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ALCURNIO PHOEN

I
EL INCIDENTE DEL CALLEJÓN

Era el Dr. Alcurnio Phoen, un ilustre intelectual, químico de profesión; se le podría


describir como alto, delgado de unos 60 años con facha seria y galantería nula pero con
una decencia innata. Se le consideraba un ideólogo, gran investigador y con profundo
sentimiento moralista, aunque pacifista no toleraba la falta de respeto, atributos que los
habitantes de Viena percibían con curiosidad.
Un día caminaba con su bastón por un pequeño callejón de la ciudad de Viena, donde se
vendían animales silvestres, ya que justo al lado contiguo tenía en venta, su querido amigo
Rogelder, utensilios de laboratorio; Phoen era un acérrimo ecologista, que rechazaba el
maltrato y comercio de los animales silvestres que los alejaba de su hábitat. Se le acercó
de pronto a un vendedor y le dijo:
-Dígame señor cómo es que lograr hacer sufrir a estas criaturas lo tiene satisfecho.
Asombrado el hombre respondió:
-Tienen un gran precio, los adoptan gentes pudientes que los cuidarían como reyes.
Acercándose a un guacamayo, Phoen expresó:
-¿Esta bella criatura sabe lo que significa ser rey? Esta criatura convive con la naturaleza
de su hábitat y a la vez son felices en ella, con una función tan igual como nosotros los
humanos. Representan la riqueza maravillosa de la naturaleza viva.
-No lo tolero viejo retírese –respondió el vendedor- tiene que irse a menos que busque
adquirir lo que ofrezco.
Teniendo ante su presencia a un irritado doctor tras su atrevimiento y evidente tono de
altanería, no tuvo más remedio Phoen que coger su bastón y darle un doloroso golpe al
injurioso, éste se defendió, se armó una pelea desigual, el hombre robusto y joven se
abalanzó contra Phoen y éste con su bastón intentaba defenderse.
Suélteme criminal –decía el viejo mientras forcejeaban. Rogelder al escuchar el escándalo
acudió de mediador y con la ayuda de otros que andaban por allí, logró separarlos y
terminar la trifulca.
Evidentemente golpeado, fue inmediatamente atendido por Rogelder.
-Déjeme adivinar, otras de sus peleas ecológicas –le decía Rogelder-. No es posible Dr.
Alcurnio, no tiene ni la fuerza ni el poder para enfrentarse a ellos.
-Es mi espíritu de siempre mi estimado amigo, ahora ya viejo me he tornado intolerante
frente a estos miserables –decía adolorido Phoen-. Si tan solo las leyes fueran más severas
con…
-Ya no hable, le llevaré a su casa, si necesita algún utensilio le daré el alcance. Mándeme
un mensajero y le enviaré los utensilios que requiera. Encargando su puesto, subieron
ambos a un carruaje de esos en 189… rumbo a la casa del desdichado.
Llegado a su casa y despidiéndose de Rogelder, Phoen se sentó en su sofá, aprovechó
para ver entre sus notas, lo que faltaba hacer en el resto del día. Pero optó por descansar
debido al impase de aquella mañana.

II
EL CASO DE MR. HELSON

Alcurnio Phoen tenía familiares allegados a partir de su madre, cuya respectiva residencia
se encontraba en la ciudad de Londres. Una familia de gran reputación, los respetados
miembros de la familia Orson, propietarios de diversas fábricas en aquellas conocidas
zonas industriales de Londres. Entre sus miembros, destacaba la inteligencia y cualidades
del joven Orlando, un brillante estudiante de leyes y en su contraparte gran apasionado
de las ciencias naturales, su disciplina generaba elogios. Su madre, una cantante de ópera,
cuyo nombre era Bagel Therwick deslumbraba con su voz al gran teatro de la ciudad. De
muy joven se dedicó a cantar en reuniones aristocráticas, muchas veces promovidas por
su propia familia; entre tantas de estas reuniones llegó a conocer a Benjamin Orson, un
importante miembro del parlamento inglés y primo directo de Phoen, se conocieron
prontamente, pasados los días paseaban por los parques y jardines de la gris ciudad,
conversaban de intrincados temas que les generaba debates placenteros, que para
entonces, cubrían sus extensos diálogos.
Pasaron los años, se enamoraron y se intensificó sus sentimientos, se casaron al poco
tiempo y de esa unión nació Orlando; desde muy pequeño mostró ser muy hiperactivo,
sociable y enamoradizo. En los primeros años de su infancia mostró cierto desapego por
los estudios, pero que cambió por el continuo control y la presión de sus padres, se adaptó
a esta nueva situación y obtuvo los resultados que satisfacía a su familia.
Cumplido los 15 años adquirió una inquietante conciencia social, observó la desigualdad
de condiciones socioeconómicas en Londres, la presencia casi interminable de mendigos
y como junto a ellos pasaban por las calles aristócratas finamente vestidos y perfumados.
Este contexto motivó su pasión por investigar las leyes que regían en su país, ser capaz
de modificarlas y proponer unas más equitativas y justas.
Todo ello eran aún pensamientos superficiales, típicos de un jovenzuelo reflexivo.
Aquella controversia interna tenía una complejidad que necesitaría respuestas y la debida
orientación. Luego de unos años, llegado a la universidad comprendió y analizó estos
temas controversiales, concluyó que la sociedad necesitaría de un enfoque distinto.
Un día fue a visitarlo a su casa, su colega de universidad Harold, a conversar mientras
tomaban el té; sus padres lo aprobaban, era un joven culto y de magníficos modales.
Luego de estar sentados, ambos colegas en la sala iniciaron pronto un tema de
conversación.
-Mi querido amigo Orlando –decía Harold-. Nuestra profesión puede ayudar a resolver
los más intrincados casos. Como es el caso del tráfico de animales silvestres, cuyo mayor
sospechoso es Mr. Helson, es dueño de un negocio, un poco desconocido, de Liverpool.
Todos los comerciantes de estos animales mencionan su nombre.
-Un interesante caso –dijo Orlando-. ¿Cómo es que te has enterado de esto? –preguntó.
-Hace pocos días, el profesor de jurisprudencia penal me lo comentó, ciertas veces hace
de inspector y empezó a observar una mayor presencia de estos animales, muy superior a
años anteriores, en los barrios periféricos de la ciudad –respondió Harold y continuó.
Investigó en el puerto, encubierto como policía y descubrió que los barcos de Mr. Helson
proveniente de Liverpool, que rápidamente identificó, no eran registrados, tras recibir el
jefe de controles un sobre lacrado.
-¿Se sabe el contenido del sobre? –preguntó con curiosidad Orlando.
-Es todavía un misterio –respondió Harold.

