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Córdoba
1Material extraído de Wessels, Strafrecht, BT/2, Straftaten gegen Vermögenswerte, 22. ed., C.F. Müller, Hei-
delberg, 1999, § 2, pp. 24/41.
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Delitos contra la propiedad y delitos de tenencia – Prof. Fernando J. Córdoba
modificado por aplicación de la valoración social, los partidarios del concepto normativo-
social sostienen que es preferible una concepción que afirme la existencia de una relación de
dominio, y por tanto, de custodia, cuando la atribución de una cosa al dominio de una persona se evi-
dencie como una convención afianzada socialmente.
Propiedad y custodia
6) El concepto de custodia (cuyo quebrantamiento requiere la sustracción) debe ser dife-
renciado estrictamente del concepto de propiedad (con arreglo al cual se define la “ajenidad”
de la cosa). Ciertamente, tanto en el caso de la propiedad como en el de la custodia se suele
hablar de la existencia de una “relación de dominio”. Sin embargo, la misma expresión tiene
un significado enteramente distinto en cada caso; algo que hay que tener especialmente en
cuenta cuando la propiedad y la custodia sobre una misma cosa no coinciden (p. ej., alquiler,
comodato, préstamo, depósito, etc.).
7) La propiedad, en tanto derecho real, fundamenta una relación de dominio jurídico que le
confiere al propietario la totalidad de las facultades sobre la cosa. Esta relación de índole jurí-
dica existe con independencia de que su titular tenga o no la posibilidad de actuar fácticamente
sobre la cosa. Así, en el caso de un hurto, ni siquiera la pérdida total de la cosa altera la propie-
dad y la relación de dominio jurídico de la víctima sobre el objeto que le ha sido hurtado.
Para establecer la propiedad y, con ello, la “ajenidad” de la cosa, lo que importa es la situa-
ción jurídica del objeto según las reglas del Derecho civil.
8) En cambio, según la concepción fáctica, la custodia se agota en una relación de dominio
puramente material que le proporciona a quien la tiene la posibilidad física real de disponer de la
cosa. Por ello, la cuestión de si una persona tiene una cosa bajo su custodia se establece exclu-
sivamente en función del dominio material que tiene o no sobre ella. En este sentido, también
el ladrón que hurta con éxito una cosa adquiere la custodia sobre ella, en tanto relación de do-
minio material sobre ella.
9) A su vez, también para el concepto normativo-social se trata en la custodia no del domi-
nio jurídico, sino de la relación de dominio material sobre la cosa con independencia de si fue
obtenida legalmente; sólo que según esta concepción la existencia de esa relación no depende
de un poder físico real, sino de su reconocimiento por parte de un consenso afianzado social-
mente, que atribuye la cosa a la esfera de dominio de una persona y, por ello, considera la inge-
rencia de un tercero como perturbadora y necesitada de justificación.
Custodia compartida
10) Para la sustracción es suficiente el quebrantamiento de una custodia compartida ajena, lo cual
incluso puede ser llevado a cabo por uno de los cotitulares de la custodia en perjuicio del otro.
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a) Esferas de custodia
13) Ambos puntos de vista coinciden en que la valoración social atribuye al titular de un
ámbito de dominio delimitado espacialmente el poder material sobre las cosas que se ha-
llan dentro de esa esfera.
Ejemplos de tales esferas de custodia son la casa, la instalación fabril, el local comercial, etc.
Pero también se hallan dentro de una esfera de custodia propia los objetos que uno lleva para
su exclusiva disposición en su vestimenta, en la mano o en el resto del cuerpo. Esta custodia
tiene primacía incluso dentro de una esfera más general dominada por otro. Así, una persona
tiene la custodia el dinero que lleva en su bolsillo aunque se encuentre dentro de la vivienda de
otro.
14) Al resolver sobre la atribución de una cosa a una persona, resulta asimismo de gran im-
portancia el principio según el cual una custodia ya adquirida no se pierde por el hecho de que
tenga lugar un relajamiento de la relación de dominio o un impedimento, que por su naturaleza
es transitorio, en el ejercicio del poder sobre la cosa.
