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Índice
1. Vida y obras
2. Filosofía y religión
3. Dios y la creación
4. La psicología de Averroes
5. Filosofía práctica
6. Bibliografía
1. Vida y obras
Abū’l-Walīl ibn Muhammad ibn Ahmad ibn Muhammad ibn Rushd,
conocido como Averroes en la tradición latina, nació en Córdoba en el año
1126. Su padre y su abuelo fueron eminentes juristas y políticos
destacados. Su formación intelectual fue sumamente completa: teología
(Kalām), derecho (fiqh), medicina, matemáticas, astronomía y, por
supuesto, filosofía. Averroes pasará a la historia como el principal
comentador de la filosofía aristotélica.
Ibn al-Abbar, uno de sus biógrafos, narra cómo mostraba especial interés
en la lógica de Aristóteles porque ésta le permitía argumentar
rigurosamente. Se cuenta que la aprendió mientras estudiaba
matemáticas y medicina. Su gusto por esta última le condujo a la ciencia
natural aristotélica. Parte de sus conocimientos se deben a su maestro
Ibn Tufayl (1110-1185), quien escribió varias obras médicas y
astronómicas. Aproximadamente en el año 1169 fue Ibn Tufayl quien lo
presentó ante el sultán almohade Abu Yaqub Yusuf. A partir de entonces,
Averroes fue nombrado cadí de Sevilla y pudo dedicarse por completo al
estudio, comentario y enseñanza de la filosofía aristotélica. En 1171 se
convirtió en cadí de Córdoba, su ciudad natal. En 1182, tras la retirada de
Ibn Tufayl, Averroes se convirtió en el nuevo médico de cabecera del
sultán que, para entonces, era el sucesor de Abu Yaqub Yusuf y se llamaba
Yaqub al-Mansur.
2. Filosofía y religión
Averroes tenía una concepción clara de la filosofía: ésta debía dedicarse
al estudio reflexivo y racional del universo. Por esta vía es imposible,
según Averroes, concluir algo contrario a la revelación. Existe una sola
verdad y, por tanto, es imposible que exista alguna oposición entre
filosofía y religión. Sin embargo, a la verdad podemos acercarnos por vías
distintas: la vía suprema, demostrativa y estrictamente racional es la
filosófica; las demás, son válidas pero insuficientes si es que deseamos
conocer la verdad.
Averroes explica que, puesto que la Ley exige el estudio de los seres por
medio del intelecto, lo pertinente y obligado será aprender filosofía. En su
discurso, incluye diversos pasajes del Corán, por ejemplo, el 7:185: «¿No
han reflexionado sobre el reino de los cielos y de la tierra y sobre las cosas
que Dios ha creado?». Según Averroes, en el islam se exige estudiar el
silogismo racional de la filosofía: «Puesto que se ha establecido que,
según la Ley, es obligatorio estudiar el silogismo racional y sus clases, tal
como es obligatorio estudiar el silogismo jurídico, está claro entonces que,
si nadie antes de nosotros hubiera examinado el silogismo racional y sus
clases, estaríamos obligados a comenzar a examinarlo, y que los que
vengan después encontrarán ayuda en los anteriores, de manera que se
perfeccione el conocimiento. Pues es cosa difícil, o incluso imposible, que
un solo hombre, por sí mismo y desde el inicio, esté informado de todo lo
que se necesita para eso, de la misma manera que es difícil que uno solo
descubra todo lo que es necesario para conocer las clases del silogismo
jurídico; por el contrario, el conocimiento del silogismo racional requiere
más que esto» [Averroes 1998a: 78-79].
3. Dios y la creación
La creación del mundo es uno de los temas a los que Averroes dedicó
varias páginas. Y también es uno de los asuntos en los que parece que
existen desacuerdos entre teólogos y filósofos. En efecto, mientras que
aquéllos sostenían la creación del mundo en el tiempo, según al-Ghazālī,
los filósofos la negaban. Frente al creacionismo de los sectores religiosos,
Averroes defendió la eternidad del mundo. Esta clase de discrepancias
son las que hicieron que pasara a la posteridad como un “racionalista”.
Averroes pensó que el punto de partida de una demostración filosófica no
podía ser la creación del mundo, puesto que ésa era una idea teológica.
4. La psicología de Averroes
El Tratado acerca del alma de Aristóteles es un libro que forma parte de
las obras físicas. Éste fue uno de los trabajos más estudiados por Averroes
y bastan como prueba los tres comentarios que redactó a ese respecto.
En árabe conocemos el Epítome (Ŷāmi‛ kitāb al-nafs) y el Comentario
Medio (Taljīs kitāb al-nafs). Del Gran Comentario (Commentarium
Magnum in Aristotelis De Anima) sólo se conserva una versión latina
traducida por Miguel Escoto. En cada uno de estos tres comentarios hay
diferencias y cambios de parecer. Ello revela cuán complejo fue para
Averroes descifrar ese tratado aristotélico.