III
EL INGENIO DEL JOVEN ORSON

El caso de Mr. Helson, generó muchas intrigas a tal punto que Orlando se comprometió
a participar en la investigación, lo haría junto con Harold y el profesor que también como
sabemos era inspector. Los tres se reunieron en la cafetería de la universidad para plantear
las póstumas acciones que seguirían; el inspector lideraría, por su experiencia, el grupo.
El primer paso consistió en que Orlando debía averiguar los movimientos de Mr. Helson,
la policía lo había investigado pero fue absuelto, pero el inspector aún tenía dudas, así
que había que proceder secretamente. Al día siguiente por la mañana Mr. Helson salía de
su casa y partió en su automóvil, de las pocas que había en Londres por su estilo y
fabricación; Orlando lo siguió hasta que Mr. Helson se detuvo en el Banco Real,
seguramente debía hacer un retiro o quizá un depósito. Cuando salió del establecimiento
tenía un sobre en la mano, le quitó la etiqueta y la arrojó al suelo, inmediatamente se
incorporó en el automóvil y se retiró. Apenas se fue, Orlando se acercó al Banco y recogió
la etiqueta que arrojó Mr. Helson, ésta tenía grabada el nombre de la ciudad de Viena,
probablemente debía tener negocios allí. Pero tenía otra duda, ¿por qué el sospechoso
actuó de forma imprudente y arrojó una etiqueta con cierta información?
En otro lugar, Harold se infiltró como un simple trabajador del puerto, cerca de las
mercancías que supuestamente correspondían a Mr. Helson; el jefe de operaciones de
aquella unidad le dijo:
-Llévale este sobre al capitán Watson, él se encuentra en el barco azul de enfrente –decía
con voz baja-. Apresúrate, trata de ocultarlo, no hagas preguntas, solo obedece.
Supuestamente Harold debía pasar como un trabajador novato, que siempre obedece
órdenes y es fiel a sus superiores, buscando además aparentar ser muy eficiente. Debida
a la aparente ingenuidad de Harold, el jefe de operaciones lo consideró tan ingenuo, que
no sospecharía de nada.
-Debo revisar qué es –se preguntaba Harold –después debo enviarlo al capitán Watson
para evitar algún tipo de sospecha.
-Antes debo observar su contenido y copiarlo –seguía pensando.
Se dirigió a un cuarto abandonado del puerto donde había una mesa polvorienta, sin
ningún asiento cerca, tomó un trapo de su bolsillo y limpió la mesa. Colocó el sobre en la
mesa, y con un fino cuchillo iba quitando el pegamento que sellaba el sobre, finalmente
lo abrió, dentro estaba una hoja; sacó del bolsillo de su camisa una hoja blanca con papel
carbón, manchada de negro en una sola cara, colocó la hoja original y debajo de ella el
papel carbón con la cara machada mirando hacia abajo y debajo colocó el papel en blanco.
Sonó el estruendo típico de los barcos del puerto, se percató de que se trataba del barco
azul, según calculó partía en siete minutos, se apresuró a pasar con un pluma sin tinta
cada palabra impresa del original, estaba calcando y rápidamente terminó su trabajo,
metió el original al sobre, sacó un tubito con goma de su pantalón y cerró el sobre, partió
a toda prisa al encuentro del capitán Watson y le entregó el sobre.
Regresó para confirmar la entrega del sobre que le había sido encargado, el jefe saludó el
gesto y Harold se marchó.
El inspector se había infiltrado en el barco azul, que según averiguó tras preguntar a los
tripulantes, se dirigía en una travesía de Sevilla – Barcelona – Sicilia y regresarían en un
mes al puerto de Londres. En un mes el inspector debía averiguar la ruta del negocio de
Mr. Helson.
Anteriormente los tres agentes se habían reunido el último de clases de la universidad de
aquel año y tendrían vacaciones de dos meses, todo ello explicaba que se atrevieran a
invertir su tiempo en esta investigación.
En medio de la travesía del barco azul, el inspector inició un diálogo con uno de los
tripulantes.
-Dígame buen hombre –decía el inspector –disculpe soy nuevo aquí y acabo de
integrarme, ¿de qué se trata el negocio?
-Ja, ja, ja –se reía el hombre-. Usted se ve de mucha edad, es un errante por lo que veo,
no se preocupe, nuestro negocio es arriesgado –continuaba el hombre-. Pasamos por
varios puertos, pero nuestra mayor venta se encuentra en Italia, desde allí se distribuye
por el resto del continente hasta la ciudad de Viena, yo llegaba hasta allí, pero desde hace
poco solo me tienen en altamar.
-¿Por qué es arriesgado? –preguntó contrariado el inspector, que aparentaba ser un simple
trabajador.
-Bueno, veo que usted es de confianza –hablaba con voz baja el hombre-. Nos dedicamos
al comercio de animales silvestres, ciertamente a pesar que pasamos por distintos puertos,
no pagamos aranceles, así que nuestra venta tiene ganancias mayores, tenemos aliados en
todos los lugares, dicen que alguien desde Londres se encarga de contratar sus servicios,
no sé quién es, pero debe pagarles muy bien.
Orlando y Harold toman un café en el centro de Londres, habían pasado ya casi 20 días
desde que el inspector partió, Harold sacó copias mediante el calque de muchos otros
documentos dirigidos a barcos relacionados a Mr. Helson. Y Orlando hizo un seguimiento
continuado y con poco descanso a Mr. Helson, ambos discutían del tema teniendo en
cuenta lo que tenían disponible a su alcance.
Analizaron, en primer lugar, la información obtenida por Harold, entre sus decenas de
documentos observaron un patrón, eran comunicados dirigidos a la ciudad de Viena, con
el objetivo de dar a conocer que los animales silvestres se camuflarían entre otras
mercancías. Además tenían una autorización falsa que le permitía evadir aranceles que
agentes de varios puertos recibían.
-Mr. Helson se dirigirá a Viena, estoy seguro –afirmó Orlando-. Esta mañana –continuaba
el joven Orson –lo vi subiendo muchos equipajes a un carruaje. Pero antes de ello, entró
a un restaurant de origen francés, parece que irá disfrazado a Francia, debido a que tiene
orden de captura en ese país según nos dijo el inspector; y desde allí partirá a Viena.
Parece que odia viajar por mar, mientras caminaba por la calle vi como despreciaba
cuando veía pasar junto a él a un grupo de marineros, al parecer no tolera su presencia.
-Entonces viajará por tierra hacia Viena –concluyó Harold- pero, ¿cómo sabes que irá
exactamente a Viena?
-Cuando arrojó la etiqueta en la salida del Banco –respondió Orlando, lo seguí y entró a
la agencia del transporte del Canal de la Mancha, al hacerlo inmediatamente después de
ver el destino como Viena en aquella etiqueta que arrojó, lo deduje. Seguramente en 10
días, tendremos noticias del inspector.