Así, pese a la distancia espacial, una persona mantiene la custodia sobre el automóvil que ha
dejado en el estacionamiento o en la calle descompuesto, o sobre un arado que yace en algún
lugar de la estancia, o sobre una mascota que camina a su lado libremente, así como sobre las
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cosas que ha dejado en su casa mientras realiza un viaje o pasa una estadía en el sanatorio, y
ello aun cuando haya encomendado a alguien el cuidado de su hogar mientras dure su ausen-
cia. En todos estos casos se produce un relajamiento de la custodia, pero no una pérdida.
15) Como se dijo, según los partidarios del concepto normativo-social, en estos casos se
evidencia claramente que la custodia es una relación de atribución fundamentada en la vida social, para
la cual resulta irrelevante el dominio físico real sobre la cosa.
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La respuesta, sin embargo, tampoco depende aquí de las circunstancias más o menos causa-
les del caso concreto, sino de las convenciones sociales existentes acerca del dominio material,
las cuales también se refieren a ese tipo de relaciones.
a) Así, por ej., en el caso de las vendedoras y empleados de un comercio pequeño o me-
diano, cuya actividad suele desarrollarse bajo la dirección personal del encargado o propietario,
de acuerdo con la valoración social, no hay custodia compartida, sino una custodia exclusiva
del encargado (o dueño) tanto respecto de la mercadería como del dinero de la caja.
Debido a su influencia decisiva únicamente él aparece como titular del dominio material
sobre las cosas, mientras que la relación de su personal con esas cosas (lo mismo que con los
empleados domésticos) se limita a una función puramente de colaboración. Por ello, también se de-
nomina a estos colaboradores como auxiliares de la custodia o guardianes de la custodia,
que no ejercen un dominio material propio.
b) Tampoco hay razón para enjuiciar de otra manera la situación de los vendedores y em-
pleados de una tienda por departamentos. Pues incluso allí donde deben, por ej., ocuparse
de un sector específico y posean el manejo, con una cierta cuota de responsabilidad propia, de
un determinado surtido en un estand de venta delimitado espacialmente, tal incremento de
responsabilidad no necesariamente va unido a una custodia. Ésta, es decir, la custodia, se la
asigna la valoración social al jefe de sección, quien hoy en día se aproxima más al principal del
comercio.
c) En cambio, según la concepción generalizada, los cajeros tienen la custodia exclusiva so-
bre el contenido de la caja, en la medida en que sean los únicos responsables de ella y no se pueda
extraer importes de dinero de la caja sin su intervención (sin perjuicio de una posible revisión a
la que pueden ser sometidos en cualquier momento). Tal lo que sucede comúnmente en los
supermercados, tiendas por departamentos, bancos o en las ventanillas del ferrocarril, etc.,
situación que frecuentemente pone en evidencia la posesión exclusiva de la llave de la caja.
d) También quien dirige en forma autónoma una sucursal externa tiene una custodia exclu-
siva con relación al dueño de la firma.
e) Entre los transportistas y el dueño de la firma puede darse una custodia compartida, pe-
ro también custodia exclusiva de uno o del otro. Si el dueño de la firma o el encargado man-
tienen suficiente posibilidad de control, dirección y acción durante el viaje, de modo que el
conductor no tiene la responsabilidad exclusiva por la carga, entonces ésta permanece en la
custodia del principal. Ello puede darse comúnmente en los transportes dentro de localidades
pequeñas, pero también dentro de grandes ciudades si se respeta un horario estricto y una ruta
preestablecida. En aquellos casos donde se cumplen estos requisitos, existe una custodia exclu-
siva a favor del dueño de la firma.
En cambio, si el conductor es responsable exclusivo de la carga, de modo similar a como el
cajero lo es por la caja, entonces él tiene la custodia exclusiva de la carga. Ello es imaginable
principalmente respecto de aquellos transportes de larga distancia, durante los cuales los bienes
permanecen bajo el único cuidado del conductor.
