcurnio Phoen se alejó de sus socios alemanes, interactuando
más con los franceses debido a la nueva y estrecha relación familiar establecida. Aquello
generó un resentimiento alemán y tras conocerse la muerte de Phoen años después, se
aproximaron a los austro-húngaros forjando una nueva y poderosa sociedad.
Por otro lado, aquel joven extraño, que ayudó en la captura de Mr. Helson, se llamaba
Heinrich, era hijo adoptivo de Alcurnio Phoen y heredó todos sus bienes. Heinrich se hizo
amigo de Ludwing, el hijo natural de Phoen, que murió muy niño por una enfermedad
traída por nativos del medio oriente, aquellos que eran trabajadores de Phoen.
Después de la muerte de Ludwing, Heinrich sintió un odio extremo y radical hacia esta
etnia inmigrante que ocultó profundamente incluso del mismo Alcurnio Phoen, inició
prontamente ideas raciales y excluyentes; ideas que acumuló y no afloraron por el ejemplo
de paz de su padre adoptivo. Posteriormente incursionó en la política; Heinrich recordaba
que en el funeral de su querido padre adoptivo Alcurnio no fue visitado ni por Orlando ni
por Harold, incluso la misma Madame Grenoble no llegó a asistir. A partir de esto,
Heinrich políticamente se consideraba enemigo de los franceses e ingleses por su aparente
ingratitud; se acercó en cambio a Alemania, donde tras perder sus bienes, que tenía en
Austria por vicios y libertinaje, transformó el rumbo de su vida internándose al ejército
alemán.
Varios años después se desató en Europa un conflicto tenebroso que rompió para siempre
la unión familiar que Phoen había logrado. Heinrich murió en una de esas batallas, pero
dejó muchos seguidores de su ideología en Alemania. La ideología de Heinrich fue
responsable de una tragedia europea que tendría como víctimas a miles de nativos de
medio oriente considerados indeseables, fueron fusilados, asesinados en masa y muchos
trabajando hasta la muerte. La lucha incansable de Orson y Grenoble acabó con esta
pesadilla y tras el final se estableció la paz.
Orlando y Ana María, quienes no pudieron llegar al funeral de su estimado Phoen por las
restricciones imperiales de Austria-Hungría hacia franceses e ingleses y que desconocía
Heinrich, tras el final de la guerra finalmente pudieron llegar a Austria y visitaron la
tumba donde yacía Phoen y decidieron reconstruir la antigua casa del difunto, perdida por
Heinrich, que funcionó después como el Museo de Conservación Natural de Viena.