IV
UNA VISITA A ALCURNIO PHOEN

Apenas llegó el barco azul a Sicilia, el inspector decidió quedarse allí, le entregó una carta
a su compañero de travesía de mayor confianza y le dijo:
-Cuando lleguen de vuelta a Londres, quiero que le hagas entrega de esta carta o bien a
Orlando Orson o a Harold Green que ahora te los describiré, eso es todo, estaré muy
agradecido.
-Dalo por hecho, cumpliré este pequeño encargo –dijo el hombre.
Tal como estuvo planeado los jóvenes debían esperar al inspector en el puerto, eran las
9:00 am. Se les acercó de pronto un hombre pobremente vestido, robusto pero con buenos
modales.
-Buen día, caballeros –se presentó el hombre –según la descripción de Max, deben ser
ustedes Orlando y Harold.
Orlando y Harold reconocieron el nombre en clave del inspector, Max, así que debía tener
este hombre alguna información de interés.
-Aquí les traigo una carta de Max –continuó el hombre –me dijo que le entregara
exclusivamente a cualquiera de ustedes, aquí tienen.
Pronto se marchó el hombre, los jóvenes no abrieron el sobre hasta que llegaron a la
ciudad, fueron a la casa de Orlando y descubrieron el contenido de la carta, previamente
sabían que tendría que haber dos casos; o bien recibían al inspector o simplemente un
mensaje de él, con este motivo lo leyeron a continuación:
“Queridos Orlando y Harold, encargué esta carta a un tripulante del barco azul,
les aviso que me quedaré en Sicilia, para partir de allí hacia Viena y descubrir la
ruta de mercancías de Helson, necesitaré la ayuda de ustedes, llegaré a Viena
según me dicen por tierra en 12 días, deberán darme encuentro allá, la clave es:
ES UNA BELLA PRIMAVERA, en la plaza principal, díganles a sus padres que
tomarán vacaciones con algún familiar que tengan.”
Me despido
Max
Orlando y Harold se miraron, el caso estaba llegando muy lejos, pero debían llegar hasta
el final.
De pronto se abrió la puerta, era Benjamin Orson, llegaba de una larga reunión que
empezó desde la madrugada en el despacho del ministro.
-Hola muchachos –dijo el Sr. Orson –qué gusto verte por aquí Harold. Se despidió y se
dirigió a su recámara.
Orlando recordó de pronto que tenía un tío que vivía en Viena laborando como químico
y que además no veía desde hacía mucho tiempo. Consideró entonces que viajar al lugar
donde vivía su tío sería una buena estrategia para los propósitos que perseguían, por lo
tanto representaba la excusa perfecta para dar alcance al inspector en Viena.
¡Es una excelente idea! –exclamó Harold. Inmediatamente informaré a mi familia del
viaje, me despido, estaremos en contacto.
Durante el almuerzo de la familia Orson, Orlando tocó el tema de un viaje de vacaciones,
dirigiéndose a su padre.
-Considero padre que visitar a mi tío Alcurnio en Viena sería una buena forma de
aprovechar mis vacaciones, además me enterado de que es una persona honorable y de
gran prestigio en esa ciudad –decía Orlando. A lo que respondió el Sr. Orson, pensándolo
por unos minutos y luego de hablar en voz baja con su esposa Bagel:
-Estoy de acuerdo y tu madre también, así que dinos el día que partirás para iniciar todos
los preparativos. Le comunicaré a Alcurnio que irás para allá, ¿irás solo? O ¿prefieres que
alguien te acompañe?
-Justamente iba a decirte que pensaba ir con mi buen amigo Harold –contestó Orlando.
-Qué bien, el joven Green que es un buen muchacho, estarán bien los dos –decía el Sr.
Orson.
Aprobada la excursión, los planes de la investigación continuaban su curso. Mientras
tanto, el inspector se adentraba en la Italia continental.