Ejemplo 1: La vendedora V toma algunos cosméticos del local de farmacia y perfumería
donde trabaja, como así también un pequeño importe de dinero de la caja, a la cual tiene acce-
so del mismo modo que lo tiene F, dueño del negocio.
Ejemplo 2: F entrega al cadete de la farmacia, K, una suma de dinero para que la deposite
en el banco, el cual se halla situado a pocas cuadras. En lugar de ello, K desaparece con el di-
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ción social sólo atribuye la custodia del contenido de un recipiente cerrado a su legítimo titular
cuando éste puede acceder en cualquier momento y sin impedimentos con su llave a ese con-
tenido. Si el acceso depende de la aprobación o de un quehacer de la persona que tiene el reci-
piente, tales barreras fundamentan una custodia compartida.
Cese de la custodia
26) La custodia termina cuando el titular abandona o pierde el dominio material sobre la
cosa.
27) Las cosas que se pierden fuera de un ámbito de dominio delimitado espacialmente (=
en el bosque, en la playa, en la calle, etc.) pasan a ser cosas carentes de custodia.
Por el contrario, si la pérdida se produce dentro de una esfera de custodia ajena (por ej.,
en un edificio sede de una autoridad pública o en el edificio de un banco, en el andén de una
estación, en una gran tienda, shopping, etc.), ciertamente cesa la custodia de la persona que ha
perdido la cosa, pero la mayoría de las veces surge aquí inmediatamente una nueva custodia a
favor del titular de ese ámbito de dominio, siempre y cuando su voluntad general de dominio
abarque la cosa y se pueda establecer con suficiente seguridad quién resulta ser el nuevo titular
de la custodia. Esto último no siempre es posible frente a la pérdida de una cosa en las escale-
ras de un edificio de departamentos o de un edificio de oficinas utilizado por varias firmas.
28) En cambio, la custodia se mantiene respecto de las cosas que sólo han sido olvidadas,
es decir, cosas que el titular (a diferencia lo que ocurre con las perdidas) sabe donde se hallan
(por ej., un paraguas que se ha dejado sobre el banco de una plaza).
Para el concepto fáctico de custodia, el único requisito es que se pueda recobrar la cosa sin
mayores obstáculos externos. Para la atribución normativo-social, en cambio, la presencia o
ausencia de tales obstáculos es irrelevante.
Si las cosas olvidadas han quedado en un ámbito de custodia ajeno (por ej., en un aula, en el
compartimento de un tren, etc.), surge entonces normalmente una custodia compartida a favor
de aquél que, en virtud de su voluntad general de custodia, tiene el dominio material sobre la
cosa.
29) Por lo tanto, si una tercera persona se apodera de una cosa olvidada, quebranta siempre
una custodia ajena y realiza así el tipo objetivo del hurto. Con relación a las cosas perdidas, en
cambio, ello es así sólo en la medida en que respecto de ellas haya surgido una nueva custodia.
Consumación de la sustracción
30) La sustracción está consumada cuando el autor no sólo ha quebrantado la custodia aje-
na (exclusiva o compartida), sino que ha creado una nueva custodia sobre la cosa.
Ambas cosas pueden suceder en un mismo acto, pero también pueden tener lugar en fases
separadas temporalmente entre ellas.
31) La cuestión de si se ha operado un cambio de custodia o, por el contrario, el hecho sólo
ha quedado en el estadio de tentativa depende del concepto de custodia que se haya adoptado.
Mientras que el concepto fáctico decide esta cuestión según las circunstancias del caso par-
ticular y la valoración de la vida cotidiana, lo decisivo para el concepto normativo-social es si la
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entonces era su titular ya no puede actuar sobre la cosa sin eliminar previamente el poder de
disposición del autor (o de un tercero). Pues si el restablecimiento de la custodia por parte de
la víctima presupone una intromisión, necesitada de justificación, en la esfera de dominio del autor,
ello significa que su custodia fue perjudicada.
37) Sin embargo, ambas posiciones coinciden en que para crear una nueva custodia no hace
falta llevarse la cosa fuera de la esfera de dominio ajena. Pues el concepto de sustracción no requiere
que el autor obtenga una custodia definitiva y segura sobre la cosa.