Entrar en detalle a cada uno de los tres comentarios y presentar las
diferencias que hay entre cada uno ha sido una labor ardua de la que ya
se han ocupado varios especialistas. Aquí se expondrán de manera breve
y sumamente general, algunos aspectos de lo que puede denominarse la
“psicología de Averroes”.
Por su parte, Averroes afirma que el sustrato del sentido del tacto es el
calor natural y éste radica en el corazón y las arterias. La función del
cerebro será únicamente equilibrar el calor nutritivo. Concluye que el
cerebro no es la fuente de la sensación, como pensó Galeno, sino
solamente una potencia moderadora. De esta manera, al menos en el
Epítome, Averroes rechaza la posición de Galeno, a saber, la de los
nervios ligados a un órgano central —el cerebro— y se ajusta a la
aristotélica, en donde el cerebro contribuye sólo al equilibrio del calor
natural y es el corazón ligado a las arterias lo que habríamos de considerar
como centro de la sensación [Averroes 1985: IV, 5, 67]. En el Gran
Comentario y especialmente en sus escritos sobre medicina, habrá una
variación relevante: Averroes dará la importancia debida al cerebro para
explicar el acto de conocer. No sólo eso: postulará la interacción entre el
cerebro, el corazón y los nervios, y tratará de reconciliar ciertos pareceres
de inspiración aristotélica con algunas enmiendas galénicas.
Una vez explicado el sentido del tacto, Averroes pasa al olfato, cuya
función es oler haciendo de mediadores el aire y el agua [Averroes 1985:
IV, 3, 56]. El olfato está relacionado con el gusto, y prácticamente podrían
confundirse porque en ocasiones creemos percibir un sabor cuando en
realidad estamos percibiendo un olor. La razón es que ambos están
interconectados, aunque aún así son distintos. Averroes explica que el
gusto es la potencia que percibe las representaciones de los sabores. El
gusto es una especie de tacto, porque únicamente percibe su sensible «al
colocarse éste sobre el órgano del sentido». Aquí es en donde comienzan
las diferencias: el sabor se percibe propiamente al estar en contacto con
el órgano [Averroes 1985: IV, 4, 59].
Una vez explicados los sentidos internos, Averroes se ocupa de uno de los
problemas más complejos en la tradición aristotélica, a saber, el del
intelecto. Se trata de un asunto de gran dificultad, puesto que el propio
pasaje aristotélico (Acerca del alma III) resulta oscuro. Aristóteles habla
de dos intelectos, el posible y el agente. Averroes tiene en cuenta a una
vasta tradición de comentadores aristotélicos que van desde Teofrasto,
Alejandro de Afrodisias, Temistio y, además, filósofos como al-Kindī, al-
Fārābī, Avicena y Avempace. Averroes menciona varias clases de
intelecto: intelecto pasivo, intelecto especulativo o teórico, intelecto in
habitu, intelecto adquirido, intelecto material, intelecto agente. El
intelecto pasivo, nous pathetikós en Aristóteles, es generable y
corruptible, y es el que comprende al sentido común, a la cogitativa, la
memoria y la imaginación.
5. Filosofía práctica
Averroes se ocupó de la ética y la política en sus comentarios a la
República de Platón y a la Ética Nicomáquea de Aristóteles. Se suma,
además, una paráfrasis o breve comentario a la Retórica en donde
aprovecha para presentar algunas observaciones sobre la teoría de la
felicidad desde un punto de vista social y no individual. Averroes defendió
que el fin último del ser humano es la felicidad y que ésta se alcanza
solamente en la ciudad ideal (identificada con el califato ideal). Existe ya
una propuesta política en al-Fārābī, en Avempace y en Ibn Tufayl. En al-
Fārābī hay un planteamiento político muy allegado al platónico y, aunque
piensa como Aristóteles que la felicidad no se alcanza al margen de la
comunidad, aprovecha para manifestar su descontento con los modelos
socio-políticos de su tiempo. Al-Fārābī piensa que, de no existir un modelo
socio-político lo suficientemente virtuoso, para el filósofo será mejor morir
que tolerar el vicio y la corrupción. Por razones similares y por ciertas
influencias del misticismo sufí, Avempace e Ibn Tufayl prefieren la vida
solitaria y desconfían de la sociedad. Averroes, en contraste, considera
que el ser humano es un animal social. La sociedad sirve para facilitar el
cultivo de la sabiduría y, con ello, alcanzar con mayor facilidad la felicidad.
6. Bibliografía
Averroes, Commentarium magnum in Aristotelis De anima libros, The
Mediaeval Academy of America, Cambridge (Massachussets, USA) 1953.
—, The Agent Intellect as ‘Form for Us’ and Averroes Critique of al-Fārābī,
«Tópicos, Revista de Filosofía» 29 (2005), pp. 29-51.