V
LAS PERIPECIAS DEL INSPECTOR

El inspector inició su camino en Sicilia, aquella parada le permitió a la tripulación tomarse


un descanso, mientras la embarcación permaneció a flote, el inspector decidió quedarse
para revisar las especies animales que llevaban consigo. Descubrió entonces animales de
la lejana selva amazónica tales como tortugas, guacamayos y pericos de exóticos
plumajes, pequeñas y feroces serpientes, monos de gran variedad y tamaño, pero la mayor
atracción de esta fauna en cautiverio era el majestuoso jaguar traído desde Brasil.
Descubierto todo esto, el inspector fue al encuentro con la tripulación que se hallaba
degustando un banquete servido por los aldeanos, probando el exquisito vino del lugar,
algunos hasta la embriaguez. Tan pronto el inspector se internó en aquel pequeño festival
surgió la alarma de la policía, evidentemente la embarcación no tenía autorización para
hacer aquella parada, inmediatamente todos corrieron, algunos cayéndose, se dirigieron
al muelle, pronto se prepararon para zarpar y lograron huir.
Continuando su camino llegaron a un pequeño puerto clandestino cuyo encargado era
amigo personal de Mr. Helson, debían quedarse solo diez hombres para continuar el
camino vía terrestre, finalmente al dejar todos los animales en tierra, la embarcación
partió nuevamente a la mar; astutamente el inspector logró conseguir ser parte de esta
nueva caravana de diez hombres y que se vieron reforzados por los hombres del amigo
personal de Helson.
El siguiente reto era seguir una travesía por la contrastada geografía italiana en dirección
septentrional. La naturaleza furtiva de la operación obligó a prescindir de las funciones
de un ferrocarril, sino más bien optaron por la movilización a caballos hasta llegar a un
pueblo, cuya estrategia prevista debía ser la de contar con un tren contratado por los
clientes principales de Helson en Viena, pues el trayecto previo estaba muy bien
controlada por las patrullas nacionales posicionadas en estaciones ferroviarias. Tras un
viaje de un día recorriendo un territorio agreste, los animales eran descuidados, pero se
hacía lo posible para que se mantuvieran con vida, el inspector asumió la función de
cuidar de ellos.
Tras largos periodos de viaje, desde su estadía en el barco hasta ese momento, el inspector
conoció a Giuseppe, un antiguo soldado que combatió en la Unificación Italiana, que
finalmente se convertiría en un buen amigo suyo.
Llegaron a un pequeño pueblo con la intención de dar agua a los animales sedientos,
aprovechando la oportunidad de abastecerse de algunos recursos. Decidieron degustar
alguna comida de por allí, cuando Giuseppe pronto le comenta al inspector:
-Sabes camarada, cuando me retiré del ejército siempre quise tener una granja y pasar allí
mis últimos días.
-Entonces debo suponer que disfrutas de la presencia de los animales –le dijo el inspector.
-Es cierto, desde muy niño –contaba Giuseppe- crecí en un pueblo ganadero, mi madre
solía enseñarme como debía alimentar y cuidar a los animales. Aunque el patrón lo veía
todo solo como un negocio rentable; ya joven emigré a la ciudad en busca de un empleo,
tras fracasar en mi búsqueda, me enteré del servicio militar pues prontamente ocurrirían
acciones bélicas. Durante la guerra hice amigos y de igual manera los perdía pues morían
en el campo de batalla, me convertí en el principal colaborador del general Badoglio en
Nápoles, él me prometió que tras el desenlace de la guerra tendría un puesto importante
en la milicia; pero cuando peleábamos duramente en una de esas batallas Badoglio murió
tras impactarle una bala; obviamente luego de eso mi vida se tornó nuevamente miserable.
Cuando vagaba por Milán buscando algún empleo me encontré con algunos camaradas
que tenían planeado viajar a Austria para trabajar en una fábrica de químicos y justamente
necesitaban a un hombre más; fuimos entonces hacia aquel desconocido país, serví por
cinco años en ese lugar, cuando decidí emprender un negocio de transportes. Empezamos
ubicándonos en la misma Viena en sociedad con un famoso químico de la ciudad el Dr.
Phoen.
-¿Y qué transportaban? –interrumpió el inspector.
-Transportábamos insumos químicos desde Francia y Alemania para diversos
laboratorios de investigación de Viena cuyo representante principal era Phoen.
-¿Qué ocurrió con el mencionado negocio? –intrigado el inspector.
-Actualmente nos expandimos y abarcamos una ruta hacia Italia y decidí personalmente
averiguar las condiciones en el que se lleva a cabo los contratos, bueno sin llamar la
atención y mostrarme como un trabajador más –concluye Giuseppe.
Evidentemente el relato de Giuseppe le trajo una cierta incertidumbre al inspector, la
forma repentina en el que se convirtió en un exitoso empresario todavía no encajaba en
su entendimiento, pero dejó estos pensamientos a la brevedad.
Prontamente el capitán hizo el llamado para proseguir con la marcha. Continuaron
avanzando por una horas, cuando súbitamente llegaron a su encuentro una banda de
asaltantes dispuestos a todo, cuando tomaron la primera caravana el inspector y Giuseppe
se ocultaron entre las malezas; el líder de ellos revisó detenidamente la carga que llevaban
y por supuesto todo aquello que tenía valor, sorprendido por lo que vio, era consciente de
que se encontraba cerca la segunda caravana y con posibles refuerzos. Por tanto se ingenió
la idea de proseguir dirigiendo la caravana como si continuarán con su normal marcha sin
despertar sospechas por la segunda caravana, tras avanzar tres kilómetros a gran velocidad
desviaron el camino hacia el este; cuando llegó la segunda caravana al punto del asalto se
encontraron con Giuseppe y el inspector, los cuales dieron información de lo sucedido.
Cuando la perspicacia del inspector detectó un gran detalle que debía darles una gran
ventaja. Esta banda usaba una vestimenta particular, llevaban unas casacas pardas y botas
brillantes al estilo militar con una faja blanca en el brazo derecho; en esos minutos el
inspector también notó que el líder no conocía a todos los integrantes y continuamente
los confundía, con estas descripciones construyeron un plan.
Formaron entonces un batallón de cinco personas con vestimenta típica de la policía,
guardadas anteriormente para burlar los controles de rutina; se dispusieron a gran
velocidad siguiendo una ruta alterna que les permitiera llegar antes al posible objetivo de
los ladrones, las otras comitivas comandarían en la retaguardia. Todas estas maniobras
necesarias para recuperar los valiosos animales silvestres recientemente hurtados.
El batallón de cinco adelantó a los ladrones en 2 kilómetros, mientras los demás seguían
el normal camino de la primera caravana para sorprenderlos, asegurando una posible
reacción auxiliar, tres comitivas aguardaron sin moverse en el lugar donde se encontraron
con el inspector y Giuseppe, quienes ya iban audazmente en el batallón de cinco.
De pronto el líder de la banda mostró su asombro al ver en medio del camino a cinco
oficiales de la policía, que eran obviamente falsos pues iban disfrazados.
Tres asaltantes se acercaron hacia los falsos policías.
-Disculpe oficial, ¿en qué puedo ayudarlos? –inició el líder.
-El inspector asume la dirección espontáneamente-. Queremos inspeccionar lo que
transportan, no se preocupe solo es parte de nuestra rutina.
-Como no oficial, adelante –evidentemente este líder desconocía que el transporte de
animales silvestres estaba regulado y restringido por documentación e impuestos. Así que
mostró en su ingenuidad, su punto débil.
Mientras tanto en la retaguardia cuatro hombres de la comitiva redujeron a seis asaltantes
y posteriormente se vistieron como ellos, inmediatamente tras adquirir la confianza del
resto de malhechores fueron reduciendo a más. Los falsos policías le recriminaron sus
infracciones al cabecilla y éste al rebelarse se vio rodeado y finalmente tras ceder huyó él
y los demás a un pueblo cercano. Tras este percance, las caravanas retomaron su normal
camino.
Habían pasado ya nueve días cuando llegó el momento de arribar el tren previsto que
tenía las condiciones de atravesar el agreste camino de los Alpes, prosiguiéndose el
camino trazado.
VI
UN ENCUENTRO FAMILIAR

