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Agujeros negros

Una estrella moribunda se transforma en agujero negro cuando su luz se apaga y empieza
a caer bajo la influencia de su propia, increíble fuerza gravitatoria.

La materia que se hallaba en la superficie cae hacia el centro, y así se vuelve cada vez
más pequeña, pero, al mismo tiempo, densa y pesada. Y cuanto más densa se vuelve, más se
intensifica su fuerza de gravedad. Este proceso es irreversible y se parece a una avalancha de
nieve: al incrementarse la gravitación, se vuelve mayor la cantidad de materia que se precipita al
interior del monstruo. En un momento dado, su fuerza es tan grande que empieza a atraer hacia sí
a sus vecinas, junto con el resto de materia que se encuentre en su radio de acción, y finalmente
también a las ondas lumínicas. Su poder es tal que puede llegar hasta el punto de capturar los
rayos de otros soles. El espacio que la rodea queda muerto, negro, y la materia que cae en su poder
no podrá liberarse jamás. Es la estrella de las tinieblas, el sol negro, que difunde en torno a sí tan
sólo frío y oscuridad.

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