De allí que sea irrelevante el hecho de que el dominio fáctico del autor sobre el botín aún
corra peligro. Lo decisivo sería, antes bien, el hecho de que su relación de dominio material, de
acuerdo con la valoración social, excluye la libre disponibilidad sobre la cosa de quien era hasta
ese momento el titular de la custodia, y lo obliga a recuperarla a través de un procedimiento
socialmente perturbador, que precisa de justificación.
38) Según el concepto fáctico de custodia, para juzgar si el autor ha creado una nueva cus-
todia ha de tomarse en consideración la totalidad de las circunstancias del caso concreto.
a) Así, por ej., en el caso de objetos que por sus características o por su peso sólo difícil-
mente podrían ser transportados, el mero tomar o esconder el objeto, estando todavía el
autor dentro de la esfera de dominio ajena, no sería suficiente para producir un cambio de la
custodia. Antes bien, aquí se precisaría para consumar la sustracción medidas adicionales, co-
mo, por ej., llevarse el automóvil, pasar por encima del muro del depósito los rollos de alfom-
bras, las pesadas herramientas, etc., llevarse una caja fuerte pesada desprendida de su fijación o
un carnero que se tiene asido de la cabeza y de las piernas, pero que se resiste firmemente.
b) En cambio, en el caso de objetos fácilmente transportables, por ej., billetes, monedas,
alhajas, alimentos envasados, etc., entiende que para el cambio de custodia y, por tanto, para la
consumación de la sustracción, basta con tomar y mantener, así como esconder la cosa en la
propia vestimenta, en la cartera, en un maletín, una bolsa u otros recipientes fácilmente trans-
portables.
39) Por su parte, los partidarios del concepto normativo-social aducen que estos criterios
conducen a una casuística poco satisfactoria y sostienen que sólo es posible obtener un pará-
metro más seguro acudiendo a las reglas de atribución social.
De acuerdo con ellas, no se ha creado todavía una nueva custodia si el objeto no ha sido sa-
cado de la esfera de custodia del titular, ni se lo ha introducido en un enclave de custodia reconocido
por la vida social (por ej. mercadería escondida entre la ropa).
Lo decisivo, por tanto, no sería el peso o el tamaño, etc. del objeto, sino si la recuperación
de la cosa, por ej., por parte del dueño del local, representa un acontecimiento socialmente
perturbador que precisa un contexto de justificación.
Así, por ej., quien en un supermercado pone mercadería que quiere hurtar entre su vesti-
menta o en su bolso, adquiere la custodia sobre esas cosas ya en ese momento. En cambio,
quien pone la mercadería en el carro y sólo la cubre con una revista o su chaqueta para ocultar-
la de la vista del cajero, recién adquiere la custodia, mediante sustracción, en el momento en el
que el personal de la caja ha terminado de despacharlo. De acuerdo con las convenciones so-
ciales, cae en la custodia del cliente lo que oculta en su vestimenta o su cartera, en tanto que
queda en la esfera de custodia del encargado del local lo que el cliente –abiertamente o en for-
ma oculta– deja en el carro mientras es atendido en la caja. Lo que el detective del local, que ha
observado todo, extrae de la cartera de una clienta, se lo sustrae; lo que el encargado saca del
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carro lo conserva. Lo primero precisa estar justificado, lo segundo no. Por ello, en el segundo
caso, el hurto se consuma cuando el cliente termina de ser despachado en la caja. Después de
que ello sucede, la valoración social atribuye la mercadería al cliente.
40) Por aplicación de estos principios, ha de concluirse que, en el ejemplo 1, F consumó el
hurto, porque colocó la lata en un “enclave de custodia”, en una “esfera tabú” propia. La cir-
cunstancia de que, por haber sido observada, no tuviera chances de salir sin obstáculos del
supermercado carecería de relevancia. También en los ejemplos 2 y 3 el hurto se ha consuma-
do. En el último, el arrepentimiento posterior del invitado G no surte el efecto de un desisti-
miento porque al guardarse el anillo en el bolsillo la sustracción dejó de ser una tentativa para
pasar a estar consumada.
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