Desde que el inspector se embarcó en su búsqueda eran ya varios días, según los cálculos
de Orson, el inspector llegaría en tres días a Viena. Por tanto inició los preparativos de su
viaje al lado, como siempre, de su buen amigo Harold Green. Se encontraría con su tío el
Dr. Alcurnio Phoen, quien ya tenía noticias de su visita.
El joven Orlando planeaba estar con su tío por espacio de una semana, preparó su equipaje
listo para una posible aventura aunque no exento de peligros; por fin llegado el día partió
de su casa con Green rumbo al puerto de Liverpool, donde estaría una embarcación que
cruzaría el Canal de la Mancha. Arribaron a Liverpool y se despidió nostálgico de su
padre Benjamin y de su muy angustiada madre Bagel; mientras el joven Harold hacía lo
propio con su familia.
Instalados en la embarcación, éste dio inicio a su travesía, ambos decidieron descansar
antes de arribar a su destino. Pasado el tiempo, con el estridente sonido de la sirena se dio
el anuncio de la llegada a tierra firme, habían llegado a un pequeño puerto del norte de
Francia. Debían tomar ahora el expreso Du Petit con destino a París, instalados en esta
nueva movilidad, Orson pensaba en lo mágico de los paisajes pues era Francia su país
favorito, para él era una diadema de cultura y la ciudad luz, un tesoro invaluable.
Cuando se encontraba enfrascado en estos pensamientos, Harold le interrumpe e inicia
una conversación:
-Qué te parece Orlando si nos damos un breve paseo en París, puede ser una oportunidad
única.
-Debemos pensarlo, Harold –respondió Orson-. No tenemos mucho tiempo, aunque creo
que disfrutar del arte no es, de ninguna forma, una pérdida de tiempo.
-Se dice hace bastante tiempo –continuaba Harold, cambiando de asunto- que en la casi
totalidad del continente se percibe una tensión que puede llegar a ser inestable.
-Así es –afirma Orson-. Desde el Parlamento, mi padre cree que un conflicto tenebroso
puede avecinarse y que Austria-Hungría es una amenaza creciente para los ingleses, pero
ahora solo tenemos a Helson como preocupación principal.
-Tengo entendido Orlando, que tu padre investigó a Helson por evasiones de impuestos
y delitos de estafa –agregó Green.
-Efectivamente, no se logró comprobar su culpabilidad, y desde entonces camina en
negocios furtivos fuera de Inglaterra, no se sabía nada, hasta que el inspector despertó la
curiosidad y por ahora considero prudente no informárselo a mi padre y ser cautelosos-
contestó Orlando.
Dejaron pronto el intrincado tema atrás y discutieron sobre los trabajos pendientes de cara
al reinicio de las labores en la universidad, y tras tomar el tradicional té, entre comentarios
y risas, llegaron a la ciudad parisina.
París deslumbraba a muchos visitantes y Orlando no sería la excepción, a la vez que Green
alborozado se acercó hacia un bello jardín de casonas adornadas, con el imponente estilo
barroco. Al ser la capital cultural de Europa, abrías las puertas a la imaginación de Orson,
que escribía en sus memorias como lo afectaban sus sentimientos encontrados; Green
aprovechó y se dejó pintar un retrato con los artistas que se desplegaban por las calles.
En esos momentos fue cuando Orson se quedó admirado por la belleza de una mujer a la
que hacían también un retrato, era una mujer de aspecto refinado, de mirada firme, cabello
suelto y hermosamente cuidados, llevaba un vestido rojo vivo, las manos cubiertas con
guantes brillantes, a su lado su sombrero florido y su rostro de ángel mostraba a alguien
con juventud plena, modelaba con estilo de madame, una doncella de linaje y modales
que la definían. Prácticamente Orlando Orson olvidó el verdadero objetivo de su viaje
con aquel hechizo, pues no parecía adecuada otra definición; cuando el pintor terminó su
trabajo y la bella dama se retiró, Orlando preguntó acerca de su nombre, era Madame
Grenoble, mejor dicho Ana María Grenoble. Green se aproximó y Orlando pronto volvió
en sí; marcharon a la agencia del Expreso Parnasian rumbo a Austria.
En el camino a bordo, Orlando recordaba a Madame Grenoble, suspiraba plácidamente
con una sonrisa en el rostro y por supuesto con los ojos cerrados como soñando; mientras
Green admiraba su autorretrato, observando cada detalle de la pieza pictórica. Entonces
ambos se encontraban en mundos distintos, sus mentes viajaban a lugares recónditos y
apartados; sonó de pronto el llamado de uno de los mozos del expreso que, claro está,
regresó a la cruda realidad a ambos viajeros.
-Caballeros –decía el mozo-. Permítanme ofrecerles un champagne y quizá algún
aperitivo.
Aquella amabilidad alegró a Green que inmediatamente aceptó y ambos degustaron el
pequeño cóctel, pasaron a descansar en las siguientes horas.
Orlando se encontraba en un profundo sueño…
El joven Orlando se había extraviado en una ciudad fantasma, no había ningún otro ser
humano rondando, de pronto apareció la figura de un hombre misterioso con un sombrero
oscuro que prácticamente ocultaba sus ojos, cubierto casi totalmente por una túnica negra.
Se le acerca, y Orlando temeroso retrocede, se tropieza y aparece detrás de él una gran
jaula que se abría esperándolo; el hombre le da la mano y lo ayuda a levantarse y le dice:
-Debes confiar en mí, por poco y terminas por siempre prisionero.
-¿Quién eres tú? –preguntaba Orlando. ¿Por qué quedaría prisionero?
-Tienes un destino lúgubre, marcha con cuidado, tu viaje lo cambiará todo.
Súbitamente un grupo de cuervos atacan a Orlando, pero el hombre misterioso lo protege,
luego finalmente se desvanece.
Despierta el joven Orson asustado e intrigado, era ya de noche y llevaba siete horas de
viaje. Green se encontraba apaciblemente durmiendo. Orson pensaba en los días
posteriores y quizá en los peligros próximos, meditaría el resto del viaje.
Se anuncia de forma bulliciosa la llegada a la capital austriaca, Green se despierta
atolondrado mientras Orlando mira con fijeza los edificios de la ciudad.
-Orlando, ¿te encuentras bien? –pregunta Green.
-Sí amigo, estoy pensando que nos deparará nuestra estadía aquí.
-Tranquilo –conciliador Green- atraparemos a Mr. Helson, será grandioso.
Por otra parte, Alcurnio Phoen fue notificado hace unos días de la visita de su sobrino
Orlando, así que llegaría a la Estación a su encuentro, y no está demás decir que preparó
un banquete de bienvenida. Después de un emotivo saludo, partieron a la casa del buen
tío.
Ya en la casa de Phoen, éste pronto inicia una conversación:
-Sabes mi querido Orlando, te vi tan pequeño cuando visité Londres y ahora eres todo un
hombre.
-Es magnífico estimado tío –respondió alegremente Orlando-. Estuve ansioso de
conocerte más, es la primera vez que visito esta bella ciudad.
Casi unos minutos después empezaron a abordar temas sociales y hasta científicos. Pero
aún Helson no era tema de conversación.
Phoen prontamente propone un brindis celebrando la grata llegada de un sobrino lejano:
-Me encuentro ciertamente dichoso, contento, me causa una gran felicidad ver a un
miembro de mi familia volverse un hombre íntegro y definitivamente tengo el privilegio
de volver a verlo. ¡Salud!
Terminado el banquete, el Dr. Alcurnio instaló al joven Orson y a su compañero Harold
en sus habitaciones.

