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UNA FIRMA, UN DESTINO (II)

Con la recolección del 20% de firmas del registro electoral para la activación del
Referéndum Revocatorio al Presidente Nicolás Maduro, muchos funcionarios
públicos dependientes del régimen han mostrado su reticencia a firmar. Es sea
tiempo de dirigirnos a ese conglomerado de servidores públicos. No apunto a
quienes se han enriquecido a la sombra del poder, usufructuando jugosos
contratos mientras la patria se desangra en la más abyecta miseria. A esos seres
ruines la Justicia les espera tarde que temprano. Me refiero al humilde empleado
de una gobernación o ministerio, quien espera ansioso su quincena con la
seguridad que no le va a alcanzar para comprar mayor cosa. A ellos quiero
dedicarles este artículo.
En la administración pública actual, podemos distinguir tres tipos de funcionarios.
Primero, ese funcionario de carrera que ingresó por sus propios méritos hace años
atrás, cuando en Venezuela existía los concursos de oposición y se contrataba a
las personas por sus méritos profesionales más allá de su militancia políti ca. Es
ese funcionario competente, dedicado y sobre todo concentrado en producir los
mejores resultados para la organización. Segundo, está el funcionario que si bien
no es de carrera ni entró por algún concurso, está allí porque tiene méritos
laborales o personales para ocupar el cargo actual. Puede tratarse de un pasante
que “lo dejaron” en la institución. O un recién graduado que llevó su Curriculum y
por algún azar del destino lo contrataron. Pero la mayoría de las veces se tratan
de personas que han sido recomendadas por un amigo, un compadre o un familiar
del gobernador, del alcalde o del ministro. Son funcionarios que hacen su trabajo,
cumplen con el horario, se preocupan por atender al público y creen sinceramente
que este gobierno puede mejorar en algún momento.
En tercer lugar, están aquellos que llegaron a la administración pública con todos
los vicios habidos y por haber. No les gusta el trabajo, se la pasan de chisme en
chisme por las oficinas, nunca llegan temprano y se van antes de la hora, no pelan
un “puente” ni un feriado. Uno los consigue siempre instalados en la oficina del
jefe ejerciendo su deporte favorito: la adulación (jalando bolas, lo llama la
sabiduría popular). Vamos, ¿acaso no los reconocemos? Fácilmente distinguibles
porque siempre están hablando mal de sus compañeros de trabajo, son expertos
en denunciar a sus colegas, en disimular que trabajan y matraquean a cualquier
ciudadano. Esos mismos son los que roban a la institución (desde grapadoras
hasta costosos equipos) y son más chavistas que Chávez, más comunistas que
Marx y más malandros que cualquier pran de la cárcel.
Pues bien, ese tercer tipo de funcionario es una desgracia absoluta para este país.
Cualquier invitación a firmar por el referéndum será una completa ofensa. Ellos,
tan vivos, tan sagaces, tan aprovechados. Dirán que para qué firmar si están
mejor que nunca con su empleo, matraqueando y robando todo lo que pueden. Si
les encanta hablar mal de sus compañeros, se complacen en humillar a las
personas que van a su oficina y les fascina arrastrarse como perros sarnosos ante
sus amos. A ellos no tengo cosa alguna que decirle.
A los viejos funcionarios de carrera, tampoco hay que decirles algo. Ellos han
transitado durante muchos años por la administración pública y han vivido en
carne propia el deterioro del Estado. Han presenciado como las normas y las leyes
son pisoteadas continuamente por este régimen. Han visto con horror como sus
compañeros han sido despedidos por ser simplemente técnicos al servicio del país
y no al servicio de un partido. Y han atestiguado con tristeza el arribismo de una
horda de salvajes con el carnet del psuv, quienes se han encargado de acabar con
la institución. Ellos son cada vez menos en las instituciones, muchos ya los
botaron, otros renunciaron o se jubilaron. Y los pocos que quedan siguen allí tan
profesionales y honestos como siempre. Ellos saben muy bien que van a ir a
firmar para recuperar el país que una vez conocieron. A ellos, mis respetos.
Me dirijo a quienes después de trabajar salen a tomar un bus que los lleve a su
casa. Quienes tiene que rogar por un día de permiso para hacer una cola con el fin
de comprar un pollo, o azúcar, o una harina pan. Quienes después de haber
marchado por un gobierno que solamente les garantiza un salario de hambre,
llegan a ayudar a sus niños con las tareas de la escuela. Son esos funcionarios
que andan con la angustia de pensar que en cualquier momento a sus hijos los
puede asesinar el hampa, quienes ven con tristeza como su ropa está cada día
más harapienta y sus zapatos más gastados porque no tienen dinero para
comprarse unos nuevos. Quienes van prestando dinero a los amigos y conocidos
para completar la quincena. Quienes sufren y lloran en silencio, nobles mujeres y
hombres de esta patria, porque son humillados a diario por este régimen.
A ellos les digo: salgan a firmar. Con valentía, con arrojo, con coraje. Salgan a
firmar: por sus hijos, por sus padres, por su futuro. Salgan a firmar: porque ya es
suficiente de tanta miseria junta. Un trabajo de hambre no vale la pena. Más allá
de la firma les espera como destino un empleo decente en una Venezuela
decente. Salgan a firmar, que todos nos merecemos un mejor país. Contamos con
ustedes, choferes y secretarias, porteros y camilleros, maestros y bedeles,
oficinistas y mensajeros, para construir un mejor país.
Es obligación de todos nosotros convencer a esos funcionarios que una
Venezuela digna está por nacer y que contamos con ellos para eso ocurra.

Prof. Lenin Eduardo Guerra 01 de Octubre de 2016


Departamento de Políticas Públicas
Universidad de Los Andes-Venezuela
leninguerra@gmail.com
Este artículo está disponible en el Twitter: @guerra_lenin

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