VII
LA REVELACIÓN DE SECRETOS

El inspector había cruzado los Alpes, pronto se visualizaba territorio austriaco, cansado
y agotado por su larga travesía se mostró desganado a la hora de descender todos los
equipajes y “mercaderías”. Habiéndose descargado todo, se utilizó la movilidad mediante
caballos rumbo a los depósitos en el barrio Hister en la periferia de Viena.
Los animales silvestres tenían un ambiente especial, las restricciones eran menores en
Viena respecto a su comercialización. Todo quedó instalado, pronto el inspector se
despidió cálidamente de Giuseppe y entró a las oficinas con cierta cautela.
Giuseppe preocupado por su paga también se dirigió a las oficinas y prontamente escucha
una conversación entre el representante de la compañía y el inspector.
-Sabes, yo creo que el niño Orson puede sospechar –decía el representante.
-Actuaremos de forma sutil, tranquilízate –respondió el inspector.
-Aunque debo reconocer –continúa el representante- que atraerlo con esa estratagema fue
brillante amigo Helson, aunque darte esa travesía por Europa no sé si era necesaria.
-Bueno camarada, debía observar a plenitud los riesgos del negocio y por supuesto darle
más realismo al plan, más bien iniciemos contacto –decía el inspector-. Ya deben haber
llegado a Viena.
Giuseppe sorprendido con lo que había escuchado, empujó la puerta y dirigiéndose al
inspector:
-¿Qué planes tienes en mente? ¿Eres Mr. Helson? Llevo un buen tiempo haciendo
negocios con él, pero nunca lo vi directamente.
El inspector le responde contrariado:
-Amigo Giuseppe, ven siéntate, veo que has escuchado una conversación privada,
tomémoslo con calma.
-¡Responde! –exaltado Giuseppe.
-Amigo Giuseppe, soy Mr. Helson y él es mi querido amigo Walter mi asesor personal.
-¿Pero por qué? –pregunta Giuseppe.
-Acabo de conocerte hace unos días, por qué habría de contarte mis secretos –responde
Helson.
-Creí que éramos amigos y simplemente te despediste de mí sin más, confía en mí, te
ayudaré dame el trabajo –manifestó Giuseppe.
-Bueno, está bien –acepta Helson- pero si comentas algo inapropiado sabrás que ya no
habrá consideraciones.
-Seré de mucha ayuda, dime qué tengo que hacer- pregunta Giuseppe.
Mr. Helson le cuenta el plan a Giuseppe, le brindó todas las indicaciones y acto seguido
debían averiguar dónde se encontraba residiendo Orlando Orson.
Un contacto en la estación ferroviaria del Parnasian informó haber visto a dos jóvenes
acompañados por un adulto ya mayor y otro que movía los equipajes. Evidentemente este
contacto no pertenecía a la ciudad por lo que no reconoció al famoso científico vienés.
En esos momentos de búsqueda, de pronto Mr. Helson abrió un interrogatorio con
Giuseppe:
-¿Por qué mostraste tanto interés en trabajar conmigo, qué pasará con tus negocios?
-Bueno, mi querido amigo Helson –responde Giuseppe-. He considerado la posibilidad
de salvar mis negocios.
-¿Y cómo es que me involucra a mí? –pregunta Helson.
-La familia Orson es una importante familia y principalmente allegados a una persona
que conozco desde hace buen tiempo –explicaba Giuseppe-. Se trata de aquel químico
que te mencioné, el Dr. Phoen, por su intervención mis negocios se vieron mermados,
tras enterarse del transporte que hacía de animales silvestres, se retiró impidiendo que
pueda contactarme con los fabricantes de Francia y Alemania que proporcionaban
insumos químicos a los laboratorios de Austria, la ruptura fue total cono los fabricantes
franceses, los Grenoble cerraron cualquier relación.
-Entonces pretendes ajustar cuentas con el tal Phoen aprovechando la estadía de un
familiar suyo, el joven Orson. Sabrás dónde encontrarlo cuando al fin encuentre a Orson
–mencionaba Helson.
-Es necesario, pues como sabes el Dr. Phoen también está en contra de negocios como el
tuyo –decía Giuseppe.
-Entiendo, no tomé en cuenta a este señor. Entonces pongámonos en marcha –culmina
Helson.
Mr. Helson hace varios días e incluso semanas había enviado una carta tanto a Orson
como a Green citándolos en la plaza de Viena y justamente se encontraban en la fecha
mencionada, con la identidad de un inspector claro está.
Mr. Helson con un disfraz propio de un inspector llegó a la plaza principal y merodeaba
sutilmente, debía dar encuentro a los jóvenes, era de mañana.
La noche anterior, Orlando y Harold discutían en su habitación, en la casa de Phoen, lo
que debían hacer y si era conveniente informar a Alcurnio Phoen de su problemática.
Decidieron finalmente involucrarlo, era necesario según ellos porque un criterio adulto
los podría guiar mejor en una situación tan riesgosa.
Orlando y Harold fueron al encuentro del tío Alcurnio, tras una conversación larga de
toda la noche, el tío Alcurnio aceptó participar, pero consideró que era primero necesario
probar la fiabilidad del inspector.
Inmediatamente Green intervino:
-Dr. Alcurnio, el inspector es nuestro profesor de universidad, es de confianza.
-¿Así? Y desde cuándo lo conocen –preguntó Phoen.
-Bueno –continuaba Green- se incorporó a la cátedra hace seis meses y prontamente se
desarrolló una amistad.
-Pues, ahí está el detalle –decía Phoen-. Apenas conocemos referencias de él, una amistad
tan pronta promueve ciertas sospechas y más aún si los fuerza a salir de su país, alejados
de la protección legal de Inglaterra.
-Quizá, busca atrapar a Helson bajo la influencia de mi padre –intervino Orlando.
-Lo averiguaremos mi querido Orlando –finalizó Phoen.
Se plantearon una estrategia para determinar las verdaderas intenciones del inspector.
Acudirían a la cita al día siguiente.
Eran ya las nueve de la mañana cuando Mr. Helson rondaba la plaza principal, de pronto
se le acerca un niño dándole un pequeño papel e inmediatamente zarpó a correr. El papel
decía: “ES UNA BELLA PRIMAVERA”, Helson entendió el mensaje y siguió leyendo:
Hay una capilla al lado este de la plaza, le daré encuentro allí…
Mr. Helson sospecha de algo turbio y se da encuentro con Giuseppe que camina sigiloso
como cualquier transeúnte.

VIII
LA CAPTURA DE HELSON

Después de leer el mensaje, Giuseppe pensó inmediatamente en la posible intervención


de Phoen pues conocía su perspicacia desde hacía buen tiempo. Tras esto Helson le indicó
a Giuseppe que dé aviso a sus hombres y los guíe a la capilla en mención y finalmente
atrapar a sus víctimas.
Mientras tanto Phoen observaba a lo lejos, con sus poderosos binoculares, lo que
acontecía en la plaza principal. Entonces identificó un movimiento extraño dirigiéndose
hacia ellos, por lo que inició los preparativos para recibirlos.
Mr. Helson entraría por la puerta principal y Giuseppe con los demás hombres irían por
la retaguardia; la capilla en su interior se encontraba vacía por lo que Mr. Helson empezó
a subir por las escaleras, Phoen se encontraba oculto y observaba los movimientos del
visitante desde el primer piso, un joven extraño familiarizado con Phoen hacía lo propio
vigilando la retaguardia y tendría la función de informar cualquier acontecimiento brusco.
Mr. Helson ya en el segundo nivel de la capilla se encontró directamente con Orlando y
Harold, quienes esperaban apaciblemente, pronto surgió un diálogo:
-¡Orlando, Harold! –exclamaba mostrando Helson sorpresa, pues debía aparentar ser el
inspector-. Tengo el gusto de verlos después de mucho tiempo, creo que las cosas han
resultado mejor de lo que pensé.
-Inspector, me agrada verlo –contestó Harold-. Ha sido muy difícil poder acostumbrarnos
a estos nuevos ambientes.
En otro lugar de la capilla, los hombres de Helson aparecen súbitamente, el joven extraño
le da una seña a Phoen, quien se muestra calmado, éste casi inmediatamente le indica al
joven que solo observe. Giuseppe y los demás buscan una escalera posterior que permita
tomar por sorpresa el segundo nivel.
Retomando la conversación:
-¿Y con quién se hospedan actualmente? –preguntaba el inspector-. Pues déjenme decirles
jóvenes que yo puedo darles mi casa con toda la hospitalidad posible.
-¿Cómo inspector, no sabía que usted vivía en Viena? –pregunta contrariado Orlando.
-Pues sí, y efectivamente tengo unos buenos amigos que querrán acompañarnos –contestó
como inspector.
De un salto, Giuseppe con actitud amenazante hace su aparición con más diez hombres
acompañándolo.
-No entiendo la situación inspector –sorprendido Harold.
-Bueno, no soy un inspector, soy Mr. Helson –dice Helson sonriendo- estuve investigando
por años cómo poder acercarme a la familia de Benjamin Orson, un personaje que no es
de mi agrado honestamente. Así que contraté a Walter mi asesor personal para que se
hiciera pasar mí en lo que vigilaban, mientras yo podía hacer mi papel de inspector. Pude
evaluar la eficacia de mis rutas y atraerlos a esta ciudad alejada de su país, dudo que haya
un mejor lugar.
-¿Por qué, qué te ha hecho mi padre? –se exalta Orlando.
-Pues, mis negocios no prosperarán con su intervención y lo lógico es que nuestros
asuntos vayan más allá de la diplomacia y buenos tés –respondía fríamente Helson-. Por
lo tanto te tomaremos como un invitado de honor a cambio de ciertas cosas, que tu padre
al enterarse de esta nueva coyuntura, deberá hacer si no quiere que su adorado hijo tenga
que sufrir ciertos tratos infortunados.
-Por cierto, ¿dónde está el Dr. Alcurnio? –intervino Giuseppe.
-¡No es de su incumbencia señor!- alterado Orlando.
Los hombres de Helson apresaron a Orlando y Harold; el joven extraño observó la escena
y dio aviso a Phoen, pues éstos pronto iniciarían una búsqueda impetuosa de él. Phoen va
al cuarto contiguo del salón del primer nivel de la capilla y tras dar pequeños toques en
clave a la puerta, salieron bruscamente una veintena de hombres armados que tras subir
por ambos lados del segundo nivel redujeron a los hombres de Mr. Helson, quién se
mostró sorprendido.
A los segundos hace su aparición la policía austriaca que lleva arrestados a los
involucrados y cómplices de las intenciones de Mr. Helson; en el camino Giuseppe se ve
cara a cara con Phoen mostrando su rostro lleno de ira e impotencia.
Ni Orlando ni Harold conocían la estrategia oculta de Phoen, hasta que el mismo Alcurnio
presenta a su principal benefactor, en este caso benefactora. Era su joven socia y amiga
Ana María Grenoble que provenía de París y compartía con Alcurnio sus ideas de
protección y conservación de la naturaleza.
Alcurnio Phoen conocía a su padre Antoine Grenoble, importante científico e industrial
francés que dejó su fortuna en manos de su hija Ana María, aquella que Phoen conocía
desde niña.
Pero valgan las hermosas coincidencias, Orlando la había reconocido, era la hermosa
joven que lo deslumbró en su breve paseo por París, cuando la representaban en un cálido
retrato propio de una madame. Inmediatamente Orlando la saludó caballerosamente y ella
mostraba un afecto hacia un muchacho misterioso que la observaba aquel día.
IX
EL CAMINO A UN PANORAMA FINAL

Finalmente Mr. Helson fue desterrado a Inglaterra y llevado a la justicia donde fue
condenado por quince años, igualmente los negocios de Giuseppe desaparecieron tras ser
adquiridas por el Estado Imperial de Austria-Hungría y que comunicaría a este país con
el resto de Europa; Giuseppe por su parte quedó absuelto pero viajó a África a hacer una
nueva vida.
Al cabo de unos años, Ana María y Orlando se conocieron mejor y entablaron una bella
relación casándose a los pocos meses, con este matrimonio las dos grandes familias
promovieron un acercamiento entre Francia e Inglaterra.
Con el paso de los años Alcurnio Phoen se alejó de sus socios alemanes, interactuando
más con los franceses debido a la nueva y estrecha relación familiar establecida. Aquello
generó un resentimiento alemán y tras conocerse la muerte de Phoen años después, se
aproximaron a los austro-húngaros forjando una nueva y poderosa sociedad.
Por otro lado, aquel joven extraño, que ayudó en la captura de Mr. Helson, se llamaba
Heinrich, era hijo adoptivo de Alcurnio Phoen y heredó todos sus bienes. Heinrich se hizo
amigo de Ludwing, el hijo natural de Phoen, que murió muy niño por una enfermedad
traída por nativos del medio oriente, aquellos que eran trabajadores de Phoen.
Después de la muerte de Ludwing, Heinrich sintió un odio extremo y radical hacia esta
etnia inmigrante que ocultó profundamente incluso del mismo Alcurnio Phoen, inició
prontamente ideas raciales y excluyentes; ideas que acumuló y no afloraron por el ejemplo
de paz de su padre adoptivo. Posteriormente incursionó en la política; Heinrich recordaba
que en el funeral de su querido padre adoptivo Alcurnio no fue visitado ni por Orlando ni
por Harold, incluso la misma Madame Grenoble no llegó a asistir. A partir de esto,
Heinrich políticamente se consideraba enemigo de los franceses e ingleses por su aparente
ingratitud; se acercó en cambio a Alemania, donde tras perder sus bienes, que tenía en
Austria por vicios y libertinaje, transformó el rumbo de su vida internándose al ejército
alemán.
Varios años después se desató en Europa un conflicto tenebroso que rompió para siempre
la unión familiar que Phoen había logrado. Heinrich murió en una de esas batallas, pero
dejó muchos seguidores de su ideología en Alemania. La ideología de Heinrich fue
responsable de una tragedia europea que tendría como víctimas a miles de nativos de
medio oriente considerados indeseables, fueron fusilados, asesinados en masa y muchos
trabajando hasta la muerte. La lucha incansable de Orson y Grenoble acabó con esta
pesadilla y tras el final se estableció la paz.
Orlando y Ana María, quienes no pudieron llegar al funeral de su estimado Phoen por las
restricciones imperiales de Austria-Hungría hacia franceses e ingleses y que desconocía
Heinrich, tras el final de la guerra finalmente pudieron llegar a Austria y visitaron la
tumba donde yacía Phoen y decidieron reconstruir la antigua casa del difunto, perdida por
Heinrich, que funcionó después como el Museo de Conservación Natural de Viena.

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